viernes, 1 de mayo de 2015


    Apenas acababa de desayunar cuando llegaron sus padres trayéndole su maletín y su portátil
-Hola cariño ¿qué tal te encuentras?- lo saludó cariñosa su madre besándolo tierna en la frente
-Bien mamá- respondió desenfadado aunque miraba interesado los maletines que portaba su padre- ¿son mis cosas papá? ¿Clara consiguió recuperarlas?
 -Sí, supongo que sí; me las dio esta mañana antes de irse- repuso entregándose los maletines
-Así que ya se fue...- murmuró apesadumbrado por su mal comportamiento con ella
-Hijo ¿qué le has hecho? Estaba muy enfadada y sobre todo triste- expuso conmovida su madre
-Me pasé con ella mamá, la verdad es que le dije cosas que no debía...- volvió a susurrar abochornado -Tú y ese carácter tuyo...- regañó su madre moviendo reprochadora la cabeza
-Es que me saca de quicio mamá y no puedo evitarlo- se defendió dolido por sus reproches; su madre siguió moviendo la cabeza mirándolo conmovida
-¿Y a quién buscas aquí en la capital que tanto molesta a Clarita, hijo? ¿No será a Lucía por un casual, verdad?- se atrevió a preguntar llena de curiosidad, pero él no contestó; apartó la vista clavándola a través de la ventana sin mirar a nada en particular y no necesitó decir nada más para su madre.
-Pero, no lo entiendo ¿no lo habíais dejado de mutuo acuerdo y amistosamente? ¿a qué viene tanta desesperación por encontrarla, hijo?- expuso muy confundido su padre, Marina le hizo un disimulado gesto para que callara y él se percató de lo que su atenta esposa ya se diera cuenta: del rostro desolado y abatido de su hijo que hablaba por si solo; ambos se miraron apenados por haber descubierto el sufrimiento de su amado hijo y que desconocían hasta aquel instante.
Aquella noche, Jaime esperaba ansioso la llegada de Lucía, pero se llevó una gran desilusión cuando fue otra enfermera quien le trajo la medicación; no se atrevió a preguntar. Aquella muchacha le tomaba la temperatura cuando apareció en la puerta el doctor que acompañara a Lucía a casa el primer día de su ingreso
-Andrade ¿y Lucía? Ando en su busca y no doy con ella- preguntó muy interesado; Jaime lo miró intrigado
-No ha venido hoy doctor, pidió la noche libre- respondió despreocupada la muchacha
-¿La noche libre? ¿Por qué? ¿Acaso está enferma?- se interesó muy inquieto, demasiado... para malestar de Jaime
-No, estar está bien; pero solo dijo necesitaba la noche libre por asuntos propios
-¿Por asuntos propios, eh?- exclamó con sorna y de pronto y sin entender por qué, aquel médico le clavó una mirada entre ofendida y furiosa a Jaime que lo dejó completamente descolocado y se fue sin decir nada más. Jaime y la enfermera se miraron confundidos
-Parece muy interesado en Lucía ¿no?- expresó intentando parecer despreocupado, ella sonrió pícaramente divertida
 -¿Se le nota demasiado, verdad?- expresó guasona y ambos se sonrieron- desde que la conoció está loquito por ella, pero Lucy no le da oportunidad ninguna- respondió amena retirando el termómetro de la axila de Jaime- seguimos sin fiebre, perfecto- murmuró satisfecha y, tras apuntar el resultado en la tablilla, también se fue.
Lucía no vino aquella noche a trabajar, ni la noche siguiente… y por la pinta, ese tercer día tampoco iba a aparecer pues ya eran las diez de la noche y no se la veía por ningún lado. Jaime pasó la noche muy inquieto, una idea fija y muy inquietante le rondaba la cabeza teniéndolo en total desasosiego ¿no iría a desaparecer de nuevo sin decirle nada, verdad? Algo muy dentro y muy profundo le decía que sí atormentándolo tremendamente.
