miércoles, 30 de abril de 2014

Ya amanecía pero Bea no salía, aun esperaba dentro de su ranchera en el aparcamiento desesperado por hablarle, por pedirle perdón; su cabeza empezaba a retumbar dolorosamente pero él no se iría de allí sin hablar con ella; apareció el enorme León cerrando el local y caminó muy despacio hacia el único coche negro que había ya en el aparcamiento cuando se percató de su ranchera y se acercó a curiosear encontrándoselo dentro -¿Aún aquí?- le preguntó sorprendido- Ella se fue hace un buen rato, detrás tuya -¿A dónde?- le inquirió asombrado -A casa… la envié a casa, no era preciso que se quedara hasta el final -No la vi salir- indicó desconfiado -Quiso salir por el almacén… Debió suponerse que estarías esperando- expuso amable- Vete a casa, podrás hablar con ella en otro momento- él obedeció. De camino a casa, su cabeza dejó aquel retumbar molesto pasando a un martillear terrible y persistente que iba en aumento. Casi no logra aparcar la ranchera ante la puerta del edificio y llegar a su piso se volvió una tortura, campaneaba mortificado del dolor por aquel interminable pasillo que nunca se le había hecho tan largo sujetándose angustiado a las paredes. Al fin alcanzó su apartamento, se fue directo a su dormitorio, se tomó las pastillas que siempre tenía sobre la mesilla y se derrumbó sin fuerzas en la cama, preparándose para sufrir una de las peores migrañas de su vida. -¿Has visto hoy algo a Bruno?- le preguntó curiosa Bárbara cuando se preparaba para irse al trabajo a la tarde siguiente, no quería ir por nada de este mundo… pero no tenía más remedio que hacerlo -No- contestó en un breve murmullo, sabía que no volvería a verlo; aquello había sido vergonzoso y terriblemente ofensivo para él y se alejaría de ella como alma que lleva el diablo. Una congoja muy fuerte le aprisionó el corazón; para otra vez que se había enamorado de verdad, él se había enterado de su trabajo y huiría despavorido también… Solo esperaba angustiada que no le reprochara nada delante de Bárbara. Hizo un intento supremo para no llorar delante de ella -¡Es raro!- seguía hablando ella- No movió la ranchera en todo el día, acabo de bajar la basura y sigue en el mismo lugar- ¡Tan ofendido se encontraba que no quería ni encontrársela! unas lágrimas acabaron escapando de sus ojos resbalando por sus mejillas- ¡Ey ¿Qué te pasa?!- indicó preocupada Bárbara al vérselas; ella denegó con la cabeza sin poder hablar- ¿Es que te encuentras mal? -Algo así- murmuró huyendo de sus preguntas, besó a su niña hermosa y salió del piso. Miró la puerta cerrada de Bruno, tuvo intención de llamar, pero se arrepintió inmediatamente y se fue. Aquella noche no salió a actuar, tenía tanto miedo de encontrarse a alguien conocido o de que él estuviera allí que estaba paralizada, solo lloraba desesperadamente en una esquina del vestuario. -Vete a casa, Bea; aquí no haces nada, solo sufrir más- le indicó cariñoso León -No puedo ¿qué pensarán los jefes? ¿Qué le digo a Bárbara?- indicó angustiada -Qué tienes gripe, que te bajó la regla o yo qué sé… ¡¡eso me da igual!! Pero vete a casa y no regreses esta semana; así no puedes trabajar ¡Mírate, por Dios Santo! ¡Si estás hecha una mierda, mi niña!- le indicó rotundo y ella volvió a romper a llorar afligida. Se encargó de llamarle al taxi de confianza, la acompañó a la puerta trasera y la envió a casa. Al bajarse del taxi justo ante el portal de su edificio, se encontró con un hombre que, impaciente y preocupado, esperaba que le abrieran la puerta sin éxito. Le dejó pasar galante así ella abrió con su llave musitando un breve gracias y corrió apresurado a los ascensores. Ambos esperaron uno junto al otro a que llegara. Se le percibía inquieto. -Pase señorita- la invitó galante a entrar primero -Gracias- sus manos se encontraron al pulsar el tercero, él le sonrió entrañable -Qué casualidad ¿También va al tercero?