sábado, 23 de mayo de 2015


    -Dios santo Jaime, pero... no podemos aceptar algo así...- balbuceó aturdido Carlos
-¿Por qué no? Es un regalo Carlos; mi agradecimiento a todo lo que habéis hecho por mi familia en estos años de mi ausencia y me sentiría muy agraviado si me lo rechazarais- explicó sincero
-Lo hicimos porque les queremos Jaime- aclaró Esther
 -Lo sé Esther, de eso no tengo la menor duda; pero yo quiero demostraros también el gran aprecio que os tengo por lo que habéis hecho y sobre todo por tenerme siempre presente a pesar de que no me conocíais; creo que ni aún así os doy demostrado cuanto os debo y agradezco- expresó sincero y miró a Lucía que lloraba emocionada y con un agradecimiento y una pasión en la mirada que lo conmovió- además mirar a mi reinita, sabía que seguir viviendo junto a vosotros la haría inmensamente feliz ¿Y cómo voy a negárselo?- aclaró plenamente enamorado y ellos sonrieron tiernos; Lucía se levantó de junto Esther y se sentó sobre las rodillas de Jaime mientras lo miraba con un amor infinito en la mirada, él la recogió amoroso entre sus brazos
-¡Dios, como le amo señor Ventura!- expresó feliz y él sonrió cautivado por aquella preciosa mirada que lo decía todo
-No más que yo a usted, señorita Salvatierra, eso se lo apuesto- murmuró apasionado y, sonriéndose dichosos, se besaron deleitados ante la mirada enternecida de sus amigos.
-¡¡Mami, tengo hambre ¿qué hay para cenar?!!- preguntó Héctor apareciendo junto a ellos interrumpiéndolos y Jaime resopló derrotado mirando desarmado a Lucía
-Lo siento mi ángel pero, aunque me cueste horrores, creo que no voy a besarte nunca más- expuso decidido, Lucía lo miró descolocada- es que cielo mío ¿no te has dado cuenta que siempre que te beso, a Héctor le entra el hambre? ¡Y será nuestra ruina, reinita; porque no hay dinero en el mundo que aplaque los deseos que siempre tengo de besarte!- aclaró chistoso provocando las carcajadas del resto
-Eso ni se te ocurra ¿me oyes? aunque tengamos que irnos a vivir debajo de un puente, nunca, nunca, dejes de besarme- repuso rotunda posando sus manos en sus mejillas y, riéndose divertidos, volvieron a besarse encantados.
 -¡¡A ver mamá, caray; de verdad que tengo mucha hambre!!- volvió a protestar el pequeño intentando separarlos
-¡Ey campeón; ven aquí!- lo llamó cariñoso Carlos y el niño obedeció deteniéndose delante de él; Jaime y Lucía los observaron intrigados- a ver gran jefe ¿qué te pasa con los besos que mami y papi se dan?- preguntó mirándolo a los ojos mientras posaba sus manos en sus pequeños antebrazos
 -Nada padrino- respondió al instante moviendo desenfadado los hombros
-¿Cómo que nada? Me ha contado un pajarito que siempre que los ves darse un beso, interrumpes con excusas para llamar la atención de mami... como acabas de hacer ahora- expresó reprochador, el pequeño bajó su cabeza y Jaime y Lucía se miraron asombrados al darse cuenta de que lo que Carlos había percibido al instante: ¡¡a Héctor le molestaba verlos besarse!!- ¿qué pasa campeón? ¿Acaso no estás contento con que papá haya vuelto?
-No padrino, sí estoy muy contento; papi es bueno y me quiere mucho como tú dijiste- respondió rotundo mirando seguro a Carlos a los ojos
 -¿Y entonces gran jefe? ¿No te gusta que quiera a mami?- siguió persistiendo
-Sí me gusta...- murmuró aunque ya menos resuelto y algo más introvertido; Jaime y Lucía se cruzaron una mirada inquieta al observar su inseguridad
-¿Pero...?- instó Carlos para que siguiera hablando, el pequeño no contestó- ¿Qué pasa Héctor? ¿A qué le tienes miedo hijo?- insistió tenaz, el pequeño lo miró retraído sin atreverse a hablar- Dímelo mi ángel ¿qué pasa?- lo animó acercándole a su boca la oreja
-Padrino... ¿y si al darle tantos besos papi a mami... mami deja de quererme a mí?- por fin expuso hablándole al oído
-Dios santo- murmuró conmocionado Jaime al escuchar aquello pasándose embarazado la mano por la cabeza al tiempo que Lucía exhalaba un dolido gemido y se cubría conmovida la boca con las manos
-Eso nunca va a pasar gran jefe, imposible; por muchos besos, cariños y regalos que papá le dé, mami jamás le querrá más que a ti- aclaró rotundo Carlos
-¿Y tú cómo lo sabes?- le desafió a explicar el pequeño mirándolo desconfiado a los ojos
-Pues porque ningún papá, haga lo que haga, puede competir con el amor de una mamá hacia su hijito- expuso rotundo pero el niño seguía mirándolo nada convencido- vamos a ver gran jefe, piensa en la madrina por ejemplo ¿sabes que Dieguito está creciendo en su barriguita, verdad?- expuso y el pequeño asintió con la cabeza- ¿tú crees campeón que por muchos besos o regalos que yo le dé a la madrina puedo superar todo el amor que le tiene a Dieguito llevándolo así bien cobijadito y guardadito dentro de su barriguita? ¡¡Imposible!!- exclamó totalmente resuelto, el pequeño sonrió satisfecho- y tu mami te llevó a ti como madrina lleva a Dieguito y puedo decirte que te quiere mucho no.... ¡¡¡muchísimo!!
-¿De verdad mami? ¿estuve metidito en tu barriguita?- expresó deleitado mirando emocionado a Lucía que le sonrió dichosamente feliz
-Claro mi ángel, aquí estuviste mucho tiempo dándome unas pataditas preciosas que me enloquecían mi gitano precioso- expresó con gran amor posando su mano en su vientre, él rió satisfecho- ¡¡ven aquí diablillo ¿cómo puedes pensar que voy a dejar de quererte si eres lo más grande del mundo para mí?!!- exclamó radiante agarrándolo por la cintura y empezó a resoplarle juguetona en el cuello provocándole aquellas preciosas carcajadas felices que hicieron reír alegres a todos; pero de pronto, el pequeño se puso serio de nuevo
 -Y entonces ¿ahora la madrina va a querer más a Dieguito que a Iris?- se inquietó de nuevo -¡¡Nunca!!- remarcó absoluta su madre- porque para una mamá sus hijitos son iguales y los querrá siempre, siempre, más que a nada en el mundo; más que a ella misma hasta
-Aaahh- expresó más convencido, pero miró retraído a Jaime- pero papi sí puede quererte más a ti que a mí.. porque él no me llevó en su barriguita...- murmuró inseguro
-¡Imposible también, campeón; porque, aunque yo no te llevé en la barriga, eres un pedacito muy grande de mí!- contestó rotundo Jaime tomándolo entre sus brazos y abrazándolo amoroso contra su cuerpo, el pequeño lo miró confundido- ven aquí y ya verás como lo ves claro y lo entiendes en seguida- expuso levantándose del sofá y, llevándoselo en brazos, lo puso junto a él frente al espejo del baño- ¿miras este remolino que tienes aquí en el pelo?- el pequeño asintió con la cabeza- pues mira: yo también lo tengo; y mira tu pelo negro igual al mío, y observa tu naricilla recta fina... fíjate en la mía... y ahora fíjate en mis manos- expuso mostrando su mano ante él- pon la tuya a lado campeón ¿lo ves? Es aún más pequeñita pero tienes la mano fina y los dedos muy largos iguales a las míos ¿te das cuenta? Eres igual a mí; estuviste en la barriga de mamá pero eres un cachito de mí y eso no se puede comparar ni superar con nada- el pequeño sonrió feliz- ¡¡Dios, si hasta tienes estos preciosos hoyuelos en tus mejillas iguales a mi papá ¿cómo no te voy a querer con locura?!!- exclamó arrebatado besándolo con pasión en la mejilla, Héctor aún rió más dichosamente henchido.
Lo despertó el persistente sonido del despertador que no cesaba de sonar sobre la mesilla de Lucía; aún medio adormilado examinó su reloj de pulsera ¡¡si aún no eran ni las siete de la mañana!! resopló hastiado e intentó alcanzarlo pero en ese momento Lucía farfulló fastidiada algo incomprensible y, dando un preciso manotazo sobre el despertador, lo silenció al fin y se cubrió la cabeza con la almohada volviéndose a dormir. Jaime rió divertido al ver la escena
-Amor, reinita, se hace tarde cielo- le susurró meloso al oído besándola amoroso en la sien
-Cinco minutos, por favor... solo cinco...- protestó mimosa y él volvió a reírse
-Siempre fuiste una dormilona empedernida- expuso sonriendo dulcemente acariciando tierno su mejilla con el revés de su mano- cielo... ¿a qué hora tiene que estar listo Héctor para irse a la escuela?- le preguntó suavemente al oído
-A las ocho lo recoge Carlos...- respondió entre sueños volviendo su cabeza hacia el otro lado, él la besó en el pelo y se levantó resuelto de la cama
Tras preparar la cafetera y mientras el café se hacía, se dio una ducha y se repasó la barba frente al espejo; regresó a la cocina y se tomó un tazón de café antes de volver al dormitorio y, procurando hacer el mínimo ruido para no despertar a Lucía, se vistió unos vaqueros y una informal camisa de fino lino y cuello Mao que se dejó por fuera de los pantalones; se calzó unos mocasines de piel de gamuza azul oscuros en sus pies desnudos y examinó su reloj de pulsera: las siete y media pasadas; tiempo de sobra... resolvió satisfecho y fue a despertar a Héctor.
