domingo, 11 de mayo de 2014

Ella le rodeaba sutilmente el cuello con los suyos mientras se miraban a los ojos alegres, la extensa pieza y el cansancio de trotar de brazos en brazos, tenía extenuada a Bárbara que reposó su cabeza en su hombro mientras él la ceñía más contra sí cercándole la cintura con sus brazos. Aspiró gustosa el perfume de Bruno en su camisa; él recibía su delicioso perfume a rosas de su pelo. -Estoy desfallecida- dijo fatigadamente recostándose completamente contra su pecho envolviéndolo más estrechamente con sus brazos a su cuello. Los dos estaban seducidos y encantados de tenerse tan cercanos, tan próximos y tan juntos. -No paras de botar como un cangurito- bromeó divertido y ella rió alegre- ¿Quieres que nos vayamos a sentar? -¡No!- contestó rápidamente, él sonrió complacido- estoy muy bien así- siguieron bailando lentamente, callados. De pronto, ella le miró a los ojos sonriendo divertida- ¿Sabes que eres como un gran osito de peluche?- él la miró sorprendido mientras reía entretenido- ¡De verdad!- insistió amena- ¡Eres grandote, cálido y tan cómodamente relajante! -Pues mira que me tienen llamado cosas ¿eh? pero nunca cálido y relajante- expuso socarrón, se rieron regocijados y ella volvió a recostarse contra su pecho mientras Bruno la asía tierno y complacido contra sí; ambos cerraron deleitados los ojos y siguieron bailando prendados sin darse cuenta de las miradas pícaras de algunos de los miembros de la familia sobre ellos, como la de la madre de Bruno, que cruzó deleitada una con su hija Clara y se sonrieron encandiladas. Los días siguientes siguieron igual: desayunos apresurados, compartir baño para acabar antes y prisas por alistar a las pequeñas saliendo raudos cada uno con una niña hacia su puesto de trabajo. Y también seguía aquel maravilloso momento a solas de relajación y tranquilidad al llegar la noche cuando ya las pequeñas estaban acostadas en las que charlaban amenos de sus cosas y enredaban juguetones como niños traviesos provocándose risas alegres. Pero pese a que todo seguía igual que siempre, Bruno ya no la veía de igual manera desde el día de la boda; ya no veía a aquella muchachita alegre y juguetona que siempre lograba arrancarle una sonrisa haciéndole olvidar preocupaciones y problemas, veía una mujer hermosa de cuerpo perfecto con una piel enloquecedoramente suave y delicada que no perdía ocasión de acariciar durante sus juegos inocentes, de boca tentadora que le atraía terriblemente y piernas maravillosas que sus ojos recorrían ávidos cada mañana cuando ella aparecía en la cocina solo con aquella camiseta con la que dormía provocándole una alteración maravillosamente turbadora. Se negaba a querer reconocerlo, pero en el fondo sabía que estaba enamorando perdidamente de ella. Tampoco ella podía evitar observarlo deseosa cuando salía del baño enroscado solo en una toalla dirigiéndose a su cuarto, o cuando se afeitaba por las mañanas junto a ella mientras se maquillaba preparándose ambos antes de despertar a las niñas; le parecía un momento gratamente íntimo y provocador. Sus ojos se iban rápidamente sin poder evitarlo cada vez que se cambiaba de camiseta porque le manchara alguna de las niñas y recorrían ávidos aquel pecho desnudo, aquella musculosa espalda y sus fornidos brazos provocando en sus manos un cosquilleo de deseo por acariciarle y sentir aquella tersa piel tan morena que poseía. Dos semanas después, Bárbara empezó a llegar cada vez más tarde y muy cansada. Las niñas empezaron a echarla de menos a la hora de cenar y aquellos maravillosos momentos a solas desaparecieron. El viernes, las pequeñas quisieron esperarla para cenar ya que al día siguiente no había escuela pero tampoco llegó. Cenaron y la esperaron despiertas. Pero a las once se rindieron y se quedaron dormidas en el sofá junto a él y Bruno las acostó. Se sirvió unas aceitunas y regresó a la sala sentándose frente al televisor para entretenerse mientras la esperaba apoyando las piernas sobre la mesita de café. Eran cerca de las once y media cuando al fin apareció. Bruno la examinó preocupado así entró en la sala pero parecía estar bien aunque realmente agotada. Dejó resbalar por su brazo hasta el suelo su enorme bolso junto al sofá -¡Estoy frita Brunete!- expuso cansadamente derribándose junto a él y apoyó su cabeza en las piernas de Bruno mientras soltaba un fuerte resoplido y lanzaba los zapatos por el aire escurriéndosele la falda y mostrando aquellas bellas piernas que atrapó rápidamente la mirada de Bruno recorriéndolas gustoso -Cada día llegas más tarde, ya me estaba preocupando cielo ¿Mucho trabajo?- le preguntó tiernamente metiéndole una aceituna en la boca que ella recibió complacida -¡Uhmm!- exclamó gustosa masticándola- Tengo que inspeccionar todas las obras que estamos realizando en el extrarradio y es agotador- expuso dulcemente- No solo por tener que desplazarme de un lado a otro sin descanso, sino porque por encima, debo discutir en todas ellas- lo miró atónita a los ojos- ¡¿Puedes creerte que no saben distinguir un pilar de una columna?! ¡¡Es increíble!! ¡Hay que ser inútiles!- resolvió recostándose nuevamente sobre sus rodillas, él le sonrió entrañable ofreciéndole otra aceituna que ella recogió ávida con la boca- ¡¡Umm... tengo una hambre rabiosa!! -¿No has comido?- se interesó cariñoso acariciándole tierno la mejilla con el revés de su mano -Apenas tuve tiempo de darle un par de bocados a un sándwich vegetal mientras me dirigía de un sitio a otro- expuso enderezándose perezosamente. -Pues tienes la cena preparada en el horno- le indicó ameno -¡¿De verdad?!- le dijo feliz mirándolo entusiasmada, él sonrió cariñoso- ¡¡Eres un sol, cielo!!- se abrazó tierna a su cuello besándolo amorosa en la mejilla; él se sintió placidamente satisfecho -Déjate estar descansando, te la voy a buscar yo- se ofreció amable levantándose y regresando al momento con una bandeja donde le traía la cena recalentada en el microondas y un refresco -¡Gracias, eres un amor!- repuso emocionada recogiendo la bandeja, empezó a comer hambrienta mientras él la observaba entretenido sentado a su lado- ¡Que incómodo es este traje, por Dios santo!- repuso de pronto dejando la bandeja en la mesita y se deshizo rauda de la chaqueta y la falda de su traje chaqueta azul oscuro quedándose solo en bragas y con aquella fina camisa blanca que traslucía unos pechos preciosos y sus pezones pequeños y erectos, se sentó de nuevo cruzando las piernas sobre el sofá recogiendo la bandeja y siguió comiendo. Bruno estaba completamente embelesado en aquella magnifica visión- ¿y tú día qué tal?- le preguntó sacándolo de su fascinación -Normal, agua por todas partes- expuso divertido, ella sonrió cariñosa con aquella sonrisa que lo embobaba -Algún día tienes que enseñarme lo que haces siempre metido en remojo- indicó esperanzada mientras se lamía los dedos de comerse las patatas fritas con las manos; comía siempre más con las manos que con el tenedor y, eso, le parecía muy erótico a Bruno provocándolo enormemente; aunque últimamente todo en ella lo excitaba terriblemente -Cuando quieras- respondió alegre, se sonrieron amenos -Bueno, una que se va a dar un baño y se va a la cama- expuso de pronto levantándose llevándose la bandeja a la cocina, regresó para recoger su ropa- ¿Y las niñas? ¿Bien? -Sí, todo bien; echándote de menos estos días pero todo igual- volvieron a sonreírse tiernos -Bueno, pues hasta mañana entonces- se acercó a él y le intentó besar en la mejilla pero él se movió inconscientemente y acabó besándolo al borde de los labios, rozándoselos suavemente; se miraron turbados a los ojos unos segundos antes de que ella rompiera a reír divertida- ¡Ups! ¡No, si nos acabaremos morreando algún día! ¡¡Verás!!- bromeó jubilosa y se rieron recreados mientras ella se fue a su cuarto. Bruno se quedó meditabundo un buen rato. De pronto sonrió dichoso, apagó el televisor y también se fue a la cama. A la mañana siguiente, alistó a las pequeñas mientras Bárbara aún dormía y se las llevó a casa de su madre -¡Oh que fantástica sorpresa!- los recibió entusiasmada besando amorosa a las pequeñas -Mami ¿me quedarías hoy todo el día con las niñas?- preguntó esperanzado -¡Pues claro que sí cielo mío! ¡Estaremos encantados tu padre y yo de tenerlas aquí!- exclamó realmente feliz recogiendo de los brazos de su padre a Alba, se sonrieron alegres- Pero ¿Por qué corazón? ¿Acaso pasó algo?- se intranquilizó al instante -No que va, todo está bien; pero Bárbara esta semana tuvo muchísimo trabajo y está extenuada, me gustaría llevarla a comer por ahí para que se entretenga y descanse sin andar a preocuparse de las niñas- aclaró cariñoso -Me parece una idea estupenda cariño mío; tampoco a ti te vendrá mal pasar un día entretenido y desconectado de las niñas- dijo amorosa posando tierna su mano en la mejilla de Bruno que él recogió y besó amoroso- pasarlo muy bien y no os preocupéis por las pequeñas, dormirán aquí y mañana ya las recogeréis cuando vengáis a comer -Está bien, gracias mami- le agradeció besándola amoroso en la frente. Cuando Bárbara se levantó, él regresaba de la calle -Buenos días dormilona- la saludó divertido -¿De dónde vienes ya? ¿Y las niñas?- inquirió curiosa -Las lleve a casa de mi madre- expuso satisfecho- hoy vas a dedicar el día solamente a descansar y relajarte- ella lo miró gratamente sorprendida -¿Y sabré hacerlo después de tanto tiempo?- bromeó burlona, él rió divertido -Te tengo una sorpresa que verás como te relaja y te gusta- contestó satisfecho intrigándola -¿Qué sorpresa?- indagó curiosa -Una sorpresa no se cuenta…-le tiró suavemente de la nariz- ¡Para eso es una sorpresa! -¿Tengo que ponerme algo especial para esa sorpresa?- siguió fisgoneando, él sonrió satisfecho -Solo un bañador- cogió una manzana del frutero y le pegó un buen mordisco -¿Vamos a ir a la playa?- repuso indagadora, él rió entrañable -No- respondió juguetón, ella lo miraba intrigada. Se le acercó zalamera mirándolo insistentemente -¿Y si no quiero ponerme bañador?- preguntó maliciosa pues se suponía que la sorpresa era llevarla a la playa lo que pasaba es que quería despistarla; le dio un mordisco a la manzana que él sostenía y Bruno sonrió encandilado, la poca fruta que la veía comer en la casa siempre era mordisqueando la que él estaba comiendo -¡¡Allá tú!!-expuso socarrón moviendo despreocupado los hombros sin quererle dar pistas- ¡Pero apura a vestirte o llegaremos tarde!- expuso yéndose de la cocina comiéndose la manzana, ella lo siguió -¿Tarde para qué?- insistió pero él solo le sonrió- Además del bañador ¿me pongo seria o informal?- instó pícara, él se volvió mirándola a los ojos, ella se mordió el labio ilusionada ¿le iría a decir por fin a dónde la llevaba? Le tomó la mano con la suya -Cómoda- repuso sonriendo burlón depositando el carozo de la manzana en su palma y se encerró en su cuarto dejándola aún más intrigada La llevaba por los pasillos de cristal del acuario tomada tiernamente de la mano, la sorpresa era un bello paseo por el precioso acuario. Los preciosos peces de colores los rodeaban por todas partes; Bruno sonreía divertido viéndola disfrutar tanto como los niños que los rodeaban en la visita al oceanógrafo. Se entusiasmaba ante un pez globo o se deslumbraba ante los pingüinos. -¿Quieres ver los tiburones?- le indicó cariñoso al oído, ella lo miró ilusionada abriendo desorbitadamente aquellos hermosos ojos -¡¡Sí, vamos!! ¡Tenemos que traer a las niñas a verlo Bruno, esto es precioso!- expuso emocionada, él sonrió llevándola de la mano a otra zona del acuario donde se encontraron totalmente rodeados de enormes escualos, ella le apretaba la nerviosa mano- ¡¡Estos bichos son enormes!!- expuso sorprendida -No van a salir de ahí, te lo prometo- le expuso burlón, ella lo miró intrigada y él le mostró su mano aferrándose frenética a la suya; se rieron cordiales y ella aflojó el apretón pero no lo soltó. -Así que aquí es dónde trabajas- repuso encandilada observándolo todo con ojos curiosos -A veces, pero no es lo más habitual- expuso ameno -¿A no?- preguntó intrigada mirándolo a los ojos -No- repitió sonriéndole cariñoso- Donde me paso la mayoría del tiempo lo verás dentro de unos momentos- indicó entrañable tornándole la impaciencia por la curiosidad de nuevo a ella, en eso Sarah se parecía mucho a ella: todo lo preguntaban y todo querían saberlo; eran curiosas, precipitadas y encantadoramente inocentes. -¡Ah, estás aquí! Llevo rato buscándote- le habló alegre un muchacho a Bruno- ya lo tienes todo listo; puedes irte cuando quieras- le avisó animado y Bruno se lo agradeció amablemente -¿Preparada?- le indicó alegre, ella sonrió encantada. La guió al embarcadero y la ayudó a subir a una lancha -¡Genial, un paseo en barco!- expuso entusiasmada mientras él la sacaba despacio de la dársena- ¡Voy a tomar el sol! siempre estoy encerrada y parezco una monja de lo paliducha que estoy- comentó quitándose los vaqueros presurosa junto a la camiseta quedándose con un minúsculo bikini que solo cubría lo más relevante- ¡Jesús, que diferencia!- mostró asombrada juntando su brazo al de Bruno, era un contraste increíble su moreno brazo contra el blanquecino de ella. Se rieron divertidos, se dirigió a la parte delantera de la lancha recostándose apoyada en sus brazos, con la tez hacia el sol, la suave brisa que provocaba la lancha movía su rubio pelo brillando espectacularmente bajo los rayos del sol. -Ponte protector, estás muy blanquita y te quemarás -No traje ¡Cómo no me quisiste decir a dónde íbamos!- le reprochó burlona, él sonrió ameno mientras rebuscaba en la guantera mandándole un tubo por el aire que atrapó habilidosa y se lo extendió suavemente por el cuerpo. Bruno guío la lancha habilidosamente hasta que Bárbara no veía nada más que agua a su alrededor cuando él la detuvo anclándola. Ella examinaba a su alrededor con rostro de niña impaciente y curiosa -¿Ya? ¿Aquí nos vamos quedar?- inquiría inquisitiva -¿Te gusta?- le preguntó socarrón. Ella movió los hombros despreocupadamente -¡Si no hay nada Bruno!- respondió sosegadamente -¡¿Nada?!- se hizo el sorprendido, ella lo observó intrigada- ¡Vas a alucinar con todo lo que hay! Ven aquí- ella obedeció y él le entregó un traje de neopreno que ella examinó confundida mientras observaba como se desnudaba quedándose en un ajustado bañador mostrando un cuerpo espectacular que ella recorrió con la mirada; estaba como quería, pensaba maravillada observando su musculosa espalda, aquel trasero duro y aquellas piernas atléticas. -Es un pecado- suspiró desolada cuando volvió a ocultarlo bajo un traje como el que le entregara a ella, él la miró confundido y ella se sonrojó- es un pecado… que no sepa que hacer con esto- expuso sonriéndole nerviosa mostrándole el traje en sus manos -¿Y si pruebas a ponértelo?- respondió socarrón, le hizo un gesto burlón frunciendo su nariz pequeña y respingona que hizo reír a Bruno. Se puso el traje torpemente provocando las risas divertidas de él que acabó ayudándola. -¿Has buceado alguna vez con botella?- preguntó colocándoselas con una habilidad y precisión increíbles, ella lo miraba encandilada -No- respondió amedrentada -Tranquila, es fácil; solo debes respirar por la boca y soltar el aire por la nariz; y con calma o gastarás más rápido el oxígeno- le indicó colocándole ahora a ella las botellas a la espalda -¡Caray, esto pesa una tonelada!- protestó sorprendida perdiendo el equilibrio debido al inesperado peso a sus espaldas, él la sujetó atento y volvió a reírse entrañable mirándola enternecido; era tan delicada y frágil, nada parecida a Bea que era maciza y musculosa- tú las llevas tan fácilmente que no creía que eran tan pesadas- declaró atónita y él no pudo resistirse a besarla cariñoso en la frente -No te preocupes cielo, en el agua ya no te pesarán- le indicó compasivo, tomó la boquilla mostrándosela- Respiras por esto despacio y no te preocupes por nada que yo estaré atento a ti- ella miró recelosa la boquilla -¿Y tengo que meterme esto en la boca?- indagó mirándolo recelosa -Seguro que ya te has metido cosas peores en la boca sin poner tanto recelo- bromeó malicioso y ella repitió aquel gesto burlón con su naricilla formando de nuevo aquella infantil mueca que aún la hacía más hermosa, Bruno sonrió encandilado -¿Y si me equivoco y respiro por la nariz?- preguntó inocente mirándolo curiosa y él soltó una sonora carcajada -Puede que lo hagas una vez, pero te aseguro que a partir de entonces tendrás mucho más cuidado de no volverte a equivocar- expuso jocoso y ella sonrió divertida- Y no te preocupes que estaré a tu lado vigilándote, si veo que te pones de un azul negruzco, te saco- bromeó socarrón y ella volvió a fruncir su nariz burlona -¡Uy que gracioso nos estás hoy!- se rieron amenos, le colocó las gafas y, después de comprobar de nuevo que el respirador funcionaba perfecto, se lo introdujo en su boca; la sentó en el bordillo de la lancha -¿Lista? -¿Para qué?- balbuceó torpemente por el aparato que llevaba en la boca, él la empujó suavemente de los hombros precipitándola al agua de espaldas. La oyó gritar impresionada mientras caía y él rió divertido saltando tras ella para socorrerla- ¡¡Imbécil, esto se avisa!!- le increpó enfadada tosiendo apremiada por el agua que tragara por el sobresalto cuando la resurgió nuevamente a la superficie sujetándola suavemente del brazo, él seguía riéndose jocoso. -¿Estás bien?- se interesó tierno -¡¡Sí!! ¡¡Pero no gracias a ti!!- le increpó enfadada y él volvió a reírse explayado- ¡¡Puedes reírte, idiota!! -Anda ven, verás cómo pronto se te olvida este mal rato- le habló meloso mostrándole su mano que ella sujetó- ya sabes, respira por la boca y tranquila ¿preparada?- ella se colocó bien la boquilla de nuevo y asintió con la cabeza. La llevó de la mano al fondo mostrándole los arrecifes coralinos, los peces en su ambiente natural nadando tranquilos; ella lo observaba todo maravillada aunque apretaba nerviosamente la mano de Bruno. Él disfrutaba enormemente viéndola tan alegre y feliz deleitándose maravillada con todo lo que descubría con aquellos ojos asombrados. Suavemente, recogió un pez payaso de entre las anémonas e intentó pasárselo pero ella denegó rotunda apretándole nerviosa aún más su mano, él sonrió enternecido dejando de nuevo al pez en su lugar. Le oprimió suavemente la mano requiriendo su atención y le indicó un banco de sardinas nadando todas al unísono en perfecta armonía con sus lomos plateados brillando y centelleando a la luz del sol que se filtraba a través del agua. Estaba prendada con todas aquellas maravillas. Bruno llamó su atención de nuevo mostrándole cuatro langostas que caminaban una tras otra en perfecta formación por el fondo. Ella sonrió divertida al verlas a todas rodear una pequeña piedra solo porque así lo había hecho la primera pues bien podrían haber pasado por encima fácilmente. Le reclamó presuroso su atención mostrándole una hermosa raya que se les aproximaba, ella temerosa de tan increíble animal, se abrazó nerviosa a su brazo y él la sujetó firmemente por la cintura oprimiéndola tierno contra su cuerpo mientras la observaron maravillados pasar sobre ellos moviendo mansamente sus enormes aletas.

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