lunes, 31 de marzo de 2014

Regresaron a la cama, él la rodeó con sus brazos pero ella se subió rápida sobre él dejándolo sorprendido. Comenzó a besarlo ardorosa en el cuello, por el pecho, por su vientre… -Irene ¿qué haces?- preguntó asombrado y ya excitado de sentirla tan ardorosa- Para mi gatita, eso por ahí dentro debe andar todo desordenado aún- bromeó preocupado, ella regresó despacio a la boca, sin dejar ni un milímetro de su piel sin saborear, él gemía anheloso de poseerla -Esto por aquí dentro está ya en su sitio y no me aguanto más las ganas mi vida, te deseo enormemente- expuso zalamera en sus labios jugueteando con ellos, él se sentía terriblemente excitado y deseosamente provocado. Sin más precalentamiento ni juegos, ella se embistió en él soltando un gemido placentero que él acompañó gustosamente agradado de sentirse dentro de ella por fin. Cabalgó presurosa, estaba frenéticamente acuciosa y pronto gimió satisfecha al conseguir el placer que tanto deseaba. El sonrió también satisfecho de escucharla disfrutar mientras sentía bajo sus manos como se estremecía gustosa -Me encanta verte disfrutar así y no sabes cómo me excita gatita- expresó complacido mientras se volteaban sobre la cama y tomó él las riendas de la entrega. Fue más despacio; disfrutándose, deleitándose, saboreándose, reencontrándose de nuevo después de ese mes tan largo y tormentoso de sentirse, tocarse y no poder satisfacer plenamente sus deseos. El final les apremiaba, lo sentían llegar con premura; sus cuerpos estaban cargados enormemente y a punto de explosionar. Con movimientos hábiles y rápidos de Rodrigo llevándola por las caderas, ella lo alcanzó impetuosa, fue extremado y arrebatado; la grandeza que la inundó la hizo gritar levemente aferrándose furiosa a la almohada mientras, sin esperarlo, él se desmontó violentamente proyectándose sobre la cama a su lado, a tiempo para no desahogarse dentro de ella. Un gemido entre desamparado e insatisfecho salió de su garganta- Ayúdame a acabar, amor- suplicó anhelante tomándole la mano de Irene llevándosela a su miembro; pero ella se la introdujo en su boca, jugueteó mañosamente con su lengua y él sí gimió por fin satisfecho y complacido agitándose gustoso del placer obtenido definitivamente. Ella lo observó satisfecha y orgullosa de su faena mientras seguía acariciándoselo juguetona con su mano. Rodrigo la miró maravillado, sonriendo radiante; acarició tierno con sus dedos sus deliciosos labios- Esta boca… ¡Cómo me enloquece esta preciosa boca vida mía!- declaró apasionado, se sonrieron alegres y se besaron amorosos, apacibles y deleitados saboreándose plácidamente. -¿Por qué te apartaste tan bruscamente?- inquirió ella por su abrupta forma de desmontarla. El la miró aterrado -¡¿Qué quieres?! ¡¿Pasar por todo aquello de nuevo?! ¡¡Ni loco te vuelvo a ver sufrir así; no hay más niños: tres son suficientes!!- resolvió tajante y ella rió divertida- Y hasta que decidamos una solución, tuya o mía, no volveré a correrme dentro- añadió decidido, ella lo besó amorosa en los labios. -Mejor yo- concluyó rotunda, él la miró confundido- no me fío sabiéndote por ahí liberado de esa carga- indicó burlona aunque sus ojos demostraban gran temor -¿Aún sigues con esas cielo? Si para mí hace años que ya no hay más mujer que tú vida mía- expuso sincero besándola tierno en la frente- ¿qué más puedo hacer para demostrarte que solo te amo a ti y que solo tú y los niños me importáis? ¿Cuándo dejarás esos recelos estúpidos que solo te hacen daño vida mía? Te amo Irene, te amo con locura y solo existes tú para mí ¿cuándo te darás cuenta de ello vida mía?- aclaró con gran amor, ella lo miró abochornada a los ojos; él no podía demostrarle de más maneras de lo que ya lo hacía cuanto la amaba, pero no podía superar aquellos miedos y recelos- Si vamos a eso mi ángel… yo también debería estar celoso y espiándote a cada momento: tú te liaste conmigo estando casada con Gonzalo ¿acaso no puedes volver a hacerlo?