miércoles, 30 de octubre de 2013

-Allá se fue la cena- suspiró Emma por el camino intentando buscarle algo divertido a lo ocurrido, se sonrieron y Miguel le tomó la mano nuevamente- ¿Cómo estás?- le preguntó amorosa -Yo bien dentro de lo que cabe, pero ¿y tú?- preguntó emocionado -Bien… Creo- calló brevemente- por lo menos yo no chupé la bofetada- bromeó, Miguel sonrió conmovido -Y te puedo asegurar que tu madre pega fuerte- comentó él entretenido mientras se acariciaba la mejilla, Emma se rió divertida. Al apagar el coche delante de la casa, se asomó asombrada a la puerta Lidia -¡¿Ya estáis de vuelta?!- comentó intrigada- ¡¿Y la cena?!- ellos rieron bajando del coche y se dirigieron hacia ella -No había nada que nos gustase en el menú- bromeó Miguel revolviéndole el pelo a la muchacha al pasar junto a ella, llevando abrazada a Emma. -¿Fue muy terrible?- preguntó intranquila siguiéndolos a la salita de la cocina donde se sentaron en el sofá sin dejar de estar abrazados. Lidia se sentó en frente de ellos mirándolos curiosa -Pudo ser peor- contestó Miguel tranquilo, Emma lo miró asombrada -¡¿Peor?! Mi madre te dio una buena bofetada y yo me fui de casa… ¡¿Peor?!- repuso impresionada, él sonrió -Sí peor mi ángel; pudimos acabar a golpes tu padre y yo… O mucho peor, que te echaras atrás y no me siguieras- se sonrieron tiernos -Te dije que ya no me separaría de ti jamás y no mentía- repuso ella acariciándole la mejilla amorosa -Ahora ya lo sé seguro- contestó orgulloso y se besaron apasionados -Bueno, yo me voy, que quedé con unos colegas- repuso Lidia levantándose del sofá sonriéndoles alegre, ellos le correspondieron. Ya salía de la salita cuando se volvió -Tía Emma- dijo sonriendo dichosa, Emma sonrió divertida- Si necesitas algo de ropa, busca en mi cuarto. -Gracias- le contestó agradecida- ¡Sobrina!- la llamó cuando se volvía para irse, se sonrieron entretenidas-¡No vengas my tarde y ten sentido!- reclamó como le hacía su madre siempre. Se rieron los tres encantados y joviales. Cuando quedaron solos, Miguel le ofreció una cajita de terciopelo negro, ella la miró sorprendida -Era para dártelo en la cena, pero en vista del éxito…- comentó divertido, ella sonrió y lo abrió. Era un anillo de compromiso; un hermoso solitario con un diamante tallado en forma de corazón -¡Oh, mi vida, es precioso!- sonrieron felices- No me lo quitaré nunca, como la pulsera ¿Me lo pones tú?- pidió emocionada y mimosa, él sonrió feliz y se lo puso en el dedo, amoroso. Se besaron apasionadamente. Aquella noche, creyéndolo ya a él dormido, la oyó llorar en silencio. Se le rompió el corazón en mil pedazos pero no la molestó y la dejó desahogarse tranquila El martes, lo acompañaron a la ciudad a comprar ropa para Emma. Las dejó en el centro, entusiasmadas y felices, mientras él se dirigía al hospital. Su sorpresa fue cuando le aparecieron en su despacho a la hora de comer, cargadas de montones de bolsas. Se lo habían pasado divino, según Lidia que contaba la mañana entretenida. Entró Sonia para entregarle unos informes -Tiene unas sobrinas preciosas, doctor- repuso amable mirando a las muchachas. Ellos rieron divertidos. -La morena es mi sobrina, la más guapa es mi mujer- contestó él entusiasmado guiñándole amoroso un ojo a Emma. La enfermera los miró ofuscada y, sorprendida, repuso un leve “¡Ah!” Saliendo del despacho sonrojada y apresuradamente -Esto empieza cielo- exclamó incómodo Miguel mostrándole su mano a Emma por encima de la mesa, ella se la sujetó con pasión y ambos se sonrieron entrañables. Antes de que la noticia se corriera como la pólvora por la ciudad y estallara el escándalo, Miguel propuso una cena en casa con su familia para presentarle a Emma. Ella había estado todo el día nerviosa pero entretenida con las preparaciones. Pero, así que se iban aproximando las ocho de la tarde, su nerviosismo se fue convirtiendo en auténtico pánico. Aunque intentaba arrinconar el doloroso recuerdo del día de su cumpleaños y como habían ido las cosas, él insistía en regresar atormentándola. -Todo va a salir bien ángel mío, no te preocupes- le decía con gran amor Miguel besándola apasionado en la sien, la conocía