domingo, 26 de abril de 2015


    Su amistad con Esther y Carlos se había consolidado hasta llegar a ser como verdaderos hermanos, también los niños eran uña y carne, aunque tenían sus más y sus menos como cualquier hermano con su hermana, pero se querían y se defendían el uno al otro con devoción.
 -Lucy cielo, deberías salir alguna vez y divertirte; eres muy joven, apenas 27 años, para encerrarte ya en vida- le decía aquella noche de nuevo Carlos, ella le sonreía dulcemente pues intuía que se aproximaba otro comentario sobre…- tengo un compañero en el trabajo al que le hablé de ti; le gustaría mucho conocerte y me habló de invitarte a cenar alguna noche; es divorciado y muy buen tipo, muy trabajador y buen amigo- expuso animoso no dejándola acabar con su pensamiento que por cierto era ese exactamente y ella sonreía divertida aunque lo miraba conmovida por su ternura y preocupación
-Algún día Carlos; te prometo que algún día aceptaré salir a cenar con uno de tus amigos… pero aún no estoy preparada, compréndelo; más adelante corazón ¿sí?- respondió cariñosa evitando, otra vez, otra cita.
-No sé para qué insistes si sabes que no hay manera de que acepte cariño mío; ni el pobre doctor Martínez logra nada con esta mujercita a pesar de todo lo que lleva haciendo por ella- expuso guasona Esther acariciando compasiva los hombros de su apesadumbrado esposo tras aquel nuevo rechazo por parte de Lucía
-¿Qué le pasa al doctor Martínez?- interrogó descolocada, Esther soltó una sonora carcajada
 -¡¿Lo ves? Es que ni se entera mi vida!- exclamó chistosa hacia Carlos que rió divertido; Lucía frunció el ceño aún más confundida- ¡Ay hermanita! Lo que le pasa al buen doctor es que lleva años loco por ti y tú no te enteras, cielito; creo que está enamorado de ti desde aquel día que te consultó en su despacho
 -¡¿Qué dices?! ¡Eso no es cierto Esther!- denegó rotunda provocando sus risas de nuevo
-¡Ay Jesús! ¿por qué crees que apoyó tu entrada en el hospital? ¿Y por qué crees que te propuso como ayudante de la doctora Arteche cuando Soledad lleva más años en planta que tú y trabajando codo con codo con ella?- aclaró resuelta mientras sonreía tierna
 -¡Oh Dios, no me digas eso Esther; que vergüenza con el pobre hombre!- se abochornó tremendamente, Esther y Carlos rieron divertidos- pero es que no puedo hermanita, aún no puedo; sabéis que para mí solo hay un hombre en mi vida...
 -Y ese soy yo ¿a qué sí, mami?- resolvió tajante y raudo el pequeño Héctor provocando nuevamente las risas de sus tíos
-Claro mi sol, tú y solo tú eres el hombre de mi vida; nadie más- remarcó enternecida besando amorosa la mejilla de su precioso pequeño que sonrió plenamente satisfecho con la respuesta de su adorada mamaita mostrando aquellos lindos hoyuelos en sus mejillas herencia del padre de Jaime. -Que tengan buena noche y espero que todo haya estado de su agrado, señor Ventura- los despidió educado el maitre del restaurante al pasar junto a él para irse. Clara, altanera y orgullosa, ni se detuvo a mirarlo un instante cosa que molestó tremendamente a Jaime
-Gracias, Martín; todo ha estado perfecto como siempre- le respondió él sonriéndole amistoso, el maitre le correspondió agradecidamente satisfecho; salieron a la calle donde el guarda coches les entregó las llaves del imponente Mercedes negro de Jaime que ya les tenía preparado a las puertas del restaurante esperando su salida- muchas gracias Fran- le agradeció cordial entregándole un billete de propina; el muchacho, agradecido y atento, le abrió amable la puerta a Clara y ella entró en el vehículo sin ni siquiera agradecérselo y de nuevo Jaime se sintió incómodo y molesto por su arrogancia- No creo que te costara tanto ser un poco amable ¿no?- le recriminó ofendido al poner el coche en marcha
-Es su trabajo- respondió soberbia sacando despreocupada su lápiz de labios de su pequeño bolso y se los retocó mirándose en el pequeño espejo de su parasol, Jaime la miró fastidiado por su altanería pero siguió conduciendo sin decir nada más. Al llegar ante el portal del piso de Clara, detuvo el coche pero no lo apagó; ella lo miró descolocada- ¿no vas a subir?- interrogó intrigada
-Hoy no, quiero acostarme pronto pues mañana me gustaría salir bien temprano- aclaró desenfadado -Nunca comprenderé esa manía tuya de viajar siempre en tu coche cuando en avión estarías allí en un par de horas y más descansado- protestó hastiada mirándolo crítica
-Me gusta conducir, sabes que me ayuda a pensar; y, además, es problema mío si llego cansado o no- contestó con desaire fastidiado por su reclamo de siempre, ella suavizó al instante su rostro y, mirándolo amorosa, sonrió dulcemente
-Tienes razón, perdóname; no soy quién para querer cambiar tus hábitos pero te quiero y me preocupa que conduzcas tantos kilómetros sin descansar- murmuró melosa besándolo suavemente en los labios, él suspiró profundamente entendiendo sus razones- anda mi amor, sube solo un ratito ¿sí?... solo lo que tardes en tomarte un whisky ¿vale?- siguió exponiendo zalamera mientras acariciaba embaucadora la nuca de Jaime enredando mimosa con sus labios en los de él- anda, no seas malo; comprende que vas a estar fuera un par de días y te voy a echar de menos...- Jaime no soportó más aquel incitante juego y, aprisionándola entre sus brazos, atrapó aquella boca que lo estaba desquiciando. Clara se entregó muy apasionada a aquel beso
-Está bien, pero solo una copa- resolvió soltando un profundo resoplido y ella sonrió complacida.
Ya en el piso, Clara sirvió los whiskys y los dejó sobre la mesa de café sentándose a su lado en el sofá. Pero cuando Jaime se incorporó levemente para alcanzar su vaso, ella lo atrapó por el cuello con sus brazos y empezó a besarlo fogosamente, él le correspondió aunque no tan ardiente. Clara se cabalgó sobre sus piernas y, sin dejar de besarse, empezó a aflojarle la corbata
-No Clara, esta noche no; te digo que quiero irme a casa- la rechazó amable retirándola de encima de él y se levantó del sofá; ella le sujetó tierna de la mano deteniéndolo
-Por favor amor, lo deseo tremendamente; te necesito- expresó melosa mirándolo deseosamente ardiente
-De verdad que esta noche no puedo cielo…
-¡¡Ya estoy harta Jaime!!- explotó enfurecida dejándolo desconcertado- ¡¿Te crees que no me duelen tus excusas y tus rechazos?! ¡¿Crees que no me doy cuenta que solo follamos cuando tú estás realmente necesitado y ya no aguantas más?! ¡¿Qué me estás utilizando?!- aquellas verdades hirieron terriblemente a Jaime que pensaba hasta aquel momento que ella no se diera cuenta de sus acciones- ¡¡Sigues como un imbécil esperando el regreso de Lucía, Jaime; pero esta idiota ya se cansó de callar y seguirte el juego!!
 -¡¡Cállate Clara!!- bramó furioso mirándola encendido, no quería seguir escuchándola, no quería oír aquellas verdades que le estaban haciendo tanto daño...
