jueves, 13 de marzo de 2014

Conducía abatida hacia casa ¿por qué aquella imbécil no se había esperado cinco segundos más? Ahora estarían felices y, probablemente, reconciliados. Habían perdido una gran oportunidad y no esperaba tener otra ocasión igual ¿por qué no se había decidido ella y lo besara aunque él se retirara? ¿O al despedirse en el coche? A él se le notaba de sobra que también aguardaba algo cuando la llamó a la ventanilla… -¡¡Eres idiota, Irene; muy idiota!!- Se increpó colérica golpeando enérgicamente el volante con la palma de su mano. También él se dirigía a casa conduciendo irritado y descorazonado, deseaba tanto besarla y ella estaba tan deseosa como él, se le notaba a leguas. Además se había esmerado demasiado en prepararse para ir simplemente de compras… Sabían de sobra que aún se amaban y que se deseaban ¿Hasta cuando iba a durar ese juego necio entre los dos? … No eran dos adolescentes inseguros: ¡¡eran adultos!! Es más: ¡¡Aún eran marido y mujer!! -¡¡A la mierda, ahora o nunca!!- repuso en voz alta y, girando el coche en medio de la calzada, se dirigió velozmente a casa de Irene. Irene dejaba las bolsas sobre la mesa del comedor cuando la sobresaltó el frenazo del coche de Gonzalo en la subida del garaje. Ella acudió espantada a la entrada. Se encontraron en las escalinatas del porche -¿Pati está bien? ¿Qué ha pasa…?- pero él no dejó que terminara la pregunta; sujetándola por la cintura, la aprisionó contra él besándola apasionadamente. Ella le correspondió intensamente fundiéndose en un beso desenfrenado. -¡Ya está bien de juegos estúpidos amor mío!- indicó ansioso mientras la llevaba dentro de la casa cerrando la puerta con el pie. Se guiaron hacia las escaleras mientras se arrancaban la ropa enloquecidamente sin poder soltar sus bocas apremiantes y sedientas la una de la otra. Estaban exaltados, enardecidos, y se entregaron alocadamente desenfrenados en un acto furioso, frenético pero absolutamente ardiente y apasionado. Se volcaban fogosamente en cada beso y en cada caricia prodigándose gran placer y deleitándose gustosos al recibirlos que concluyó llevándolos a un final alocadamente desquiciante, escandaloso y alucinante. Apagado el ambicioso deseo, se deleitaron en apacibles caricias besándose amorosos; se mimaban fanáticos ceñidos el uno al otro entusiasmados sobre la cama. -Te quiero tanto, Gonzalo… tanto- le dijo totalmente sincera y arrebatadamente apasionada besándolo ardorosa en los labios- Si tuviera alguna manera de demostrarte lo mucho que te quiero… Si pudiera mostrarte lo arrepentida que estoy de todo lo que hice… Si lograra borrarte todo lo que te he hecho sufrir por mi estúpida cabeza…- él le tomó la cara entre sus manos y se miraron a los ojos; los dos lloraban silenciosamente y sus ojos brillaban esperanzados e ilusionados -Te quiero Irene…- contestó impetuoso- y que tú me sigas amando es lo único que me interesa… no me importa nada todo lo demás- se besaron entregados, intentado mostrarse todo lo que sentían y llevaban dentro resultando un beso embriagador, palpitante y ardidamente entusiasta y conmovedor. -¿Te quedas esta noche, verdad?- interrogaba ella precipitada y deseosa, él sonrió contento -¡Si me invitas!- bromeó socarrón y ella también rió dichosa -¡Idiota!- le reprendió divertida, él la envolvió entre sus brazos y rodaron retozonamente sobre la cama riéndose felices. El la besó impetuoso en los labios y se levantó- ¡¿A dónde vas?!