viernes, 14 de marzo de 2014

-Pues quien lo diría mirándolo ahora- repuso incrédula Edurne observándolo tirado en la hierba jugando con los niños -Con los niños es un hombre completamente diferente- contestó Carla apareciendo en la terraza de nuevo, les había estado oyendo y le sonreía conmovida a Irene- No sé que le ocurre cuando se rodea de niños pero cambia radicalmente volviéndose hasta casi una persona humana- bromeó chistosa y todos rieron divertidos- ¡¡Ro, toma!!- le llamó tierna mostrándole un vaso de whisky pero él solo le sonrió feliz haciéndole un gesto con la mano para que lo dejara por ahora -¡¿Podemos romper ya la piñata?!- preguntó motivado mirando con un brillo pícaro en la mirada a Gonzalo, parecía un niño grande con aquellos ojos negros tan brillantes; Gonzalo sonrió divertido y él lo dio por un sí. Jugaba con los pequeños y la piñata, haciendo unas trampas cantosas e impresionantes para que fuera Pati la que la rompiera provocando las risas de los mayores, se tiró en la hierba a por caramelos como otro niño más. Parecía muy entretenido y feliz con los pequeños pero no perdía detalle de todo lo que pasaba entre Irene y Gonzalo; cada caricia, cada beso los fichaba en su mente y le hacían sentir una pena enorme en el corazón, aquella mujer nunca fuera lo que él había supuesto: se la veía dulce, cariñosa y muy amorosa y él la tratara como otra cualquiera de sus amantes ¿A dónde podían haber llegado si la hubiera tratado de otra manera? ¿Podría haber sido él el que estaba en el lugar de Gonzalo? Probablemente, pensó y los observó tan abrazados, tan felices, tan enamorados… un pinchazo doloroso se le clavó en el corazón asombrándolo: lo envidiaba terriblemente; no, peor aún… ¡¡Estaba celoso de él!! Se fijó en Carla: aunque no era tan dulce y cariñosa como Irene, era bien amable y siempre estaba allí cuando él tenía algún problema o sufría algún bajón emocional. Se merecía algo de lo que Irene tenía a manos llenas ¿Podría él dárselo? ¿Sería él capaz de cambiar y hacerla feliz? Tenía que intentarlo al menos y las cosas parecían ir por buen camino. Se puso apresurado en pie y se acercó a ella besándola impulsivo en la mejilla; ella lo miró sorprendida provocando que él riera divertido: últimamente parecía que solo sabía mirarlo así y le hacía gracia -¿Nos vamos? El camino es largo y se nos va a hacer tarde- expuso cariñoso, ella le sonrió dichosa y lo besó dulcemente en los labios. -Tengo que decirte algo, Rodrigo- dijo de repente Irene, él la miró interesado sin soltar la cintura de Carla mientras la acunaba entre sus brazos suavemente con las mejillas juntas- Te aviso que dejo el trabajo- él detuvo su balanceo y la miró fijamente, clavándole aquellos profundos ojos negros que la traspasaban. De pronto sonrió cariñoso -Ya hablaremos de eso a mi vuelta- aclaró parsimonioso- Por lo pronto el lunes y el martes no cuentes conmigo, anula todas mis citas- las dos lo miraron asombradas -¡El lunes tienes la vista con Arcadia!- expuso Irene inquieta y él movió los hombros despreocupadamente sonriendo -El lunes tengo que hacer algo más importante que todo eso- aclaró contundente, besó de nuevo la mejilla de Carla y se despidieron amistosos de todos. Gonzalo e Irene los acompañaron hasta la puerta; mientras se alejaban Carla le hacía gestos a Irene de que la llamaría por teléfono y ella asentía sonriendo divertida. Gonzalo volvió a rodearla con sus brazos por la cintura y la besó amoroso en el cuello -¿Realmente es cómo dijiste ahí dentro?