domingo, 17 de noviembre de 2013

-Bueno, me tengo que ir ya…- expuso retirando el cd del ordenador y se dirigió a la terraza- ¿vas a ir hoy por el pub? -No sé… Tengo que ir a la ciudad a comprar unas cosas llamadas… sábanas, creo ¿era así no?- preguntó irónico y ella sonrió entrañable- ¿Por qué? -Tenía pensado ponerte a ti a barrer y yo recoger las sillas que es más fácil… ¡pero qué se le va a hacer!- repuso simulando pesadumbre y Miguel sonrió moviendo la cabeza superado por su desparpajo- Bueno, piénsalo… ¡Estaremos “abiertos hasta el amanecer”!- bromeó chistosa enseñando sus blancos y perfectos dientes, él rió divertido -¡Uy, qué miedo das! ¿Y me chuparás la sangre como las vampiresas de la película?- se burló simulando un escalofrío -¡A ti te voy a decir lo que te chuparía!- respondió desenvuelta y él abrió estupefacto sus ojos -¡¿Cómo has dicho?!- exclamó boquiabierto mirándola atónito, ella rió explayada desapareciendo a través de la puerta corredera, él se quedó riéndose divertido -¡¡Ey se me olvidaba ¿te importa darme tu número de teléfono?!- apareció de nuevo sorprendiéndolo -¿Para qué? ¿Por si no se presenta comida esta noche en el bar llamarme?- bromeó buscando el número en el móvil -¡No, que a lo mejor te gusta que te coma!- exclamó chistosa y él volvió a reír divertido mientras ella copiaba el número, hizo una llamada perdida al de él- Ahí tienes el mío… ¡Nunca se sabe si nos podemos necesitar!- repuso cariñosa e, inesperadamente, lo besó tierna en la mejilla- Ahora sí que me voy, te estaré esperando- expuso y se fue por donde había venido Pasaban los días y rápidamente aquella pequeña simpatía se fue consolidando convirtiéndose en una fuerte amistad; ella aparecía por sorpresa en cualquier momento entrando despreocupada por la puerta de la terraza y él la recogía en el pub a la hora de cerrar. Pero el momento más agradable y maravilloso para Miguel era cuando luego paseaban por la playa hasta que amanecía charlando entretenidos. Miguel se sentía tan bien y a gusto con ella… También Lidia se había habituado a verla rondando por allí y preguntaba por ella animadamente cuando no coincidían. Habían resuelto lo de Mark, llamaron a los padres y lo vinieron a buscar rápidamente, estaban intentando ingresarlo en un centro especializado allá en Alemania. Miguel se ofreció a ayudar llamando a algunos médicos conocidos para que el ingreso fuera más rápido. Un sábado, apenas acababa de irse Eva al trabajo y Miguel estaba sentado en la hamaca, cuando le sonó el teléfono; era Eva de nuevo -¿Te pasó algo?- preguntó intranquilo -¿Me harías un favor?- preguntó nerviosa -Sí, claro ¿qué pasa? ¿No aparecería Ben por ahí nuevamente?- se impacientó al notarla tan nerviosa -No, pero vente ahora mismo al pub por favor- rogó alterada -¿Pero que pasa cielo? ¿Le ocurrió algo a Fran? -No, él está bien; nos apareció un asuntillo peliagudo y te necesitamos urgentemente... ven y te explico- le cortó la llamada, Miguel se dirigió raudo al pub entrando muy alterado, se dirigió a la barra dónde estaba Eva con Fran; el bar ya estaba atestado de gente a pesar de ser muy temprano -¿Qué rayos pasa? ¿Apareció de nuevo ese estúpido o qué?- preguntó nervioso, Eva le hizo señas de que la siguiera hasta el reservado. Al abrir se encontró con la sorpresa de un cuco con un bebé dentro que dormía plácidamente- Pero ¡¿Estáis locos?! ¡¿Qué rayos hace este niño aquí Eva?!- preguntó asombrado Miguel -¡¿Por qué crees que te llamé, so listo?!