lunes, 28 de abril de 2014

-Ya…- expuso sarcástica- falta encontrar una mujer que esté dispuesta a ello- bromeó divertida, él le sonrió bonachón -Eso no es tan difícil, solo es cuestión de convencerla y hacerlos- repuso serenamente -Ya…- repitió sarcástica nuevamente, él la miró guasón- Será mejor que te apures o no te dará tiempo -¡¡Oye, que solo tengo 25!! Tengo tiempo de sobra- indicó tocándole suavemente en la cintura con dos dedos; ella se encogió por las cosquillas y él rió jocoso- ¡Ey! ¡Tienes cosquillas!- advirtió divertido repitiendo el gesto -Estate quieto- avisó intentando esquivarlo sin éxito, él repetía otra vez animado- Quieto, Bruno- indicó más rotunda -¿O qué? ¿Qué me vas a hacer?- la desafió repitiéndolo de nuevo -¡Quieto!- le gritó pegándole en la mano suavemente -¡Uy, que daño!- se burló divertido y repitió el gesto; ella le pegó un puñetazo en el brazo encontrándose con sus duros músculos; no se lo esperaba y se sorprendió del dolor que sufrió su nudillo al encontrarse con aquel brazo de hormigón. El soltó una fuerte risotada- ¡Al final te lastimarás tú sola, verás! -¡Dios! ¿De qué estás hecho? ¿De cemento armado?- indicó sorprendida sujetándose la mano dolorida, él rió de nuevo levantándose el jersey y mostrando su musculatura del estómago -¡¡Pura fibra, colega!!- repuso entrañable mientras se lo palmeaba fuertemente- Hay que estar muy en forma para bajar ahí abajo -No- negó ella rotunda- bajar ahí abajo te pone cachas- aclaró decidida, él la miró guasón -¡¡Ahhh, Estoy cachas!!- se burló socarrón haciéndose el presumido, ella se sonrojó -Estás idiota, eso es lo que pasa- repuso rotunda y se cruzó los brazos sobre sus pechos mientras cruzaba las piernas -Sí, puede que esté idiota pero tú…- le volvió a hacer cosquillas y ella dio un respingo en el banco provocándole una risa divertida- Tú una cosquillosa -Para ya- replicó enfurruñada levantándose del banco mirándolo retadoramente -Vale, ya paro- repuso levantando las manos en son de paz; ella se regresó a su lado. -¿Sabes qué pareces un niño grande?- le reprochó imitándolo tocándole en las costillas; ahora fue él el que brincó. Ella rió satisfecha mirándolo pícara mientras él la miraba desafiante- ¡¡También las tienes!!- expuso presuntuosa -¡¡No te atrevas!!- la avisó temeroso, ella iba acercando amenazante sus manos moviendo sus dedos divertida; él se iba alejando receloso. La sujetó por las muñecas antes de que le tocara y rieron divertidos- Mira que llevas las de perder- la avisó amenazador pero ella no cedía en su intento de acercarse a sus costados. Se enfrascaron en una divertida lucha. Bruno, con un movimiento rápido, le sujetó las manos de Bea pasándoselas por su contorno aprisionándolas tras su espalda con una mano aproximándola a él; le mostró su otra libre- ¡¡Que llevas las de perder!!- le repitió muy próximo a su rostro debido a tenerla sujeta a su espalda. Estaban muy juntos, los exuberantes pechos de Beatriz le rozaban el suyo mientras se hablaban muy cercanas sus bocas. Una fuerte sensación de bienestar les acudió deseando intensamente atrapar los labios del otro. Se miraron a los ojos fijamente, los dos se vieron reflejados en sus pupilas, respiraban agitados; él sonrió sutilmente y se apartó de ella- los juegos son peligrosos a ciertas edades- bromeó entrañable y aturdido, el brillo en los ojos y la respiración acelerada de Beatriz lo desconcertó, no sabía si era por deseo como él o por inquietud de que se propasara -Según cuáles y a que edades- respondió irritada levantándose para recoger a Sarah del arenal, era más que idiota: ¿por qué rayos no la besara? Pensó fastidiada. A él le sonó afrentada y se preguntó por qué, por no besarla o por intentar propasarse. A veces, desear mucho algo, puede equivocar las señales del otro y acabar metiendo la pata; mejor dejarlo y esperar otra ocasión, pensó decidido. Regresaron a casa, en silencio y absortos mientras Sarah daba alegres saltitos sujeta de sus manos. -El jueves tampoco trabajas ¿verdad?- indicó él animoso ya ante la puerta del piso de Bea -No ¿por qué?- respondió sonriéndole amena -¿Quieres venir conmigo? Estaré cerca de la bahía repasando unos datos, puedes acompañare en la inmersión- ella se ilusionó pero pronto cambió de parecer desconcertándolo de nuevo -¿De mañana o de tarde?