domingo, 9 de marzo de 2014

Él se quedó sentado sobre la cama, pensativo, su rostro estaba desolado y pesaroso mirando la puerta por donde ella había huido llorosa. Apagó el cigarrillo y entró en el baño, ella lloraba sentada en la tapa del lavabo sujetando sus piernas con sus manos y la cara hundida en sus rodillas. Abrió el grifo de la bañera y dejó que se llenara yéndose de la estancia, regresó con dos vasos llenos de whisky que dejó en el rebose de la bañera y cerró el grifo. Se acercó a ella y le ofreció la mano amable -Ven, un baño relajante te sentará bien- le habló cordial, hasta sonaba algo cariñoso; Irene lo miró a los ojos y él le sonrió entrañable. -Debo ir al trabajo, pronto serán las tres- expuso desalentada -Soy tu jefe y te permito llegar tarde hoy- comentó agradable. Ella aceptó su mano y la guió dentro de la bañera después de entrar él, la recostó contra su cuerpo mientras la rodeaba con sus piernas. Le entregó uno de los vasos y bebieron en silencio; los chorros del hidromasaje y el agua caliente la estaban serenando. -¿Cómo puedes ser tan insensible?- murmuró apesadumbrada, él le acarició el pelo suavemente -No soy insensible…- respondió sereno acariciándole el pelo y besándola en la sien- ya te dije antes, soy realista; en mi trabajo veo diariamente que eso del amor es una sarta de mentiras y engaños, nadie hace nada por nada- se quedó callado un momento- Todo el mundo busca algo de la otra persona: seguridad, compañía y, sobre todo, el dinero del otro- volvió a beber de su vaso- Unos se conforman con vivir en “dulce armonía de pareja”- habló sarcástico de nuevo riéndose burlón- Otros prefieren asegurar firmando ese documento inservible llamado “matrimonio”…lo veo dos o tres veces al día todos los días- miraba los hielos bailar mientras los hacía girar en su vaso- Pero no soporto cuando hay crios en medio- añadió ensombrecido- Los usan de moneda de cambio, una forma de chantaje hacia la otra persona; sin importarles en lo que sienten o piensan ellos- volvió a quedar callado- un simple bulto que anda de un lado para otro como una pelota que nadie quiere realmente pero muy valiosa a la hora de reclamar dinero- hablaba atormentado, abatido; se le oía realmente entristecido. Irene lo miró a la cara, estaba mirando fijamente al vaso con un semblante ensombrecido y los ojos vacíos y muy tristes ¿qué rayos le había ocurrido a aquel hombre para tener tanto rencor y dolor dentro? El reaccionó, la miró a los ojos borrando aquella tristura de repente de ellos y le sonrió entrañable- ¿Ves? No soy tan insensible como piensas- bromeó sarcástico -Gonzalo y yo nunca le haríamos eso a Pati; para los dos, ella es lo primero- expuso categórica y sincera, él le volvió a sonreír afectuoso pero no repuso nada- Y referente al amor ¿nunca has sentido cómo otra persona llena toda tu vida? ¿Qué tu corazón late por esa persona? ¿Nunca has sentido por alguien que ella es la que calma tus miedos y tus tristezas? ¿Y que buscas su compañía en los momentos más felices y dichosos?- percibió en su rostro y en su mirada que pensaba en alguien -¿Y eso es amor?- ella asintió con la cabeza y él la miró irónico- ¿Y es necesario vivir eternamente junto a ella? ¿O es necesario que firme un papel en donde digo que siento eso?- la miraba inquisitivo, ella se sintió confundida -No es necesario- contesto dubitativa- pero lo quieres así… deseas pertenecer a esa otra persona y sentir que ella te pertenece a ti -¿Y si quiero estar con esa persona, me gusta estar con esa persona, pero deseo estar con otra de vez en cuando?