miércoles, 18 de septiembre de 2013

-Pues va a tener razón tu padre y sí voy a tener que vigilarte muy seriamente, señorita- bromeó entretenido tirándole suavemente de la punta de su minúscula nariz, ella se rió divertida -¡¡Como no!!- repuso divertida- Pero será una pérdida de tiempo, te lo aseguro- aseveró tranquila -No estoy yo tan seguro ¿eh?…- repuso prevenido y ella lo miró intrigada- ¿Y esos dos chicos qué? Quedó muy claro que el tal Charlie está con Luisa pero…. ¿y el otro?- ella se rió a carcajadas -¿Quién? ¿Mark?- dijo burlona, él afirmó con la cabeza- Mark es el hermano de Luí, tío Miguel. -¿Y me vas a decir que por ser su hermano no puede ser tu enamorado?- ella se volvió a reír- Pues te diré que te mira con unos ojitos muy interesados -¡¡No!!- remarcó divertida- Bueno, puede que él sí… pero no lo sé ni mi importa porque él no es el que a me interesa, para nada- él sonrió feliz -¡Ah!- exclamó prevenido- pero sí hay uno que te interesa…- indicó retórico -¡Bo, tío Miguel! ¡No, claro que no! Ahora es la carrera, después los amoríos.- Contestó rotunda aunque esquivó su mirada y la centró en los apuntes -¿Cómo te van las cosas?- le preguntó examinando también los apuntes -Chungas- le sonrió menos amena- Tenemos que hacer un trabajo y no encontramos información suficiente- comentó afligida -¿Para qué asignatura? -Psicología ¿cómo no?- expresó fastidiada y él rió ameno- estamos dando las distintas causas y sintologías de las depresiones y debemos hacer un trabajo sobre los antidepresivos que se suelen utilizar en los distintos casos… La información que encontramos en la biblioteca de la facultad es muy pobre y básica…- miró a los ojos a Miguel que la escuchaba atento- ¡Porque, como no, al señorito Mark le pareció que había tiempo de sobra! ¡Siempre hay tiempo de sobra para él y así le va!- exclamó sarcástica, Miguel rió entretenido- ¡No te rías tío Miguel! Porque de esta vez nos arrastró a todos y ahora los mejores libros ya están pillados y es un trabajo bastante importante para la nota final…- explicó preocupada, él la escuchaba pero solo podía mirar aquellos jugosos labios que deseaba ansiosamente atrapar con su boca; que lo estaban enloqueciendo, lo atraían rabiosamente… y estaban solos y tan próximos… ¡Pero, que locura, no podía hacerlo! Se gritó mentalmente y en el acto se recompuso alejándose un poco de ella; para evitar seguir mirándolos, desvió su mirada revisando los apuntes que Emma sostenía sobre sus rodillas- ¡¡Mira!! ¡¡Un buen tema para mi tesis!!- aclaró resuelta, él la miró sorprendido a los ojos -¿Psiquiatría y las depresiones?- exclamó confundido- pero ¿no decías que la psiquiatría no te estaba gustando? -No, la estupidez humana; tengo un buen candidato de estudio en Mark- respondió jocosa, Miguel y ella rompieron a reír explayados -Yo tengo un libro que te puede ser de mucha ayuda -¿A sí?- repuso interesada -¡Ajá! lo recibí hace un par meses de Estados Unidos y está muy bien documentado; hasta comenta de algunos métodos nuevos que se están probando en algunos casos específicos en los cuales no es realmente necesario utilizar medicación y están proporcionando grandes resultados- se sonrieron dichosos -¡¿De verdad?!- instó entusiasmada y él asintió con la cabeza. Cerró la carpeta y se le abrazó ilusionada al cuello, Miguel sintió un agradable estremecimiento por todo el cuerpo al sentir el calor de sus brazos alrededor de su cuello, posó su mano en la espalda de Emma y la oprimió suavemente contra él cerrando unos instantes los ojos complacido- ¡¡Eso es fantástico tío Miguel!! ¿Me lo prestarás?