-¡Ey campeón; hora de levantarse!- le susurró dulcemente al oído, el pequeño abrió los ojos y le dedicó una preciosa sonrisa
-Buenos días papi- saludó alegre rodeándole el cuello con sus bracitos y lo besó amoroso en la mejilla; Jaime sonrió dichosamente complacido
 -Buenos días mi ángel; venga, que hay que ir a la escuela- expresó resuelto y el pequeño se levantó rápidamente de la cama
-¿Y mami?- preguntó intrigado acercándose a su uniforme del colegio que Lucía le había dejado preparado sobre la silla de su dormitorio
-Aún duerme campeón, yo te llevaré al colegio y la dejaremos dormir un poco más ¿qué te parece?- propuso animoso y Héctor sonrió alegre asintiendo con la cabeza- ¿necesitas ayuda?- se ofreció servicial
-No que va, sé solo- respondió resuelto quitándose el pijama y Jaime sonrió complaciente
-Entonces, yo iré preparando el desayuno- expresó besando cariñoso al pequeño en la cabeza y él sonrió animado. Al rato ya estaban desayunando cada uno su bol de cereales sentados a la barra de la cocina uno junto al otro- ¿no llevas algo para el almuerzo?- le preguntó así acabaron dejando los tazones en el fregadero
 -Sí, mami siempre me manda una fruta y un...- se calló un instante y miró a Jaime con un brillo malicioso en la mirada de pronto- y unas galletas de chocolate del paquete rojo que mami guarda en ese mueble de ahí- concluyó intentando parecer desinteresado aunque su mirada le delataba al señalar uno de los muebles de la zona superior: el muy pícaro estaba intentando engañarle; pero Jaime se dejó engatusar y, sin dar muestras de que lo había calado, le metió en una bolsita de la merienda una manzana y dos paquetes de aquellas galletas. Después se fueron al baño, le lavó su hermosa carita y lo peinó; cogió la colonia infantil que había en la repisa y echó una poca en la palma de su mano frotándoselas levemente
 -Así, como todo un hombre...- expresó palmeándole dulcemente las mejillas de Héctor que reía divertido mientras elevaba su lindo rostro hacia su padre para que le esparciera bien la colonia- perfectos y guapísimos; podemos irnos ya- exclamó así terminó besándolo satisfecho en la mejilla y el pequeño corrió a su cuarto regresando ya con su mochila a la espalda; tras coger las llaves que Lucía había dejado puestas en la cerradura, se fueron al piso de Carlos y Esther
-Buenos días preciosa ¿qué tal has amanecido?- se interesó cariñoso así Esther les abrió la puerta
-Yo bien, gracias; pero ¿y tú? ¿a dónde vas tan temprano? ¿Acaso Lucía ya se cansó de ti y te echó de la cama o qué?- se burló chistosa y Jaime rió entretenido
-¡¡Ja, ja; que graciosilla!!- exclamó tirándole suavemente de su nariz, ella rió explayada- Hoy llevo yo los niños a la escuela, si no hay ningún problema claro- se ofreció resuelto
-Claro que no, además es cerca; yo los llevo en el coche porque aprovecho que voy camino al trabajo, pero ciertamente está aquí a lado- expuso animoso Carlos
-Pues ya está, me los llevo entonces- resolvió satisfecho y tomó la mano de Iris marchándose feliz ante la mirada tierna de Carlos y Esther.
