domingo, 30 de marzo de 2014

Ya en la habitación del hospital, Rodrigo le sujetaba la mano, angustiado y derrotado; no soportaba verla sufrir así y no poder hacer nada. Se sentía incompetente, totalmente inútil mientras ella sufría terriblemente. Lloraba abatido y atormentado cada vez que ella le apretaba la mano mortificada por otro inmenso dolor -No llores, amor; no te preocupes, esto es normal- le consoló tiernamente ella secándole las lágrimas que le corrían por las mejillas con una dulce caricia mientras intentaba sonreírle cariñosa; él le besó apasionado la mano que le sostenía -Esto es tortuoso, corazón; verte sufrir así y yo no poder hacer nada- habló abatido y enfadado consigo mismo- ¿A qué están esperando? ¿No pueden quitártelo ya de una vez?- increpó enfurecido, ella rió divertida y volvió a acariciarlo Durante el parto aún se sintió más consternado e inútil. Verla esforzarse tremendamente para no obtener ningún resultado lo desesperaba. Mirar como luchaba como una fiera para expulsarlo y se derrumbaba vencida sin lograr nada lo enfurecía y, por encima, el médico alentándola a que se esforzara más aún ¿no veía qué estaba agotada? Sentía ganas de zarandearlo y que hiciera su trabajo de una vez quitándoselo rápidamente. -Un último intento Irene, vamos allá- la alentó de nuevo el médico y ella obedeció, apretaba la mano de Rodrigo furiosamente mientras él se sentía defraudado por su no saber que hacer. La miraba sorprendido e incrédulo: si hacía un momento estaba completamente exhausta ¿de dónde saliera de repente toda esa fuerza de nuevo? Era increíble aquella mujer que lo asombraba y lo enamoraba cada vez más. De pronto todo acabó, ella se derrumbó agotada sobre la camilla y oyó el lloro fuerte y alto de su hijo. No sabía que era lo que sentía en aquel momento, un revoltijo de sentimientos le invadió de repente. -Aquí tenéis a vuestro precioso niño- el médico dejó al pequeño sobre la madre mientras sonreía satisfecho. Rodrigo se sintió embargado de tremendo amor por Irene que besaba amorosa al pequeño entre sus brazos mientras sonreía y lloraba al unísono llena de felicidad; observaba extasiado su rostro iluminado de plenitud, parecía que no había pasado por una tortura hacía escasamente unos segundos. Y por aquel pequeño sentía un encanto imposible de describir, no solo era amor, era como una pasión inmensa que lo sacudió tremendamente. Desde ese momento, daría su vida por ellos si fuera necesario. También lloraba de felicidad aunque no se percataba -Rodrigo ¿no dices nada?- le habló amorosa mostrándoselo, él intentó hablar pero el nudo en la garganta no se lo permitió; rompió a llorar emocionado y los besó impulsivo con gran pasión a los dos en la frente. Se sonrieron amorosos y totalmente felices. Ya de regreso a la habitación, estaba más calmado. La besaba apasionado, recorriéndole amoroso su hermoso rostro, estaba totalmente enamorado de aquella mujer y deseaba pasar el resto de su vida a su lado. Aquel pequeño con una pequeña mata pelirroja de pelo era la cosa más bonita del mundo que jamás había visto: mofletudo, con su naricilla pequeña parecida a un botón y aquella boquita de piñón que apretaba ávido contra el pecho de Irene succionando codicioso su comida. Él lo observaba extasiado con una sonrisa orgullosa en el rostro y sus ojos le relucían radiantes. -Este no es moreno como vosotros, se va a parecer a mí- indicó amorosa Irene acariciándole su cabecita -Entonces será un hombre muy atractivo, mi amor- repuso apasionado besándola de nuevo en la sien y ella le sonrió deleitada por sus muestras de amor -No hemos decidido el nombre ¿Cómo le vamos a llamar corazón?- le preguntó dudosa -Gonzalo- repuso rotundo, ella lo miró sorprendida- Se lo debo… me ha dejado a la mujer más maravillosa del mundo que me ha dado dos hijos preciosos y una hija extraordinaria y cariñosa… También por ella le debemos poner su nombre, quiero que se sienta amada por mí y quiero demostrárselo así- Irene lloró emocionada y le acarició tierna la mejilla -Sabe que la quieres, Rodrigo; desde muy pequeña le has demostrado cuanto la querías -No es suficiente, necesito que se sienta mucho mas amada; vosotros que tuvisteis una infancia feliz no sabéis cuanto necesitan sentirse amados los niños, mi vida- ella notó nuevamente aquella tristeza que llevaba dentro y no quería arrancar; se sonrieron complacidos y se besaron amorosos -Llama a casa y avísales que Gonzalo ya nació- indicó cariñosa y él obedeció. Contestaron raudos a la llamada, parecía que esperaban intranquilos junto al teléfono -Princesa- dijo feliz -Dime papi- le contestó ansiosa ella -Gonzalo ya está con nosotros- comentó satisfecho, ella se quedó en silencio un momento -¿Has dicho Gonzalo, papi?