- expuso mirándola sagaz, ella empezó a negar con la cabeza sobrecogida por el comentario, él rió divertido y la besó tierno en los labios- pero sé qué no, sé que me amas casi tanto como yo a ti y me lo demuestras a cada momento, confío en ti mi amor… Confía tú también en mí cielo mío- la miró encandilado a los ojos acariciándole tiernamente la mejilla- Y sobre todo, deja de cachearme los bolsillos, la billetera y el maletín ¡¡No sabes que trabajo llevé para esconder el anillo!!- bromeó cariñoso y se rieron encantados- te quiero Irene Salvatierra, y solo te quiero a ti; que te quede muy claro- declaró apasionado y se besaron ardientes. Como todos los sábados últimamente, Diego los acompañó entusiasmado al partido de Pati y después se quedó a cenar con ellos. Luego, ambos hermanos retozaban alegres en el jardín con Pati y el pequeño Diego jugando entre risas felices mientras Irene se quedaba sentada en el sillón de mimbre vigilante del pequeño Gonzalo dormido en su balancín con el gran Pluto a sus pies. Aquel cariñoso perro apenas se separaba del bebé cuidándolo vigilante. Diego, ya agotado, vino a su lado sentándose junto a ella mientras Rodrigo seguía enredando con los pequeños. Bebió de su vaso de limonada y se quedó mirando a su hermano jugar feliz con sus hijos -Gracias preciosa- dijo de pronto con gran cariño tomándole tierno la mano de Irene entre las suyas, ella lo miró sorprendida -¿Por qué?- preguntó confusa, él le sonrió dulcemente -Por hacer feliz a mi hermano y darle lo que él tanto deseaba aunque siempre lo negó el muy terco: una familia- ella lo miró desconcertada y él sonrió ameno- sí Irene, ya sé que parecía que sería lo último que él andaba buscando… pero yo lo conozco muy bien y siempre, desde muy pequeño, quiso tener una familia; una familia a la que demostrarle todo su amor y sentirse correspondido… Por eso cuando en el hospital te negaste a casarte con él… ¡¡creí que me lo matabas del disgusto y a mí que me iba a dar un síncope!!- se rieron divertidos -Es que él me dijera una vez que no creía en el matrimonio, que era solo una manera hipócrita que algunos utilizan para asegurar sus necesidades; ni que creía en el amor duradero… -Ya lo sé cielo, es la excusa en la que se escudriñaba para tapar su miedo- ella lo miró de nuevo confundida- su miedo a amar Irene… amar y no ser correspondido… como vio cientos de veces en su trabajo; hombre y mujeres destrozados porque amaban a una persona que no les correspondía y solo les movía el interés, a eso le tiene miedo- Diego bebió otro sorbo de su limonada y se quedó mirando el vaso entre sus manos- tuvimos una infancia muy jodida Irene, y él sufrió más que yo porque vio y recuerda más cosas al ser mayor- la miró a los ojos, aquellos ojos negros estaban tan intensos que la miraban como Rodrigo hacía: como si pudieran traspasarla y leerle el alma- siempre deseó tener una familia y demostrarse que era mejor que nuestros padres, que no lleva dentro esa mala raza que corre por nuestras venas… y tú se lo has dado Irene, no es el mismo Rodrigo desde que está contigo, lo veo feliz por fin y muy tranquilo- le tomó de nuevo las manos con ternura- no le niegues lo que tanto desea Irene, y hazlo pronto: casaros cuanto antes y entonces sí será total y plenamente feliz -¿Y tú? ¿También deseas formar una familia?- se interesó curiosa, él rió divertido soltándole las mano -¡¡No, yo no!! ¡¡Ni loco!!