Tras pasar la tarde entretenida y feliz jugando con su pequeño, Lucía lo observaba una noche más mientras dormía; era un niño maravilloso, cariñoso como pocos y lindo a rabiar, se parecía mucho a su padre pero, ahora que había vuelto a ver a Jaime, su parecido aún era mucho mayor de lo que recordaba; era increíble... Esther tenía razón, su niño precioso tenía derecho a saber que tenía un papá… Un papá que sabía dar amor a manos llenas como su pequeño también hacía y ella se lo estaba negando a ambos… pero Clara también tenía razón: ella se fuera, lo abandonara sin motivo ni explicación y le había hecho mucho daño, mucho más del que había imaginado por las duras palabras de Clara… ahora el tiempo había pasado y su sitio ya no era a su lado ¿qué derecho tenía a inmiscuirse en medio de ellos dos? Aunque decirle a Jaime de la existencia de Héctor no tenía nada que ver con eso, que padre e hijo estuvieran en contacto no tenía por qué afectarle a ella... ¿o sí? ¿soportaría ver juntos a Jaime y a Clara cuando ella aún lo amaba tanto? No, no lo creía... ¡Oh Dios, que difícil era todo!
A la mañana siguiente, sin haber podido dormir en toda la noche y sin dejar de pensar en esa idea que lo torturaba, el humor de Jaime era escaso por no decir nulo. Intentó centrarse varias veces en el trabajo, pero era imposible y se pasó el día caminando inquieto por la habitación
-Pero mi cielo, descansa un poco la pierna; pareces un tigre enjaulado andando de un lado a otro y llevas así toda la santa tarde- recomendó cariñosa su madre al verlo pasear de nuevo muy nervioso por la habitación mientras se acariciaba dolorido la pierna lastimada
-No puedo mamá, esto es desesperante…- exclamó mortificado
-Bueno hijo, pronto te darán el alta y podremos irnos a casa; ten paciencia- expuso compasivo su padre creyendo que hablaba de su ingreso en el hospital
-¡¡No!! ¡¡No puedo irme sin saber…!!- clamó al instante pero se calló de inmediato mirando atemorizado a su padre que lo observó confundido
 -¿Sin saber qué hijo?- instó desconcertado su padre
-Nada- repuso esquivo y se sentó al borde de la cama intentando centrarse de nuevo en el trabajo mientras sus padres se miraban sin comprender su reacción. Apareció Esther en la puerta
 -Hola ¿qué tal andamos hoy?- saludó a todos sonriendo, ellos le correspondieron aunque Jaime la miró esperanzado
 -¿Estás de noche tú?- se interesó anheloso, ella le sonrió amena
-Hoy sí ¿por qué? ¿Me echabas de menos? Te aviso que mi marido es muy celoso ¿eh?- bromeó chistosa y rieron divertidos
-Pues sí, te echaba de menos la verdad- declaró sincero y ella esbozó una alegre sonrisa antes de retirarse de nuevo.
 Eran las doce pasadas y no podía dormir. Se enderezó en la cama y encendió el portátil de nuevo. La puerta se abrió apareciendo el sonriente rostro de Esther
 -¿Qué hace esa luz encendida, caballerete? Es hora de estar durmiendo- regañó alegre y él sonrió desenfadado mientras ella se acercaba- ¿Acaso no puedes conciliar el sueño?- se interesó amable -No; creo que estoy cansado ya de tanto descansar, no estoy acostumbrado- expresó chistoso y se rieron alegres
-¿Quieres que te traiga algo para dormir?
-No, estoy bien así gracias- contestó mientras escribía algo en el ordenador
-Lo siento, a lo mejor te estoy molestando…- se disculpó y él sonrió amistoso
 -¡No que va! Solo son unas cosas del trabajo que estaba repasando; pero ya acabé- se volvieron a sonreír al tiempo que Jaime cerraba el portátil- al contrario, te agradezco mucho la visita; así al menos la noche se me hará más corta- aclaró sincero, ella sonrió complacida y tomó asiento en la butaca junto a él; Jaime la miraba intensamente mordiéndose inquieto el labio inferior, como si deseara algo pero no se atreviera a pedirlo
-¿Necesitas algo?- lo invitó ella a hablar
-Esther, por lo que parece eres buena amiga de Lucía… ¿Muy buena amiga?- preguntó por fin
-Sí, desde que llegó a la ciudad; nos conocimos en la cafetería donde trabajaba y, es tan dulce y atenta, que pronto nos hicimos muy buenas amigas… Luego se vino a vivir a mí mismo edificio y la amistad fue creciendo y ahora somos como hermanas
-Ah, también estuvo trabajando de camarera- se sorprendió, ella asintió con la cabeza- ¿Y cómo acabó de enfermera?
 -Yo la animé a estudiar auxiliar de enfermería, el de camarera ya no era trabajo para ella en su esta…- se calló de pronto, iba a meter la pata; aunque pareció que Jaime no se diera cuenta- lo terminó en seguida, pero no dejó de estudiar y pronto obtuvo el título de enfermera; es una chica muy lista- aclaró orgullosa de su amiga
-Sí, es muy inteligente- remarcó tierno y se volvieron a sonreír- Así que vecinas y casi cómo hermanas ¿eh?- repuso cariñoso y ella esbozó una complacida sonrisa- entonces sabrás por qué no vino estos días a trabajar ¿No estará enferma verdad?- indagó impaciente e interesado, ella apretó inquieta los labios
 -No que va, está bien; solo que es su semana de descanso- explicó intentando parecer desenfadada pero su forma de esquivar la mirada de Jaime en aquel instante de hablarle, su movimiento inconsciente de cabeza y su sonrisa nerviosa la delataron: Jaime estaba habituado a lidiar con empresarios que intentaban engatusarle para sacar más dinero por su empresa en ruinas y la pilló al instante, Esther estaba mintiendo
-Ya, claro; su semana de descanso- repitió despreocupado y ella volvió a relajarse.
 -Tus padres son muy agradables- cambió de conversación, él le sonrió complacido- Se les ven tan cariñosos y amables… ¿Tu papá se llama Héctor verdad?- aclaró interesada, él la miró confundido
-Sí, y mi madre Marisa ¿por qué?
-No, por nada- repuso moviendo indiferente sus hombros- Tienes mucho parecido a tu padre ¿sabes? Más que a tu mamá; aunque no heredaste esos hoyuelos tan lindos que él tiene al sonreír- exclamó deleitada recordando los lindos hoyuelos que se le ponían al pequeño Héctor cuando sonreía iguales a su abuelo
-Eso se lo dejé para mi hermano ¡¡no iba a heredarlo todo yo!!- bromeó chistoso y se rieron divertidos- Pero como no hay hermano: espero entonces que sean para mi hijo algún día- añadió complacido
 -¡Ah, pues le quedan preciosos!- exclamó resuelta, al instante miró amedrentada a Jaime que la miraba con el ceño fruncido desconcertado con aquel comentario- Le quedarán... quise decir que le quedarán de lujo al chiquitín- remedió rápidamente y ambos rieron entrañables. De pronto, Jaime se puso muy serio y miró fijamente a Esther a los ojos
-Esther... ¿Lucía no va a regresar mientras yo esté aquí, verdad?- expresó rotundo y decidido pero con tal pena en la voz que a ella se le encogió el corazón
-No lo sé, cielo; te juro que no lo sé... aunque espero que sí lo haga y hable contigo antes de que te vayas- contestó esperanzada aunque la tristeza de su mirada le dijo a Jaime que ella sospechaba que no; él hizo una mueca de desolación recostándose en la cama y clavó su mirada al techo.
 -¿Dios, por qué? ¿Por qué vuelves a ponerla en mi camino para después arrebatármela de nuevo? ¡¿Qué mierda hago mal con ella, Dios mío?! ¡¿En qué rayos me equivoco?!- no pudo evitar clamar terriblemente dolido entre lágrimas afligidas. Esther sintió que se le rompía el corazón al escucharlo tan angustiado; él la miró tremendamente desesperado- Esther...- nombró apretándole ansioso la mano- tú tienes que saberlo si sois tan buenas amigas ¿Qué rayos hice mal o no supe darle para que se fuera de mi lado?
