domingo, 6 de abril de 2014

Apareció Hugo tocando el claxon radiante de su coche nuevo que su padre le acababa de regalar, Rodrigo comenzó ha hablar con él animado sobre el coche esperando a que se quedaran solos ya que toda la familia examinaban el coche entusiasmados. -Oye, Hugo…- le habló amigable echándole amistosamente el brazo por los hombros cuando por fin el resto perdieron interés en el coche y regresaron a casa- ¿Quién es ese tal Sergio con el que está saliendo mi Pati?- él lo miró sorprendido -Sergio Baamonde, el capitán del equipo de baloncesto… - expuso sarcástico y parecía muy apesadumbrado- ¡Aún no me puedo creer que esté con ese tipejo!- se asombró el muchacho; Rodrigo lo observó confundido- es que es el típico engreído y chulo que se cree súper importante solo porque tiene músculos y siempre está rodeado de estúpidos pelotas e idiotas animadoras que le inflan cada vez más su ego ya desmesurado… por más que lo pienso, no sé qué vio Pati en él la verdad; ella además de muy bonita es inteligente y no pega con ese tío para anda- repuso desconsolado y Rodrigo comprendió que Hugo estaba enamorado de su princesa; le sonrió cordial -Tranquilo, puede que sea solo un deslumbramiento pasajero y pronto se le pase- expuso entrañable apretándole compasivo su hombro y se sonrieron amistosos -¡Ojalá! Pati es muy distinta a las otras chicas y se merece algo mejor que eso- le comentó entusiasta y se rieron amenos -Hugo, por favor, no le comentes nada de esta conversación a mi princesa o pensará que la ando espiando ¿vale? -Tranquilo señor Velasco, nada le diré- respondió cómplice -Rodrigo por favor- lo invitó entrañable y el muchacho le sonrió complacido- me gustaría pedirte otro favor…- expuso mirándolo retraído pero el muchacho lo animó a hablar- sé que te pongo en una difícil situación pero me gustaría que por un par de días no me la dejaras a solas con ese tipo y me tuvieras al tanto de todo pero, claro está, sin que ella sepa nada… - el muchacho sonrió complaciente -Cuente conmigo señor Rodrigo- repuso y ambos se sonrieron satisfechos Bajó Pati preparada para salir con Hugo, estaba preciosa con aquel pantalón vaquero elástico que ceñía sus caderas y sus perfectas piernas, y la camiseta de manga larga con cuello barco que dejaba sus hombros descubiertos y marcaba sus hermosos pechos bien formados. -Chao, papi- lo besó cariñosa en las mejillas antes de subir al coche -¡¿A dónde me irás tú tan arrebatadoramente preciosa mi princesa?!- declaró alegre mirándola encandilado -Hoy solo voy al cine con Hugo ¿te vale?- respondió resuelta y él rió divertido -Temprano de regreso que mañana hay que madrugar y ve despacio Hugo- avisó Irene acercándose a Rodrigo que la rodeó amoroso por los hombros -Tranquila señora Irene, como mucho a las once estaremos de vuelta- aseguró el muchacho y arrancó el coche mientras ellos sonreían entrañables observando alejarse el coche -¿Sabes, preciosa mía?- comentó Rodrigo mirándola cariñoso- Hugo está coladito perdido por nuestra niña -¿Pues sabes otra?- le repuso ella acariciándole el pecho amorosa sobre la camiseta- ella también está enamorada de él pero aún no se ha dado cuenta- se rieron divertidos, él la oprimió contra su pecho y la besó amoroso en la sien regresando a la casa pero los detuvo el insistente claxon de un coche que llegaba; se volvieron descubriendo a Diego sonriéndoles alegre -¡Vaya, ya creía que hoy no vendrías!- lo saludó animado su hermano así detuvo su deportivo ante la casa -¡Si hombre; que me iba a perder yo la rica cena de mi cuñadita!- expresó resuelto y los tres rieron explayados Irene los observaba dando vueltas lentamente pero sin descanso por el jardín hablando muy serios mientras ella preparaba la cena. Diego tenía el rostro contraído y entrecerraba enfadado el ceño escuchando a Rodrigo que también parecía preocupado. Intrigada salió de la cocina dirigiéndose hacia ellos que seguían hablando entretenidos pero se callaron de pronto al acercarse ella -¿Ocurre algo?- les preguntó animosa, ellos le sonrieron cariñosos -No, cielo; un asunto de Diego- expuso despreocupadamente su esposo pasándole suavemente el brazo por los hombros y la besó amoroso en la sien. Ella miró curiosa a su cuñado que le sonrió entrañable -¡¿Y esa cena cuñadita?! ¡¡No sabes el hambre que tengo!!