domingo, 2 de marzo de 2014


Preparaba la cena como todas las noches mientras sonaba una música de fondo muy suave cuando oyó abrirse la puerta de la calle y una sonrisa feliz se dibujó en su rostro
-¡¡Mami, ya llegamos!!- canturreaba la vocecilla más maravillosa del mundo recorriendo la casa hasta llegar a su lado abrazándose a su cintura
-Hola mi vida- le respondió encantada besando amorosa a su hija de cinco años- ¿Qué tal hoy en el cole?
-Muy bien- respondió resuelta quitándose la mochila de la espalda mientras su esposo entraba también en la cocina sonriendo alegre, se acercó y la besó tierno en los labios, ella le correspondió dichosa
-Hola mi amor ¿qué tal tu día?- le dijo amoroso mirándola enamorado mientras le acariciaba el rostro delicadamente
-Bien cielo ¿y el tuyo?- contestó agradada
-Como siempre, sin novedades- respondió calmoso aflojándose la corbata mientras se sonreían cariñosos
 -¿Qué hay para cenar, mami?- preguntó contenta la pequeña, ella la miró sin dejar de sonreír -¡¡Espaguetis!!- indicó entusiasmada y la pequeña rió feliz dando saltitos dichosa alrededor de su padre que revisaba el correo que Irene había dejado junto al teléfono al entrar.
-¡¡Papi, hay espaguetis!!- repetía ilusionada, él le sonrió satisfecho y dejó el correo de nuevo sobre el mesado
 -Pues, señorita, ya sabe lo que toca antes de cenar- indicó divertido mientras la recogía en brazos besándola en sus sonrosadas mejillas
 -Bañarse- respondió satisfecha abrazándose al cuello de su papá
-Eso es: bañarse- se acercó a su esposa y la besó de nuevo llevándose a la pequeña al piso superior donde la atendió después de desprenderse de la chaqueta del traje y la corbata que dejó sobre el sillón de su dormitorio.
Cuando regresaron a la cocina, Irene ya acabara de preparar la cena.
 -Ayuda a papi a poner la mesa cielo- indicó cariñosa a su hija que recogió obediente el servilletero llevándolo a la mesa donde su padre ya colocaba los platos y los vasos.
Cenaban amenos y entretenidos con la conversación de la pequeña contándoles entusiasmada su día en la escuela
-¿Mañana recoges tú a Pati o aviso a mi padre?- indicó despreocupado su esposo- Yo tengo una reunión a última hora y no sé si llegaré tarde para cenar
-Claro, voy yo; no te preocupes ¿tenéis algún problema?- le contestó dulcemente
-No, que va; solo es un inversor que llega de fuera y quiere reunirse mañana sin falta; no hay problemas- se sonrieron plácidos y continuaron cenando.
Como cada noche, mientras la pequeña se entretenía en la sala, ellos recogían juntos la cocina. Después, Irene cargaba a su pequeña en brazos llevándosela a su cuarto y le leía un cuento metida en su camita con ella mientras su esposo se encargaba de cerrar la casa y apagar las luces. Gonzalo venía a darle las buenas noches a su hija besándola con ternura en la frente y se iba a duchar mientras Irene continuaba con el relato hasta que Pati caía rendida durmiéndose en seguida.
Al salir del dormitorio de Pati, se encontró con su esposo que salía del baño ya duchado y con un pantalón del pijama solamente. Se besaron apasionados en el pasillo
 -No tardes- le susurró amoroso antes de meterse ella en el baño. Entró en el dormitorio tras ducharse llevando un corto camisón de seda salmón encontrando a Gonzalo ya en la cama recostado sobre el cabecero leyendo informes. Era atractivo, con su pelo castaño muy claro ondulado y bien cortado; su rostro masculino de mandíbulas cuadradas, con sus bellos y alegres ojos color miel con tonalidades verdes oliva, su nariz afilada y súper recta con aquella boca bien formada de labios carnosos. Aunque no era aficionado al ejercicio, tenía un cuerpo nada despreciable, fornido y bien formado. Se cabalgó sobre sus piernas retirándole de las manos los papeles que dejó caer al suelo.
