martes, 29 de abril de 2014

El sábado salía de su piso para irse a trabajar a las siete como todos los días cuando se encontraron ambos de frente. -¿Vas de marcha?- preguntó ella animosa aunque una punzada de celos le retorció las tripas observándolo de arriba a abajo, si siempre era atractivo, aquella noche estaba guapísimo con aquel pantalón de pinzas negro, la camisa rosada destacando su escote moreno y velludo; llevaba la chaqueta del traje colgada del hombro sujeta por un dedo -No, solo voy a cenar con mis hermanos- contestó risueño aplacando aquellos celos que la habían asaltado y se sonrieron agradados mientras él también la observó deleitado, estaba preciosa con aquel vestido floreado de finos tirantes que dejaban unos hombros hermosos y suaves al descubierto, con suave vuelo desde debajo los pechos que el vestido intentaba sujetar aprisionándolos fieramente pero ellos parecían querer liberarse por el escote. La falda mostraba unas rodillas perfectas, nada huesudas, rellenas y hermosas- ¿No tendrás frío? Las noches aún están frescas- indicó cariñoso y atento dirigiéndose al ascensor -Tengo una rebeca en el vestuario- expuso resuelta y se sonrieron amenos- ¿Así que a cenar con los hermanitos, eh? -Sí, se nos casa Pablo para la semana, el mayor de los hombres, y será nuestra última cena de todos solteros; aunque según Guille, el anterior a mí y más atolondrado de todos, dice que vamos a quemar la ciudad como antaño pero creo que yo me retiraré temprano- contestó desganado ella lo miró tierna -¿Te encuentras mal?- se interesó inquieta y él le sonrió tranquilizador -No, estoy bien, pero me conozco y si tomo un par de copas de más sé lo que pasará mañana y no tengo ganas de andar loco con dolor de cabeza- explicó resuelto y ella sonrió amena -¿Cuántos hombres sois? -Cinco hombres y tres mujeres, yo de los hombres soy el pequeño- expuso entrañable y ella le sonrió cariñosa. Ella se detuvo en el portal, su taxi aún no llegara- ¿Te acerco algún sitio?- la invitó animado -No, gracias; Beni a de estar a llegar- denegó cordial -¿Siempre te recoge el mismo taxi?- indagó curioso -Sí, me lleva y me trae siempre el mismo- le ofreció una de sus hermosas sonrisas- Es amigo de León y no me deja venir con otro- ¡Otra vez ese dichoso León! Pensó sintiendo que se alteraba de nuevo, mucho la cuidaba y protegía… pensó sarcástico sintiendo una enorme antipatía irracional hacia él. Observó llegar el taxi, dentro iban dos chicas más que saludaron amenas a Bea, ella les correspondió- Chao, que te diviertas y procura entonces no beber- le recomendó cariñosa besándolo inesperadamente en la mejilla casi rozándole la comisura de los labios sorprendiéndolo y se metió rápidamente en el taxi antes de que él reaccionara para despedirse de ella. Cuando quiso hacerlo, el taxi ya arrancara. Sonrió deleitado y se pasó dulcemente la lengua por la esquina de su boca que Bea apenas rozara. Sus hermanos le esperaban ya en el restaurante, habían preparado una despedida en toda regla: antiguos amigos comunes que le encantó volver a reencontrar pues llevaba fuera más de un año viajando por el mundo examinando los fondos marinos y, compañeros del trabajo de Pablo que resultaron ser muy parranderos… Realmente se estaban divirtiendo muchísimo. -¡¡Y ahora la guinda final para un futuro esposo serio y responsable!!- comentó explayado su hermano Guille, el más guasón y burlón de la familia -Yo creo que me voy a ir a casa- exclamó Bruno acabándose su copa de vino -¡No seas aguafiestas joder!- le reclamó fastidiado- Sé que no puedes beber mucho pero un hermano no se nos casa todos los días y un par de copas mas no te harán daño, venga ¡¡Seguirme en los coches!!- añadió resuelto -¿Qué has hecho?- le preguntó inquieto Andrés, el siguiente a Pablo; Guille reía pícaro pero no contestó. Los guió a un bar de striptease. Todos reían y bromeaban en el aparcamiento camino de la entrada -Esto es una locura, de estos sitios nunca sale nada bueno- repuso Andrés, el más serio de todos los hermanos -¡Cállate hombre, otro aguafiestas!- le reprochó Guille amenizado- este sitio es muy tranquilo y además le encanta a Pablo, ¿verdad Pablito?