- repuso animado frotándose interesado las manos -¡Que sorpresa! ¡¿Y cuando no hermanito?!- exclamó burlón Rodrigo y los tres rieron alegres El lunes por la tarde, Irene entró en el despacho de Rodrigo buscando unos documentos por la puerta de la salita privada y se sorprendió al encontrarse allí a Diego, reía animadamente con su hermano y parecían mucho más relajados que la tarde anterior -¡¡Diego, que sorpresa!! -¡Hola cuñadita preciosa!- se levantó y la abrazó besándola en la frente- Ahora iba a pasar a saludarte- expuso cariñoso -Se os ve mucho más animados que ayer- comentó con segundas mirando indagadora a Rodrigo, él le sonrió gozoso enderezándose en su sillón -Diego solucionó el problema que tenía, cielo; nada más- expuso huidizo, Irene observó curiosa la cara de su cuñado que también sonrió satisfecho y no comentaron nada más. Ya en la casa, cenaban entretenidos mientras sus tres hijos les contaban como les había ido el día… -Ah, hoy estuvo tío Diego en la universidad y nos invitó a comer al Varadero- expuso alegre Pati, Irene miró inquisitiva a Rodrigo que se la devolvió con aquella mirada tan perturbadora para ella -¡Vaya, al Varadero; que suerte! ¡¡Allí se come de miedo!!- exclamó impresionado su hermano Diego -Sí, de miedo- repuso rápidamente Gonzalo imitando como siempre a su hermano provocando las risas de sus hermanos -¿Os invitó? ¿A ti y a quién?- indagó intransigente Irene sin quitar sus ojos rabiosos de Rodrigo que tampoco le esquivaba desafiante la mirada -A mí y a Hugo claro está… ¿a qué viene esa pregunta mami?- le preguntó desconfiada la muchacha mirándola nerviosa temiéndose que hubiera sido indiscreta y le hubiera contado a Rodrigo su conversación, Irene se vio obligada a apartar su mirada de su esposo y miró a su hija sonriéndole tranquilizadora -Por nada cielo, por saber solamente; también podía ser Paloma o Betty ¿no?- intentó defenderse pero Pati indagaba intensamente en su mirada poniéndola muy nerviosa, Rodrigo se dio cuenta -Por cierto ¿A qué fuisteis hoy a la mañana al médico? ¿Acaso alguna no se encuentra bien?- preguntó sereno echándole un capote a su esposa, Pati apartó finalmente su mirada de su madre y le sonrió cariñosa a Rodrigo -No papi, tranquilo; solo era una revisión rutinaria y el doctor Juncal nos encontró a ambas perfectamente- expuso dulcemente la muchacha retornando a su cena y quedando olvidado aquel mal momento. Irene le sonrió agradecida a su esposo y él le dedicó una sonrisa amorosa continuando con su cena -¿Y a qué rayos fue el tío Diego a tu universidad?- preguntó curioso su hermano Diego -Dijo que andaba por allí cerca y, al ver que era la hora de almorzar, quiso invitarnos a comer- contestó indiferente su hermana. Irene volvió a mirar desconfiada a los ojos de Rodrigo que también la observó fija y profundamente con aquella mirada que nunca dejaba intuir nada. Pasada la semana, Irene y Pati hacían juntas la colada mientras Rodrigo jugaba con los pequeños en la habitación de Gonzalo armando como siempre tremendo jolgorio que se oía en el piso abajo. Irene sacaba la ropa de la lavadora pasándosela a Pati que la metía en la secadora. -¿Qué tal te van las cosas con Sergio, cielo?- preguntó amena a su hija, ella la miró sonriendo dichosa -Pues no van mami; se acabó todo entre ese y yo- expuso serenamente, su madre la miró confundida -¿Lo has dejado?- inquirió curiosa, ella movió los hombros despreocupadamente -La verdad mami, no sabría decirte si lo dejé yo… si me dejó él… ¡no lo tengo claro!- explicó resuelta y ambas se rieron divertidas- después de pensar en todo lo que me contaste, el martes llegué resuelta y decidida a dejarlo y se lo intenté exponer pero, antes de que acabara de hablar, dijo que sí muy apresurado y que era lo mejor para todos, sobretodo para él, y se fue dejándome sin entender nada- se rieron recreadas- Aún me pregunto a que venía eso de “sobretodo para él”…- habló absorta y confundida; su madre la miró de reojo y sonrió entrañable. Como había supuesto, Diego no había pasado por casualidad por la universidad. Sintió una gran paz y un orgullo extremo. Aquellos dos hermanos tan unidos y que se anteponían mutuamente ante todo, habían cambiado tanto que ahora eran ellos cuatro sus