- declaró tajante- Creo que yo sí llevo demasiados genes de mi padre dentro; soy demasiado libertino y vividor, no soy hombre ni de una sola mujer ni me gusta estar atado- declaró y ambos rieron divertidos. Dos días después de aquella conversación con Diego, caía la tarde en el horizonte enrojeciendo el cielo y Rodrigo, como hacían siempre después de cenar, se encontraba recostado cómodamente en el sofá de la terraza acogiendo tiernamente a Irene entre sus brazos contra su cuerpo. Jugaban despreocupados con sus manos enlazándolas y desenlazándolas distraídamente mientras observaban felices como el pequeño Diego jugaba alegremente en su coche de baterías recorriendo el jardín intentando atropellar al pobre Pluto que huía de su amo desganadamente y él reía divertido. A Pati, que atendía primorosa a su hermano más pequeño con mimos y carantoñas en su balancín y como él le correspondía con sonrisas felices: la conocía asombrosamente y reconocía su voz inmediatamente buscándola ávido con su mirada entre los presentes sonriendo feliz al encontrarla. Se fijó que se estaba convirtiendo en una muchacha muy bonita, cariñosa y dulce como su madre pero con una hermosura excepcional. Atendía rauda y hábil a sus hermanos, con una madurez increíble en su edad. Se recordó a si mismo cuando, con solo seis años, comenzó a cuidar y atender a su hermano desvalido. Irene lo observó intrigada por su silencio; miraba a los niños sonriendo feliz aunque su mirada estaba ausente y apagada, estaba pensando algo que le dolía y sabía lo que era: su terrible pasado. -Si lo echaras fuera te sería más fácil superarlo- le indicó cariñosa; él no respondió, lo miró de nuevo a los ojos y él reaccionó saliendo de sus pensamientos -¿Qué me decías, cielo?- indagó besándola en la frente -Que si te decidieras a hablar te sería más fácil pasar página- repuso cariñosa de nuevo, él le sonrió ameno; la oprimió fuertemente contra él besándola nuevamente en el pelo. -Sí, creo que llegó el momento de deshacerme de todo este veneno que me pudre por dentro…- habló resuelto besándola tierno en los labios- Pues empecemos explicando que mi madre era una niña rica y mimada que, aunque lo tenía todo, siempre quería más y no se conformaba con nada derrochando a manos llenas…- comenzó a hablar tranquilamente como si no estuviera hablando de su vida sino exponiendo un caso en el juzgado- y mi padre un vividor empedernido que huía del trabajo como del fuego, dedicado al juego y a las mujeres; ávido de una buena vida que nunca tuvo hasta que conoció a mi madre - se calló unos minutos mientras encendía un cigarrillo- ahí él vio el filón que andaba buscando para llevar la vida que siempre deseara: una niña estúpida y calentona que se llevó a la cama en cuanto tuvo la oportunidad... Mi abuelo puso el grito en el cielo y los casó rápidamente; su niña mimada, preciosa y preñadísima no podía andar en boca de todos sus amigos de la alta sociedad- expuso cínicamente, le pegó unas caladas el cigarrillo- Vivían como reyes pero eso sí, cada uno a lo suyo: ella seguía con su vida de nocturnidad y fiestas así nací yo y él puliéndose un dinero que no era suyo, sin remordimientos, en juego y putas- Irene le dio suavemente en la boca por el comentario y él sonrió divertido- chicas de mal vivir ¿Así mejor?- repuso sarcástico besándola en el pelo, ella le sonrió agradada y se besaron dulcemente en los labios -¿Y tú?- le preguntó intrigada, él sonrió amargamente -Supongo que habría alguna criada caritativa que me atendería… - la miró a los ojos tristemente- No me acuerdo, cielo; era demasiado pequeño para acordarme -¡Idiota!- le repuso ella golpeándolo suavemente en el pecho y se sonrieron entrañables. El apagó el cigarrillo en el cenicero de la mesita y ella se acomodó sobre su regazo para poder verlo a la cara mientras seguía hablando -Mi abuelo, harto de aquel derroche y de los comentarios que le llegaban de sus amistades, les cortó el grifo pasándoles únicamente una cantidad nada despreciable para mi manutención… Pero no era suficiente para sus ritmos de vida y empezaron las disputas y peleas; así que mi madre quedó preñada otra vez- él le hizo un gesto divertido levantando las cejas y ella le sonrió amena- ¡Otro filón de dinero venía en camino!