- le increpó angustiada al verlo irse, él la miró amoroso y sonrió candoroso -Tengo que avisar a mis papás de que hoy no duermo en casa- expuso chispeante imitando a un jovencito pícaro y ella se rió regocijada y divertida. Se prepararon algo de cena sellados a fuego, como si estuviera adherido a su espalda; acariciándose a cada movimiento se besaban amorosos a cada instante mientras se sonreían felices a cada caricia y beso recibido. Sus manos parecían insaciables del roce de su piel y sus bocas codiciosas de sus besos. Luego, juntos en la bañera, siguieron prodigándose arrumacos y mimos; recostada sobre el pecho de Gonzalo, se acariciaban como si fuera la primera vez que se mostraban desnudos, deleitándose en explorarse cada recodo de sus cuerpos, aprendiéndose cada rincón, cada lunar o marca de nacimiento que pudieran descubrirse y parecían querer marcarlo con un beso ardiente. Irene tomó la mano de Gonzalo y se la llevó a su sexo guiándolo certeramente, él comprendió raudo y comenzó a acariciarla mañoso mientras ella apresaba su miembro acariciándolo también habilidosa. Pronto gemían agitados y exaltados. Ella se acopló rauda sobre él comenzando un baile acompasado y codicioso, mientras Gonzalo continuaba con su jugueteo en su clítoris y su mano libre la aprisionaba contra él acariciándole los pechos, retozando con su pezón entre sus dedos. Pronto gemían y jadeaban exaltadamente apurando la danza, en busca de esas embriagadoras y fanáticas convulsiones que los llenarían de desenfrenado placer y tremendo deleite. Explosionó furioso y violentamente dentro de ellos provocándoles soltar unos gritos pletóricos que les venían desde lo más profundo de sus almas. Irene se relajó contra su cuerpo mientras Gonzalo seguía deleitándose en jugar con sus pechos y la besaba amoroso en el cuello, ella sonreía dichosa embelesada en aquellos besos tan reconfortantes. -Irene, regreso a casa con una sola condición- expuso él de repente besándola en la sien, ella le miró a los ojos curiosa y le sonrió alentándolo a hablar- Tienes que dejar tu trabajo- añadió seriamente categórico. Irene se puso seria también mirándolo intrigada y dudosa; sus ojos buscaban inquietos en los de él una razón para ese ultimátum y lo descubrió sin necesidad de palabras: sabía que el otro era Rodrigo. Él también la miraba fijamente, esperando impaciente una respuesta -De acuerdo- respondió calmadamente, él sonrió satisfecho- pero tienes que darme un tiempo para que le busque una sustituta; no puedo plantarlo de la noche a la mañana así sin más. -¿Cuánto tiempo?- inquirió intranquilo -¿Unas dos semanas?- Indicó incierta, él puso cara de disgusto- cielo…- repuso amorosa acariciándole tierna la mejilla- eso se acabó, te lo juro… Puedes estar tranquilo -No estaré nunca tranquilo sabiéndoos juntos todo el día- expuso angustiado, ella se sintió abrumada por su desamparo y desesperación; lo besó en los labios profundamente devota y pasional -Menos de dos semanas, te lo prometo- añadió resoluta, se sonrieron felices y se besaron enamorados- Yo también tengo una condición para ti- repuso mimosa jugando con su mano entrecruzándose los dedos descuidadamente -¿A sí? ¿Cuál?- preguntó intrigado siguiendo distraído su juego de entrelazar sus dedos -Darle un hermanito a Pati- expuso decidida, él cerró su mano de repente aprisionándole los dedos de ella mientras con la otra mano le sujetó el mentón obligándola a verle a los ojos. Ella sonreía divertida mirándole el rostro radiante y su mirada satisfecha y excitada -¡¡Llevo pidiéndotelo más de dos años, amor!!- repuso emocionado -Llegó el momento… Quiero satisfacerte y además ¡¡Ahora también lo deseo yo!!