martes, 4 de marzo de 2014


A la mañana siguiente desayunaban juntos como siempre en la cocina, él observó su reloj
 -Si apuras a Pati, os puedo llevar antes de ir a trabajar- expuso animándola, ella le sonrió complacida -No cielo; para nosotros es muy temprano y a ti se te haría tarde- se sonrieron amorosos- Iremos en bus, no pasa nada
-De acuerdo, aunque a Pati no le gusta ir en el bus escolar… ¿Llamas tú al taller?- preguntó acabándose el café apurado
-Sí, no te preocupes; hoy es viernes Zalo ¿la recoges tú o yo en casa de tus padres?- indagó mirándolo levantándose de la mesa
-¿Y si la dejamos el fin de semana con los abuelos y la pasamos… solos?- preguntó embaucador besándola ardorosamente en la boca, se saborearon largamente.
 -Si me lo pides así- murmuró mimosa cuando él se retiraba de su boca, se sonrieron satisfechos- ¿Avisas tú a tus padres?
-Lo haré encantado- la besó dulcemente en los labios pero ella ya le correspondía nuevamente apasionada- Me voy o ya no me podré hacerlo- repuso alejándose desganado de aquella excitante y provocadora boca mientras ella sonreía vanidosa, se volvió junto la puerta de la cocina y la miró deseoso sonriéndole pícaro- No te me vayas a enfriar antes de la noche ¿eh?- bromeó socarrón y ella rió divertida observándolo irse.
No sabía por qué había ido por allí… por qué conducía tan despacio recorriendo la calle buscándola por las aceras… No había podido dormir pensando en ella… Ni la fogosa Carla lograra borrar aquellos perturbadores pensamientos… Puede que la hubiera llevado el esposo hasta la ciudad, eso lo desanimó; pero entonces las vio por fin y sonrió dichoso
-Apura cielo, el bus escolar no cuenta contigo y no va a esperar- le rogaba ansiosa a la niña llevándola casi en volantas de la mano apurando el paso por la acera camino de la marquesina -¡Mami! ¡No puedo correr más!- protestaba la pequeña pero no apuraba el paso quedándose retrasada teniendo que tirar su madre de ella.
-¿Os llevo chicas?- preguntó divertido deteniendo el coche a su lado, Irene lo miró sorprendida y la niña sonrió feliz al verlo
-¡Que bien, no tendré que ir en el bus solita!- repuso Pati dichosa, él le sonrió encantado abriéndoles la puerta y la niña se metió rápidamente dentro colándose para atrás por medio de los dos asientos, besó feliz a Rodrigo en la mejilla mientras lo abrazaba cariñosa por el cuello; él se sintió satisfecho -¡¡Pati!! ¡¡Eres increíble!!- le regañaba su madre entrando también en el coche- ¿Por qué no quieres ir en el bus?- la observaba besándolo- ¡¡Y una zalamera!! ¿Cómo se dice?
-Buenos días, Rodrigo- repuso satisfecha
-Buenos días princesa- respondió él encantado echando a andar el coche
-¡¡Pati!!- le regañó de nuevo su madre
-¡¡Vale, vale!!- repuso fastidiada- Gracias, Rodrigo- dijo calmosamente besándolo de nuevo en la mejilla- ¿Así?- desafió a su madre
 -Sí, así- ella y Rodrigo se miraron a los ojos y se sonrieron entrañables- Gracias por recogernos pero no tenías por qué, el autobús está a punto de pasar- hablaba agradecida
-Tranquila, pasaba por aquí y os vi- mintió para que no pareciera muy desesperado por verla. Ella lo miró atónita
-¿Estabas por aquí? ¿Tan temprano?- indagó curiosa, él se sintió atrapado en su estúpida mentira
-Sí, tuve que hacer un recado personal aquí cerca- se defendió despreocupado
-Ah- repuso ella solamente y siguieron callados el viaje hasta llegar al centro- Puedes dejarme aquí, la escuela de Pati ya está cerca- expuso al detenerse en un semáforo en un cruce
-¿Dónde es?- indagó interesado
-Por ahí- indicó entusiasmada la pequeña señalando con su dedito hacia la derecha y él tomó el camino de la escuela; Irene lo miró boquiabierta y él le sonrió entrañable. Observó un grupo de madres delante de una verja y niños entrando a correr, se detuvo delante
 -Supongo que será aquí- expuso satisfecho e Irene sonrió divertida mientras se bajaba de coche y apartaba el asiento para que la pequeña descendiera cosa que no hizo hasta volverlo a besar en la mejilla. Se quedó observando a Irene caminar dentro del recinto con Pati de la mano, llevaba un abrigo de paño negro ceñido a su cintura con el cinturón que remarcaba sus caderas. Caminaba con gracioso garbo que parecía ir a saltitos provocando que su pelo bailara rítmicamente arriba y abajo. Se detuvo ante la escalinata, besó con tanta ternura a su hija que hasta lo percibió él desde el coche y ella corrió dentro del colegio, regresaba al vehículo mientras saludaba cordial a las otras madres de la puerta y entró en el coche de nuevo- ¿Lista para comenzar a trabajar?- bromeó gracioso antes de arrancar de nuevo, ella le dedicó una de aquellas sonrisas tan excitantes que hizo que Rodrigo se mordiera el labio para no abalanzarse sobre ella y besarla.
Esa comezón le seguía mientras subían en el ascensor a las oficinas y la miraba de soslayo, ella no paraba de juguetear con sus labios mordiéndolos o humedeciéndoselos con la lengua provocando aún más ansiedad en él.
Irene estaba nerviosa, o mejor dicho, ansiosa le pegaba más; deseaba abrazarse a él y besarlo furiosamente, apagar ese ardor que sentía en los labios
-¿Podrías parar un poquito?- expuso de pronto desesperado sin darse cuenta, ella lo miró sorprendida -¿Qué has dicho?- preguntó curiosa, no le había entendido absorta en sus pensamientos
 -¿Qué qué tenemos para hoy?- expuso entrañable sonriéndole amable mientras salían del ascensor y caminaban por el pasillo camino de su despacho
 -Tienes que ir la juzgado a entregar los papeles del caso Hartos antes de las diez; lo recuerdo porque ayer fue lo último que preparé para tenerlo listo hoy… del resto no sé, debo ver la agenda- explicó amena y se sonrieron afables
-Bien revísala porque puede que tengamos que anular todas las citas de la tarde; esa tortuosa reunión sé a qué hora empieza pero no a la que acabará- aclaró desganado, ella ya guardaba su bolso en el último cajón de su mesa; se soltó la lazada del abrigo y recogió la agenda siguiéndolo dentro de su oficina
-Es un día tranquilo, solo hay una cita y no es hasta las cuatro: preparar la auditoria con la empresa Tarrasa- lo miró, se quitaba el abrigo de paño negro quedándose con su traje negro perfecto y elegante acompañado de una camisa verde agua y una corbata de un verde más fuerte de seda en contraste con la camisa- ¿La anularé?- él observó su reloj
-¿Tienes preparados los documentos de esa auditoria?- indicó interesado
 -Casi, me falta muy poco- expuso inquieta
-Acábalos ya…- recogió nuevamente el abrigo colocándoselo y cogió el maletín- Me voy ahora al juzgado y te llamaré para que me los lleves a la empresa que me queda de camino; así tendremos la tarde libre- salían de la oficina y se detuvieron ante la mesa de ella, rebuscó en el fichero y le entregó los documentos que él guardó en su maletín- Te llamo, no me falles- repuso guiñándole un ojo seductoramente mientras sonreía dichoso saliendo del despacho, ella se quedó embelesada mientras lo vio desaparecer. Sonrió alegre y, después de quitarse rápida el abrigo, se puso a trabajar.
-¿Qué hacía tu coche ya a las ocho en el aparcamiento?- le preguntó su amiga Teresa asomándose a su despacho
 -¡¡El coche!!- recordó sobresaltada- Debo llamar al taller- descolgó el teléfono y marcó, su amiga aún seguía esperando curiosa- Se negó a arrancar ayer cuando me iba… ¿Sí? Buenos días, necesito vengan a recoger mi coche…- quedó hablando mientras su amiga se regresaba a su despacho despidiéndose de ella con la mano. Aún no eran las diez y cuarto cuando le llamó Rodrigo
-Preciosa ¿está eso?- ella sintió un estremecimiento de placer al oírlo llamarle así, tan halagador y con esa voz melosa
 -Sí, ahora salgo para allá- respondió tecleando las últimas cifras en el ordenador y dándole a imprimir; la impresora comenzó a soltar el papeleo
-¡Así me gusta, te espero en la entrada de la empresa!- repuso encantado, ella sonrió feliz mientras colgaba el teléfono. Recogió la documentación metiéndola en una cubierta plástica negra, se vistió el abrigo y cogió su bolso; salía rauda por el pasillo
-¿A dónde vas tan a correr?- le preguntó su amiga cuando pasó delante de su despacho
-Tengo que llevarle estos papeles a Rodrigo para una auditoria- le expuso sin detenerse
 -¡No olvides recordarle que a las doce tiene la dichosa reunión!- le recordó a voz en grito pues ella ya entraba al ascensor
-¡No lo olvidaré, tranquila!- le respondió cerrándose ya.
El la esperaba delante de las puertas de cristal a la entrada a la empresa, la vio llegar en un taxi y, sonriéndose, la contempló mientras se bajaba del taxi y corría a su encuentro
 -Debes firmar estos papeles antes de entrar- indicó laboriosa mostrándole los documentos mientras traspasaban las puertas, él obedeció en el ascensor. Se dirigieron a paso apurado y decidido al despacho de los directivos
-Buenos días, señor Velasco- les saludó la secretaría mirándolos extrañada- No le esperan hasta la tarde- indicó sorprendida levantándose educadamente
-A la tarde imposible, tiene que ser ahora o dejarlo para el lunes- expuso rotundo, ella vaciló y llamó por el interfono dándoles entrada al segundo.