- bromeó amargamente y ella le acarició la mejilla tiernamente- Así tiraron un par de años más, pero las deudas de juego de mi padre iban en aumento y mi madre no estaba dispuesta a perder su parte del botín así que las discusiones empezaron de nuevo; insultos, gritos y ruido de cosas al romperse hacían llorar a Diego... Yo acudía raudo para consolarlo pero no sabía que hacer: tenía cinco o seis años; me limitaba a meter mi mano por los barrotes de la cuna y sujetarle la suya, debía valer porque se callaba- Irene sintió que se oprimía el corazón, pobrecillos los dos, nadie se preocupaba de ellos criándose solos- entonces comencé a fijarme en las madres que recogían a sus hijos en el colegio: sus mimos, sus caricias y sus besos… Al llegar a casa, los ponía en práctica con Diego ¡A mi manera, claro!- bromeó y se rieron divertidos- pero poco a poco fui aprendiendo y me volqué en cuidarlo y protegerlo; era mi hermano, estaba solo y lo veía tan pequeño y desvalido, que lo protegía con dientes y uñas… Cuando tenía once años mi madre ya le daba al whisky con fluidez…- la miró a los ojos fijamente- ¿me entiendes verdad? -Por mala suerte sí- respondió angustiada, no esperaba que la historia fuera tan dura y le ardía la garganta por los deseos de llorar pero se controlaba para que él no parara de contar -Cuando Diego tenía ocho, lloraba por las noches despertándose angustiado por una pesadilla o porque mojara la cama, pues mojaba aún la cama… Él vivió una época peor que la mía: ya no había ningún servicio que nos protegiera de los golpes y las peleas y los gritos eran a diario, creo que por eso él siempre fue más miedoso que yo… Mi madre nunca tuvo una palabra bonita para ninguno de nosotros y tenía la mano muy dispuesta y levantada, si sus lloros la despertaban de su borrachera, le pegaba con ganas; así que yo corría para callarlo o cambiarle las sábanas antes de que despertara a mi madre…- encendió otro cigarrillo- Una noche que volvió a despertarse asustado y angustiado, y yo harto de todo aquello, cogí a mi hermano y me largué- Irene abrió espantada los ojos y él sonrió divertido- No te preocupes cielo, no me fui muy lejos; solo me fui a casa de mi abuelo…- expuso besándola tierno en la frente e Irene sonrió más tranquila- Le llevó los mil demonios cuando vio llegar solos a sus nietos, en pijama y descalzos en medio de la noche… No nos dejó regresar, nos quedamos a vivir con él desde entonces y les cortó el grifo totalmente a eses dos buenos para nada… el abuelo de aquella ya estaba muy enfermo pero se volcó en darnos cariño y fueron los únicos dos años en los que tengo buenos recuerdos de mi infancia… luego empeoró, y como no podía atendernos adecuadamente, llegó el baile de internados: otros dos años de peleas defendiendo a Diego o defendiéndome yo y con ello las expulsiones, los terribles castigos que chupaba por rebelde, las palizas… aunque yo solo defendía lo mío ¡Con dientes y uñas, pero lo mío! Así que me revelaba aún más y sufría más castigos y aún más duros…- le sonrió cariñoso y la besó en los labios tiernamente- Así me forjé esa rudeza en el alma y esa agriedaz en el vocabulario que tú sufriste alguna vez: golpear antes de que te golpeen y, mi hermano y yo, antes que nadie y que nada; ese era mi lema y lo llevé a rajatabla- De ahí esa unión tan fuerte que tenían, pensó Irene mientras él le dio unas caladas seguidas al cigarrillo y lo apagó- Murió el viejo y ¡¡Sorpresa!! Había cambiado el testamento y nosotros éramos los únicos beneficiarios de su riqueza… a mi madre, como no podía desheredarla, le dejó la casa donde vivía con mi padre; pero sin dinero, con las deudas de mi padre ahogándolos hasta las orejas y su afición a las