- repitió emocionada -Sí cielo; y Gonzalo y mami están bien- miró a Irene y se sonrieron los dos -Vale, iremos a verlos ahora mismo… Papi -Dime princesa -Gracias- le dijo feliz y sinceramente emocionada -Gracias a ti por darme tanto cariño mi ángel- las palabras le salieron desde lo más hondo del alma impactando terriblemente a Irene. Aquel hombre había sufrido muchísimo y se le veía a veces tan necesitado de amor que conmocionaba. Irene se quedara dormida recostada sobre su pecho, entre sus brazos. Él vigiló su sueño mirándola apasionado y acariciando dulcemente su mejilla. Estaba rotundamente loco por ella, no podía imaginarse seguir su vida si ella le faltaba. Ahora comprendía la angustia que tuviera que pasar Gonzalo cuando creyó perderla; sentía gran aprecio por él y algo de cobardía por haber sido el culpable de haberle hecho sufrir así. Pero él también la amaba y, así a todo, se alejara para que pudieran retomar su vida. Había sufrido terriblemente pero no creía que fuera posible a compararlo si tuviera que separase de ella ahora. Sus bellos ojos se abrieron y lo miraron amorosa sonriéndole cariñosa -¿Y Gonzalo?- murmuró tierna, él la besó dulcemente los labios -Duerme en su cunita- indicó amoroso -Tráemelo- pidió anhelosa, él la miró aterrado -¡¿Quién yo?!- repuso despavorido -Sí, Rodrigo; cógelo y tráemelo- indicó amorosa -¡No cielo, llamo una enfermera pero yo no lo cojo!- aclaró rotundo intentando llamar al timbre -¡Rodrigo!- le increpó severa- Toma a tu hijo en brazos- él la miró aterrado -Preciosa, no me hagas hacerlo; es tan pequeño que tengo terror a lastimarlo- repuso acongojado, ella le sonrió tierna -No le harás daño, entre esos fuertes brazos solo se sentirá protegido; cógelo despacio sujetándole con cuidado su cabecita- él se acercó a la cuna y lo miró asustado; lo recogió con temor pero de pronto le inspiró gran ternura y un gran amor le llenó: tenía a su hijo entre sus brazos ¡Era una experiencia increíble! Como si él también lo supiera, abrió sus ojos y lo miró. Rodrigo sintió un placer inmenso -¡¡Me está mirando, corazón!!- indicó entusiasmado, ella sonrió complacida- ¡¡Tiene unos ojos negros preciosos!! -Te dije que se sentiría protegido entre los brazos de su papá- le respondió cariñosa, él sonreía pleno de felicidad: aquel sueño, aquella ilusión, aquella primera quimera, se había convertido en aquella realidad que sostenía amoroso entre sus brazos. Lo besó con pasión en su frente. Entraron como un maremoto en la habitación Diego y los niños, traían globos, flores y dulces. Diego estaba tan ilusionado como los niños y sonreía feliz. -¡Mami!- se echó en brazos de su mamá el pequeño que lo abrazó y lo besó amorosa -Hola mi cielo ¿te has portado bien con Pati? -Sí se portó bien, ya es todo un hombrecito ¿verdad enano?- indicó cariñosa Pati besando amorosa a su madre, su hermano sonreía satisfecho ante las palabras de su hermana -¿Cómo está mi preciosa cuñadita?- la besó dulcemente en la frente Diego, esa palabra llenó a Irene de felicidad; una simple palabra y como la había hecho sentir de golpe parte de su lazo familiar con Rodrigo. No eran dos solamente, ahora eran seis y así lo sintió emocionada- ¡Déjamelo hermano, por favor!- le pedía anheloso a Rodrigo que se negaba a soltarlo rodeado de los niños que deseaban conocer a su nuevo hermanito y él mostraba satisfecho sin perder aquella hermosa sonrisa que le acompañaba todo el tiempo. Al final otorgó y se lo pasó con extremado cuidado a su hermano que lo recogió emocionado -¡Dios, que cosa más bonita y maravillosa!- expuso entusiasmado provocando una sonrisa feliz de los padres- Que pequeño y perfecto ¿no parece increíble? -Pequeño sí, pero que lata echarlo a este mundo, colega- expuso impresionado y conmovido aún Rodrigo, su hermano lo miró burlón sonriendo socarronamente -¿No es lo mismo que hacerlo eh?