sábado, 29 de marzo de 2014

-No, no, no mi ángel… no te pares ahora- gimió apremiado cuando Irene se detuvo ante la insistencia del teléfono -Debes contestar Rodri, puede ser algo importante… -¡Da igual; ya volverán a llamar!- expresó acelerado sujetándole la cabeza e intentando obligarla a seguir pero ella se repuso enderezándose -¿Y si pasó algo con los niños Rodrigo?- le reprochó inquieta -Están con Diego y confío plenamente en él amor, nunca permitirá que algo les pase- expresó impaciente y, tomándola por debajo de los hombros, la izó apoyándola contra las baldosas del baño y la penetró poderosamente provocando en ella un gemido de extremo placer al tiempo que ella le rodeaba con sus brazos el cuello. Rodrigo empezó a embestirla frenético con arremetidas rabiosas y delirantes guiándola en sus acometidas por los glúteos. Era tan arrebatadoramente furioso que ella pronto gemía grandiosamente a las puertas de un extraordinario orgasmo que estaba a punto de alcanzar- déjame verte la carita mi ángel, me encanta mirarte a los ojos en este preciso instante- le susurró deseoso al oído y ella obedeció sonriéndole dichosa mientras, mirándose amantes a los ojos y gimiendo impetuosos, al unísono alcanzaron aquel asombroso y delicioso frenesí que reventó en sus interiores y los hizo vibrar impetuosos ante su enérgica descarga extendiéndose por todo sus cuerpos en un fuego esplendoroso. Rodrigo atrapó arrebatado la boca de Irene para apresar gustoso aquellos restos de placer que exhalaba en intensos gemidos deleitándose en saborearse complacidos. Volvía a sonar insistente el teléfono -Rodri…- musitó Irene mientras él seguía degustando deleitado su boca -Vale, ya contestó- repuso desganado desmontándola de él y salió de la ducha dirigiéndose al dormitorio- espero sea algo muy, muy importante- lo oyó protestar mientras también ella salía del a ducha -Lo siento colega, sé que te prometí dos horas pero debemos regresar ya; tu hijo está frota que frota la oreja y dice Pati que es porque tiene sueño- repuso Diego entre guasón y burlón, Rodrigo rió divertido -Tranquilo, puedes regresar cuando quieras, pero que sepas que me debes media hora- comentó alegre y lo oyó reír jocoso -Vale, no hay problema; en diez minutos estamos ahí- cortó la comunicación y Rodrigo rió ameno, apareció Irene envuelta en un gran toallón verde -¿Quién era?- preguntó curiosa al verlo reírse tan recreado -Mi hermano avisando que tienen que regresar ya, al parecer Diego no para de refregarse la oreja- se sonrieron entrañables, se besaron dulcemente los labios y se vistieron cómodos para estar por casa. Cuando los oyeron entrar, ya estaban en la cocina preparando la cena entre los dos entre mimos y arrumacos. Diego traía en brazos al pequeño -Se quedó frito en el coche- expuso divertido y ellos le sonrieron cariñosos; Irene acudió a ayudarlo -Trae que lo acuesto- le dijo dulcemente pero él se lo retiró firmemente -¡De eso nada, que pesa! ¡Tú debes cuidarte y no coger pesos! Lo llevo yo- repuso rotundo y cariñoso, ella le sonrió afectuosa y subieron a acostarlo. Observó enternecido apoyado en el quicio de la puerta como lo desnudaba y le ponía el pijama de ositos sin dar ni el menor atisbo de despertarse; en cada gesto con el pequeño, se apreciaba la dulzura y la ternura de aquella mujer. Lo arropó amorosa y lo besó en la frente, recogió la ropa sucia y la echó en el cubilote que había en el baño del niño. Luego se acercó a Diego que observaba ensimismado a su sobrino dormir placidamente, le acarició tiernamente los brazos que él cruzaba sobre del pecho -Gracias por este maravilloso ratito que nos permitiste disfrutar; no es fácil conseguir algo de intimidad con los niños por aquí y menos con Diego siempre pegado a mis talones- agradeció dulcemente, él sonrió agradado y bonachón -Por mi hermano hago lo que sea preciosa- expuso apasionado, Irene pudo sentir el gran amor que se procesaban; él la besó en la frente- Cuando deseéis un poco de intimidad o salir a divertiros, solo tenéis que llamarme y yo me quedaré con ellos gustoso y sin problemas- se sonrieron amorosos, ella lo besó cariñosa en la mejilla y, pasándole tiernamente su brazo por los hombros de Irene, regresaron a la cocina. Rodrigo hablaba animado con Pati, le decía con ternura que tendría que preguntárselo a su madre, cuando entraron en la cocina; Diego aún la llevaba sujeta cariñosamente por los hombros con su brazo y Rodrigo, al verlo, se calló al instante clavándole una mirada agresiva a los ojos de su hermano que apartó rápidamente su mano del hombro de Irene -Ey tranquilo ¿eh? que era solo un gesto cariñoso- repuso prevenido -Pero, por si acaso, no te tomes muchas confianzas; con Irene no- replicó cortante pero su hermano sonrió divertido sentándose a la mesa mientras Irene los miraba desconcertada sin comprender muy bien que había ocurrido -Mami, le estoy diciendo a papi si mañana puedo invitar a pasar el día con nosotros a Hugo- Irene la miró confundida, lo había llamado papi con una facilidad y sencillez pasmosa- Me va a ayudar a configurar el ordenador y pasarme algunas cosas- exponía inquieta por el silencio de su madre -Claro que puede venir, cielo- repuso finalmente acariciándole dulcemente la mejilla; ella sonrió dichosa -¡Me voy a avisarle y a estrenar “mi” baño nuevo!- expuso entusiasmada remarcando feliz el posesivo provocando las risas divertidas de ellos -Baja pronto que la cena está lista- le indicó pero ella ya saliera por la puerta de la cocina que daba al recibidor y subía las escaleras. -¿Te quedas a cenar hermano?- invitó entrañable Rodrigo a su hermano ofreciéndole una cerveza del refrigerador y se sentó junto a él; aquel breve pero tenso momento de hacía unos segundos entre ellos parecía que nunca había ocurrido confundiendo aún más a Irene -No debía, tengo una rubia despampanante esperándome a las once…- expuso animado examinando su reloj- ¡¡pero eso huele que apetece y hace años que no como comida casera!!- añadió entrañable, se sonrieron amenos los tres. -Decidido, te quedas- resolvió Rodrigo y volvieron a reírse Aquel miércoles, Irene salía radiante de la consulta de su médico: estaba confirmado, estaba embarazada de apenas dos semanas. -Tengo una noticia que daros- dijo Irene interrumpiendo la charla entretenida que mantenían los cuatro durante la cena -Y yo también- comentó Rodrigo tranquilamente, los dos se miraron intrigados mientras los niños los observaban expectantes -Tú primero entonces- le invitó Irene -Mañana empiezo a trabajar en el bufete de unos socios americanos- indicó satisfecho, lo felicitaron alegremente y se sintió realmente en familia- Ahora tú- le indicó a Irene que miró tierna a Pati -Está confirmado: viene otro hermanito, cielo- aquella bomba estalló en júbilo de todos, Rodrigo la abrazó amoroso y la besó apasionado -¡Ey papi, menudo beso le das a mami!- replicó de pronto Diego, él lo miró henchido de pasión; aquellas palabras por primera vez le sonaron a música celestial: le había llamado papi por primera vez sin presiones mientras le sonreía feliz. -¿Puede haber un día más perfecto, amor?- expuso emocionado a Irene que le sonrió dichosa y se volvieron a besar amorosos. Las semanas pasaban felices y tranquilas. Aunque había empezado a trabajar en el bufete nuevo, Rodrigo no faltaba a su cita los miércoles para llevar a Diego a natación con el que iba tan orgulloso como él con su papi; no había con quien se cruzara y no le expusiera que era su papi. Rodrigo se sentía radiante con sus dos hijos, los presentara en el bufete orgulloso y presumido. A Pati, cuando la presentara como su hija mayor, le encantó y se lo agradeció con un impulsivo beso en la mejilla. El pequeño Diego fue la locura de todos con su desparpajo y elocuencia; mientras que Pati causó sensación por lo hermosa y encantadora que era; todos lo felicitaron por la bonita familia que tenía y aún se sintió más henchido y pavoroso. Pero lo que sí lo tenía loco y cada día más enamorado, era Irene. Cada día que pasaba estaba más bella, si eso podía llegar a ser posible. No creía que se pudiera disfrutar tanto con una mirada, un roce o una dulce palabra de sus labios. Le encantaba cuando, estando enfrascado con algún trabajo en la sala, ella aparecía silenciosamente por su espalda y lo abrazaba amorosa besándolo tierna en la mejilla para luego alejarse de nuevo y dejarlo trabajar; él sentía como se le erizaba la piel de la nuca al sentir sus brazos alrededor de su cuello y el dulce roce de sus labios sobre su mejilla dejándole una sensación maravillosa imposible de comparar a nada. O simplemente, cada mañana después de ducharse juntos, estarse arreglando con ella a su lado maquillándose mientras charlaban del día que les esperaba, para él era empezar los días de manera espectacular. Cuando coincidían en los pasillos del juzgado, corría a abrazarla y se besaban embelesados y apasionados ante la mirada asombrada de los presentes; mientras acariciaba amoroso su vientre que empezaba a apreciarse. La gente sonreía divertida al verlos, Teresa lograba separarlos a duras penas mientras reía amena. Luego, en la tranquilidad y placidez de su dormitorio, se entregaban ávidos y deseosos llegando siempre a una fantástica complacencia y satisfacción. La nueva vida que Rodrigo estaba descubriendo llena de excelentes sorpresa en convivencia con su familia y que lo tenía encantado, no eran a comparar con lo que vivía con el embarazo de Irene. Al principio era como una quimera: sí, estaba embarazada y realmente le había emocionado la noticia; pero lo más increíble fue cuando empezó a crecer su pancita y oyó el corazón por primera vez de su hijo en la consulta del doctor, lo embargó un gran amor por aquella criatura, un pedazo de él crecía dentro de la mujer que amaba y oía su corazón latir alto y fuerte. Lo más fantástico e increíble fue sentirlo moverse por primera vez, aquello sí que ya no era una quimera ni un sueño: allí estaba y se movía bajo su mano. Lo que sentía no podría explicarlo con palabras aunque se esforzara en intentarlo. Solo deseaba protegerlos a los dos y su amor por ellos aumentaba aún más. E Irene descubrió a un Rodrigo maravilloso y atento que se esmeraba en hacerles feliz a los tres. Nunca regresaba a casa más tarde de las seis, siempre recogiendo a los niños en la escuela. Ella los esperaba amorosa y sonriente en la puerta pues se saliera con la de él y a los siete meses de embarazo la obligó tajante a coger la baja laboral. Para Rodrigo no había imagen más bonita que llegar a su hogar y encontrarla esperándolos con tanto amor y ternura. Ayudaban después de merendar a hacer los deberes a los niños, yéndose luego a dar un bonito y largo paseo por los alrededores acompañados de Diego y Pluto mientras dejaban a Pati chateando o charlando con sus amigos antes de la cena. Otras veces bajaban a la cala a bañarse, ahí también los acompañaba la niña. Jugaban divertidos en el agua e Irene observaba como su pequeño cada vez dominaba espectacularmente las técnicas de natación. Auque aún era pequeño, ya querían introducirlo en un equipo del club; al final accedieron ante las presiones de los directivos y del niño que estaba entusiasmado. La casa se iba llenando de trofeos y medallas entre Pati y él tornándola aún más cálida y familiar. A Rodrigo le maravillaba descubrir como aquellos pequeños detalles como una fotografía de ellos o los niños sobre el aparador u otro trofeo en la estantería de la sala podía transformar una casa convirtiéndola en un auténtico hogar… en su hogar. Irene estaba feliz, parecía que realmente Rodrigo había cambiado; era hogareño, cariñoso con ella y los niños con los que se volcaba enormemente; y asombrosamente amoroso con su futuro bebé. Además de regresar a casa temprano, le costaba marcharse por las mañanas, la besaba a ella y a su vientre repetidamente antes de irse a trabajar. La llamaba dos o tres veces durante el día solo para oír su voz, como él decía apasionadamente. No había señal ninguna para dudar que hubiera otras mujeres, ella era la única hasta ahora en su corazón y en su cama. Pero no quería confiarse, sabía como era y su temor a que otras comenzaran a aparecer no se le borraba de su mente teniéndola prevenida en todo momento. A los ocho meses comenzaron a preparar la habitación del bebé. Rodrigo quería contratar a un decorador pero Irene se negó rotunda; ningún extraño que no la conocía de nada decoraría el cuarto de su pequeño. Entre todos la decorarían quedando maravillosa, le propuso melosa convenciéndolo al instante. Y los fines de semana pasaron a ser aún más íntimos y felices para Rodrigo preparando entre los cinco el dormitorio del bebé pues tío Diego se apuntó al instante. Entre bromas, juegos y risas acabando todos manchados de pintura, el cuarto del bebé estuvo listo en dos fines de semana. Pero para Irene, aquel caótico desorden de pintura y risas, no fue nada comparado a la elección de los muebles, aquello fue insuperable para ella. Los acompañó ilusionado tío Diego y, los dos juntos, aún eran peores que el pequeño Diego; parecían dos niños correteando por la tienda tocándolo y examinándolo todo. Todo les gustaba y todo lo querían comprar. Las empleadas reían divertidas al verlos tan entusiasmados y a ella tan abochornada intentando frenarlos en su euforia. Dormía plácidamente cuando lo despertó Irene apurada sacudiéndolo nerviosa -¡Que manera de dormir más profunda!- le increpó alterada cuando al fin abrió los ojos -¿Qué pasa cielo?- preguntó aún adormilado intentando rodearla con sus brazos -Tenemos que irnos, Rodrigo- le indicó presurosa -¿Irnos? ¿A dónde, corazón?- curioseó apagadamente, se estaba quedando dormido nuevamente -¡¡Rodrigo, ya viene tu hijo!! ¿Quieres que nazca aquí?- él abrió presuroso los ojos, se despajara de repente y la miraba asombrado -¡¿Ya, y es ahora?!- inquirió nervioso -No, va a esperar a mañana para dejarte dormir… ¿A ti qué te parece?- bromeó ella divertida levantándose torpemente de la cama e intentando vestirse; él saltó raudo también de ella y estaba vestido mucho antes de que Irene acabara. Él observaba inquieto como a veces se detenía, se encogía dolorida sujetando el vientre mientras se aferraba a la cómoda y resoplaba angustiosa. Acudió a ella acariciándole la mejilla tiernamente -¿En qué te puedo ayudar, amor?- preguntó afligido de verla sufrir y no saber qué hacer; ella le sonrió dulcemente -En estos momentos en nada, cielo; solo apura para irnos ya- le contestó amorosa acariciándolo también- avisa a Diego que venga para quedarse con los niños y despierta a Pati- se volvió a encoger resoplando dolorida, le apretaba la mano angustiosa. Él llamó a su hermano que le atendió inmediatamente pues ya estaba desconfiado y alerta por las fechas. -¡¿Ya?!- contestó ávido en cuanto descolgó- ¡Voy ahora mismo!- Rodrigo sonrió cariñoso al oírlo tan cumplidor, Diego era el hermano que cualquiera desearía tener; siempre preparado para ayudarlo sin reticencias ni excusas, si necesitaba algo, él siempre estaba allí -Pati, princesa- la llamaba delicadamente zarandeándola suavemente en el hombro. También abrió los ojos en seguida, lo miraba alertada- Nos vamos al hospital; tío Diego está al llegar -¿Mami está bien?- preguntó nerviosa -No sé cielo, se queja mucho y no sé si eso será normal- indicó alterado y la muchacha le sonrió divertida. Se levantó y acudió al encuentro de su madre que esperaba al pie de las escaleras sujetándose el vientre. La besó cariñosa en la sudorosa frente -¿Cómo vas, mami?- le preguntó amorosa -Bien, cielo; despacio pero bien- le indicó dulcemente- Cuida de tu hermano, pronto llegará tío Diego; no te preocupes, todo irá bien- Rodrigo la ayudó a bajar por las escaleras, casi la llevaba en volantas. En medio de las escaleras se tuvieron que detener, otra fuerte contracción la sacudió; esta era tremenda y gritó ahogadamente apretándole fuertemente la mano de Rodrigo. Oyeron llegar el coche de Diego que frenó bruscamente delante de la casa, Pati le abrió rauda y él observó la imagen de su hermano con rostro desquiciado sujetando a Irene encogida sobre sí misma que se sujetaba angustiosa el vientre. Corrió rápidamente a ayudarla -¿Cómo lo llevas preciosa?- le preguntó cariñoso sujetándola tierno por el otro brazo y llevándosela entre los dos al coche -¿A ti qué te parece?- bromeó ella con voz entrecortada del sufrimiento -Pues yo te veo bastante bien- contestó guasón y ella le miró rendida por la fuerte contracción sufrida, se sonrieron cariñosos y la besó amoroso en la sien- Anda preciosa, aguanta un poquito más que ya llegáis al hospital ahora mismo- le dijo tiernamente abrochándole el cinturón del coche, su hermano ya ocupaba el volante- Vete despacio, no por correr más se llega antes -¡¡Mira quien habla!! El que acaba de dejar medio neumático en el asfalto- le indicó molesto Rodrigo arrancando el coche. -¡¡Pero yo iba solo, y tú llevas a mi tercer sobrino dentro colega!!- bromeó chistoso mientras su hermano ya se alejaba

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