sábado, 26 de abril de 2014

-Se te ve cansada, cielo- comentó una de las bailarinas en el vestuario antes de abrir, se estaba pintando y preparando para la actuación mientras Bea se colocaba el uniforme de camarera compuesto de un chaleco blanco escotado que solo ocultaba la delantera dejado la espalda al aire y unos pantaloncitos muy cortos negros -Lo estoy, entre las casas por el día y esto por la noche, estoy extenuada- expuso cansadamente -¿Cuántas casas limpias? -Dos solo pero no tengo tiempo a descansar algo y, después toda la noche de pie… -Debes dejar algo o caerás enferma y, después, ni una cosa ni la otra- expuso cariñosa Carla, otra de las bailarinas, y se sonrieron a través del espejo donde Mónica se maquillaba -Aguantaré todo lo que pueda… Además, no es definitivo, solo mientras no encuentro otra cosa mejor- expuso amable sentándose frente a ella -Limpiando pisos por un par de horas no sacarás mucho ¿verdad?- comentó Mónica mirándola curiosa, ella le sonrió apesadumbrada- Una pequeña tiene muchos gastos- expuso amena -No solo es Sarita, no olvides que somos tres, mi hermana que aún estudia también está a mi cargo- comentó agradada, la mujer asintió entrañable, la miró de arriba abajo fijamente -¡Con ese cuerpo podrías ganar mucho dinero ¿sabías?!- Beatriz quedó desconcertada nuevamente, Mónica le sonrió amena- ¿Sabes bailar, verdad? -Me defiendo, como todo el mundo- comentó entrañable, ella rió divertida -¡No cielo; no todo el mundo sabe moverse bien!- se sonrieron amistosas -Lo siento, pero yo no sirvo para eso- expuso alterada intentando no molestarla pero negaba rotunda con la cabeza. Ella le sonrió divertida palmeándole dulcemente en la rodilla -¡Te asombrarías de lo que puedes ganar por solo moverte sobre la pasarela!- le explicó animadamente- No te digo acostarte con clientes como yo; eso lo haces aparte si quieres… Pero, por ejemplo, Carla solo baila en la pasarela y se saca su buena tajada -Pero desnudarse delante de la gente…- murmuró asustada, ella volvió a sonreírle entrañable -Cobras según te desnudes; si no quieres hacer integrales, cobrarás menos pero bastante más que ahora… Mira por ejemplo a Sandra; sale, baila eróticamente y se queda con las bragas puestas mientras se cubre los pechos con las manos…- Beatriz la miraba asombrada- nunca le vieron nada más de lo que se podría ver en cualquier playa- ella miró a la tal Sandra que le sonreía amistosa y ella le correspondió- Yo también empecé así, luego me fui desinhibiendo y acabé haciendo integrales y hasta privados ¡Ahí sí que sacas un gran pellizco! Pero no hay que hacerlo si no quieres- Beatriz seguía negando con la cabeza mientras la miraba asombrada, la mujer sonrió amistosa- Está bien, tú misma. Pasó aquella semana indecisa, Mónica y Carla le pasmaban; se las veía holgadas de dinero, relajadas y felices pues tenían dos noches libres; sin embargo, ella agobiada por las horas, cansada del trabajo sin descanso y los bolsillos vacíos. Además ¿qué mal tenía bailar solo mostrando su cuerpo y excitando a unos hombres que no podían tocarla? -Quiero probar, Carla- le dijo decidida una tarde, la mujer le sonrió amistosa- ¿Puedo probar si soy capaz o sino dejarlo? -Cielo, sino vales ya te echan ellos- le indicó amena- pero verás como sí vales y eres capaz¸ mira, te regalo mi número de principiante y verás cómo es fácil- Beatriz le sonrió levemente y muy nerviosa. Y sin apenas darse cuenta… llevaba más de un año trabajando en el club teniendo éxito con su número de niña revoltosa o con el de la ducha. Nunca enseñó sus pechos ni se quitaba la tanga, pero ganaba el triple y estaba mucho menos estresada. -¡¿Hola?! Buenas tardes… ¿Hay alguien?- llamaba educadamente desde la puerta entreabierta cuya chapa en la pared indicaba que era la portería -¡¡Voy, voy!!- le contestó amena desde dentro la voz de una mujer apareciendo al poco frente a él, era una mujer gordita con cara de buena persona que le sonreía amablemente. Él le correspondió -Hola, me llamo Bruno; llamé ayer preguntando por el apartamento que alquilan…- declaró ameno ofreciéndole cordial su mano -¡Ah, sí; claro muchacho! Ya me comentó mi esposo que vendrías hoy a verlo- repuso entrañable estrechándosela sin dejar de sonreírle- ¿Ya son las cinco entonces?