miércoles, 7 de mayo de 2014

Todos subieron a ver a la pequeña; menos Bruno, que le rogó hasta la desesperación al doctor estar con Bea. Allí, en la morgue, sobre el cuerpo inerte de su amada, lloró hasta quedarse sin lágrimas y sin fuerzas para continuar. Durante el velatorio, no había manera de sacar a Bruno de junto el féretro de Beatriz. Allí de pie y sin moverse, lloraba desconsolado mirándola con un amor infinito mientras pasaba su mano por el frío cristal intentado acariciar su hermoso y pálido rostro. Después del entierro, insistió en volver a su casa denegando rotundo irse a casa de sus padres. Bárbara decidió acompañarlo, no quería dejarlo solo. Ahora era su familia y debía apoyarlo. Además se lo prometiera a su hermana. Aunque permitió que, por el momento, Sarita se quedara en casa de los padres de Bruno. Los días pasaban siempre iguales para desolación de Bárbara: llegaba desganado a casa, la saludaba indiferente y se encerraba en su habitación sin probar bocado hasta la mañana siguiente… se levantaba de nuevo sin fuerzas y sin ganas, se duchaba y, sin desayunar ni apenas despedirse, se marchaba a trabajar. Cada día estaba más pálido y desmejorado, unas profundas y tremendamente ojeras oscuras se instalaran bajo sus apagados y tristes ojos grises preocupando aún más a Bárbara Pero lo más inquietante era que no conocía aún a su hija… ni parecía que fuera a pretenderlo hacer nunca. Bárbara se pasaba el día en el hospital cuidándola y mimándola mientras lloraba angustiada sin saber qué hacer -Bruno ¿has ido hoy hasta el hospital? Cada día se parece más a…- le comentaba tiernamente todas las tardes a su regreso -No tuve tiempo- la interrumpía cortante antes de que pronunciara el nombre de Beatriz y corría a encerrarse en su cuarto, como siempre, desolando aún más a Bárbara. No soportaba oír su nombre, solo oírlo se le destrozaba el alma. No volvería a ver a su amada ni aquellos grandes y hermosos ojos negros que lo enloquecían… todo por culpa de aquella estúpida niña que no merecía vivir, le importaba bien poco que pasara con ella, no quería verla delante, ella era la que debía estar muerta y no su amada, lloraba desamparado sobre su cama abrazado a la almohada que aún olía a su amada Beatriz. -Vente a casa con nosotros cielito, no puedes seguir así chiquilla; te estás consumiendo tú también y las niñas te necesitan a su lado- la intentaba convencer la madre de Bruno en el hospital mientras visitaban a la pequeña Alba pero ella se negaba -No puedo dejarlo solo o aún será peor- terqueaba rotunda besando tierna la cabecita del bebé entre sus brazos -No te preocupes por él, no voy a dejarlo solo que es mi hijo pequeña y me duele; pero nos turnaremos y te será más liviano sobrellevar esta carga- volvió a negarse. Pero decidió llevarse a Sarah de regreso al piso; a lo mejor y con un poco de suerte, la presencia de la pequeña lo sacaba de aquella desolación, les indicó esperanzada; pero no sirvió de mucho. Aunque la niña corría feliz a sus brazos al oírlo llegar como siempre hacía y él la abrazaba cariñoso y la besaba tiernamente, volvía a encerrarse en su cuarto de nuevo sin salir hasta la mañana siguiente. Bárbara se sentía desolada, abatida y presionada; no sabía que más hacer para sacarlo de aquella melancolía que lo iba hundiendo más y más a un abismo del cual no había forma de sacarlo mientras la pequeña, a la que seguía yendo a atender todos las mañanas aprovechando que Sarah quedaba en la escuela, reclamaba cada vez más atención y cariño. Todos se volcaban en ayudarla tanto con las pequeñas como con él pero no había manera de que reaccionara; por lo menos a ella Bruno la respetaba, que no era lo mismo con sus hermanos a los que echaba enfurecido del piso con cajas destempladas cuando intentaban hablarle y hacerle entrar en razón. -¿Has ido hasta al hospital?