jueves, 2 de enero de 2014

-¿Qué haces aquí fierecilla?- la voz de John a sus espaldas tan inesperadamente la asustó y tiró sin querer con el bote de lápices que estaba sobre la mesa de Ben. Ella se limpió las lágrimas rápidamente mirando a su compañero aún estremecida- Perdona cielo, no quise asustarte… Y menos molestarte- le comentó entrañable mirándola apenado al verla llorar -No pasa nada- repuso mientras se agachaba para recoger el bote que rodara hasta el final de su mesa. No alcanzaba un lápiz- maldita sea…- musitó sujetándose al borde para estirarse más, al inclinar su cabeza para llegarle mejor, descubrió un pedazo minúsculo de cinta adhesiva que sobresalía de entre las dos mesas, lo tocó e intentó arrancarlo pero estaba aprisionado por las mesas -¿No le alcanzas? ¿Te ayudo?- se ofreció servicial agachándose para ayudarla -¡No, ya lo tengo!- repuso saliendo de debajo de la mesa, lo mostró mientras sonreía entrañable, él también sonrió -¿Qué hacías?- le preguntó señalando con la cabeza el ordenador encendido -Nada, recordaba a Ben y lo encendí distraídamente- lo volvió a apagar tranquilamente- Me voy a ir a casa, aquí no hago nada- comentó despreocupada -Debes hacerlo e intentar dormir algo, se te ve ojerosa y cansada- le dijo cariñoso- Yo voy a coger más dinero- comentó animado entrando en los vestuarios, salió al poco rato- ¡Me están desplumando hoy! -¿Jugáis con dinero?- se asombró Fran -¡No, qué va! ¿Cómo se te ocurre?- contestó tajante- nos jugamos las cenas, pero hoy también perdí los cafés… ¿Qué quieres? Hoy no es mi día- explicó condescendiente y se sonrieron amenos -¡¿Vienes?!- le preguntó animado dirigiéndose a la puerta -Ya me voy ahora, tengo que recoger una cosa en mi mesa- se excusó ella dirigiéndose hacia su mesa -¡Tranquila, quédate el tiempo que quieras que a mí no me molestas!- le dijo cariñoso aunque la miró tierno- Pero de verdad que debes irte a descansar chiquita, no se te ve buena cara- recomendó paternal y salió de la oficina. Fran espero unos segundos para que John se hubiera alejado lo suficiente para que no la oyera y apartó rápidamente las mesas descubriendo que la cinta adhesiva sujetaba un pequeño rollito de papel. Lo recogió y las colocó de nuevo otra vez en su lugar. Se fue a casa a paso presuroso. Ya entraba en su apartamento y empezó a desenrollar distraída el papelito -¿Dónde andabas? Me tenías preocupada- la sobresaltó Estela apareciendo ante ella, Fran soltó un grito despavorido al tiempo que un estremecimiento de terror le recorrió el cuerpo entero- ¡Oh Fran, Dios, perdóname! ¡No fue mi intención asustarte así!- exclamó compungida al verla estremecerse de aquella manera impetuosa -¡Uy, pues casi me da un síncope!- contestó despavorida guardándose el papel en el bolsillo de los vaqueros- Me pillaste completamente desprevenida, como no me esperaba a nadie en casa… ya sabes, la costumbre de vivir sola- explicó más relajada y se rieron divertidas -¿De dónde vienes?- le preguntó curiosa -Fuimos a buscar el dichoso pen drive pero no aparece por ningún sitio- comentó sacándose la cazadora y dejándola sobre el respaldo del sofá. Se sacó la pistola del cinturón de los vaqueros y la dejó sobre la barra de la cocina. Recogió un tazón del mueble- ¿quieres?