- indagó amistosa y él asintió con la cabeza- ¡¡Uy, esta nueva telenovela me absorbe de tal manera que se me pasa el tiempo volando!!- exclamó chistosa mientras recogía la llave del tablero de detrás de la puerta y él rió divertido- Ven, acompáñame por favor… Es un tercero muy bonito, pequeñito como te interesa a ti, pero muy amplio y muy luminoso; solo tiene una habitación con baño, cocina y salón pero son habitaciones grandes y muy cómodas, ya lo verás- indicó alegre subiendo ya en el ascensor -¿Amueblado completamente verdad?- indagó interesado -Sí, sí, y limpio; todos los días le doy una repasadita… está listo para entrar a vivir ahora mismo si así lo deseas- le explicaba entrañable -¿El precio? Su marido dijo 350- expuso cuando se detuvo el ascensor -Sí, así es; lo alquilamos barato ¿no crees?- le sonrió afectuosa y él le correspondió- la luz y el gas corren de tu cuenta, el agua no- añadió caminando por el pasillo, él iba a su lado cuando vio salir a correr una pequeña de una de las puertas. No tendría más de tres años, sus coletas rubias bailaban al ritmo de sus pasitos rápidos hacia ellos -¡¡Bárbara, la puerta está abierta!! ¡¿Dónde está Sarah?!- oyó escandalizarse a una mujer -¡¡No lo sé, yo estaba en mi cuarto!! ¡Fuiste tú la última en entrar!- respondía otra voz joven también, sonrió divertido al ver como la pequeña apresuraba más su huida al oír las voces de las mujeres -¡Santo Dios Bar, corre a las escaleras! ¡Yo miraré en nuestro cuarto! ¡¡Sarah!! ¡¿Dónde estás Sarah?!- a la mujer se la percibía realmente nerviosa. -¿A dónde crees que vas tú tan deprisa, eh renacuaja?- repuso cariñoso atrapándola entre sus brazos y deteniéndola en su precipitada huida, la pequeña le regaló una hermosa sonrisa mostrándole sus dientecillos mientras lo observaba con unos preciosos ojos negros grandes y hermosos -Es la pequeña de Bea, un trastillo encantador… ¿verdad mi Sarita?- le explicó alegre la portera acariciando tierna la mejilla de la pequeña que seguía sonriendo alegre Salió muy apresurada del mismo piso una muchacha de sobre veinte años también rubia que se quedó sorprendida al encontrárselos con la niña en brazos; les sonrió amena -¡Ajá, de esta te pillaron infraganti ¿eh, fugitiva?!- bromeó cariñosa con la pequeña que sonrió más alegre y la muchacha le correspondió- ¡¡Bea ya la encontré; está aquí, tranquila!!- clamó entrañable, acudió angustiada su madre -¡¡Eres increíble, Sarah!! ¿A dónde crees que ibas?- le regañó duramente recogiéndola de los brazos del hombre pero la niña sonreía divertida- muchas gracias- le expuso sonriéndole agradecida al hombre que la observaba incrédulo; habían pasado más de tres años, pero aquellos hermosos y grandes ojos negros rodeados de aquellas pestañas largas, oscuras y pobladas junto con aquella naricilla esculpida y perfecta y aquella preciosa sonrisa eran inconfundibles… -Es una escapista, en cuanto ve la oportunidad: se larga- decía enternecida la muchacha sin poder apartar sus ojos de aquel hombre alto, fornido e impactantemente atractivo con aquellos ojos grises tan hermosos y aquella sonrisa preciosa -Pobrecilla, está mucho tiempo en el piso y solo quiere jugar; ya os tengo dicho que cuando no podáis sacarla, me la lleves un poquito a la portería que yo os la entretengo- repuso amorosa la portera besando las mejillas de su pequeña -Gracias señora Martina; no sé que haría sin usted, es mi ángel de la guarda- le agradeció cariñosa Beatriz -A mi no me lo agradezcas, corazón; de esta vez, el muchacho fue más rápido que yo- Beatriz miró al hombre y le sonrió amable; él seguía mirándola boquiabierto -¿Beatriz?- le preguntó intrigado, ella lo observó extrañada, le sonaba aquella mirada tan familiar y dulce y aquella sonrisa tierna pero… ¡de qué o de dónde?- ¡¡Claro que sí!! ¡Tú eres Beatriz Santamaría! Yo soy… -¡¡Bruno!! ¡¡Bruno Aguirre!!