lunes, 12 de mayo de 2014

Cuando se hubo alejado, él la llevó aún sujeta por la cintura a la superficie. -¡¡Esto es increíble Bruno!!- gritó arrebatada y encandilada abrazándose entusiasmada a su cuello- ¡¡Es todo precioso, hermoso!! No me extraña que siempre estés de buen humor y descansado ¡tu trabajo es alucinante!- él reía encantado de haberla complacido, lo miró a los ojos fijamente y entusiasmada- ¡¡Esto tienen que verlo nuestras niñas Bruno!! -Cuando sean un poco más mayorcitas las traeremos cielo, te lo prometo- contestó esperanzado y deslumbrado con aquella muchacha, siempre estaba pensando en las niñas; ella le sonrió satisfecha volviendo a abrazarse a su cuello -Ahora entiendo que estés tan feliz a veces- le murmuró cariñosa mirándolo con un brillo especial en sus ojos -Estás equivocada mi ángel: vosotras sois las que me hacéis feliz- expuso arrebatado oprimiéndola suavemente contra su cuerpo encandilado por el brillo de aquellos bellos ojos negros, sentía unas ganas terribles de aprisionar contra él aquellos labios tan atrayentes y besarla ardientemente… También ella lo miraba emocionada y aquel brillo en sus ojos no solo era de su entusiasmo por lo que acababa de ver; sino que era de deseo por besarlo, deseaba tan apasionadamente saborear aquella boca que la tenía hechizada que parecía que sus labios se inflamaban de deseo… Pero Bruno se contuvo a duras penas y se repuso raudo retirándola levemente antes de cometer aquella insensatez. -Ven; quiero enseñarte un sitio que descubrí aún hace poco- le indicó sonriendo dichoso llevándola de la mano hacia la lancha, le retiró las botellas posándolas en la plataforma de la lancha, se subió ágil y la elevó fácilmente sacándola del agua de un solo impulso. Le bajó amable la cremallera del traje- Puedes quitártelo ya si quieres- ella obedeció mientras él se desabrochaba el suyo dejándoselo por la cintura, encendió la lancha guiándola hacia una pequeña isla que apareció de la nada. La acercó todo lo que pudo a la orilla y saltaron de la embarcación, él la ayudó mientras sostenía una cesta de merienda. -¡Esto es precioso!- expuso sorprendida examinando deleitada todo a su alrededor, una extensa vegetación rodeaba la pequeña playa de arena blanca y súper fina bañada por las aguas cristalinas del mar -¿A qué sí? La descubrí hace unas semanas y me enamoró- expuso también entusiasmado caminado hacia la sombra de la vegetación que cubría parte de la pequeña cala dejando la cesta en el suelo; Bárbara se acostó gustosa sobre la fina arena disfrutando de los rayos del sol -Esto es fantástico Bruno, escucha: solo se oye el murmullo del mar- murmuró encantada cerrando los ojos, él sonrió dichoso mientras se deshizo del traje. Estiró la manta sobre la arena en un lugar entre sombras y se arrodilló en ella mirando a Bárbara que seguía tirada sobre la arena disfrutando del sol con los ojos cerrados -¿No tienes hambre?- le preguntó ameno, ella se apoyó en sus codos para poder verlo mejor mientras él le mostraba una fiambrera que sacó de la cesta -¡Lo tienes todo previsto!- repuso entusiasmada acercándose, se sentó sobre la manta. Comieron hambrientos mientras charlaban y reían divertidos; estaba siendo una velada realmente encantadora. Después de comer, él se recostó sobre la manta para reposar la abundante comilona que se pegara cruzando sus brazos bajo su cabeza, ella también se recostó apoyándose sobre el estómago de Bruno mientras seguían hablando amenos -Esto es precioso… tan tranquilo y solitario… aquí sí podemos traer a las niñas ya Bruno, lo pasarán divino- exclamó deleitada -Claro mi pecosilla preciosa, cuando quieras- respondió tierno acariciándole suavemente su pelo y se quedaron callados unos segundos -Es delicioso este ronroneo del mar ¿verdad?