martes, 17 de septiembre de 2013

¡¡Pegarse a él!! Repetía mentalmente mientras se enjuagaba el jabón del pelo bajo el chorro de la ducha. Si no hacía más que pensar en Miguel desde hacía mucho tiempo ¡¡no podía quitárselo de la cabeza, era como una obsesión!! Cerró el grifo del agua y, envolviéndose en su albornoz, regresó a su cuarto. Se sentó sobre la cama apoyándose en la cabecera y cruzó sus piernas colocando su archivador sobre ellas y empezó a pasar distraídamente las hojas. Miguel seguía dominando todos sus pensamientos… Su atrayente perfume, su cuerpo fornido, su sonrisa pícara de niño travieso, aquellos preciosos y profundos ojos negros que siempre parecían acariciarla muy tiernamente… Sus manos… Aquellas hermosas manos que parecían tan suaves y debían acariciar de lujo… Se estremeció de placer solo de pensarlo y de inmediato se sacudió frenética la cabeza tomando aire hondamente; debía dejarse de tonterías y concentrarse en sus estudios, pensó rotunda. Se colocó los auriculares y puso música mientras buscó decidida la página que necesitaba en sus apuntes. Al fin estaba concentrada repasándolos cuando en su reproductor sonó la canción que Miguel llevaba en su coche aquella tarde cuando la recogiera, el atractivo rostro de Miguel volvió a dominar todos sus pensamientos no permitiéndola concentrarse ya en nada más. Aunque se esforzó y lo intentó varias veces repasando una y otra vez la misma línea, era imposible. -Me rindo- expresó derrotada cerrando el archivador, cansada del inútil esfuerzo; apagó el reproductor y se acostó a dormir. Al instante, empezó a soñar con la hermosa casa de Miguel, su fachada blanca con grandes ventanales, aquella entrada imponente en mármol blanco con la gran escalinata que subía al piso superior. El gran salón comedor con aquella hermosa chimenea ardiendo frente al gran sofá rojo en forma de “u”… de pronto estaba bañándose en el lago que había próximo a la casa acompañada de Miguel; él jugaba con ella como si siguiera siendo pequeña, le sonreía con aquella bella sonrisa picaruela enseñando su dentadura perfecta y blanca mientras la sujetaba cariñoso con aquellas grandes manos por debajo de sus brazos elevándola del agua y girando mientras ella reía alegre… pero en esta ocasión ella era ya adulta y reía plenamente feliz. Cuando Miguel llegó a casa, dejó la chaqueta y el maletín en el doble diván de la entrada y se dirigió a la cocina cruzando la pequeña salita con televisión que había antes. Cogió un botellín de agua del frigorífico y lo bebió a pequeños sorbos arrimado al mesado perdiendo su mirada en el jardín japonés que se divisaba por el ventanal iluminado tenuemente en la oscura noche por pequeños focos estratégicamente bien colocados para dar solo un acogedor ambiente mientras pensaba en la locura que significaba lo que estaba sintiendo desde hacía tiempo por Emma. Solo había sentido algo parecido hacía muchos años por Cecilia, su madre, pero no fuera ni por asomo tan perturbadoramente intenso. Aquellos bellos ojos color miel lo volvía loco, no podía apartar su mirada de ellos; sus maravillosos labios lo atraían como imanes y deseaba con pasión besarlos, saborear por fin aquella dulce boca y ese deseo junto a su cercanía, le hacía sentir una punzada en el bajo vientre como si algo le retorciera las tripas. Aquella noche, durante la cena, Alberto lo había descubierto en varias ocasiones mirándola embobado deseando atrapar aquella delicada boca; aunque parecía no haberse dado cuenta de nada… pero ¿hasta cuando? ¿Cuánto más podría disimular? Aquello era una auténtica locura, un despropósito que nunca podría ser y tenía que alejarse de ellos de inmediato o además de perder a Emma, perdería la amistad de sus únicos grandes amigos… Sí, eso era, su única salida era marcharse lejos… ¿Pero cómo? la suerte estaba en su contra, no podía dejar en