-¡¡No me da la gana!!- le gritó poniéndose de rodillas sobre el sofá encarándolo fieramente- ¡¡Estoy cansada de entregártelo todo y tú no poner nada!! ¡¡Yo no me merezco esto Jaime!! ¡¡Siempre estuve a tu lado sin pedirte nada para que me trates...!!- Jaime atrapó arrebatado su boca callándola, no podía soportar oír nada más; Clara reaccionó al instante rodeándole el cuello con sus brazos llevándoselo sobre ella al sofá. Jaime, exacerbado por la furia de sus palabras que le habían dolido tremendamente, le abrió furioso la camisa rompiéndola sin ninguna consideración- Jaime, era de seda...- expresó descolocada por aquella inesperada reacción suya
-Tienes dinero de sobra para comprarte todas las que quieras- contestó despótico y volvió a atrapar desconsiderado su boca devorándola con ansia mientras se quitaba presuroso la ropa; ella también se deshizo rauda de su falda y su tanga. De pronto, Jaime de un movimiento hábil y rápido la volteó inesperadamente boca abajo en el sofá y la elevó por las caderas
 -¡Jaime ¿Qué haces?!- exclamó sobresaltada
-¿No querías “follar” como tú muy finamente dijiste? Pues vamos a follar- aclaró contundente y sin más preámbulos la penetró potente y bruscamente hundiéndose de una sola estocada dentro de ella hasta el fondo provocando en Clara un profundo gemido de entre placer y sorpresa por aquella impetuosa entrada. La embistió frenético una y otra vez sin piedad. Ella se enderezó y, echando sus brazos atrás sujetándole de la nuca, intentó besarlo; pero él la esquivó y, sujetándole del pelo, volvió a inclinarla y siguió embistiéndola inclemente. Increíblemente para Clara estaba disfrutando tremendamente de aquella forma salvaje y alocada de embestirla Jaime que la llevó a un espectacular orgasmo lleno de deleite. Y así, entre gemidos escandalosos y arrebato desmesurado e impetuoso, alcanzaron el clímax total de forma bestial y alocada. Así aquella frenética descarga de pasión terminó, Jaime se desencajó de ella y se sentó en el sofá quedándose muy callado y quieto. Clara empezó a besarlo mimosa recorriéndole despacio el cuello, los hombros, el pecho... pero a él no le producía absolutamente nada aquellos dulces y melosos roces de sus labios. Y sin poder evitarlo, recordó todo lo que Lucía le hacía sentir simplemente con una caricia, con un leve roce de sus manos o de sus labios… Jaime se sintió de pronto asqueado con aquellas caricias de Clara y la apartó de él; ella lo miró extrañada por aquel inesperado alejamiento
 -¿Qué te pasa amor mío?- indagó desconcertada, él la miró a los ojos y descubrió en su mirada ese gran amor que siempre le había demostrado y él era incapaz de corresponder; se sintió rastrero e incómodo consigo mismo
-Nada, ya te dije que tenía que irme- expuso esquivando mirarla y huyó de su lado poniéndose en pie, empezó a vestirse presuroso
-Jimmy… quédate esta noche conmigo- propuso melosa arrodillándose en el sofá e intentó acariciarle la mejilla
 -No- expresó rotundo y, subiéndose con premura la cremallera de sus pantalones y sin acabar de abrocharse la camisa, recogió su chaqueta del suelo y salió del apartamento sin mirar atrás.
Lucía observaba desde hacía semanas que Esther y Carlos, aunque intentaban disimulárselo el uno al otro, que ambos estaban muy preocupados por algo. Aquella tarde, camino del hospital, no aguantó más y decidió preguntar
-¿Qué os pasa hermanita? Lleváis semanas tú y Carlos muy preocupados ¿acaso tenéis algún problema? ¿Necesitáis dinero? Sabes que puedes contar conmigo, para lo que sea- se interesó cariñosa tomándola tierna del brazo, Esther sonrió dulcemente
 -Lo sé mi ángel, lo sé- expresó agradecida palmeando suavemente la mano de Lucía posada sobre su brazo y suspiró profundamente- y no es por dinero cielito, es por Carlos... anda muy angustiado últimamente y ni tú, ni yo, ni nadie puede ayudarlo- explicó intranquila
-¿Qué pasa? ¿Acaso van peor las cosas en su empresa?- se alarmó al oír su voz inquieta
 -Sí cielo, bastante peor; y ahora se comenta que puede ser absorbida por una gran corporación de esas que compran empresas en problemas y las desmantelan totalmente dedicándolas a algo más productivo; que pronto llegará un alto cargo de dicha corporación para estudiarla y llegar a acuerdo con el señor Velázquez, el dueño de la empresa; dice Carlos que, sea como sea, los rumores que hay no son nada halagüeños, puede que queden todos en la calle tanto si llegan a acuerdo con dicha corporación como si no- explicó angustiada, Lucía la abrazó compasiva contra su cuerpo
 -¡Lo siento!- exclamó compungida- pero no te preocupes cielo, Carlos es un informático fantástico que muy pocos pueden igualar , además de muy inteligente, como entendido en informática no tiene rival; muchas otras empresas estarán encantadas de tenerlo en plantilla- aseveró rotunda y sincera -¿Verdad que sí?- expresó alentada Esther mirándola esperanzada, ella sonrió resuelta asintiendo con la cabeza- eso le digo yo pero no hay manera de que se tranquilice
-Pues tú tranquila, hermanita; que yo te ayudaré a convencerlo para que deje de comerse la cabeza- resolvió animosa y, sonriéndose más alegres, continuaron su camino hacia el hospital.
-¿Habéis acabado?- le preguntó Carlos a los pequeños sentados ante el televisor, ambos asintieron con la cabeza mostrando sus manitas ya vacías de cualquier vestigio de merienda- pues venga, lavaros las manos que nos vamos al parque- los niños gritaron entusiasmados corriendo alegres hacia el baño regresando a los pocos segundos y Héctor recogió su balón mientras Iris escogía una de sus muñecas. Ya salían del piso cuando le sonó el teléfono a Carlos- ¿Sí dígame?
-¿García? Soy Velázquez ¿podría venir un momento a la oficina, por favor? Lo necesito con urgencia- pidió amable su jefe al otro lado del teléfono
 -¿Ahora?- expresó descolocado mirando indeciso a los dos pequeños que lo observaban curiosos esperando pacientes que terminara de hablar para poderse ir al parque, tomó aire profundamente- está bien señor, ahora mismo voy- contestó y colgó el teléfono- niños, dejar las cosas ahí que no podemos ir al parque- anunció y los pequeños protestaron fastidiados pero obedecieron- prometo que regresaremos pronto y después iremos ¿vale?- los animó resuelto y ellos ya parecieron más convencidos; tan alegres como antes, corrieron por el pasillo hacia el ascensor.
Iris y Héctor, así se abrieron las puertas del ascensor ya en la empresa de Carlos, salieron a correr entre risas alegres por el amplio pasillo que había entre aquellos cubículos hechos de paneles blancos que separaban unas de otras las mesas de los empleados ya todas vacías a las seis de la tarde.
-¡Oye, parar ahí ahora mismo; portaros bien o no vamos al parque!- los amenazó contundente Carlos y los niños se detuvieron en el acto a esperar que los alcanzara; les tomó a cada uno de una mano y se dirigió al despacho del director
 -¿Aquí trabajas tú, padrino?- interrogó Héctor espiando cotilla con aquella mirada pícara que poseía cada cubículo por el que pasaban
 -Sí mi ángel, aquí trabajo yo
-¿Y cuál de estas mesas es la tuya?- siguió preguntando curioso
-Mi mesa no está en esta planta cielo, esto son las oficinas y yo trabajo en la planta de creación y diseño- respondió paciente sin detener su paso hacia el despacho del director
-¿Y qué haces allí?- indagó
 -Muchas cosas corazón, muchas cosas
-¿Sabes que eres un pesado preguntón?- le reprochó fastidiada Iris
-¿Y tú una estúpida?- respondió al instante el pequeño
-¡Papi dile que no me insulte!- protestó mimosa hacia su padre
-¡Empezaste tú so boba!- reclamó fastidiado Héctor
-¡Ya basta! ¡¿No podéis estar cinco minutos sin pelearos?!- les regañó serio Carlos ya ante la puerta del despacho del director, ambos callaron al momento de encontrarse frente a frente con dos hombres desconocidos que los observaban intrigados aunque sonreían amenos- lo siento señor, discúlpenme por aparecer con los pequeños pero no tenía con quien dejarlos; mi esposa está de turno de tarde y Lu...- se disculpó Carlos
 -Tranquilo no tiene por qué disculparse, es su tarde libre y fuimos nosotros quien lo molestamos a usted- le interrumpió amistoso aquel hombre moreno y de porte gallardo que acompañaba a su jefe- soy Jaime Ventura- se presentó amable mostrándole cordial su mano
-Carlos García- respondió estrechándosela amistoso pero observó detenidamente su rostro mirándolo intrigado- Disculpe, pero... ¿nosotros nos conocemos ya?- indagó confundido, aquella cara le sonaba muchísimo pero no podía situarla
-No, creo que no- contestó resuelto Jaime, Carlos hizo un leve gesto con las cejas
-Perdone, creí que sí- se disculpó amable y se sonrieron amenos
 -Y estos muchachitos tan guapos... ¿quienes son?- le preguntó Jaime sonriendo amistoso a los pequeños
 -Yo Héctor y ella es Iris- contestó desenvuelto el pequeño Héctor; Jaime abrió sorprendido los ojos -¡Vaya, así que Héctor ¿eh?!- exclamó y esbozó una sonrisa alegre- ¿Sabes que así se llama mi papá también?
 -No, no lo sabía; pero ahora ya lo sé- resolvió desenfadado provocando que los tres adultos rieran divertidos
-Por favor siéntese; solo será un segundo- lo invitó amistoso Jaime señalando los sillones al otro lado de la mesa del director mientras él ocupaba el sillón principal; Carlos obedeció aunque miraba nervioso y retraído al señor Velázquez que se situó de pie junto al señor Ventura, él le sonrió tranquilizador
-El señor Ventura ha llegado hoy expresamente para estudiar todos los movimientos e ingresos de la empresa en estos últimos años...- explicó amable y Carlos comprendió de inmediato que era el hombre de la corporación que estaban esperando; aquello no lo tranquilizó, al contrario, aún lo puso más tenso
-Sí, pero por más que intento entrar en los ficheros no lo logro...- expuso descolocado tecleando de nuevo en el ordenador, Carlos sonrió ameno- todo está protegido con un programa que desconozco; el señor Velázquez dijo que usted es, además del creador de softwares, el encargado de la seguridad y por eso, y lamentándolo mucho, hemos tenido que molestarle y hacerle venir hasta aquí- volvió a disculparse cordial
-¡Ah, no pasa nada!- resolvió más relajado, levantándose del sillón y rodeando la mesa acercándose a los hombres- ¿me permite?- expresó educado, Jaime le dejó el sitio y él se puso a teclear en el ordenador ante la atenta mirada de Jaime- llevamos un par de años que tenemos varios ataques que intentan hackear nuestros ficheros informáticos y, el año pasado a pesar de todos los programas que tenía instalados, uno casi lo logra; así que he creado un nuevo sistema para evitar nuevas entradas de intrusos no deseados- explicó desenfadado
-¿Y lo ha creado usted?- se interesó intrigado
 -Sí; es un programa algo enmarañado lleno de puertas que atravesar para poder llegar a un punto concreto pero no muy complicado así se tiene la clave para abrirlas...- siguió explicándole animado Carlos, él lo atendía interesado comprobando que aquel hombre era muy inteligente en asuntos de informática y seguridad; pero no podía evitar que sus ojos se escaparan a aquellos dos pequeños que hablaban entretenidos y muy bajito para no molestar sentados juntos en el mismo sillón frente a ellos. La niña era preciosa, tan rubita, con aquellos ojos azules y aquella dulce carita; pero el niño... con aquel pequeño era imposible no quedar prendado de su cara tan hermosa de pícaro que aún se acentuaba más con aquellos hoyuelos que se le producían al sonreír, pero sobre todo por aquellos grandes y expresivos ojos color café... unos ojos preciosos que inevitablemente le recordaron a Lucía... a su dulce y bella Lucía... ¡Dios, maldita sea ¿cuándo podría superar eso de que todo le recordara a ella y por fin sacarla de su mente y sobre todo de su corazón?- ¿lo ve? En el fondo no es muy complicado- acabó de resumir Carlos mirándolo ameno y descubriéndolo ensimismado observando a Héctor- ¿Señor Ventura?- instó sacándolo de sus pensamientos
-Oh, discúlpeme, lo siento muchísimo me quedé embobado mirando a los pequeños- se disculpó azorado por no haberle estado prestando atención, Carlos le sonrió comprensivo y también observó deleitado a los dos niños que seguían entretenidos en su susurrante charla- son unos niños preciosos, pero tan distintos para ser gemelos...- expresó confundido
-No son gemelos- aclaró sin dejar de sonreír ameno Carlos, Jaime lo miró sorprendido- Iris tiene siete años y Héctor aún va a hacer cinco
-¡Oh, pues está grande el muchachote ¿no?!- exclamó atónito y se sonrieron amistosos
-Sí, nos va a ser todo un hombretón alto y guapetón- expresó orgulloso mirándolo encandilado, quería con locura a aquel pequeño traste
-Y tiene unos ojos preciosos...- murmuró perdiéndose de nuevo en sus pensamientos regresando al hermoso rostro de su Lucía
-Son igualitos a los de su madre, tan dulces y hechiceros que enamoran al más pintado- declaró lleno de ternura Carlos, Jaime sintió una punzada en el estómago al escucharlo; se le veía tan orgullosamente feliz de sus pequeños y parecía tan enamorado de su esposa que no pudo evitar sentir envidia de él. Ambos se sonrieron amenos
-Bueno, no le molestamos más que tiene derecho a su día de descanso- resolvió amistoso- muchas gracias por haber venido y tan rápido- le agradeció mostrándole animado su mano de nuevo
-No hay de qué, a su disposición siempre que lo necesiten- resolvió diligente estrechándosela amistoso mientras dejaba el sillón libre, los tres hombres se sonrieron complacidos- venga indios, nos vamos ya- avisó a los pequeños mostrándoles sus manos que obedecieron al instante sujetándose cada uno a una de ellas
-Adiós Iris y Héctor, encantado de haberos conocido- se despidió alegre Jaime de los pequeños -Chao- contestó resuelto el pequeño Héctor moviendo desenfadado su mano, Jaime sonrió divertido- ¿ahora sí ya podemos irnos al parque?- le interesó más que despedirse de aquellos hombres
 -Sí, tranquilo que ya nos vamos al parque- respondió paciente Carlos mientras se alejaban hacia los ascensores
 -¿Y podemos ir por casa a recoger el balón?
-Vale, iremos
-¿Y qué te querían esos señores?- indagó curioso
-Mira que eres pesado ¿Por qué no te callas un poco, preguntón?- le recriminó la pequeña Iris -Cállate tú estúpida- contestó fastidiado el pequeño
-¡Ey, no empezar a pelearos o no hay parque; aviso!- los aplacó Carlos y sus voces quedaron apagadas al cerrarse las puertas del ascensor; ambos hombres se miraron entretenidos y se sonrieron divertidos regresando a su trabajo. Pero, aunque Jaime estuvo muy liado con todo lo que tenía que estudiar y planificar sobre aquella empresa antes de llegar a acuerdo con el dueño, no pudo ni un instante aplacar aquella envidia hacia Carlos. Como le gustaría tener también una familia como aquel hombre tenía; que al llegar a casa lo recibieran alegres y felices como seguramente a él lo recibían, mostrándole un gran amor incondicional y sincero como todos los niños siempre entregan... sí, le encantaría tener una familia...

No hay comentarios:

Publicar un comentario