lunes, 5 de mayo de 2014

Después de alistar a Sarah y de cenar, se sentaron ante el televisor; Bruno jugaba con la pequeña mientras Bea los observaba entretenida y dichosa. Aquel hombre demostraba tanto cariño y ternura por su hija que la tenía encandilada. Sarah tardó en rendirse después de la gran siesta que se durmiera hacía poco. -Ven aquí- le dijo amoroso Bruno cuando regresaba de acostar a la niña esperándola en el sofá; la rodeó con sus brazos y se besaron mimosos, saboreándose pausadamente para saciar las ganas que habían estado aguantando todo el día. Se fueron prendiendo y sus bocas pasaron a buscarse ávidas, golosas mientras sus manos recorrían sus cuerpos por debajo de la ropa. Bruno descendió su mano y acarició su muslo firme y suave por debajo del vestido; iba ascendiendo despacio sintiendo el calor de su piel llegando a sus nalgas que apretó contra él, la otra mano ya desabrochara hábilmente las cintas del vestido alrededor de su cuello cayéndose mostrando aquellos hermosos pechos. Bea le quitó la camiseta acariciándole anhelosa el pecho. Sin dejar de besarse, se arrodilló en el sofá sentándose sobre sus piernas; le embriagaba sentir su fuerte espalda, aquel pecho terso y macizo y sus brazos fornidos bajo sus manos que recorrían su cuerpo minuciosamente. Bruno besó ardoroso su cuello, su escote y acabó en sus pechos con los que retozó gustoso mientras, elevándola fácilmente entre sus brazos, la acostó en el sofá. Siguió retozando con ellos y sus manos le quitaron las bragas, Bea apresuró a bajarle los vaqueros. Se volvieron a besar exigentes, demandantes, mientras Bruno la penetró complaciente y gimieron gustosos al encontrarse por fin unidos. Su baile rítmico, pausado y acompasado, junto a sus caricias ardorosas recorriendo sus cuerpos los estaba deleitando mientras los llenaba de pasión y ardor que sentían en sus vientres a punto de estallar. Bea le rodeó con las piernas las caderas en un impulso de apurar sus embestidas volviéndose exigente; él obedecía y las apuró impetuoso, pronto ella gemía satisfecha mientras se estremecía bajo él que la observaba embelesado con sus gemidos complacientes. Bea le arrastró hacia ella por el cuello y lo besó briosa, arrebatada, se vio empujado a su fogosidad sin remedio y apuró aún más sus arremetidas volviéndolas enérgicas, intensas y urgentes; un arranque de delirio y exasperación los envolvió moviendo sus cuerpos bravamente para llegar a la tan codiciada cumbre que los arrastraba furiosamente sin control hacia un final impresionante y arrebatadoramente portentoso que ya sentían internamente y sus cuerpos deseaban despedir por cada poro de su piel. La galopada era furiosa, intrépida y delirante. -¡No, no… espera Bruno, detente!- le increpaba agobiada de pronto golpeándole desesperada el brazo con su puño -¡¿Pero qué…?!- protestó desconcertado mirándola confundido, pero no pudo- ¡¡A buenas horas!!- rechinó entre dientes y cerró los ojos incrustando las manos fuertemente en el cojín mientras ya soltaba un gemido placentero al tiempo que descargaba toda su potencia entre gemidos y sacudidas satisfactorias dentro de ella. La miró turbado- ¿Se puede saber qué rayos te pasó?- le preguntó ofuscado entre respiraciones entrecortadas, ella lo miró confundida -Nada… ya nada- expuso abatida, él se sentó desalentado en el sofá reclinando la cabeza hacia atrás mientras se pasaba crispado sus manos por el pelo -¡Pues menuda manera de cortar el rollo por nada!- repuso molesto, ella se sentó en sus rodillas abrazándose a su cuerpo mientras recostaba su cabeza en su pecho -Perdona- le murmuró melosa besándole mimosa en su pecho desnudo, él la envolvió amoroso entre sus brazos -No pasa nada cielo- le dijo amoroso besándola tierno en el pelo - pero dime al menos qué te pasó- indagó curioso -Lo hicimos a pelo de nuevo, Bruno y yo no tomo precauciones- lo miró a los ojos preocupada- solo intentaba que pararas antes de… ¡pero ni modo, así fue!- expuso rendida finalmente, él soltó una fuerte risotada apretujándola aún más contra su cuerpo besándola de nuevo en el pelo -¿No te explicó nadie que eso tienes que decírmelo antes no cuando ya no puedo pararlo?- indicó burlón estirándole juguetón de la nariz, ella lo miró ofendida -¡Pues no, nadie me explicó sobre eso!- indicó incómoda golpeándole en el pecho con el puño- ¡¿por qué crees que está Sarah aquí, so idiota?!- le aclaró rotunda, él rió de nuevo mostrándose de acuerdo, ella también rió divertida- A veces no las piensas, bobo- le indicó ella amorosa besándolo tierna en los labios, él la atrapó en un beso apasionado, delicioso y exquisito. Se entregaron agradados y deleitados en un beso primoroso. El lunes ayudó a la señora Martina a limpiar el nuevo piso, era grande y soleado pues daba a la calle y no interior como el de ellas; tenía tres habitaciones, dos baños, una cocina grande y un salón comedor; poseía también un pequeño recibidor y no como su piso, que se entraba ya directamente en la sala robándoles mucha intimidad -¿Te gusta corazón?- le preguntó la señora amable -Me encanta, señora Martina- le contestó entusiasmada, la mujer le sonrió agradada -Le faltan algunas cosas, como un dormitorio pues el anterior inquilino usaba el cuarto de trastero pero podéis bajar de los vuestros lo que necesitéis -Gracias, lo comentaré con Hugo- le respondió animada, la mujer la miró sonriendo dulcemente -Quien iba a decir que os haríais pareja tan pronto- expuso encantadora aunque su voz sonó irónica -Ya nos conocíamos hace años, desde la facultad; pero perdimos algo de contacto cuando se fue a los Cabos- mintió entrañable pues, aunque era una buena mujer, le gustaba cotillear con las vecinas muy a menudo -¡Ah, estuvo en los Cabos!- repitió curiosa -Sí- contestó amable -¿A qué se dedica?- curioseo animada -Es biólogo marino, está trabajando en el acuario de la ciudad -¡Ah!- se sorprendió abriendo los ojos desmesuradamente- ¡Un bonito trabajo! -Hermoso de verdad; yo también iba a serlo pero nació Sarita- la mujer le sonrió amistosa -¡Bueno, pero Sarita bien vale la pena perderse una carrera!- exclamó encandilada, ella rió enternecida -¡Sí, eso sí!- indicó decidida y rotunda- Sarita siempre vale la pena- siguieron trabajando animosas mientras no iba a recoger a Sarah a la guardería, después estarían más atadas con ella por el medio. Después de comer volvieron a bajar las tres para ir acomodando algunas cosas. Bea y la señora Martina le daban un buen repaso a la cocina, mientras Bárbara arreglaba el que sería su cuarto -Yo quiero bajar mi dormitorio si no os importa; no me gusta cambiar de cama, sabes lo que extraño cambiar de casa como para hacerlo también de cama- indicó entrañable Bárbara entrando en la cocina -Habrá que hablarlo con Bruno pero no creo que haya problemas- le indicó cariñosa Bea, ella le sonrió cariñosa -Con Bruno nunca habrá problemas- indicó satisfecha la muchacha y se rieron las tres mujeres -¿Y Sarah, Bárbara?- le preguntó Bea al darse cuenta de que no la oía como hacia unos momentos -No te preocupes, don Luis está colocando la cadena en la puerta- contestó tranquilamente -¡Luís está en el baño arreglando aún la persiana, preciosa!- les avisó ameno el hombre, las mujeres se miraron asustadas -¡¡Oh Dios, Sarah!!- gritó aterrada Bea saliendo del piso seguida de ellas dos- ¡Sarah, detente!- le increpó mirándola correr por el pasillo en dirección a las escaleras pero la pequeña apuró aún más el paso al oír a su madre. -¿A dónde me vas huidiza ratita?- Apareció Bruno por las escaleras atrapándola en su huida, la hizo sobrevolar sobre su cabeza y ella reía feliz; Bea respiró tranquila al verlo y sonrió alegre -¡Bruno, siempre llegas a tiempo!- le dijo amorosa, él le sonrió complacido acercándose a ella y besándola amoroso en los labios -Pero no siempre llegaré, amor- le avisó reprochadoramente cariñoso, ella lo abrazó apasionada -Sé que sí- se besaron apacibles y placenteros- ¿Cómo subiste por las escaleras? -Te oí llamarla cuando esperaba el ascensor y subí corriendo a detenerla, ya me imaginé que estaríais en el piso- la besó amoroso en la frente. Al día siguiente no fue a trabajar, la mañana la aprovecharon para trasladar la mayoría de las cosas aprovechando que estaban solos sin Sarita por el medio. Luego él fue a recoger a Sarah a la guardería mientras Bea preparó ilusionada la comida en su piso nuevo. -¡Traigo una invitada a comer!- anunció entusiasmada Bárbara entrando en el piso regresando de la facultad, era Bego; su hermano se emocionó la verla -¿Qué haces aquí, peque?- le preguntó feliz besándola entrañable -Vine a ayudar ¿no dijiste que viniéramos?- indicó alegre y se rieron divertidos- Más tarde vendrá Gonzalo a echar una mano -¡Genial, le dejaremos el dormitorio para él!- repuso Bruno burlón, Bea le regañó amorosa provocando la risa de todos La tarde pasó rápida con el traslado, Gonzalo resultó ser una gran ayuda pues con Bruno pasaban de un piso a otro las cosas más pesadas sin dificultad ninguna. A las nueve de la noche, entraban con sus últimos bártulos en su casa nueva. -¡Se acabó por fin!- resopló agotado Gonzalo derrumbándose en el sofá, Bruno lo acompañó y Sarah se precipitó a sus brazos, él la recogió amoroso recostándola contra su cuerpo; se la veía también cansada de tanto trotar arriba y abajo detrás de ellos. Bego y Bárbara también se sentaron a descansar en los otros dos sofás -¡Que cinco vagos!- bromeó Bea mirándolos divertida, se rieron afectuosos. -¡¡Abrirme, llegó la caballería!!- sonó la voz alegre de Guille tras la puerta -¡A buenas horas llega esa caballería!- reprochó Gonzalo mientras Bea iba a abrirle -¡Siempre hace igual! llega tarde a propósito para quedar bien y no pegar golpe- añadió Bego socarrona, él ya entraba en la sala cargado con bolsas y fuentes cubiertas con papel de aluminio -¡¡Sí, ya sé; llego tarde!! ¡¡Pero traigo la cena!! ¿A qué no habíais pensado en ese pequeño detalle?- expuso vanidoso, todos se entusiasmaron al oírlo; realmente tenían bastante hambre -Esa idea no fue tuya, no te hagas- le reprochó guasón Gonzalo y él sonrió pícaro -No, me manda mamá- añadió resuelto dirigiéndose a la cocina seguido de todos- dice que después del trajín, Bea estará cansada para ponerse a cocinar- Bea le dedicó una sonrisa agradada y él también le sonrió cariñoso. Cenaron estrenando el comedor; realmente era una familia unida y Bea estaba feliz mirándolos bromear entre ellos como chiquillos traviesos. Cuando estaban los hermanos juntos parecía que no crecieran y ya eran hombres. Ya en la cama, Bruno la sostenía entusiasmado entre sus brazos apretujándola de vez en cuando besándola en el pelo mientras ella reía divertida. Se besaron apasionados, hambrientos de sus bocas deseosas. Él le retiraba el camisón ávido -¿No estás cansado aún?- indicó guasona -No tanto como para no estrenar nuestra cama nueva- contestó ardoroso mientras ya jugaba entre sus pechos, ella gemía gustosa. El vigor de la pasión los envolvió rápidamente, se deseaban rabiosamente pero Bruno iba pausado, deleitándose en cada caricia y beso recorriendo el cuerpo de Bea; ella le reclamaba anhelosa ya la incursión buscando afanosa su miembro con su cuerpo, él se levantó de la cama abandonándola ansiosa mirándolo desconcertada dirigirse al armario, se incorporó sobre sus codos -¿A dónde vas ahora?- le increpó alterada, él le sonrió dichoso mientras mostraba una caja de preservativos regresando a su lado -Es ahora cielo, no cuando ya no pueda detenerlo- explicó amoroso, ella rió divertida dejándose caer de nuevo sobre la almohada. Regresaron al ímpetu detenido momentáneamente; se entregaron armoniosos entregando solícitos lo que el otro anhelaba despacio, deleitándose en observarse disfrutar a cada caricia, beso o impulso provocado por la gran pasión que ya los tenía completamente repletos y a punto de explosionar. El furor del frenesí los arrastró a un brío delirante y los embistes frenéticos de Bruno la hicieron detonar en un impresionante orgasmo que la hizo gozar hasta un punto indescriptible. La fiereza de él no se detuvo buscando su satisfacción cargándola de nuevo apresuradamente, sus movimientos acompasados y acordes con unas energías vivaces, fanáticas y arrebatadamente impetuosas los llevó a una culminación prodigiosa e increíble que los dejó repletos de deleite y complacencia. Aquel domingo regresaron a comer a casa de los padres de Bruno, era una velada encantadora; todos las recibieron ya familiarmente y como si fuera habitual tenerlas entre ellos; el padre de Bruno mostraba un cariño tremendo ya por Sarah. Acababan de comer entre bromas, juegos y lanzamientos de pan unos a otros; cuando oyeron llegar a Pablo, entró en la casa al estilo de Guille: a voces y entusiasmado buscándolos -¡¿Dónde anda toda esta familia hermosa?!- gritaba entusiasmado -¡Pablito!- gritó emocionada Bego corriendo a su encuentro, se arrojó intrépida a su cuello y él la rodeó con sus brazos volteándola a su alrededor ilusionado -¡¡Mi peque!!- le repuso entusiasta- ¿Me echaste de menos tanto como yo a ti?- exclamó meloso y ella rió feliz -¡¡Mucho, muchísimo hermanito!!- decía arrebatada besándolo repetidamente en las mejillas; la esposa de Pablo, una mujer agraciada, muy menuda y una dulce cara de muñeca de porcelana, los observaba dichosa mostrando una sonrisa preciosa- Hola Esther- la saludó también entusiasmada besándola en sus mejillas -Hola cielo- le respondió cariñosa con una voz melodiosa y dulce -¡¡Venir, hay sorpresas desde vuestra marcha!!- expuso radiante llevándolos a ambos por las manos -¿Qué sorpresas?- preguntó divertido Pablo dejándose llevar, todos les sonreían felices de tenerlos de vuelta. Bego los detuvo delante de Bea que se sentaba a lado de Bruno, él la miró con aquellos ojos grises aún más claros que los de Bruno y su boca se abrió levemente al tiempo que sus ojos -La leche- exclamó boquiabierto -¡¡Es Bea, la novia de Brunete!! ¿A qué no te lo esperabas?- expuso satisfecha; él la miraba fascinado. -¡¡Esta sorpresa no se la esperaría en su puta vida chiquita!!- bromeó pícaro Guille -¡¡Guillermo!!- le regañó rotunda su madre y sus hermanos rieron socarrones. Pablo saltó su mirada a Bruno que le sonreía guasón mientras rodeaba amoroso la cintura de Bea y la atraía hacia él -¡¡Serás cabrón!! ¡¡Naciste de pie desgraciado!!- profirió de pronto admirado -¡¡Hala!! ¡¡Otro botarate!! ¡Jesús, que cruz!- Protestó la buena mujer; todos los hermanos varones rieron a carcajadas ante la estupefacción del resto que no entendían nada -Bea, este es nuestro hermano mayor Pablo- les presentó Bruno sin dejar de sonreír satisfecho; él le estrechó la mano amistosamente sin poder dejar de mirarla embobado; no podía apartar sus ojos del rostro de Bea, parecía hipnotizado, y ella lo miraba desconcertada por aquel incomprensible asombro al verla -¡Espabila, que pareces alelado!- exclamó resuelto Gonzalo dándole una colleja que provocó las risas de todos- ¿Qué le has hecho estos días Esther, que nos lo traes aún más idiota que antes?- añadió burlón mirándola malicioso y ella sonrió pícara -¡A ti te lo voy a contar! ¡Vamos hombre!- respondió resuelta y todos volvieron a reírse divertidos. Después de las presentaciones, Pablo se fue directo a recoger amoroso a Raúl en brazos no soltándolo ya en toda la tarde. Se le veía tan cariñoso y feliz con el pequeño en brazos que enterneció a Bea; muchas veces sus miradas se encontraban, él la miraba deslumbrado como si no se creyera lo que estaba viendo. Bea estaba totalmente desorientada por aquellas miradas y su sonrisa plenamente radiante que le dedicaba cada vez que sus ojos se encontraban. -¿Se puede saber qué le ocurre a tu hermano Pablo conmigo? Me mira de forma extraña- le susurró disimuladamente y muy intrigada a Bruno; pero Guille también la oyó, soltó una sonora carcajadas y la miró cariñoso moviendo su dedo índice en su sien indicando que estaba loco -De niño cayó de la cuna y quedó muy mal preciosa; desde entonces al ver rubias de grandes y preciosos ojos negros se queda gilipollas- expuso burlón, Pablo le dio una sonora colleja inesperada que produjo la risa divertida de todos Llevaban más de dos semanas viviendo juntos y eran realmente felices; todo era idílico. Bárbara salía a menudo con Begoña sin despistar los estudios que los llevaba estupendamente; a Sarah se la veía feliz y recibía entusiasmada a Bruno al regresar del trabajo, lo quería con locura. Los domingos eran indiscutiblemente en familia, siendo unas veladas deliciosas. Aquel mediodía, Bárbara salía de clase charlando animada con unos compañeros, cuando se encontró una gran sorpresa esperándola en las escaleras -¡¡Vaya!! ¿Qué hace aquí el técnico especialista en electrónica de vehículos a motor?- Bromeó chistosa al encontrarse con Guille, él sonrió jocoso -Muy chistosa la Barbie- repuso socarrón y ambos se rieron alegres- pasaba por aquí de entregar un coche, me fijé que es hora de comer, que hace un día espléndido y me dije… ¿por qué no invitar a la muñequita?- explicó animoso, ella sonrió animada- ¿o tienes otro compromiso?- se interesó inquieto -No, no tengo nada que hacer hasta las cuatro- aclaró resuelta -Pues entonces, vámonos a comer y aprovechar este día maravilloso- replicó decidido y, tomándola tierno de la mano, se la llevó hacia la salida de la universidad mientras ambos reían divertidos. La llevó al parque donde comieron unos sándwiches sentados sobre la hierba. Charlando animados, riéndose alegres y enredando juguetones, pasaron una velada tan encantadora que les sorprendió cuando se dieron cuenta que se les había pasado las horas sin darse cuenta y ya se les hacía tarde a ambos. -Bárbara espera, me gustaría hablarte de algo antes de irnos- le habló muy serio sujetándola dulcemente del brazo para detenerla pues ella ya se levantaba; Bárbara lo miró intrigada a los ojos- Bar, yo…- su balbuceo nervioso la puso de sobre aviso de lo que quería hablarle ya que percibía a las claras cómo la miraba y la acariciaba desde hacía días -Por favor Guille, no lo hagas- lo detuvo rauda pero muy tierna, él la miró confundido- te quiero mucho, muchísimo, de verdad; pero no lo hagas- declaró inquieta -No soy tu tipo ¿no?- expuso sonriendo tierno -Tú eres el tipo de cualquier mujer Guille: eres muy atractivo, alegre, agradable, cariñoso y siempre procurando hacer reír a todos los que te rodean aunque a veces metas un poquito la pata- explicó resuelta y él rió divertido -¿Pero? -Pero yo te quiero mucho como… -¡No por favor, Bar!- la interrumpió raudo, Bárbara lo miró sorprendida- no me vengas con la tonadilla de “pero solo como amigos” porque me destrozas- exclamó chistoso, ella rió amena -No, so bobo- expuso enternecida besándolo cariñosa en la mejilla- te quiero muchísimo pero como mi hermano mayor -¡¡Hala!! ¡¡Ahora sí me mataste!! ¿Así que me rechazas por viejo y te quedas tan ancha?- replicó burlón -¡¡No seas idiota, si apenas me llevas dos años!!- ambos rieron explayados; Bárbara se puso seria de nuevo- de verdad Guille, no quiero que estropees esto tan bonito que siento por ti proponiéndome algo que no puedo darte…- dijo bajando la mirada al suelo, Guillermo percibió tristeza en sus palabras; la tomó tierno por el mentón y la obligó a mirarlo -¿Qué pasa cielo? Ahora en serio, te veo triste… ¿Es que acaso hay alguien en tu corazón y el muy idiota no te hace caso?- ella sonrió cariñosa -Sí hay alguien, alguien que está anclado ahí dentro y no quiere salir pero no es que no me haga caso Guille, es que sé que no es para mí… Él ama a otra y la ama muchísimo… Intento arrancarlo con todas mis fuerzas de mi corazón, pero me es muy difícil- se abrió sinceramente de corazón sin saber muy bien por qué, pero Guille le daba esa confianza, sabía que podía contar con él, que podía confiarle sus secretos que él nunca la descubriría; él le acarició tierno la mejilla -Poco a poco princesa, poco a poco; dale tiempo y verás cómo pronto te darás cuenta de que ya no duele tanto y acabará yéndose… solo tienes que darle tiempo para que curen las heridas- le habló cariñoso sin pretender saber quién era, ella le sonrió deleitada, así era Guille: siempre tierno y cariñoso dando su apoyo incondicional y sin hacer preguntas indiscretas. Si veía que tú no querías hablar de algo, él solo daba su apoyo sin indagar más. Lo besó amorosa en la mejilla -¡¿Cómo no te voy a querer si eres un sol?!- exclamó apasionada y ambos se rieron alegres.

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