- él la abrazó impetuoso, exaltado; se rieron radiantes y se besaron entusiasmados. Al día siguiente, todo estaba saliendo realmente fantástico. Después de montar la mesa abatible que tenían para esas ocasiones en el jardín trasero, de colgar las guirnaldas y la piñata y colocar los globos; Gonzalo se fue a recoger la tarta y a Pati. A partir de las cinco, fueron llegando los niños y los padres de Gonzalo que besaron tiernos, cariñosos y emocionados a Irene que se sintió abrumada y dichosa con las muestras de cariño. Los pequeños se divertían jugando alegres y correteando por todas partes, parecía que cuanto más terreno tenían más necesitaban. Los padres de Gonzalo, sentados tranquilamente en el balancín de hierro que tenían en el porche trasero, observaban entretenidos a los pequeños. Se notaba que estaban felices por su reconciliación, y los miraban divertidos cuando se prodigaban arrumacos y besos que era cada vez que se cruzaban entrando y saliendo de la casa sacando más víveres y bebidas para aquellos pequeños diablillos que no parecían tener parada ni fondo en sus estómagos. Gonzalo se aproximó a ellos y se sentó sobre la barandilla de piedra recostándose en la columna a descansar algo del trajín mientras charlaban deleitados. Irene lo observó desde la cocina mientras preparaba la tarta, estaba guapísimo y se sintió de nuevo plenamente feliz como antaño. El la descubrió observándolo y le sonrió feliz guiñándole un ojo cariñoso, ella le sonrió encandilada. Era el hombre más tierno y dulce del mundo. -¡¡La tarta!!- anunció sacándola al jardín, los niños se arremolinaron a su alrededor eufóricos. Pati apagó las velas de un solo soplido y todos la felicitaron entusiasmados. Irene les llevó un par de raciones a sus suegros y a Gonzalo después de repartirla entre los pequeños -Gracias, hija; todo está de maravilla- contestó satisfecha Edurne, la madre de Gonzalo -Siéntate un poco aquí, linda- la invitó entrañable Paco, apartándose de su esposa dejándole un hueco entre ellos -¡¡Mami, los regalos ya!! ¡¡Vamos!!- indicó ansiosa Pati sin permitirle sentarse, se miraron los tres entrañables y se rieron divertidos. Irene acudió a la llamada de su hija y comenzó a entregarle los regalos que se fueran amontonando sobre la mesa de hierro del jardín bajo el gran árbol que lo presidía. Ella los abría ansiosa rompiendo el envoltorio, todos la entusiasmaban; realmente era como su padre: siempre conforme con todo y encantada por cualquier detalle que agradecía satisfecha y alegre. Acabado el desenfrenado ajetreo de los regalos, ellos volvieron a sus juegos e Irene a lado de su esposo; se recostó contra su cuerpo mientras él la rodeaba amoroso con sus brazos por la cintura besándola ardoroso en el cuello. Charlaban amenos los cuatro cuando sonó el timbre de la puerta -¿Esperas a algún niño más?- le preguntó intrigado Gonzalo -No, debe ser alguna mamá que ya viene a recoger el suyo- Gonzalo examinó su reloj -Pero aún es temprano- expuso desinteresado mientras Irene se movía para ir a abrir; la detuvo su suegro -Voy yo, cielo; déjate estar- repuso levantándose- quiero moverme algo o me anquilosaré en este balancín- bromeó mientras entraba en la casa dejándolos riéndose divertidos. Gonzalo la besaba nuevamente amoroso en los labios cuando regresó su suegro -Son amigos tuyos, corazón- le expuso entrañable; se encontraron con Rodrigo y Carla que les sonreían al verlos así juntos. Gonzalo al instante de ver a Rodrigo, tensionó los brazos alrededor de la cintura de Irene aprisionándola más fuerte contra él. Irene le acarició tiernamente los brazos intentando calmar su rigidez y no hizo ningún amago de separarse de él para demostrarle que no le importaba nada su presencia. -¡Que sorpresa!