- indicó guasón y su hermano movió la cabeza sobrecogido, se rieron divertidos -¿Puedo coger a mi hermanito, tío Diego?- le pidió deseosa Pati, él le sonrió complacido y se lo pasó; el pequeño Diego también quería cogerlo y ella amagó como si realmente se lo dejara entre sus bracitos ante la atenta vigilancia de su tío y Rodrigo, estaba orgulloso de sujetar a su hermanito pequeño -¡Ya no soy yo el enano: ahora lo eres tú!- le expuso satisfecho y lleno de razón al pequeño en sus brazos, todos rieron a carcajadas. Rodrigo golpeó la espalda de su hermano amistosamente -¿Has traído lo que te pedí?- preguntó interesado -Sí, colega ¡Lo que me costó encontrarlo! ¡Lo tenías bien achantado en el cajón!- se sonrieron divertidos mientras Diego metía la mano en el bolsillo de su pantalón vaquero y sacaba una cajita de terciopelo roja. -Con esta fisgona cacheando siempre mis cosas, tenía que esconderlo muy bien- contestó entrañable mirando cariñoso a Irene que se quedó mirándolo atónita, aunque pensaba que era cuidadosa cuando le revisaba sus pertenencias y cajones aún desconfiada de su fidelidad, él se diera cuenta; eso le provocó una cohibida sonrisa. Se acercó a ella y le entregó la cajita ilusionado- Toma cielo- le dijo amoroso mientras le sonreía esperanzado, ella lo abrió intrigada encontrándose con un bello anillo de compromiso de platino con un hermoso diamante tallado en forma de corazón. Boquiabierta, saltaba su mirada del hermoso anillo a los ojos de Rodrigo que la miraba deseoso y sonreía esperanzado- Quiero que nos casemos, preciosa- repuso entusiasta, todos los observaban expectantes mientras sonreían emocionados. Ella lo miraba incrédula, asombrada por lo que acababa de escuchar. De pronto, sin esperárselo nadie, cerró la cajita -No Rodrigo- dijo concluyente pero con mucha ternura, devolviéndoselo. Él la miró estupefacto, no podía creer lo que estaba escuchando. Todos se quedaron paralizados, no sabían cómo reaccionar ante la negación de Irene -¿Por qué?- preguntó disgustado y en sus ojos se veía que se sentía ofendido, ella intentó aplacar algo esa ofensa acariciándole cariñosa la mejilla mientras lo miraba con grandiosa ternura en su mirada -No crees en el matrimonio, cielo- expuso dulcemente- Lo haces porque estás impresionado por todo lo que has vivido últimamente… Como tú dijiste aquel día ¿por qué tenemos que firmar un papel para decirnos lo mucho que nos amamos? Estamos bien así ¿para qué estropearlo, amor?- él la miró profundamente a los ojos, parecía estar leyéndole el alma; le sujetó la mano que aún estaba sobre su mejilla y besó apasionado su palma, en sus ojos había un brillo especial, un brillo que aún nunca le había visto antes -Pero cómo tú me contestaste: deseas sentir que perteneces a esa persona y sentir que esa persona te pertenece solo a ti, tú me lo has hecho comprender y eso es lo que siento ahora, mi amor… quiero sentirme solo tuyo, que te pertenezco y nada nos separará nunca ya- hablaba terriblemente sincero, le estaba hablando con el corazón, no solo con palabras; Irene se sintió colmada con su sinceridad, nunca nadie le había hablado tan sinceramente. La tomó amoroso de ambas manos- Me has dejado ciego pues no veo a más mujer que tú en todas partes; y sordo, ya que solo tu voz me llena y me consuela… Ahora guíame, amor, llévame de tu mano para siempre y no me abandones nunca- Irene sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, estaba impresionada por su sinceridad y todas aquellas palabras cargadas de amor le llenaban los oídos y el corazón: de que manera más hermosa había explicado lo que era el matrimonio. Respiró hondamente, había dejado de respirar y no sabría decir cuanto tiempo había sido. Con los ojos inundados de lágrimas retiró su mano de entre las de él, volvió a abrir la cajita, a través de las lágrimas parecía que aún brillaba más. Lo recogió y se lo colocó despacio en el dedo. El la miraba optimista y emocionado- ¿Eso es un sí, mi amor?