jueves, 11 de septiembre de 2014
-Bueno…- repuso de pronto ameno y jovial- me voy a refrescar, vine directamente desde el aeropuerto y estoy deseando darme una ducha- aclaró decidido levantándose, ellos también se levantaron- ¿Cenamos juntos para poder convencerla de que asista a la inauguración?- la invitó amistoso mirándola dulcemente, Francesco hacía gestos alegres por la invitación
-No puedo, pero gracias- denegó amable defraudando al pobre Franco
-Ah, claro… un señor Varela espera impaciente su llegada a casa- indicó cordial Julio
-No, una Isabella cansada necesita a su mamá junto a ella- aclaró entrañable y se sonrieron amenos
-¿Una comida mañana entonces? Debo convencerla y me regreso pasado mañana- insistió esperanzado
-No es necesario que me convenza de nada: he resuelto ir; tiene razón al decir que solo será una semana y me vendrá bien tomar nuevas ideas de lo que se lleva en otro país para mi trabajo, llevo mucho tiempo sin viajar… además quiero que Isabella empiece a tomarle cariño a mi país, tengo pensado en unos años regresarnos a vivir allí- se sonrieron agradados
-Eso lo llevas diciendo tantos años que ya nadie se lo cree cara mía- expresó chistoso Franco provocando las risas de ellos
-Entonces será una comida para celebrar que aceptó ir- remarcó dichoso saliendo presuroso del despacho para no darle oportunidad de negarse.
Jorge leía el periódico recostado en una hamaca del jardín aprovechando los cálidos rayos del sol de aquella primavera que ya se avecinaba mientras su madre paseaba entretenida acompañada de Gabriela, su cariñosa, paciente y profesional enfermera, revisando feliz sus plantas que ya empezaban a florecer hermosas. Se acercó Amelia acostándose en la hamaca a su lado
-¿Y Alonso?- preguntó cariñoso
-Duerme aún; ese niño duerme más que una manta- protestó fastidiada
-Los niños pequeños duermen mucho Meli, eso es bueno para ellos- intentó retomar la lectura pero la intensa mirada de su hermana no le permitió concentrarse, la miró intrigado- ¿Quieres algo?
-¿Me gustaría saber si piensas quedarte así el resto de tu vida?- preguntó pasmada, él la miró desconcertado
-¿Así cómo Meli?
-¡¡Así!!- repuso molesta señalándolo de arriba abajo- Ahí apalancado, esperando algo que ya no regresará nunca y solo preocupado en cuidar de mamá y de Alonso- le reprochó mirándolo preocupada
-Y suerte para él, porque con la madre que Dios le dio…- bromeó burlón retomando la lectura
-¡Su madre le quiere mucho, no te equivoques!- le increpó dolida y él le sonrió tierno
-Lo sé cielo; y él también lo sabe, no te preocupes de eso- le dijo amoroso y ella le sonrió dulcemente
-Bueno, no me has contestado… ¿Y tú qué?- insistió tercamente
-¿Y yo qué?- repuso desganadamente
-¡¡Pues eso Jorge, no te hagas el tonto ahora!! ¿Acaso no piensas cambiar el chip de una puñetera vez y buscar una mujer que te quiera y te dé tus propios hijos? Perdona, pero aunque te lo preste para jugar a los papás, Alonso es mío- indicó decidida y él rió divertido
-Y mío, no te olvides que para él yo soy su papá- se rieron entrañables
-Estoy hablando en serio, Jorge- expresó atormentada tomándole tierna una mano entre las de él- Han pasado siete años ya cielito y, si no ha vuelto hasta ahora, ya no lo va a hacer Jorge; tienes 36 años y una bella vida por delante aún… ¿No piensas olvidar de una vez a Blanca e intentar retomar tu vida?- él cerró molesto los ojos pero luego la miró tiernamente
-¿Olvidar a quién?- repuso simulando que no la recordaba pero parecía herido y molesto por su comentario, ella le sonrió conmovida. Su madre se les acercó trayendo unas margaritas en sus manos con las que empezó a adornar el pelo de Amelia cariñosamente
-Juan ¿y Jorgito?- le preguntó preocupada
-Aún duerme mamá, tranquila- le respondió calmadamente; desde el nacimiento de Alonso hacía tres años, él había vuelto a ser Juan y el pequeño pasara a ser Jorge. Según el médico era normal, ella veía en el pequeño Alonso a su hijo Jorge y, por consiguiente, él pasaba a representar el papel de esposo
-Juan, hace mucho que no viene Blanquita a verme ¿estará enfadada conmigo?- comentó de pronto la mujer acariciando su medallita; Jorge cerró el periódico molesto, Amelia lo miró extrañada mientras se levantaba irritado
-Cosas más importantes no las recuerdas y, sin embargo, de ella no te das olvidado- le increpó enfadado tirando con fuerza el periódico sobre la hamaca, las tres mujeres lo miraban sorprendidas- ¿Así pretendes tú que yo la olvide?- le reprochó apesadumbrado a su hermana y, mirándola con gran dolor en sus ojos, regresó a la casa mientras las tres mujeres lo observaban desconcertadas
-¿He hecho algo malo Gabi?- preguntó angustiada Alejandra a su enfermera
-No mamita linda- le contestó Amelia tomándola cariñosa de las manos sentándola junto a ella en su misma hamaca, le acarició tierna las mejillas- Hoy Jorge tiene un mal día y ya sabes cómo se pone, no te preocupes ¿me sigues adornando el pelo con tus flores mamita guapa?- la invitó amorosa y la mujer sonrió complacida regresando a su esmerado trabajo. Al poco, la mujer suspiró hondamente
-Me preocupa mucho tu hermano cielo; desde que Blanquita se fue no es el mismo- repuso preocupada; Amelia y la enfermera se miraron desoladas y se sonrieron tiernas, a veces Alejandra tenía una lucidez que asombraba
Blanca se subía al taxi en el aeropuerto de Barajas, jugaba despreocupada con Isabella en su regazo mientras duraba el trayecto entre el intenso tráfico
-Hemos llegado, señora- le indicó el taxista al detenerse, ella observó asombrada que se encontraban delante de su antiguo piso donde viviera con Jorge hacía ya tantos años…
-Jorge- murmuró entristecida observando las ventanas del tercer piso
-¿Ocurre algo señora?- le preguntó el hombre extrañado por su quietud y su cara de asombro, Blanca lo miró atónita y le sonrió amena
-Me he equivocado, disculpe usted- se excusó avergonzada, el taxista la miró confundido- viví aquí hace unos años e inconscientemente le he dado esta dirección; pero a donde quería dirigirme era al Hotel Ritz en el Paseo del Prado por favor- el hombre le sonrió cordial entendiendo y regresó al centro mientras Blanca observaba añorante su antiguo edificio y aquella calle llena de hermosos recuerdos para ella.
Hablaba sobre unos documentos con un empleado de la sucursal cuando el hombre le dejó de prestar atención
-¡¡La leche!!- musitó mirando deslumbrado la puerta
-Kiko, quieres atenderme…- le reprendió molesto por su distracción
-Menuda mujer ¿De dónde habrá salido?- murmuró boquiabierto sin hacerle caso; él se volvió para ver tal maravilla y se quedó sin respiración, no podía creer lo que estaba viendo; había entrado una mujer despampanante embutida en un traje negro de chaqueta y pantalón que le torneaba un cuerpo perfecto. Su melena negra como el azabache lo llevaba recogida en un moño con dos palillos chinos. Al quitarse las gafas de sol, el corazón de Jorge empezó a latirle tan acelerado que parecía que se iba a salir del pecho
-¡Blanca!- murmuró pasmado, ella recorrió tranquilamente con aquellos grandes y preciosos ojos negros la sucursal y se encontró con el rostro de Jorge que la observaba fascinado
-¡Jorge!- musitó sin aliento. Las piernas comenzaron a temblarle y el corazón le latía frenético. Era Jorge, su Jorge, y lo tenía frente a ella ¡¡Realmente Madrid era muy pequeño!! Recordó divertida.
Ambos se quedaran inmóviles mirándose pasmados el uno al otro. Si él a Blanca la recordaba preciosa, ahora estaba extraordinariamente impresionante. Para Blanca Jorge estaba aún mucho más atractivo de lo que recordaba con su pelo negro bien cortado y aquella leve barba muy cuidada que le quedaba estupendamente; además, aquel traje de corte perfecto le quedaba impecable sobre su cuerpo maravilloso que mantenía. Él fue el primero en reaccionar; le sonrió ameno con aquella hermosa sonrisa que la embobaba mientras se acercaba a ella; Blanca no podía apartar sus ojos de aquella boca perfecta y sabrosa que tanto había extrañado y deseaba de repente saborear de nuevo.
-Blanca, Dios mío ¡Qué sorpresa!- dijo alegre acercándose a ella
-Hola Jorge- repuso tímidamente, se percibió claramente una enorme confusión en ambos: no sabían si darse dos besos o la mano, quedándose parados finalmente sin hacer ninguna de las dos cosas- ¿Qué haces aquí?
-Trabajo aquí desde hace algunos años- ella le sonrió agradada- Pero ¿y tú? No sabía que habías…- su voz se quebró al descubrirle llevando aún los pendientes y el colgante que él le regalara-… regresado- resolvió recobrando de nuevo el aliento
-Acabo de hacerlo, llegué ayer- aclaró entrañable, él sonrió agradado
-Pues qué bien que tu primera visita fuera aquí precisamente- expuso ameno y volvieron a sonreírse- ven, acompáñame; te atenderé yo mismo- le indicó caballeroso guiándola a su oficina ante la mirada expectante de los empleados; Blanca quedó gratamente sorprendida al verlo dirigirse al despacho del director. Le retiró amable la silla esperando a que se sentara- Se te ve muy bien- declaró amistoso mientras Blanca ocupaba el sillón y su piel se erizó tremendamente al sentir su dulce aliento sobre su nuca
-Gracias; también a ti- expresó intentando recobrar la serenidad del sofoco que acaba de sufrir mientras él se dirigía a su sitio tras la mesa; se sonrieron amenos- por lo que veo: director del banco nada menos- concluyó más calmada, él le volvió a sonreír con aquella atractiva sonrisa que siempre la enloquecía y nuevamente un estremecimiento le recorrió el cuerpo; empezó a jugar inconscientemente con el diamante en su cuello y Jorge sonrió enternecido al verlo, igual hacía su madre con la medallita de ella cuando se ponía nerviosa
-Sí, no me puedo quejar… veo que aún lo conservas- aclaró gustoso mirando el colgante, Blanca se sonrojó levemente
-Me trae suerte- declaró cariñosa soltándola al instante y se sonrieron encantados
-¿Y en qué te puedo ayudar?- se ofreció resuelto
-Resulta que tengo las tarjetas caducadas según me dijo el recepcionista del hotel, gracias a Dios que llegó Emilie en aquel momento; no sabes el bochorno que pasé…- explicó amena sacando de su elegante bolso un tarjetero en el que llevaba media docena de tarjetas y Jorge sonrió divertido; seguía con su linda cabecita en las nubes como siempre
-Emilie… ¿tu socio?- expuso cordial aunque era más interés personal pero disimuló muy bien
-Sí claro- respondió despreocupada y él sonrió complacido- la verdad que no lo sabía, nunca me preocupo de esas cosas; de todo eso se encarga mi ayudante Francesco y no sé cómo se le pasó…- añadió desconcertada, él seguía sonriendo entrañable mirándola embobado; estaba tan impresionantemente hermosa y tan cerca que podía apreciar su delicioso perfume… unas ganas inmensas de abrazarla y saborear de nuevo aquella preciosa boca le asaltaron tremendamente- y ya no sé manejarme sin ellas; eso de andar de un país a otro con distinta moneda es un lío y me son más cómodas- explicó animosa
-Claro, lo comprendo- expuso amable mientras llamaba por el teléfono a uno de los empleados y ella se sorprendió gratamente al verle puesto el reloj que ella le dejara sobre la mesita junto a la nota
-¡¡También lo conservas!!- expresó deleitada y él miró confundido su muñeca, al instante sonrió ameno
-Me trae suerte- respondió resuelto y ambos se rieron alegres. Entró una chica sonriéndole amistosa a Jorge
-Dime Jorge- le dijo entrañable mientras le sonreía educada a Blanca
-Toma Claudia, pon al día estas tarjetas- le indicó cordial
-Ahora mismo- resolvió servicial y se volvió a retirar. Ellos se quedaron mirándose mientras se sonreían entrañables
-No me puedo creer tenerte delante después de tantos años… estás igual- expuso encantado al cabo de un breve rato y ella le sonrió alegre
-Bueno, igual… igual…- repuso chistosa moviendo la cabeza nada convencida y se rieron alegres- sin embargo tú sí has cambiado- comentó cariñosa mirándolo entrañable, él movió la ceja mirándola intrigado- te has dejado esa barbita que te queda realmente bien- declaró animosa y él sonrió deleitado
-Pero cuéntame ¿cómo te van las cosas?- se interesó cordial
-Bien, finalmente pude ver mis propios diseños sobre las más importantes pasarelas…
-Lo sé- la interrumpió dulcemente, ella lo miró fijamente a los ojos- lograste cumplir tu sueño… y, aunque yo no estaba cerca para verlo, subiste tan alto que me acabé enterando- comentó con satisfacción, ella le sonrió aunque la percibió muy apagada, desganada, como si aquel sueño no fuera lo que había esperado
-¿Y tu mamá?- cambió ella de tema descaradamente desconcertándolo, realmente no parecía feliz- Me encontré varias veces con Meli y me estuvo contando; pero hace un par de años que ya no vuelo tanto y no he vuelto a verla
-Bien, ahí anda con las de ella; a veces bastante bien, otras algo menos, pero ahí la vamos llevando- se sonrieron amenos
-Me gustaría tanto verla- indicó enternecida- pero probablemente no serviría de nada- añadió abatida de pronto
-Pues ella no te olvidó- Blanca lo miró boquiabierta y él sonrió entrañable
-¡Me estás tomando el pelo!- indicó sorprendida
-No, sabes que con mi madre no bromeo ni juego nunca- repuso cariñoso- Aún la semana pasada dijo que hacía tiempo que no la visitabas, si estarías enfadada con ella- se sonrieron tiernos- Confunde tus visitas con verte en las revistas y en la televisión y, como hace un par de años que no sales en ninguna de las dos pues, supongo, que por eso lo comentó- explicó dulcemente
-Mi dulce Alejandra… claro pobrecilla; desde que tengo a Isabella procuro apartarme de ese mundillo y dedicarme todo lo posible a ella- repuso cariñosa y se volvieron a sonreír entrañables
-¿Quién es Isabella?- se interesó curioso
-Mi hija- respondió llena de orgullo y felicidad; Jorge sintió una punzada en el corazón al oírla, tenía una hija; claro ¿qué esperaba? ¿Qué no hubiera rehecho su vida? ¿Qué hubiera estado esperándolo todos aquellos años como él a ella? Era un iluso idiota
-¡Tienes una hija!- repuso entrañable intentado recuperarse del shock
-Sí, es mi orgullo y la luz de mis ojos- se sonrieron tiernos
-No oí nada… ni de qué te casaras- expuso intentando parecer despreocupado aunque un nudo en la garganta le estaba dejando sin aliento
-No me casé ni nunca tuve pareja; solo adopté a una niña- respondió demasiado rotunda sorprendiéndolo, también ella se asombró de la tajante respuesta que le había salido inesperadamente
-Vale- expresó impresionado aunque la miraba divertido provocando una risa alegre en ambos
-Disculpa mi brusquedad, no sé por qué te hablé así- se excusó abochornada y él le sonrió compasivo
-No pasa nada, lo comprendo; no debe ser fácil lidiar con la fama y los periodistas intentando meterse en tu vida privada, has tenido una reacción natural: cortante y esquiva- indicó tierno y ella le sonrió agradecida. Se volvieron a quedar mirándose a los ojos. Los dos estaban encandilados, se encontraban ambos tan atrayentemente atractivos que solo bellos recuerdos de aquel tiempo vivido juntos les golpeaban en la memoria en hermosas estampas disipando cualquier rastro de algún mal recuerdo…
-¿Y tú?- preguntó intentando romper aquel silencio que la llevaba a aquellos hermosos recuerdos que aún le hacían tanto daño sacándolo a él de sus suyos, él la miró desconcertado
-¿Yo qué?- repitió confundido, Blanca apretó incómoda los labios
-¿Cómo es que eres director de banco?- expresó resuelta sin atreverse a preguntar lo que realmente le interesaba
-Después de irte reconocí que tenías razón… como siempre- musitó apesadumbrado y se miraron melancólicos aunque se sonrieron amigables- aquel no era un buen trabajo y me preparé: comencé a trabajar en este banco y, poco a poco, llegué hasta aquí
-Me alegro por ti, de verdad- se sonrieron entrañables. La muchacha regresó entregándole las tarjetas a Blanca que se levantó de la silla mientras las recogía y Jorge también se levantó
-¿Te invito a un café?- la invitó presuroso, no quería que se marchara; había soñado tantas veces con tenerla frente a frente que, ahora que estaba allí, no deseaba que se fuera aun temiéndose que desapareciera de nuevo
-Lo siento mucho, pero ahora debo irme; me están esperando- contestó apesadumbrada ofreciéndole la mano amistosa que él estrechó tiernamente pero no se la soltó, sentir su contacto le producía un hormigueo placentero que le hacía sentir tan bien… Igual que a ella- Pero te prometo regresar para tomarnos ese café- añadió animada de nuevo y se sonrieron gustosos; ella lo miró a los ojos- de verdad me gustaría mucho volver a ver a tu mamá Jorge…
-Cuando quieras, ya te digo que ella también está deseando verte- indicó cariñoso
-Pasaré por allí pronto ¿Sigue en la residencia?
-No; te hice caso y me la llevé a vivir conmigo- ella lo miró entusiasmada- Compré una casita en la sierra y vivimos allí hace varios años- se sonrieron amistosos
-Es verdad, me lo comentara Meli- recordó agradada y volvieron a sonreírse alegres; seguían sosteniéndose las manos, ninguno hacia amago de soltarse; Blanca, inconscientemente, acarició tierna con su pulgar la mano de Jorge provocando que aquel dulce cosquilleo se intensificara más aun en él provocándolo tremendamente- de verdad que lo lamento, pero debo irme ya; se me hace tarde, tengo una recepción en menos de quince minutos y antes quiero pasar por los nuevos talleres- repitió desganada; sin esperarlo, lo besó en las mejillas dulcemente- Prometo volver para que me lleves a visitarla, si no te importa
-Estaré encantado- expuso aún sorprendido por su inesperada reacción y la vio alejarse a través de los cristales de su despacho. Delante de la puerta vio que la esperaba un hombre rubio muy atractivo con una pequeña en brazos que ella recogió amorosa besándola enternecida y se quedó mirándolos por las cristaleras del banco mientras se alejaban calle abajo uno junto al otro hablando alegremente mientras unos enormes celos lo asaltaban ¿quién sería aquel hombre?
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