miércoles, 29 de abril de 2015


   -Buenos días ¿cómo se encuentra?- se interesó la doctora sonriéndole amable
-Bien por ahora muy bien- contestó resuelto
-Estupendo- murmuró complacida examinándole los ojos con una pequeña luz- perfecto, no hay ninguna muestra de conmoción...- indicó satisfecha recogiendo la tablilla en la que Lucía había estado escribiendo y la repasó- no hay fiebre, fantástico...- exclamó y, cerrándola de nuevo, miró a Jaime- ¿recuerda algo de lo que le ha ocurrido?- se interesó amena, él negó con la cabeza- bien, pues ha sufrido un grave accidente aunque ha tenido muchísima suerte y solo ha salido algo magullado además de con algunas costillas rotas y el peroné fracturado, pero han sido unas roturas limpias y pronto soldarán... lo más complicado ha sido su brazo, se ha partido el radio y ha desgarrado algunos músculos y nervios, pero hemos podido reconstruirlo con éxito y le hemos tenido que insertar un hierro para que la soldadura sea firme… siento mucho que sea el derecho pero tendrá que tenerlo inmovilizado un tiempo…- le explicó afable la doctora
 -No se preocupe doctora, Jaime es zurdo y no creo que tenga demasiados inconvenientes- aclaró resuelta Lucía, él sonrió ameno
-¡¡Ah, mira tú: como Héctor!!- exclamó espontáneamente Esther divertida por aquella otra similitud que el pequeño había heredado de su padre y Lucía le clavó tal mirada ofendida que su amiga al instante se sonrojó abochornada por su metedura de pata- Uy, lo siento- murmuró arrepentida pero Lucía la sujetó furiosa del brazo apartándola de ellos mientras seguía mirándola muy irritada.
Aunque la doctora no les hizo el menor caso y siguió hablándole desenfadada, Jaime, intrigado por aquella inesperada reacción de Lucía, se interesó más por la conversación entre ambas mujeres que por lo que la doctora le explicaba
 -Eres una bocazas Esther- le regañó muy molesta por aquel inoportuno comentario
 -He dicho que lo siento cielito, se me escapó- volvió a excusarse avergonzada Esther bajando disgustada la cabeza. Jaime aún se sintió más intrigado por aquel inesperado y enorme desagrado de Lucía hacia su compañera ¿quién sería ese tal Héctor que tanto le importunó a Lucía que su compañera nombrara?
-¿Siente alguna molestia o le duele algo?- expuso la doctora interrumpiendo su atención hacia la conversación que mantenían Lucía y su compañera
-¿Cómo dice?- expuso confundido pues no le había estado prestando atención, la doctora frunció desconcertada el ceño
-Vaya, parece algo aturdido...- expuso revisándole intrigada de nuevo los ojos- no sé si será mejor hacerle un tac craneal por si hay algún coágulo...
-No, que va- denegó sonriéndole tranquilizador- solo siento la cabeza algo embotada pero estoy muy lúcido, se lo aseguro- aseveró sereno pero la doctora seguía mirándolo muy dudosa- me llamo Jaime Ventura Casas, tengo 36 años que cumplí el 16 de Abril y vivo en Santa Mónica...¿lo ve? Estoy bien- aclaró desenfadado sonriéndole ameno
-De acuerdo, le creo- exclamó más serena también sonriéndole satisfecha- bueno, pues entonces vamos a subirle ya a planta- se sonrieron amables y la doctora se volvió hacia Lucía- prepáralo todo y que lo suban de inmediato; mantenle vigilada la temperatura y si tiene alguna, aunque sean décimas, ya sabes: me avisas urgente- le indicó amistosa y Lucía asintió con la cabeza- vamos Esther, te necesito en la 310- repuso saliendo de la habitación seguida de Esther dejándolos solos de nuevo. -Ahora debo irme pero pronto vendrán a buscarte y nos veremos en planta ¿de acuerdo?- expuso cariñosa y él le sonrió animoso- ¿Necesitas algo antes de que me vaya?- “sí, que te quedes a mi lado y no vuelvas a irte nunca más” pensó ansioso pero negó con la cabeza- Está bien; si necesitas algo toca el timbre y alguien vendrá de inmediato- avisó amable acercándose a la puerta para irse -¡¡Lucía!!- la llamó en un gesto desesperado de poder retenerla un poco más allí, ella se volvió dedicándole una de aquellas hermosas sonrisas que a él encandilaban- Me alegró mucho volver a verte de nuevo- expuso agradado
-Y a mí a ti; a pesar de haber sido en estas circunstancias- aclaró sonriéndole dulcemente y se fue; él se quedó mirando la puerta por donde había desaparecido mientras sonreía feliz. Dios santo, era ella ¡¡Su Lucía!! ¡¡Su adorada Lucía!! por fin la había encontrado, y estaba aún más bella que lo que recordaba… ¿Cuántas veces había soñado con aquel momento? ¿Cuántas veces le rogara a Dios poder encontrarla? Innumerables, pero por fin sucedió...
-Gracias Dios mío, muchísimas gracias- murmuró emocionado mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y se quedó de nuevo dormido.
Estaba envuelto en una espesa bruma que no le permitía ver nada ni siquiera moverse, sentía la mano de Lucía sujeta a la suya pero se le escurría poco a poco; apretó más su mano sujetándosela con fuerza pero irremediablemente su mano se resbalaba, Lucía se alejaba de nuevo, se le iba de entre las manos, volvía a perderla…
-No, no… no te sueltes- clamó angustiado apretando aún más sus dedos en torno a la mano de Lucía en un vano intento de sujetarla pero ella se soltó finalmente y él se despertó de un sobresalto tomando una profunda y agónica bocanada de aire extremadamente necesaria para sus pulmones como si hubiera estado un buen rato sin respirar y de pronto se encontró con el precioso rostro de Lucía cuyos dulces ojos lo miraban preocupados
 -¿Estás bien?- preguntó inquieta, él sonrió tranquilizador
-Sí, solo era una pesadilla- respondió suspirando profundamente; ella le sonrió tierna
 -No te inquietes, es muy normal tener sueños extraños e incomprensibles después de la anestesia- explicó dulcemente mientras cambiaba la botella de suero, él la miró encandilado: estaba preciosa, en aquellos años aún se había puesto más hermosa de lo que ya era. Ella se volvió de nuevo y sus miradas se encontraron, se quedaron unos instantes mirándose fijamente a los ojos hasta que ambos se sonrieron y ella empezó a revisarle los vendajes; aún a pesar de los guantes de látex, les ardía la piel al contacto del otro- todo está bien, no has sangrado casi nada- expresó complacida mientras él seguía mirándola hechizado, sentir sus tersas y suaves manos sobre su piel aunque fuera a través de los guantes le era algo sumamente reconfortante
 -Así que ahora eres enfermera- comentó desenfadado
-Sí… Eso parece- bromeó amena y se rieron entrañables; él no podía dejar de mirarla, seguía teniendo la sonrisa más bella del mundo, parecía iluminar todo a su alrededor
-¡Que casualidad ¿no?! Venir a encontrarnos aquí después de tanto tiempo sin saber de ti
-Cinco añitos- respondió resuelta recordando la edad de Héctor y se mordió el labio al instante por su indiscreción
-Exacto, cinco años- recalcó él también como si los llevara contando minuto a minuto y se volvieron a quedar mirándose fijamente a los ojos unos instantes- ¿Sabes que estás muy bonita? Aunque parezca increíble porque ya eras preciosa, diría que aún más que antes- declaró cariñoso, ella sonrió sonrojándose levemente
-Gracias; también tú has mejorado mucho, te queda muy bien la barba- indicó agradada aunque su sonrojo se intensificó algo más, él sonrió agradecido
-¿Has encontrado al fin lo que tanto ansiabas encontrar?- le preguntó inesperadamente intensificando aún más su mirada en la de ella con aquellos profundos ojos negros que parecían traspasarla, Lucía tragó nerviosa saliva
-Todo va perfecto, procura no moverte y mucho menos el brazo; si necesitas algo o te duele, pulsa el timbre y vendré en seguida- expuso resuelta evitando contestar su pregunta y, recogiendo la bolsa de suero vacía, intentó escabullirse de la habitación
-¡Lucía!- la detuvo ansioso cuando ya alcanzó la puerta, ella se detuvo pero no se volvió a mirarlo- Ya van dos preguntas que evitas descaradamente contestarme- le reprochó mordaz, ella cerró los ojos sintiéndose atrapada- ¿lo has encontrado?- insistió rotundo; a ella la imagen de Héctor le vino al instante la mente: su linda carita, sus preciosos ojitos tan grandes y expresivos, su linda sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor... él lo era todo para ella, llenaba su mundo y era sumamente feliz desde que había nacido…
 -Sí- respondió apenas en un murmullo pero muy rotunda y salió del cuarto. Él dejó caer abatido su cabeza contra la almohada. No era la respuesta que le había gustado escuchar- ¡¡Oh Dios, que susto me ha dado!!- la oyó estremecerse junto a la puerta, aunque intentó averiguar con quien se había tropezado, no lograba verle pues estaba oculto tras la pared- ¿qué hace aquí?
 -Esa no es la pregunta Lucía...- escuchó la voz fuerte de un hombre- La pregunta es: ¿Qué haces tú aún aquí? ¿No estarás haciendo de nuevo la locura de un doble turno seguido, verdad?- regañó duramente aunque su voz sonó inquieta
-No, que va; solo me retrasé esperando que el paciente despertara- se defendió presurosa como una niña al ser regañada por su padre; a Jaime le comía la curiosidad por saber quien era aquel hombre que parecía tan preocupado por Lucía pero no lograba descubrirlo; seguía oculto a su visión, solo podía ver a Lucía que ella sí estaba ante la puerta
-¿Y ya lo ha hecho? ¿Cómo está?- se interesó algo más calmado
-Bien, despertó tranquilo y no tiene fiebre ni dolor- explicó más animada
-¿Y respira bien? ¿Ha tenido tos, esputos o muestras leves de sangre?- volvió a interesarse muy profesional
-No, todo va perfecto
-Pues entonces para casa Lucía; llevas aquí más de 12 horas y debes descansar- volvió a ordenar tajante- venga, ve a cambiarte; yo también me voy ya y puedo acercarte a casa
-No es necesario, doctor...- iba a denegar agradecida
 -He dicho que te llevo a casa y no hay vuelta de hoja ¡Venga, a cambiarte, vamos!- la interrumpió autoritario y ella obedeció sin rechistar
Mientras revisaba las últimas anotaciones de sus compañeras en las tablillas sobre el mostrador del puesto de enfermeras, vio llegar a los padres de Jaime. También venía Clara con ellos; despampanante y hermosa como siempre, caminaba algo más adelantada que ellos con su clásica forma de andar altanera y poderosa. Las piernas le temblaron del nerviosismo al verlos aproximarse, aún no estaba preparada para enfrentarlos pero, gracias al cielo, encontraron la habitación sin necesidad de preguntar en el puesto de enfermeras
 -Debe ser la familia ¿no?- la sobresaltó la doctora a su lado haciendo que se le cayera la carpeta que sostenía en las manos, la miró conmovida- Lucy, debes calmarte de una vez o acabarás cometiendo algún error
-No, estoy bien; solo es que no la oí acercarse- respondió sonriendo amena- Y sí, son sus padres: Marisa y Héctor; muy buenas personas- le contestó en tono muy bajo
-Pues entonces vamos a hablar con ellos y podremos irnos a casa- Lucía la miró asustada y nerviosa -¡¿Yo tengo que ir?!- exclamó aterrada, la doctora la miró reprochadora de nuevo- por favor doctora Arteche, con los padres no… aún no estoy preparada, se lo suplico…- rogó angustiada, la doctora la miró de arriba abajo, ya se había quitado el uniforme dispuesta a marcharse
-¿Ocurre algo? Te estoy esperando Lucía- apareció ante ellos el doctor Martínez, la doctora Arteche y él se miraron unos segundos a los ojos
-Está bien, puedes irte- resolvió finalmente la doctora Arteche y Lucía respiró tranquila- y espero que para tu próximo turno estés más calmada; comprendo tu situación con ese paciente, pero desde que llegó estás en una tensión de nervios que puede llevarte a cometer errores y eso no puede ser ¿entendido?- ordenó rotunda
-Gracias- le contestó agradecida sonriéndole dulcemente y, junto al doctor Martínez, se dirigieron a los ascensores.
 -¡Oh Jimmy! ¡Que susto nos diste, amor!- le decía amorosa Clara sentada en la cama junto a él tomándole la mano sana; lo besaba tierna en los labios repetidamente aunque él estaba más atento al pasillo interesado en ver pasar a Lucía- ¿estás bien amor? ¿Te duele algo?- pero él seguía sin contestar; de pronto la vio pasar y sus tripas se retorcieron rabiosas al ver cómo un hombre alto de pelo entrecano iba con ella posando suavemente una de sus manos en la espalda de Lucía; ella no pudo evitar mirar hacia dentro del cuarto al pasar y su mirada se encontró unos breves segundos con la de Jaime hasta que Clara volvió a besarlo en los labios interponiéndose entre ellos. Raudo, Jaime la esquivó pero Lucía ya había desaparecido
-¡¡Para ya, déjame en paz; no seas pesada!!- la rechazó bruscamente fastidiado por su intromisión, ella se quedó fría por su desaire
-Vaya humor hijo ¿te pasa algo? ¿tienes molestias?- se interesó cariñosa su madre pero él solo resopló hastiado. ¡Qué podía contestar? ¿qué le había sentado muy mal  y le había dolido terriblemente aquella respuesta de Lucía? ¿saber que encontrara aquello que tanto ansiaba y qué le comía la curiosidad por saber que era aquello tan especial que encontrara y él no supiera darle? ¿O qué su malestar se acrecentara al verla irse con aquel hombre y quién rayos sería? ¿O que Lucía pudiera haber visto como Clara lo besaba y eso lo sacó completamente de sus casillas?
-Buenos días- saludó la doctora sonriendo amablemente
-¿Cómo está doctora?- se interesó su madre preocupada
-Bien, todo salió muy bien, no se preocupe; tuvo muchísima suerte no lo vamos a negar, fue un accidente terrible, pero se saldó con algunas buenas magulladuras sin daños internos; la peor parte se la llevó su brazo derecho… le fue rasgado por uno de los hierros del vehículo y tuvimos que recomponérselo pues estaba bastante dañado: pero creo que hemos realizado un buen trabajo y no perderá movilidad alguna en él ¿lo ve? Tiene sensibilidad en todos los dedos...- explicó pinchándole suavemente las yemas de los dedos del brazo vendado que reaccionaron al instante- así a todo le hemos ajustado un hierro para inmovilizarlo totalmente hasta que suelden los huesos; luego se le retirará…
 -¡Oh, gracias a Dios!- dijo su madre más tranquila acariciándole tiernamente la mejilla, él le sonrió amoroso
-Estoy bien mami, deja de preocuparte por favor- le habló tierno besándole cariñoso la mano -¿Cuánto tiempo tendrá que estar inmovilizado e ingresado doctora?- preguntó Clara
 -Inmovilizado no podría decirle, según como vaya recuperándose el paciente ya que no todo el mundo tarda lo mismo; pero aquí ingresado lo tendremos un par de días más, a lo sumo una semana; debemos vigilar que no se infecte la herida y que no haya ningún contratiempo con la operación… -¿Nos lo podríamos llevar de vuelta a casa?- preguntó Clara interesada interrumpiendo a la doctora- te trasladaremos a una clínica privada en ambulancia y te mantendrán en vigilancia durante todo el trayecto cielo- expuso melosa intentando besarle los labios
-Estate quieta, Clara- murmuró rotundo esquivándola raudo evitando aquel contacto; si antes le costaba quererla, ahora que había vuelto ver a Lucía se le hacía insoportable su contacto
 -Bueno… si es lo que desean… supongo que no habrá ningún problema- balbuceó confundida la doctora por su prisa por llevárselo y aquel gesto tan déspota del paciente- Aunque no comprendo a que viene la prisa la verdad, estamos hablando de cómo mucho cinco días y…- añadió incomprensible
-Pues decidido, nos lo llevamos- volvió a interrumpirla rotunda Clara sin atender a las explicaciones de la doctora, acarició amorosa el rostro de Jaime- verás como en casa te recuperas mucho mejor mi amor
-¡Te he dicho que te estés quieta joder!- se quejó bruscamente evadiendo despótico su caricia- y no voy a ir ningún lado Clara, así que cállate de una vez- reclamó irritado
-¡Que humor, chico!- protestó molesta ante su nuevo desaire
 -¡Uff, siempre igual; tú y esos arranques hijo mío!- le reprochó tierna su madre aunque movió desconforme la cabeza
-Es que está disponiendo en algo que no le concierne mamá- se defendió mirándola dolido por su reclamo- Yo soy el paciente ¿no? Y yo decido: la doctora Arteche fue la que me operó y sabe cómo debe ser mi recuperación… así que me quedo; una semana, dos o las que hagan falta- repuso tajante -Pero, cielo…- protestó Clara pero él le lanzó una mirada irritada que la calló de inmediato
-Yo estoy completamente de acuerdo contigo hijo- lo apoyó contundente su padre y él le sonrió complacido
-Entonces decidido: me quedo en sus manos doctora, me encontraré más tranquilo- aclaró rotundo -Pues sigo diciendo que…- siguió terqueando Clara
-¡Me importa una mierda lo que tú digas; así que cállate ya Clara!- clamó irritado y se echó al instante la mano sana al brazo herido- ¡Ay Dios!- exclamó con gesto dolorido
-¿Le está doliendo?- se preocupó la doctora al verlo realizar aquel gesto
-Empieza a doler un poco…- masculló entre dientes con gran gesto de dolor de su rostro, la doctora lo miró a los ojos percibiendo el movimiento involuntario y nervioso de sus pupilas
-Debe tranquilizarse, está muy alterado y no debe ponerse así, eso no es bueno para usted en estos momentos; recuerde que apenas hace un par horas que ha salido del quirófano y no fue ninguna broma su operación- expuso percibiendo el disgusto que tenía contra aquella mujer pelirroja- le voy a administrar un analgésico y quiero que descanse y sobre todo se tranquilice, si no lo hace… prohibiré las visitas estos dos primeros días de post operatorio- habló tajante mirando a los ojos de Clara que entrecerró los suyos en plan desafiante- ya lo sabe: o descansa y se tranquiliza, o no hay visitas- remarcó autoritaria haciendo caso omiso a la mirada de Clara- Y ya me dirá que decide hacer con lo de su traslado pues debo prepararle los papeles…- añadió dirigiéndose a la puerta
 -No hay nada que decidir doctora, me quedo- contestó de nuevo rotundo y se sonrieron complacidos -No sé a qué viene esa terquedad, allá estarías mucho mejor- protestó molesta Clara- podemos contratar al mejor traumatólogo y…
 -¡¡Que no me voy Clara; déjame en paz de una puñetera vez, por favor!!- bramó enfurecido
-Cálmate hijo, ya acabas de oír a la doctora- le recomendó tierno su padre
-¡¡Es que me saca de mis casillas papá!! ¡¿No la estás oyendo?! ¡¡Deja de querer gobernar mi vida Clara!! ¡¡Me quedo y punto!!- clamó irritado mirándola déspota y ella lo miró dolida- No me mires así que sabes que tengo razón, ya no solo es en esto, últimamente estás tomándote unas libertades que no te corresponden- le reprochó mirándola desdeñoso; desde que se habían acostado juntos, las cosas entre ellos cada vez iban a peor… pero tanto en su relación como en el trabajo. Clara parecía que, por haberse metido en su cama, ya podía entremeterse en el resto de su vida
 -¿Cómo cuáles?- increpó irritada mirándolo desafiante- ¿Cómo decirte que no era conveniente que hicieras este viaje tras irte al norte, por ejemplo? ¿Y mucho menos conduciendo tú? ¿Y me he equivocado Jaime?- instó vanidosa, él apretó furioso sus mandíbulas
-No tendría que haber ido al norte si tú hubieras hecho bien tu trabajo- reclamó irritado
-¡¡No me culpes a mí, bien podría haber venido yo a la capital; no sería el primer ni el último trato que realizo!! ¡¡Pero cualquiera te dice eso a ti; estás obsesionado!! ¡¿Crees que vas a...?!
-¡¡Cállate!!- gritó interrumpiéndola tajante mirándola con ojos furiosos, Clara apretó sus labios callándose incómoda
-Hijo, por Dios bendito ¿quieres calmarte?- indicó inquieta su madre
-Es que no puedo mamá, Clara está confundiendo las cosas y tomándose unas libertades que no vienen a cuento- expuso mordaz mirando punzante a Clara- sabes que no me refiero solo a esto; te llevo avisando días que te estás pasando, llevas tiempo intentando cambiar mi vida y mi entorno; estás entremetiéndote en cosas que no son de tu incumbencia y vamos a acabar muy mal, Clara… Así que, mejor te vuelves ya; tienes que preparar ese contrato que no puede esperar a mi regreso- resolvió rotundo
-¡¡Pero Jimmy…!!- protestó ella violentamente
-¡Que no quiero escucharte más Clara!- recalcó enérgico- ¡¡Te regresas de inmediato!!
-Jaime, hijo…- intentó intermediar cariñosa su madre
-Por favor mamá, no te metas… Además, aquí ella no pinta nada- añadió despreciativo y el rostro de Clara se encogió en un terrible gesto de dolor
-Jaime...- murmuró conmovida su madre mirándolo reprochadora
-No me hagas esto Jaime, creo que no merezco que me trates así- murmuró dolida Clara y él la miró apesarado
-Perdóname Clara- expresó arrepentido- pero sí te lo mereces y te llevo algún tiempo avisando: no me gusta que decidas por mí y te lo tengo dicho; no eres mi madre ni mi esposa ni creo haberte dado autoridad para inmiscuirte en mis asuntos personales, pero tú no haces ni el menor caso- reprochó molesto aunque más suavemente, ella apretó dolida sus labios
-¿Y mucho menos soy ella, verdad?- expuso sarcástica mirándolo ofendida
-No empieces Clara- avisó templado aunque la miró desafiante
-Eres un imbécil si te crees que me engañas como al resto- exclamó asqueada- ¡¡Sé muy bien por qué siempre quieres tú venir a la capital!! ¡¡Pero no te servirá de nada ¿me oyes?!! ¡De nada!! ¡¡Esto es enorme y no vas a encontrarla; nunca darás con ella; olvídala de una puta vez Jaime!!- le increpó hiriente mirándolo vanidosa y eso hizo que Jaime volviera a perder los estribos
 -¿A quién andas buscando cielo?- expresó curiosa su madre al oír a Clara
-¡¿Ves como no tienes ni puta idea de lo qué hablas estúpida entrometida?!- bramó altanero sin atender a la pregunta de su madre, Clara abrió pasmada aquellos grandes ojos color esmeralda
-¡¿La has encontrado?!- exclamó sobrecogida
 -¡¿A quién?!- insistió intrigada Marisa
 -¡¡A nadie mamá!!- respondió raudo aunque sin apartar sus ojos de Clara- ¡¡No entiendes nada y me tienes ya más que harto, Clara!! ¡¡solo por echar un par de polvos te crees ya con derecho a mangonear a tu antojo mi vida y no es así!! ¡¡No te entra en ese cabezón que tienes que solo fuiste eso Clara, simple y llanamente un desahogo sexual, nada más; nunca te prometí nada, nunca te propuse lo más mínimo para que te entrometas en mi vida de la manera que lo haces últimamente!!- le reprochó hiriente y ella lo miró dolida
-¡¡Jaime!!- le recriminó contundente su madre, y él apretó abochornado sus labios; no había querido decir aquello delante de sus padres, pero Clara lo sacaba de quicio de manera espectacular últimamente
 -¡Uy, parece que nos hemos despertado de mal genio ¿eh?!- bromeó chistosa Esther entrando en aquel momento- No se lo tengan en cuenta, a veces la anestesia los pone muy irritables- interfirió amable acercándose a la cama y le dio un vasito con dos pastillas dentro acercándole el agua de la mesita. Él se las tomó sin preguntar ni comentar nada
-No solo es la anestesia, este hijo mío tiene un genio de mil demonios y una lengua que a veces no sabe controlar- expuso amistosa Marisa, Jaime le sonrió dulcemente a su madre
 -¡Vaya como Héctor también! No si hay cosas que…- exclamó deleitada y sin pensar mientras revisaba el gotero, pero la mirada intensa y profunda que Jaime le clavó la enmudeció al instante; nuevamente había nombrado a ese tal Héctor y volvía a hacerlo de una manera extraña, como comparándolos a ambos…- bueno, esto ya está; ahora a portarse bien e intentar descansar ¿vale?- dijo resuelta y salió del cuarto
-Será mejor que te dejemos solo e intentes dormir hijo- resolvió cariñoso su padre besándolo tierno en la frente
-Sí, será lo mejor- indicó él y miró a Clara- perdóname Clara, pero compréndelo de una vez: aquí ya está mi madre y a ti te necesito más en la oficina poniendo al día esos contratos; necesitamos cerrar cuanto antes esa fusión y ponerla a rendir de inmediato- explicó más amable
 -Está bien Barrabás, descansa y ya hablaremos sobre eso ¿de acuerdo?- respondió ella besándolo cariñosa en la frente
-No hay nada más que hablar, quiero que regreses- insistió tercamente, ella sonrió dulcemente moviendo desenfadada la cabeza y se marchó en compañía de los padres de Jaime.

No hay comentarios:

Publicar un comentario