mujeres, acabó separándose de él y ahí empezó otra nueva tortura para nosotros dos: se recorrieron los juzgados peleándose por nosotros…- sonrió cínicamente- perdón, mejor dicho: ¡¡por nuestro dinero!! Pues, como éramos menores de edad, con quien viviéramos tenía oportunidad de administrar el dinero y eso era lo que buscaban esos dos… Y empezó otro nuevo baile: un mes en casa de uno y al mes siguiente en la del otro… De cada sitio, lo peor: la casa de mi madre cayéndose a cachos, botellas por todos lados y todo el día bebida hasta los topes, no se la veía el pelo hasta la hora de la merienda y pobre tuya despertarla antes; a mi padre tampoco se le veía mucho el pelo y cada mañana una mujer distinta, asquerosa y cada vez con peor pinta, nos quería preparar el desayuno en aquel cuchitril que él llamaba casa; pero yo ya tenía mis quince y Diego once, nos cuidábamos perfectamente y salíamos adelante sin necesidad de “esas”- expuso aborrecido, con el asco reflejado en su rostro- eso duró casi tres años en los cuales las peleas y gritos entre ellos no cesaban porque se reprochaban que uno se gastaba más que el otro el mes que nos tenía a cargo; un día oí al “maravilloso de mi padre” proponerle un trato a mi “adorada madre”: dividir la herencia a partes iguales y separarnos; uno se llevaba a Diego con su correspondiente parte, y el otro a mí; así los dos tendrían acceso a su parte de las cuentas y dejarían de pelearse por si uno gastaba más que el otro… ¡Ah! Pero no contaban con Rodrigo Velasco Márquez- se sonrieron encandilados- yo estaba a punto de cumplir los dieciocho, era villano y, sobre todo, tenía dinero: contraté un administrador para que llevara nuestros bienes, un buen abogado y peleé la custodia de mi hermano; el dinero lo compra todo ¿sabías?- se miraron y se sonrieron dulcemente- ¡¡y naturalmente gané!! Vivimos en casa del abuelo mientras no acabamos los estudios y, después, vendimos la casa, repartimos el dinero que quedaba a partes iguales y tomamos caminos diferentes, aunque siempre cerca y en contacto: yo me dediqué a la abogacía y él…- se quedó callado e Irene lo miró intrigada por su repentino silencio- él sacó la carrera de piloto de aviones comerciales y viajó por casi todo el mundo pero, debe llevar más genes de mi padre que yo porque le gusta la buena vida sin dar palo al agua, así que lo dejó; temporalmente dice, pero lleva años sin hacer nada, lo bueno es que se compró una discográfica que le va funcionando muy bien y puede vivir de rentas sin necesidad de trabajar- la miró a los ojos fijamente- en nuestro trabajo, como bien sabes, te encuentras casos de mujeres que luchan la custodia de sus hijos únicamente por sablearle un buen dinero a sus maridos; añadido a todo lo que viví… ¿comprendes por qué no me creía nada del matrimonio y del amor entre parejas?... Pero llegaste tú: con tu dulzura, hablando siempre de Pati- le acarició tiernamente la mejilla y ella le besó la palma amorosa- ¡Siempre hablabas con tanto amor de tu hija, cielo! ¡Anteponiéndola a todo!- expuso admirado- Gonzalo y tú siempre en segundo lugar, parecía que lo más importante era tu hija y me tenías intrigado ¿era realmente así o estabas fingiendo?… Pero cuando te la trajiste al despacho…- calló y la miró apasionado acariciándole de nuevo la mejilla- ¡¡me enamoraste, amor!! Te vi atenderla con tanto mimo y pasión; aunque estabas atenta a nuestro trabajo, no perdías detalle a lo que ella te contaba o de lo que hacía sin perder tu dulce sonrisa, te salía tan natural, no estabas actuando; eras una de aquellas madres que yo observaba en el colegio y, en el fondo, envidiaba y tanto deseaba tener pues nunca había conocido a una así- se abrazó amorosa a su cuello y lo besó apasionada en los labios, él le correspondió cautivado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario