jueves, 23 de abril de 2015


    Acudieron a la policía pero, al ser mayor de edad e irse por propia voluntad, ellos no podían hacer nada. Entonces recorrieron la estación de trenes con su foto pero tampoco consiguieron nada, había escogido para irse una hora punta y los vendedores de billetes no recordaban nada. Dejaron algunas fotos de ella dispersadas por la estación con el número de teléfono de Jaime inscrito por si alguien la reconocía pero no obtuvieron ningún resultado y los días pasaban convirtiéndose en dos semanas ya. Clara intentaba darle ánimos pero era inútil, su única obsesión era encontrarla y su angustia por no saber de ella iba en aumento así los días iban pasando. Poco a poco la amargura se fue apoderando de él. Con rostro abatido, ojeroso y pálido de no descansar, caminaba por el despacho como alma en pena solo pendiente del teléfono y todos lo observaban conmovidos a través de la cristalera; hasta que él se percataba de ello y corría con fiereza los estores dejándolos caer por su propio peso. A Clara verlo tan deprimido la tenía sumida en desesperación; lo amaba demasiado para soportar verlo sufrir así.
 -¿Sigue sin saber nada de ella?- la sobresaltó Pedro apareciendo a su lado sin darse cuenta mientras observaba con pesadumbre a Jaime a través de la cristalera de su despacho sentado a su mesa intentando concentrarse en su trabajo aunque, por la forma de mesarse inquieto el cabello, indicaba que no lo estaba consiguiendo
-No, nada- respondió apagadamente regresando su atención a las fotocopias que estaba realizando -Como siga así va a enfermar- indicó preocupado sin apartar la mirada de su empleado, y sobre todo amigo, que cada día estaba más desmejorado y abatido
-Lo sé… pero no hay manera de hacerlo reaccionar
-Intenta algo Clara- le habló contundente y ella lo miró desconcertada- llevas años enamorada de él, algo podrás hacer ¿no?- añadió esperanzado, ella se sonrojó tremendamente ¿tanto se le había notado?- No te pongas así mujer, creo que lo sabemos toda la empresa menos él- explicó amistoso y Clara sonrió abatida
 -Pero no se quiere dejar ayudar Pedro, solo piensa en ella y se está volviendo loco intentando encontrarla… Además del investigador privado que contrató, ayer puso otra denuncia en la policía a pesar de que le dije mil veces que no servirá de nada; ellos también se lo repitieron pero ni caso: ella se fue por su propia voluntad y ellos no pueden hacer nada- declaró apenada
-¿Y crees que volverá?- se interesó esperanzado
-Es una niñata consentida de apenas 22 años que no sabe lo que quiere ¡A saber qué piensa hacer esa estúpida!- exclamó desdeñosa y Pedro sonrió conmovido, aunque intentaba disimular su amor por Jaime y su desprecio por Lucía, no podía- No sé qué le vio un hombre hecho y derecho de casi treinta años como él en esa mocosa- añadió asqueada
-¿A lo mejor… que es preciosa, Clara?- le susurró pícaro al oído y ella lo miró irritada a los ojos, él rió divertido y regresó a su despacho. Clara acudió a lado de su amigo; en el momento en que entraba en su despacho le sonó el teléfono
 -¡¿Sí, dígame? Jaime Ventura al aparato!- respondió raudo con un brillo esperanzador en sus hermosos ojos negros
-Hola hijo, soy mamá- por el inmediato decaimiento en su rostro de nuevo, Clara pudo darse cuenta que no eran noticias de Lucía
-Hola mamá ¿qué pasó?- respondió desganado acariciándose nervioso la frente
-Te llamo para saber si vendréis mañana a cenar corazón; ya van dos miércoles que no venís…- protestó melosa
 -No mamá, tampoco vamos a ir esta semana- respondió apesadumbrado
-¡¿Tampoco, hijo?! ¡¿Qué pasa Jaime?! ¡¿Luci está bien?!- se preocupó la mujer inquieta
 -Nada mamá, no pasa nada… Solo que tengo mucho trabajo últimamente y salgo muy tarde de la oficina; pero no te preocupes que Luci está bien- intentó calmarla
-Hijo, no te enfrasques en el trabajo y vayas a descuidar a Luci cariño mío… Eso puede romper la relación tan bonita que tenéis- recomendó cariñosa y él apretó los labios conteniendo las lágrimas que acudían de nuevo a sus ojos
-Tranquila mamá que no la descuido- musitó intentado parecer sereno- ahora debo dejarte, me están esperando para una reunión y debo colgar ya- se impacientó dándose cuenta que no podría mantener la conversación sin romper a llorar de nuevo
-Vale hijo, disculpa por molestarte pero es que Luci nunca me coge el teléfono de casa y desde que le robaron el móvil no sé cómo hablar con ella...
-Por favor mamá, de verdad que tengo prisa- le cortó fastidiado e impaciente
 -Vale, está bien; dale un besito a Luci de nuestra parte y dile que me lla…
-Se lo daré mamá, adiós- la interrumpió raudo y cortó de inmediato rompiendo a llorar desolado de nuevo, Clara se acercó a él y le acarició consoladora y tierna la espalda
 -¿Por qué no se lo dices de una vez a tus padres Jimmy? Cógete unos días y ve a pasarlos con ellos; para que no estés solo y se te haga más llevadera la espera, cielo
-¡¡No Clara; no se te ocurra decírselo a mi madre o te mataré con mis propias manos!!- gritó furioso -Jaime, tarde o temprano se enterarán...
-¡¡No ¿me oyes?!! ¡¡No quiero que se enteren de que me abandonó de esta manera!!- exclamó fuera de sí mirándola rabioso, el teléfono volvió a sonar y él se precipitó a responder- Jaime Ventura ¿dígame?- contestó esperanzado
 -Señor Ventura, soy Arturo; el investigador...
-¡¿Ha averiguado algo?! ¡¿Sabe ya dónde está?!- interrogó más animado levantándose impetuoso de su sillón y sus ojos brillaron ilusionados; Clara aguantó la respiración expectante a las noticias
-No señor, lo siento... mis averiguaciones me llevaron hasta la capital, pero me está resultando muy complicado dar con una persona que nadie conoce en una ciudad tan grande...
 -Dios santo, en la capital...- murmuró de nuevo abatido dándose cuenta que allí sería casi imposible dar con ella y se dejó caer desolado en el sillón; Claudia volvió a acariciarle compasiva la espalda -Señor Ventura... ¿Quiere que siga investigando o lo dejamos? Le advierto que será muy difícil dar con su paradero ya que la muchacha es muy lista y sabe cómo hacer para no dejar pistas... no ha usado en ningún momento una tarjeta de crédito o algo que pueda llevarnos a ella...
-¡¡Claro que siga investigando!! ¡¿qué pregunta estúpida es esa?! tengo que encontrarla... ¡¡necesito encontrarla!!
-Está bien entonces; le mantendré informado- la llamada se cortó
 -Estás tirando con el dinero Jimmy; si ella no quiere que la encuentres, no la encontrarás, y mucho menos en la capital- expresó Clara así él colgó el auricular, Jaime la miró furibundo
 -¡¡Es mi dinero y hago con él lo que me salga de los cojones; así que lárgate de aquí y déjame en paz de una puta vez!!- gritó enfurecido y todos los empleados los miraron sobresaltados a través de la cristalera- ¡¿Y vosotros que miráis?! ¡¿No tenéis nada que hacer acaso, panda de chismosos?!- les gritó implacable, ellos apartaron la mirada al instante
Desolado, sin ganas ni cabeza para nada y molesto por las miradas piadosas de todos, dejó de ir a trabajar. Clara lo llamaba a menudo durante las primeras semanas auto invitándose a ir a verlo y hacerle compañía cosa que él le prohibía rotundo, quería estar solo… pero dejó de responderle al teléfono y entonces ella decidió acercarse al piso, aunque nunca logró que le abriera y así llevaba ya dos semana más
 Clara llamaba un día más a su puerta repetidamente muy angustiada por seguir sin tener contstación de su parte; su preocupación por él ya se volvió angustia, estaba sumido en tal desesperación que era capaz de hacer cualquier locura… pero Jaime, acostado boca arriba en el sofá, oía de nuevo las repetidas llamadas de Clara a la puerta sin moverse; como siempre, no pensaba abrir.
-Jimmy, ábreme; sé que estás ahí… ¡Deja de hacer el imbécil y ábreme! ¡Jaime, o me abres o hago un escándalo en el rellano!- empezó a elevar la voz pero seguía sin resultado- Está bien, tú lo has querido, voy a llamar ahora mismo a la policía y ellos me abrirán- amenazó rotunda. Él se levantó de mala gana y abrió al fin la puerta. La visión que se le presentó ante Clara era terrible: pálido, ojeroso, con barba de muchos días y el pelo revuelto como si no lo peinara en semanas. Solo llevaba un pantalón de pijama que parecía no haber cambiado en todos esos días- Dios santo Jaime ¿tú te has visto?- murmuró asombrada al verlo. Él se volvió sin hacerle caso y se tiró nuevamente en el sofá boca arriba cubriéndose los ojos con su brazo- ¡Dios bendito! ¡Qué pinta tienes y que mal huele aquí chico!- repuso entrando en el apartamento observándolo todo a su alrededor: la casa estaba en penumbras y olía rancio pues no se molestara ni en abrir las persianas, además de un mal olor peculiar de que algo estropeado o podrido había cerca
-Déjame en paz Clara, no tengo ganas de que me toques los huevos- repuso lentamente
 -¡No quiero y no me da la gana! ¡Ya está bien de tanta tontería, Jaime; ahora mismo le vas a poner punto final a todo esto!- clamó rotunda y, tirando su bolso sobre el otro sofá, se acercó a los ventanales y descorrió los cortinones abriendo seguidamente la ventana- ¡¡Dios, que gusto!!- exclamó así el aire limpio de la calle le llegó a los pulmones
 -¡¡Cierra eso joder, te he dicho que me dejes en paz!!- gritó enfurecido cubriéndose los ojos molesto por la luz que entró de repente en la sala
 -Y yo te he dicho que no me da la gana y que ya está bien; aquí huele horrible y tú ahora mismo vas a darte un baño y afeitarte que también hueles fatal- expuso decidida e intentó levantarlo tirando de su brazo, pero no pudo ni moverlo
 -¡¿Por qué no te largas y me dejas tranquilo?!- expresó desdeñoso soltándose de un tirón de su amarre pero ella lo miró firme a los ojos
-¡Llevas seis semanas así y ya, ni lo soporto, ni te lo puedo permitir más!- aclaró tajante, él la miró pasmado ¿seis semanas ya?- Hablo muy en serio, Jaime; se acabó el duelo por esa niñata consentida y sin pizca de caridad que no se merece ni una sola lágrima más tuya mi cielo; es hora de pasar página o llamaré a tu madre y se lo contaré todo- él seguía mirándola asombrado- ¡¡Espabila, Jaime!! ¡¡Ella ya no va a volver y debes darte cuenta de una puta vez!!- le gritó fuertemente y él pestañeó varias veces pareciendo volver en sí- En algo sí tiene razón esa estúpida: ella no te merece cielo, no supo valorar ese gran amor que tú le dabas y no se merece ni una lágrimas más… ya la has llorado bastante, ya has sufrido lo suficiente y ya está bien; ahora toca reponerse, pensar en ti y pasar de página de inmediato- expuso decidida intentando levantarlo de nuevo, esta vez él se dejó llevar- En la oficina se te está necesitando imperiosamente y Pedro ya no puede esperar más por tu contestación, tienes que decidirte de una vez si entras en la sociedad o te quedas fuera- siguió hablando mientras se lo llevaba hasta el baño y abrió la ducha- Métete ahí debajo y no salgas hasta dentro de media hora como mínimo- ordenó mientras salía del baño y se dirigía a la cocina, abrió el frigorífico, había solo un cartón de leche estropeado y una lechuga podrida- ¡¡Que asco Santo Dios!! ¡¿Seguro que no has comido nada en estos días verdad?!- reprochó en voz alta para que la oyera, lo tiró todo a la basura, abrió las ventanas de la cocina y llamó al repartidor de pizzas
Se sentó en el sofá esperando su regreso y vio el anillo sobre la mesita, lo recogió y lo observaba distraída cuando Jaime salió del dormitorio, cerró al instante su mano ocultándoselo de su mirada. Le sonrió complacida, ya parecía otro así aseado y con ropa limpia; aunque su palidez y sus profundas ojeras seguían allí, volvía a ser aquel hombre tan atractivo que la tenía enamorada.
 -¿Ves cielito? eso ya es otra cosa… ¿No te vas a afeitar corazón?- habló tierna
 -No sé, estoy pensando en dejarme barba- repuso desidioso sentándose a su lado acariciándose su barbilla peluda
-Lo que quieras, pero arreglada ¿eh? no abandonada ahí, a nacer los pelos a su aire- bromeó moviendo divertida las manos, Jaime sonrió brevemente. Llamaron a la puerta y él se puso en pie de un salto- No flipes y relájate… que es la pizza que acabo de pedir- aclaró desenfadada dirigiéndose a la puerta. Le pagó al repartidor y la dejó encima de la mesa del comedor- vente a comer corazón- indicó cariñosa
-No tengo hambre- musitó desganado sin moverse del sofá
 -Por lo que vi en el refrigerador hace días que no tienes hambre; pero hoy vas a comer aunque sea a desgana ¡Así que venga: mueve el culo y ven aquí ahora mismo antes de que se enfríe!- ordenó rotunda y él obedeció de mala gana. Los primeros bocados los metió forzado masticando sin gana, pero después empezó a animarse y ya comía hambriento. Su humor parecía cambiar con cada bocado que daba y él solo se acabó toda la pizza menos el pedazo que aún seguía en el plato de Clara
-¿No te lo vas a comer?- preguntó interesado, ella sonrió negando con la cabeza y también se lo devoró al momento.
-¿Te encuentras mejor?- preguntó cariñosa y él movió indiferente los hombros
 -¿Qué decías de la sociedad?- se interesó algo más animado
-Pedro está esperando tu respuesta, lo tiene todo parado esperándote pero ya no puede retrasarlo más -¿Tú firmaste?
-Yo sí, parece un buen trato Jimmy; podemos salir muy beneficiados… Además, con tu olfato para los negocios, esta sociedad nos puede salir redonda- aclaró emocionada
-De acuerdo, mañana iré al trabajo y hablaré con él- respondió más ameno
 -¿Y por qué no ahora?- propuso alentadora, él la miró desconcertado
-¿Qué hora es?- interrogó descolocado
-Aún no son ni las cuatro de la tarde- contestó mirándolo asombrada, ni sabía que hora era- Anda, anímate; vístete y vamos
-No, ahora no; mañana- rechazó rotundo
-¡¡Pues mira, por haber hablado, ahora sí!!- exclamó autoritaria, Jaime la miró boquiabierto- ¡¡Venga, vamos!!- azuzó presurosa, él se levantó y se fue al cuarto sin protestar. Ella recogió el cartón de la pizza, la tiró en el cubo de la basura y cerró la bolsa que olía fatal. Pronto regresó anudándose una corbata azul clara sobre una camisa blanca y la chaqueta del traje azul oscuro que llevaba puesto sobre el brazo- Pareces otro cielo ¿sabes qué te queda bien la barba y el pelo así larguito?- expuso complacida mesándole tierna el pelo sobre las sienes y él volvió a esbozar una tenue sonrisa de medio lado que aún lo hacía más atractivo, Clara sintió unas ganas tremendas de besarlo y consolarlo en todos los sentidos; pero se contuvo- vámonos que para mañana es tarde; ah corazón, también debes llamar a tu madre, ha estado llamando a la oficina preocupada porque no le cogías las llamadas- él la miró inquieto
-¡¿No le habrás contado nada verdad?!- se impacientó nervioso
-No, solo le dije lo que tú me mandaste: que estabas un poco deprimido porque habías roto con Lucía y no contestabas al teléfono por si era ella…- se sonrieron cómplices, ella apretó sus labios nerviosa- Jimmy...- murmuró temerosa y él la observó intrigado- ¿Qué quieres hacer con esto?- murmuró mostrándole el anillo que aún sostenía en la palma de su mano; él lo recogió y lo miró fijamente unos segundos, suspiró profundamente
-Como bien dijiste… ya está bien; ya he llorado y sufrido bastante, se acabó- declaró decidido y lo metió en la bolsa de la basura; ella sonrió complacida y salieron del apartamento.
Mientras, en aquel tiempo, Lucía había llegado a la capital. La primera impresión que sintió al salir de la gran estación central, fue una gran confusión y hasta temor. Pensaba que hasta ahora había vivido en una gran ciudad; pero ahora, comparado con aquellas altas moles de cemento por todas partes que no dejaban ver el sol, sus calles plagadas de cientos de coches dando sonoros bocinazos por doquier y sus aceras abarrotadas de gente caminando muy apresurada hacia todos lados, su ciudad le pareció un lugar precioso y sereno y sintió unas ganas tremendas de regresar de inmediato…
A trompicones entre aquella acelerada gente que parecían no verla y todos tropezaban con ella zarandeándola de un lado a otro sin apenas detenerse y mucho menos disculparse, buscó alojamiento en un hostal asequible y consiguió a los pocos días trabajo de camarera en una cafetería. Se empezó a acostumbrar a aquel ritmo de vida frenético y el trabajo le gustaba mucho. Era agradable estar en contacto con la gente y charlar amistosamente con unos y otros logrando, al menos durante las ocho horas de su intenso trabajo, arrinconar un poco a Jaime de sus pensamientos ya que no podía borrarlo de su mente. Aunque a menudo, sus ojos se quedaban clavados en el teléfono y su mano acariciaba el auricular con unos deseos tremendos de escuchar su voz dulce y tierna… pero le faltaba el arrojo suficiente para descolgarlo y, sobre todo, el valor necesario para enfrentar sus posibles reproches; así que regresaba presurosa a sus quehaceres alejándose de él.
 En menos de dos semanas entabló buena amistad con Esther, una joven algo mayor que ella que era enfermera en el hospital de enfrente, y con su esposo Carlos, que iba a recoger siempre a su esposa cuando estaba de turno de tarde mientras paseaba a la pequeña Iris, una niña preciosa que acababan de tener hacía apenas cuatro meses y que a Lucía la tenía enamorada con aquel pelo rubio y aquellos hermosos ojos azules. Era una pareja maravillosa muy enamorada además de alegre y amistosa. Y muy amable y atenta, ya que al enterarse que Lucía vivía en un hostal, se molestaron en conseguirle un pequeño apartamento en su mismo edificio y hasta en el mismo rellano, y así pasaron a ser vecinos puerta con puerta. El apartamento era barato y perfecto para ella porque, aunque tenía dos habitaciones, era pequeñito y para ella sola llegaba de sobra. Pero lo que más le convenció a Lucía para quedarse era el hermoso parque que había enfrente, lleno de árboles y flores, dándole otro carisma a aquella ciudad demoledora; y también quedaba muy cerca de la cafetería; podría ir dando un agradable paseo en compañía de Esther sin tener que correr para no perder el metro. Agradecida por su ayuda, se ofreció varias veces a quedarse con la pequeña Iris los fines de semana después de salir de la cafetería, para que ellos pudieran ir a divertirse y relajarse un poco. Y así su amistad fue creciendo y afianzándose hasta hacerse grandes e íntimos amigos.
 Lucía llevaba unos días no encontrándose muy bien pero, aquella mañana, se encontraba peor que nunca. Se había levantado muy mareada y había vomitado el desayuno; tenía la cabeza abombada y el estómago muy revuelto, pero así a todo se preparó como cada día para irse a trabajar. Se encontró con Esther en el rellano como todos días llevando a la pequeña Iris en su sillita
 -¿Te vas ya a la guardería mi chiquita linda?- le preguntó dulcemente a la pequeña que le dedicó una sonrisita alegre
-Dile que sí mi muñequita... Uy, hoy sí que tienes mala cara Lucy ¿no te encuentras mejor?- se interesó cariñosa
-Hoy peor que nunca; tengo la cabeza embotada y hasta he vomitado el desayuno- contestó con malestar
-Ya veo, además estás muy pálida corazón; a ver, déjame ver…- indicó posando suavemente su mano en la frente de Lucía- pues fiebre no tienes; seguro que estás pillando gripe, las noches ya están enfriando y te avisé de que siempre sales de la cafetería muy acalorada y sin abrigarte- le regañó maternal, Lucía le sonrió enternecida
-Probablemente- resolvió moviendo despreocupada los hombros y salieron a la calle
-Cuídate corazón; y si ves que sigues mal, pásate por el hospital que estoy de tarde y te paso sin problema con uno de los médicos ¿de acuerdo?- la avisó cariñosa
-De acuerdo, pero no creo que sea necesario- expresó desenfadada y, tras besar amorosa la frente de Iris, se despidieron y cada una tomó para un lado de la calle.

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