 -Ya está bien de trabajo por hoy- expuso rotunda acariciándole su pecho velludo mientras él sonreía dichoso, jugueteó provocadora con sus labios sobre los de él- ¿O prefieres los papeles a mí?- expuso mimosa y él la atrapó entre sus brazos
 -Nunca- respondió categórico acostándola sobre la cama y cubriéndola con su cuerpo mientras se besaban ardientes. Hicieron el amor tiernamente, entregados y complacidos quedando plenamente satisfechos durmiéndose seguidamente.
A la mañana siguiente, desayunaban juntos como siempre antes de que él se fuera al trabajo y ella preparara a la pequeña para llevarla a la escuela de camino a su trabajo en unas oficinas de abogados donde era secretaría.
Eran un matrimonio feliz. Después de seis años de matrimonio se querían igual que el primer día y estaban tan enamorados como durante sus dos años de noviazgo.
-¿Sabías que se va Don Marcelo?- le comentaba su compañera y gran amiga Teresa mientras comían en la cafetería
-No, no me había enterado ¿y eso?- indagó curiosa
-Se retira, dice que está ya cansado de pelearse con los fiscales- se rieron divertidas
-¿Y quién ocupará su lugar?
-¡Ni idea, chica!- expuso desconcertada- Aún no han hecho la reunión y no se sabe nada de quien puede ser su sustituto
 -Bueno, sea quien sea a nosotras no nos afectará- repuso serena pero observó que su amiga la miraba inquieta- ¿O sí?
-Bueno, no sé… Pero algún movimiento interno puede haber- expuso intranquila
-¿A qué te refieres?- también la había puesto nerviosa a ella
 -A cambios de posición- explicó amena- Puede que nos cambien de lugares y varíen nuestros despachos
 -¿Pero no despedirán a nadie, verdad?- indagó intranquila
 -¡¡No mujer, eso no!!- replicó tajante, ella respiró tranquila
-Pues entonces el resto no importa; que más da trabajar en uno u otro puesto… a mí con que me sigan pagando mi sueldo y poder hacer frente a la hipoteca, el resto me da igual- resolvió despreocupada continuando con su comida
 -Pero yo estoy tan bien con Marga- expuso melancólica y se rieron divertidas- ¿Y tú qué tal te llevas con Velasco?- ella miró a su amiga sorprendida
-Bien ¿por qué?
-¡¡Parece tan serio y callado!!- expuso disgustada e Irene sonrió divertida- ¡¡Está para comérselo, eso sí!!- añadió encandilada- Pero, chica, es tan formal y reservado que hasta parece antipático- se rieron explayadas
-No que va, así que tratas con él es muy majo- repuso sonriendo amistosa, su rostro le acudió a su mente: su pelo negro como el carbón con las sienes ya algo canosas a pesar de no tener más de 36 ó 37 años; aquellos ojos tan negros y profundos que parecían traspasarla cuando la miraba fijamente, su boca perfecta con labios algo gruesos y carnosos rodeados de aquel bigote con perilla tan bien cuidada y tan negra como su cabello. Cuando sonreía, torcía la boca hacia la derecha, pareciendo más una mueca burlona que una sonrisa; pero era muy atractivo… Sintió un estremecimiento que le recorrió la espalda erizándole la piel, turbándola -¿Te ocurre algo?- indagó su amiga al verla tan azorada
-No, debió cogerme el frío- se excusó confundida esquivando la mirada de su amiga y centrándose en su plato
 -¡¡El tiempo está tan loco!!- indicó ella convencida siguiendo también con su almuerzo- A ver, dime tú: ¿es normal este calor en Noviembre? ¡Y después las noches tan heladas!...- seguía hablando pero Irene no la atendía, pensaba que no se sintiera tan alterada al pensar en un hombre desde la universidad; cuando en la cafetería Soledad le presentara a Gonzalo, su esposo. Aquel muchacho tan atractivo, tan alto y tan alegre que le hacía reír siempre. Sonrió dichosa al recordar como él se sonrojara cuando Sol, sin tacto ninguno, lo presentara como “el tío más loco por ti de toda la facultad”- ¿Me estás oyendo?- le interrumpió sus pensamientos su amiga, Irene la miró confusa- ¡¡Chica!! ¿Dónde estabas?- le sonrió entrañable
-En la universidad, conociendo a mi marido- expuso orgullosa y ella le sonrió divertida- ¿Qué me decías?
-Que ahí viene tu jefe- le expuso mirando hacia fuera de la cafetería, ella siguió su mirada y lo vio pasar a través del cristal- Dirás lo que quieras, pero mira que es serio y ceñudo- añadió molesta. Con paso apurado y una mano metida en el bolsillo del pantalón mientras en la otra sostenía el maletín; serio y abstraído se dirigía al bufete. Irene sintió un nudo en el vientre y el corazón le latió apurado al verlo, suspiró profundamente para recomponerse. Su amiga la miró desconcertada por su tremendo suspiro
 -Me tengo que ir ya, Teresa; regresa del juzgado y no sé si me necesitará para algo- se excusó cordial mientras recogía su billetera del bolso dejando un billete sobre la mesa, ella pareció comprenderlo -Claro, no hay problema- repuso tranquilamente mirándola levantarse e irse apurada.
 Recorría el ancho pasillo enmoquetado de rojo sangre igual que los seis despachos que había a ambos lados sin puertas, solo un amplio arco de madera de caoba eran la entrada a los despachos donde se encontraban unas pequeñas salitas de espera junto a los escritorios de las secretarías colocadas estratégicamente a lado de las puertas dobles de los despachos de los abogados para impedir el paso directo de las visitas. Todos estaban vacíos, aún nadie regresara a supuesto.
 Dejó su bolso en el último cajón de su escritorio y llamó suavemente a la doble puerta esperando educada respuesta antes de entrar.
 -Pasa- respondió enérgico y rotundo. Estaba sentado ante su gran mesa frente a la puerta repleta de papeles esparcidos, la miró sorprendido y su gesto serio y con el ceño fruncido cambió de repente dulcificándose y le sonrió con su característica sonrisa de medio lado- ¿Ya has almorzado?- le preguntó extrañado, ella le sonrió dulcemente
-Sí… ¿y tú? ¿Has comido ya?- indicó cariñosa, él seguía sonriéndole y mirándola con aquellos profundos ojos con un brillo alegre en la mirada
-Sí, también; comí algo en el juzgado antes de venirme- explicó entrañable mientras regresaba su atención al documento que sostenía en las manos, ella se aproximó a la mesa
-¿Cómo ha ido el juicio?- se interesó entrañable ya ante la mesa apoyándose en el respaldo de los sillones de piel negra que estaban situados frente a él
-Bien, estaba ganado de antemano; lo que el abogado de esa mujer pedía en el divorcio no era para nada factible- explicó tranquilamente sin dejar de examinar los documentos. Cerró la carpeta y se la entregó mirándola de nuevo sin dejar de sonreírle; era tan atrayente y seductor que Irene se sintió nuevamente azorada, su corazón volvía a latirle frenético- Archívalo, por favor- ella solo movió afirmativamente la cabeza recogiéndola- ¿Qué hay para esta tarde?
-Tienes la cita con el señor Castro a las cuatro y media; tengo preparado todo sobre el caso, ahora te lo traigo- él puso cara de disgusto
-¡Me rompe la tarde completamente!- expuso molesto observando su reloj, la miró de nuevo- ¿Puedes quedarte hoy un poco más? Te necesito para acabar los informes de la reunión con la junta- solicitó amable mirándola mortificado por pedirle echar más horas
 -¡¿Hoy?!- expuso abrumada- Tengo que recoger a Pati en la escuela… te iba pedir salir antes pues Gonzalo no puede ir a buscarla.
 -¡Tráela!- aclaró alegre, ella lo miró sorprendida- Sí, se entretendrá por aquí mientras nosotros acabamos… Además, estoy deseando conocerla ¡Hablas tanto de ella!- se sonrieron amistosos- ¡Por favor Irene! ¡Necesito esos informes para mañana sin falta!- la miraba angustiado, ella sonrió complaciente
-De acuerdo- él sonrió satisfecho- saldré a las seis a buscarla y regresaremos cuanto antes
-Muchas gracias- repuso agradecido, se sonrieron cordiales- Ahora tráeme ese dichoso informe para revisarlo antes de que llegue el cliente- ella asintió y obedeció rauda dejándolo solo con el nuevo caso.
Estaba trabajando en su mesa cuando él la llamó por el interfono
-Irene ¿puedes venir un momento?- ella afirmó y entró en el despacho. Revolvía aún más los papeles de su mesa, buscaba algo ansioso y la miró preocupado- ¿Sabes dónde está el informe del caso Marconi?
-Ahí tiene que estar, yo te lo entregué- repuso acercándose a él que se recostó en su sillón para dejarle espacio para su búsqueda y ella rebuscó entre los papeles aprovechando para ponerlos en orden de paso, juntando cada informe en su carpeta. Estaban tan cerca… que percibía claramente su perfume tan embriagador y su cercanía la ponía nerviosa. Aún más cuando la miraba como lo estaba haciendo: tan fijo y penetrante que sentía como si se le clavara su mirada en la piel provocándole una agitada excitación. Por fin los encontró- ¡Aquí están!- le mostró la carpeta sonriéndole satisfecha, él seguía mirándola turbadoramente penetrante; se enderezó de repente en su sillón como si saliera de algún trance de pronto recogiendo la carpeta de su mano; sus manos se rozaron levemente, ella sintió nuevamente el estremecimiento por su espalda que le erizó la piel pero él parecía no haberse dado cuenta y siguió tranquilamente examinando el informe
-Sí, es este…- expuso calmadamente- Gracias Irene- le dijo sin mirarla siquiera, ella lo dejó solo de nuevo.
Pero sí se diera cuenta, aquel roce con su piel suave y tersa lo había alterado. Aquella mujer lo tenía cautivado y la deseaba intensamente. Aquella melena ondulada que no era castaña, ni rubia, ni pelirroja, sino una mezcla de todos los tonos donde predominaba el que el sol elegía ese día al azar; parecía tan suave y sedoso que ansiaba sentirlo entre sus dedos cuando lo observaba agitarse al ritmo de sus andares… aquellos andares tan firmes pero ligeros, que parecía danzar en vez de andar, e insonoros sobre la moqueta con sus tacones de vértigo que sostenían unas preciosas piernas aunque siempre escondidas bajo sus faldas rectas de sus serios trajes de chaquetas que apenas torneaban un maravilloso cuerpo de caderas anchas con cintura fina y pechos muy bien puestos de un tamaño medio tirando a hermoso, que atraían su mirada como un imán aunque nunca se los dejara ni siquiera entrever bajo sus camisas formales siempre abotonadas recatadamente discreta. Pero lo más atrayente y perturbador era su boca, aquella boca delineada perfectamente por un lápiz labial imperturbable todo el día, en forma de corazón de finos labios que regalaban aquellas sonrisas sinceras, frescas y amables; siempre en conjunción con aquellos hermosos ojos castaños oscuro vivarachos y alegres… Se sentía fuertemente atraído por ella, deseaba tremendamente catar el sabor de aquellos bellos labios y saborear hondamente su boca; sentir su piel tersa y desnuda vibrar bajo sus manos…

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