-Espero aquí- indicó Irene
 -No, ven conmigo- expuso tomándola inesperadamente de la mano y llevándosela con él; Irene sintió una descarga placentera que le recorrió el cuerpo al sentir su mano sujetándole la de ella. Entraron en la sala de juntas donde les esperaban dos hombres maduros sentados despreocupados ante una mesa enorme de madera, fumando tranquilamente unos habanos
-Velasco, que sorpresa; creíamos que no vendrías hasta la tarde- repuso entrañable uno de ellos levantándose para saludarlo; el otro hombre la miraba intrigado y deleitado con su visión; salió de su contemplación cuando Rodrigo le estrechó también la mano
 -Menuda ayudante te nos has echado- indicó galante- Tú nunca estás mal acompañado, a ver si un día nos cuentas dónde las encuentras ¿verdad?- repuso gustoso hacia su socio que sonreía recreado mirándola también.
-En el mismo lugar que vosotros, pero yo no tengo una esposa celosa que me prohíba tener una secretaría bonita- indicó socarrón y ellos rieron divertidos mientras Irene se sonrojaba.
 La auditoria les llevó toda la mañana; Irene examinaba nerviosa su reloj, las doce se aproximaban velozmente y no daban acabado.
-Rodrigo- le susurró educada acercándose a su oído- Son las doce menos diez, no llegarás a la reunión- él asintió sonriéndole cordial
-Vamos acabando que tengo que irme- expuso amable a los hombres- estos documentos me los llevo e Irene los acabará para el martes, yo los llevaré al juzgado; vosotros no olvides estar allí a su hora- cerró el maletín y se levantó; se estrecharon la mano amistosamente todos y regresaron al bufete. Ella lo siguió directamente a su despacho recogiendo los ficheros que habían preparado el día anterior que se encontraban aún encima la mesa ovalada, mientras él dejaba su maletín sobre el escritorio y se deshacía del abrigo
-Aquí tienes todo- dijo acercándose a él que le sonrió cordial recogiéndolos mientras se miraban a los ojos, aquel brillo en sus bonitos ojos era tan tentador, estaba tan próxima y él estaba demasiado deseoso para soportarlo más. Dejó las carpetas sobre la mesa, le sujetó la nuca y la acercó a él besándola comedido esperando su reacción. Ella, al sentir su mano en su nuca, se sintió confundida pero cuando él besó sus labios, sintió un gran deleite; abrió su boca y se entregó ambiciosa de más. Rodrigo la aprisionó con poderío contra su cuerpo mientras Irene le rodeó con sus brazos su cuello y se besaron avariciosos, ávidos, deseosos de apagar la sed que se tenían el uno del otro. El oprimió anheloso sus nalgas contra su entrepierna y ella se friccionó apremiante contra él
 -Te deseo Irene, me tienes loco- expuso impacientado mientras seguían restregándose anhelosos y se besaban codiciosos- Y veo que tú también…Tenemos la tarde libre, te espero en mi casa a las cinco. -¿En tu casa?- expuso ella sin poder soltar su boca que devoraba avariciosa
-Sí… lo deseas tanto como yo; no lo niegues- expuso sonriendo socarrón, se alejó de ella a duras penas pues Irene lo atrapaba anhelosa, no podía dejarlo ir; su cuerpo exigía más, quería más, deseaba todo y lo requería ya- No olvides, a las cinco- le repitió saliendo del despacho dejándola impacientada, jadeante y terriblemente excitada.
Se apoyó en el borde de la mesa para reponerse y calmarse un poco ante de salir del despacho. Estaba acalorada, muy alterada y le ardía entre los muslos produciéndole unas pinzadas insaciables en su bajo vientre. Notaba sus pechos endurecidos del deseo. Nunca se había sentido tan excitada y deseosa de alguien.
-¿Irene?- la llamaba Teresa desde fuera, se recompuso como pudo y se irguió intentando parecer calmada sujetándose al bordillo de la mesa pues sus piernas parecían no poder sostenerla
-Estoy aquí Tere- ella apareció por la doble puerta y se sonrieron entrañables
-¿Vamos a comer?- la invitó afable
-No puedo, ve tú- ella la miró intrigada- Debo ir al taller a recoger el coche
 -Ah, de acuerdo entonces- repuso defraudada- Nos vemos a la tarde- Irene le sonrió amable
-Sí, nos vemos…- respondió rápida, ella la miraba intrigada
-¿Estás bien? Te veo algo alterada
 -Sí, estoy bien; aún sofocada por la carrera que nos pegamos para llegar a tiempo, pero bien- Teresa le sonrió cariñosa
-Vale; hasta luego entonces- y se fue, Irene volvió a sentarse agotada en el bordillo de la mesa. Parecía que sus piernas no querían aún sostenerla.

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