- sonrió burlón- ¿Es tu caso, no? Explícame porque, luego, has mandado todo al diablo- ella no contestó- Por eso es mejor estar solo y no comprometer a otras personas, sientas lo que sientas por ella- comentó seguro y decidido- ella siempre estará ahí cuando la necesites pero no le harás daño con tus decisiones -Le haces daño igual Rodrigo- repuso contundente y él la miró intrigado- Esa persona sufre igual… casado con ella o no; si ella también te quiere, está sufriendo por tu proceder y humillación -¡Ya está bien de cursilerías!- gruñó irritado, se levantó bruscamente de la bañera y salió envolviéndose en un albornoz colgado tras la puerta del baño. Irene se recostó en la bañera intrigada: había huido arrepentido ¡había alguien que le importaba! ¡Y parecía que mucho! Cuando a su lado, ya estaba vestido; la besó dulcemente en la frente para asombro de ella -Tómate la tarde libre, no te necesito en la oficina; nos vemos lunes- le habló tierno y se fue dejándola desorientada; le había tocado la fibra sensible ¡tenía corazón y ella se lo había hecho notar! Rió dichosa y se hundió recreada en el agua. A las seis fue a casa de sus suegros. Estuvo media hora delante de la puerta sentada en su coche intentando coger fuerzas para enfrentarlos. Se sentía avergonzada, mortificada por hacerles daño y hacérselo a su hijo; eran unas personas tan maravillosas como él y ella se sentía menos que una basura. A través del ventanal de la sala vio jugar a Gonzalo con Pati, la cogía en brazos y la giraba haciéndole cosquillas en su barriguita, ella reía a carcajadas, feliz. Sonrió al ver la entrañable estampa y se decidió a salir del coche, cruzar el jardín y llamar, estando él era distinto. Pero para su sorpresa, abrió su suegro y Pati -¡Hola mami!- se lanzó a su cuello -Hola cielo- la besó en las mejillas, él la miraba cariñoso como siempre, no parecía reprocharle nada y ella se sintió aún peor aunque le sonrió dulcemente- Hola Paco ¿cómo va? -Bien, hija, como siempre- le habló cariñoso sin dejar de sonreírle, Irene sintió un nudo en la garganta ante su muestra de cariño -¿Y Edurne?- logró decir aunque notaba que sus ojos se llenaban de lágrimas -Bien también, siente no poder saludarte pero está recostada; las pruebas de ayer la baldaron- explicó tierno -¿Pero se encuentra bien verdad?- se preocupó, llevaba mal un tiempo y no encontraban la razón de su malestar -Sí, no te preocupes; la pincharon en las rodillas y hoy le duelen bastante; por eso se recostó toda la tarde pero está bien -De acuerdo, pero no olvide llamarme si me necesita por favor- se ofreció sincera, él le sonrió cariñoso- ¿Nos vamos corazón? -Dice Gonzalo que mañana la tengas preparada a las once, que pasará a recogerla- expuso amable besando a la pequeña- si no tienes inconveniente, claro- añadió dudoso -Claro que no, la tendré lista- se sonrieron cordiales y tomó la mano de su hija- No olvide avisarme si necesita algo -Lo haré hija, tranquila; adiós mi muñequita, nos vemos mañana -Adiós abuelito… espera mami- se soltó de pronto de su mano y regresó a dentro- Otro beso papi- la oyó decir; Gonzalo estaba en la sala y ni quisiera verla, le dolió tanto que creyó que el corazón se le iba a romper en mil pedazos. Regresó la pequeña y se fueron a casa. No podía dormir, la cama estaba fría y vacía sin Gonzalo; pasó la mano tiernamente sobre la almohada de él. La olió, aún olía a él y se la cambió por la de ella. Fue al cuarto de Pati donde dormía placidamente y la recogió en brazos llevándosela a su cama, lloró desconsoladamente mirando dormir a su hija y por fin el sueño la venció. La despertó con sus saltos en la cama -¡¡Que bien he dormido aquí!!- gritaba eufórica, ella le sonrió cariñosa -No grites Pati- le dijo amorosa -¿Te duele la cabeza hoy también?- ella asintió- ¡Pues ahora papi ya no está!- le notificó decidida bajándose y yéndose corriendo a su cuarto ¿asimilaba su dolor de cabeza a la presencia de su padre o eso se lo dijera Gonzalo? ¡Que más daba! Se levantó y bajó a preparar el desayuno. Ya la tenía preparada y le había alistado su mochila con ropa para el fin de semana cuando llamaron al timbre, bajó a abrir, era Gonzalo. Su primera reacción era besarlo, pero se detuvo confundida al dar dos pasos hacia él; él también parecía desconcertado sin saber muy bien como actuar. -¿Cómo has llamado? ¿No tienes tus llaves?- preguntó extrañada, él sonrió confuso -Ya no es mi casa, Irene; te debo un respeto- ella lo miró confundida ¿un respeto? ¿Y lo que ella le había hecho no había sido faltarle al respeto?- Pasa, ya está lista -Si está lista prefiero no entrar- expuso incómodo -Como quieras- se volvió -¡Pati, papi ya está aquí!- la llamó amorosa, ella bajó rauda las escaleras echándose a los brazos de su padre que la recogió encantado besándola y sonriendo dichoso. Estaba tan guapo con aquel jersey de lana y los vaqueros, parecía algo ojeroso, pero atractivo como siempre y aquella sonrisa sincera y alegre enseñaba sus dientes perfectos y blancos- Espera Pati, la mochila- repuso cuando lo oyó decir que se iban y subió a buscarla ella misma. El también la observó mientras subía las escaleras; estaba preciosa con unos simples vaqueros, siempre estaba preciosa, pero cuando llevaba el pelo así, suelto y revuelto, estaba arrebatadora. Regresaba trayendo también el osito de Pati- ¿No llevas a Rolfo? ¡Dormirás en casa de papi!- la avisó tiernamente, la niña recogió el osito abrazándolo, aún estaba en brazos de su padre y él recogió la mochila -No tiene casa, vamos a dormir en casa de los yayos ¿verdad?- explicó reveladora, él le sonrió cariñoso- Pero va a buscar una que yo elegiré ¿verdad? Y va a ser en la playa ¿a qué sí?- hablaba zalamera como cuando quería algo -Anda, vámonos- repuso él entrañable, la miró y se sonrieron cordiales- Mañana a las nueve te la traigo ¿está bien? -Por mi sí, pero ¿no será algo tarde?- ya se alejaba por el jardín -La traeré lista para acostarse, no te preocupes- indicó ya junto a su coche y se quedó mirándolos mientras Gonzalo la sentaba en su sillita y se acomodaba al volante. Sintió un gran vacío de pronto al ver marcharse el coche. Se centró todo el día en limpiar profundamente la casa, quería estar ocupada y no pensar. Pero a las nueve de la noche ya no tenía nada que hacer, se sentó en el sofá fumando un cigarrillo tras otro. La casa estaba demasiado silenciosa, vacía y fría… muy fría y muy vacía… demasiado silenciosa. Parecía que se achicaba, se le estaba viniendo encima faltándole el aire. Recogió su abrigo y salió de la casa apuradamente. Sin darse cuenta estaba delante de la casa de sus suegros. El coche de Gonzalo estaba aparcado delante del jardín, las luces de la casa estaban encendidas pero no se veía a nadie. La ventana abuhardillada del piso superior que era la habitación de soltero de Gonzalo también estaba iluminada. ¿Estaría acostando a Pati? ¿Estaría él también ya acostado? ¿O se estaba cambiando para salir? ¿Salir a dónde y con quién? Se dio cuenta que se estaba crispando de los celos -¿Qué haces aquí, Irene?- se reprendió enfadada en voz alta- ¡No te importa, tú así lo has querido!- encendió de nuevo el coche y se alejó calle abajo. Gonzalo reconoció el sonido del motor del coche de Irene, apartó curioso la cortina y la vio alejarse quedando confundido. -¿Qué miras papi?- indagó curiosa Pati acostada en la cama del dormitorio de soltero de su padre -Nada cielo- repuso regresando a su lado -¿Vas a dormir aquí conmigo?- le preguntó deseosa -No, dormiré en el cuarto de a lado; ya eres una niña grande para dormir conmigo- expuso cariñoso -Pues yo dormí con mami- expuso satisfecha -¿A sí? ¿Y luego? ¿Durmió sola?