- le preguntó sumamente intrigado; ella sonrió amargamente y le acarició tierna la nuca aprisionándole su boca contra su cuello -Es peor- indicó mortificada- No sabes lo humillante y despectivo que puede llegar a ser -¿Qué te atrajo de él luego?- indagó extrañado, ella se volvió y lo miró a los ojos -Nada- él fruncía el ceño confundido- Fue un calentón sexual… Cruda y duramente solo fue eso Zalo: sexo- él la miraba fijamente explorando ansioso en sus ojos haber si encontraba un resquicio de duda o engaño; finalmente sonrió abatido -Tendré que esforzarme más luego ¡No vayas a sufrir otro calentón por ahí!- intentó bromear pero le salió tan afligido que sonó a tremenda humillación; ella lo abrazó fuertemente, ciñéndose a él anhelosa -Te quiero Gonzalo, y ahora sé lo que puedo llegar a perder y nunca lo volvería a arriesgar- se besaron apasionados. Aquella noche Gonzalo le hizo el amor como nunca. Entregado, apasionado y súper cariñoso; dejándola sorprendidamente satisfecha -Creo que vamos por buen camino: debimos encargar ya al pequeñín- bromeó feliz y ella rió divertida -Si solo te has esforzado por eso, estás perdiendo el tiempo y las fuerzas inútilmente- él la miró intrigado y aún se rió más alborozada- ¡No puedo dejar el anticonceptivo así de pronto, hasta dentro de unas semanas nada! -¡¡Tramposa!!- increpó guasón y comenzó a hacerle cosquillas, retozaron por la cama jugando divertidos mientras reían felices. El martes llevaba la mañana tranquila cuando le sonó su móvil, era Carla -¡Hola Carla! ¿Qué tal estás cielo?- la saludó animada -Bien- respondió solamente dejando a Irene desconcertada- Irene… ¿Rodrigo está ahí? ¿Fue a trabajar?- indagó curiosa sorprendiendo aún más a Irene -No, ni ayer ni hoy como bien avisó… ¿acaso no estáis juntos?- expuso intrigada -No- respondió secamente, la oyó suspirar profundamente -Carla… ¿Qué…?- empezó a preguntar - No sé qué ocurrió Irene… No puedo entenderlo- la interrumpió sabiendo ya la pregunta, parecía confundida y, sobre todo, dolida- el sábado, después de estar en tu casa, nos fuimos al valle y estábamos bien, muy bien… el viaje fantástico y la habitación que reservó preciosa, pasamos una noche increíble, fuimos a cenar, a bailar… estaba siendo una velada de ensueño pero… aquella noche no se entregó Irene, no puso la pasión ni el ardor que pone siempre; solo fue un desahogo para él… y el domingo cuando desperté, estaba sentado en la terraza de la habitación ensimismado y muy serio con un vaso de whisky, lo que significa que no durmiera en toda la noche; me acerqué a él pero esquivó mis caricias bruscamente y se quiso regresar sin dar más explicaciones… me dejó a la puerta de mi casa y no he vuelto a saber de él- la oía sollozar y sintió gran pesar por ella, Rodrigo no cambiara, seguía siendo el mismo déspota y brusco de siempre que tomaba y dejaba lo que quería a su antojo -Lo siento cielo…- solo pudo murmurar apesadumbrada- pero no te preocupes, ya lo conoces, pronto te volverá a llamar y todo volverá a ser cómo antes- intentó animarla -No lo sé Irene… esta vez estaba muy raro… más que nunca… El miércoles, cuando lo vio llegar al despacho, se quedó mirándolo desconcertada; parecía otro diferente: sí sonreía cordial, pero en su caminar no se le notaba aquella decisión de siempre y sus ojos estaban apagados, como tristes. La llamó a su despacho y la invitó a sentarse frente a él -¿Por qué dejas el trabajo?