- indagó mirándolo a los ojos sin soltarse, sus caras estaban aún más próximas y aquella atrayente boca tan peligrosamente cerca de la de él… tragó saliva nerviosamente y solo pudo asentir de nuevo con la cabeza- ¡Que bien! Me quedará un trabajo redondo- expuso pletórica y lo besó cariñosa en la mejilla y él se sintió inmensamente feliz- ¿Me lo traes el domingo a casa de paso que vienes a comer?- le preguntó ansiosa -Claro, sin problema mi chiquita pero… ¿No prefieres irlo a buscar ahora? Ahí mismo tengo la moto y de esa manera, podrás aprovechar mañana sábado para revisarlo tranquilamente- le preguntó amable -¡Estupenda idea!- lo volvió a besar en la mejilla y él sonrió nuevamente- Vamos luego, para después es tarde- dijo resuelta recogiendo su bolso y su chaqueta, y se dirigieron a la salida del parque. Miguel se detuvo preocupado ante la moto de gran cilindrada negra -¿Ocurre algo?- preguntó Emma mirándolo intrigada -No tengo casco para ti- dijo y ella lo miró intranquila, pero él le sonrió alegre ofreciéndole el de él -¡No, tío Miguel! ¿Qué haces? ¡Tú no puedes ir sin él!- lo rechazó rotunda -¿Qué me puede pasar? ¿Qué me multen? Eso se paga y listo- le volvió a sonreír- Sin embargo si te pasa algo a ti, tus padres me matarían… así que viene a ser como ir sin casco- se rieron amenos. Ella se cruzó el bolso sobre el pecho mientras Miguel le guardó su carpeta en la mochila que llevaba sobre el depósito de gasolina. Emma se puso el casco al tiempo que él se subía a la moto poniéndola en marcha al instante. Le ofreció cariñoso la mano para ayudarla y ella se subió ágil, se abrazó a su cuerpo- Sujétate bien ¿eh? No te me vayas a quedar atrás- ella sonrió divertida y se abrazó más fuerte a él. Miguel se sintió muy bien notándola adherida a su cuerpo y se internó en el tráfico. Por el camino, Emma disfrutó de la velocidad, abrazada a Miguel; le estaba gustando mucho la sensación de estar así, bien aferrada a él. Apoyó gustosa su cabeza en su espalda. Se sentía tan bien y segura junto suya que el aumento de velocidad que estaba tomando la moto de gran cilindrada circulando por la carretera despejada de tráfico que llevaba a casa de Miguel no le preocupaba en absoluto. Llegaron a la casa y Miguel detuvo la moto delante de las cuatro escalinatas del porche de entrada. Ella descendió tan ágil como había subido, se quitó el casco y sonrió dichosa -Hace tanto que no venía… Sigue igual como la recuerdo- repuso satisfecha mientras observaba la fachada -¿Y por qué iba a cambiar?- preguntó campechano, ella sonrió divertida siguiéndole dentro de la casa, el recibidor seguía tal y cómo lo recordaba: espacioso, impecable, con aquel mármol blanco veteado de finas líneas negras tan impoluto que impresionaba; con la ancha escalinata de dorado pasamanos dominando el centro de la estancia y la gran araña de pequeños cristales sobre sus cabezas colgando desde el alto techo que había en la entrada y producían aquellos preciosos reflejos multicolores sobre las paredes blancas producidos por la luz del sol que entraba por la ventana que había sobre la puerta principal. Siempre le había gustado aquella maravillosa entrada, desde muy pequeña; y recordó cuando jugaba a ser una hermosa princesa que descendía por aquella impresionante escalinata vestida de gala para asistir al baile con los tacones de su madre siete tallas más grandes y cómo le regañaban asustados al pillarla porque podía caerse por ellas. Sonrió divertida -¿De qué te ríes?- indagó curioso Miguel quitándose la cazadora de piel negra que llevaba puesta sobre una impecable camisa blanca y una corbata amarilla dejándola en el diván del recibidor junto a la mochila y los guantes. Emma rió más aún -Me acordaba de cuando jugaba a ser una princesa y me ponía los tacones de mamá para bajar estas escaleras ¡¡cómo os poníais!! ¡¡Me gritabais frenéticos!!