Lucía, sin abrir sus ojos, extendió su brazo sobre la cama buscando el cuerpo de Jaime y abrió los ojos sorprendida al descubrir que él no estaba a su lado; examinó el despertador y se sobresaltó al descubrir que pasaban de las nueve
 -¡Dios mío, Héctor; levántate cielo que llegamos tarde a la escuela!- le gritó al pequeño saltado de la cama y,colocándose rápidamente la bata sobre su cuerpo desnudo, corrió al dormitorio del pequeño pero para su sorpresa Héctor no estaba en su cama. A sus espaldas se escuchó el tintinear de unas llaves abriendo la puerta de la calle apareciendo Jaime
 -¡¡Ey, mi reinita ¿hace mucho que te las despertado?!!- expresó sonriéndole alegre
 -¿Dónde está Héctor?- preguntó intrigada sin poder dejar de mirarlo de arriba abajo, el muy cabrito estaba arrebatadamente atractivo con aquella ropa
-En la escuela ¿dónde si no mi ángel?- respondió desenfadado entrando en el apartamento y cerrando tras de sí la puerta, ella sonrió deleitada
-¿Lo has preparado tú?- preguntó sorprendida, él asintió resuelto con la cabeza y ella sonrió satisfecha- ¿Y puede saberse de dónde vienes ahora tan guapo?- expresó mirándolo de nuevo pícaramente de arriba abajo, él se echó una mirada descolocada por aquel comentario ya que simplemente llevaba unos vaqueros puestos, pero sonrió divertido
 -De llevarlo mi reinita- repuso desenfadado, ella volvió a sonreír dulcemente encandilada- Por cierto ¿sabes que intentó engañarme el muy ladino? Me dijo que le mandabas de almuerzo las galletas de chocolate que sospechosamente guardas fuera de su alcance- aclaró riéndose divertido, ella rió explayada- es un golosón como su mami- murmuró tierno besándola dulcemente en los labios- y por eso te traigo unos bollos de canela de esos que te gustan tanto para desayunar- expresó mostrándole una bolsa de papel que sostenía en la mano, ella sonrió divertida
-¡¡Ya!! ¿Se parece em goloso a mí, no?- repuso con malicia, él asintió con la cabeza- y entonces dime ¿cuántos bollos has comprado y cuántos llegan vivos a casa? pero dime la verdad- preguntó burlona, Jaime abrió sorprendido los ojos
-¿A qué viene esa pregunta?- expresó confundido frunciendo intrigado el ceño
-Porque el goloso lo eres tú, como tu hijo; y, como mínimo, te has comido uno, glotón: el azúcar te delata- expresó riéndose alegre limpiándole los chivatos restos de azúcar glass que se le observaban en la barba, él soltó una carcajada explayada
 -Tengo que deshacerme de la barba- resolvió chistoso pasándose raudo la mano por el bigote y ahora fue ella la que rió divertida
 -Eso ni se te ocurra ¿me oyes? ¡¡Me encanta como te queda!!- exclamó encandilada y, rodeándole amorosa el cuello con sus brazos, lo besó apasionada; él la atrapo entre sus brazos y se entregaron en un deleitado beso lleno de amor y pasión mutuos que los excitó rápidamente; Lucía se empezó a frotar provocadora contra su cuerpo al tiempo que lo aprisionaba deseosa contra ella
-Ey gatita, detente... ¿no dijiste ayer que querías ir al hospital hoy? Si sigues así, no podré ya controlarme...- intentó detenerla pero ella sonrió pícara mirándolo ardientemente excitada
 -Como tú siempre dices: hay tiempo a todo- murmuró melosa dejando resbalar su bata por sus hombros quedándose completamente desnuda ante él que sonrió satisfechamente deleitado observando aquel cuerpo sinuoso que le volvía loco
-Buff, tú lo has querido gatita- exclamó desarmado y se quitó al instante la camisa por la cabeza sin desabrocharla siquiera; ella, riéndose triunfadora, se colgó de su cuello rodeándole las caderas con sus piernas volviendo a atrapar aquella deliciosa boca devorándola ya con deseo y ansia de mucho más, Jaime la sujetó por las nalgas y se la llevó sin más demora al dormitorio.
-¡¡Lucía que sorpresa!!- la saludó alegre el doctor Martínez al verla entrar en su consulta levantándose de su sillón y, acercándose a ella, la besó dulcemente en la mejilla
 -Buenos días doctor- respondió devolviéndole el tierno beso
-Pero que guapa nos estás pequeña ¿te han sentado bien estos días de descanso, eh?- repuso animoso, ella sonrió alegre- ¿Qué? ¿Preparada y con fuerzas para regresar a tu puesto?- indagó esperanzado regresando a su sitio tras la mesa
 -¿Recuerda lo que me dijo aquella tarde doctor?- expuso sentándose frente a él, el doctor Martínez la miró confuso- ¿que procurara poner orden en ese “nada” que me tenía tan despistada y triste?- repitió animosa, él movió afirmativamente la cabeza recordándolo y sonrió ameno- pues ya lo he hecho- replicó soltando un profundo suspiro
-¿Y? - expuso mirándola intrigadamente interesado
 -Y... me regreso a mi casa de donde nunca debí irme con mi marido- aclaró decidida mostrándole feliz su anillo de compromiso en su dedo, el doctor Martínez se quedó sin aliento y mirándola muy serio y callado; había hasta palidecido, como si aquella inesperada noticia le hubiera caído como un jarro de agua fría- ¿le ocurre algo doctor?- expuso cohibida por aquella reacción
 -No, que va...- contestó demasiado presuroso revolviéndose incómodo en su sillón- me alegro por ti pequeña, de verdad que sí- expresó evitando descaradamente mirarla mientras intentaba ordenar los expedientes de encima de su mesa para disimular su abatimiento por aquella noticia aunque sin resultado
-¿Hay algún problema si... ya no regreso a mi puesto?- preguntó inquieta al observar su desánimo -¡¿Ya no regresas?! ¡¿Por qué las prisas Lucía?!- interrogó sobrecogido mirándola alertado
 -Queríamos casarnos a primeros del mes que viene y necesito regresar cuanto antes a Santa Mónica para arreglarlo todo- expuso azorada mirándolo nerviosa- pero si va a causarle algún problema con la doctora Arteche, no pasa nada doctor: me quedo el tiempo que sea necesario; mamá Marisa se encargará de todo- intentó remediar temerosa de su profunda e inquietante mirada
-No, tranquila; puedo solucionarlo- le sonrió tranquilizador pero ella no se tranquilizó
-De verdad que puedo arreglármelas...- insistió servicial
-Que no pequeña, que no pasa nada, de verdad- instó más animado y ella le sonrió, ahora sí, más relajada- pero Lucía... eres una enfermera extraordinaria, atenta y servicial como muy pocas; y parecías feliz con tu profesión...¿por qué renunciar a ello? Puedes cogerte un año y después regresar, tu puesto aquí estará esperándote siempre sin nigún problema... ¿O es que acaso a él no le gusta que sigas con tu trabajo?- se interesó preocupado
-¡Oh no doctor; claro que no! Si Jaime siempre está de acuerdo con todo lo que yo propongo- exclamó divertida pero con un claro tono de deleite y una mirada que expresaba tanto amor que impactó al doctor Martínez y sonrió tiernamente conmovido- es una decisión mía; él pretendía abandonar toda su vida allá y trasladarse aquí solo por mí, pero es que yo quiero regresar a mi ciudad, a mi verdadero hogar junto a los míos- aclaró melancólica demostrando que realmente extrañaba mucho sus raíces- y no voy a dejar mi profesión: buscaré un puesto en el hospital de Santa Mónica- resolvió decidida, él sonrió complacido
-Me alegro mucho por ello pequeña, y sabes que cuentas conmigo si necesitas cualquier ayuda; si ponen reparos en darte un puesto, tú solo llámame y yo moveré algunos hilos- se ofreció animoso -Muchísimas gracias doctor, usted siempre fue tan amable conmigo que de verdad voy a extrañarlo- repuso dedicándole una de aquellas preciosas sonrisas que iluminaban como un sol radiante.
-Pues eso tiene fácil solución: llámame de vez en cuando por favor; yo también voy a extrañarte mucho pequeña y me encantará tener noticias tuyas- resolvió amistoso
 -Lo haré doctor, téngalo por seguro- aseveró sincera y ambos se sonrieron claramente complacidos- y ahora me voy, Jaime me está esperando abajo y debemos ayudar a empaquetar a Esther que se viene con nosotros- resolvió animada ofreciéndole amistosa su mano
 -¡¿También ese hombre me quita a Esther?! ¡¡Buff, me estaba cayendo súper mal por haberme derrotado en ganarte el corazón; pero ahora ya empiezo a odiarlo!- expresó chistosamente fastidiado tomándole demasiado tierno la mano, pero Lucía rió divertida
-Casualidades de la vida, al esposo de Esther le ha aparecido la oportunidad de su vida con un puesto de trabajo increíble en Santa Mónica imposible de rechazar y por eso se trasladan... y, referente a mi corazón doctor... nunca estuvo libre para poder ganárselo nadie; solo Jaime lo llena de pleno- expresó con una amor infinito, él sonrió derrotado
 -Lo sé pequeña, lo sé... por desgracia, siempre lo supe- murmuró dulcemente y la besó cariñoso en la frente

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