- le contestó fastidiada- ¡¡Le falló la canguro a Fran y no quiso dejarme sola un sábado porque sabe que esto se pone de bote!! ¡¡No sabía que hacer!!- se miraron a los ojos y se tranquilizaron un poco, Miguel percibió que al estar nerviosa, las vetas verdosas de sus ojos se incrementaban muchísimo haciéndolos aún más hermosos- Lo mando a casa pero no hay manera… ¡No quiere dejarme sola! ¡¿Te lo puedes creer?!- exclamó desenvuelta posando incrédula sus manos en su cintura; él sonrió tierno, tenía un desparpajo a veces hablando que le hacía sonreír involuntariamente -¿Y qué quieres qué haga yo cielo?- preguntó aturdido mirando al bebé -¿Podrías llevártelo a tu casa?- preguntó mimosa y zalamera -¡¿Quién yo?!- exclamó incrédulo mirándola atónito- Eva ¿estás loca? ¡¡No tengo ni idea de cómo cuidar un bebé!! ¡¡No… no puedo hacerlo!!- declaró desconcertado -¡¡No tienes que hacer nada!! Si es un angelito el pobrecillo- expuso tierna mirando al bebé con muchísima dulzura; Miguel la observó trastornado- Si duerme toda la noche… ¡¡Solo tendrás que darle el biberón a las once, a las dos y a las cinco!! -¡¡ ¿Solo?!! ¡¿Te parece poco?!- exclamó burlón -¡Sabrás hacerlo ¿no?! Tienes sobrinos, alguna vez les darías el biberón ¡digo yo!- expuso resuelta, él resopló ofuscado mesándose el pelo inquieto -Pero ya preparado Eva, no tengo ni idea de cómo se prepara uno… Además, vine en moto ¿recuerdas cabeza loca? ¿Qué quieres? ¿Qué me lo lleve en la mochila? -No idiota; te llevarás mi coche y luego Fran me llevará en el suyo a recogerlo a tu casa… Y lo del biberón es bien sencillo: calientas el agua y le añades los polvos, nada más… Por favor Mikel- rogó ansiosa -Espera un momento… Pensemos con un poco de raciocinio- se quedó callado unos minutos observando al pobre chiquillo que dormía plácidamente en su serón sobre aquel sofá destartalado- ¿No sería más fácil que me quede yo a echarte una mano y Fran se lo lleve a casa? Es su hijo y sabe atenderlo; servir unas cervezas, algún combinado o un par de chupitos no debe ser tan difícil ¿no?- ella lo miró seducida por su idea- Y lo que más le preocupa a Fran queda resuelto: no estarás sola- añadió resuelto -En eso tienes razón…- repuso tranquila, él la miró alentado- ¡De acuerdo!- salió del reservado y llamó a Fran, le explicó el asunto pero él denegaba- ¡No seas bobo, vete a casa tranquilo! Mikel me ayudará- se acercaban al reservado, él miraba a Miguel apesadumbrado -No te preocupes, prefiero que atiendas tú de tu hijo que yo… ¡Soy algo torpe en estos menesteres!- bromeó y él le sonrió agradecido- Llévatelo pronto, aquí no está bien con este ruido y tanto humo. -De acuerdo… ¡Te debo una chaval!- le palmeó agradecido la espalda y sacó al bebé de allí. Se defendieron muy bien. Al principio, Miguel estaba algo cohibido y torpe, pero pronto le tomó los talentos al asunto y se comportó como si lo hubiera hecho toda su vida. Atendía la barra con garbo, les daba amena conversación a los clientes que la requerían y preparaba los pedidos de Eva raudo y preciso. Ella le sonreía encantada correspondiéndole él cariñoso. Eran cerca de las cinco cuando se empezó a vaciar por fin el local, Miguel estaba asombrado de que se pasara tan rápidamente la noche. Solo quedaba un hombre mayor y habitual del local acabándose su cerveza en la barra. Un fuerte golpe de tos sacudió al pobre hombre, Miguel lo miró de reojo sin dejar de preparar otra bandeja del lavavajillas -¿Aún sigues con esa tos tan fea Paquillo? deberías ir l médico- le habló cariñosa Eva acariciándole suavemente la espalda -Ya fui al matasanos preciosa, dice que es el