estos momentos el hospital para poner tierra por medio aunque lo deseara con todas sus fuerzas. Ya lo había intentado cuando Diego se lo propuso pero fue imposible, el hospital no podía perder a dos médicos al tiempo, le contestó rotundo el director general... Y dejar de buscarla tampoco lo lograba. Esos días de inmenso trabajo en el hospital, había estado desesperado por no poder ir a casa de sus amigos en esos fines de semana aunque fuera solo unos instantes y poder ver a Emma. La coincidencia de aquella tarde le había hecho el hombre más feliz de la tierra, aunque ahora reconocía de nuevo que era una locura y tenía que alejarse ya Al día siguiente, la buscaba con la mirada por el parque mientras conducía la moto despacio, muy cerca al bordillo para no estorbar el tráfico. El día anterior, lloviera y hacía frío; pero esa mañana apareciera soleada y más tibia, así que se decidió por la moto pues se cruzaba mucho mejor la ciudad. La encontró sentada en uno de los bancos acompañada de otra muchacha y dos muchachos. Reía divertida con ellos y él sintió una desazón inmensa. Aparcó la moto en el arcén y se desmontó. Andaba hacia ella mientras se quitaba los guantes y el casco. El muchacho moreno le apartaba un mechón del pelo de delante de la cara en un gesto muy íntimo que a él le provocó unos celos increíbles y le hizo apretar rabioso las mandíbulas. Apuró el paso acercándose a ellos. Con los rayos del sol, su cabello rubio aún tenía reflejos pelirrojos como de niña. Le dio cariñoso con el guante en la cabeza y ella se giró hacia él, sus ojos se iluminaron de alegría al verlo haciéndole sentir otra vez el hombre más feliz sobre la tierra -¡Hola tío Miguel!- repuso entusiasmada mostrándole aquella hermosa y franca sonrisa tan cariñosa que lo enloquecía -Hola mi chiquita, ¿qué hacéis?- los muchachos los miraban intrigados -Poniendo en orden unos apuntes ¿y tú? ¿Qué haces aquí?- le comentó sin dejar de sonreírle -Nada, te vi al pasar y paré a saludarte- respondió moviendo los hombros despreocupado -¡Ah, pues me parece muy bien!- respondió complacida y se sonrieron amistosos- Mira tío Miguel, te presento a mis amigos: este es Mark, Luisa y Charlie- le presentó a los muchachos que seguían observándolo curiosos, Mark era el moreno que le retirara el mechón de la cara de manera tan amorosa- él es mi tío Miguel- le expuso con satisfacción a ellos, se saludaron los cuatro con un amistoso movimiento de cabeza. La muchacha examinó su reloj y puso cara de descontento -Nos tenemos que ir ya Mark o perderemos el último tren- le dijo al muchacho que también puso cara de desagrado. Luisa se levantó del banco de mala gana y besó cariñosa las mejillas de Emma- Nos vemos lunes, a ver si consigues algo más para ese dichoso trabajo -Vale, buscaré por casa o iré mañana a la biblioteca… No te preocupes- le respondió Emma mientras la muchacha besaba a Charlie en los labios, él le correspondió pero le sujetó por la cintura y prolongó el beso más intensamente -¡Ey aburrís ya ¿eh?! ¡Siempre baboseándose joder! ¡Luí ¿Nos vamos o qué?!- protestó fastidiado Mark provocando las risas divertidas de Emma y Miguel, los muchachos se separaron desganadamente sonriéndose dichosos -¡Que fea es la envidia, demonios!- comentó socarrón Charlie -¡Anda y que te den!- respondió Mark echando a andar y todos rieron amenos; Luisa lo siguió agitando su mano hacia ellos en forma de despedida -Yo también me voy cielo, se me hace también tarde para el entrenamiento- indicó Charlie recogiendo una gran bolsa de deportes del suelo besando cariñoso las mejillas de Emma- Chao, nos vemos; encantado de conocerte Miguel- se despidió amistoso mostrándole su puño que Miguel se lo golpeó frontalmente y se alejó mientras Miguel ocupaba el sitio de Mark a lado de Emma sin dejarse de sonreír ambos

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