martes, 12 de mayo de 2015


     Cuando Lucía regresó, Jaime estaba ensimismado aún sentado en el sofá. Se aproximó por el respaldo del sofá y lo abrazó amorosa por detrás rodeándole el cuello con sus brazos
-¿En qué piensas mi amor?- preguntó intrigada besándolo tierna en la mejilla, él sonrió dichoso y le acarició dulcemente los brazos desnudos
 -En lo fácil que ha sido que me aceptara... ¿no te lo había dicho?- expresó vanidoso, ella rió entretenida
-No tenías ni idea mentiroso- aseguró rotunda mirándolo divertida
-¡Estaba aterrorizado!- exclamó sobrecogido sujetándola por la cintura y la pasó por encima del sofá recostándola sobre sus rodillas, ella rió alegre y se quedaron mirándose encandilados a los ojos -¿Quieres cenar? Puedo preparar algo en un instante- propuso complaciente
 -No, no tengo hambre; solo tengo ganas de ti de nuevo- aclaró ardiente y atrapó su boca apasionado; ella correspondió al instante y se entregaron en otro beso deliciosamente complacidos. Aunque esta vez, al estar solos, ya podían dar rienda suelta a todos sus ardientes deseos y, al tiempo que Lucía deslizaba sus manos bajo el jersey de Jaime para apagar aquellos implacables anhelos de sentir su piel, él acariciaba codicioso sus tersos muslos bajo su vestido mientras sus cuerpos se aferraban cada vez con más ardor y ambición el uno al otro y sus bocas pasaban a devorarse avariciosas.
-¿Nos vamos a la cama?- propuso melosa mirándolo con un maravilloso brillo de deseo en los ojos, él sonrió deleitado
-Una idea fantástica mi reinita- exclamó deleitado y, cogiéndola en brazos y sin dejar de besarse apasionados, se la llevó al dormitorio.
La depositó suavemente sobre la cama y de un rápido movimiento se quitó el jersey. Las manos de Lucía se apresuraron a recorrer aquel maravilloso torso desnudo hambrientas de sentir la calidez de aquella piel que tanto había ansiado y extrañado. Él empezó a recorrerle despacio con sus labios su suave cuello y sus hombros mientras retiraba las finas asas de su vestido hasta dejar aquellos redondos y turgentes pechos al descubierto que se deleitó en saborear mientras sus manos seguían acariciando el cuerpo de Lucía retirándole despacio el vestido. Aquella delicadeza de sus manos recorriéndole con lentitud el cuerpo, sentir en las suyas la calidez de su piel y aquellos tensos músculos de su espalda junto aquellos delicados pero ardientes toques de su boca, enloquecían de deseo cada vez más a Lucía que no podía evitar exhalar pequeños gemidos de deleite a cada dulce roce de sus labios que ahora recorrían excitantemente su vientre e iban acrecentando ambiciosos así ellos iban acercándose a su monte de venus. Cuando sintió su cálido aliento sobre su sexo, su cuerpo reaccionó al instante elevando ligeramente las caderas ofreciéndoselo ansiosa a su boca. Pero Jaime no complació sus avariciosos reclamos y pasó a recorrer la parte interna de sus muslos siguiendo su lento descenso hasta las rodillas enfervorizando aún más a Lucía que aferró con exasperación sus manos a las sábanas mientras sus gemidos acrecentaron volviéndose impacientemente codiciosos. De pronto y sin dar ninguna señal que la hiciera sospechar de lo que iba a hacer, hundió su boca en su sexo provocando que Lucía soltara un chillido de inesperada sorpresa y plena satisfacción. La había excitado tanto con aquel desesperante pero sumamente provocador juego, que en apenas unos leves toques de su hábil lengua jugando con su clítoris, Lucía sufrió un maravilloso orgasmo que la inundó por completo de un inmenso placer que se extendió implacable por cada recodo de su cuerpo llenándola de un deleite y satisfacción infinita. Sin darle ni un segundo de tregua a aquel aún crispado y trémulo cuerpo, Jaime se quitó raudo los pantalones hundiendo decidido y vigoroso su pene en él profundamente provocando en Lucía otro nuevo chillido de total complacencia que él enmudeció atrapando efusivo su boca con la de él. Lucía al instante rodeó impulsiva su cuello con sus brazos aprisionándolo enérgica contra ella y se entregaron con sus bocas toda aquella pasión arrebatada y desbordante que los consumía deliciosamente mientras Jaime empezó a embestirla con suaves pero enérgicas arremetidas. Y así, sin prisas pero sin pausa, entregándose sin reservas en cada beso, en cada caricia y sintiendo con total claridad y plenitud todo el inmenso amor y pasión que cada uno llevaba guardando dentro todos aquellos años, llegaron a un clímax sublime que los llevó a lo máximo del placer deleitándolos de manera excepcional y casi celestial llenándolos de suma complacencia.