- bromeó tomándolo por el cuello con su brazo mientras le frotaba el puño por su cabeza -Tampoco te pases, solo vengo de vez en cuando- protestó él divertido- ¿No me irás a decir que me has contratado a Bettinna?- preguntó interesado, Guille le sonrió desalentado -Lo intentamos tío, lo siento, pero es imposible: no da sesiones privadas- le contestó uno de sus amigos entristecido -No importa, ya lo sé- repuso pesaroso Pablo - solo verla es ya una gozada- aclaró entusiasmado -¿Tan buena está?- preguntó burlón Bruno a su hermano ya dentro del local. Estaba abarrotado, la música alta le dio un martillazo en la sien que le provocó fruncir molesto el ceño -Es preciosa, colega; además se mueve…- puso los ojos en blanco- ¡¡Como se mueve la muñeca, chico!! -Yo creo que lo que más excita es que nunca acaba enseñando nada dejándonos con la miel en la boca- añadió otro compañero de Pablo -Yo me voy a tener que ir- expuso en un murmullo Bruno a su hermano Guille apretándose la sien -Tranquilo, hermanito; solo aguanta un poco ¡verás que jaca hermosa! ¡Bien merece la pena una jaqueca después! -¡Busquemos un lugar apartado de los altavoces!- les indicó Andrés a los demás en consideración a su hermano pequeño -No te preocupes hermano, ya nos tienen reservada una esquina en donde no habrá mucho escándalo que les avisé bien en eso- indicó resuelto Guille dirigiéndose a una esquina donde había reservado un amplio sofá con dos mesas y realmente parecía que allí el ruido de la estridente música sonaba algo menos. -¿Qué os pongo, muchachos guapos?- les dijo melosa la camarera acercándoseles, ellos pidieron whisky, Bruno cerveza. Observó que las camareras llevaban unos chalecos muy provocativos pero no mostraban nada, sus pantaloncitos súper cortos dejaban ver la mitad del glúteo pero tampoco era escandaloso: había mujeres más desnudas en la calle a las doce del día, se sonrió divertido de su pensamiento -¿De qué te ríes?- le preguntó animado Pablo -De nada- recogió su cerveza que bebió de la misma botella, él le miraba intrigado- que me estoy fijando que para ser un puticlub, van muy tapadas ¿no? -Esto no es un puticlub, chaval; aquí ni te acuestas ni tocas a las chicas- le indicó ameno su hermano Gonzalo- Es un local donde solo puedes tomar una copa disfrutando de un bello espectáculo erótico y picante; si intentas propasarte con alguna de las chicas, te aparece un mostrenco de dos metros de alto por tres de ancho que te manda al otro barrio -Solo es entretenimiento para tus ojos: se mira pero no se toca- expuso Pablo animado -¿Y eso de lo privado que es?- preguntó curioso -Algunas dan pases privados en aquellas cabinas de allí- habló el amigo de Pablo, le señaló una zona de puertas acristaladas opacas y cerradas- pero tampoco puedes tocarlas… y no todas, por ejemplo la que le llena el ojo a Pablo se niega rotunda; no se desnuda- Bruno le miró desconcertado -¿A sí? ¿Y luego que hace aquí?- se burló socarrón -Ya lo verás, te pone a cien sin enseñar nada- indicó entusiasmado Pablo, él le miró sorprendido -No conocía esta faceta tuya de salido mirón- expuso sarcástico, todos rieron divertidos -No soy un salido- se defendió ofendido- Llega a ser un arte lo que hacen esas mujeres, excitan sin enseñar; no como algunas en la calle que muestran tanto que aburren y te desganan porque no dejan nada para la imaginación- todos se reían burlones Las luces del escenario se apagaron, se encendió unas potentes que iluminaban detrás de una pantalla blanca opaca -¡Mierda, empieza por la ducha!- expuso desolado Pablo- está mucho mejor en la otra- Bruno movió la cabeza incrédulo escuchando a su hermano; volvió a beber de su botella de cerveza y se dispuso a disfrutar del espectáculo. El contorno de una mujer se vislumbró a través de la pantalla, se movía erótica y sensual. Apareció delante de la pantalla, llevaba un corto albornoz y una peluca rosa llamativa; el potente foco no dejaba verle la cara. Bailaba genial, con movimientos provocadores y turbadores; realmente atrapaba la mirada intrigada cuando, de espaldas al público, se destapó la espalda y la mostró desnuda. Todos gritaban que se volviera mientras le silbaban sublevados. En movimientos súper rápidos se volvía cubriéndose, destapándose de nuevo al darse la vuelta. No había manera de verle nada. Bruno sonreía entretenido. Al borde de la pantalla, se deshizo totalmente del albornoz pero tampoco logró ver nada pues se metió rauda tras la pantalla. Tras ella, seguía moviéndose sexy contra la mampara, su increíble cuerpo se dibujaba en el cristal blanquecino pero no se distinguía en absoluto. Luego pasó a jugar con la silla, se movía rítmicamente y con una elasticidad desconcertante sobre ella -¡Verla en la cama debe ser increíble!- expuso encendido Pablo -Tú ándate con cuidado o Laura te romperá los morros- bromeó burlón Bruno provocando la risa socarrona de todo el grupo -Si Laura me hace eso la noche de bodas… ¡¡me la como enterita!!- respondió entusiasmado y volvieron a reírse. La guinda final fue un excitante masaje en su entrepierna simulando estarse masturbando mientras se arqueaba increíblemente sentada sobre la silla imitando un orgasmo, de pronto, un chorro de agua cayó sobre ella impactando a Bruno que la miraba con los ojos extremadamente abiertos. Se apagaron los focos quedando el escenario a oscuras nuevamente todos aplaudían y silbaban entusiasmados- ¿A qué es increíble?- le preguntó animado su hermano Pablo -La verdad es que se dobla de una manera portentosa- asintió impresionado bebiendo de su cerveza -Tiene un cuerpo precioso… Se debe pasar el día en el gimnasio- expuso Guille -¡Gimnasio le daba yo y con ganas!- saltó de pronto Andrés, todos se sorprendieron del comentario del serio y recto Andrés rompiendo a reír en carcajadas- ¡¿Qué?! ¡¡Nunca me puse tan cachondo sin haber visto nada!!- repuso molesto no podían dejar de reírse -¿Otra ronda, muchachos?- les indicó animosa la camarera sonriéndoles sensual. Ya tres chicas se movían por la pasarela con movimientos eróticos pero no tan insinuantes como la famosa Bettinna; pidieron otra ronda, Bruno otra cerveza y se recostó en el sofá observando el local y la clientela evitando ver el escenario, las chicas desnudas sobre él ya no era tan excitantes y aquellos juegos de luces le estaban matando. -Pues este no es nada con el siguiente- comentó ilusionado Pablo dándole suavemente con el codo en el brazo de Bruno -Yo no sé si quedarme, me está empezando a doler la cabeza- se quejó angustiado -Un poco más, hombre- le animó Gonzalo- Al llegar a casa te curas en salud tomándote una dosis de medicamento y mañana descansas todo el día- La noche pasaba divertida entre bromas, risas y los espectáculos de las chicas. El escenario volvió a quedarse a oscuras -¡¡Ey, esa niña ¿a dónde cree que va?!!- increpó molesto una voz por los altavoces -¡¡Ahí viene de nuevo!!- se entusiasmó Pablo. Bruno, dirigió su mirada al escenario y lo que vio lo dejó frío, una chica en el escenario con dos coletas bajas, vestida de colegiala con una camisa blanca bajo una corbata media desabrochada sobre ella y una ínfima minifalda de tablillas caminaba moviéndose indecorosamente por la pasarela con unos tacones de vértigo y medias blancas provocadoras a medio muslo mientras lamía provocativamente una gran piruleta en sus manos. La miraba incrédulo mientras bailaba sensualmente con movimientos sugerentes y tentadores doblándose sobre sí misma de manera espectacular como si fuera de goma. Bruno no salía de su asombro, no podía creer lo que sus ojos estaban mirando: ¡Era Bea! ¡Su Bea! Dándole la espalda al público, se agachó con aquellas hermosas piernas completamente estiradas mirando al personal por entre ellas, mostraba unas braguitas blancas de encaje y lacitos rosas debajo de aquella minúscula falda. Bruno dio un respingo cuando se arrancó la falda de repente, todos gritaban entusiasmados a cada movimiento de ella. Comenzó a acariciarse impúdicamente sobre su braguita mientras lamía eróticamente la piruleta moviendo adelante y atrás aquel cuerpo perfecto como una serpiente -¡¿Te la imaginas moviéndose así sobre ti?! ¡Debe enloquecer a uno!- susurró deseoso Guille -¡¡Cállate imbécil!!- le gritó enfurecido Bruno, él lo miró sorprendido por su reacción. Ella se retiraba la corbata y se arrancó bruscamente la camisa mostrando un sujetador de encaje blanco igual a las braguitas -¡¡Todo, muñeca, quítatelo todo!!- le increpaba eufóricos los del público; Bruno se estaba enfureciendo de verdad. Jugó con la piruleta metiéndosela y sacándosela de su boca insinuando una felación, él estaba encendido mirándola. Cuando se volvió y se retiró diestramente el sujetador, Bruno se puso en pie de un impulso -¿Qué haces? ¡Siéntate!- le dijo su hermano Pablo sujetándole del brazo. Ella de espaldas al público giraba juguetona el sujetador sobre su cabeza mientras todos la incitaban presurosos y deseosos a que se volviera y cuando ella parecía que iba a volverse ya cara al público, Bruno voló de pronto sin esperárselo nadie sobre el escenario cubriéndola con su chaqueta que llevaba sobre el brazo -¡¡Estas loca!! ¡¿Qué rayos crees que estás haciendo?!- le gritó incrédulo mientras se miraban ambos atónitos, con los ojos muy abiertos clavados el uno en el otro -¡¿Qué estás haciendo tú aquí?!- le increpó furiosa. Un mastodonte negro y enorme apareció de pronto sujetándolo fuertemente e intentando quitárselo de encima a Bea, Bruno observó aterrado como su enorme puño ya iba en dirección a su nariz- ¡¡Quieto, León; es un amigo!!- le sujetó ella el puño deteniéndoselo y desapareció corriendo tras el escenario cubriéndose con su chaqueta. El la siguió enfurecido librándose del amarre del enorme hombre y también León los siguió. La gente después de la sorpresa inicial, bramaba enfadada por la interrupción -¡¡Mónica, sal ahí y calma a esos energúmenos!!- oyó decirle el tal León a la muchacha que miraba anonadada a Bruno como perseguía a Bea. La encontró en el vestuario, sentada en una silla cubriéndose abochornada con su chaqueta, lloraba desconsolada y muy impresionada. Parecía tan abochornada que Bruno se sintió enormemente consternado viéndola llorar de aquella manera, estaba abatido por haberla hecho sentir tan mal. Se acercó y se acuclilló ante ella, Bea evitó mirarlo cubriéndose el rostro con las manos intentando esconderse de él; no podía verle a los ojos, se sentía avergonzada y destrozada de que la hubiera visto así. -Bea, cielo, yo…- le habló dulcemente en un intento de calmarla retirándole sus manos de su rostro pero ella apartó su cara evitando mirarlo. León los observaba desde la puerta, atento a cualquier reacción de ellos- Bea, corazón…- insistió tomándola suavemente de la barbilla para obligarla a mirarle -Déjame, Bruno- inquirió ella mortificada rehusando mirarlo, su voz tan lastimada le dolió en el alma a Bruno- Vete por favor; déjame, no me humilles más- estaba hundida, derrotada. Bruno sentía una gran pena por haberla abochornado de aquella manera -Pero cielo, mírame por favor; explícame por qué…- intentó convencerla -Por favor Bruno… por favor- murmuró atormentada cubriéndose de nuevo el rostro con sus manos, sintió la potente mano de León en su hombro que intentaba ser amable pero su fortaleza pesaba una tonelada -Es mejor dejarla ahora colega- le indicó cordial, él lo miró a los ojos; le sonreía abatido mientras Bruno afligido lloraba silenciosamente por estarle haciendo tanto daño a su preciosa Bea- Espera a que se tranquilice y ya hablaréis después- le recomendó amigable, en ese instante entró una chica con una peluca plateada muy llamativa sujetándose nerviosa un batín de seda sin abrochar que no escondía su total desnudez -¡¡León!! ¡¿Qué le ha ocurrido a nuestra peque León?!- increpó frenética abriéndose furiosa paso entre las camareras y resto de bailarinas que se agolpaban ante la puerta del camerino hasta alcanzarlo- ¡¿No tenéis nada que hacer panda de cotillas?!- les bramó irritada cerrando la puerta y acudiendo rauda al lado de Beatriz- ¿Qué pasó mi niña?- indagó tierna acariciándole melosa el pelo -Carla… ¡Oh Dios Carla!- balbuceó angustiada Bea y se abrazó a su compañera con desesperación que la tomó cariñosa entre sus brazos dejándola desahogarse -¿Tú no tenías que estar dando un pase privado?- le reprochó duramente León mirándola irritado -¿Y tú no tenías que evitar esto? ¡Los clientes no pueden alcanzar la pasarela o eso se supone ¿no?! ¡¿Para qué rayos estás aquí León?!