- recordó de pronto sonriendo satisfecha y ambos rieron encantados de reconocerse; él, de pronto e inesperadamente, la abrazó cariñoso desconcertándola y dejándola confundida, nunca habían cruzado una palabra para tanta efusión de repente. También la señora Martina y Bárbara los observaban curiosas. -Caray, pero… ¡¡qué bien se te ve!! ¡¡Estás mucho más guapa!!- expuso entusiasmado mientras la examinaba sin dejar de sonreírle agradado, ella también sonreía amistosa -Pues tú casi sigues igual; aunque más charlatán gracias a Dios- bromeó chistosa y ambos rieron divertidos -Desapareciste tan de repente… ¿Te fuiste a otra facultad?- se interesó ameno, ella perdió su sonrisa de pronto -No, tuve que dejar los estudios- expuso apesadumbrada, él también se entristeció al oírla; era una estudiante brillante, sus calificaciones siempre habían sido magnificas. Iba a seguir preguntando pero la portera le interrumpió -Así que ya os conocéis- expuso animadamente -Sí, estudiábamos en la misma facultad- contestó Bea entrañable, él se sintió desilusionado pero ella tenía razón, nunca habían tenido más relación que esa: compañeros de facultad, ni siquiera se había atrevido a dirigirle la palabra ni una sola vez, solo sabía observarla atontado. -Ahora seremos vecinos- expuso amistoso, ella le sonrió agradada y eso le gustó; aún parecía que su corazón tenía algún rescoldo de aquel perdido amor por ella convirtiéndose en agradable cariño. -Entonces ¿te animas a alquilar el piso?- comentó entusiasmada la portera, él la miró pícaro -Bueno, primero lo veré ¿no? aunque ya le digo que el vecindario no me desagrada- bromeó chistoso y se rieron los cuatro amenos, volvieron a sus respectivos pisos. La casualidad había querido que el apartamento de Bruno fuera justo el de enfrente a Bea- Pues parece que sí seremos muy vecinos- expuso sorprendido al verla entrar en su piso, ella le dedicó una de aquellas hermosas sonrisas que le regalaba en la facultad cuando lo pillaba observándola idiotizado; él correspondió encandilado de nuevo por aquel rostro tan hermoso que había recordado tantas veces en aquellos años preguntándose qué habría sido de ella pues no se habían vuelto a encontrar hasta aquel momento. Bea entró en su piso y cerró la puerta -Qué guapo es Bea- le dijo Bárbara encandilada, ella sonrió divertida sin decir nada- Jolines, teniendo compañeros así en la facultad, no me extraña la llegada de Sarita- bromeó burlona -Roberto no se le parece en nada; sí era atractivo, pero ni por asomo se le podía comparar a Bruno… toda la facultad andaba loquita tras esos ojos grises; lo que no recuerdo para nada que fuera tan abierto y charlatán, al contrario, era tan tímido y callado como un ratoncito- indicó chistosa, se rieron entretenidas y Beatriz se metió en su cuarto El piso estaba muy bien. Agradable, luminoso, convenientemente céntrico pero sin estar en medio de la urbe, y, sobre todo, amueblado y pequeño; como él andaba buscando. Le gustaba y, con el amplio dormitorio y la cómoda cocina que poseía, le llegaba de sobra para él solo. No le faltaba ninguna comodidad ¿para qué más? -Me gusta, es lo que buscaba: pequeño y funcional; no necesito más- declaró satisfecho y se sonrieron complacidos -El agua de los pisos no la cobramos porque poseemos una zona común de lavandería y es en eso dónde más agua se consume- explicó amable la buena mujer, él le sonrió entrañable- No están permitidas dentro del apartamento ni lavadoras ni lavavajillas… para evitar problemas ¿comprendes? Al principio no la teníamos y, entre los despistes de los inquilinos, las fugas de agua y las averías, no ganábamos para los arreglos de los pisos… cómo puedes ver, los suelos son de bambú: cómodos, calientes y muy bonitos… Pero muy delicados para despistes de ese tipo- se sonrieron amistosos - Una pregunta ¿Los vecinos son muy ruidosos? Necesito las noches silenciosas- comentó preocupado -¡Que va!