domingo, 22 de septiembre de 2013

Aunque era sábado y él no trabajaba, Miguel apagaba temprano su moto en el aparcamiento privado del hospital y se dirigió directamente al despacho del director general. Había dormido fatal, cada vez que cerraba sus ojos, revivía aquel momento junto a Emma cuando casi estuvo a punto de besarla y aquel recuerdo lo aceleraba de nuevo ¿Y si la próxima vez no conseguía controlarse? No sabía qué hacer para detener sus sentimientos, aquello era demasiado grande y fuerte para poder esconderlo, en cualquier momento podía meter la pata y descubrirse todo; y no podía consentirlo. Lo mejor para todos era que pusiera tierra por medio y no volver a verla, así que se había levantado con la firme idea de renunciar a su puesto y marcharse con Diego a Somalia. -Imposible Miguel- le respondió tajante el doctor Murillo abatiéndolo tremendamente- Lo siento Miguel, pero en estos momentos no podemos hacernos cargo de otro abandono, ya te lo dije; te necesito aquí…- se miraron a los ojos- no puedo hacer frente a perder otro cirujano de la plantilla es imposible… De verdad que lo siento. Miguel se dirigió a la cafetería del hospital. Se encontraba aún más abatido que cuando llegara. Dejar de ver a Emma estando tan cerca le parecía un imposible e irse lejos estaba completamente descartado. Vio sentados en una mesa a tres de sus colegas médicos y buenos amigos; intentó escabullirse sin que lo vieran, no tenía ganas de charlas, pero ellos lo descubrieron al instante y lo llamaron animados invitándolo a sentarse con ellos. No le apetecía para nada, deseaba estar solo, pero accedió ante su insistencia. -¿Qué vas a hacer este finde Miguel?- le preguntó uno animadamente -Nada ¿por? -Es que hemos hecho reservas en una casa rural de las afueras que está de maravilla ¿te apuntas? -Gracias pero no me apetece- respondió desganado -¡Venga hombre, anímate!- lo animó entusiasmado otro de ellos- dos días de tranquilidad y relax en el campo te vendrá de puta madre que llevas una temporada muy bajo de moral y te vendrá bien… será divertido- Miguel estaba pensando en Emma de nuevo, su linda cara no podía borrarla de su cabeza -¿Tanto se me nota?- indagó inquieto a su comentario -Hombre…- empezó a hablar el primero- nunca fuiste la alegría de la huerta pero últimamente mucho menos- acabó bromeando y los otros dos rieron divertidos -¡Que gracioso estás hoy Alonso! ¿Y cuándo os iréis?- preguntó finalmente -Ahora; te damos el tiempo justo para que vayas a por una bolsa- resolvió el tercero; Miguel pensó que era una buena manera de evitar estar cerca de ella… por lo menos aquel domingo -De acuerdo, darme media hora. Se despertó sobresaltada y turbada, pudo comprobar que estaba sudorosa, alterada y su corazón latía frenético además de su respiración ser entrecortada y agitada. Su cuerpo estaba intensamente excitado como nunca lo había estado. Se sentó de un impulso sobre la cama y se recogió las rodillas sobre sus pechos que aún seguían endurecidos por la excitación, rodeándolas con sus brazos y apoyó el mentón en ellas. Había soñado con Miguel y nunca había soñado algo tan intenso que le provocara tanta pasión y deseo; aunque pese a su contrariedad, fuera algo muy hermoso. Se volvió a ver besándose ardorosamente con él mientras sus manos la acariciaban ardientes por todo su cuerpo desnudo y ella acariciaba ansiosa su pecho velludo y su fornida espalda, sus manos le ardían al tocar su piel mientras le retiraba el jersey. Se miró incrédula las manos, aún parecía sentir aquel ardor en ellas y en sus labios el dulce sabor y el calor de su boca, se acarició los labios pero solo encontró unos labios secos e inflamados de deseo por la boca de Miguel. -Cálmate Emma, solo fue un sueño; debes serenarte- se repitió suspirando profundamente varias veces hasta tener nuevamente el control de su cuerpo. Miró el reloj de su mesita, las diez de la mañana… ¿Ya estaría en el hospital o los sábados no trabajaría y estaría durmiendo aún? ¿Dormiría desnudo? se preguntó de pronto asombrándose al instante de haberlo hecho y su cuerpo volvió a sacudirse estremecido de una poderosa pasión al recordar el atractivo rostro de Miguel mientras sus manos le acariciaban ardientes su cuerpo en su sueño- ¡¡Por Dios santo Emma!! ¡Contrólate! ¿Qué rayos te pasa?- se gritó a sí misma turbada y se levantó de la cama, abrió la ventana de su cuarto y aspiró profundamente el aire frío de la mañana que le dio en la cara refrescándola. Volvió a aspirar un par de veces más y logró calmarse. La sobresaltó el sonido de su móvil sobre la mesilla; corrió a cogerlo, era Luisa -¿Ya se te pasó el mal genio?- bromeó así descolgó y Emma sonrió- Espero que sí porque ayer estabas para echarte a comer aparte -No empieces ¿sí?- le comentó cariñosa -Vaaale… Mira, estuvimos hablando anoche Mark y yo y pensamos que, ya que conseguiste material ¿qué te parece venir a pasar el fin de semana con nosotros y sacamos de una vez el trabajo de delante? -De acuerdo- respondió animada- ¿Y qué pasa con Charlie? -Sabes que últimamente se viene a pasar los findes con nosotros ¿qué te pasa? ¿Aún estás dormida o qué?- bromeó y ambas rieron amenas- Emma cielo ¿Todo está bien? No sé qué te pasó pero ayer estabas muy rara -Sí, solo que me pillaste en un mal momento, estaba muy cansada y muy irritable -Vale entonces… Charlie coge el tren de las doce, yo le aviso que te espere… ¡Lo vamos a pasar divino, ya verás! -¿Pero vamos a trabajar o divertirnos?- preguntó socarrona -Bueno mujer, trabajaremos pero de noche saldremos, ¿no?- se rieron entusiasmadas- Además, mi hermano va a estar encantado de tenerte aquí- dijo en tono pícaro -¡Luí, no empieces que no voy ¿eh?!- la advirtió fastidiada -¡Vale, vale; no te cabrees de nuevo!...A las doce; no pierdas el tren que Charlie te espera…Chao- y colgó Fue a la cocina a desayunar, allí encontró a su madre -Buenos días, cielo- la saludó mirándola desconfiada por su comportamiento de la noche anterior -Buenos días- contestó feliz y su madre sonrió más tranquila- Acabo de hablar con Lui y voy a pasar el fin de semana con ellos- comentó sirviéndose un café. Su madre la miró sorprendida -¡¡Vaya!! ¿Tú también cielo?- exclamó pasmada, Emma la miró intrigada- Acaba de llamar Miguel, que no contemos con él el domingo que tiene que salir de la ciudad -Ah, vaya…- musitó confundida, bebió el café ensimismada ¿A dónde iba luego? ¿E iría solo? Pensaba intrigada y en su mente volvieron las palabras admiradas de Luisa halagándolo de la noche anterior; notó que se empezaba a irritar tremendamente. No quiso pensar más en él; no le importaba dónde iba ni con quién… se propuso firmemente divertirse el fin de semana y procurar no pensar en Miguel para nada- Pues que se lo pase muy bien como yo pienso hacer- dijo resuelta sonriéndose amena con su madre. Dejó su tazón en el fregadero y, besando la mejilla de su madre, se fue a hacer la bolsa de viaje. Tenía que retomar el ritmo de su vida nuevamente, tranquila y sosegada; solo pensar en los estudios y acabar la carrera. Los amoríos quedarían para más adelante. Así lo había decidido antes de empezar la carrera y le había ido bien hasta ahora, y así seguiría siendo… Se decía mentalmente esperando en el andén de la estación aunque no podía borrar de su cabeza el rostro de Miguel ni aquel extraordinario cuerpo mientras encendía la chimenea… -Hola preciosa ¿hace mucho que esperas?- la sacó de sus pensamientos Charlie mientras la besaba tierno en la mejilla -No, acabo de llegar- respondió amena sonriéndole animosa y él le correspondió -¿Subimos?- indicó resuelto señalando con la cabeza el tren detenido delante de ellos, ella miró atónita el tren, ni cuenta se diera de que llegara ya; se sonrieron entretenidos y se subieron al vagón. Después de apenas una hora conduciendo, Miguel y sus amigos llegaron a un caserío en medio del campo, tranquilo y sereno. Se respiraba aire puro y sentía una tranquilidad increíble, se empezó a encontrar bastante bien. Había sido una buena idea aceptar la invitación, pensó agradado. Fueron a hacer senderismo por los montes escarpados y llenos de maleza al acabar de comer. Los otros tres eran unos alocados divertidos, contagiando en seguida a Miguel. Parecían cuatro adolescentes enredando con bromas pícaras y divertidas. Al final acabaron jugando entretenidos a las escondidas como niños. En toda la tarde logró no pensar en Emma, hasta encontrarse solo en su habitación aseándose para la cena; se alegró de estarlo consiguiendo poco a poco. Mientras, Emma y Charlie en un viaje de apenas media hora, habían llegado al pueblo de Luisa y Mark. Los esperaban entusiasmados en el andén y se saludaron alegres. Caminando entre chanzas y risas llegaron al piso. Con el mismo ánimo jovial, prepararon algo rápido de comer y de seguido se pusieron a trabajar en la mesa del comedor. Se les pasaba la tarde entretenida escogiendo documentación entre cervezas y risas. Aunque Emma no podía dejar de pensar en Miguel, en qué estaría haciendo, con quién o dónde… quedándose a menudo ensimismada y apagada. Sus amigos la miraban extrañados debido a sus prolongados silencios y su mirada perdida cruzándose entre ellos miradas inquietas.

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