- preguntó ameno, ella asintió con la cabeza; él la observaba detenidamente y Bea empezó a ponerse nerviosa, tenía la sensación de que todo el mundo la reconocía por la calle desde que el día anterior Bruno la descubriera, intentó esconder su rostro de aquel hombre- ¿Se encuentra bien?- inquirió nervioso, ella asintió de nuevo con la cabeza bajándola aún más- No lo parece, está muy pálida. Salieron a la vez del ascensor y recorrieron el pasillo, ella apuraba el paso para meterse en su piso y desaparecer pero aquel hombre parecía seguirla ya que también apuró el paso y se detuvo a su lado cuando ella se frenó delante de su puerta para abrirla; se volvió irritada, iba a reclamarle que rayos quería y por que la seguía cuando lo encontró de espaldas llamando al piso de Bruno. -¡Ey, Bruno, tío; soy yo: Guille! ¡Ábreme colega!- le gritaba angustiado mientras aporreaba inquieto la puerta, ella lo observaba intrigada. El hombre se volvió de pronto mirándola preocupado, también en ese momento se abrió la puerta de su piso apareciendo Bárbara -¿Qué haces aquí ya?- le preguntó asombrada su hermana mirándola pasmada aunque reparó en seguida en el hombre -¿Habéis visto hoy a mi hermano por un casual?- les preguntó muy nervioso -No, en todo el día no se le vio el pelo- contestó rápida Bárbara muy amena y servicial- Y es raro pues siempre nos viene a saludar… además no fue a ningún lado porque no movió la ranchera en todo el día- Bea entró en la casa huyendo del hombre ¡El hermano de Bruno! ¡Lo que le faltaba! ¿Cuánto más aún le quedaba por abochornarse? Su hermana la observó sorprendida por su huída dentro de su habitación. Ella no vio como Guille llevaba la mano al quicio superior de la puerta encontrando una llave, cuando se volvió para hablar nuevamente con el hermano de Bruno ya entraba en el piso, se quedó sorprendida mirándolo mientras él le sonrió amable antes de cerrar la puerta- ¡Que raro está hoy todo el mundo!- indicó atónita y también cerró la puerta de su piso. -Betty, corazón- le acariciaba el pelo mientras ella estaba acostada en su cama tapada hasta las orejas- ¿Qué te pasa? ¿Por qué te has regresado?- le preguntaba preocupada -Me encuentro muy mal; creo que estoy pillando algo… hazme el favor cielo, ocúpate de Sarah ¿sí?- le pidió cariñosa -Claro cielo- le respondió cariñosa besándola en el pelo- ¿Quieres que te traiga algo? -No, descansaré y mañana ya estaré bien- indicó cordial, su hermana la dejó sola en la habitación y ella siguió llorando silenciosamente para que su hermana no la oyera abrazada a la chaqueta de Bruno mientras percibía su perfume en ella. Guille encontró a su hermano tirado en la cama aún vestido y con una pinta horrible; estaba ojeroso, pálido y quejándose rabioso del dolor de cabeza que sujetaba angustiado -¡Joder tío, que mala pinta tienes! ¿Cuánto tiempo llevas así?- expuso preocupado, le quitó los zapatos y lo metió bien en su cama mientras él se quejaba desesperado a cada movimiento apretando fuertemente sus sienes- Ya me extrañaba que no me contestaras al teléfono ¿Te has tomado las medicinas?- él asintió levemente- Por lo que parece, hoy no te hacen efecto- murmuró preocupado por su querido hermano, él negó en un murmullo casi imperceptible- Voy a llamar a Bego, ella sabe mejor cómo cuidarte y ponerte las inyecciones- salió del cuarto y llamó a su hermana por teléfono que apareció en el piso en seguida. -¡Oh por favor Bruno! ¿Cómo no has avisado cielo?- exclamó acongojada al verlo tan desesperadamente mal- Cierra bien las persianas Guille y procura no hacer mucho ruido- Le ordenó cariñosa mientras ya le pinchaba rápidamente una dosis de calmante en el brazo que Bruno guardaba en la mesilla de noche. Ella se quedó toda la noche vigilándolo y colocándole paños fríos en la frente mientras su hermano regresaba a casa. A la mañana siguiente, Bárbara se extrañó que Bruno no bajara con ella para ir a trabajar; su coche seguía en el mismo lugar. Preocupada por él, se dirigió a la entrada del metro. Bea, sin ganas, se levantó cuando Sarah se despertó. La alistó e intentó hacer algo por la casa, para mantenerse ocupada y procurar que se le pasara ese penar que la consumía. -¿Vamos al parque, mami?