prioridades. Tanto para Rodrigo como para Diego. Rodeados de felicidad y un amor que crecía día a día increíblemente, los años fueron pasando viendo a sus hijos crecer felices y siempre rodeados de gran ternura y amor a raudales. Pati se convirtió en una mujer preciosa que estudió la carrera de publicidad sacándola con gran éxito. Llevaba la profesión de su padre en la sangre. Le costó aún un par de años más reconocer que amaba con pasión a Hugo el cual, con una paciencia infinita, la seguía esperando y amándola en silencio. Se casaron así acabaron sus respectivas carreras y, aunque esperaron dos años, llegaron al fin los primeros nietos: primero Héctor y luego la preciosa Susana. Diego era un hombre atractivo, cada día más parecido a Rodrigo, que estudió derecho como sus padres. Al acabar la carrera, se puso a trabajar junto a ellos en el bufete quedándose luego él al frente cuando sus padres se retiraron. Al principio, Irene se temía que saliera a su padre y su tío ya que las mujeres entraban y salían de su vida a una velocidad increíble. Pero un día conoció a Andrea, una muchacha preciosa y dulce ayudante del juez Garrido con el que tuvo varios juicios y acabó enamorado perdidamente. Apenas a los cinco meses de conocerse, se casaron asombrando a la familia y ya venía su primer retoño a la vuelta de la luna de miel: Jaime; siguiéndolo al cabo de un par de años Alberto y por último, la niña mimada de Rodrigo: Sandra. Aunque quería con locura a todos sus nietos, lo que tenía por aquella preciosidad rubia de ojos melosos era casi devoción y todos comprendían enternecidos el motivo: era una réplica de su abuela Irene y no podía evitar sentir un amor especial por aquella hermosa criatura. Gonzalo era aún más atractivo que Diego. No tenía aquel asombroso parecido con Rodrigo como su hermano poseía aunque sí había heredado sus profundos y grandes ojos negros junto a su cabellera negra cobriza. Pero su perfecta y esculpida nariz era la de su madre como aquella preciosa boca de labios tiernos y en forma de corazón; con su cuerpo escultural debido al ejercicio en el ejército que era su gran pasión, y más la aviación en dónde acabó realizando su carrera;, le hacía parecer un Adonis romano. Para pesar de su madre, aparte de sus ojos, su cabello negro y su amor irracional por sus hermanos por los que daba la vida si fuera necesario, había dos cosas más que sí había heredado de su tío y de su padre: su duro sarcasmo, siempre tenía algún comentario mordaz en la punta de la lengua; y su vida amorosa desordenada, las chicas aparecían y desaparecían de su vida como cromos de colección sin amar realmente a ninguna; solo puro entretenimiento. Rodrigo regresaba de pasear por la urbanización en la que se había convertido los alrededores en aquellos veinte años como cada tarde siempre acompañado de su querido hermano Diego que vivía con ellos desde hacía unos años cuando, el paso del tiempo, hizo mella en todos y a él lo encontró solo en su vejez. Y con ellos, su obediente y leal Rolfo; un pastor alemán que sustituyera ya hacía algunos años al pobre Pluto que muriera placidamente de viejo provocando una tragedia en la casa que se vio aplacada con la llegada de aquel cachorrito alegre y juguetón con el que apareciera tío Diego para consolar a sus queridísimos sobrinos por los que daba la vida. -Cómo ha cambiado esto, hermano- le comentó entrañable Diego. -Sí, pensar que hace unos años éramos unos solitarios aquí… ¡Y ahora no queda ni un mísero hueco por obrar!- repuso asombrado y se sonrieron amenos. Observaron la gran corona navideña que reinaba en la puerta de la casa y, al abrir, se encontraron con la casa ya adornada en su totalidad con motivos navideños y un maravilloso olor a comida lo inundaba todo; sonrieron felices. -Tu preciosa no pierde el tiempo ¿de dónde saca tanta energía? Me canso solo con verla- bromeó alegre Diego retirándose su abrigo que dejó en el perchero de la entrada -Ni yo mismo lo sé hermano, a veces me sorprende hasta a mí- repuso orgulloso imitándolo. -¿Sois vosotros amor?