-Nada Jaime, tú no has hecho nada; al contrario, ella siempre me dice que eras maravilloso y le demostrabas en todo momento quererla muchísimo; le dabas amor a manos llenas
-Entonces: ¿En qué he fallado Esther? ¿por qué huyó de mí si tenía tan claro que solo quería hacerla feliz?- exclamó totalmente confundido
-De tu forma de ser- contestó mirándolo con reproche, Jaime frunció confundido el ceño
-¿Cómo?- exclamó sin comprender
-Sí, ella sabe de sobra que solo querías hacerla feliz; pero gobernabas y disponías a tu antojo sin preguntarle siquiera y la hiciste sentir atrapada, agobiada, como una muñeca de trapo sin voluntad ni criterio; y escogió lo único que sabe hacer siempre: huir- él abrió aún más sus enormes ojos entendiéndolo al fin todo
-¡Dios santo!- murmuró arrepentido recostándose de nuevo sobre la almohada y cerró los ojos- ¿Por qué no me dijo que se sentía así? ¿Por qué no me habló?- expresó dolido
-En estos años la he podido conocer bien y Lucía teme terriblemente cualquier tipo de enfrentamiento sea del carácter que sea; por eso no habla, no protesta, no se queja, antes de discutir prefiere guardárselo todo en sus adentros hasta que no puede más y entonces, cuando ya está saturada y no puede aguantar más, toma la vía más fácil para ella que es la huida; aunque eso signifique dejar atrás algo que le importa y le duela muchísimo como ocurrió contigo- explicó conmovida, él la miró desconforme
-¡¿Importarle?! ¡¿Realmente crees que yo le importaba algo?! - expresó haciendo con la boca un gesto irónico
-Sí Jaime, le importabas muchísimo y le costó terriblemente dejarte atrás, más de lo que te puedes imaginar; porque te quería mucho, muchísimo; la verdad es que aún...- ella se calló de repente antes de hablar de más y él la miró frunciendo el ceño extrañado por su repentino silencio- la verdad es que estoy hablando de más de cosas que no debo ni tengo ningún derecho a entrometerme ni opinar- resolvió rauda levantándose del sillón y dirigiéndose presurosa hacia la puerta del cuarto
-¡Esther, solo una pregunta más, por favor!- la detuvo él antes de que se fuera de la habitación, ella se volvió y lo miró dulcemente- cuando me abandonó, en su nota puso que sentía un gran vacío en su vida y sentía una necesidad imperiosa de encontrar ese algo que le faltaba... hace unos días le pregunté si había encontrado eso que tanto buscaba y me respondió que sí, aunque no me dio más explicación ¿sabes tú por un casual lo qué es eso que por fin llena su vida plenamente y la hace tan feliz?- interrogó curioso, Esther frunció confusa el ceño quedándose unos segundos pensativa repasando esos cinco años junto a Lucía intentando descubrir que podía haber encontrado en su vida para aquella plenitud y dicha de la que hablaba Jaime; y por mucho que pensaba, solo había una cosa que hacía siempre iluminar plena de felicidad el rostro de su querida amiga: Héctor; sonrió conmovidamente enternecida
-Yo no soy quién ni tengo ningún derecho a hablarte de eso, Jaime; lo siento mucho... quien debe hablarte de una vez y aclarártelo bien todo es ella misma- expuso desarmada y él la miró terriblemente abatido; no quería saberlo... pero tampoco podía quedarse con aquella duda...
-Solo una cosa por favor, eso que yo no supe darle... ¿se lo dio... ese médico?- interrogó intrigado aunque muy temeroso de su respuesta
-¡¿Qué médico?!- exclamó totalmente confundida
-Uno alto, muy moreno, de pelo entre canoso que parece muy interesado en ella
-¡¿Te refieres al doctor Martínez?!- expuso abriendo atónita sus ojos, él movió sus hombros sin saber qué responder- ¡Sí, seguro que te refieres a él! ¡¡Más quisiera el pobrecillo!! ¡¡lleva detrás de nuestra Lucy desde que la conoció, pero ella ni puñetero caso le hace!!- exclamó burlona mientras reía divertida; pero él seguía mirándola con gran dolor en sus ojos y ella sintió una gran lástima; Lucía no tenía derecho a hacer sufrir de aquella manera a aquel buen hombre que solo demostraba quererla aún muchísimo; le sonrió compasiva- mira, voy a decirte una cosa y no pienso hablar más: ese “algo” que la hace tan, tan plenamente feliz y realizada, Jaime... no te preocupes que se lo has dado tú, cielo; solo tú y nadie más- declaró satisfecha, él aún la miró más confundido clavándole intrigado aquellos profundos y preciosos ojos grises- ¡¡y no me mires así que no voy a decirte nada más!!- resolvió presurosa y se fue rauda del cuarto antes de que se le escapara más la lengua