- le increpó dolida y encarándolo furiosa, el hombre bajó la cabeza abochornado y ella regresó a consolar a Beatriz- cálmate corazón, ya pasó cielito…- le musitaba melosa mientras le acariciaba su cabeza con ternura -Que se vaya Carla, por favor que se vaya…- sollozaba mortificada Beatriz y Carla le clavó una mirada dura y furiosa en Bruno -Vamos, dejémoslas solas- le habló amigable León a Bruno sujetándole amable por el brazo, Bruno obedeció saliendo del vestuario acompañado de León y rompió a llorar afligido como un niño ya en el pasillo ante la mirada curiosa de las muchachas que aún seguían esperando para enterarse de algo- ¡¿Qué hacéis aún aquí?! ¡¡Venga, aquí no pasó nada; cada mochuelo a su olivo!!- les gritó rotundo a las muchachas León y regresaron de mala gana cada una a su lugar -¿Por qué en esto? ¿Por qué?- repetía angustiado sin poder entenderlo y sin poder dejar de llorar, León le pasó amistoso el brazo por los hombros -A veces la vida es cruel y se ensaña con nosotros, ella se vio en la necesidad- expuso apesadumbrado -¡No lo entiendes! ¡Yo… yo…!- le increpó furioso, pero él le sonrió amargamente -Aunque no lo creas sí lo entiendo, tú la amas y no tenías ni idea de en qué trabajaba; tu reacción fue lógica, pasa tantas veces amigo mío…- se miraron a los ojos, estaba tan pesaroso como él- Más veces de las que piensas -Si se entera su hermana…- murmuró despavorido -Nuestra Bea se nos muere de pena- expuso atemorizado, Bruno volvió a mirarlo, estaba tan desesperado como él- No le digas nada, eso la destruiría de todo -¡¡Claro que no!!- le increpó ofendido- Voy a sacarla de aquí, cueste lo que me cueste… ¡no volverá aquí nunca!- añadió definitivo -Si puedes y te deja, no lo pienses; ella no es muchacha para esto… yo lo intenté pero no me lo permitió- expuso resentido, Bruno se dio cuenta de que él también estaba enamorado de Bea- Si no quieres volver a la sala, te puedo sacar por detrás- Bruno denegó con la cabeza -Debo entrar, mis hermanos están ahí… ¡Dios! ¡¡Mis hermanos!! ¡¿Cómo les explico todo esto?!- exclamó desesperado pasándose nervioso las manos por el pelo y volvió a llorar abatido -No te preocupes, yo les aviso de que te has ido; no estás tú ni creo que quieras ponerte a darles explicaciones ahora- se lo agradeció y salió por la puerta trasera. Se metió en su ranchera y lloró desalentado por haberle hecho tanto daño sin querer a Bea. No le importaba sus hermanos, ni ese trabajo, ni siquiera él; lo que más le dolía era haberla lastimado tanto sin haber querido. Sus hermanos salieron de la sala y se acercaron a su ranchera -¡¡Bruno, tío!! ¿Qué te pasó? ¿A qué vino saltar así sobre la chica? ¿Acaso ese mastodonte te hizo algo?- preguntaba angustiado Pablo golpeándole la ventanilla para que la bajara, pero él no podía responderles; reclinado en su asiento seguía llorando sin poder detenerlo. -Déjalo, Pablo; ahora es mejor dejarlo- decía cariñoso Andrés intentando alejar a su hermano de la ventanilla -Pero ¡No podemos dejarlo así!- indicó desesperado Gonzalo- ¿Qué te ocurre Bruno? ¡Háblanos hermanito! -No seáis pesados, ya nos lo contará más tarde si así lo desea- indicó entrañable Guille pero su voz sonó apesadumbrada, Bruno clavó sus ojos en los de su hermano, le miraba abochornado y pesaroso: se había dado cuenta de que no solo la conocía si no de que sentía algo más por aquella muchacha. Rompió a llorar de nuevo cubriéndose avergonzado el rostro con las manos -Vámonos, dejemos que se tranquilice- repuso Andrés llevándoselos a los coches -¿Quieres que me quede contigo? Prometo no hacer preguntas hermano- le preguntó entrañable Gonzalo, él denegó con la cabeza- ¿Estás bien para conducir? ¿Te duele la cabeza?- siguió insistiendo, él asintió con la cabeza -¡¿Te duele la cabeza?! ¡¡Entonces sí que no me voy!!- se espantó, él denegó rotundo- Vale, luego… ¿te dejo?- volvió a preguntar, Bruno asintió decidido- De acuerdo, pero llámame si no te encuentras bien ¿me oyes?- él asintió nuevamente y por fin se fue.

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