- indagó interesado -¡Claro, tú no estabas papi!- expuso resuelta la pequeña, él sonrió divertido por la claridad de su pequeña- Y no durmió sola, durmió conmigo ¿No te lo acabo de decir?- impuso fastidiada, él rió encandilado -Anda, duérmete ya que me quiero acostar también- la besó en la frente y la arropó, apagó la luz saliendo del cuarto y se metió en su cama. Recostado, con la cabeza sobre su brazo pensaba a qué podía haber venido Irene a casa ¿No se fiaba de que cuidara bien a su hija o qué? ¿Y a dónde iba ahora? ¿A encontrarse con él? Un fuerte dolor en el pecho le sobrevino, parecía que se le partía algo dentro. Cierto, Irene subía en el ascensor hacia el apartamento de Rodrigo ya. Le abrió enroscado en un toallón aún empapado y la miró asombrado al descubrirla allí -¡¿Qué haces aquí?!- preguntó intrigado, ella entró en el piso sin esperar invitación -Gonzalo se llevó a Pati y la casa se me caía encima, estaba demasiado vacía y…- se calló de repente al ver aparecer a una mujer despampánate envuelta en otra toalla; una mulatita con un cuerpo increíble, de grandes pechos y unas piernas de infarto; su pelo súper liso negro como el azabache que le llegaba a mitad de la espalda y unos increíbles ojos grises grandes que la miraban fijamente. Estaba tan confundida como ella- Creo que no debí haber venido, siento haberos molestado- repuso abochornada -Eso pasa por venir sin llamar o sin ser invitado- aclaró rotundo él detrás de ella, la mujer le recriminó con la mirada y él cambió el tono al presentarlas, volviéndose más entrañable- Carla Irene, Irene Carla- se sentó en el sofá mirándolas -Voy a vestirme- repuso Carla con una voz preciosa, acaramelada y dulce -¡¿Por qué?! Seguro que se va en seguida ¿verdad Irene?- comentó déspota Rodrigo, Irene se sentía rechazada y dolida -¡Eres increíblemente insoportable!- expuso la mujer irritada- encantada de conocerte- le sonrió entrañable pero ella no supo que decir, estaba realmente ofuscada -Lo siento, de verdad; no quería molestarte- se disculpó a Rodrigo ruborizada -Ahora ya estás aquí- repuso fastidiado- ¿quieres tomar algo?- se levantó y se dirigió al mueble bar sirviendo dos whiskys y una ginebra con tónica- pero siéntate, no te quedes ahí de pasmarote- repuso mirándola aún de pie en medio del salón ella se sentó en el sofá, apareció la mujer con un vestido rojo ceñido que le quedaba de ensueño y un escote prominente en V que mostraba hasta casi el ombligo. También se sentó en el sofá cruzando sus hermosas piernas subiéndose el vestido casi hasta más de la mitad del muslo- Toma, lo tuyo de siempre- indicó amable Rodrigo entregándole el gin tonic, ella le sonrió agradecida mostrando una sonrisa muy bonita; a ella le entregó el whisky y se sentó enfrente a las dos en el tercer sofá bebiendo tranquilo del suyo. Parecía conocerla bastante bien ¿cuánto tiempo llevarían juntos? -Así que tú eres Irene- le dijo cariñosa Carla, ella se sorprendió de que supiera de su existencia, se dio cuenta de su sorpresa- El no te habló de mí ¿verdad? -¡No voy por ahí dando una lista de mis amistades!- repuso él molesto -No te sulfures que era broma- le regañó ella dulcemente, él le sonrió cariñoso. Volvió a sonar el timbre -Hoy es la noche de las visitas inoportunas por lo que parece- comento molesto levantándose para ir a abrir -¡Tú siempre tan amable!- le reprochó Carla y él rió divertido abriendo la puerta -¡¡Vaya la que faltaba para acabar la fiesta!!- increpó irritado, ellas vieron entrar a una mujer rubia que traía cara de muy pocos amigos- Podemos montárnoslo los cuatro: ¡¡con tres mujeres a la vez, aún no probé nunca!!- añadió sarcástico sonriendo irónico

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