- indagó curioso -Porque quiero estar en casa; quiero dedicarme a mi familia y para tranquilidad de Gonzalo sobretodo- respondió rotunda, él la miró fijamente a los ojos -¿Por qué le dijiste que era yo, Irene?- indagó curioso -Yo no le dije nada, lo averiguó solo- aclaró tranquilamente; él movió la cabeza asintiendo calmosamente -¡Está bien!- repuso de pronto decididamente- Explícame como están las cosas, por dónde llevas los casos y te podrás ir el viernes ya- ella se sorprendió ante su resolución tan definitiva -Pero ¿no quieres que te encuentre otra secretaría antes de irme?- preguntó extrañada y él sonrió dulcemente -No soportaría a otra cerca que no fueras tú- dijo tremendamente sincero, la miró intensamente a los ojos y ella sintió un escalofrío por su espalda que le erizó la piel, aquellos ojos siempre la desnudaban y le calaban hasta la médula; ella esquivó su mirada- Además, creo que me las puedo arreglar; será más fácil que tener a una mentecata estúpida e inútil por el medio revolviéndolo todo y teniéndole que repetirle una y otra vez las cosas- volvía a ser el Rodrigo hiriente y sarcástico de siempre. El jueves la orquídea venía con una tarjeta. Irene, intrigada, la despegó de la caja transparente y la observaba temerosa cuando Rodrigo salió de su despacho -¿Otra orquídea?- le peguntó intrigado al verla observando la tarjeta -Sí, pero esta trae tarjeta- le indicó asombrada mirándolo extrañada, él sonrió divertido -¿Y no piensas leerla? ¿O ahora me vas a decir que tienes infrarrojos y ya la estás leyendo?- bromeó burlón, ella le hizo una mueca burlona y abrió el sobrecillo. La tarjeta tenía un simple y explícito mensaje: “te quiero”. Ella se la quedó mirando confundida- ¿Qué pone? ¿Ya sabes quien te la manda?- indagó curioso -No me aclara gran cosa- repuso entre sorprendida y desilusionada, él la miró intrigado y ella se la mostró; Rodrigo la leyó y rió socarrón- ¡Muy aclaratorio! Bueno, algo sí sabes: que no es una broma y alguien te quiere -Sí, pero… ¿quién es él?- preguntó interesada, él la miró burlón esbozando una sonrisa guasona -¿Por qué no puede ser una “ella”?- comentó sarcástico e Irene le hizo otra burla frunciendo la nariz mientras le echaba la lengua. -Juega, que como te la atrape…- repuso pícaro, se rieron divertidos y él regresó a su despacho. Aquel jueves y el viernes se la pasaron poniéndolo al día de todo. Irene lo tenía todo tan bien organizado y ordenado que no era difícil seguir el ritmo sin ella. -Bueno, y esto es todo- expuso el viernes a su lado en su escritorio- Ahora, si no tienes nada más, me voy- él le sonrió entrañable y ella le correspondió -¿Dejarás de estudiar?- preguntó interesado -No, me centraré aún más en ellos; ahora tengo todo el día para quitarlos- aclaró decidida -Si no le parece mal a Gonzalo, sabes que puedes seguir llamándome si necesitas algo- se ofreció cariñoso -Lo sé, y te lo agradezco muchísimo Rodrigo, pero creo que no le sentaría muy bien a Gonzalo que nos siguiéramos viendo… además, ahora podré asistir a clases y creo que ya no necesitaré ayuda- lo miró a los ojos sonriendo agradecida mientras se levantaba de su silla junto a él para irse, él le correspondió entrañable. Sin más comenzó a pasarle suavemente la mano por las caderas, Irene se quedó paralizada al sentirlo, bajaba por los muslos y comenzó a subirla nuevamente por debajo de su falda, acariciándole los muslos por la parte interna, iba directo a su sexo. Ella cerró sus piernas fuertemente, frenándolo de pronto muy cerca de su braga -¡Estate quieto!