 -¿Qué tal has pasado la noche cielo?- le preguntó amorosa su madre besándolo en la frente así llegaron a la mañana siguiente; él no contestó, no había pegado ojo dándole vueltas a lo que Esther había dicho ¿qué rayos le había podido dar él sin saberlo a Lucía que la hiciera tan feliz lejos de su lado?- Hoy hace un día precioso cariño, que pena que este hospital no tenga un parquecito para poder estirar las piernas; aunque la verdad es que aquí hay tanta contaminación que casi no se puede respirar; de eso hablábamos tu padre y yo de camino aquí… ¡¡mira que hay coches y gente en esta ciudad!! ¡¡Y todo el mundo parece tener tanta prisa...!!- seguía exponiendo amena su madre pero él no la atendía, solo podía pensar en su Lucía y no encontraba nada que hubiera podido haber hecho para esa felicidad suya… Solo encontraba una razón y, aunque intentaba desterrarla de su mente porque no le gustaba para nada aquella idea, su cabeza regresaba a ella una y otra vez… ¡¡Dejarla libre!! ¡¡Sí, solo podía ser eso!! ella no sabía que la había estado buscando con desesperación y solo eso tenía explicación: que ella creyera que él la había dejado ir sin objeciones y de ahí su felicidad, ella había conseguido ser plenamente feliz únicamente estando lejos de él mientras él se pasara cinco años buscándola y esperándola como un idiota; y aquella idea lo estaba destrozando al tiempo que cada vez lo enfurecía más….- Ah, nos ha llamado Clarita preguntando como ibas, no sé por qué no te ha llamado a ti cielo ¿aún seguís enfadados? Mira que te lo tengo dicho: a veces tienes un genio indomable hijo y debes aprender a controlarlo; así seguramente perdiste a Lucía y ahora vas a perder a Clara…
-¡Basta mamá, cállate!- gritó tajante, ella enmudeció
-¡¡Jaime!!- le recriminó duramente su padre; él recapacitó y observó el rostro dolido de su madre, eso lo destrozó
-Perdona mamá, perdóname- aclaró arrepentido tomándole dulcemente su mano, se la besó con ternura- Lo siento mucho mami, no quise hablarte así…
-No pasa nada cielo ¿te encuentras mal o qué? ¿Llamamos a la enfermera?- indagó acariciándole el rostro con ternura
-No mamá, estoy bien- murmuró apesadumbrado, sus padres se miraron confundidos- solo que ya empiezo a cansarme de estar aquí sin hacer nada y eso me irrita terriblemente
-Claro cielo, lo entiendo, lo entiendo perfectamente- respondió comprensiva besándolo dulcemente en la frente- pero ten un poquito más de paciencia ¿sí? Hoy ya haces cinco días aquí ingresado y esto se acabará pronto...
Jaime pasó el día bastante inquieto, aquella conclusión a la que llegara le había puesto de muy mal humor. Encima, su mente no paraba de torturarlo con aquel dulce beso que Lucía le diera; él creyendo como un estúpido incauto que fuera porque le había echado tanto de menos como él a ella y probablemente fuera un simple gesto de agradecimiento por todo lo que le había dado al dejarla libre... y aquello aún lo enfurecía más ¿Cómo podía ser tan sumamente incauto y estúpido?
-No estás probado bocado, hijo ¿No te apetece lo que te han traído hoy? ¿Quieres que te vaya a buscar algo a la cafetería?- se ofreció servicial su padre al verlo remover la comida de su bandeja aunque sin comer nada
 -¡No quiero nada, no tengo hambre! ¡Solo quiero irme de aquí!- exclamó déspota empujando de mala manera la mesita alejando de él la comida
-¡Dios santo Jaime; que humor, hijo!- le reprochó fastidiada su madre por aquel impertinente gesto por parte de su hijo
-Perdonad, lo siento muchísimo; pero hoy no tengo un buen día ¡Esto es agobiante!- aclaró removiéndose incómodo en la cama; aunque suponer ahora todo aquello sobre Lucía lo enfurecía de manera increíble, también saber que, probablemente no volvería a verla, lo desesperaba. Se levantó de la cama y empezó a pasear por el cuarto de un lado a otro: ¿Por qué rayos se había quedado? ¿Por qué había sido tan estúpido en empeñarse en quedarse y no se había ido cuándo Clara propuso su traslado? Hubiera sido mucho más fácil de aquella separarse de Lucía que ahora; ahora sentía una necesidad imperiosa de volver a verla, oír de nuevo su dulce voz, deleitarse con su preciosa sonrisa y verse reflejado en sus hermosos ojos color café; tenía que reconocer que, aunque le doliera tremendamente y creía que lo había superado, aún la necesitaba junto a él como el aire para respirar...

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