- repuso amable Irene sonriéndoles amistosa, ellos los observaban y se notaba que se alegraban de verlos juntos de nuevo- ¿Qué hacéis aquí? -Me dijiste que hoy era el cumpleaños de la princesa y no podía pasar sin traerle nuestro regalo- expuso feliz Rodrigo sin dejar de sonreírles. Carla se acercó a ella y la besó cariñosa en las mejillas -Hola cielo, me alegro de veros tan bien- repuso llena de dicha y ellos dos le sonrieron agradados -Es Carla, amor- se la presentó a Gonzalo- él es mi marido, Gonzalo -Lo suponía, cielo- contestó ella divertida y también se besaron amistosos en las mejillas -Y él es Rodrigo, mi jefe- le dijo cordial a Gonzalo; Rodrigo dio un paso adelante y se estrecharon la mano, él sonreía amistoso y desenvuelto pero el estrechamiento de manos fue tenso, demasiado esforzado y muy leve por parte de Gonzalo. Rodrigo sonrió con una leve mueca cínica volviéndose rápidamente hacia las escalinatas del porche cuando Gonzalo le soltó tan bruscamente la mano -¡¡Princesa!! ¡¡Feliz cumpleaños!!- llamó animoso a la niña mostrándole todos los paquetes que traía, una gran bolsa en su brazo colgada y una caja envuelta en vivos colores; la niña corrió entusiasmada a sus brazos -¡¡Tío Rodrigo!!- gritó feliz abrazándose a su cuello besándolo cariñosa en las mejillas- ¿Todo eso es para mi?- preguntó sorprendida -¡Claro!- repuso él entusiasmado- Abre primero estos- le entregó la bolsa, la niña obedeció ilusionada extrayendo las cosas que traía en ella -Una camita de perrito, un comedero, una bolsa de comida de perrito…- iba nombrando mientras quitaba las cosas de la bolsa, miró con ojos expectantes a Rodrigo pegando saltitos eufórica delante suyo- ¡¿Qué hay ahí, tío Rodri?! ¡¡Dime que traes en esa caja!!- él rió satisfecho y le abrió la caja mostrando un cachorrito de perro, la niña gritó feliz- ¡¡Un perrito!! ¡¡Mira papi, un perrito!!- se abrazó tremendamente dichosa al cuello de Rodrigo besándolo sonoramente en la mejilla- ¡¡Gracias, tío Rodri; era el regalo que más quería!!- él sonreía lleno de felicidad y satisfecho. Todos los observaban sonriendo entrañables y alegres por la emoción de la pequeña- ¡¡Lo llamaré Pluto!! -¿Os preparo algo o te lo preparas tú?- ofreció Irene amistosa a Carla que le sonrió cariñosa -No te molestes, nos tenemos que ir ya- contestó raudo Rodrigo pero salió al patio y se enfrascó feliz en jugar con los niños. Carla lo miraba resplandeciente cuando notó que Irene la miraba intrigada -¡¡Nos vamos a pasar el fin de semana juntos!!- expuso entusiasmada con los ojos brillantes de la emoción tomándole las manos cariñosa a Irene -¿A dónde?- preguntó cordial -¡¡Eso que importa, cielo!!- expuso rutilante- ¡¡La cuestión es que me invitó a mí Irene, a mí!!- y rieron alegres, hasta Gonzalo sonreía divertido- ¡¡Oh, cielo; tenemos que hablar!! ¡¡Tengo tantas cosas que contarte!! ¡¡Está tan cambiado últimamente!!- la miró a los ojos fijamente, además de esplendorosamente feliz parecía muy agradecida- Creo que todo os lo debo a vosotros dos- Gonzalo la miró extrañado y ella le sonrió amigable- sí cielo, a ti también- le dijo acariciándole dulcemente la mejilla- ¡¡Tengo que tomarme un chupinazo!!- añadió de pronto sofocada metiéndose en casa. -Parece muy entusiasmada- bromeó jocoso Paco riéndose divertido -Si conociera a mi jefe lo entendería, abuelo- contestó cordial Irene con un deje de tristura que hizo que sus suegros la miraban extrañados- Es un hombre abrupto, seco, cortante, de convivencia nada agradable… Le hizo pasar a la pobrecilla las de Caín sin merecerlo- explicó apenada, ellos la miraron sorprendidos mientras Gonzalo la abrazó aún más contra él besándola en el cuello reconfortándola terriblemente

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