- le ofreció mostrándole la cafetera del café -No, si tomo café ahora no dormiré hasta pasado mañana- se sonrieron entrañables -¿Prefieres descafeinado o una infusión? -Un té sí que me sentaría bien- contestó animada sentándose en un taburete de la barra. Fran se lo preparó y se lo puso delante sobre la barra; se sirvió su café y se arrimó al mesado frente a Estela. Se miraron entrañables y se sonrieron- Así que no aparece la estilográfica- comentó serena soplándole suavemente a su té -No, por ningún parte- respondió Fran suspirando profundamente -¿Lo habrán cogido ellos ya?- preguntó inquieta -Ni idea- repuso moviendo sus hombro, miró a los ojos de Estela- Estela ¿Alguno de tus niños se llevó algún juguete? -Sí, Willy; su osito especial para dormirse sino no es capaz de conciliar el sueño ¿por qué? -¿Mañana podrías revisarlo a fondo?- le pidió amable, ella la miró sorprendida- es que mi padre solía esconder cosas en mis peluches- le explicó cariñosa -¡Oh que buena idea!- respondió Estela sonriendo divertida- mañana sin falta lo revisaré, aunque ya te digo que Ben no pondría nunca en peligro a los niños- repuso serena y se sonrieron amistosas- Fran… sé que vas a decir que soy una entrometida pero… ¿por qué dijiste que debiste obedecer a tu padre cuándo lo mataron?- le preguntó intrigada -Siempre me compraba un bollo de canela en la gasolinera que había camino de casa y yo debía espéralo en el coche sin moverme- comentó entrañable- Aquel día fue igual pero, al verlo entrar en la tienda…- guardó silencio unos segundos- no sé por qué, pero no obedecí y lo seguí… al abrir la puerta lo vi parado en medio de la tienda, él giró levemente la cabeza hacia la entrada al oír la campanilla y se quedó pávido al verme… ¡Vuelve al coche princesa! Me gritó enfurecido y muy asustado perdiendo durante unos instantes la concentración sobre el asaltante, cosa que aprovechó él y, al instante, dos terribles estruendos se oyeron que me ensordecieron, papá cayó a mis pies mirándome aterrado mientras balbuceaba y me indicaba frenético con la mano que huyera, pero yo estaba clavada al suelo del miedo, no podía moverme- bebió del café despacio- de ahí esa sensación de culpa que tengo desde entonces Estela: si hubiera obedecido y me hubiera quedado en el coche, mi padre no se hubiera despistado aquella fracción de segundo y no le hubiera sido tan fácil a aquel desgraciado abatirlo- explicó dolida y ella la miró consternada -¿Y qué ocurrió después? -Lo siguiente que vi fue un hombre con un pasamontañas negro parado frente a mí apuntándome con una enorme arma y mirándome fijamente a los ojos… estaba aterrorizada, seguía sin poder moverme; de pronto, me empujó a un lado y huyó… Yo me quedé allí parada mirando fijamente los ojos de mi padre- tragó saliva mirando fijamente a su taza de café y empezó a pasarle suavemente el dedo al borde- Nunca en mi vida olvidaré tres cosas de aquella tarde, pasen los años que pasen: el gran cañón de aquella resplandeciente arma apuntándome, los ojos vacíos y vidriosos de mi padre muerto a mis pies y, sobre todo, aquellos fríos ojos grises del asaltante y la forma extraña en que me miraron- Se quedaron calladas, Fran seguía observando distraída el café de su tazón -¿Cuántos años tenías?- Estela la sacó de su ensimismamiento, la miró sonriendo levemente -Seis- contestó serena dándole un trago a su café -¡Oh, Dios; que experiencia más horrible para una niña tan pequeña!- se lamentó entristecida Estela- ¿Y tú madre? -Nos abandonara cuando tenía tres… ¡Aquella vida no era para ella! Fue lo único que dejara escrito en la nota que mi padre encontró pegada a la puerta del frigorífico cuando regresó una noche a casa- explicó tranquila -¡Jesús!