- musitó seducida por aquella tranquilidad y el leve rumor de las olas chocando suavemente contra la orilla -Ajá- murmuró levemente sin dejar de acariciarle tierno su bella y suave cabellera. Volvieron a quedarse callados, demasiado rato, hasta que Bruno comprobó que Bárbara se quedara plácidamente dormida. Sonrió feliz observándola dormir relajada, se revolvió hacia él poniéndose en forma fetal con las manos entrecruzadas debajo de su mentón. Sonreía feliz mientras dormía. Él la miraba embobado, aquel dulce rostro de niña sonriendo relajadamente y dichoso lo tenía encandilado. Le acarició tiernamente la mejilla con el revés de sus dedos, tenía una piel suave; ella esbozó una sonrisa aún más apacible al sentir su caricia; era preciosa. Así, sin poder apartar su mirada de aquella hermosura, entre la tranquilidad que les rodeaba, la suave brisa y el dulce murmullo de las olas; también se durmió. Cuando despertó, se encontró envolviéndola entre sus brazos mientras ella se apretujaba contra él amoldándose a su cuerpo y sus piernas se enredaban las unas con las otras. Ella lo observaba fijamente con una mirada fascinada mientras sonreía tierna -¿Qué me miras?- le murmuró encandilado por aquella mirada embrujadora, ella sonrió dichosa -¿Sabías que ronroneas como un gatito mientras duermes?- le expuso dulcemente, él rió divertido -¿Ronroneo?- repitió guasón- ¿No será qué ronco bajito? -No, ronroneas- recalcó rotunda- haces: rrrrrr- explicó amena imitando un ronroneo dulce mientras entrecerraba los ojos levemente; él rió divertido- ¡No me extraña que Alba se escape siempre a tu cama y se duerma tan gustosa junto a ti! ¡Con ese dulce murmullo!- se rieron alegres mientras él la oprimía estrechamente contra su cuerpo besándola cariñoso en la frente. Aflojó el abrazo y ella se apoyó sobre su pecho acercándose a su cara mirándolo animosa mientras sonreía feliz -¿Nos bañamos antes de irnos?- propuso animada, pero él observaba aquella boca seductora y deliciosa que lo atraía con desesperación- ¡¿Eh?! ¡¿Qué me contestas?!- indicó insistente, Bruno saltó su mirada de aquella apetitosa boca a sus ojos resplandecientes. Se miraron fijamente, algo en sus miradas les atraían portentosamente- es un día maravilloso, Bruno, y no me gustaría estropearlo; pero…- murmuró recelosa -¿Pero…?- inquirió curioso ante su repentino silencio -Pero no aguanto más Bruno… llevo muchos años deseándolo- repuso decidida y lo besó resuelta, deseosa. Él sujetó su nuca y la apresó ávido contra su boca besándose avariciosos. Se devoraban ambiciosos, insaciables, mientras las manos de Bruno le acariciaban deseosas su cuerpo aprisionándolo anheloso contra él. Se giró quedando sobre ella, las manos de Bárbara exploraban su cuerpo en tiernas caricias que lo excitaban tremendamente. La boca de Bruno transitaba su cuello bajando a su escote buscando ambicioso sus pechos haciéndola sentir un gustoso placer que la hacía respirar afanosamente. Sentir su cálida boca en ellos la hizo emitir un leve gemido de placer; su cuerpo, como si tuviera vida propia, se arqueaba pretencioso y reclamante buscando el cuerpo de Bruno sorprendiéndola de que algo así podría suceder. Ella lo deseaba tremendamente hacía mucho tiempo, pero nunca se imaginara que su propio cuerpo podía demandárselo tan atrevido Bruno recibía su reclamo insistente y pertinaz, le retiró el bikini dejándola completamente desnuda ante él; se recreó placidamente en observar aquel maravilloso cuerpo que le imploraba ambicioso que la poseyera. Regresó a recorrer con su boca aquel delicioso cuerpo que se le ofrecía impetuosamente a cada roce de sus labios -¡Dios, me tienes loco Bárbara!- exclamó excitado retirándose presuroso el bañador y se besaron ambiciosos de nuevo al tiempo que se disponía a penetrarla y corresponderle en su efusiva demanda cuando algo inquietante en sus ojos le detuvo; era deseo, anhelo, pero también recelo, casi temor. Entonces se percató de que su cuerpo temblaba levemente. La miró confundido -¿Qué te ocurre?- indagó desconcertado y ella lo miró inquieta- Si no quieres no pasa nada mi ángel, lo dejamos y listo- indicó cariñoso besándola tierno en la punta de su preciosa y respingona nariz al tiempo que descendía de sobre ella pero Bárbara se aferró anhelosa a él no permitiéndole que se alejara -¡No, no te vayas!- le suplicó ansiosa- Sí quiero Bruno, lo deseo hace mucho pero…- expuso ambiciosa pero lo miró a los ojos temerosa- es que es mi primera vez, Bruno- aclaró sobrecogida, él la miró estupefacto por la chocante revelación que acababa de escuchar- ¿Irás con cuidado, verdad?- indicó amorosa acariciándole dulcemente la nuca atrayéndolo de nuevo hacia su boca aunque él se resistió mirándola estupefacto -¡¿Cómo que tu primera vez?! ¡¿Eres aún virgen?!- exclamó atónito, ella asintió con la cabeza- No, no puedo hacerlo Bárbara, no debo…- balbuceó impresionado intentando retirarse de nuevo pero ella lo sujetó fuertemente evitándoselo -Bruno por favor, no me dejes así ahora- le reclamó mimosa acariciando dulcemente su nuca atrayéndolo de nuevo a ella -Cielo, yo no tengo derecho, yo no soy quien… Si has esperado hasta ahora, debe ser el hombre que realmente ames quien… -Tú eres ese hombre que llevo esperando Bruno- declaró sincera mirándolo con tanto amor que lo impresionó- te llevo amando desde hace muchos años- él la miró conmovido mientras ella le acariciaba perturbadoramente la nuca jugueteando con su pelo- Estoy enamorada de ti desde el primer día que te vi, desde que apareciste guapo y deslumbrante en el corredor del edificio con Sarah en brazos; te amo Bruno- le aclaró rotunda, Bruno la miraba desconcertado- te amo mucho antes de que Bea lo hiciera… Te amo y estaba esperándote a ti- le murmuró sobre sus labios jugueteando mimosa con ellos- solo a ti amor mío- repitió apasionada y se besaron embelesados --¿Estás segura? ¿Todo eso lo dices en serio?- indagó aún confuso e impresionado por todas aquellas declaraciones que él ni había sospechado siquiera, ella le sonrió satisfecha mirándolo emocionada -No, solo quiero llevarte al huerto… ¿funciona?- bromeó melosa mirándolo encandilada, él sonrió más relajado- Y ahora ¿Vas a hacerlo o me vas a dejar esperándote aún otro par de años más? Porque ya me estoy cansando de esperarte y, a lo mejor, me entrego al primero que aparezca ¿eh?- inquirió pícara, él sonrió deleitado y la besó amoroso, tierno, mientras sus manos mimaban su cuerpo paulatinamente. Recorrió su cuello con la boca, saboreando su dulce sabor con toques salados del agua del mar, se deleitó en sus turgentes y primorosos pechos al tiempo que se centraba en prodigarle diestras caricias en su sexo con sus dedos para excitarla plenamente y la penetración fuera más fácil. Sentía como Bárbara iba prendiéndose de nuevo. Bruno la ayudó aún más internando su boca en su sexo, la estimuló hábil hasta provocarle un intenso orgasmo que la hizo batirse gozosa exhalando un profundo suspiro. Regresó lentamente a la boca, recorriéndole todo su hermoso cuerpo prodigándole caricias excitantes con su lengua sin dejar de introducir sus dedos en su sexo húmedo para que no perdiera aquella intensa lubricación obtenida; ella se arqueaba, cimbraba bajo su cuerpo a cada incursión de sus dedos reclamándole ávida y acuciosa que la penetrara Sus bocas se encontraron avariciosas, sedientas. En medio de esa concesión ambiciosa él la penetró despacio, con gran cuidado, prestándole atención a su dulce rostro en busca de alguna señal de rechazo para parar de inmediato. Pero ella, aunque sonreía nerviosa, estaba enteramente entregada y deseosa. Siguió penetrándola y, a medio camino, ella gimió reprimidamente aferrándose enérgicamente a su espalda, se detuvo al instante -¿Te hago daño amor?- indagó inquieto, ella lo miró ardorosa, apretaba sus labios avergonzada pero le sonrió deliciosamente complacida -No, siento un montón de cosas menos dolor- declaró embelesada y él sonrió enternecido comprendiendo que la acobardaba gemir de placer, la besó cariñoso en los labios -Que no te de vergüenza cielo, es natural; no te reprimas amor, déjalo salir- le murmuró meloso y remató la invasión hasta su totalidad; Bárbara le obedeció y ambos gimieron placenteros de sentirse tan intensamente unidos. Sus cuerpos comenzaron a moverse rítmicamente, al unísono, en un acorde perfecto; mansamente, él quería recrearse en aquel momento y que ella también lo disfrutara. Sus manos se buscaban y se recorrían entregándose absolutamente al placer de sentirse mientras sus bocas se satisfacían en saborearse delicadamente. Estaba siendo una entrega absoluta, hermosa; llena de emociones y sensibilidad que los penetraba hasta el alma calándoles por la piel. Bárbara empezó jadeante a solicitar más premura y él obedeció a su reclamo. Los movimientos de ella se volvían ambiciosos, demandantes, él acataba solícito sus avariciosas peticiones. Se vieron envueltos en unos arrebatados envites fervorosos que llevó a Bárbara a unos espasmos delirantes que sacudieron enérgicamente todo su cuerpo exhalando unos gemidos potentes y cargados de pasión y goce que a Bruno le sonaron a música celestial; pero su enérgica entrega y su efusivo reclamo lo impulsó sin remedio hacia aquel encumbramiento final que se adivinaba inmenso. Sus embistes se volvieron más poderosos y enérgicos; buscaba rabioso alcanzar esa ambiciosa y maravillosa descarga de placer, provocando que Bárbara se viera sacudida por otro frenético orgasmo que la hizo asirse con ímpetu a él y clamar imponentemente gozosa a su oído arrastrándolo también a aquel estallido poderoso, tan intenso y delirante que se vio obligado a expulsar de sus adentros con apremiantes sacudidas y gemidos portentosos. Jadeantes, con sus respiraciones entrecortadas del agotador placer, se miraron a los ojos contemplándose encandilados; había sido hermoso, realmente hermoso, y ambos se lo decían con sus miradas sin necesidad de palabras. Se sonrieron felizmente complacidos y se entregaron en un apasionado beso cargado de deleite y emocionada placidez. -¡Dios, Bárbara! Te quiero tanto mi chiquita, no sabes cuánto te quiero- le susurró completamente emocionado y sincero, ella le rodeó su cuello con sus brazos atrapándolo poderosamente mientras rozaba tierna su mejilla contra la de Bruno -No más que yo a ti, vida mía- respondió sobrehumanamente desprendida y apasionada, aunque Bruno notó su voz entrecortada y sintió la humedad de sus lágrimas en su mejilla -¿Estás llorando, cielo?- se sobresaltó e intentó separarla para mirarla a los ojos pero ella se aferraba a su cuello no permitiéndoselo- ¡¿Qué pasa amor?! ¿Qué te sucede Bárbara?- indagó nervioso forzándola a soltarse y examinando agitado su rostro lloroso- ¡Oh santo Dios ángel mío!- exclamó sobrecogido acariciándole tiernamente las mejillas secándole aquellas lágrimas que tanto daño le estaban haciendo mirarlas- Te he hecho daño ¿verdad? ¿He sido muy brusco al final a qué sí? ¡Si es que soy un animal, caray!- se conmovía atormentado tomando cariñoso su lindo rostro entre sus manos mirándola arrepentido, ella le sonrió feliz y lo acalló con un tierno beso en los labios -No, cielo, tranquilízate; te juro que no me has hecho ningún daño- repuso amorosa acariciándole tierna la mejilla mientras lo miraba completamente deslumbrada- Lo que me ocurre es que sabía que tú harías de este momento algo maravilloso y no fue así Bruno… fue mucho más, muchísimo más; fuiste tan tierno, tan atento y a la vez tan apasionado que fue mucho más extraordinario de lo que podía haberme imaginado nunca y mis lágrimas son porque soy muy feliz ¡¡inmensamente feliz amor mío!!- expuso fascinada volviendo a abrazarse enérgica a su cuello, él la rodeó con sus brazos estrechándola amoroso contra él. -Me quedaría aquí y así, ya para siempre vida mía…- declaró encantado oprimiéndola tierno contra su cuerpo -Pues yo no, lo siento mucho por ti pero no me quedaría aquí para siempre; un par de horitas más puede… pero para siempre no- repuso rotunda -Bárbara…- exclamó extrañado mirándola desconcertado y ella le acarició tierna las mejillas sonriendo melosa -No te confundas cielo mío… te quiero mucho, muchísimo, e iría contigo al fin del mundo si fuera preciso… pero siempre también con mi niñas, no podría vivir ni ser feliz sin ellas a mi lado y ya las estoy echando un montonazo de menos- declaró apasionada y él rió derrotado, se besaron amorosos -Pues lo siento mucho corazón, pero no las verás hasta mañana- expuso acariciándole tiernamente su espalda besándola amoroso en su hombro, ella posó ardiente sus labios en su cuello provocándole un estremecimiento de placer increíble; aún tenían toda la sensibilidad a flor de piel después de aquella entrega maravillosa- hoy es un día total y completamente para ti ángel mío, que te lo mereces; pero así a todo, tenemos que regresar pues se nos hace tarde para prepararnos pues tengo otra sorpresa… además, ya está empezando a anochecer y, si no volvemos pronto, Marta mandará a toda la flota de guarda costas en busca nuestra- bromeó dulcemente, ella lo miró sonriendo dichosa -¿Aún me tienes más deliciosas sorpresas preparadas?- indagó curiosa y él sonrió ameno -Puede… pero te juro que lo que acaba de ocurrir no estaba para nada en mis planes- expuso guasón y ella rió divertida besándolo amorosa en los labios -En los míos sí, hace mucho- declaró apasionada y se sonrieron deleitados antes de volverse a besar complacidos- ¿Me voy a lavar mientras tú recoges?- le indicó animosa posando amorosa sus labios en los de él que sonrió asintiendo. Se metió al mar ante la atenta mirada de Bruno mientras recogía la cesta y la manta. La observó regresar, así desnuda y mojada, parecía una diosa resurgiendo de las aguas. Sentía como su cuerpo se excitaba de nuevo ante tan bella visión provocándole una sonrisa satisfecha. Corrió entusiasta hacia ella y, atrapándola entre sus brazos, la volteó en el aire mientras ella reía alegre y la recostó sobre la arena cubriéndola con su cuerpo. Bárbara lo miraba fascinada sonriéndole feliz. Aquel hombre maravilloso la amaba tanto como ella a él… y la amaba a ella… ¡¡a ella!! Aún no podía creérselo -¿Sabes que eres preciosa? ¿Una hechicera que me vuelve loco?- musitó meloso besándola ardiente por el cuello, ella reía dichosa; él se detuvo y la miró apasionado a los ojos- No, eres un ángel… un ángel maravilloso y hermoso que me robó el corazón con su ternura… eres mi ángel- declaró encandilado y se besaron embelesados. Volvieron a hacer el amor entregándose de nuevo total y completamente. Si la primera vez fuera asombrosa, aquella era deslumbrante. A cada delicada caricia, a cada tierno beso que se prodigaban se donaban en cuerpo y alma el uno al otro entregándose todo aquel amor que sentían dentro provocando que aquel maravilloso acto de gustoso placer se convirtiera además en algo completamente majestuoso e inolvidable.

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