- preguntó inquieta -De mañana- respondió desenfadado, ella lo miró desolada -¿Y Sarah?- expuso apesadumbrada- No puedo ir, Bárbara tiene que ir a la facultad -¿Y si me encargo yo de encontrar quién quede un par de horas con ella?- comentó animado- No tardaré más de hora y media… dos horas como mucho- ella se lo pensaba indecisa- mira, mañana hablamos; encontraré quien la entretenga esas dos horas y te lo comentaré ¿de acuerdo?- ella sonrió dichosa, él también le sonrió alentado y entraron cada uno en su piso. -¡Mi Bea preciosa!- le llamaba León desde detrás de la puerta del baño cuando se estaba preparando para el segundo pase -Dime, León- le respondió cariñosa -Tu pretendiente te ofrece el triple por una sesión privada- ella abrió la puerta encontrándoselo apoyado con los forzudos brazos en los dinteles de la puerta ocupando toda la puerta, era un hombre enorme. Ella lo miró irritada -León, ni doble ni triple: ¡¡No es no!!- respondió rotunda -Preciosa… piénsalo bien, es una suma muy gorda- le recomendó amistoso- Yo estaré detrás de la puerta, si intenta propasarse lo chimpo de una patada fuera del local -León, una sesión privada es desnudarme totalmente delante de un desconocido: ¡¡No!!- lo apartó decidida y se sentó ante el espejo: llevaba puesto el bikini para el baile de la ducha -¡¡Allá tú!!- expuso desanimado y salió del vestuario- ¡Otra cosa!- repuso volviendo a entrar- La semana que viene hay una despedida de soltero y quieren una sesión privada con Bettinna para deleitar al futuro esposo…- la miró pícaro mientras ella lo observaba desconfiada- ¿Tampoco verdad?- Bea le lanzó la toalla que tenía sobre el tocador acertándole en toda la cara y se rieron divertidos- ¡Me lo suponía y ya les dije que no! ¡Si delante de uno, te niegas; delante de doce mucho menos lo ibas a hacer!- aclaró rotundo y desapareció tras la puerta nuevamente. El jueves las llevaba en su ranchera rumbo al acuario. Había conseguido convencer a su compañera Marta que se quedara entreteniendo y enseñándole los peces del acuario a Sarah mientras ellos se sumergían. Bea comprobó que Marta era una mujer amena y divertida que se notaba a leguas que apreciaba a Bruno; el acuario estaba muy bien equipado para distracción de los niños, con miles de tipos de animales distintos. Sarah estaría entretenida un buen rato sin notar su ausencia. Embarcaron en la lancha motora saliendo del muelle hacía la salida de la bahía -¿Has buceado alguna vez con botella?- preguntó amistoso Bruno -Sí, varias; pero cerca de la costa, nunca en mar abierto- expuso intranquila Bea, él le sonrió entrañable -No te preocupes, estate siempre cerca de mí y yo te vigilaré- se colocaban los trajes de neopreno sobre sus bañadores. Bea observaba de refilón el hermoso cuerpo de Bruno, se le marcaba cada músculo de su cuerpo duro y firme; estaba todo él macizo y muy moreno. Tampoco él podía evitar que sus ojos escapasen hacia aquel bello cuerpo sinuoso y bien hecho. Los hermosos pechos sujetos por aquel pequeño bikini, parecían que iban a desbandarse en cualquier momento; su estrecha cintura con aquel vientre perfectamente plano y aquellas hermosas caderas donde se apreciaban unos glúteos duros y firmes. Sus piernas rellenas pero sin gota de grasa estaban muy bien torneadas. Parecía que hacía gimnasia a menudo, aquel cuerpo perfecto no se conseguía así sin más. Le ayudó a colocarle las botellas, sus hombros estaban potentes, no se amilanó ante el peso. Lo tenía desconcertado y maravillado con aquel increíble cuerpo. -No te olvides, no te alejes de mi lado- le indicó nuevamente antes de que se zambullera en el mar sentada en el borde de la lancha -Y tú no te olvides de controlar el oxigeno; a ver si en vez de uno ahora nos ahogamos los dos- bromeó socarrona, él rió divertido y la empujó al mar cayéndose de espaldas mientras reía entretenida. Fue una experiencia increíble para ella, aquello era precioso. El la llevaba de la mano hacía el fondo descubriendo un arrecife de corales de colores maravillosos. Le mostró unos peces que jugaban entre las anémonas, casi podía tocarlos de lo tranquilos que estaban. La guió hasta unos peñascos, descubrieron una morena escondida esperando a algún pez despistado. La llamó con su mano para que le prestara atención, ella observó como acariciaba suavemente el fondo del mar saliendo veloz una raya allí escondida; ella se sobresaltó al verla aparecer de la nada y él rió divertido. La tomó de nuevo de la mano y la llevó hábilmente entre los peñascos, mostrándole las maravillas del fondo marino. Ella estaba deslumbrada por tanta belleza, que hermoso trabajo tenía Bruno rodeado de tanta hermosura, él le indicó que se volviera; una barracuda se aproximaba y no se fiaba de ellas. La avisó de ascender y ella, a su pesar, obedeció -¿Por qué tan pronto?- protestó apenada cuando aparecieron ya en la superficie, él le sonrió embelesado -¿Ves qué fácil es quedarse sin oxigeno?- expuso entrañable y ella comprobó su medidor, casi estaba en las últimas -Caray… ¿Cuánto tiempo llevamos ahí abajo?- preguntó incrédula, Bruno se rió encandilado -Más del que pensábamos- se sonrieron divertidos- vamos, hay que irse o Marta no volverá a hacernos otro favorcillo como el de hoy- nadaron acercándose a la lancha; Bea nadaba admirablemente. Se sentaron en la pequeña plataforma de la popa de la lancha y se retiraron las bombonas que él llevó dentro de la barca. Bea se dejó con solo el bikini para aprovechar aquel maravilloso sol mientras él dirigía la lancha con su traje suelto hasta la cintura dejando su torso al descubierto. Con el sol brillándole sobre la piel desnuda estaba arrebatadoramente atractivo, sintió unos deseos apremiantes de abrazarse a él y besarle aquella ancha y firme espalda. Un deseo irremediable le saturó el bajo vientre. Ambicionaba a Bruno mucho, muchísimo; anhelaba sentirse entre aquellos fornidos brazos sintiéndole dentro de ella. El acaloramiento fue subiendo hasta sus mejillas, sonrojándoselas de deseo. Él tampoco se quedaba atrás, verla con aquel ínfimo bikini lo estaba aturdiendo, observaba como su pelo rubio volaba libre al son de la brisa provocada por la velocidad de la lancha; admiraba de reojo sus curvas deleitándose en aquellos sublimes pechos que no parecían querer estarse dentro de aquellos pequeños pedazos de tela. Su piel parecía terciopelo bajo los rayos de sol, deseaba acariciarla, anhelaba sentirla bajo sus manos. Se centró en meterse en la dársena con precaución y ayudó a amarrar la lancha. La tomó con sus manos por la cintura para ayudarla a descender de la lancha y se deleitó en pasarle dócilmente sus manos por sus costados resbalándola suavemente hasta depositarla en el suelo. Ella también resbalaba sus manos despacio por sus brazos embelesándose al sentir su piel debajo de sus manos mientras ambos se miraban fijamente a los ojos. La llegada de Marta sonriendo dichosa llevando a Sarah de su mano los devolvió a la realidad, arrancándolos de aquel ensueño que duró levemente unos segundos y les pareció maravilloso. -Hola mi ratita- le dijo a su hija encandilada cuando se abrazó amorosa a su cuello- ¿Qué tal lo pasaste? -Vi muchos pescados, mami- expuso entusiasmada- ¡Y un delfín! -¡¿Sí?!- se hizo la sorprendida su madre, Bruno y Marta se sonrieron entrañables observándolas -¿Cómo fue el estudio?- le preguntó interesada a Bruno ayudándolo a llevar las botellas -No hubo mucha variante desde la semana pasada, parece que se detuvo la destrucción ¿y tú qué tal con la peque?- se interesó cariñoso mientras caminaron hacia el acuario. -De maravilla, es un angelito muy obediente que no da trabajo ninguno- respondió encandilada y los tres adultos se sonrieron complacidos Las invitó a comer en un restaurante cercano y disfrutaron de la tarde en un parque donde la pequeña gozó enormemente con Bruno que era tierno y muy cariñoso con ella llevándola con paciencia infinita a cada lugar que Sarah quería ir mientras Bea los seguía pacientemente observando deleitada como su niña disfrutaba y lo bueno y dulce que era Bruno además de atractivo. Realmente era un hombre maravilloso, de los que saben ganarse el corazón de uno en apenas unos segundos. Cuando regresaron a casa, la pequeña se había quedado dormida en el asiento trasero, extenuada de tanta emoción en un solo día. Él la recogió dulcemente para no despertarla -Parece que la peque se divirtió ¿no?- le murmuró animado Bruno besando tierno en la sien a Sarah mientras la llevaba en brazos en el ascensor -Si se divirtió tanto como su madre, comprendo que esté agotada- expuso satisfecha y aún emocionada, se miraron amenos y se sonrieron cariñosos. Bárbara los asaltó así que oyó abrirse la puerta, sonrió dulcemente al ver a su sobrina rendida en brazos de Bruno -Tráela Bruno, que la acuesto- le indicó cariñosa Bea -Deja, yo te la llevo- contestó encantado, ella lo guió hasta un cuarto de camas gemelas descubriendo la camita de la niña; le quitó las deportivas y los vaqueros dejándola en braguitas y la camiseta. La arropó amorosa besándola enternecida en la mejilla. Bruno la observaba encandilado por aquella bonita imagen de amor y paz que se sentía en aquel cuarto. -¿Te quedas a cenar con nosotras?- le invitó animadamente Bea, él sonrió agradado -No quiero molestaros, debes estar también cansada- se excusó educado -No molestas- respondió rauda mirándolo tierna y él volvió a sonreír complacido- además, es lo menos que puedo hacer por el día tan perfecto que nos has dado a Sarah y a mí- le añadió amorosa, él accedió gustoso. Cenaron entretenidos con las cientos de preguntas de una expectante Bárbara deseosa de saber si su hermana lo había pasado bien y todo lo qué había visto… La bombardeaba a preguntas que ellos contestaban amenos. Luego Bárbara le dio un biberón a Sarah pues no se despertó para cenar mientras su hermana recogía la mesa ayudada por Bruno. Sus manos se encontraron de repente recogiendo uno de los platos; se quedaron inmóviles mirándose intensamente a los ojos sin ninguno retirar sus manos, sintiendo el calor y la tersura de las manos de Bruno sobre las de ella. Sus miradas se observaban íntimas, deseosas, pero ninguno hacía nada para que sus ansiosas bocas se aproximaran; dejando escapar otra gran oportunidad cuando regresó Bárbara a la cocina rompiendo de nuevo aquel momento íntimo entre ellos. Bea retiró suavemente sus manos llevándose el plato al fregadero -¿Vemos una peli?- propuso decidida -¿Tú no tienes que estudiar?- indagó su hermana curiosa lavando el último plato -No, como estuve sola y la casa silenciosa toda la tarde, adelanté muchísimo trabajo- contestó animada, Bruno le sonrió entrañable- ¿Qué? ¿Te apetece peli y palomitas?- le ofreció entusiasmada -Sí, porque no- se apuntó animado. Hicieron palomitas y miraron una película entretenidos. Bruno observaba de soslayo a Bea sentada junto a su hermana en el sofá, apoyaba el codo sobre el reposabrazos mientras se sujetaba la cabeza en su palma. No se cansaba de mirarla, era preciosa y aquel amor de juventud tan intenso y profundo que creía apagado había renacido en él nuevamente tan grande y fuerte como antaño. Observó conmovido cómo poco a poco se le iban cerrando los ojos vencida por el cansancio. Sonrió tierno y le sujetó cariñoso su frente cuando se precipitaba inconscientemente hacia delante al quedarse totalmente dormida. Bárbara observó curiosa su raudo movimiento hacia su hermana y él le sonrió dulcemente -Está agotada, fue un día intenso- repuso enternecido -No, siempre le pasa igual, nunca aguanta una película entera- expuso cariñosa -Está extenuada entonces, es mucho encima de ella- contestó tierno Bruno- ¿La llevamos a la cama?- la muchacha asintió y lo guió hasta la otra cama gemela junto a Sarah- Ahora alístala tú cielo, yo me voy- le susurró dulcemente mientras ella le quitaba las deportivas- Hasta mañana- se despidió tierno besando a la muchacha en la sien. Bárbara le sonrió agradecida y lo observó irse de la habitación seguido de inmediato por el suave ruido de la puerta al cerrarse. Aquella semana le propuso animado volver a salir el martes y el jueves llevándoselas a disfrutar las tardes paseando por la ciudad. Sarita disfrutó enormemente aquellos dos días con Bruno que era delicado y atento con la pequeña y Beatriz regresaba a casa relajada de haber salido de su rutina diaria y feliz por la compañía. Notaba como se estaba enamorando perdidamente de él, no solo por su atractivo y toda la atención y el cariño que le demostraba, sino porque era tan tierno y dulce con Sarah que aún la enamoraba mucho más.

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