- increpó sulfurada pero su respiración estaba agitada, él sonrió socarrón -¿No te apetece el último? ¿Cómo despedida?- su pulgar empujaba su braguita hacia dentro provocándole una presión excitante sobre su clítoris; ella le quitó la mano de un manotazo alejándose de él -¡¡No!!- clamó rotunda- le debo respeto a mi marido y, sobretodo… a Carla- él se recompuso en su silla, se puso serio y sus ojos parecían arrepentidos -Perdona, tienes toda la razón- se excusó amable y pesaroso; Irene estaba desconcertada. Se levantó galante y le ofreció la mano cordialmente mientras le sonreía cariñoso- Que te vaya bien, preciosa- le dijo tierno, ella lo abrazó y lo besó en la mejilla; lo miró a los ojos sin soltarse de sus hombros -Gracias- se sonrieron entrañables, ella lo besó dulcemente en los labios- puedes llegar a ser muy entrañable, Rodrigo; haz feliz a Carla- se sonrieron amistosos. De pronto, él la rodeó con su brazo por la cintura aprisionándola contra él, la besó apasionado, intenso. Irene nunca lo había sentido así; le sentía entregado, amoroso, pasional. Su corazón le latía frenético, una presión en sus sienes la estaban aturdiendo -Olvida a Carla; estoy enamorado de ti, Irene- le dijo de repente completamente sincero con voz entrecortada -No hagas esto, Rodrigo; ahora no- imploró angustiosa, su corazón latía desbocado -Ahora sí, es el momento; no nos volveremos a ver nunca más y necesito decírtelo- ella lo miró a los ojos extrañada, él hablaba conciso y rotundo- No pienso cruzarme nunca más en tu camino por eso quiero que sepas que te quiero… Me has calado hasta el fondo y me he enamorado de ti… Tengo una envidia y unos celos terribles de Gonzalo, él sí te tendrá para siempre y yo te perderé; pero entiende una cosa: solo es por mi princesa… o no permitiría que te fueras de mi lado ya nunca más- la volvió a besar, ella también se entregó a él. Fue un beso increíble, tan amoroso y tierno como angustioso y desesperado. Era una despedida tormentosa pero totalmente entregada de amor. Irene quedó fascinada y mucho más cuando él se retiró y lo encontró con los ojos llorosos, su alma se quebró en mil pedazos- Adiós Irene, que seas muy feliz, te lo deseo con todo mi corazón- se alejó de ella dándole la espalda -Rodrigo- lo llamó acongojada sin poder moverse: ese hombre frío y tremendamente despótico, sufría por ella -Vete Irene, por favor… ¡No sabes lo duro que es esto para mí!- imploró con voz ahogada sin poder volverse para verla, ella se fue a casa. Lloró durante todo el trayecto, era increíble que Rodrigo le hubiera dicho todo aquello ¡parecía un hombre tan indiferente y poco sensible! Ahora sabía que no, era la coraza que le había dicho Carla… ¡Carla! ¿Qué pensaría ella si supiera que, lo que le costó apenas atravesar levemente en diez años, ella lo había destrozado en apenas uno? -¡Dios mío, esto es retorcido! ¡¿No tenías otra prueba menos dolorosa para probarme en mi decisión?! ¡Dios, dame fuerzas para seguir adelante y no correr a buscarlo!- sollozó afligida guiando su coche hacia su casa. Aquella noche, durante la cena, estuvo ensimismada y muy triste -¿Qué pasa Irene?- le preguntó alertado Gonzalo, ella le sonrió cariñosa -Nada; solo que sentí mucha tristeza al despedirme de mi trabajo y de mis compañeras- pero él la miraba inquisitivo y desconfiado -¡¿Solo es eso?!- insistió suspicaz -Solo- le contestó rotunda mirándolo fijamente a los ojos, él le sostuvo la mirada un tiempo; luego le sonrió tierno y se fue a acostar a Pati.

No hay comentarios:

Publicar un comentario