 Exhausta y plenamente satisfecha, Lucía lo miraba con una dicha y felicidad infinita en su mirada hasta que el sueño la venció y se quedó dormida cobijada entre sus brazos. Pero él se resistió a dormirse y no dejó de mirarla. Estaba preciosa, más de lo que recordaba; y aún mucho más con aquel rubor en sus mejillas y con aquel rostro relajado y feliz de haber disfrutado plenamente. La oprimió amoroso contra su cuerpo. Volvía a tenerla entre sus brazos, por fin volvía a tenerla a su lado de nuevo, y esta vez haría las cosas bien para no volverla a perder nunca, nunca…
-¿Qué te ocurre?- se despertó al sentir su fuerte y casi desesperado abrazo
-Nada; que te quiero tanto, que creo que es imposible querer más- murmuró llenó de pasión besándola dulcemente en los labios, ella sonrió encandilada
-Yo también, muchísimo- expresó amorosa y él sonrió complacido- pero ahora duérmete, mañana nos espera un día pesado con el viaje y tienes que descansar- lo animó cariñosa posando tierna su mano en su mejilla
 -No quiero dormirme- añadió sereno aunque su voz sonó atormentada, ella lo miró inquieta sin comprender y él le tomó la mano que aún reposaba en su mejilla y besó cariñoso su palma- tengo pánico que al despertar, esto solo haya sido otro de esos malditos sueños que me llevan torturando todos estos años- aclaró mortificado provocando con sus palabras que Lucía sintiera un dolor terrible en el pecho ¡cuánto lo había hecho sufrir, Dios mío; nunca se hubiera imaginado que hubiera sido tanto...! sonrió compasiva y lo besó amorosa en los labios
-Duerme tranquilo mi bien, te aseguro que yo seguiré aquí a tu lado mañana cuando despiertes... mañana, y todas las mañanas a partir de hoy- remarcó rotunda mirándolo con un amor increíble
-¿Lo prometes?
-Te lo juro- remarcó, se sonrieron felices y él la besó de nuevo dulcemente en los labios durmiéndose por fin.
 -¡¡Vamos mami, levántate dormilona!!- entró precipitado Héctor en el dormitorio de Lucía
 -¡Joder!- masculló fastidiado Jaime cubriéndose raudo los ojos con su brazo intentando protegerse de aquella claridad que inundó de súbito e inesperadamente el cuarto cuando Héctor encendió la luz
 -¡Ay Héctor, por Dios bendito; si ni siquiera tocó la alarma del despertador hijo ¿a dónde vas tan temprano?!- protestó molesta Lucía revolviéndose en la cama y escondiendo la cabeza bajo la almohada huyendo también de aquel repentino resplandor que lastimaba sus ojos hasta con los párpados cerrados
-¡¡Venga mami! ! ¡¡Quiero ir a conocer ya a los abuelitos!!- expresó entusiasmado, Jaime sonrió enternecido al escucharlo
-Viven muy lejos, cielito... ¿por qué no duermes un poco más, corazón? Ayer te has acostado muy tarde...- murmuró adormilada
-¡¡No quiero, no tengo más sueño!!- remarcó intolerante y Jaime volvió a sonreír entrañable- anda mami, vamos; si viven lejos con más motivo tenemos que irnos pronto... además: ¡¡Tengo hambre mami!!- insistió rotundo zarandeando a su madre suavemente posando sus manitas en la espalda de Lucía
-Está bien, pesado...- masculló fastidiada volviéndose boca arriba- pero baja la voz, deja por lo menos dormir a papi- le recriminó duramente haciendo amago de levantarse, Jaime sintió una sensación increíble al escucharla
-Papi ya está despierto- expuso encantado sujetándola por detrás rodeándole la cintura con sus brazos y oprimiéndola tierno contra su cuerpo impidiendo que se marchara aún de su lado, ella sonrió deleitada- has cumplido tu promesa, sigues aquí- le susurró meloso al oído besándola amoroso en el cuello
 -Te dí mi palabra- murmuró dulcemente y, sonriéndose complacidos, se besaron sabrosamente apasionados
-¡¡Venga caray, levántate ya!!- gritó implacable Héctor zarandeando de nuevo a su madre
-¡Te tengo dicho cientos de veces que no chilles gitano!- le regañó Lucía palmeándole suavemente la boca y él, riéndose alegre, deletreó las vocales produciendo unos divertidos sonidos que les hizo reír jocosos. De pronto el pequeño se quedó mirando a su madre con picardía mientras esbozaba una traviesa sonrisa maliciosa de medio lado pronunciando aún mucho más el parecido a su padre- ¿qué me miras con esa cara?- indagó sospechosa Lucía
-Se te ven las peras mami- respondió truhán riéndose granuja, Jaime soltó una sonora carcajada