- pregunto entusiasmada la niña al verla vestirse -Sí cielo, vamos al parque ahora y a la tarde te lleva tía Bárbara- le indicó intentando parecer contenta. Quería salir ahora mientras Bruno estaba en el trabajo para a la tarde no tener que cruzárselo. Su sorpresa fue encontrarse su ranchera aún aparcada en el mismo lugar; también se sorprendió al encontrarse a aquella muchacha salir del piso de Bruno cuando regresaban a la hora de comer, se sonrieron cordiales -¿Vives aquí?- le preguntó ella con una voz melosa y dulce mostrando una sonrisa preciosa, era muy bonita pensó apesadumbrada Bea -Sí- respondió amablemente -¿Me podrías decir dónde puedo encontrar una tienda, supermercado o algo cerca?- le preguntó amistosa -Sí; saliendo del portal, tomas a la derecha y al final de la calle tienes un pequeño ultramarinos que tiene de todo- le explicó afectuosa aunque lo que realmente deseaba era preguntarle que narices hacía en el piso de Bruno y mandarla al quinto pino para que no regresara jamás. -Gracias- cerró la puerta del piso muy suavemente, como si intentara hacer el mínimo ruido, le sonrió dulcemente a Sarah acariciándole tierna su sonrosada mejilla y la niña le sonrió encantada y alegre- Que preciosidad de niña ¿es tu hija?- expuso cariñosa, Bea le sonrió levemente asintiendo con la cabeza y la muchacha sonrió amena- es muy bonita, aunque tiene a quien salir- la piropeó amable y se volvieron a sonreír amistosas mientras se dirigía al ascensor. Bea entró en su piso no sin antes echarle otra visual a aquella mujer, tenía un tipo estupendo y parecía muy agradable. Sintió un arrebato de celos y rabia al mismo tiempo: por eso no la besara nunca, tenía novia y muy joven; no tendría más edad que Bárbara. También una pesadumbre le cayó como una enorme losa encima, total lo perdería igual después de lo ocurrido. Sus ojos se volvieron llenar de lágrimas mientras se ponía a preparar la comida. Oyó llegar a su hermana cuando le estaba dando la comida a Sarah. Hablaba animada y risueña con alguien, se puso nerviosa por si sería Bruno, pero él no solía llegar hasta las cinco. -Chao, ya nos veremos- se despidió amistosa cuando cerraba la puerta- Hola ¿qué tal estás hoy?- le preguntó al verla en la mesa de la cocina, besó amorosa a Sarita en la cabeza -Bien; bueno, más o menos- contestó intentando sonreírle -Pues tienes muy mala cara- expuso sirviéndose la comida y sentando frente a ella- ¿Has comido ya? -No tengo hambre- repuso desganada- ¿Con quién hablabas?- le podía más la curiosidad que otra cosa -Con Begoña- indicó tranquilamente comiendo hambrienta la comida de su plato, Bea la miró intrigada- la hermana de Bruno, está ahí pasando unos días con él- ¡¡Su hermana!! Se sorprendió Bea- Es muy agradable y abierta ¡¡como él, vamos!!- añadió encantada con su nueva amistad- No me extraña que no quieras comer, hoy la comida te salió de pena hermanita…- comentó desganadamente -Lo siento… no estoy con la cabeza en su sitio- murmuró apagadamente -No importa, la tragaremos ¡qué remedio! - la miró fijamente- ¿No te parece extraño que no se vea para nada a Bruno en dos días y que, ayer su hermano y hoy su hermana, estén en su piso?- indicó curiosa, la pregunta también intrigó a Bea; no había caído en eso hasta aquel momento -Seguro que no tardarás en enterarte- bromeó socarrona, su hermana rió divertida levantándose de su sitio -¡Chica, lo siento pero no puedo! ¡Esto está intragable! ¡Dale un biberón a la pobre Sarita y no la hagas comerse esto a la pobre criatura!- expuso recogiendo su plato vaciándolo en la basura- Hoy te has lucido cocinando hermanita- expuso calentándose un café con leche. Ella probó un poco de la comida de Sarah y la escupió -¡¡Está saladísimo!!- expuso asombrada -¡¡Saladísimo, quemado y no sé qué le echaste o no le echaste, pero sabe a rayos!!- repuso cariñosa para no ofenderla, se miraron tiernamente y se rieron entrañables- Tu mami está decidida a ponernos a dieta estos días y mi pobre niña hermosa se lo tragaba todo sin protestar- le habló melosa volviendo a besar a su preciosa sobrina y ellas volvieron a reírse, a Bea su hermana siempre le subía la moral. Pasó la tarde refugiada en casa sin atreverse a asomarse al pasillo por miedo a encontrarse con Bruno. No lo oyó regresar pero, aún así, no se atrevía a salir. Lo sentía por su pequeña que tuvo que estar encerrada toda la tarde ya que su hermana tenía que estudiar. A la mañana siguiente, Bárbara también tuvo que ir en metro. Ahora sí estaba realmente preocupada por Bruno. El miércoles por fin, se encontraron al salir como todas las mañanas -¡Ey, bienvenido desaparecido ¿dónde nos anduviste?!- le saludó alegre, él intentó sonreírle entrañable aunque solo logró esbozar una sonrisa desganada- ¡Qué mala cara tienes, chaval!- le indicó asombrada mirándole las profundas ojeras y la palidez de su rostro ya en el ascensor -No fui a ningún lado preciosa, estuve enfermo- explicó ameno sonriéndole cariñoso; ella lo miró preocupada -¿Y cómo no nos avisaste caray?- le regañó amistosa, el movió los hombros desganadamente- Aunque chico, fue mejor así; mi hermana lleva unos días propuesta a matarnos envenenados a todos ¡cómo para cuidar a un enfermo!- bromeó chistosa y se sonrieron divertidos. Bea, pensó él, cuanto la había añorado esos días sin verla y deseaba hablarle en seguida, así regresara. Antes de alcanzar la calle, Bruno se colocó unas oscuras gafas de sol- ¡¡Wow, que macarra!! Solo te falta la chupa de cuero y la moto tío- volvió a bromear y él rió ameno -Sufro de migrañas desde hace un tiempo y, después del ataque que padecí estos días, no soporto la luz fuerte por una temporada- explicó resuelto abriéndole la puerta a Bárbara para que entrara en el coche. Ya viajaban en el coche por el intenso tráfico e iban ambos en silencio. Bruno inmerso en sus pensamientos y atento al tráfico mientras Bárbara lo miraba encandilada, era tan guapo y además tan tierno, tan dulce, cariñoso y atento… Era el hombre del que cualquier mujer se enamoraría… como le ocurría a ella, que estaba perdidamente enamorada de él; pero sabía que no tenía oportunidad ninguna ya que se notaba a leguas que quien le interesaba a él era Bea, resolvió abatida finalmente. Suspiró profundamente intentando quitarse de encima aquel desaliento y desilusión -Conocí a tu hermana Bego, es muy agradable- repuso animada rompiendo aquel silencio -¡Ah, fue a ti!- expuso ameno- ya me lo supuse cuando me dijo que conociera a mi vecina y me comentó que era muy bonita y agradable- le dijo chistoso tirándole tierno de su pequeña naricilla, ella le echó la lengua en un gesto burlón provocándole una risa divertida; aún era más atractivo cuando sonreía así, pensó deleitada -¡Pudo ser cualquiera de nosotras listo!- indicó recreada- Porque también conoció a Betty y a Sarita- él suspiró al oírla pronunciar su nombre ¡Dios, cuanto deseaba verla! ¡Cuánto la había echado de menos aquellos dos días! Estaba recogiendo la ropa para bajar a hacer la colada cuando le llamaron a la puerta -¡Voy yo mami!