jueves, 7 de noviembre de 2013

Miguel no asistió al funeral, ni al cementerio… Desde que regresaran y casi le tuvieran que arrancar el cuerpo de Emma de entre sus brazos a la fuerza, se sentara en el sofá de la cocina y dejaba pasar los días lentos y agónicos. No reaccionaba, ni hablaba, ni se movía, ni siquiera lloraba… solo se quedaba allí inmóvil con la mirada vacía. -No puedes seguir así, Miguel… Vas a enfermar tú también- le decía cariñosa Cecilia sin resultado -¡Tienes que reaccionar hermano y volver al trabajo!- le increpaba Alberto- Tú no querías a mi princesa más que yo y tiro para adelante como puedo compañero- pero no valía de nada. Los muchachos tampoco conseguían nada. Al cabo de dos semanas, Julia llegó echa una verdadera furia. Entró cerrando la puerta con un fuerte portazo sobresaltando a Alberto y Cecilia que se habían instalado allí con él desde entonces para no dejarlo solo. -¡¡Ya está bien!!- le gritó fuertemente parándose ante él que la miró impasible- ¡Levántate ahora mismo Miguel! ¡O te levantas de inmediato o te levanto yo!- ordenó tajante, él pestañeó repetidas veces como sí estuviera reaccionando y obedeció lentamente, ella le sujetó por los brazos mirándolo fijamente a los ojos- ¡¡Reacciona de una puta vez hermano!! ¡¡Grita!! ¡¡Llora!! ¡¡Enfurécete!! ¡¡Haz lo que quieras, pero reacciona ya!!- siguió increpando furiosa zarandeándolo violentamente ante la mirada atónita de Cecilia y Alberto- ¡¿Qué quieres?! ¡¿Destruirlo todo?! ¡¿Hacer añicos con todo?! ¡¡Pues rómpelo!!- siguió gritando y, tomando el jarrón de sobre la mesita de café, la estampó fuertemente contra el suelo; Cecilia dio un respingo y se abrazó atemorizada a Alberto que miraba completamente confundido a Julia que seguía estampando cosas de las estanterías contra el suelo haciéndolas añicos- ¡¡Rompe todo, destrúyelo!!¡¡Pero reacciona!! ¡¡Haz algo ya, por Dios te lo pido!!- él la miró de pronto enfurecido -Ni lo nombres- rechinó entre dientes apretando fuertemente sus puños, Julia lo miró interesada, sí había algo que lo hacía reaccionar… -¿A quién hermano?- instó desafiante mirándolo esperanzada- ¿A…? ¿Dios? -¡¡He dicho que no lo nombres!!- bramó furioso y, de un rabioso manotazo, arrasó con todo lo que había sobre la mesita de café -¡Santo Dios!- gritó asustada Cecilia huyendo despavorida refugiándose en la entrada de la casa -¡¡He dicho que no lo nombréis!!- gritó fuera de sí y, dándose la vuelta, empezó a lanzar con furia las pequeñas macetas que adornaban el dintel de la ventana contra el suelo- ¡¡No quiero oírlo!! ¡¡Nunca más!!- gritaba angustiado mientras destruía todo a su alrededor estampándolo contra el suelo sin ton ni son- ¡¡Es un desgraciado!! ¡¡Un miserable sin escrúpulos!! -Miguel…- intentó sosegarlo Alberto pero Julia lo sujetó del brazo deteniéndolo -Déjalo Alberto, lo necesita- indicó compasiva -Pero puede hacerse daño Julia- lloró desamparada Cecilia -Más daño le hará quedarse con toda esa rabia dentro Cecil, compréndelo- expuso cariñosa y ambos le dieron la razón. Cuando hubo arrasado con todo lo de la sala y la cocina, se encontró sin nada más que romper. Desesperado lanzó un alarido estremecedor soltando toda la rabia contenida que llevaba dentro y se aferró con furia a la piedra del mesado quedándose apoyado en él. Su respiración era acelerada y sudaba copiosamente. Se quedó así, inmóvil y jadeante, bastante tiempo. Cuando su respiración era más comedida y parecía más sereno, Julia se aproximó a él muy despacio -¿Miguel?- lo llamó suavemente, él la miró más centrado y calmado- ¿Ya está? ¿Te encuentras mejor?- indagó cariñosa y él asintió con la cabeza- Pues ahora te vas a la ducha inmediatamente, te aseas y te pones decente mientras nosotros recogemos todo este estropicio y preparamos algo de comer -No sé con qué…- expuso despreocupado Alberto recogiendo una olla del suelo que rodara hasta sus pies- se ha cargado toda la batería de cocina- aclaró resuelto. Miguel lo miró entrañable y empezó a esbozar una pequeña sonrisa que fue subiendo de intensidad hasta acabar en escandalosas carcajadas contagiando a los otros tres. No sabían de qué ni por qué pero no podían parar de reír. Al día siguiente, aparcó delante del hospital y lo miró angustiado. Los malos recuerdos le asaltaron la mente: la noticia de la enfermedad de Emma, la interminable espera, la angustia de ver que el tiempo se agotaba, el padecimiento de su dulce ángel… No podía soportar aquel lugar. No podía entrar allí… Encendió de nuevo su coche pero no se fue. Se quedó sentado ante el volante con el motor en marcha. -¡Ey Miguel!- lo llamó en la ventanilla Darío, le sonreía alegre mientras abría la puerta del coche- ¡Por fin has vuelto! ¡Vente hombre, los otros me están esperando en la cafetería! ¡Se van alegrar un montón de tenerte de nuevo de regreso!