lunes, 4 de noviembre de 2013

Frenó ante la casa de Alberto y Cecilia. Se quedó dentro del coche unos momentos, con la mirada fija en el frente. Luego, observó la casa y se la quedó mirando unos minutos más -Tienes que hacerlo Miguel…- se animó valientemente pero no se movía; cómo decirle a sus mejores amigos que su amada estaba gravemente enferma… Cómo explicarles a unos padres que su hija podría morir… Nunca había podido en todos sus años de médico con un momento como aquel y hoy mucho menos porque se refería a su amada Emma, a su ángel, a la hija de sus mejores amigos… A la única hija de su adorada Cecil… El duro golpe que le iba a dar era ya insoportable solo con pensarlo. Pero había que hacerlo, tenía que hacerlo… Y debía ser él quien lo hiciera. Tomó aire ansioso y se dirigió a la puerta tocando el timbre. Le abrió Alberto que lo miró iracundo. -¡¿Qué cojones haces tú aquí?!- le gritó enfurecido, Miguel lo miraba hundido, apoyado en los dinteles de la puerta para sujetarse pues las piernas no le sostenían- ¡¡Hijo de puta!! ¡¡Te dije que no se te ocurriera volver a pisar mi casa, desgraciado!!- seguía gritando furioso. Su mandíbula, tensa, se movía frenética. -Tenemos que hablar Alberto- murmuró casi en un susurro y no pudo contener las lágrimas. Apareció Cecilia detrás de su esposo alarmada por los insultos de este; lo miró primeramente sorprendida pero, de inmediato, sus ojos se abrieron desmesuradamente mirándolo aterrada al verlo sollozar -¡Miguel ¿y Emma?!- gritó angustiada- ¡¿Qué le pasó a mi hija Miguel?!- sabía que el único motivo que lo llevaría a aquella casa era que le ocurriera a Emma. El la miró desolado y rompió a llorar desesperado. Cecilia corrió angustiada a él y lo sujetó por la pechera de la camisa- ¡¿Qué le pasó a mi niña, Miguel?!- Gritaba mortificada llorando mientras intentaba inútilmente zarandearlo para que contestara. Alberto los miraba pávido pero no se atrevía a hablar. -Está muy enferma, Cecil… Nuestro ángel bello se nos puede morir- dijo finalmente mortificado -¡¡NOO!!- gritó aterrada y desesperada al tiempo que parecía desfallecer, tuvo que sujetarla fuertemente pues se le escurría de entre los brazos- ¡No, Miguel! ¡Dime que no es cierto!- lloraba desconsolada agarrándolo fuertemente por las mangas de la camisa, Miguel lloraba desolado mirándola a los ojos -Cecil… mi dulce Cecil- murmuró abatido y se abrazaron de nuevo aferrándose el uno al otro con desesperación. Alberto seguía de pie junto a ellos, sujetando con fuerza la puerta abierta, sus dedos estaban blancos del ímpetu que hacía clavándolos en la madera. Lloraba silenciosamente, angustiado e incrédulo por la noticia recibida. Miguel y Cecilia se apoyaron mutuamente entrando en la casa hacia la sala. Abrazados fuertemente, lloraban desolados sentados en el sofá mientras Alberto seguía llorando en silencio e inmóvil ante la puerta abierta que seguía sujetando con rabia y desesperación. De pronto, cerró con un terrible impulso la puerta haciendo vibrar el dintel completo sobresaltándolos en el sofá. Entró en la sala y se dirigió a Miguel mirándolo furibundo, Cecilia se abrazó más a él temerosa de aquel rostro desencajado de la cólera -¿Qué tiene mi pequeña?- preguntó conciso y desafiante aunque con la mirada extraviada del dolor -El corazón… Necesita un trasplante urgentemente- explicó Miguel acongojado sin poder parar de llorar. Alberto movía la cabeza afirmativamente, estaba como extraviado en su mente -Bueno… eso no… no es imposible- expuso demasiado calmado, Miguel lo observó detenidamente, estaba en shock con la mirada perdida y vacía- Tú… eres el director del hospital… tú se lo conseguirás… -Ya está ingresada y tengo todo preparado Alberto- explicó suavemente comprendiendo su situación, si para él era un durísimo golpe, para ellos aquella noticia debía ser insoportable. El lo miró de pronto con los ojos llenos de terror -¿Ya?- repuso espantado- ¿Tan serio es?- indagó completamente aterrorizado, Miguel tragó saliva y las lágrimas volvieron a agolparse en sus ojos -No le queda mucho tiempo Alberto, está realmente mal- respondió amargamente y rompió a llorar sin consuelo de nuevo. Cecilia soltó un grito angustiado de dolor abrazándose a él nuevamente que la apretó con fuerza contra su pecho. Alberto se dejó caer en el sillón, perdido en la angustia; con los ojos vacíos al frente. Se quedaron callados y lloraron los tres angustiados, rotos por el inmenso dolor que los asolaba. Miguel regresó al hospital encontrándose allí ya a su hermana Julia que miraba afligida desde los pies de la cama a Emma que aún dormía en la misma posición en la que él la había dejado, en posición fetal sobre su lado izquierdo. Julia, al verlo llegar, corrió a sus brazos y se abrazaron llorando silenciosos; Miguel se aferraba a ella con desesperación. -¿Cómo estás cielito?