- le preguntó alegre Irene desde la cocina -Sí corazón, somos nosotros- contestó dichoso, le encantaba oír su melosa voz; seguía siendo la mujer de su vida y la amaba con locura ¿Podría llegar amarla aún más? Se preguntaba todas las mañanas observándola dormir a su lado, la contestación la tenía todas las tardes al regresar de su paseo y oír su voz: sí se puede amar cada día más. -Llegáis a tiempo para ayudarme- expuso satisfecha apareciendo por la puerta de la cocina sonriendo feliz, él la miró encandilado; con su pelo gris ceniza y su cara dibujada con pequeñas arrugas aún no muy marcadas, estaba más hermosa todavía. Era la mujer más bella del mundo a sus sesenta y siete años, su cuerpo seguía siendo precioso y tremendamente excitante para él. -¿Para qué? ¡Si ya tienes todo preparado cuñadita!- expuso divertido Diego, ella le sonrió guasona mientras besaba amorosa los labios de su guapo marido que, a pesar de tener ya su cabeza totalmente cubierta con un blanco perfecto y su rostro repleto de arrugas, seguía siendo tan atractivo como siempre. -¡No te vas a librar, vago!- le reprochó cariñosa a su cuñado que no lucía el pelo tan sumamente blanco, lo tenía entre canoso- Tenéis que acabar de adornar el árbol mientras yo vigilo la cena- expuso entusiasmada, estaba tan emocionada e ilusionada con la navidad como todos los años. -¡La cena la vigilo yo!- se apuntó raudo y entusiasta Diego -¡Ni se te ocurra acercarte a la cocina, Diego!- le regañó dulce pero rotunda su cuñada- Te conozco muy bien y no dejarás de probar de todo acabando poniéndote malo del estómago como todas las Navidades- los hermanos se miraron entrañables -Hermano… ¡nos tiene bien calados aquí la preciosidad!- expuso guasón Diego -Más a ti, que siempre fuiste un tragaldabas y morirás siéndolo- respondió socarrón su hermano besando amoroso la sien de su amada esposa y se rieron alegres los tres- ¿Ya se sabe algo de Gonzalo?- repuso cariñoso y ella lo miró a los ojos; le brillaban radiantes, estaba sumamente feliz -¡Sí mi vida, viene con dos semanas de permiso ¿no es fantástico?! Aunque no podrá llegar hasta mañana perdiéndose la cena de Nochebuena, pero la cuestión es que estará con nosotros dos semanas enteras ¿no es maravilloso?- comentó entusiasmada y su esposo la miró dichoso besándola amorosos en los labios -¡Para lo que se le va a ver el pelo a ese! ¡Así huela unas faldas a cien metros a la redonda, desaparecerá!- exclamó burlón Diego- ¡¡Es aún peor que nosotros hermanito!!- añadió vanidoso golpeando suavemente el hombro de su hermano que rió divertido -De este viaje me prometió que estaría más con nosotros- repuso orgullosa Irene y Diego rió jocoso -Tu preciosa sigue tan inocente e ingenua como siempre- bromeó chistoso y Rodrigo volvió a reírse entretenido -¡¡Venga, a trabajar vagos, que estáis perdiendo un tiempo precioso!!- prefirió cambiar de conversación mientras los empujaba dulcemente hacia el árbol, ellos sonrieron divertidos obedeciéndola mientras la oían canturrear feliz un villancico yendo y viniendo de la cocina colocando la mesa para la cena. Rodrigo no le quitaba los ojos de encima, dichoso y enteramente enamorado de ella, así aparecía en el comedor. -Tienes la mujer más preciosa y más cariñosa del mundo, hermano- le murmuró Diego observándola enternecido. -¿Verdad qué sí?- indicó apasionado su hermano y le sonrió radiante -Y por poco la dejas escapar…- añadió guasón mirándolo burlón -La culpa fue tuya imbécil, te dije que me mantuvieras al tanto de todo y ni te enteraste de que Gonzalo había muerto- le reprochó dolido, su hermano lo miró fastidiado -¿Aún sigues con esas? ¡¡Joder tío, pasa hoja ya ¿no?!! Vale, metí la pata; lo siento ¿ok?… pero tú siempre decías que no creías ni querías relaciones largas ni duraderas, que eso era un engaño- le reclamó desenvuelto, Rodrigo lo miró fijamente a los ojos -Lo que me daba terror era amar y no ser correspondido hermano… sufrir como veía en mi trabajo sufrir a muchos por perder a la mujer que amaba y a sus hijos… por eso me escudriñaba en esa tontería- declaró sincero. -Ya lo sé y, aunque me lo negabas una y otra vez, siempre te lo dije; tu mayor ilusión era tener una familia y demostrarte que no llevabas esa mala raza de nuestro padre en las venas y que podías ser un gran padre y esposo- expuso con ternura -Y lo conseguí hermano- exclamó lleno de pasión -Yo nunca lo dudé- remarcó satisfecho y se rieron entrañables

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