sábado, 2 de mayo de 2015


   A las once de la mañana apareció la doctora como todos los días acompañada de una enfermera que empujaba el carro de las curas
-¿Cómo vamos?- preguntó cariñosa acercándose a él
-Cuidado, doctora, hoy está que muerde- le dijo divertida su madre, la doctora lo miró sorprendida y él hizo una mueca con la boca enojado por la frase de su madre
-¿No me digas? ¿Ya te has cansado de nosotros?- repuso animada
-No es eso- respondió él excusándose- Estoy cansado de estar aquí tirado sin hacer nada
 -Bueno, eso pronto se acabará; tranquilo…- le dijo amistosa retirándole el vendaje del brazo- esto está perfecto y ya voy a retirarle puntos- declaró satisfecha pero a él el mundo se le calló encima, eso significaba que...
-Pues mira tú que bien- repuso amargamente, aquel tono de voz dejó a la doctora sorprendida y a los padres atónitos
-No sabe ni lo que quiere- repuso su padre desorientado, la doctora y su madre se sonrieron tiernas -Bueno, es normal- le defendió cariñosa- Esto puede llegar a ser desolador; acabas perdiendo el rumbo y llegas a un punto en que ya no sabes si quieres irte o quedarte- le sonrió conmovida la doctora y él le correspondió apagadamente Sus sospechas se cumplieron: la doctora le retiró los puntos y anunció que la herida estaba curando de manera fantástica, así que podía irse al día siguiente; las peores palabras que quería escuchar... Pero sonrió agradecido.
-No te entiendo Lucy…- expuso conmovida Esther mientras estaban sentadas en un banco del parque vigilando a los pequeños que disfrutaban de aquella bonita tarde- tenías que verlo, se me rompió el alma al verlo tan triste preguntándome si no te volvería a ver antes de irse… Aún te quiere Lucy, muchísimo; y reconoce que tú también a él cielito…
 -Por favor Esther…- suplicó angustiada
 -¡¡Por favor a ti Lucía!! ¡¡Basta ya, por todos los demonios; ve a verlo de una puñetera vez!!- le reclamó duramente; Lucía la miró compungida- porque ya no te estoy hablando de que le digas que lo amas aún, ni tampoco te estoy hablando de sus derechos, o de los derechos de Héctor; ahora estoy hablándote de que lo estás haciéndolo sufrir de nuevo desapareciendo otra vez de esta manera tan ingrata Lucy ¡¡Ve a verlo y dale al menos una explicación de por qué te alejas de su lado de esta manera!! ¡¿Ya está bien de hacerle daño gratuitamente no crees?!! ¡¡Es un buen hombre y no se lo merece!!- siguió regañándola firmemente, ella volvió a clavar su mirada en el suelo sin decir nada- No sé qué te pasa cielo, no te comprendo… tú lo amas, él aún te ama ¿a qué viene tanta estúpida terquedad Lucy?
 -No quiero volver a aquella ciudad Esther, no quiero volver a sentirme atrapada en aquel mundo únicamente suyo en el que yo apenas podía opinar y él lo dirigía todo; mi vida está aquí, aquí soy feliz Esther…- sollozó abatida, su amiga tomó aire profundamente
-La ciudad no tiene nada que ver y las cosas con él no se arreglan huyendo cielo, nunca se arreglan así- expuso cariñosa acariciándole tierna la mejilla secándole las lágrimas- las cosas hay que hablarlas para que se solucionen… y eso es lo que debes hacer: hablar con él, aclararle que lo amas pero no soportas que lo intente controlar todo, que te gustaría que tenga en cuenta tu opinión; no volver a huir así dejándolo abatido y sin comprender nada…- explicó concisa, Lucía siguió con la mirada clavada en el suelo- Pronto se irá, Lucy… y esta vez sí que no volverás a verlo porque esta nueva huida tuya le dolió muchísimo más que la anterior mi niña ¿es lo que quieres realmente Lucy? ¿No volver a verlo?- indagó observando muy interesada su reacción, pero Lucía siguió sin moverse ni contestar- ¿Es eso lo que quieres mi niña? ¿No volver a verle y dejarle el camino libre a esa estirada?- insistió tozudamente, ahora sí Lucía la miró consternada sin saber que hacer.