- soltó impresionada Estela- ¿Y tu padre no retomara su vida? ¿Te quedaste sola? -No, no volvió a tener pareja; yo era todo lo que él necesitaba, contestaba siempre que alguien le preguntaba si no pensaba rehacer su vida y yo me sentía muy orgullosa- explicó vanidosa y se sonrieron enternecidas- pero tampoco me quedé sola, mis padrinos se hicieron cargo de mí -¡Ah, bueno!- respiró tranquila- ¿Y no sabes nada de tu madre?- preguntó intrigada -No supe nada de ella hasta hace un par de años- Estela la miró interesada- Recibí un aviso de una herencia por su parte, había muerto en Francia y me dejara de única heredera… siempre fue algo fantasiosa y quería ser modelo, no sé si llegó a conseguirlo. -Menos mal que tienes a tus padrinos cielo- añadió Estela enternecida y se sonrieron amenas - Y dime tú ahora: ¿piensas criar sola a los niños?- le preguntó cariñosa -Tengo a mi hermana que me ayuda- respondió amistosa -¿Crees que podrías rehacer tu vida algún día?- le preguntó intrigada -No Fran- negó tajante acabándose su té- ¡Amé, amo y amaré a Ben más que a nada en este mundo y ningún otro podría ocupar ya su lugar!- respondió apasionada, Fran la miró conmovida de tanto amor que desprendía al hablar de él- ¿Y tú Fran? ¿Estás enamorada?- la sorprendió con la pregunta, Fran se enderezó nerviosa -No- mintió esquivando aquellos lindos ojos azules de Estela que la miraban intrigados e interesados, eran tan azules y profundos que parecían internarse en su mente donde el rostro de Diego estaba instalado a perpetuidad y temía que ella pudiera percibirlo -¿Ni lo has estado nunca?- insistió mirándola incrédula -Claro, alguna vez; pero creo que no así cómo tú- repuso contrariada y se acabó el café- Vámonos a la cama, yo tengo que estar en comisaria dentro de cinco horas. Ya metida en la cama, desenroscó el papel; era pequeño y alargado, solo contenía números sin ningún orden aparente. Intentó descifrarlo pero sin éxito. -Ya está bien, los números no paran de bailar; lo intentaré mejor mañana- se dijo. Lo volvió a enrollar y apagó la luz. Se quedó dormida. Soñaba con Diego, estaba entre sus brazos haciendo el amor apasionadamente de nuevo en la academia, aquel hombre la hacía siempre gozar tan intensamente que su cuerpo estaba a punto de alcanzar otro clímax maravilloso y potente… cuando la despertó la alarma de su móvil, estaba sofocada y sudorosa, todo su cuerpo desprendía deseo por cada poro de su piel; respiró profundamente y se dio una ducha larga, dejando que el agua recorriera su cuerpo por largo tiempo para apagar ese fuego interno que la devoraba pero parecía algo imposible. -¡A ver si acaba esto de una vez y se larga de mi vida de nuevo!- dijo enfurecida cerrando el agua de la ducha. Al llegar a la comisaría, Diego ya estaba cambiándose. Sin camisa y en boxers, mostraba impúdico aquel cuerpo musculoso, sin una pizca de grasa y fibroso, junto a aquel pecho velloso y excitante que tanto le gustaba acariciar a ella… -¡Genial, justo lo que estaba necesitando!- murmuró despectiva, él la miró extrañado mientras ella se dirigía a su taquilla -¿Qué? ¿Hoy te has levantado con el pie izquierdo otra vez?- le preguntó bromista, ella lo miró enfurruñada -Algo así- respondió esquiva abriendo su taquilla y tirando dentro con fuerza y de mala gana el bolso. Diego la observó intrigado -¿Te bajó la regla, verdad? No sé por qué siempre te pone de tan mala leche- teorizó chistoso sonriendo burlón -¡¡Déjame en paz ¿quieres?!! ¡¡Y vístete de una puñetera vez!!