- exclamó resuelta Sarah corriendo a intentar abrir pero, al estar cerrado con la llave, no tuvo éxito. Bea abrió encontrándose con la sorpresa de la hermana de Bruno ante su puerta -Perdona, no quiero molestarte, pero me dijo Bruno que podía acudir a ti si necesitaba algo- indicó abochornada, ella le sonrió entrañable -Claro, no me molestas- le contestó amena -Me preguntaba… ¿No sabrás tú por un casual dónde rayos hace la colada mi hermano? Porque ya no se la lleva a mi madre y no encuentro la lavadora por ningún lado… aunque conociendo a Bruno, la podría haber colocado en cualquier sitio inesperado: no sabe para qué sirve- comentó chistosa y Bea sonrió divertida, la muchacha también sonrió -Hay una lavandería común en el sótano, no se permiten lavadoras en las viviendas- le indicó amistosa, la muchacha puso cara de horror sorprendiendo a Bea -¡¿Abajo dices?! ¡¿En el sótano?! ¡¿Una lavandería común?!- expuso aterrada echándose inquieta la mano al pecho, Bea asintió con la cabeza mirándola desconcertada, no entendía aquel terror repentino en ella- ¡¡Jesús ¿Una cómo en esas películas americanas en donde siempre acaba alguien descuartizado en ellas?!!- Bea no pudo contenerse y soltó una sonora carcajada, realmente sí era amena y divertida -Yo también voy a bajar ahora mismo; si quieres podemos ir juntas- la invitó amistosa -¡¡Ay sí, por favor!! ¡¡Ahí no bajo sola ni que me paguen!!- Bea no podía dejar de reír, recogió su cesta de colada y salió con Sarah de la mano; Begoña tomó tierna la otra mano de la pequeña y la siguió. Al encenderse las luces, observó la cara aterrorizada de la mujer- ¡¡Este lugar es horrible!! ¿Y tú bajas sola? - repuso examinando impresionada a su alrededor -Sí; esto no es América, aquí no pasa nada- indicó despreocupada -Ah, de eso no te fíes, que locos hay en todas partes- contestó estremecida y Bea sonrió divertida- Le diré a Bruno que baje contigo siempre, esto es tétrico- exclamó mientras caminaba temblorosa hacia las máquinas -No es necesario, estoy acostumbrada; pero gracias- denegó amable, era lo que le faltaba, que ella obligara a Bruno a acompañarla ¡Con las ganas que debía de tener de verla delante! Pensó apesadumbrada mientras ponían las máquinas en funcionamiento- Así que has venido a pasar unos días con tu hermano- le preguntó amistosa -Sí pero ya me voy esta noche, ya me echa pues dice que se encuentra mucho mejor- respondió chistosa pero Bea la miró intrigada- vine porque estuvo enfermo pero hoy, terco como una mula, ya se fue a trabajar- a Bea se le apretó el corazón -¡¿Enfermo?!- indicó atormentada mirándola preocupada, ella la miró sorprendida por su voz inquieta- ¿Qué le ocurre? ¿Cómo no nos avisó a nosotras? -Pues no sé cielo, supongo que se sería porque apenas podía moverse… la verdad es que no avisó a nadie…- indicó sobrecogida por su preocupación, Bea se mordía el labio inquieta y agitada ¡enfermo, su Bruno enfermo y ella sin enterarse!- si no llega a ser por Guille que vino alarmado porque no cogía el teléfono, tampoco nos enterábamos; se lo encontró desesperado de dolor tirado sobre la cama- ¡¡Desde hacía dos días estaba malo, desesperado de dolor, y a ella no quisiera ni avisarla!! Su rostro se contrajo de la pena intrigando aún más a Begoña -Pero ¿qué le ocurre?- indagó nerviosa e impacientada -Sufre de migrañas… -Lo sé, desde el accidente en los Cabos- indicó ella rápida, Begoña sonrió levemente -Pues esta fue realmente terrible, no le hacían efecto las medicinas… tuve que echar mano de las inyecciones aunque no quiere abusar de ellas…- seguía hablando pero Bea ya no la escuchaba, ella le provocara la peor de sus migrañas; esa idea comenzó a atormentarla, y la imagen de su mirada enfurecida mirándola sobre el escenario le golpeaba una y otra vez en su mente; aquellos hermosos ojos grises que siempre la habían mirado tan alegres y dulces, aquella noche la observaban con una furia inmensa y una repugnancia sobrecogedora… Debía despreciarla tanto, tanto… Cerró los ojos acariciándose torturada la frente, intentando a como diera lugar quitarse aquellos ojos de su mente que se le clavaban tortuosos en el alma

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