martes, 15 de octubre de 2013

Le sonó el móvil, era Miguel como todas las noches, sonrió dichosa y descolgó -Hola mi amor, ya te estoy echando de menos- le dijo en cuanto descolgó y ella sonrió dichosa -Y yo a ti -¿Qué haces? -Intentando repasar unos apuntes ¿y tú? -Pensar en ti y no puedo hacer nada más- se rieron- ¿Intentar solamente?- peguntó burlón -Sí, mi madre me estuvo dando la charla de las relaciones con los chicos- se volvieron a reír -¿Y qué? ¿Soy un buen partido?- bromeó divertido -¡Chisss…! ¡Así a así! No te vayas a creer ¿eh?- se burló guasona y lo oyó reírse divertido -Emma…- su madre abrió nuevamente la puerta sobresaltándola, se quedó mirando a su hija con el teléfono en la mano y sonrió- ¿ese muchacho no te puede venir a recoger mañana? Así lo conoceríamos- preguntó curiosa -¡No, no puede!- le gritó ella enfadada- ¿puedo seguir? Es una conversación privada- le rogó mostrándole el teléfono -Está bien, te dejo- contestó insatisfecha y se fue. Emma volvió a resoplar -¡Ey princesa, me vas a dejar sordo!- se quejó Miguel al oír el sonoro resoplido -¡Era lo que me hacía falta a mí! ¡Quedarme sorda!- se rieron nuevamente -Se preocupa por ti, cielo- intercedió cariñoso por Cecilia -Soy bastante adulta para saber lo que está bien y lo que no, ¿no crees?- contestó enfadada -No te enfades conmigo- recriminó él cariñoso, ella sonrió- Te recojo mañana a las once en el parque ¿vale? -¡Vale!- contestó entusiasmada -Ahora te dejo estudiar, muchos besos -Para ti también- le dijo mimosa -Te quiero Emma -Y yo a ti -¡Dímelo!- rogó ansioso- ¡Quiero oírtelo decir! -Te quiero, te quiero, te quiero- lo oyó reír y colgaron. Cerró los apuntes y se echó a dormir feliz. Estaba acabando de prepararse en su cuarto cuando llamaron a la puerta, quedó boquiabierta cuando oyó a su padre -¡Hombre, Miguel! ¿Y esta agradable sorpresa? -Hacia tiempo que no venía por aquí y no quería que Cecil se volviera a enfadar conmigo ¿cómo va todo?- le oyó contestar, recogió su bolso y la bolsa de viaje, salió hacia la sala. Estaba atónita y no daba crédito a lo que veía, Miguel sentado en el sofá acompañado de su padre y su madre, él sonreía divertido mirándola- ¡Hombre, anda por aquí la princesa!- dijo animado -Hola Miguel- le dijo ella nerviosa mirando el reloj y luego a él intrigada, él sonrió aún más entretenido -¡Vaya, ya perdí el titulo de tío!- se burló, sus padres rieron entrañables -¡No, tío Miguel!- reparó nerviosa sonriendo levemente y lo besó en las mejillas- Es que tengo algo de prisa -¡Ah! ¿Y puedo saber a dónde vas?- preguntó jocoso, Emma se dio cuenta que lo estaba pasando divino -Quedé en el parque a las once- contestó retórica, él sonrió aún más radiante -¡Vaya, que casualidad, yo voy para allá!- repuso socarrón- Si quieres te llevo- ella no pudo más con aquella bella sonrisa y también sonrió divertida -De acuerdo- repuso vencida -¡¿Ya te vas?!- preguntó sorprendido su padre a Miguel -Sí, tengo una cita muy importante que no puedo demorar más… Solo pasé a saludar- explicó entrañable, sus padres sonrieron amables. Miguel se levantó del sofá y se despidió cariñoso de Cecilia- ¿Nos vamos?- le preguntó divertido a Emma -Cuando quieras- respondió ella besando a sus padres despidiéndose -Piensa en lo que te dije ayer y consúltaselo- le recordó su madre cuando se besaban -Sí, mamá… Se lo diré- Salieron de la casa y entraron en el coche, sus padres los despedían desde el porche. Cuando estaban fuera de sus miradas, Emma le golpeó el brazo con un puñetazo -¡¿Qué crees que haces?! ¡¡Me diste un susto de muerte!!- le recriminó enfadada y él rió divertido -¡¿Cecil no quería que te fuera a recoger a casa?! ¡Pues ya lo hice amor mío!- recordó la conversación del día anterior y se rió divertida, él estaba radiante y dichoso. La acercó amoroso a él y la besó deleitado sin apartar la mirada de la carretera- Te quiero mucho ¿lo sabes verdad?- dijo apasionado -Lo sé, y yo a ti- repuso ella enamorada recostándose en su hombro dichosa, él la besó tierno en la cabeza y siguió conduciendo, Emma se dio cuenta que no iban en dirección a su casa- ¿A dónde vamos?- preguntó curiosa, él sonrió ameno -Una sorpresa- repuso mirándola enamorado, ella le sonrió y se dejó llevar. Llegaron a un descampado entre árboles con un río de aguas claras y veloces. A lo lejos se veían tiendas de camping, estaban muy alejadas unas de otras y diseminadas por el campo -¿Y esto?- preguntó intrigada y sorprendida por la belleza del paisaje. El detuvo el coche y se bajó entretenido y feliz, ella lo siguió; del maletero sacó una tienda y dos mochilas -Vamos a pasar el fin de semana de acampada, ¿te apetece? -¿Preguntas ahora?- repuso sorprendida- ¿Y si digo que no? -Pues nos volvemos- contestó despreocupado, ella sonrió encantada y recogió su mochila de la parte trasera del coche. Montaron la tienda, Miguel era hábil en ese sentido y en unos minutos estaba lista. Mientras Emma ordenaba dentro las colchonetas y las mochilas, él fue a por leña e hizo un fuego. Cuando estaba listo, entró en la tienda y la besó amoroso -¿Tienes hambre?- le preguntó divertido -Aún no ¿por qué? -¡Menos mal!, porque aún hay que pescar la comida- dijo guasón, ella lo miró asombrada -¡¿Qué dices?! ¡No tengo ni idea de pescar!- repuso asustada, él sonrió divertido y le dio una cachetada cariñosa en las nalgas -¡Pues tendrás que aprender si quieres comer!- salió de la tienda riéndose recreado. Le enseñó lo básico, ella se divertía y sonreía feliz. La primera pieza la pescó ella, una buena trucha -¡Ja, yo ya tengo comida!- decía divertida- ¿A ver qué comes tú, listo?- se burlaba socarrona. El sonreía feliz. Aún pescó otra pieza y Miguel ninguna. Reía encantada y pletórica. Decidieron parar y comer ya. Emma asó los peces en el fuego. Cuando estaban listos se sentó en la hierba con el pescado en su plato y lo miraba burlona -¿A ver? ¿Qué vas a comer tú, so listillo? Porque yo no pienso compartir- decía guasona sujetando su plato. El cogió una de las mochilas y sacó los bocadillos bajo la mirada sorprendida de Emma -¡Me iba a arriesgar a pasar sin comer!- se burló socarrón, ella dejó el plato en el suelo y se tiró sobre él pegándole cariñosa en el pecho mientras él se reía a carcajadas sujetándole las manos evitando sus dulces golpes. Acabaron besándose apasionados, las manos de Miguel buscaron la piel de Emma bajo la camisola malva floja que llevaba sobre los shorts vaqueros. No llevaba sujetador y sonrió dichoso, escurrió su mano a un pecho y lo acarició ansioso, ella suspiró excitada ya acariciando su entrepierna deseosa; se metieron en la tienda.

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