- expuso alegre- Son todos muy buenos inquilinos; solo arma algún barullo de mañana la pequeña Sarah antes de irse a la guardería, pero duerme todas las noches como una bendita- él sonrió encandilado -Una pequeña no es barullo ninguno; me refiero a vecinos manitas que no paran de hacer chapuzas, música estridente o golpes y gritos entre vecinos; no puedo oír ni soporto los ruidos fuertes- expuso intranquilo -Pues puedes estar tranquilo que aquí no hay nada de eso; somos una comunidad en la que todos nos llevamos bien y somos muy respetuosos unos con los otros... Puede que oigas alguna vez llegar a Bea a las siete de la mañana de trabajar, pero es muy extraño; siempre procura hacer el mínimo ruido posible- así que trabajaba de noche ¿dónde trabajaría? Se encontró preguntándose interesado provocándole una amena sonrisa -Me quedo con el piso señora Martina- indicó decidido, la mujer le sonrió feliz- ¿Me puedo instalar ahora mismo? deseo hacerlo cuanto antes y ya tengo mis cosas en el coche; acabo de llegar de un viaje y no me apetece nada tener que irme a casa de mis padres y andar a hacer y deshacer maletas por unos días… -¡Claro, cuando desees! No me tienes que dar explicaciones muchacho- contestó entusiasmada- Solo tenemos que firmar el contrato y podrás mudarte cuando quieras- se sonrieron amistosos y se fueron del piso. Firmó el contrato en la portería ante un magnifico café que ella le ofreció y se fue a recoger sus cosas a su ranchera. No tenía muchas, su vida entera cabía en dos maletas y una funda de piel para sus dos únicos trajes. Entraba sus cosas en el piso cuando oyó abrirse la puerta de Bea, miró anheloso de que fuera ella; pero era la muchacha con una carpeta bajo el brazo que besaba cariñosa a la pequeña junto a ella -¡Ya me voy, Betty! ¡Recoge a Sarah que me sigue!- repuso en voz alta -¡Voy!- se oyó la voz de Bea, sus miradas se encontraron cuando ella se volteó para irse, se sonrieron amigables -Así que ya te mudas- le dijo entrañable -Sí, ya estoy aquí- contestó ameno. Les acompañó Bea que también le sonrió amistosa -Pues bienvenido entonces- comentó alegre mientras volvía a besar cariñosamente a la pequeña y a Bea- Vendré pronto -No te despistes cielo- le recordó Bea y, recogiendo a la pequeña en brazos, le volvió a sonreír a él mientras la joven se marchaba- Así que te quedas con nosotros- le dijo ilusionada. El la miró sorprendido y sonrió dichoso -Si llego a saber que te ilusionaría tanto, no me lo pensaba- bromeó dulcemente y se rieron amenos -Me encontraré más tranquila en el trabajo sabiendo cerca de ellas a alguien conocido- expuso sincera y cariñosa -¡Vaya!- contestó simulando pesadumbre- Pensé por un momento que te alegrabas por otro motivo- bromeó y volvieron a reírse divertidos- Pero siempre tuve entendido que se pedían favores a los vecinos después de tratarse, no asaltándoles ya solo instalándose en su casa- notó que se ruborizaba y él le sonrió entrañable- Si me invitas a un café me daré por pagado y te las vigilaré atento- ella le sonrió candorosa y se apartó de la puerta para invitarle a entrar. Bruno le dio una patada a las maletas metiéndolas dentro de su piso y cerró la puerta, se dirigió a ella quitándole a la pequeña de los brazos; la besó dulcemente en los mofletes y ella le sonrió encantada mostrándole nuevamente aquellos pequeños dientecillos- ¿Y esta preciosidad quién es? -Mi hija Sarah- respondió feliz Bea cerrando la puerta, él la miró sorprendido -Ah, no sabía que…- repuso aturdido mirándola desconcertado, ella le miró intrigada -¿Qué, qué?- preguntó curiosa al ver que no continuaba hablando -Que te casaras- aclaró reponiéndose de la sorpresa, ella sonrió amena dirigiéndose a la cocina; él la siguió con la pequeña en brazos -No me casé, solo tuve una hija- expuso animosa moviendo despreocupada los hombros mientras servía el café y se sonrieron entrañables, él asintió con la cabeza; volvió a besar los mofletes de la pequeña y la dejó en el suelo para recoger el tazón de café que ella le ofrecía -Gracias… ¿y el padre?- preguntó intrigado sentándose a la mesa de formica de la cocina -No tiene padre, es solamente hija mía- contestó rotunda mientras se servía el de ella. Su respuesta fue tan imperativa y cortante que Bruno supo en seguida que no quería que la conversación siguiera por aquel camino -Bueno… Y no me irás a decir que la otra muchacha también es hija tuya- bromeó guasón sabiendo ya que no por la poca diferencia de edad, ella lo miró incrédula pero al verlo sonreír tan entretenido se dio cuenta que bromeaba y sonrió amena -Es mi hermana Bárbara- contestó alegre sentándose en frente de él- ¿Quieres azúcar y leche? -Solo azúcar, por favor- ella le acercó el azucarero de la encimera, se sirvió tres cucharillas llenas ante la mirada atónita de ella- Es que soy muy dulce- bromeó jocoso y ella sonrió de nuevo -Será que eres muy goloso, no dulce- le corrigió dulcemente -También, también… aunque soy muy dulce; lo que pasa es que tú me has conocido poco- contestó satisfecho, ella rió divertida -No, la verdad es que no te he conocido nada; que no es lo mismo- se rieron entrañables- ¿Acabaste la facultad? -Sí, yo sí; soy biólogo marino… acabo de llegar de los Cabos de terminar un trabajo que tuve que abandonar por causas mayores hace un año estudiando sus fondos- notó el brillo ilusionado en sus ojos, aquellos bellos ojos negros así brillantes aún eran más hermosos- ¿Y tú? ¿Por qué abandonaste los estudios?- el brillo de sus ojos desapareció de pronto apareciendo una sombra de pesadumbre -Llegó Sarah de improvisto- expuso tierna y miró cariñosa a su hija que jugaba sentada en el suelo de la cocina con un libro de cuentos de pastas acolchadas para bebés -Pero pudiste retomar los estudios después- expuso entrañable, ella le sonrió apesadumbrada -Después…- murmuró entristecida suspirando profundamente- Después murieron mis padres y tuve que ponerme a trabajar para hacerme cargo de ellas- añadió mirando apesadumbrada su café entre sus manos -Vaya, lo siento- comentó abochornado; no estaba dando una en el clavo, pensó molesto consigo mismo. Ella lo miró, suspiró profundo y le sonrió amena. -A ver ¿y tú? Acabas de llegar de los Cabos, bien; pero ¿Ahora en qué estás trabajando?- preguntó animosa -Pues sigo realizando estudios sobre los fondos marinos y los daños que están sufriendo por las redes ilegales y la basura que se tira a los mares… ahora andaré por aquí estudiando los nuestros - habló entusiasmado y ella le atendía maravillada- Te asombraría ver el daño que les estamos provocando, los cambios brutales que me encuentro en breves espacios de tiempo… Hasta están desapareciendo algunas clases de peces que se alimentan de corales y de las partículas que se depositan en los fondos…- guardó silencio asombrado por su mirada ilusionada y su profunda atención. Estaba realmente preciosa mirándolo absorta apoyando su mentón en su mano acodado sobre la mesa; aquel hermoso brillo había regresado a sus ojos- Un día puedes acompañarme si quieres- le propuso ilusionado, ella sonrió entusiasmada -¿De verdad?- expuso entusiasta -¡¡Claro!! ¿Por qué no?- remarcó animado -¡Me encantaría Bruno, gracias!- repuso esperanzada, se sonrieron dichosos- Pero ahora tengo que volver a mi realidad y prepararme para ir a trabajar- repuso menos ilusionada levantándose de su silla -¿Dónde trabajas?- le preguntó animado acabando su café -En un bar- otra vez contestó cortante y esquiva como cuando le preguntara por el padre de Sarah; Bruno no se atrevió a seguir preguntando. Se levantó también -Bueno, yo me voy para dejarte alistar tranquila- expuso ameno, ella le sonrió amistosa- Si necesitas algo sabes dónde estoy- repuso dirigiéndose a la puerta, ella lo siguió amablemente- Tranquila, sé dónde está la puerta- repuso socarrón y ella rió entretenida -Lo sé, se te ve listillo- bromeó chistosa y ambos rieron divertidos- pero tengo que pasarle la llave o la señorita cogerá las de Villadiego de nuevo; la puerta no cierra bien por si sola y ya lo descubrió hace unos días- explicó cariñosa y él sonrió tierno -Una chica lista como su mamá- bromeó dulcemente -Espero que lo sea mucho más, muchísimo más- comentó ensombrecida, Bruno se dio cuenta que algo la remordía por dentro pero no repuso nada; se sonrieron amistosos de nuevo antes de que él entrara en su piso al tiempo que ella cerraba la puerta del suyo.

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