- se rieron alegres -Teníamos miedo de que te cayeras y te abrieras esta hermosa cabecita- habló revolviéndole suavemente los rizos de su flequillo, ella sonrió divertida- ¡¡te quedaban enormes chiquita!! ¡¡Tu piececito bailaba dentro de ellos de manera increíble!! ¡¡No sé cómo podías caminar con aquellos altos tacones sin caerte!!- aclaró enternecido y volvieron a reírse animados mientras se aflojaba su corbata amarilla y se desabrochaba los dos primeros botones de la camisa en un gesto desesperado igual que el día anterior. Ella se rió divertida de nuevo observándolo -¿Qué pasa ahora?- dijo intrigado -Siempre haces el mismo gesto de imperioso desagrado al soltarte la corbata y es muy gracioso ¿Tanto te molesta usarlas?- él sonrió entretenido -La verdad es que sí, me asfixian- repuso explayado- No me acostumbro a tanta solemnidad, soy más de vaqueros y camisetas -¿Y por qué las usas entonces?- preguntó intrigada mientras se quitaba el bolso cruzado y la cazadora vaquera que llevaba puesta, dejándolos también sobre el diván. Se rió entretenido -Porque me obligan pequeña… ¡El director de cirugía del hospital debe dar buena imagen e ir bien vestido! Fue lo primero que me insistieron al ofrecerme el puesto- se dirigía a la cocina y Emma lo siguió, estaba ya en el frigorífico con la puerta abierta- ¿Quieres tomar algo?- ella negó suavemente con la cabeza y él recogió un botellín de agua que se bebió de un solo trago, ella volvió a sonreír -Sigues con tu manía al aire acondicionado ¿verdad?- expuso resuelta y ambos sonrieron amenos -Es el peor invento que el ser humano pudo realizar- exclamó fastidiado y ambos rieron divertidos; ella observó el jardín por el ventanal, era de estilo japonés, con un pequeño estanque y una fuente en medio. Piedras de distinto tamaño lo bordeaban con plantas de agua como nenúfares y cañas de bambú. Transmitía una gran paz simplemente con mirarlo -¡Es precioso! ¡Algo cambió ¿ves?!- repuso divertida sonriéndole, él le correspondió- Antes esto era un jardín con flores y césped… era donde se pusiera la carpa para tu boda ¿verdad?- recordó satisfecha pero percibió como su semblante cambiaba poniéndose más sombrío, ella quedó ofuscada ante su cambio- Lo siento tío Miguel, no quise importunarte- se disculpó apagadamente y él volvió a sonreírle ameno -No me importunaste para nada chiquita, el pasado es pasado- expuso diligente y le pellizcó tierno la mejilla provocándole una risa complacida- y aquello era una auténtica estupidez que íbamos a cometer ambos, menos mal que recapacitamos a tiempo- añadió despreocupado, tiró el botellín vacío a la basura- Ven cielo, el libro está arriba- repuso animoso tomándola tierno de la mano y llevándola escalinatas arriba mientras ella comprobaba satisfecha que realmente sus manos eran muy suaves. Agradada recordó la casa perfectamente al subir aquella preciosa escalinata que terminaba en un ancho pasillo que bordeaba el recibidor de la casa en semicircunferencia haciendo que, desde cualquier punto de él, se podía observar la entrada principal. Había cinco puertas cerradas que ella rememoró mentalmente de izquierda a derecha: el cuarto de Miguel, un cuarto donde solía dormir ella de pequeña, un pequeño gimnasio, su estudio al que tenía rotundamente prohibido entrar… aunque pocas veces obedecía y se colaba dentro así tenía oportunidad; volvió a sonreír divertida. Y el último era otro dormitorio donde dormían sus padres cuando se quedaban a pasar el fin de semana.

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