domingo, 15 de febrero de 2015


      Llevaban una semana con mucho movimiento en la casa de al lado. Desayunando sentado en uno de los altos taburetes que había en la isla de su cocina, observaba distraído como se encargaban de amueblar la cocina cuya ventana estaba frente a la suya. Además se oía a más gente en el piso superior y el olor a pintura lo inundaba todo desde hacía días. Acabó su café, recogió el tazón y el plato dejándolos en el lavavajillas que había debajo del fregadero; salió de la cocina, recogió del respaldo del sofá su chaqueta del traje negro que llevaba puesto y se la colocó sobre su impecable camisa blanca que llevaba bajo una elegante corbata gris y se fue a trabajar andando tranquilamente por la acera como todas las mañanas.
 Dos días después, al regresar a casa por la tarde, un camión de mudanzas estaba aparcado delante de la casa de al lado. Los empleados se afanaban en meter muebles y colocarlos dentro de la casa bajo la atenta mirada de una joven que desde el porche decía dónde llevarlos. Cris la observó de refilón mientras entraba en su jardín. Tenía una voz melódica y dulce y parecía muy bonita; aunque, por educación, no se detuvo mucho en examinarla mejor.
 El sábado, estaba sentado en las escaleras del porche de su casa arreglando distraído la cadena de su bicicleta antes de salir a dar su paseo diario, cuando le llamó la atención la vivaracha cháchara de una pequeña que se aproximaba por la acera de la mano de su mamá. Era una niña preciosa de unos cuatro años, con un bonito y ondulado cabello rubio atadas en dos divertidas coletas que formaban unos divertidos tirabuzones que bailaban al ritmo de sus alegres saltitos. Para su sorpresa se detuvieron frente a la casa contigua suya y entraron en el jardín
 -¡Que bonita es!- expuso entusiasmada mostrando una sonrisa preciosa
 -Con jardín como te prometí ¿Te gusta cielo?- le comentó complacida su madre sonriéndole con ternura
-¡¡Sí, mucho!! ¡¡Más que el piso donde vivimos!!- remarcó rotunda- ¿Y me pondrás un columpio? -Claro que sí mi cielo- contestó dulcemente y ambas rieron felices. Entonces cayó en la cuenta de que la joven era la misma que había visto hacia unos días con los de la mudanza.
 -¡Hola señor!- le saludó de pronto la pequeña sonriéndole alegre mientras agitaba su manita saludándole; él sonrió encandilado por aquellos grandes y hermosos ojos grises
-Hola- le correspondió tierno agitando también su mano. Su madre lo observaba con recelo, ya no sonreía
-¡Mira cuantas flores bonitas tiene, mamá Carla! ¿Nosotros también pondremos muchas flores en el jardín como el señor?- indagaba entusiasmada- ¿Las pondremos, eh? ¿sí? - insistió dando saltitos delante de su madre para llamar su atención ya que seguía mirando al vecino, Cris volvió a sonreír entretenido por la intransigencia de la pequeña
-Sí mi cielo, pondremos todas las flores que quieras…- le respondió por fin acariciando dulcemente su mejilla- ¿quieres ver como te dejé tu cuarto? Porque aquí tienes una habitación para ti sola, ya no la compartirás conmigo- comentó animada
 -¡Sí!- gritó entusiasmada y, tirando de la mano de su madre, se metieron en la casa. El siguió tranquilamente engrasando su bicicleta. Le llegaron los grititos entusiasmados de la niña desde el segundo piso pues tenían las ventanas abiertas- ¡¿De verdad este es para mí?! ¡¡Cuantas mariposas me pintaste!! ¡¡Me gusta mucho, mamá Carla!!- gritaba maravillada y feliz. Él sonrió enternecido, a los niños era tan asombrosamente fácil hacerles feliz con pequeños detalles... Si los adultos nos conformáramos tan fácilmente, que sencillo serían a veces las cosas; pensó agradado.
 -Hola- volvió a saludarlo de nuevo desde la valla que separaba ambos jardines dedicándola una sonrisa preciosa, él sonrió animado -Hola de nuevo- respondió serenamente -¿Qué haces?- indagó mientras se ponía de puntillas para curiosear mejor con aquellos hermosos ojos grises
 -Arreglando mi bici, se le salió la cadena pero ya está ¿ves?- respondió ameno moviendo uno de los pedales y las ruedas giraron raudas, se volvieron a sonreír amistosos
-¿Cómo te llamas?- siguió preguntando
-Cris ¿y tú?- ella entrecerró confundida sus grandes ojillos mirándolo desconfiada
-¿Cris? Ese es nombre de niña- explicó divertida sonriendo pícara, Cris rió entretenido
-¡Cosas de mis papás!- respondió chistoso y ambos rieron alegres- me llamo Cristóbal, pero todos me llaman Cris ¿y tú?
-¡Ah! Yo Paloma, y ella es Ana- respondió señalando su muñeca, él sonrió de nuevo; se agarró a la valla y empezó a columpiarse adelante y atrás; la contempló encandilado, era realmente una niña preciosa y aquellos ojos grises eran vivarachos y hermosos- ¿Y vives ahí tú solito?
 -¡Paloma! ¡Pal! ¡¿Dónde estás?!- la llamó impaciente su madre desde la casa
 -Tu mamá te está buscando ¿no piensas contestarle?- repuso ameno, la niña solo sonrió pícara; su madre apareció sofocada en el porche, parecía que se había asustado con la desaparición de la pequeña, se quedó mirándolos confundida unos instantes pero reaccionó en seguida
-Pal ¿no me oías o qué? Vente, no molestes- le regañó dulcemente desde el porche
-No molesto- se volvió hacia él mirándolo melosa- ¿a qué no te molesto Cris?- le preguntó con una familiaridad asombrosa. Paloma hacía amistad rápidamente con todo el mundo.
-No preciosa, no me molestas para nada- respondió tierno acariciando su mejilla, no podía dejar de sonreírle a aquella pequeña
-¡¿Ves?!- dijo orgullosa, se acercó a su madre y la cogió de la mano intentando acercarla a la valla pero la mujer se resistió- Ven, se llama Cris y arregló su bicicleta- insistió pero sin resultado. Su madre lo observaba indecisa y él le sonrió amistoso pero ella seguía observándolo retraída. Fijándose en su rostro que parecía amable, bordeado con aquella melena negra como el azabache que rozaba casi sus hombros, en sus ojos negros y profundos que la miraban amistosos, en su sonrisa abierta que le formaban unos bonitos hoyuelos en las mejillas... la verdad no parecía mala persona, pensó y casi le correspondió a su amable sonrisa; pero apenas esbozara un leve gesto con su boca cuando acordó al instante y volvió a ponerse muy seria “nadie lo parece y después…” pensó amedrentada y esquivó su mirada centrándose en la pequeña
-Ahora no, Paloma; estoy muy liada y tú debes merendar- resolvió rotunda dándose media vuelta entrando en la casa, Cris se quedó desconcertado con aquella reacción
-Chao, Cris- le dijo sacudiendo su mano y siguió a su madre
 -Chao, Palomita- le respondió tierno al saludo. Él también entró en casa y se fue a la cocina, se sirvió un vaso de agua mientras observaba la entrañable escena en la cocina de enfrente: Paloma, sentada a la mesa, comía su sándwich mientras no cesaba de hablar y su madre iba de un lado a otro ordenando las cosas que sacaba de las cajas que había sobre el mueble a lado del fregadero. El sonreía bobamente, desde que conociera a aquella ricura no había podido dejar de sonreír. De pronto se encontró con los grandes y hermosos ojos grises de su madre que lo observaba fijamente desde su ventana. El agitó la mano de forma amistosa y ella se volvió rápidamente dándole la espalda dejándolo de nuevo desconcertado. Se bebió el vaso de agua y subió a su habitación quitándose la camiseta por las escaleras. Se la cambió por un jersey negro de punto de cuello redondo, se puso unas zapatillas de deporte y salió de la casa. Cogió la bicicleta y se fue a dar una vuelta por el paseo que bordeaba la playa.
Cuando regresó a casa ya era de noche. Abrió la verja, y entonces la vio sentada en las escaleras fumando un cigarrillo. Llevaba un pantalón blanco largo de perneras flojas, con un top rosa de tirantes muy finos de los cuales uno se había resbalado de su hombro. Estaba completamente absorta y él la observó detenidamente. Era hermosa, su cabello castaño lo llevaba recogido con un pasador dejando al descubierto un atractivo y largo cuello; sus ojos eran grises y grandes como los de Paloma pero estaban algo apagados, como tristes.
 -Buenas noches- la saludó cordial y ella se sobresaltó excesivamente mirándolo alterada a los ojos, él se sintió abochornado por haberla espantado de aquella manera- Discúlpeme, no era mi intención asustarla así… yo…
-No pasa nada, no fue culpa suya; yo estaba distraída- habló serenamente apagando el cigarrillo en el cenicero que sostenía en su mano libre y se levantó del escalón- hasta mañana- murmuró amable y entró en casa
A la mañana siguiente, mientras se tomaba un bol de cereales arrimado a la isla que había en medio de su cocina, se deleitó observándolas y, como tenían la ventana entreabierta, podía escuchar la pequeña trifulca que se traían con el desayuno que le hacía sonreía divertido
 -¡Acaba Pal o llegaremos tarde de nuevo!
 -¡Estos no son mis cereales!- protestó desdeñosa la pequeña apartando el bol
 -Te empecinaste en comprarlos, Paloma; te avisé que no eran los que te gustaban... Ahora los comes- dijo rotunda su madre poniéndoselos nuevamente ante ella
 -Estos no me gustan- remarcó tajante cruzando sus bracitos sobre su pecho y se recostó en la silla poniendo pucheros
-¡Esta bien! Como siempre, te sales con la tuya- se rindió resignada su madre, Cris sonrió divertido- Tómate rápido este vaso de leche y te compraré un bollo de camino ¡pero apúrate por Dios Santo cielito y no te manches!- le acercó un vaso de leche y recogió el bol
-¿Y no hay chocolate para la leche?
-¡No, no hay!- respondió irritada- Por favor Palomita, tómatelo de una vez y acaba ¿si?- le habló más comedida, Cris se acercó al fregadero y ella detectó su movimiento. Ambos se quedaron mirándose fijamente unos segundos a los ojos hasta que Cris reaccionó dejando el tazón en el lavaplatos y se fue.
-Ya acabé y no me manché- anunció satisfecha Paloma sacando a Carla de aquel ensimismamiento en el que quedara mirando la ventana ya vacía del vecino
-Muy bien mi cielo, vámonos entonces- resolvió sonriéndole alegre y también se fueron.
Después de un agotador día encerrado en su oficina, Cris regresaba a casa dando un tranquilo paseo. Al dar la vuelta a la esquina entrando ya en su tranquilo barrio de casitas unifamiliares, las vio delante de él. La mamá de Paloma llevaba los brazos ocupados con paquetes del súper y la pequeña iba agarrada al pantalón negro de su madre
-No te sueltes de mi pantalón Pal.
-Ya; que no- respondió despreocupada pero se iba quedando retrasada tirando de la pernera hacia atrás.
 -Pero anda Pal- le recriminó dulcemente, pero la pequeña no obedecía. Cris apuró el paso y se colocó a su altura, la primera en reparar en él fue la niña
-Hola, Cris- lo saludó entusiasmada
-Hola Palomita- sonrió a aquella ricura acariciándole con ternura su cabeza- Deja que te ayude por favor- se ofreció amablemente intentando recogerle los paquetes pero Carla se los apartó ligeramente -No es necesario, gracias; ya casi hemos llegado… Apura Pal- intentó esquivarlo pero él insistió
-Te juro que no me quiero quedar con tu compra, solo ser un buen vecino y ayudar; permíteme, por favor- insistió amable, ella le miró a los ojos un momento y se relajó
 -Bueno, gracias entonces- murmuró permitiéndole cargar los paquetes, ella recogió a la niña del suelo que rápidamente se abrazó a su madre rodeándole con las piernecillas la cintura y con los bracitos su cuello y caminaron juntos hasta casa. Su madre no dijo palabra, solo hablaba Paloma -¿Sabes Cris? Mamá Carla el sábado me va a llevar a buscar un perrito
-¿A sí? Mira que bien- respondió él ameno
-Y vamos a poner flores en el jardín como tú ¡¡de muchos colores!!- aclaró ilusionada, ellos sonrieron divertidos; era la primera vez que Carla sonreía abiertamente estando Cris presente y pudo comprobar que tenía una sonrisa muy bonita- y un columpio
 -¿Y todo eso el sábado? ¡Caray, pues vais a estar muy ocupadas!- bromeó ameno y la madre volvió a sonreír, realmente era una mujer muy bonita, pero cuando sonreía aún lo era más
 Llegaron a casa, él las acompañó hasta su porche y Carla dejó en las escaleras a Paloma volviéndose para recoger los paquetes
-¿No será mejor que abras primero la puerta? o después te será muy complicado hacerlo- le recomendó Cris suavemente, ella no respondió nada; mostró un leve sonrisa y se volvió a abrirla; Paloma corrió al interior de la casa mientras Carla recogió los paquetes. Cris le sonrió amistoso y se volvió para irse a su casa
-Gracias de nuevo- expuso en un murmullo, él se volvió ligeramente y volvió a sonreírle amistoso -De nada; hoy por ti, mañana por mí ¿para algo somos vecinos, no?- contestó agradable, ella dibujó una leve sonrisa y se metió en la casa. Realmente parecía un hombre muy agradable, amable y atento; pensó Carla dirigiéndose a la cocina donde se encontró con que Paloma ya había tirado zumo por la mesa intentando servirse un vaso
 -¡Oh Pal, por Dios bendito!- exclamó al ver aquel estropicio dejando las compras sobre el mármol de la cocina y cogió un paño de debajo del fregadero- Mira lo que has hecho cielo ¿por qué no esperas a que yo llegue?- le regañó mientras limpiaba todo aquel desaguisado que formara la pequeña
-Tenía mucha sed mamá Carla ¡¿Tú sabes cuanto andé?!- replicó resuelta
-Anduve Paloma; se dice anduve, no andé- la corrigió cariñosa- Y sí, anduviste una barbaridad… en mis brazos, vagoneta- replicó dulcemente sonriéndole con ternura, era imposible enfadarse con aquella preciosidad. La besó amorosa en el pelo y le sirvió un vaso de zumo que ella se bebió de un solo trago, le ofreció el vaso de nuevo- ¿quieres más?- ella afirmó con un movimiento de cabeza y le sirvió otro poco mientras Carla empezó a colocar las cosas de la compra. Aunque su cabeza no dejaba de pensar en el vecino; la verdad es que no parecía mala persona, ademas de atractivo y elegante con aquel traje azul oscuro con camisa blanca y corbata azul cielo que llevaba hoy y le quedaba perfecto ¿en qué trabajaría para ir siempre tan elegante? Pensó intrigada. Pero tampoco estaba mal con aquellos vaqueros gastados y la camiseta sin mangas manchada de grasa de bicicleta con lo que lo conoció; no, no estaba nada mal reconoció recordando sus musculosas piernas y sus brazos fornidos... -Déjalo ya Carla- se dijo sacudiéndose la cabeza para sacar aquellos pensamientos- mejor preocúpate por Paloma que lleva rato muy callada...- siguió hablándose y se dirigió a la sala pero allí no estaba- ¿Paloma? ¿Qué estás haciendo cielo?- indagó curiosa pero no contestó- ¡¡Pal ¿estás en tu cuarto?!!- la llamó acercándose a las escaleras que llevaban al piso superior pero no obtuvo respuesta- ¡¡Paloma ¿dónde estás mi niña?!! ¡¡Contéstame Pal!!- se impacientó saliendo al jardín pero allí tampoco estaba- ¡¡Paloma!!- chilló ya asustada por no obtener respuesta por ningún lado
-¿No habrás perdido algo verdad?- bromeó chistoso el vecino apareciendo en su porche, Carla lo miró aterrada y se lo encontró con la pequeña en brazos. Abrió asombrada los ojos
-¡¡Santo Dios Paloma!! ¡¡Pero… será posible contigo!!- exclamó sobrecogida acercándose al vallado que separaba ambos jardines al tiempo que él también lo hacía- ¿Cómo voy a decirte que no salgas a la calle?- le regañó alterada mientras él se la pasaba amable por encima de la valla
 -Y no salí, me colé por ahí- explicó resuelta señalando un hueco en la valla donde faltaba uno de los barrotes, Cris rió divertido y su madre se sonrojó levemente- Quería ver los dibujos y la tele de casa no funciona
-Perdona, pero es incorregible... Siento que te haya molestado- se disculpó sonrojándose, él seguía riéndose entretenido.
-No me molestó para nada, si es una ricura de niña- expuso sincero acariciando tierno la mejilla de Paloma que le sonrió dichosa de su halago; Carla también le sonrió agradecida- si quieres arreglo la valla pero creo que es mejor dejarla para que ella pueda pasar sin salir a la calle… Digo, si no tienes inconveniente en que de vez en cuando me haga una visita- ella le miró a los ojos, eran muy bonitos, grandes y de un negro profundo en los que no se podía distinguir el iris de la niña; realmente era muy atractivo reconoció Carla ya más calmada
-Si a ti no te molesta- comentó en casi un murmullo. Cris se fijó que era muy hermosa, aquellos ojos grandes y grises eran preciosos, la nariz pequeñita y la boca muy bien hecha, perfecta. Unas pocas pecas salpicaban sus mejillas.
-Referente a vuestra televisión, si quieres le echo un vistazo- se ofreció animadamente
-¡Vale!- gritó la niña de pronto saltando en los brazos de su madre
-¡Pal!- le regañó su madre haciendo un gesto de desaprobación con la cabeza, la niña se mordió el labio superior y se quedó apesadumbrada- No es necesario, gracias; ya he llamado al técnico y vendrá mañana a repararla- pero Cris observaba la carita triste de la pequeña
-De verdad que no hay problema; no tengo nada que hacer y mírala a la pobrecilla, se quedará sin sus dibujos- aclaró meloso acariciando de nuevo la mejilla de Paloma, Carla sonrió derrotada
-Está bien, si no te es molestia- expuso retraída
 -Claro que no- respondió sonriendo encantado y saltó ágilmente la valla impresionando a Carla
Entraron en casa y se dirigieron a la sala; él, ante la atenta mirada de ambas, retiró el televisor y empezó a revisar los cables. Carla se fijó que había cambiado su traje azul por unos pantalones cortos vaqueros que mostraban sus piernas musculosas y muy bien hechas para ser masculinas y una camiseta azul que marcaba los potentes músculos de su ancha espalda. Debía hacer mucho deporte porque, la verdad, tenía un cuerpo de escándalo… La televisión empezó a funcionar
-¡¡Bien Cris, bien!!- chilló de alegría Paloma saltando encima del sofá. Cris se volvió riéndose alegre y se encontró con la mirada de Carla fija en él. Ella se sonrojó tremendamente
-Solo estaba mal conectada la antena, te hubieran cobrado por una tontería- explicó despreocupado colocando de nuevo el televisor en su esquina, mientras aprovechaba para observarla de arriba abajo disimuladamente; llevaba un pantalón negro de pinzas con una camisa malva metida por dentro del pantalón. Tenía unos pechos hermosos y las caderas bien formadas. Era bajita pero realmente una preciosidad de mujer, y con aquel rubor en sus mejillas aún era más hermosa… ¡esa mujer tendría un marido o una pareja, animal! pensó de pronto. Se aclaró la garganta secándose nervioso las manos a sus pantalones y se dirigió a la puerta, se sentía confundido- Bueno, me voy- repuso esquivo, ella lo acompañó a la puerta
-Muchas gracias… otra vez- expuso amable dedicándole una dulce sonrisa
-Nada, mujer… Un placer ayudaros- Cuando sonreía aún era más bella, él se la devolvió agradado- Pero será mejor presentarnos formalmente ¿no?- volvió a limpiarse las manos a los pantalones en un acto reflejo y se le extendió- Cris, bueno, Cristóbal; pero prefiero que me llamen Cris- ella volvió a sonreír estrechándole la mano
-Carla, encantada de conocerte y de tener un vecino mañoso- expuso divertida sin perder aquella linda sonrisa
 -Igualmente- musitó embelesado por aquellos hermosos ojos y aquella encantadora sonrisa; se mantuvieron las manos unidas sin hacer ninguno amago de querer soltarse mientras ambos se miraban fijamente a los ojos. Él notaba la calidez de su mano, era muy pequeña comparada a la suya y muy suave. Ella percibió su fuerza aunque no le estaba oprimiendo ni un ápice, eran muy tersas y cálidas, tenía unas manos muy agradables. De pronto, como si una descarga los atravesara a ambos a la vez, se soltaron de repente. Cris volvió a pasárselas nervioso por el pantalón y ella se las cruzó a la espalda- Hasta mañana- resolvió presuroso dirigiéndose a su casa sin mirar atrás
-Hasta mañana- murmuró Carla cerrando la puerta. Apoyó su espalda en ella, se sentía aturdida ¿qué rayos había pasado en aquel breve instante? Se miró confundida su mano, aún parecía sentir el agradable tacto y el calor de la de él en ella y se acarició muy despacio la palma con las yemas de sus dedos.
-¡Mamá Carla! ¿Le falta mucho a la cena? ¡¡Tengo hambre!!- reclamó Paloma desde la sala haciéndola reaccionar
-No cielo, voy a cambiarme y ahora la preparo- respondió subiendo al piso de arriba para cambiarse de ropa.

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