 A la mañana siguiente, después del desayuno, se duchó y comenzó a vestirse para irse, pero con un rostro tan abatido, que tenía completamente descolocados a sus padres; aunque no se atrevieron a preguntar nada
-¡¡Vaya, acabo de enterarme!! ¿Así que ya te nos vas, eh?- exclamó sorprendida Esther apareciendo en la puerta, él le sonrió amistoso
-Pues sí, eso parece- respondió ameno
-Pues que bien ¿no?- expresó animosa aunque no parecía muy contenta con la noticia; él solo sonrió sin contestar- Y... ¿ya te vuelves a casa o aún te quedarás unos días por la capital? Tenemos sitios preciosos que visitar y que a tus padres les encantará ver después de una semana encerrados en este hospital- lo animó desprendida
-No, nos regresamos ya; logré conseguir pasajes en el vuelo de hoy a las siete de la tarde- contestó resuelto; el rostro de Esther se ensombreció levemente
-¡Vaya!- expresó apagadamente, él la miró intrigado y ella volvió a sonreír amistosa- Bueno, pues entonces nada; buen viaje y a cuidarse ¿eh?- resolvió resuelta, él volvió a sonreír sin contestar
 -Claro que se cuidará Esther, eso tenlo por seguro; yo misma me encargaré personalmente de ello- exclamó rotunda Marisa, Jaime la miró burlón esbozando una pícara sonrisa torciendo la boca levemente hacia la derecha y Esther aguantó el aliento impresionada ¡¡era un gesto muy típico en Héctor y así aún se parecían mucho más padre e hijo!!- a mí no me mires así muchachito que no voy a permitir que sigas trabajando de sol a sol como hasta ahora llevas haciendo; ni mucho menos que viajes de esa manera insensata sin apenas descansar como hacías antes- aclaró tajante y los cuatro rieron alegres
-Bueno, me tengo que ir ya… lo dicho, buen viaje- expresó aunque no se movió de la puerta; durante unos segundos, miró fijamente a los ojos de Jaime mientras se mordía inquieta el labio inferior; parecía querer decir algo pero estaba indecisa; de pronto tomó aire profundamente cogiendo valor- Jaime...- nombró resuelta, él seguía mirándola desconcertado e intrigado por su extraño comportamiento- si algún día vienes de nuevo por la capital... no olvides pasar por la Avenida de los Robles número 46 ¿sí? me encantará volver a verte y saber cómo sigues- expresó decidida mirándolo con un brillo esperanzador en la mirada; él sonrió satisfecho, había entendido al instante: aquella era la dirección de Lucía
-Gracias Esther, mil gracias- respondió tremendamente agradecido; se sonrieron complacidos y al fin se fue. Corrió hacia la salita de enfermeras y tomó presurosa el teléfono pero, aunque insistió una y otra vez, nadie respondió a ninguna de sus llamadas
-¡¿Dónde rayos has ido mi niña?!- clamó muy inquieta insistiendo una vez más.
Lucía pasó toda la noche pensando en lo que Esther le había dicho en el parque y acabó levantándosele dolor de cabeza de tanto darle vueltas a sus palabras.
-¡¡Oh basta ya!!- exclamó angustiada cubriéndose la cabeza con la almohada; no quería pensar más, quería descansar aunque fuera unos minutos... Pero era imposible, la voz de Esther se repetía en su cabeza una y otra vez: “¿Has pensado en Héctor? ¡No tienes derecho a negarle el cariño de su padre! ¡¡Puedes perderlo Lucy!! ¡¡Puede que no te lo perdone nunca!!” Se levantó de la cama; dormir era imposible, así que intentó mantenerse ocupada limpiando enérgica el horno de la cocina... “Pronto se irá, Lucy… y esta vez sí que no volverás a verlo porque esta nueva huida tuya le dolió muchísimo más que la anterior mi niña ¿es lo que quieres realmente Lucy? ¿No volver a verlo?” seguía insistiendo la voz de Esther en su cabeza a pesar de todos sus esfuerzos por callarla. Intentando silenciarla de una vez por todas, se puso los auriculares a todo volumen y siguió centrando su atención en el dichoso horno; tan altos que ni oyó el repicar insisitente del teléfono… De pronto, la escena de hacía apenas un mes atrás le asaltó la mente…
 “Se despedía de Héctor en casa de Esther antes de irse a trabajar pues esa semana dormía allí ya que ella estaba de turno de noche; acostado en su cama junto a la de Iris, lo arropaba amorosa como todas las noches mientras Esther hacia lo mismo con su pequeña Iris
-Mami- expuso el pequeño mirándola muy serio y clavándole aquellos preciosos ojitos dulces tan profundos mirándola con aquella mirada intensa como la de su padre que parecía querer leerle el pensamiento
-¿Qué pasa ángel mío?
-Todos mis amiguitos tienen papá mami… ¿Yo por qué no tengo, mamita?- la pregunta la enmudeció, no sabía que responder; miró atrapada a Esther que solo movió las cejas en un gesto de impotencia -Tú también tienes un papá campeón, todo el mundo tiene un papá- respondió desenfadado Carlos que estaba apoyado al quicio de la puerta observándolas en un intento de ayudar a la pobre Lucía en aquel incómodo momento; ella le sonrió agradecida
-Y entonces ¿dónde está padrino? ¿Por qué no viene a verme? ¿Acaso está en el cielo como el papá de Samuel?- indagó curioso mirando interesado de su respuesta a Carlos
-No corazón, no está en el cielo; pero está muy lejos ángel mío; muy, muy lejos- respondió Lucía sonriéndole dulcemente pero el pequeño siguió mirándola muy serio
 -También el papá de Óscar está trabajando muy lejos pero viene a veces a buscarlo y pasan el día juntos mami- aclaró contundente, Lucía apretó sus labios sin saber qué responder- Mami ¿Es qué acaso no me quiere y por eso no viene a verme?- expresó apesadumbrado con sus lindos ojitos color café húmedos de lágrimas haciendo que a su madre se le encogiera el corazón de dolor
-¡Oh no mi ángel! ¡¡Claro que no!! ¿Cómo se te ocurre eso?- exclamó conmovida abrazándolo con gran ternura
-¡Oh Dios santo, Lucy!- murmuró acongojada Esther, ella la miró afligida pero su mirada llorosa y el movimiento reprochador que Carlos hacía con su cabeza, la hicieron sentir aún más mal de lo que ya se sentía
-¿Y entonces por qué no viene mami?- instó tozudamente retirándose levemente para mirarla insistente a los ojos
 -Es que… mi cielo…- Lucía tragaba incómoda saliva sin saber que responderle mientras las lágrimas acudían a sus ojos
-Campeón, escúchame...- intercedió Carlos acercándose al pequeño y le acarició tierno las mejillas- lo que pasa es que está mucho más lejos que el papá de Óscar y mami aún no pudo decirle que ya naciste, por eso no viene ¿comprendes campeón?- explicó tierno acostándolo de nuevo en su camita, el pequeño asintió con la cabeza y Lucía lloraba calladamente- pero te prometo que así regrese, mami se lo dirá y verás como corre a buscarte ¿a qué sí mami?- le instó a Lucía que también asintió con la cabeza; los ojitos del pequeño ya relucían más ilusionados
-¡De verdad mami? ¿Me lo prometes?- insistió ilusionado, ella volvió a asentir
-¿Ves campeón? y verás cómo te quiere muchísimo ángel mío… tanto como todos te queremos campeón- exclamó con pasión besándolo tierno en la frente, el niño sonreía feliz- anda, ahora a dormirse que se hace tarde y mañana hay escuela” Lucía volvió a romper a llorar acongojada recordando aquel instante…
-¡A la mierda, Lucía; ya está bien!- exclamó rotunda quitándose los guantes de goma- debe saberlo, ambos deben saberlo... ¡¡y ya!!- resolvió decidida retirándose los auriculares de las orejas y se dirigió a su dormitorio. Se cambió de ropa, tomó su bolso y salió camino del hospital.
Llegaron al hotel donde se alojaban sus padres. Mientras ellos recogían sus cosas, él miraba pensativo por el gran ventanal. No sabía que hacer… Quería irse cuanto antes de aquella ciudad, olvidar a Lucía ya de una puñetera vez e intentar seguir adelante… pero deseaba tanto volver a verla, ver aquel hermoso rostro aunque fuera solo una vez más… ¡¡Oh Dios, estaba en un terrible torbellino de sentimientos que lo aturdían y no sabía que quería realmente!!
-¿Bajamos a comer cielito? ¿No tienes hambre?- le habló cariñosa su madre acariciándole tierna el hombro sacándolo de aquel ensimismamiento
-¿Cómo dices mami?- instó mirándola confundido, no la había oído acercarse ni había escuchado lo que había dicho, ella lo miró preocupada
 -¿Estás bien mi ángel?- preguntó inquieta, él le sonrió tranquilizador
-Sí mamita, tranquila- respondió besándola amoroso en la frente- solo un poco aturdido; debe ser de haber estado una semana encerrado en aquella habitación y ahora verme de pronto en medio de esta vorágine de gente- explicó animado, ella le sonrió más calmada- ¿Acabasteis de recoger? ¿Bajamos a comer? Tengo hambre- propuso resuelto y sus padres se rieron divertidos
-Menudo atracón te estás dando cielo ¿no te sentará mal?- expuso su madre al verlo atacar goloso el helado de vainilla con virutas de chocolate que el camarero le trajera tras haberse comido con ganas los dos anteriores platos
-Que va, estoy famélico después de tantos días comiendo esa comida insípida de hospital- expuso complacido y los tres rieron alegres
-¿Ahora subirás a recostaste un poco hijo? Debes descansar la pierna y hay tiempo hasta las siete- recomendó cordial su padre
 -No papá, prefiero ir a dar un paseo; encerrado y acostado ya estuve muchos días en el hospital y necesito salir un rato
 -¿Solo cielo? Si dices que te encuentras tan aturdido, puedes marearte o algo...- expuso inquieta su madre
 -No va a ir solo cielo, nosotros le acompañamos- aclaró su padre resuelto dejando su servilleta sobre la mesa
-No es necesario, ya me encuentro mucho mejor; vosotros iros de compras, a mamá le encantará las tiendas que hay aquí en la capital y lo va a disfrutar mucho más que dando vueltas tontas y sin rumbo a mi lado; pero tranquilos que no me alejaré demasiado y regresaré pronto, prometido- dijo animoso levantándose de la mesa y les besó en las frentes- no preocuparos por mí y divertiros mucho
Caminó recorriendo despacio las aceras, sentirse al fin fuera de cuatro paredes y respirar aire puro le hacía sentir bien. Al pasar por un parque se quedó observando a los niños jugando, a los mayores charlando entretenidos sentados en los bancos, parejas haciéndose arrumacos… una pareja de ya avanzada edad que se hacían carantoñas mimosas como dos adolescentes atraparon toda su atención y sonrió enternecido. El rostro de Lucía regresó a su mente, ellos podían ser aquella tierna pareja el día de mañana, pensó deleitado y su corazón comenzó a latir frenético, estaba locamente enamorado aún de ella y no podía irse sin intentarlo al menos una vez más
-No puedo irme sin verte y decirte cuanto te amo aún, Lucía- expuso rotundo y buscó un taxi.
 -Ese es el portal señor: el número 46 de la Avenida de los Robles- le indicó el taxista cuando detuvo el coche señalándole el portal frente a ellos
 -Gracias- pagó al taxista la carrera y se apeó observando curioso a su alrededor. Era una zona muy tranquila para estar dentro de una gran urbe como era la capital. No había mucho tráfico y el enorme parque ante él vallado con una alta verja y plagado de frondosos árboles, parecía muy hermoso. Observó ahora detenidamente el edificio. Era de estructura antigua, de ladrillo rojo con cinco plantas y tres ventanales en cada planta… Sonrió deleitado, tanto el edificio como el lugar eran una representación clara de su Lucía: sencillo, tranquilo, pero muy hermoso. Entró en el portal que estaba abierto y no pudo evitar chocarse con un pequeño que salía corriendo en aquel mismo instante
-¡Ey compañero!- exclamó entrañable cuando el niño tropezó contra sus piernas
-Perdón, ha sido sin querer- repuso muy educado sonrojándose avergonzado y Jaime abrió los ojos atónito
-Tú... eres Héctor ¿verdad?- instó sorprendido por aquel inesperado encuentro al reconocer al pequeño que sonrió alegre al también reconocerlo
-Por Dios santo campeón ¿No te tengo dicho que no salgas corriendo así del ascensor?- regañó tierno Carlos que lo seguía con Iris de la mano- ¡¡Señor Ventura!!- exclamó asombrado al ver a Jaime
-Hola García, vaya sorpresa; no me esperaba encontrarlo aquí- lo saludó amistoso mostrándole su mano que Carlos estrechó cordial
-Pues mire que yo...- murmuró desconcertado y ambos se sonrieron amenos- Pero ¿qué le ha ocurrido?- se interesó al verle el brazo en cabestrillo
-Un accidente de tráfico, pero no es nada- respondió desenfadado y volvieron a sonreírse amistosos- ¿Pero y tú? ¿Te has hecho daño general?- se interesó Jaime acariciándole cariñoso las mejillas al pequeño que negó enérgico con la cabeza
-Discúlpelo, es como un toro indomable cuando le abren el redil ¿no le habrá lastimado?- se interesó amable Carlos
-No que va, creo que la peor parte se la llevó él contra mi rodilla ¿de verdad estás bien compañero? Porque parece que te va a salir un buen chichón- insistió tierno acariciándole suavemente el lugar de la frente que ya empezaba a ponerse colorado del fuerte golpe contra su rodilla, pero el pequeño volvió a asentir con la cabeza, Jaime sonrió enternecido- un chico duro, sí señor- expresó ameno revolviéndole cariñoso el pelo
-Anda, discúlpate y no vuelvas a hacerlo; cuando te digo espera, es espera Héctor ¿no ves que has podido hacer daño al señor en su brazo herido?- siguió regañándole
-Fue lo primero que hizo, no se preocupe- intercedió complacido Jaime
-Mi mami dice que hay que pedir disculpas siempre que haces algo mal- aclaró rotundo el pequeño y ambos adultos se sonrieron entrañables
-Muy buena lección de tu mami, sí señor; pues dile de mi parte que tiene a todo un caballero y que puede estar bien orgullosa- declaró animoso Jaime mostrándole cordial su mano que el pequeño estrechó orgulloso, Jaime y Carlos se volvieron a sonreír
 -¿Y qué hace usted por aquí?- se interesó curioso Carlos
 -Busco a una persona, no sé si la conocerá… se llama Lucía, Lucía Salvatierra…
 -¡¡Mi mamá!!- exclamó resuelto el pequeño. Jaime se quedó helado al oírlo mirándolo atónito
 -¿Cómo has dicho? ¿tu... mamá?- balbuceó desconcertado mirándolo pasmado
 -Sí, mi mamá se llama Lucía Salvatierra Costas- remarcó rotundo sonriendo alegre; Jaime no podía reaccionar ante aquella inesperada noticia, no podía creer lo que oía, aquel pequeño era… ¡¡era el hijo de Lucía!! ¡¡De su Lucía!! Lo miró más detenidamente ¡¡Sí, claro, naturalmente, tenía los dulces y hermosos ojos color café de ella!! ¡¡Dios santo, Lucía tenía un hijo...!!
 -¡Vaya! ¿Conoce a Lucy?- expresó sorprendido Carlos; Jaime lo miró con pasmo, entonces, si aquel era el hijo de Lucía, Carlos era su... ¡¡Por todos los santos!!
 -Sí, éramos... amigos cuando ella vivía en Santa Mónica; no nos veíamos hace mucho y…- expuso intentando parecer sereno pero estaba aturdido, aquellas noticias le impactaran enormemente
-¿Qué le ocurre? ¿Se encuentra bien?- se interesó preocupado Carlos al verlo tan turbado de pronto
- Sí, es que... no sé, parece que me estoy mareando un poco...- expresó frotándose nervioso la frente -Venga, será mejor que vayamos a mi casa y descanse un poco... así mientras espera por Lucy que tuvo que salir un momento pero seguro regresará pronto...- aconsejó amistoso sujetándole amable por el antebrazo para ayudarle a andar
-¡¡No!!- exclamó de pronto Jaime soltándose raudo de la sujeción de Carlos que, desconcertando por aquella inesperada reacción de Jaime, lo miró pasmado- Disculpe, gracias por su ofrecimiento pero es que no puedo; debo irme ya pues me están esperando y mi avión sale en una hora; tan solo venía a despedirme de Lucía pero si no está, no pasa nada- aclaró intentando parecer indiferente aunque se percibía a las claras que estaba muy nervioso- muchas gracias, de verdad; le agradezco su ofrecimiento pero mejor me voy- se despidió mostrándole amistoso la mano a Carlos que se la estrechó mirándolo confundido por su repentina premura por marcharse- hasta luego preciosa; pórtate bien general- se despidió de los pequeños revolviéndole de nuevo el negro pelo a Héctor y se marchó a paso apresurado ante la mirada atónita de Carlos que observaba como cada vez intentaba apurar más el paso a pesar de su visible cojera.

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