viernes, 30 de mayo de 2014

Guillermo llegaba eufórico al bufete del fiscal. El tercer caso que llevaba él solo desde que era su ayudante y también lo había ganado contundentemente; había refutado con rotundidad todas las alegaciones del abogado defensor con un trabajo impecable. De esta, el fiscal Olmo sí tendría que empezar a contar con él para casos de más importancia… El suave sonido del ascensor resonó y, antes de que se abrieran completamente las puertas, intentó colarse dentro chocando de frente con una muchachita que salía
-Perdone, lo lamento- se disculpó amable dando un paso a su derecha para esquivarla, pero ella hizo igual y volvieron a estorbarse- oh, lo siento; discúlpeme- se excusó de nuevo apartándose ahora hacia la izquierda y ella también realizó el mismo movimiento volviendo a obstaculizarse- no, como sigamos así, nos vamos a quedar aquí toda la mañana- bromeó ameno, la muchacha levantó su mirada hacia el rostro de Guillermo que descubrió que apenas tendría 18 o 20 años y un rostro precioso, tenía unos grandes y hermosos ojos castaños claros impresionantes pero plagados de lágrimas que ya rodaban incontrolables por aquel lindo y dulce rostro- ¿Le ha ocurrido algo? ¿Se encuentra bien?- se interesó cordial pero ella solo apretó afligida sus labios y, asintiendo con la cabeza, por fin logró esquivarlo saliendo del bufete a paso apurado dejando a Guillermo mirándola consternado mientras desaparecía en la calle. Las puertas del ascensor cerrándose lo sacaron de su turbación y se coló dentro ágilmente. Al llegar a los despachos, los gritos del fiscal general se escuchaban por todo el bufete, si siempre tenía un humor de perros y un carácter de mil demonios, hoy estaba realmente fuera de sí. Guillermo se encontró con el resto de compañeros asomados al pasillo observando inquietos la puerta cerrada de Olmo que es de dónde provenían los bramidos.
-¿Qué rayos está pasando?- indagó sobrecogido por semejante griterío
-¿Sabes el caso Velázquez? ¿El del matrimonio asesinado cuando paseaban por la acera? ¿El que ibas a llevar tú pero Olmo al final se lo pasó a Sánchez para darle otra oportunidad después de la cagada del caso Ortiz?- expuso uno de sus colegas, Guillermo asintió con la cabeza; como no acordarse, si era uno de esos casos que más le interesaban: los de desgraciados borrachos que no respetaban ni les importaba nada y acababan destruyendo familias como le ocurriera a la suya- pues, aunque era un caso ganado… Sánchez la cagó de nuevo- exclamó desdeñoso
-¿No jodas? Pero ¿cómo? si estaba clarísimo y era de lo más fácil; ese caso se ganaba solo- exclamó atónito
-Sí ya… pero él la cagó y bien cagada: no solo llegó diez minutos tarde cabreando al juez Sagunto que ya sabes cómo es, sino que por encima no fue capaz de argumentar algo coherente… ya sabes…- habló haciendo un gesto muy aclaratorio con su mano de que había llegado bebido al juzgado de nuevo, ambos se quedaron miraron abatidos y a él el dulce rostro y aquellos bellos ojos de la muchacha del ascensor le vinieron a la mente recordándola al instante aunque solo la había visto un par de veces; claro, por eso iba tan desolada la pobrecilla: era la hija mayor de los fallecidos…
Estaba acabando de maquillarse en el baño cuando comenzó a escuchar los gritos desde la cocina; sus hermanos mellizos de 17 años estaban peleándose de nuevo como cada mañana.
 -¡¡Marina!!- gritó su hermana Norma sobresaltándola y corriéndosele el lápiz de labios fuera de la comisura de los labios; bufó cansadamente cogiendo una toallita húmeda de sobre el lavabo
 -¡¡Dame el mando ahora mismo Norma!!- ordenaba tajante el muchacho mientras ella intentaba borrarse el rayón rosado de la comisura de su boca
-¡¡No me da la gana, estoy harta de ver siempre lo que a ti te gusta!!- protestó Norma
-¡¡Marina!!- clamó ahora Rubén y ella se sujetó fuertemente al lavabo mientras cerraba los ojos y respiró hondamente, cualquier día haría una locura y se iban a serenar de una puñetera vez. Tiró desdeñosa la toallita al cubo de basura del baño y se dirigió a la cocina irritada
-¡¡Por favor, basta ya!! ¡¡Queréis dejar de discutir y acabar de desayunar!!- les gritó enfurecida a los dos muchachos que se peleaban en la mesa de la cocina por el mando a distancia del televisor -¡¡Marina, dile que me devuelva el mando ahora mismo!!- repuso su hermano Rubén intentando sujetar el mando que su melliza intentaba arrancarle
-¡¡Siempre miramos lo que él quiere y ya está bien Marina!! - exclamó Norma. Marina se lo arrebató rauda a ambos
-¡¡Fuera: sin televisor!!- aclaró concluyente apagando el aparato; buscó las aspirinas en el mueble de la cocina y se tomó dos con el café- Un día me vais hacer reventar la cabeza…- murmuró agobiada -Marinita, deberías meter en cintura de una vez a esta idiota- le reprochó el muchacho, la chica le dio una colleja que resonó en la cocina- ¡¡Marina!!
 -¡Por Dios bendito, dejarlo ya!- gritó irritada Marina, la muchacha sonrió burlona a su hermano y, dejando su tazón en el fregadero, se fue a recoger sus libros a la sala. El muchacho hizo lo mismo mientras su hermana mayor recogía su bolso y los tres bajaron al portal donde Rubén besó cariñoso las mejillas de Marina para despedirse mientras ella observaba como Norma ya echaba a andar acera arriba- ¿No vas a despedirte de tu hermana?- le reprochó, la muchacha se acercó besándola también en las mejillas- Gracias, mujer- le expuso irónica y la muchacha le sonrió entrañable; con un gesto tierno, mojó su dedo en saliva y le limpió el resto de carmín que aún llevaba corrido fuera de sus preciosos labios, Marina le sonrió dulcemente agradecida por su gesto cariñoso- ¿Lleváis el dinero para la comida?
-Yo el mío sí… ¡Allá ella a la que se le olvide!- respondió sarcástico Rubén
-Pues te jodes, porque yo también lo llevo- le manifestó Norma despectiva
 -¡¡Por favor, Norma; esa boca!!- le increpaba su hermana mayor cuando ellos ya se alejaban por la acera- ¡Dios mío! ¿Cómo puedes pasar tan rápido de ser un ángel a un verdadero demonio mi chiquita?- expresó derrotada suspirando profundamente y tomó camino contrario, en dirección a la librería que poseía muy cerca de allí.
Antes de llegar, se detuvo como todas las mañanas en la pequeña tienda del barrio que había cerca de la librería que regentaba
-Buenos días Marinita- la saludó cariñoso el dueño que ordenaba las cajas de frutas en la puerta -Buenos días señor Varela ¿cómo estamos hoy?- le saludó entrañable Marina escogiendo un par manzanas y un par de naranjas de las cajas que estaba instalando
-Hoy seguimos vivos ¡que ya es mucho!- bromeó cariñoso y se rieron amenos. Marina entró en la tienda
-Hola, Marinita- la saludó cariñosa la anciana tras el mostrador- ya te tengo el bocadillo preparado- le ofreció una bolsa de papel que ella recogió sonriéndole agradecida
-Muchas gracias señora Varela, me cobra también esta fruta- repuso antes de meterla también en la bolsa de papel. Siguió su camino alegre saludándose animada con los vecinos al cruzarse.
 La librería estaba justo en la esquina de dos calles frente al parque, la puerta ocupaba estratégicamente la esquina y tenía dos grandes escaparates a los lados. Delante de uno de ellos, estaba una mujer sentada sobre una silla plegable apoyándose contra la cristalera; tenía delante una mesa abatible cubierta con un mantel de estrellas azules y amarillas donde había unas cartas de tarot. Mal vestida y andrajosa, esperaba a algún cliente que quisiera saber su futuro.
-Buenos días Ágata- la saludó Marina cariñosa
-Hola Marinita- la saludó entusiasmada sonriéndole cariñosa
-Tome- le entregó a la mujer el paquete que acababa de comprar en la tiendecilla- cómase también la fruta ¿me oye?
 -Claro, preciosa; muchas gracias… Hoy tendrás un bonito día- le predijo cariñosa, ella le sonrió divertida
-Brilla el sol y hace calorcillo, Ágata; claro que será un bonito día- se rieron entrañables y Marina abrió la librería. Aún no acabara de quitarse el abrigo cuando entró Cris, su empleada además de amiga
-No sé cómo la permites a esa mujer estar ahí- protestó fastidiada mientras también se retiraba su abrigo en la oficina y Marina encendía las luces de la tienda
-¿Por qué? Siempre estuvo ahí, ya cuando mis padres llevaban la librería, y la pobrecilla no le hace mal a nadie-respondió sobrecogida
-Da mala imagen, Marina; y tú aún le traes de comer todos los días- le reprochó amable
-A veces es la única comida que hace al día, Cris; y yo no tengo corazón para echarla- repuso cariñosa sonriéndole tierna
-Santa Caridad- expuso burlona y Marina sonrió dulcemente- ¿Qué? ¿No te han hecho ninguna perrada tus dos fieras hoy?- bromeó yéndose tras ella hacia el mostrador
-No sé que voy a hacer con ellos, Cris; cada día están más insoportables- se lamentó desanimada recogiendo la libreta de encargos y algunos papeles de junto la caja registradora
 -¿Meterlos en un correccional?- expresó sarcástica, Marina la miró dolida por aquel comentario y la muchacha sonrió abochornada- Es broma mujer; están en una mala edad, nada más
-¡¡Llevan en la edad mala desde hace años!!- protestó abatida- ¡Con lo monos que eran de pequeños!- añadió melancólica
-¡Cariño de hermana, cielo! ¡Porque Norma nunca fue una niña modélica precisamente!- repuso entrañable, se rieron divertidas y Marina recogió todo aquel papeleo y se metió en el despacho a trabajar.
Desayunaban juntos y en silencio uno junto al otro en la amplia mesa de comedor. Guillermo leía interesado una noticia en el periódico mientras su hermana repasaba unos exámenes
-¿Me has conseguido lo que te pedí?- indagó ella interesada
-Aún no…- respondió él sin dejar de leer el artículo, por fin lo acabó y dobló el periódico retirándolo a un lado- cada vez me lo pones más difícil hermanita, voy a tener que consultar en una editorial- explicó más resuelto bebiendo de su café y ambos se sonrieron amenos
-Sé que lo harás cielo, tú siempre consigues todo lo que te propones- expresó amorosa y lo besó tierna en la mejilla; recogió los exámenes guardándolos en su maletín- Bueno, yo tengo que irme o llegaré tarde ¿te vienes?- repuso moviendo su silla de ruedas hacia la puerta
-Sí voy- respondió raudo acabándose el café de un trago al tiempo que se ponía en pie y empujó la silla de su hermana hasta el coche verde aparcado junto al suyo gris metalizado a la entrada de la casa- ¿Te ayudo?- se ofreció cariñoso cuando ella se dispuso a entrar en su coche
 -Sabes que no te necesito, son ya muchos años hermanito- declaró resuelta y ambos se rieron amenos mientras ella ya ocupara hábilmente su lugar frente al volante y recogía su silla; Guillermo se dirigió a su coche- ¡Ah! ¿Qué hay referente a la exposición?- se interesó animada
-Todo va según lo previsto, no te preocupes; la galería ya ha empezado a organizarlo todo- respondió alegre metiéndose en su coche
-Dile a Alfredo que tengo un par de cuadros más acabados si los necesita- le recordó animosa cuando él ya arrancaba su coche; Guillermo asintió con la cabeza y le echó un beso por el aire que ella correspondió
-Conduce con cuidado cielo- la avisó tierno y ella rió divertida
-¿No me irás a decir que puedo tener un accidente y quedar parapléjica?- bromeó burlona
 -Eres mala ¿lo sabías?- protestó tierno y ambos rieron amenos, le echó otro beso por el aire a su hermana y se alejó
El día fue tranquilo y sin problemas; hubo bastantes ventas y cerraron llegada la noche.
-Pues has acertado, Ágata; fue un bonito día- le agradeció a la mujer que le sonrió satisfecha- Ahora váyase a casa que nosotras también nos vamos
-No me quieres creer pero yo sé lo que me digo pequeña: se te aproxima algo grande- le contestó satisfecha recogiendo su puesto, siempre se iba al cerrar Marina la tienda pues ya la golpearan varias veces al quedar sola.
 -Uy, pues que sea muy grande a ver si no lo voy a ver; sabes que soy muy despistada- bromeó tierna guiñándole un ojo y la anciana sonrió divertida aunque movió su cabeza derrotada. Se despidieron y siguieron sus distintos caminos.
Todos los días eran iguales desde hacía ocho años: discutía ya de mañana un par de veces con sus hermanos mellizos, compraba fruta y un bocadillo para Ágata que siempre le daba su predicción del día al llegar a la librería y regresaba a casa después de cerrar a las nueve. Monótonos e iguales, sin variación ninguna. Como todos los martes tenía que ir a la editorial y sabía que perdería casi toda la tarde, así que abrió un poco antes
-Aquí tiene Ágata, hoy es de jamón serrano; no se olvide de comerme la fruta ¿me oye?
-Gracias cielo… Hoy será un día importante mi niña: aparece un hombre en tu destino que marcará tu vida- Marina sonrió divertida
-Mientras no sea del banco o el director del instituto de Norma, me conformo- bromeó chistosa
 -No me quieres creer pero sé lo que te digo: el destino está escrito mi niña- protestó disgustada la mujer
-No te me enfurruñes que sabes que te quiero mucho- repuso acariciando dulcemente la mejilla de la mujer- y teniendo un comercio es fácil conocer gente nueva, Ágata, no es ninguna novedad; anda, cómete el bocadillo y no olvides la fruta- la avisó dulcemente y entró en la librería
-¡Ey, Sanmartín!- lo llamaron presurosamente cuando ya entraba en el ascensor de los juzgados, se volvió encontrándose al abogado Gutiérrez corriendo hacia él por el ancho pasillo de mármol rosado -¿Qué pasa Gutiérrez? Tengo algo de prisa- le reclamó fastidiado deteniendo las puertas del ascensor para no perderlo
-Tenemos que hablar, mi cliente acepta un trato…- explicó sin resuello debido a la carrera
-Habla con el juez, pero sabes que tienes que darme algo muy suculento o no aceptaré tratos- resolvió rotundo pulsando de nuevo el botón de cierre de puertas
-¡El implacable Sanmartín! No tienes nada y lo sabes ¡¡Este caso lo perderás si no aceptas!!- le increpó molesto
 -Si no tengo nada… ¿por qué propones un trato Gutiérrez? Vayamos a juicio entonces y húndeme ¿no es lo que estás deseando desde años?- le desafío resuelto y esbozó una sonrisa cínica mirándolo retórico mientras las puertas del ascensor se cerraban dejando al abogado con cara de ira. Entró en su despacho quitándose presuroso la toga que colgó en el perchero cambiándola por su chaqueta -¿Cómo te ha ido?- le preguntó animada su secretaría siguiéndolo servicial
-Bien, estos casos estaban ganados; archívalos, por favor Rita- le indicó amable entregándole unas carpetas que llevaba en la mano- contacta con Fran, que se ponga en comunicación conmigo de inmediato… Gutiérrez anda buscando un trato y no voy a permitirlo- hablaba acelerado mientras se vestía su chaqueta de traje; la mujer escribía rauda en su bloc pero sin apartar su mirada encandilada de él, era tan encantador y atractivo. Además de educado y amable, era tan alto y guapo, con aquellos preciosos y grandes ojos negros y aquellas prematuras canas en su negro cabello que ya teñían sus sienes aún lo hacía más arrebatador. Lo quería como a un hijo después de tantos años juntos. Pero le entristecía que estuviera tan solo. Aunque vivía con su hermana que era encantadora también, aquella no era vida para un muchacho tan joven… No parecía interesarle para nada el amor; a sus 36 años nunca se le había sabido de alguna novia ni siquiera acompañante, solo le interesaban sus dichosos casos en los que se centraba de manera obsesiva no permitiendo ningún cabo suelto ni sorpresas de última hora. Todo abogado defensor temía cuando le tocaba ir en contra del fiscal Sanmartín “el implacable” como lo denominaban en los juzgados- y búscame los expedientes del caso Obregón, por favor; necesito llevármelos a casa… regreso como mucho en veinte minutos- concluyó saliendo de nuevo de su oficina
-¿Vas a salir ahora? En menos de una hora tienes el juicio con Torres…- lo avisó atenta
-Lo sé, pero tengo que hacer algo urgente; ve preparándolo todo por favor- expuso amable sonriéndole amistoso
-¡¿Una chica?!- se interesó esperanzada y él rió divertido
-Que ganas tenéis mi hermana y tú de deshaceros de mí ¿eh? Pues no curiosa, solo es un recado- respondió chistoso y la besó tierno en la frente como siempre hacia para despedirse; se alejó y ella sonrió encandilada quedándose mirándolo dirigirse a los ascensores con su porte ágil y elegante.

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