- le gritó irritada arrancándole la camiseta que él sostenía en la mano y tirándosela a la cara; Diego rió entretenido, se acabó de vestir y salió del vestuario. La conocía muy bien y, cuando estaba así, lo mejor era no incordiarla mucho. Llegó tarde de nuevo a la reunión con el capitán que la miró encrespado pero ella no se amilanó y se la devolvió enfurecida desconcertándolo; la miró intrigado pero no dijo nada. Acabó de distribuir las zonas y Fran abrió la puerta para salir la primera -Espera Fran, quiero hablar contigo- la detuvo su padrino y ella obedeció dejando pasar a sus compañeros antes de cerrarla- ¿Qué te ocurre mi chiquita? Esta mañana estás muy demacrada- le preguntó cariñoso acercándose a ella e intentó acariciar muy meloso su mejilla -Nada y estate quieto, no es correcto que un superior acaricie así a una subordinada- respondió tajante esquivando su mano, él reconoció que tenía razón y obedeció suspirando hondamente -¿Cómo nada? Algo te pasa pequeña ¿qué es?- insistió dulcemente -Nada he dicho ¿o no me has oído?- remarcó molesta mirándolo con furia, él siguió observándola cariñoso pero insistente y ella resopló sometida- Dormí mal de nuevo, nada más padrino- contestó más sosegada -¿Y se lo has comentado a la psicóloga?- ella hizo un gesto de disgusto con los ojos- Está bien, no te insistiré… ¿vendrás a comer el domingo a casa? ¿Qué haces mañana sábado? ¿Por qué no te animas y vienes a pasar el fin de semana con nosotros? ¡¡Seguro que te sentará bien mi niña!!- le propuso entusiasmado -¡No! ¡No lo sé! ¡Oh por favor, déjame en paz capi! ¡No tengo claro que voy a hacer hoy para saber lo que voy a hacer mañana!- gritó enfurecida y salió de la oficina -¡¡Oye Fran, vuelve aquí!!- le gritó exasperado por su desaire pero ella no obedeció y salió de la comisaría seguida de Diego que la observaba extrañado pero no preguntó nada. Recogieron los talonarios de multas y se dirigieron a la calle principal, hoy tenían que controlar las zonas de estacionamiento. Recorrían la calle despacio, callados. Fran se sentía incómoda, el intenso sueño que había tenido no le salía de la cabeza junto a la imagen de Diego desnudo en los vestuarios la tenían muy alterada; por encima, el atrayente perfume de Diego la estaba desquiciando aún más provocándole unos deseos incontrolables de besarlo. Un leve e inocente roce de su mano contra la de ella la excitó tremendamente. Se alejó veloz hacia uno de los coches y se puso a rellenar la multa -Solo lleva cinco minutos de retraso franchute- comentó Diego entrañable -Se pasó de la hora- contestó tajante sin dejar de escribir -¡Apenas son cinco minutos mujer, esperemos un poco!- le reclamó conmovido sujetándole tierno la mano deteniéndola en su escritura; Fran sentía que el corazón le iba a salir del sitio -¡¡Se pasó la hora ¿no?!!- le gritó enfurecida retirando rauda la mano de su contacto que le hacía arder la piel, él se calló abrumado- ¡¡Pues eso!!- arrancó la multa de un déspota gesto y se la dejó en el parabrisas. -¿Se puede saber qué te pasa hoy?- le preguntó asombrado -¡¿Tú también vas a empezar con la cantinela?!- repuso enojada- ¡¡Dormí mal ¿vale?!! ¡¡Dormí fatal!! ¡¡Que se entere todo el mundo, a ver si así paráis de preguntar y me dejáis tranquila de una puñetera vez!! - gritó fuertemente levantando su mirada al cielo, todo los transeúntes la miraron atónitos. Echó a andar vigilando los tickets horarios. -Mal día para los pobres automovilistas- musitó apesadumbrado Diego y la siguió despacio.

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