tan bien que pese a que Emma intentaba disimular, él sabía lo que estaba sintiendo A las ocho en punto empezaron a llegar. Los primeros fueron su hermano Diego y su familia, su esposa Carla y su hijo Toni con su esposa Andrea, ambos rozaban los cuarenta, y su respectiva hija Sarah. Ella y Miguel los recibieron en la puerta. La pequeña Sarah, de apenas 16 años, se arrojó entusiasmada a los brazos de su tío abuelo Miguel abrazándose dichosa con sus brazos el cuello y rodeándole la cintura con sus piernas; él la recibió encantado besándola con pasión en las mejillas ante la mirada divertida del resto. -A esta muchacha nunca le vendrá el sentido, se comporta aún como una niña- protestó tierna su madre y todos rieron amenos -Os presento a Emma…- empezó a hablar Miguel pero fue interrumpido por su hermano Diego -¿Emma? ¿La pequeña Emma de Alberto y Cecil?- indagó sorprendido y él asintió- ¡Santo Dios chiquilla! Como has crecido pequeña- se entusiasmó abrazándola cariñoso -¡Madre mía! ¡Quien lo diría! Si hace nada era una bebé que correteaba por esta casa sin parada detrás de Axel- declaró tierna Carla abrazándola también con gran cariño -O Axel detrás de ella, eso nunca lo tuve muy claro- bromeó malicioso Miguel y todos rieron divertidos -¡Oh, déjalo Miguel! Eran cosas de niños- intercedió maternal Carla y todos sonrieron amenos-¿Cómo están tus papás cielito?- siguió preguntando cariñosa -Bien… están… bien gracias- pudo apenas susurrar abrumada por el doloroso recuerdo del enfado con su padre -Que ganas tengo de ver a tus padres, hace siglos que no charlamos- habló animado Diego- cualquier día de estos tengo que hacerles una visita y quedar con Alberto para practicar mi swing…- habló despreocupado haciendo el gesto de estar jugando al golf- ¿Él sí sigue practicando verdad chiquita? La conversación quedó en el aire con la llegada de la hermana de Miguel, Julia, y su familia: su esposo Jaime y sus hijos Lidia y Axel, también mayor, rondaba los treinta largos. La más temida por Emma, que solo ver aproximarse el coche, su cuerpo se tensó nervioso Emma agradeció tremendamente la gran y alegre sonrisa que Lidia le mostraba desde la parte trasera del vehículo -¡¡Emma!!- la saludó entusiasmada saltando del coche y abrazándola tiernamente ante la mirada animada del resto. -Hola preciosa- la saludó Julia besándola en las mejillas- ¿Y tus padres cariño? ¿Van a venir también? -No… creo que no- murmuró tragando nerviosa saliva, Miguel la rodeó con su brazo por los hombros y la atrajo cariñoso contra su pecho -No, ellos no pueden venir Julia- habló amable pero rotundo- pero pasemos, todo está listo La cena transcurrió bastante tranquila en el gran comedor que la casa tenía junto al salón principal. Todos charlaban entretenidos y, aunque en el aire flotaba la intriga del por qué aquella improvisada cena, nadie preguntaba -Bueno, creo que ya es hora de explicaros a que vino esta inesperada invitación de mi parte- habló sereno Miguel y todos callaron expectativos mirándolo intrigados- os quiero presentar a mi futura esposa- declaró feliz mirando amoroso a Emma que sonrió nerviosamente, todos callaron sin comprender y se miraban entre ellos confundidos- bueno… aunque la palabra “presentar” no es la más correcta ya que todos la conocéis de sobra- añadió alegre y tomó la mano de Emma que besó apasionado El silencio que siguió era aterrador, nadie decía nada y todos los miraban incrédulos. Emma apretó aterrada la mano de Miguel que también se la oprimió tranquilizador. Aquellos segundos parecían eternos -Bueno pues… ¡¡Enhorabuena a los dos ¿no?!!- saltó entusiasmada Lidia rompiendo aquel embarazoso silencio y abrazándose a su ya gran amiga sentada junto a ella mientras Miguel la miró agradecido y le sonrió amoroso -¡Lidia!- la reprendió duramente Julia y todos la miraron atemorizados esperando la fuerte explosión de su carácter intransigente; Emma, aterrada, oprimió fuertemente la mano de Miguel que observaba alerta a todos y con su cuerpo tenso dispuesto a enfrentar la ardua discusión que parecía avecinarse como una fuerte tormenta en un horizonte oscuro.

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