- le preguntó cariñosa -¿Tú cómo crees?- murmuró desolado y hundió su rostro en el hombro de su hermana ahogando los sollozos incontrolados que se le escapan -Cálmate Miki, todo se solucionará ya lo verás cielo- le animaba dulcemente mientras acariciaba tiernamente su cabeza en un intento de calmarlo pero sin éxito- serénate Miguel… piensa en Emma -No pienso en nada más que en ella Julia… no puedo dejar de pensar en ella…- replicó angustiado -Cielo lo sé… Lo sé cariño mío- expuso separándolo levemente y tomó su rostro inundado de lágrimas entre sus manos, él la miraba completamente desolado- mi niño… me refiero a que si despierta y te ve así… ¿me comprendes? debes serenarte Miguel- él asintió levemente con la cabeza e hizo un tremendo esfuerzo por recomponerse mientras su hermana le limpiaba con ternura las mejillas húmedas acariciándolo dulcemente- ¿Mejor?- indagó cariñosa y él asintió esbozando una leve sonrisa, Julia le besó amorosa la mejilla- ¿Dónde estabas cielito? He preguntado por ti y me dijeron que salieras un momento Miguel se sentó en la butaca a lado de Emma y retomó la mano de Emma nuevamente, besándosela apasionado -He ido a ver a Alberto y a Cecil…- contestó serenamente sin apartar su mirada del dulce rostro de Emma -¡¿Solo?!- se sobresaltó nerviosa su hermana, pero él asintió con la cabeza y volvió a besar con ternura la mano de Emma entre las suyas -Tenía que avisarlos… No podía decírselo por teléfono ni permitir que otro le diera esta dura noticia- explicó tranquilo, acariciando suavemente la mejilla de Emma con el dorso de su mano. Le parecía de porcelana, era tan hermosa… parecía un ángel así dormida -Claro…- murmuró y guardó silencio unos segundos- Yo avisé a Lidia, vendrán pronto… - Miguel solo asintió con la cabeza- Le hará bien que la entretengan en la espera- comentaba ella pero Miguel solo tenía ojos para su amada, no podía apartar su vista de ella; estaba preciosa para él, y sonreía amoroso viéndola dormir. Emma despertó y lo primero que vio fue a Miguel sonriéndole amoroso, con los ojos chispeantes de amor, le besaba la mano apasionado. Ella le sonrió dichosa de tanta entrega de amor -Hola ángel mío ¿te encuentras bien?- le susurró amoroso acariciándole dulcemente la mejilla, ella le sonrió asintiendo con la cabeza- Mira quién vino, la loca de tu cuñada- bromeó, Emma miró a los pies de la cama y se la encontró sonriéndole cariñosa -Hola corazón- repuso alegre -¿Qué haces aquí?- preguntó ella sorprendida pero encantada de encontrarla allí -¡No te digo que está loca! como le dije que estabas algo malita corrió a cuidarte- explicó divertido Miguel, Emma sonrió emocionada y agradecida a Julia que la miraba con mucha dulzura. Pero la gran sorpresa para Emma fue ver entrar a sus padres por la puerta del cuarto, sus ojos se emocionaron enormemente al ver a su padre -¡¡Dios santo!! ¡¡Ahora sí que es cierto que me estoy muriendo!!- repuso divertida dejándolos a todos fríos -¡¡Eso no lo digas ni de broma, Emma!!- regañó angustiado Miguel besándole la mano ansioso -¡Ey, solo bromeaba corazón!- le sonreía ella amorosa mientras le acariciaba la mejilla con pasión- ¡¡Es que para que este cabezota de su brazo a torcer, debe ser más serio de lo que imaginaba!!- seguía bromeando inocente. Alberto la miraba asombrado, no podía creer lo que había desmejorado desde que no la viera: pálida, ojerosa y muy delgada ¿Cómo la podía estar consumiendo tan rápido? Le sonrió divertido a la macabra broma que había hecho y se acercó a ella besándola apasionado en la frente -¿Cómo estás mi pequeña?- le preguntó amoroso -Sorprendida, papá- contestó sonriéndole feliz, él le correspondió -Al final caí de la burra, mi niña- expuso cariñoso y todos sonrieron dichosos- No tengo derecho a entrometerme en vuestra vida, corazón… Si es lo que quieres y te hace, como demuestra todos los días, que te ama con locura ¿quién soy yo para juzgaros?- ella se abrazó ilusionada al cuello de su padre y él la abrazó desesperado. Miguel le sonreía agradecido y Alberto le sonrió amigable- Además, te echo mucho de menos mi princesa, no me aguantaba ya las ganas de volver a verte -Sabes que te quiero mucho ¿verdad cabezota?- repuso Emma amorosa, él le sonrió sinceramente agradecido y se besaron en las mejillas

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