- sin poner resistencia se dejó llevar donde todos lo saludaron animadamente. Pero Miguel notaba sus miradas consternadas, lo miraban apenados y con cierta lástima; no podía soportarlo más. Se despidió educadamente de ellos y se encerró en su despacho; allí se quedó el resto del día. Mirando por la ventana sin ver nada. El sol fue desapareciendo en el horizonte dejando un cielo enrojecido… Un hermoso atardecer, pensó entristecido. -Y volverá a amanecer… y tendré que regresar aquí un día más… y otro atardecer… y así será diariamente hasta… ¿cuándo?- expuso decaído Sin más, se sentó ante su mesa y comenzó a escribir rápido sobre un papel su baja del hospital. Lo metió en un sobre y lo dejó en la bandeja de documentos de salida. Tomó otro y volvió a escribir raudo, al acabar la metió en un sobre donde escribió Lidia y la metió en el bolsillo de su chaqueta. Salió del hospital con paso firme y apurado, los compañeros con los que se cruzaba lo miraban desconcertados, parecía mucho mas animado que a su llegada. Ya en casa, cerró y aseguró todos los ventanales. Se hizo una mochila con alguna ropa toda sport, dejando los trajes colgados de sus perchas. Se duchó y se vistió ropa cómoda. Dejó la carta para Lidia sobre la barra de la cocina junto a su móvil y salió de la casa. Se subió a la moto y abandonó la ciudad. Recorrió la carretera durante toda la noche sin detenerse. No sabía a dónde iba y ni qué iba hacer después. Solo quería alejarse, recorrer kilómetros, sintiendo la libertad de ir sobre la moto. Al mediodía, se detuvo en una gasolinera a llenar el depósito de la moto. Se tomó un café doble sin azúcar con un bollo y continuó camino. Y así siguió durante dos días más. Conduciendo sin detenerse y sin dormir, siempre por carreteras secundarias para no encontrarse con tráfico, solamente para repostar y comer algo. Por el camino de gravilla se acercaba a la casa un coche rojo con los cuatro muchachos dentro -Mamá me dijo que al fin reaccionó- exponía feliz Lidia a sus amigos que sonreían alegres- ¡Veréis como se alegrará de tenernos aquí! Tío Miki es más de rodearse de juventud que de gente adulta, nosotros acabaremos de animarlo -¡Caray!- repuso turbado Charlie que conducía el coche observando desconcertado la casa frente a él- Aún no me había dado cuenta que la casa tenía contra ventanas -Ni yo- murmuró Luisa que iba en el asiento de delante junto a Charlie, observándola también -Tío Miki se las puso hace un par de años- explicó despreocupada Lidia- aunque no sé para qué porque no las cierra nunca- añadió chistosa -Pues mi bollito de canela… Hoy las cerró todas- declaró también sorprendido Mark mirando por la ventanilla. Lidia se echó sobre él para observar también la casa de su tío descubriéndola totalmente cerrada -Que extraño- murmuró descolocada Se bajaron del coche dirigiéndose a la entrada de la casa sin dejar de poder observarla confundidos. Nunca la habían visto tan herméticamente cerrada -¿Tío Miki?- llamó Lidia empujando la siempre abierta puerta principal pero esta vez no se abrió- que raro, está cerrada con llave -Habrá ido al hospital- murmuró poco convencido Charlie -No… y hoy sábado menos- remarcó rotunda Lidia sacando sus llaves del bolsillo y abrió la puerta. La casa se encontraba completamente en tinieblas, entrando solo la escasa luz que se colaba por las ranuras de las persianas de las contras de madera -Qué tétrica se ve así a oscuras- repuso temerosa Luisa agarrándose al brazo de Charlie -¿Tío Miki?- volvió a llamar Lidia sin recibir respuesta alguna- ¿Tío Miki? Somos nosotros, venimos a pasar el finde contigo…- nada, ni un leve murmullo- Que raro que no esté- murmuró desconcertada -A lo mejor tuvo que ir a algún lado- expuso intentando parecer sereno Mark, pero Lidia lo miró alarmada -¿Y cierra toda la casa de esta manera?- expuso y su voz sonó asustada- ¡¡Tío Miki!!- gritó ya angustiada -Tranquila peque, tiene razón Mark: iría a algún recado y cerró las contra ventanas porque… porque le molestaba tanta luz; simplemente- intentó serenarla Charlie pero la mirada asustada de Lidia lo preocupó también- Mira chula, llámalo y ya está, es tontería empezar a preocuparse antes de saber nada -Está bien, tienes razón- expuso algo más calmada y marcó en su móvil. En la cocina empezó a sonar el timbre de un teléfono. Se miraron confusos y siguieron el sonido descubriendo el teléfono de Miguel sobre el mesado de la barra de la cocina junto a una carta -Es para ti cielito- expuso Luisa mirando a su amiga que observaba el sobre desconcertada -¿Una carta?- repitió confundida. La recogió y observó detenidamente el sobre. Claramente y con la bonita letra de su tío Miguel a pesar de ser médico, ponía LIDIA.

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