- preguntó impaciente retomándole la mano entre las suyas y besándosela amoroso de nuevo -Sí, nos casaremos cuando quieras corazón- se besaron llenos de pasión e ilusionados mientras explosionaba un jolgorio a su alrededor con los gritos entusiasmados de Diego y Pati, también el pequeño Diego se apuntara al jaleo sin comprender lo que había ocurrido pero era divertido saltar alegres y gritar entusiastas. La pareja los observaron sonriendo emocionados -¿Qué pasa Pati?- le preguntó intrigado su hermano saltando alegremente sobre el sillón donde estaba sentada su hermana con el bebé en brazos sujetándose en sus hombros -¡Vamos de fiesta, peque!- indicó ella emocionada- ¡Papi y mami se casan! -¡¡Guay, una fiesta!!- gritó ilusionado saltando aún más, de pronto se detuvo y se acercó a su rostro para mirarla a la cara- ¿Y habrá pastel, Pati?- indicó muy interesado, todos rieron divertidos ante el formidable y único interés del pequeño ante el esperanzado dulce -Sí, peque: ¡¡una enorme tarta de muchos, muchos pisos!! No te preocupes que de eso me encargo yo para que no nos falte, colega- contestó radiante su tío cogiéndolo en brazos y besándolo amoroso en las mejillas mientras el niño reía satisfecho y feliz. -¡¡Menudos dos golosos se nos fueron a juntar!! Por ellos seguro que podríamos hacer un convite a base solo de dulces y pasteles…- protestó Rodrigo moviendo desdeñoso su cabeza aunque su voz sonó encantada al ver tan compenetrados a tío y sobrino -¡¡Sería un puntazo hermanito!! ¡¿Podemos hacerlo?!- se apuntó de inmediato mirando a su hermano esperanzado provocando las risas alegres de todos Se despertó al notar la falta de Irene junto a él en la cama. Se levantó y se dirigió al cuarto del bebé; allí estaba, balanceándose suavemente en la mecedora junto al ventanal, mientras sostenía en brazos al pequeño que mamaba ávido. Estaba absorta en sus pensamientos mirándolo amorosa. Le encantaba aquella imagen, siempre disfrutaba enormemente observándola en ese entorno tan cálido y tierno, se apoyó en el quicio de la puerta cruzando sus brazos sobre su pecho y se deleitó en la bonita estampa. El bebé se movió inquieto sacándola de sus pensamientos y lo cambió de pecho; entonces se percató de su presencia, se sonrieron amorosos mirándose con profundo amor -¿Ha llorado? No lo oí- indicó cariñoso acercándose a ella besándola en la sien -Ni tú ni Diego lo oiríais aunque se desgañitara vivo el pobrecillo- recriminó enternecida acariciando la cabecita de su pequeño retoño y él sonrió pícaro con su característica sonrisa- Pero no, solo protestó ligeramente; le vine a dar de comer antes de que lo hiciera o Pati sí despertaría- le reprochó dulcemente, él volvió a sonreírse acuclillándose ante ella y besó la frente de su pequeño- ¿Llevas mucho rato ahí? -No, solo unos minutos; me encanta veros, no me canso nunca de esta bella imagen- declaró encandilado y se besaron amorosos- ¿En qué pensabas tan ensimismada, cielo? -En que, desde que nos mudamos, Diego no volvió a despertar llorando y duerme toda la noche de un tirón… ¿Por qué será?- indicó extrañada y él sonrió tierno -¿Por qué le gusta más esta casa?- bromeó, ella le sonrió divertida y él volvió a besarla tierno en los labios- No sé cielo; pueden ser muchas cosas: puede estar más cansado pues no para de corretear por la casa además del ejercicio de la natación; o no sé, sentirse más seguro al ver un hombre en la casa…- expuso cariñoso -Puede ser…- dijo reflexiva- aunque me suena más factible que se sienta más seguro contigo en casa: siempre fue así de inquieto- se sonrieron embelesados, el pequeño volvió a protestar; ella lo retiró de su pecho cubriéndose con el camisón mientras Rodrigo le acariciaba tierno su cabecita. Su pelo rojizo había desaparecido en aquel casi mes y medio y una mata de pelo negro y fuerte comenzaba a ocupar su lugar -Lo siento por ti cielo, pero creo que también Gonzalo se parecerá a mí ¡Los genes Velasco empiezan a mostrarse!- dijo orgulloso y ella sonrió satisfecha mientras se besaban ardorosos; Irene le sujetó la nuca aprisionándolo contra su boca e incrementó deseosa y hambrienta aquella entrega; sentía unos deseos terribles de volver a sentirlo dentro de nuevo, aquel tiempo de abstinencia la tenían rabiosamente desesperada. Él se retiró lentamente de su boca- Cada día me tienes más loco, vida mía- indicó apasionado y asombrado por su entrega tan briosa y desmedida, ella sonrió dichosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario