miércoles, 22 de abril de 2015


    Mientras Lucía servía la cena, Jaime se dio una ducha rápida sintiéndose más tranquilo y animado recordando los ojos enamorados y aquella dulce sonrisa con que Lucía lo había recibido; su Lucía había regresado, fuera lo que fuera lo que la tuviera de aquella manera aquellos días atrás, parecía haber pasado. Cenaron entre dulces sonrisas y tiernas caricias y aquel romántico juego los fue encendiendo ardientemente. No sabía si era producto de que no estaba acostumbrada a beber vino y aquel delicioso tinto que él había escogido estaba realmente bueno; o que llevaban días sin tener relaciones porque a ella últimamente no le apetecía; o de que ya estaba tocando su libertad con las puntas de sus dedos... pero aquella noche estaba deseosamente impaciente. De pronto lo sujetó decidida de la nuca y profundizo avariciosamente apasionada aquel beso que se daban tomándolo por sorpresa aunque Jaime respondió al instante a aquella entrega ansiosamente desesperada. Sin detener aquel sabroso beso que les estaba sabiendo a gloria, Lucía se levantó sentándose sobre sus piernas a horcajadas estrechándose ansiosa contra su cuerpo, pidiendo codiciosa más y excitando tremendamente a Jaime con aquellos inesperados y ambiciosos reclamos después de tanto tiempo esquivándolo. Deslizó despacio sus manos por sus muslos bajo aquel vaporoso vestido en una suave caricia provocando que la piel de Lucía ardiera a su contacto, exaltándola y excitándola al máximo. Arrebatada, se deshizo del vestido quedando totalmente desnuda ante sus ojos enloqueciéndolo definitivamente. Atrapó de nuevo aquella deliciosa boca y, devorándose ya impacientes de deseo, se levantó llevándola bien sujeta por las nalgas y se dirigió apresurado al dormitorio. Intentó seguir con sus caricias dedicándole un tierno y esmerado preludio, pero ella ya estaba demasiado inflamada de pasión y deseo, e impaciente se subió sobre él embistiéndose rápida y hábilmente en su pene soltando un profundo gemido de placer mientras cerraba los ojos gratamente complacida de sentirse ensamblada al fin en él
 -¡Dios mi niña!- exclamó exhalando un gozoso suspiro que le salió a Jaime desde lo más profundo de sus entrañas al sentirse tan impetuosamente introducido dentro de ella. Lucía abrió sus ojos y, mirándolo encantadoramente ardiente, sonrió satisfecha y empezó a besarlo despacio pero intensamente por el cuello y su pecho mientras se movía cautelosa sobre él; aquella hermosura sabía cómo moverse para llevarlo hasta lo máximo del deleite y volverlo loco. Sus bocas se encontraron fundiéndose en una pasión encrespada. Se incorporó sentándose sobre la cama y cambió su deliciosa boca por uno de aquellos apetitosos senos enloqueciendo aún más a Lucía, que ahora se movía más ambiciosa buscando el goce total. Se entregó a él como hacia mucho tiempo no lo había hecho. Jaime, enloquecido de tanta entrega, gemía apasionado mientras ella se estremecía de placer entre sus brazos asiéndose exaltada a él como un náufrago se agarra a una tabla en medio del mar. Absorbidos por el placer y delirantes de goce, llegaron a la cúspide de la gloria. Se estremecían y jadeaban al tiempo que sus cuerpos recibían una descarga de gozo y deleite que los dejó exhaustos, complacidos y satisfechos. Él la abrazó con fuerza contra su cuerpo besándola mimoso en el hombro mientras ella, aún sentada sobre él y sintiendo aún su miembro dentro, apoyaba dulcemente su cabeza sobre su hombro.
-¡Dios, mi vida! Hacía tiempo que no te entregabas así, voy a tener que darte más a menudo un poco de vino con las cenas- bromeó susurrándole amoroso al oído, ella sonrió encandilada- te quiero tanto mi amor, que ya no concibo mi vida sin ti a mi lado- declaró sinceramente apasionado; Lucía cerró los ojos intentando contener las lágrimas que afloraron en sus ojos; lo malo de su huida era dejarlo atrás, le dolía terriblemente
-No digas eso Jaime- expresó en un susurro ahogado por el inmenso nudo que se cernió en su garganta al escucharlo
-¿Por qué mi niña? Si es completamente cierto: mi vida ya no tendría sentido si me...- Lucía atrapó rauda su boca callándolo; no podía seguir escuchando aquello o las pocas fuerzas que había juntado para dar el paso que al día siguiente pensaba dar, se esfumarían
-¿Sabes que te amo, verdad? ¿Qué te amo con locura?- expresó plenamente sincera acariciándole tierna las sienes, él sonrió deleitado
-Claro que lo sé mi amor; como tú sabes que eres mi reinita, la única dueña de mi corazón y de mi alma- declaró sincero y apasionado, ella lo besó entregándole todo el amor que sentía por él. Jaime le respondió satisfecho, también poniendo todos sus sentimientos en aquel beso romántico, sereno y plácido en el que se entregaban completamente. Se dejaron caer sobre la cama sin dejar de besarse. Se abrazaron felices y Jaime se durmió esbozando una dichosa sonrisa. Lucía se quedó mirándolo fijamente, quería llevar bien memorizada en su mente cada pliegue de su cara al sonreír, cada lunar, cada pequeño matiz de aquel atractivo rostro. Le acarició amorosa mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, triste y abatida se durmió llorando en silencio abrazada a él.
La despertó, como todas las mañanas, con un suave beso en los labios
-Vamos cielo, ya son horas o llegarás tarde- le avisó paternal, Lucía le sonrió encandilada por su ternura de siempre y él se la devolvió lleno de amor. Observó sin moverse de la cama como se vestía la chaqueta del traje que era lo único que le faltaba ya para estar preparado- Yo ya me tengo que ir ¿no te vayas a quedar dormida de nuevo, eh?- bromeó regresando a su lado y la besó apasionado, ella le correspondió entregándole todo el amor que se iba a llevar dentro y sentía necesidad de demostrárselo ansiosa- ¡Ey, gatita! ¿Qué te pasa ayer y hoy? ¡Me vas hacer perder la cabeza y me tengo que ir!- repuso divertido sonriéndole dichoso, ella también sonrió dulcemente y lo oyó marcharse. Sin poder remediarlo, rompió a llorar amargamente sobre la almohada hasta desahogarse. Luego, más resuelta y decidida, se levantó, se duchó y, después de vestirse unos vaqueros con un grueso jersey de lana, se fue a la oficina.
-Buenos días- le dijo Helena entristecida- ¿de verdad que te vas a ir hoy?- sus ojos se llenaron de lágrimas
-No vayas a llorar, Helena…No me lo hagas más difícil, por favor- suplicó apesadumbrada dirigiéndose a la oficina del jefe, llamó a la puerta y esperó permiso
-Pasa Lucía... siéntate, ya tengo todo listo- dijo entristecido mostrándole una carpeta- Aquí tienes, léelos a ver si estás de acuerdo- ella le obedeció
 -El finiquito está mal- repuso asombrada de la cantidad
-Te lo mereces, has hecho mucho por esta compañía… ¿estás segura de lo que haces Lucy?- insistió esperanzado, ella le sonrió y afirmó con la cabeza- Está bien, aquí tienes tu cheque entonces- suspiró derrotado, Lucía lo recogió y se lo guardó en el bolso- Que tengas mucha suerte Lucy; si decides volver, aquí siempre te estaremos esperando- le ofreció amistoso la mano que Lucía le estrechó sonriéndole amable
-Hola Lucía, que temprano vienes hoy- la saludó amistosamente el cajero del banco sonriéndole cordial
-Hola Mario- le correspondió sacando el cheque del bolso y una tarjeta de crédito de su cartera- Quiero abrir una nueva cuenta con este dinero y anular esta tarjeta- él recogió ambas cosas y observó el cheque
-Un buen pico ¿a tu nombre solamente?- ella asintió con la cabeza y el hombre comenzó a teclear en el ordenador hábil y rápido- ¿Quieres una tarjeta nueva?- ella negó con la cabeza y siguió tecleando, al poco rato le entregaba unos papeles que ella firmó devolviéndoselos. Le entregó la libreta de cuenta corriente y le sonrió amistoso- Pues ahí tienes, y también ya está anulada esta tarjeta ¿necesitas algo más?
-No, muchas gracias Mario; que tengas un buen día- repuso guardándoselo todo en el bolso
 -Tú también preciosa- le respondió mientras ella ya salía de la sucursal. Regresó a casa, sacó su maleta del altillo del armario y guardó en ella casi toda su ropa, también metió todas sus cosas de aseo y maquillaje en el neceser de viaje y dejó ambas valijas a lado de la mesa del comedor, se dirigió al salón sentándose en el sofá y se quitó el anillo de compromiso mirándolo fijamente durante unos segundos; lo apresó fuertemente en su mano, recogió el bloc de notas que había junto al teléfono y empezó a escribir…
                           “Jaime amor mío, sabes que te amo con locura… pero me voy, tengo que irme,
                           debo marcharme de aquí. No es culpa tuya, amor mío; tú no has hecho nada más
                           que darme amor a manos llenas y me has hecho sentir la mujer más feliz y más
                           amada del mundo. Soy yo; me siento atrapada en una vida que no es la mía, como
                           en una prisión, agobiada, me falta el aire. No soporto esta casa, esta ciudad, ese
                           trabajo monótono… todo me asfixia y siento un vacío dentro como si algo me faltara
                           y presiento que está ahí fuera esperándome y quiero encontrarlo, necesito hayarlo.
                            Sé que te hago muchísimo daño con este abandono, pero te quiero demasiado para
                           seguir así y acabar haciéndotelo aún más; no te mereces que te arrastre a este
                          infierno en el que yo vivo y espero me perdones algún día cuando comprendas que es
                          mejor así o acabaré haciéndote infeliz también a ti y no es justo.
                            Te quiero muchísimo, eso no lo dudes nunca; y eres demasiado bueno y honesto
                          para merecerte simplemente una nota, pero si te veo a los ojos, ya no podré irme.
                            Busca a alguien bueno como tú que sí merezca todo el amor que siempre entregas
                          y rehaz tu vida mi amor.
                            Te quiero, de verdad que te quiero con pasión, y me cuesta horrores dejarte, no te
                          puedes ni imaginar cómo me duele… pero me tengo que ir, no lo aguanto más.
                            Solo deseo que encuentres pronto a alguien que sí te merezca y haga que te
                           olvides de mí, aunque nunca logrará amarte más que yo porque eso es imposible.
                                                            Te quiere con locura: Lucía”
 Volvió a mirar fijamente el anillo atrapado aún en la palma de su mano y suspiró profundamente; lo posó sobre la nota y se levantó decidida recogiendo sus maletas y se fue sin mirar atrás; no quiso ni echar un último vistazo al lugar donde había sido la mujer más amada de la tierra durante aquellos dos años porque eso sería ver que Jaime y todo aquel amor que siempre le entregara, también se quedaba atrás perdido entre sus confusiones y agobios y temía le fallaran las fuerzas para irse. Sentada en la estación del tren, miraba pasar apurada a la multitud ante ella pero sin ver nada. Su cabeza no dejaba de pensar en Jaime mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas sin poder detenerlas.
 -¡Menuda cara nos traes hoy chico! ¡¿Qué?! ¡¿Ya vuelve a lucir el sol en ese paraíso tuyo?!- bromeó amena Clara entrando en el despacho de su compañero y observando el resplandeciente rostro de su amigo que le sonrió feliz
-Sí, fuera lo que fuese eso que turbaba a mi adorada Lucía, parece que pasó y todo vuelve a la normalidad; anoche preparó una cena especial y me esperaba realmente hermosa… ¡Y estuvo increíble Clara! ¡Mi chiquita es una gatita melosa y dulce que sabe cómo volverme loco!- expuso radiante aunque a ella sus palabras le destrozaban el corazón
-¡Vale ya! ¡No entres en detalle, por Dios te lo pido!- expuso guasona aunque deseaba gritarle que se callara, que le estaba haciendo demasiado daño; él rió pletórico de felicidad
-Deberías enamorarte Clarita, es algo maravilloso- comentó apasionado y Clara sonrió abatida; ya lo estoy Jaime, pero para mí no es tan maravilloso, pensó afligida- Dame un minuto que voy a llamarla que ya es la una y nos vamos a comer ¿de acuerdo?- expresó entusiasmado y ella asintió con la cabeza saliendo del despacho.
Le sonó el móvil en el bolso, suspiró angustiada sabiendo de antemano quién era. Lo recogió y vio la pantalla: Jaime. Estaba tentada a responder para oír al menos por última vez su melosa y dulce voz que siempre la acariciaba con tremendo amor a través del teléfono cuando, por los altavoces, anunciaron su tren. Se levantó, tiró el móvil a la papelera y se fue al andén 3. Se sentó en su asiento, clavó la mirada por la ventanilla y lloró todo el trayecto sin poder detener las lágrimas. Cuanto el tren más se alejaba de la ciudad, más se le oprimía el corazón pero ya no había vuelta atrás.
Jaime ya estaba más que inquieto, era la tercera vez que intentaba contactar con Lucía pero el teléfono sonaba incesante sin respuesta; cortó la llamada del móvil y volvió a marcar
 -¿Helena? Soy Jaime ¿dónde anda Lucía?
-No lo sé- respondió con voz apagada y triste alertando a Jaime
-¿Cómo qué no? ¿Acaso pasó algo?- interrogó impaciente, ahora ya estaba asustándose de verdad -¿Pero es que no lo sabes, Jaime? Lucía dejó el trabajo hoy
-¡¿Cómo?!- exclamó atónito-¡¿Por qué?!
-Yo que sé, a mi no me preguntes- respondió anonadada de que él no supiera nada. Jaime cortó la llamada sin esperar más e insistió en el número de ella, pero siguió sin respuesta. Recogió de un manotazo la chaqueta del respaldo y salió de la oficina a toda prisa
 -¡Ey ¿a dónde vas?! ¡¿No íbamos a comer juntos?!- preguntó pasmada Clara cuando se la cruzó en el pasillo camino de los ascensores, se le veía nervioso y muy inquieto
-¡Me voy a casa! estoy llamando a Lucía y no me contesta- contestó desesperado apretado repetidamente el botón del ascensor
-Pero hombre ¡Válgame Dios! ¡Estará ocupada en el trabajo; no seas histérico!- expresó tranquilizadora
-No, se ha despedido esta mañana sin decirme nada…- aclaró inquieto y la miró apesarado a los ojos- sabía que algo le sucedía pero no quise preguntar…Tengo que ir a casa, Clara; compréndelo- indicó ansioso
-Sí, claro… Ve tranquilo; pero verás como no será nada…- respondió resuelta pero él ya entraba en el ascensor pulsando repetidamente el botón como si así fueran a cerrarse antes las puertas.
 Seguía insistiendo con el teléfono por el camino sin obtener ninguna respuesta, conduciendo desesperado por la ciudad, esquivando a un lado y a otro al resto de los vehículos. Frenó en seco delante del portal subiendo ansioso en el ascensor. Entró apresurado en la casa. La llamó con desesperación al tiempo que recorría cada habitación en su busca. Todo estaba en orden y ni rastro de Lucía. Volvió a probar suerte con el teléfono, esta vez sí descolgaron
 -¿Lucía mi amor, eres tú?- dijo afanoso
 -No, no soy Lucía; yo me llamo Lara- le respondió una voz de niña dejándolo desconcertado- el teléfono estaba sonando tirado en la papelera y, aunque mi mami me dice que no se cogen las cosas de la papelera, lo recogí…
 -Muy bien, bonita; esta vez has hecho bien… ¿Dónde estás?
-Aquí, con mi mami, en la estación del tren; estamos esperando a mi papá que viene de…- pero Jaime colgara ya. Confuso y desorientado, se dejó caer en el sofá. No entendía nada… ¿el teléfono tirado en la estación del tren? ¿Qué hacía el teléfono de Lucía en la basura? De repente abrió aterrado los ojos ¡¡Oh, Santo Dios!! ¡¿La habrían asaltado y deshecho de sus cosas después en la estación?! ¡¿Y dónde estaba ella?! ¡¿Estaría tirada en cualquier lugar lastimada o herida?! Se angustió y nervioso se pasó los dedos entre su pelo mesándoselo inquieto. Entonces sus ojos se encontraron con el anillo sobre la nota. La recogió raudo y empezó a leerla aunque no la entendía, su cabeza no quería entender lo que allí ponía, la volvió a leer de segundas. Se quedó mirándola con los ojos abiertos como platos y la volvió a leer una tercera vez negando rotundo con la cabeza. No se podía creer lo que estaba leyendo e insistió nuevamente repasándola más despacio. La estrujó desesperado con su mano mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Le sonó el móvil y apuró a responder
 -¡¿Lucía, eres tú?!- preguntó desesperado
-No, soy Clara… Ya veo que no la has encontrado- repuso preocupada
-Más o menos- respondió hundido
 -¿Qué ocurre, Jimmy?- estaba asustada
- Se fue, Clara; mi amor se fue- declaró y su voz se entrecortó de angustia
-¿A dónde?- exclamó asombrada
-¡¡No lo sé Clara!! ¡¡Solo sé que se fue… que mi Lucía se fue!!- increpó desolado mientras rompió a llorar abatido sin apartar sus ojos del anillo aún sobre la mesita- Se ha ido y me ha abandonado Clara… a lo que más miedo le tenía, ha sucedido finalmente y Lucía… mi Lucía se fue...- murmuró con voz angustiosa y desesperada
 -Ahora mismo voy para allá; espérame Jaime, no se te ocurra moverte de ahí- indicó presurosa y cortó la llamada; Jaime se quedó con el teléfono en la mano, inmóvil y llorando completamente abatido y derrotado.
Cuando llegó al apartamento, se encontró la puerta abierta de par en par y lo vio sentado en el sofá completamente ido mirando fijamente el anillo mientras sostenía en su mano derecha un papel estrujado y el teléfono en la otra. Verlo tan hundido le dolió terriblemente. Entró y cerró despacio la puerta tras de sí, él ni se inmutó. Se dirigió a su lado y se sentó acariciándole suavemente la espalda. Entonces la miró con los ojos perdidos en el dolor y enrojecidos de las lágrimas, sintió tanta congoja por verlo sufrir así que se le rompió el alma; Jaime se abrazó con desesperación a ella.
-Tengo que encontrarla Clara o me moriré sin ella, mi vida no tiene sentido sin mi Lucía- exclamó afligido sin cesar de llorar desolado
 -Tranquilízate corazón, por todos los santos… Ella no pudo irse así como así Jimmy, tiene que haber alguna explicación- intentó consolarlo, él le entregó la nota que seguía estrujando en su mano y la leyó despacio quedándose atónita- Esto es imposible… Pero alguien sabrá a dónde habrá ido ¿no?- indicó esperanzada mirándole a los ojos- ¿y sus padres cielo?
-No tiene- contestó con voz apagada y ronca de llorar
-Pues algún amigo… tendrá amigos ¿no?- siguió exponiendo alentada
-A la que le contaba todas sus cosas e intimidades es a Helena, su compañera de trabajo, y ella no sabe nada.
-Bueno, tranquilo… La ciudad no es tan grande… La encontraremos
-Cogió un tren hacia sabrá Dios dónde Clara- indicó desolado
 -¿Cómo lo sabes?
-Han encontrado su teléfono tirado en una papelera de la estación- aclaró volviendo a romper a llorar desamparado
-Tranquilízate cielo, a lo mejor solo fue un arrebato corazón, es aún una chiquilla que, como dice en la nota, se sintió algo agobiada; puede volver en cualquier momento- Jaime la miró algo esperanzado y ella siguió animándolo- ¿No dices que andaba algo extraña estos días? Probablemente fuera eso, estaba agobiada y se alejó un tiempo… Pero volverá, ya lo verás
-¿Tú crees Clarita?- interrogó esperanzador
-Claro corazón, mira lo que dice: que te quiere con locura; volverá Jimmy, no debes desesperarte así cielo
-Tenía que haberle preguntado como tú dijiste…Tenía que haber estado más con ella… Tenía que haberme dado cuenta que algo pasaba ayer cuando se entregó a mí de aquella manera tan increíble Clara… Por eso aquella devoción y ansia, aquella entrega en cuerpo y alma… ¡¡se estaba despidiendo de mí Clara!!- hablaba desesperado de nuevo
-No te desesperes corazón, verás como en pocos días está aquí de nuevo- expuso cariñosa y se abrazaron tiernos.
-Ayúdame a encontrarla Clara, por Dios te lo ruego ¡¡Ayúdame a encontrar al amor de mi vida o yo moriré de pena sin ella a mi lado!!- lloró abatido entre los brazos de su amiga que también lloraba de tristeza al verlo tan afligido.

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