tabaco- respondió sereno el anciano -Pues debe volver y reclamar que le hagan un cultivo de esputo y unas radiografías, se le detecta desde aquí un murmullo bronquial que puede haber sido provocado por el tabaco, pero ya hay algo más- habló demasiado profesional Miguel, Eva y el hombrecillo lo miraron intrigados y él, nervioso, les sonrió ameno- Conozco la tos del tabaco por mi padre que era un fumador empedernido y no es así ni tenía ese gorgoreo en el pecho- expuso raudo escabulléndose en el almacén a buscar mercancía huyendo de sus miradas inquisitivas y de las probables preguntas que podían avecinarse. Se acabó la noche, echaron el cierre y se relajaron antes de empezar a recoger. Eva se sentó en un taburete ante la barra y Miguel se arrimó a las neveras de detrás de él. -Pásame una cerveza, por favor- le pidió ella agotada al sentarse mientras se desataba la coleta, él se la sirvió mirando complacido como aquella hermosa melena rojiza caía en cascada libre y suelta sobre sus hombros, se sirvió otra a él. La bebieron por la misma botella; ella le sonrió complacida observándolo- es la primera que te bebes en toda la noche- indicó satisfecha -Pues sí- declaró sorprendido y se rieron entrañables- Aunque ya hace tiempo le bajé a la dosis- remarcó decidido, ella le sonrió dulcemente -Lo sé- remarcó sabedora y volvieron a sonreírse quedándose mirando a los ojos muy profundamente- ¿Acabamos y nos vamos a casa?- resolvió animada acabándose la cerveza y él aceptó gustoso. Se pusieron a recoger. Eva entró en la barra, el sitio era demasiado justo y sus cuerpos se rozaban sin querer a cada instante, Miguel sentía un suave cosquilleo a cada roce de la suave piel del brazo de Eva contra el suyo. Retorció nuevamente el paño en el fregadero e intentó salir de tras la barra pasando esta vez por delante de Miguel en el mismo instante en que él le echaba las manos a unos vasos sobre la barra quedando atrapada entre sus brazos y sus cuerpos muy juntos, tanto, que la respiración de Miguel le rozaba delicadamente las sienes y volteó ligeramente la cabeza para mirarlo, sus miradas se quedaron prendadas fijamente unos segundos. Miguel sintió que se le aceleraba el corazón y un hormigueo le recorrió el cuerpo de arriba abajo, un tremendo deseo de besarla lo asaltó de pronto que se acrecentó aún más cuando ella sonrió de aquella manera tan provocadoramente sensual- ¡¡Atrapada!!- murmuró melosa, él reaccionó al instante apartando los brazos rápidamente retirándose raudo para dejarle paso nuevamente- ¡¡Ey, que era broma eso de chuparte nada ¿eh?!!- bromeó burlona ante su huida precipitada y se sonrieron divertidos -Prefiero no arriesgarme- respondió jocoso y volvieron a reírse -Tú te lo pierdes, estoy por apostar que te hubiera gustado- exclamó vanidosa acariciándole dulcemente la mejilla provocándole nuevamente aquel excitante cosquilleo que lo excitó aún más y se fue a limpiar las mesas. Miguel se quedó aturdido por todo aquello, estaba asombrado por aquel deseo feroz de besarla, aquella forma irracional en la que su cuerpo había reaccionado a su roce y de aquella excitación increíble al tenerla tan cerca; se sintió muy avergonzado por sentir tan pronto algo tan profundo por alguien que no fuera Emma. Acabaron y se fueron a casa, ella se detuvo delante de la casa de Miguel pero no apagó el coche como últimamente hacía. El se acercó sorprendido -¿No pasas hoy?- le preguntó extrañado -No- sonrió cariñosa- hoy te ha llegado ¡Seguro que estás cansado! -No, de verdad- habló sincero y sereno- estoy muy bien… ¡Aún seguía!- se rieron entrañables. Ella se lo pensó y apagó el coche -Está bien, una cerveza para desconectar y me voy- él le abrió la puerta del coche entusiasmado y entraron en la casa. Ella se deshizo de inmediato de sus altos tacones como siempre hacia dejándolos tirados junto al sofá y fue a poner música mientras él cogía dos cervezas del frigorífico. Se sentaron en la terraza en las hamacas- ¡Qué bien se está aquí, esto es un lujo!- dijo ella tomando un sorbo de su cerveza- ¿Trabajaste antes de camarero? -No, nunca… ni en nada parecido- respondió sonriendo entrañable -Pues lo hiciste muy bien… Con Fran a veces tengo que esperar a que me prepare los pedidos, pero tú estuviste ágil -No es nada difícil- se sonrieron y se acabaron las cervezas -Bueno… tú dices que no pero yo sí estoy cansada; me voy a casa- dijo agotada levantándose de su hamaca -¡No me extraña, sobre esos taconazos toda la noche revientas la espalda!- expuso sobrecogido y se rieron amenos- te acompaño a casa- repuso levantándose también y le ofreció amistoso la mano que ella aceptó encantada y echaron a andar por la orilla, uno junto al otro, callados y tomados tiernamente de la mano. De pronto, ella le dio una patada precisa al agua y lo salpicó sorprendiéndolo -¡Una moneda por tus pensamientos!- dijo entrañable de pronto al tiempo que lo salpicaba con agua de mar -¡Ey! ¡No pensaba en nada!- protestó secándose las gotas en su rostro mientras se reían amenos- ¡Tú también ibas callada ¿en qué pensabas tú?! -En nada tampoco- contestó divertida, al rato lo volvió a salpicar y se rió explayada -¡¿Qué?! ¡¿Tienes ganas de enredar, no?! ¡¡Pues vasa ver!!- exclamó resuelto y, tomándola por la cintura, la elevó levemente y se metió en el agua hasta las rodillas; ella gritaba protestando divertida entre risas alegres mientras se sujetaba fuertemente con sus brazos alrededor de su cuello y él reía feliz girándola entretenido. En ese momento, Miguel recordó a Emma y su risa cantarina cuando jugaban en el agua del mar. Un gran dolor le aprisionó el corazón y una enorme furia le asaltó de pronto. Inesperadamente para Eva, él volvió a la orilla dejándola en la arena despacio y descubrió su rostro serio y contraído del dolor, lo miró contrariada -¿Qué te pasa?- preguntó inquieta por aquel cambio tan brusco en él -Nada… Me voy a casa- contestó iracundo y se dio la vuelta para dirigirse a su casa pero ella lo detuvo sujetándole cariñosa el brazo. Se puso frente a él y tomó su cara entre sus manos dulcemente -¿Qué pasó, Mikel? ¿Acaso te molesté en algo?- preguntó amorosa, él sonrió amargamente -No, solo que me recordaste a Emma- contestó apagado y triste -Aún duele demasiado ¿no?- preguntó tierna, él no contestó- Poco a poco Mikel, irá pasando y la recordarás con cariño y felicidad… Pero tienes que sacudirte de dentro esa terrible culpabilidad que sientes siempre y te provoca tanto rencor o no lo conseguirás superar nunca -No puedo Eva porque le fallé… ¿no lo comprendes? fue todo por mi culpa, no hice nada… solo me quedé allí, junto a ella mirándola desvanecerse rápidamente sin hacer nada… le fallé, le fallé- expuso agriamente y rompió a llorar como un niño aferrándose a ella con desesperación. Eva lo rodeó cariñosa con sus brazos y lo fue levando muy lentamente hasta quedar ambos sentados sobre la arena y lo dejó llorar sobre su pecho sin decir nada mientras le acariciaba con ternura la nuca hasta que se fue calmando poco a poco aquel torrencial de lágrimas desesperadas.

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