- volvió a preguntarle cuando regresó a casa aquella tarde y ya se escabullía de nuevo a su cuarto después de saludar cariñoso a Sarah -No- respondió tajante pero se detuvo de pronto ante la puerta de su cuarto sin volverse- He ido al cementerio ¡¿Has ido tú?!- le increpó desdeñoso, eso a Bárbara le dolió terriblemente; aún tenía la cara dura de reprocharle algo a ella -¡¡Que mala suerte tuvo mi hermana escogiendo a los hombres!!- explotó irritada ya agotada de aquel comportamiento suyo; él se volvió mirándola con ojos rabiosos -¿Por qué dices eso?- le preguntó enfadado -¡Porque es la verdad!- indicó reprochadora levantándose del sofá y enfrentándolo- era una bellísima persona pero, referente a los hombres, no supo elegir en ninguno de los dos casos- los ojos de Bruno irradiaban furia mirándola fijamente -¡¿Me estás comparando con Roberto?!- preguntó violento -Tienes razón…- le dijo cínicamente- ¡¡Tú eres mucho peor que Roberto!!- le escupió rabiosa mirándolo enfurecida -¡¿Cómo te atreves, niñata?!- le gritó colérico dando unos pasos hacia ella amenazantes, sintió pánico ante aquellos ojos cargados de cólera pero no se amedrentó y le hizo frente desafiante -¡No le riñas a tía Bárbara!- le gritó llorosa Sarah tirándole de la pierna del pantalón pero él ni se percató de ello -¡¡Me atrevo porque tengo todo el derecho del mundo a opinar sobre mi hermana Bruno!! ¡¡Porque era mi hermana, no lo olvides; y también me duele su pérdida y Roberto al menos fue claro sobre lo que deseaba del nacimiento de su hija y no como tú!!- le gritó furiosa y lo miró aborrecida de arriba abajo- ¡¡Tú sí decías quererla!! ¡¿Para qué Bruno?! ¡¡La has dejado venir a este mundo para ahora abandonarla a su suerte en una fría y solitaria sala de hospital!!- él la miró con tanta ira y odio que parecía que los ojos le saldrían de sus orbitas- ¡¡Mi hermana Bea se ha de estar retorciendo en su tumba de rabia y dolor por tu culpa!! -¡¡Cállate niñata estúpida!!- le bufó enfurecido inyectándosele aún más los ojos de rabia y dolor -¡¡No quiero!!- le replicó valiente- Vas a escucharme Bruno, lo quieras o no… Su pobre pequeña, su niñita adorada por la que dio su vida… ¡¡Su vida, Bruno!! ¡¡Pues su máxima preocupación era salvarla, por si no lo sabías!!-parecía que empezaba a reaccionar- ahora es abandonada a su suerte en una cuna fría y solitaria en una sala de hospital- la miraba desordenado, confuso- Eres mucho peor que Roberto, no tienes sentimientos… -¡¡Cállate Bárbara o soy capaz de…!!- chilló encolerizado dando unos pasos hacia ella cerrando fuertemente sus puños, Bárbara lo miraba aterrada; de pronto golpeó con furia la pared con su puño haciendo que Bárbara diera un respingo despavorida por aquella inesperada reacción de él. Sarah rompió a llorar asustada por la discusión y el fuerte golpe. Bruno observó perturbado a la pequeña- Perdona mi chiquita…- intentó consolarla pero la niña huyó aterrada de su lado agarrándose muy asustada a las piernas de su tía mirándolo espantada con sus ojitos negros. Aquella mirada horrorizada de la pequeña y sus lágrimas le hacían un daño terrible, más que las palabras de Bárbara; huyó de allí saliendo furioso de la casa dando un potente portazo que provocó otro respingo en Bárbara. Recogió tierna a Sarah entre sus brazos oprimiéndola dulcemente contra su cuerpo en un intento de consolarla mientras ella estalló en lágrimas nerviosas por la tensión y preocupada por él, salía tan colérico qué se temía hiciera una locura. Tomó presurosa el teléfono, su mano temblaba de manera increíble, casi no le permitía marcar los números -¿Guille?- musitó entre lágrimas así descolgaron al otro lado -¿Qué pasa preciosa? -He hecho una locura, una estupidez Guille…- sollozó angustiada -¿Qué sucede mi niña?- se inquietó nervioso -Le he dicho cosas terribles a Bruno, cosas muy duras; le he hecho mucho daño… ¡¡Pero yo solo pretendía que reaccionara de una vez Guille!!- siguió sollozando desolada- se puso fuera de sí y salió hecho una furia de casa, temo que vaya a hacer alguna estupidez Guillermo… quiero salir tras él pero con Sarita… ¡¿Qué hago Guille?! ¡¡Dios ¿qué he hecho?!!- exclamó afligida -Pero ¡¿Tú y Sarita estáis bien?!- exclamó sobresaltado -Sí, nosotras estamos bien… Sarita muy asustada porque se puso realmente frenético y perdió el control golpeando furioso la pared, pero estamos bien… ¡¡Oh Dios, debió hacerse mucho daño Guillermo!! ¡¡Porque dio con toda su rabia!! -Tranquila corazón, cálmate y quédate con Sarita; tú no salgas de casa que iremos nosotros a buscarlo, pero tú intenta tranquilizarte y no te preocupes… si regresara antes de dar con él, avísanos Toda la familia salió en su busca repartiéndose por la ciudad mientras sus padres quedaban muy nerviosos e intranquilos en la casa por si se le diera a ir allí. Gonzalo y Clara se dirigían al Acuario; Pablo y Esther buscarían por las calles de la zona norte mientras Andrés y Paula las del sur; Patri y Adrián se encargarían de la parte oeste; y Begoña y Guillermo se encargarían de registrar la parte este… lo buscaban desesperados por cada rincón sin dejar de estar en comunicación entre ellos; revisaron cada taberna y local, cada callejón, hasta puentes y lugares solitarios dónde podría cometer una locura… pero no lo encontraban por ningún lado. -No está por ningún lado Guille, no lo encuentran- sollozó angustiada Begoña colgando de nuevo su teléfono, acababa de hablar con el resto de la familia que tampoco habían tenido éxito como ellos; su hermano seguía conduciendo muy despacio recorriendo las calles vacías y mal iluminadas de aquella zona inhóspita de la ciudad- ¿Y si se le da por hacer cualquier tontería Guille?- exclamó con voz temblorosa mirándolo completamente aterrada -No digas eso chiquita, ni lo pienses si quiera… es un atolondrado pero no puede hacer una cosa así, sabe que no puede hacer algo así y dejar a esas dos chiquillas solas…- le expuso tranquilizador aunque su voz también sonaba terriblemente atemorizada -Ya no queda nada más que registrar Guille… ¿A dónde vamos ahora?- indagó sorprendida al verlo salir de aquel barrio tétrico y solitario -Probemos una idea que tengo chiquita; puede que no… probablemente no… pero que por intentarlo no quede- expuso esperanzado dirigiéndose al hospital materno infantil donde Alba seguía ingresada. Su hermana lo miró apesadumbrada, aquella era una idea estúpida, Bruno nunca iría allí… pero no quiso desmoralizarlo. Al abrirse las puertas del ascensor en la planta de neonato ya lo vieron al fondo del pasillo parado ante el cristal mirando fijamente a su hija. -Bruno…- murmuró conmovida Bego e intentó ir hacia él pero su hermano Guille la detuvo raudo por el brazo -No Bego, déjalo solo; necesita estar solo- la contuvo cariñoso, ambos se sonrieron complacidos y Guille cogió su móvil -Gonzo, lo hemos encontrado- expuso satisfecho -¿Dónde está ese energúmeno? ¡¡Cuando lo coja va a enterarse…!!- bramó furioso su hermano -En el hospital Gonzo, conociendo al fin a su hija- declaró conmovido, su hermano guardó silencio impactado por la noticia -¡Dios santo! ¡Por fin!- declaró conmocionado- ¿Cómo no se me había ocurrido…? ¡No! ¡Es que nunca se me hubiera ocurrido buscarlo ahí!- declaró impresionado-¿Cómo a ti sí?- indagó sorprendido -Una corazonada tío- expresó orgulloso y ambos rieron amenos -Dejarlo solo, que no os vea o es capaz de largarse y no regresar; bien hecho colega, avisaré al resto. -Iros tranquilos a casa y avisar a los viejitos, Bego y yo nos quedaremos hasta asegurarnos de que regresa a casa, pero sin que nos vea -De acuerdo, gran trabajo hermanito- volvió a felicitarlo antes de colgar Bárbara descolgó así el teléfono dio el primer timbrazo -¿Guille? -Tranquila preciosa, ya lo hemos encontrado- le respondió satisfecho -¿Dónde estaba? -No sé qué le has dicho pero ha resultado pequeña, está en el hospital con Alba -¡Gracias a Dios!- musitó más relajada y sonriendo dichosa -¿Quieres que vaya a hacerte compañía?- se ofreció amable -No, gracias; acostaré a Sarita y lo esperaré más tranquila ahora que sé dónde está… mejor que no te encuentre aquí o sabrá que lo anduvimos buscando- explicó resuelta -De acuerdo, como desees; pero estate tranquila cielo que Bego y yo nos quedaremos vigilando hasta que regrese. Sin saber muy bien cómo había llegado hasta allí, estaba mirando a través del cristal a su hija en su cunita de cristal. La reconoció en seguida, realmente se parecía tremendamente a Bea y sonrió conmovido al observarla dormidita con su dedito pulgar metido en la boca. Sintió un dolor en el corazón y una gran pena al verla allí sola en aquella enorme sala tan fría y vacía en dónde no había nadie, ni más bebés que ella ni una sola enfermera que le diera algo de cariño y calor humano… Y era tan chiquitina… tan pequeñita… No sabía cuánto tiempo llevaba allí, mirándola ensimismado, cuando una enfermera se le acercó -¿Es algo suyo?- le preguntó cariñosa -Mi hija- murmuró entre dientes como si le costara horrores pronunciar aquella palabra -¡Oh, es el papá de Alba!- indicó sorprendida, él la miró confundido -¿Alba?- repitió desconcertado, él y Bea habían decidido no saber el sexo del bebé hasta que naciera y habían hablado muchas veces sobre el nombre que le pondrían pero no llegaran a ninguna conclusión; aunque él había dicho que, de todos los escogidos, Alba era el que más le gustaba; como Marcos si fuera un niño. -Sí, así quería su esposa que le pusiéramos, nos lo repetía una y otra vez la pobrecilla: Alba si era niña y Marcos si era un niño…- Bruno apretó los labios intentando contener las lágrimas inútilmente: hasta en sus últimos momentos, su adorada Bea pensó en él y quiso complacerle… -Y así también insistió muy tajante Bárbara- le siguió explicando amable la enfermera; él volvió sus ojos a la pequeña en su cuna y posó su mano en el cristal como en un intento de tocarla pero, aquel frío que sintió contra el cristal, le recordó la tapa del féretro de su amada Bea y las retiró raudo -¿La llegó a conocer?- preguntó en un murmullo ahogado por las lágrimas que corrían por sus mejillas -No, por unos segundos se nos fue antes- lloraba desamparado; la mujer, conmovida, le posó suavemente la mano en su hombro- ¿Quiere cogerla un poco en brazos? No es la hora, pero lo dejaré pasar igualmente- le invitó cariñosa -No- respondió rotundo sobrecogiendo a la enfermera que lo miró incrédula, se limpió las lágrimas con la manga del jersey y se volvió para irse -¿Mañana la vendrá a recoger usted?- le preguntó y él se detuvo mirándola confundido- Mañana ya le dan el alta, es una luchadora valerosa su niñita y ya está fuera de peligro ¿no se lo dijo Bárbara?- él negó con la cabeza- Pues lo sabe desde la semana pasada, pasa aquí todas las mañanas con Alba, no falla ni uno- le indicó complacida; él volvió a sentir aquella opresión en el corazón -Supongo que vendrá ella- respondió fríamente y se fue del hospital. Cuando llegó de vuelta al piso, Bárbara le esperaba sentada en el sofá mirando la televisión; más bien, pasando de un canal a otro nerviosa e intranquila esperando su regreso. El entró cansadamente, arrastrando los pies, la miró de refilón al pasar junto a ella en dirección a su cuarto. -¿Dónde has estado?- preguntó intentando parecer calmada, él se detuvo pero no se volvió -En el hospital- respondió apagadamente -¡Al fin encontraste algo de tu preciado tiempo!- expresó hiriente y sarcástica; él apretó los labios irritado pero no dijo nada -¿Por qué no me dijiste que mañana le daban el alta?- le preguntó muy calmado -¿Acaso te importa?- le contestó despreciativa volviéndose pero él seguía de espaldas a ella ante la puerta de su dormitorio, él no respondió -¿A dónde la llevarás?- inquirió curioso sin tampoco mirarla -¡Aquí Bruno! ¡A su casa! ¡Con su hermana y su familia! ¿A dónde quieres que la lleve?- le dijo punzante, él la miró a los ojos y Bárbara pudo percibir su gran pena y un terrible dolor en ellos que le oprimió terriblemente el corazón; él sufría tremendamente y ella había sido muy dura con él, demasiado dura, pensaba apenada por aquel buen hombre que solo le demostrara siempre un enorme cariño -¿Cómo sabías que le quería poner Alba?- le preguntó lloroso -Me lo repitió mil veces en la ambulancia camino del hospital, insistió mucho en que tenía que ser Alba y me hizo prometerle que no lo olvidaría- le contestó cariñosa- Marcos si era un niño, Alba si era una niña… parecía que ya presentía lo que le sucedía- él movió la cabeza asintiendo, no podía hablar, un enorme nudo en su garganta le prohibía pronunciar palabra y ya se metía en su cuarto- Bruno…- lo detuvo y él se paró pero sin volverse- ¿Cómo está tu mano?- se interesó preocupada, él se la examinó confundido pues ya ni se acordaba del golpe observando que estaba enrojecida pero nada más -Bien- respondió y se encerró en su dormitorio. Se tiró sobre la cama y se abrazó como todas las noches a la almohada de Bea que aún olía a ella, lloró desamparado. Hasta en sus últimos momentos Bea pensara en él, había elegido el nombre que a él más le gustaba para la criatura… Aún despierto sobre su cama y abrazado a la almohada, oyó acostarse como todas las noches a Bárbara. Se levantó y se tomó las pastillas del dolor de cabeza, todos los días le dolía terriblemente y sobre todo por las noches, pero no decía nada o Bárbara le obligaría a quedarse en casa y no lo soportaría; prefería pasar sus terribles migrañas sumergido en el trabajo. Luego se dirigió al cuarto de Sarah, no podía quitarse de la cabeza su carita aterrorizada mirándolo con aquellos ojitos horrorizados. Su sorpresa fue descubrir que no estaba, pero no estaba ni ella ni su cama… el cuarto de Sarah se convirtiera en la habitación para el bebé. Allí estaba su cuna, su cambiador, una cómoda, estanterías con peluches y una mecedora junto a la ventana. Pintada de rosa pálido aún olía a pintura fresca ¿cómo había podido hacer todo aquello Bárbara sola? Se preguntó perturbado acercándose a la cuna, pasó su mano suavemente sobre la colchita blanca que esperaba la llegada de la pequeña, era mullida y parecía muy calentita. Hizo girar levemente el colgador de lunas y de muñequitos montados en las estrellas sobre la cabecera. Entonces le llamó la atención el gran cártel acolchado en la pared sobre la cuna: Alba, se leía con letras infantiles llenas de dibujos y muñecos. Regresó a su cuarto y lloró desconsoladamente hasta que, rendido, se durmió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario