lunes, 25 de noviembre de 2013

-¿Qué? ¿Os animáis a ir?- les preguntó de pronto animada -Ya lo pensaré chiquita, hay tiempo- respondió Miguel esquivo apagando el cigarrillo en el cenicero -No, solo lo digo porque así Eva puede ir en mi sitio y yo me puedo comprar mi vestidito blanco; como a ti te esperan para ir de testigo de Axel- bromeó chistosa y volvieron a reírse divertidos -¡¿De testigo? ¿Yo?- exclamó asombrado -Pues sí, ya te está esperando tu impecable corbata verde- expuso burlona -¡Además de corbata! ¡Ufff…Ya no voy!- bromeó estremeciéndose y recogiendo el resto de los platos -¡Anda ya… si llevas casi toda la vida con ella!- se burló Lidia divertida -¡Por eso mi princesa hermosa, como llevo toda la vida con ella al cuello, no la puedo ver delante!- se rieron afables y él la besó tierno en la frente- Venga, a la cama que es tarde -¡Será muy temprano, tío Miki!- bromeó divertida y se volvieron a reír -Yo me voy ya- declaró Eva, él la miró extrañado y Lidia los observó atónita -¿No te quedas esta noche amor mío?- le preguntó desconcertado, ella se ruborizó -¡Ah pero…! ¿No vives aquí?- interrumpió intrigada Lidia y ambos la miraron sorprendidos- ¡Es que como siempre está aquí cuando hablamos, yo pensé que…!- sonrió divertida al verles la cara de asombro- Mirar, yo me voy a la cama que me son horas y me estoy metiendo en donde nadie me llama- resolvió desenvuelta y se fue después de besarlos en las mejillas a los dos -¿De verdad no te vas a quedar vida mía?- le preguntó apenado mientras la abrazaba amoroso por la cintura cuando Lidia se marchó -Mikel, está aquí tu sobrina…- explicó abochornada -¡¿Y qué?!- preguntó ansioso- Quiero que te quedes, mi amor… Y no solo hoy, quiero que te quedes siempre- la besó apasionado, ella lo miraba asombrada -¿Cómo que siempre, Mikel? -Sí, quiero que vivas conmigo… quiero que no te vayas nunca de mi lado… ¡Quiero que nos casemos!- ella abrió los ojos desmesuradamente -¡¿Te has vuelto loco?!- repuso pasmada, él se quedó aturdido -¿Qué pasa?- preguntó confundido- Te quiero, me quieres… ¡Nos casamos y punto! -Las cosas no se hacen así, mi vida- reclamó amorosa -Ya lo sé, tenía que darte el anillo pero aún no lo compré- comentó amoroso -¡No seas bobo, no es eso!- dijo aturdida -Entonces ¿qué es mi amor? ¿Acaso… no me quieres Eva?- expuso temeroso de la respuesta -¿Cómo se te ocurre tal cosa?- repuso desconcertada- ¡Te quiero más que a nada en este mundo vida mía!- declaró apasionada y se sonrieron dichosos- Pero no hablemos de boda aún ¿vale?- él no la entendía, le tomó la cara entre sus manos y lo miró amorosa- Mira, corazón, vivimos juntos, vale… Acepto; pero no me hables de boda aún ¿ok?- le habló encandilada y se sonrieron felices -Pero explícame por qué- insistió intrigado -Por favor Mikel- dijo angustiada- ¿Pero qué ocurre? ¿A qué viene esta ansia por casarse?- preguntó aturdida -Perdí mucho tiempo la primera vez que amé con mis dudas y miedos… La vida es muy traicionera, Eva… Estoy empezando a ser feliz de nuevo… ¡No quiero volver a sufrir vida mía!- sus palabras eran dolorosas, atormentadas -¡Santa Dios, Mikel! Mi cielo- repuso impresionada abrazándose a él fuertemente, él también la oprimió angustiado contra su cuerpo, le volvió a coger la cara entre sus manos y lo miró con ternura- Eso no es un antídoto mi amor, solo es un papel- le hablaba amorosa- Aunque nos casemos hoy mismo no significa que algo no nos pueda pasar mañana…- la miraba atormentado- Y nada nos va a pasar amor mío, te lo prometo- remarcó rotunda y él sonrió más calmado- Vamos a esperar un poco, solo un poco -¿Cuánto es un poco?- preguntó inquieto -La boda de tu sobrino… ¿de acuerdo? Hablamos tras la boda de tu sobrino -¡¿Aún hablamos?!- repuso impaciente -¡¡Mikel, mi amor!!- protestó exasperada -¡Vale, de acuerdo; lo que tú digas!- contestó más tranquilo, sonrió entusiasmado- ¿Pero te quedas, verdad?- añadió satisfecho, ella rió encandilada -Sí, me quedo pesado- se besaron dichosos y felices. Al poco ya se devoraban ansiosos. Miguel la guió al dormitorio sin dejar de saborear aquella boca que lo enloquecía mientras se arrancaban desesperados la ropa mutuamente Hicieron el amor, serenos, emocionados, entregándose en cada caricia y en cada beso todo el amor y la pasión que los embargaba. Fue un acto hermoso, emocionado y encantador. Cuando a las cuatro de la tarde se despertaron, Lidia no estaba en la casa. Comenzaron a preparar algo de comer, se rozaban, se besaban, se acariciaban… No podían estar quietos y reían felices. Entró Lidia por la puerta cristalera con un minúsculo bikini blanco; venía de bañarse en la playa -¡Buenos días!- les dijo animada sonriendo dichosa- ¡Esto es magnífico, poderse bañar en el mar tan solo despertarse uno!- añadió entusiasmada acercándose a ellos y cogiendo una manzana del frutero, ellos le sonrieron encantados -¿Aún te acabas de levantar luego?- le preguntó Miguel besándola cariñoso en la frente -Sí- respondió mordisqueándola -Ya está casi la comida cielito- le avisó cariñosa Eva y ella movió despreocupada los hombros, se sonrieron animosas -Tranquila cielo, este medio kilo de carne nunca pierde el apetito aunque no sé dónde lo mete- bromeó cariñoso Miguel y los tres rieron amenos- ¿Qué tal has dormido, preciosa mía?- preguntó Miguel -No pude dormirme hasta que acabasteis de dar golpes y gritar como conejos- bromeó burlona, ellos la miraron incrédulos, ella rió espontánea y feliz- ¡Vale, no hubo nada anoche ¿no?!- se burló divertida -¡No seas descarada, Lidia!- le regañó su tío cariñoso -Está bien, perdonad- se disculpó amable- me dormí en cuanto me acosté… ¡Estaba agotada!- besó a Miguel en la mejilla- Tío, estás fofo- le comentó entrañable dándole unas palmaditas suaves en la barriga desnuda- ¿Dónde van aquellos abdominales que tenías?- ellos se rieron divertidos -Me abandoné un poco últimamente- repuso pesaroso -¡Pues teniendo esa enorme piscina no sé a que esperas!- repuso entusiasmada- Y has adelgazado bastante ¿eh?- siguió criticando -Pero ya recuperé tres kilos- comentó animado- ¡Y ya vale… cotilla!- le reprendió cariñoso y se rieron recreados -¿Qué vamos a hacer hoy?- preguntó entusiasmada sentándose a la mesa -No mucho, entramos a trabajar dentro de tres horas, corazón- comentó Miguel entristecido -Pero hablé con unos amigos y ellos te llevarán a conocer la ciudad- añadió cariñosa Eva, Miguel la miró sorprendido y agradado -¿Eso era lo que tanto hablabas con los muchachos?- le preguntó intrigado -¡Claro ¿qué pensabas que hacía?!- le comentó divertida -Seguro que nada bueno ¡con lo desconfiado que es!- se burló Lidia y se volvieron a reír Los días pasaban y Lidia estaba feliz con sus nuevos amigos, la llevaran a conocer lugares extraordinarios y eran entrañables y divertidos. El sábado le estaban haciendo una despedida en el pub ya que el domingo cogería el vuelo de las cinco. Miguel hablaba distraído con un cliente en la barra cuando oyó en medio de la música los gritos de Lidia -¡¡Tío Miki!!- llamaba angustiada- ¡¡Tío Miki, corre!!- lo llamaba asustada desde la otra esquina del pub donde la gente se había arremolinado. Miguel buscó inquieto con la mirada a Eva por el local no encontrándola, un terror absoluto lo invadió -¡¿Qué pasa Lidia?!- chilló aterrorizado y corrió acongojado a lado de Lidia. Al llegar al grupo de gente descubrió que se trataba de uno de los muchachos que se batía enérgico en el suelo con los ojos en blanco; Eva estaba arrodillada a su lado muy asustada intentando ayudarlo, Miguel respiró tranquilo al verla y se arrodilló junto al muchacho examinándolo rápidamente. -Está padeciendo un cuadro epiléptico…- aseveró muy profesional tras su estudio, Eva lo miraba sospechosa- ¡¡Que alguien llame a una ambulancia urgentemente!! ¡Y apartaos todos! ¡Hay que dejarle sitio para que respire, ya el ambiente está bastante cargado!- les gritaba a la gente que se arremolinara alrededor del muchacho- ¿Cómo se llama? -Ricardo… Pero todos le llamamos Richi- contestó una de las chicas llorando desconsolada -Tranquila, todo está bajo control- la intentó tranquilizar- ¡Ey, Richi; vamos chaval! ¡Tranquilo ¿vale? Estoy aquí y voy a ayudarte ¿ok?! Tú sigue con nosotros muchacho ¿vale colega?- le habló complaciente- Vosotros, los más fuertes, sujetadle con todas vuestras fuerzas las piernas y los brazos, evitad que se siga batiendo así o acabará haciéndose daño- le ordenó a sus compañeros que obedecieron de inmediato, intentó examinarle la boca pero el muchacho apretaba fuertemente sus mandíbulas- Venga Richi, déjame inspeccionarte la garganta chaval- murmuró cariñoso y lo forzó a abrirla, con fuerza pero con una maña tan profesional que Eva, de rodillas a su lado, lo miraba confundida- ¡Mierda, lo que sospechaba! Se está tragando la lengua- expuso inquieto pero en tono y una serenidad completamente profesional- Eva, tráeme un paño limpio- ella lo miraba atónita- ¡Cielo, el paño; ya!- le repitió sereno y ella reaccionó asintiendo con la cabeza- Lidia, corazón; ven aquí… ahora vas a sujetarle la cabeza así fuertemente- le indicó mientras ella se arrodillaba a su lado mostrándole como debía sujetarle por las sienes- que no se mueva ¿eh? Que debo meter la mano y puede cerrársele- ella afirmó con la cabeza, Eva llegó con el paño- enrolla fuerte el paño, cielo; hazlo consistente- ella obedeció y Miguel le abrió más la boca tirándole expertamente de la lengua- colócaselo rápido mi cielo- le exigió presuroso y ella colocó el paño entre los dientes del muchacho que lo mordió con una fuerza asombrosa y empezó a espumar por la boca- Bien Richi, muy bien chaval; todo va bien muchacho, tranquilo- le habló cariñosamente palmeándole suavemente las mejillas -¿Qué le pasa tío Miki?- preguntaba angustiada Lidia -Un ataque epiléptico, corazón; se pondrá bien no te preocupes- declaró cariñoso sonriéndole consolador, miró a sus compañeros- ¿Sabéis si bebió algo de alcohol? -Un par de copas- respondió uno asustado -¿Alguien sabía que padecía esta enfermedad?- les preguntó ansioso rebuscándole en los bolsillos, todos negaron con la cabeza -Aquí están- exclamó satisfecho al encontrar unas píldoras blancas que examinó- ¿Qué edad tiene? -Veintidós- contestó otro muchacho La ambulancia llegó en seguida -¿Qué tenemos?- preguntó uno de los paramédicos arrodillándose junto al muchacho examinándolo -Richi, varón de veintidós años, sufre un cuadro epiléptico y desconozco si se ha tomado la medicación aunque sí la llevaba encima…- indicó mostrándole el pequeño bote- no se las he dado pues a ingerido alcohol… Se ha intentado tragar la lengua aunque ya está fuera de peligro y las convulsiones ya van estabilizándose también- les habló directo y claro, los dos paramédicos lo miraban intrigados -Soy médico- aclaró sereno, se oyó un leve gemido sorprendido y los ojos de Miguel se encontraron con el rostro atónito de Eva -Está bien, vamos allá- repuso uno de ellos y se pusieron a atenderlo ayudados por Miguel suministrándole los medicamentos que contrarrestarían las convulsiones. Todos lo observaban asombrados. Se lo llevaron rápidamente al hospital. Lidia se abrazó a él asustada -¡Oh, tío Miki si no llegas a estar aquí se moría!- decía angustiada, él la oprimió cariñoso contra su cuerpo -Tranquila, cielo; se pondrá bien- la calmaba amoroso, Eva lo miraba desconcertada y asombrada -¡Eres médico!- murmuró trastornada, él le sonrió levemente con una sonrisa irónica y molesta. Ahora tomaban sentido sus palabras de aquella noche… era médico, pero no había podido hacer nada por Emma y eso le reconcomía por dentro… sentía la sombra de Emma de nuevo entre ellos… No se había ido, seguía allí, presionando sobre sus cabezas… -¿No lo sabías Eva?- preguntó intrigada Lidia al ver su cara sorpresiva, ella negó con la cabeza- Pues es uno de los mejores cirujanos que hay… Y llegó a ser el director de cirugía más joven del hospital Santa Elena ¿verdad tío Miki?- le explicó orgullosa pero Miguel solo miraba el rostro confundido y dolido de su amada. -¡Solo soy barman Lidia!- dijo él tajante esquivando la mirada resentida de Eva- ¡Venga muchachos, ya se acabó todo, Richi se pondrá bien!- se dirigió a la barra entre los murmullos de toda la clientela, al poco rato, todo el mundo hablaba distraídamente y volvían la rutina. Solo Eva no lograba apartar la mirada de Miguel, lo observaba intrigada y dolida mientras seguía atendiendo a los clientes; él esquivaba sus miradas inquisitivas.

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