-Pero... serás...- profirió boquiabierta ante aquel inesperado comentario cubriéndose al instante mientras padre e hijo reían a placer
-¿Y a qué las tiene muy bonitas, campeón?- lo incitó socarrón su padre intentando destapárselos de nuevo pero ella lo evitó sujetando la sábana fuertemente contra su pecho
-¡¡Jaime!! - clamó atónita mirándolo con reproche, él volvió a reír jocoso
-Sí- contestó rotundo el pequeño provocando aún más risas en Jaime
-¡Héctor! ¡¡Pero ¿será posible con vosotros dos?!!- exclamó pasmada mientras ambos reían explayados, aunque no pudo evitar también reírse divertida- ¡¡Ven aquí descarado!!- expresó atrapando rauda al pequeño y llevándoselo sobre ella dentro de la cama
-¡¡No mami, no!!- gritó alarmado presintiendo lo que su madre iba a hacer pero ya Lucía le resoplaba sonoramente en el cuello provocándole unas carcajadas alegres y maravillosas que sonaban deliciosamente encantadoras a oídos de sus padres
-¡¡Tía Lucy!! ¡¡Tía Lucy!!- llegó hasta ellos los gritos aterrados de Iris golpeando la puerta de la calle -¡¡Esa es Iris, mami!!- anunció Héctor mirando alarmado a su madre que también se quedó sobrecogida
-¡Dios santo, Esther!- exclamó asustada Lucía recogiendo un camisón verde agua de debajo la almohada y vistiéndoselo rápidamente ante la mirada desconcertada de Jaime
 -¡Voy a abrirle!- resolvió presuroso al mismo tiempo el pequeño bajándose raudo de la cama y saliendo del dormitorio
-¿Qué pasa mi ángel?- preguntó intrigado Jaime recogiendo sus boxers del suelo y vistiéndoselos bajo las sábanas pero a Lucía no le dio tiempo a responderle
-¡¡Tía Lucy, mami está tirada en el suelo de la sala y no se despierta!!- clamó entre lloros angustiosos la pequeña Iris entrando en el dormitorio seguida de un asustado Héctor
-¡¡Oh, no!!- gritó aterrada y corrió hacia el piso de Esther; Jaime, alarmado por la noticia, recogió rápidamente sus pantalones del suelo y, aún poniéndoselos, salió tras Lucía encontrando a los dos pequeños tomados de la mano parados aterrados ante la puerta de la casa de Iris observando a Esther pálida como la muerte en el suelo boca arriba y Lucía a su lado intentando reanimarla
-Esperar aquí- les avisó posando cariñoso la mano sobre sus cabecitas y corrió a ayudar a Lucía
-Casi no tiene pulso Jaime- comentó mirándolo muy asustada, Jaime también la miró sobrecogido- Llevémosla a la cama- indicó muy nerviosa Lucía y él la siguió- hay que levantarle las piernas, colócala del revés y apoyémosle los pies en el cabecero- explicó y él obedeció mientras Lucía rebuscaba muy nerviosa en la mesilla de noche
-Voy a por un paño húmedo- se ofreció voluntarioso y salió del dormitorio regresando al poco con una toalla mojada con la que empezó a mojarle el rostro a Esther
-¿Dónde rayos pusiste el maldito tensiometro, Esther?- murmuró muy nerviosa Lucía mientras ahora revolvía los cajones de la otra mesilla
-Está en la cocina, tía Lucy; papi se lo puso antes de irse- avisó la pequeña Iris que no habían obedecido a Jaime y ella y Héctor estaban parados ante la puerta del dormitorio observándolo todo
-Yo te lo traigo mami- se ofreció servicial Héctor corriendo ya por el pasillo y al instante regresó con él
 -Gracias mi cielo- expuso sonriéndole dulcemente mientras se lo colocaba en el brazo a Esther
-¿Qué es lo que pasa a Esther, amor?- preguntó curioso Jaime al observar como todos parecían estar, asustados sí, pero habituados a todo aquello y muy dispuestos a ayudar en todo
-Nació con una lesión cardíaca que le provoca hipotensión, es decir, tiene siempre la presión arterial muy baja y a veces sufre de bajones extremos que, ahora con el embarazo, se agravan aun más...- explicó apenas en un murmullo muy atenta al tensiometro
-Ah, está embarazada; que buena noticia- exclamó alegre sonriendo tierno; Lucía también sonrió aunque su rostro no estaba tan contento como el de él- ¿o no?- añadió retraído al ver su rostro preocupado
-Sí es una buena noticia y están muy contentos... pero ella tendría que tomarse las cosas con mucha calma y cuidarse mucho más; el estar tantas horas de pie en el hospital no es conveniente y menos estar tan inquieta y preocupada como lo está por Carlos... ¡Oh por Dios santo! tiene la tensión en mínimos completamente- anunció muy alarmada quitándose el estetoscopio de los oídos- Iris cielito ¿dónde tiene mami las pastillas?
-Siempre las lleva en el bolsillo, tía Lucy- contestó atenta, Lucía buscó en los bolsillos de su bata encontrándolas al instante- ayúdame Jaime, tenemos que abrirle la boca y colocársela debajo de la lengua
 -Cielo... ¿Será conveniente medicarla estando en estado' <¡No será mejor llamar una ambulancia?- previno inquieto Jaime aunque la ayudó
-Solo es un compuesto azucarado para ayudar a subir la presión arterial, tranquilo- le sonrió tranquilizadora y volvió a prestar atención el tensiometro
-¿Preparo el agua tía Lucy?- preguntó complaciente la pequeña Iris
-Sí mi niña, puedes ya traerla
 -¡¡Vamos, yo te ayudo!!- se ofreció servicial Héctor y ambos corrieron a la cocina; Jaime sonrió enternecido al verlos tan eficientes y sobre todo bien llevados
-Ya empieza a recuperarse- murmuró algo más calmada Lucía retirándose de nuevo el estetoscopio de los oídos y Jaime pudo comprobar que el color regresaba poco a poco a las mejillas de Esther al tiempo que empezó a emitir leves gemidos al ir despertando
-¿Qué... ha pasado?- preguntó aun media ida mirando desconcertada a Jaime y Lucía
-Que te ha dado otro soponcio hermanita- le murmuró tierna Lucía acariciándole cariñosa la frente, ella le sonrió dulcemente- pero de esta vez casi te nos vas, Esther; apenas tenías ya pulso- aclaró preocupada, Esther se mordió arrepentida el labio inferior- ¡¡Me va a oír ese descerebrado cuando regrese por no avisarme, porque cuando Carlos te tomó la presión antes de irse, ya debía estar muy baja...!!- reprochó indignada
 -Papi quiso hacerlo tía Lucy, pero mami no le dejó- se chivó desenfadada la pequeña regresando ya con un vaso de agua que no dejaba de revolver con una cucharilla
-Chivata- le reprochó con cariño su madre
 -¡¡Esther!!- exclamó ofendida Lucía
-Entiéndelo cielito: no estaba tan baja como para alarmarse y los niños hoy no tienen escuela... además, era vuestra primera noche juntos después de tanto tiempo...- se defendió melosa mirándola tiernamente; Jaime sonrió divertidamente pícaro
-¡¡Por Dios Esther ¿qué tontería es esa?!!- expresó mirándola atónita, ella se sonrojó abochornada y Lucía tomó aire profundamente- Eres imposible... anda, tómate el agua con azúcar- expuso más suavemente recogiendo el vaso que la pequeña Iris aún seguía removiendo- y te vas a quedar descansando el resto del día ¿me oyes? yo me ocupo de todo...- indicó resuelta pasándole el vaso de agua
-Entonces ¿no vamos a ir a conocer a los abuelitos, mami?- exclamó el pequeño Héctor y miró orgulloso a su amiguita Iris- Porque si no lo sabes él es mi papá y yo también tengo abuelitos; ya no solo los tienes tú- explicó vanidoso; la niña le hizo una mueca de fastidio
-¿Os vais hoy a Santa Mónica? Eso es maravilloso cielito- expresó alegre Esther
 -No, iremos mañana sábado que Carlos está en casa; yo hoy no te dejo sola- contestó decidida pero miró retraída a Jaime- ¿O acaso te molesta?- le preguntó cohibida, él le sonrió tierno
-No, que va, lo primero es Esther- resolvió cariñoso acariciando tierno la mejilla de Esther con el revés de su mano y ambas le sonrieron agradecidas
-¡¡Pero yo quiero ir hoy, tengo muchas ganas de conocerlos!!- protestó defraudado Héctor con los ojos llorosos
-Pobrecillo- murmuró conmovida Esther mirándolo enternecida- claro que sí mi ángel, claro que vais hoy; yo ya estoy bien y con el agua azucarada me recuperaré totalmente, ya lo verás mi cielo- expresó decidida bebiéndose a pequeños tragos el agua y él le sonrió más animado
-De eso nada; yo no me quedo tranquila, o nos quedamos o aviso a Carlos, pero sola no te dejo- remarcó decidida
-¡No, a Carlos no cielo! ¡O sabes que se vendrá corriendo y las cosas ya están bastante complicadas en el...!- exclamó asustada pero se calló de pronto y miró retraída a Jaime dejándolo desconcertado -Bah...- exclamó decepcionado el pequeño bajando impotente su mirada al suelo provocando una sonrisa tierna en su padre que se acercó a él
-Venga campeón, no seas así; mami tiene razón: no vamos a dejar solita a Iris con su mami enfermita ¿no?- exclamó animoso recogiéndolo en brazos, él lo miró comprensible pero desalentado- además, todo tiene arreglo mi ángel ¿quieres ver cómo papi logra solucionarlo?- propuso vanidoso y el pequeño lo miró esperanzado provocando una sonrisa amena en Jaime- venga, vamos capitán: llamaremos al aeropuerto para reservar los billetes y verás como lo solucionamos- resolvió animado besándolo compasivo en la mejilla, Lucía lo miró atónita
-¡¿Cómo que llamar al aeropuerto Jaime?!- exclamó incrédula, él la miró desconcertado
-Claro mi ángel ¿en qué vamos a viajar si no?- expresó desenfadado
-Jaime: en tren, en coche... ¡pero no en avión! ¡nunca te gustó volar, lo odias!- aclaró rotunda, él sonrió conmovidamente satisfecho; eso era amor, amor de verdad: conocer plenamente al otro; saber sus gustos, recordar sus preferencias, entender sus miedos, apoyarlo en sus ideales... la sujetó cariñoso del mentón mirándola encandilado
 -¿Cómo no te voy a querer mi vida?- declaró apasionado besándola dulcemente en los labios provocando una pícara carcajada en Esther, Lucía lo miró sin comprender aquel arrebato que le diera pero sonrió deleitada- no te preocupes por eso, después de tanto andar de un lado a otro, ya me estoy acostumbrado a ir en avión- explicó desenfadado
-¡¿Vamos a ir en avión?!- se emocionó Héctor provocando una sonrisa entretenida en sus padres y su tía Esther- ¡¡Que guay!! ¡¿Lo has oído Iris?! ¡¡Chínchate que tú nunca fuiste!!- se jactó vanidoso -Mira que puedes llegar a ser tonto- exclamó la pequeña aunque se la notó fastidiada, los adultos sonrieron enternecidos
-¿Quieres ir tú también en avión, chiquitina?- expresó cariñoso Jaime recogiéndola y sentándola en su otro brazo ante la mirada tierna de las dos mujeres, ella bajó la mirada pesarosa pero no dijo nada- pues tú también viajarás en avión, que carajo ¡¡vamos a arreglarlo!!- resolvió dispuesto saliendo del dormitorio
-¡¿Qué vas a hacer, Jaime?!- exclamó alertada Esther, él se volvió y la miró cohibido
-Llevárnosla con nosotros a pasar el fin de semana a Santa Mónica... si te parece bien, claro está- expuso amedrentado
-¡¡Que gran idea papi!! ¡¡Tú también vienes a conocer a mis abuelitos Iris ¿no es genial?!!- exclamó feliz Héctor y ambos niños se rieron emocionados provocando las risas tiernas de los tres adultos; Jaime miró tierno a Esther
-Míralos que felices se han puesto... ¿vas a ser capaz de negárselo?- expresó compasivo, ella sonrió derrotada y él ya le valió de aceptación- ¡¡Venga fierecillas, vamos a ver si podemos reservar para el vuelo de las siete que a esa hora tu papi ya está de regreso y tía Lucy se queda tranquila pues tu mami ya no se quedará sola!!- resolvió decidido besando tierno la mejilla de la pequeña y se fue por el pasillo llevándose a los pequeños sobre sus brazos ante la mirada cariñosa de ambas mujeres
-¿No es un hombre maravilloso? siempre lo hace tan fácil todo...- murmuró deleitada Lucía sin poder dejar de observarlo mientras se marchaba por el pasillo
-¿Y no será que se para a pensar las cosas un segundo y no decide a lo loco como otra personilla que yo conozco?- le recriminó burlona Esther
-¡¡Oye!!- expresó fastidiada por aquella clara y contundente directa y ambas rieron alegres.

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