lunes, 4 de mayo de 2015


    Jaime llegó a su casa y, cansado y derrotado, se dejó caer sentado en el sofá de la sala. No podía con aquella noticia sobre Lucía, le pesaba de manera sobrehumana en el alma provocándole un dolor terriblemente el corazón. Ahora sí que tenía que olvidarla, tenía que superar todo aquello de una puñetera vez y arrancarla de su mente y su corazón… Pero ¿cómo hacerlo si tenía grabada en su retina aquel rostro angelical tan hermoso de preciosos ojos color café que siempre lo miraban tan dulcemente que parecían acariciarle y y que iluminaban todo su mundo junto con su tierna sonrisa de aquella boca tan sensual de deliciosos labios que nunca se habría cansado de saborear? ¿Cómo olvidar el roce de sus suave manos que llevaba grabado a fuego en cada milímetro de su piel y aún le ardía tremendamente solo con recordarlo? ¿Cómo olvidarla si aún la amaba más que a su propia vida, por Dios santo? ¿cuándo cada poro de su piel exhalaba amor por ella y añoraba su contacto? ¿cómo podría borrarla de su mente y, sobre todo, de su corazón cuando la extrañaba tanto? ¿Cuándo la echaba tanto de menos a su lado que parecía faltarle la vida?… Y de pronto, inesperadamente y sin proponérselo, la imagen del hijo de Lucía inundó sus pensamientos retirándola a un segundo plano. Irritado por aquella traición de su mente, se levantó furioso y se dirigió al mueble bar donde se bebió un buen vaso de whisky bebiéndoselo de un solo trago y acto seguido se sirvió otro y otro más; quería ahogar aquella terrible imagen para él, desterrarla de su mente para siempre... pero era imposible; aquel rostro tan hermoso y pícaro con aquellos grandes ojos color café tan expresivos y vivarachos que también mostraban gran ternura como los de su madre, su pelo algo ondulado y tan negro como el azabache, y aquella sonrisa tan linda y alegre con aquellos hoyuelos tan hermosos en sus mejillas, parecía anclado a perpetuidad en su mente… Y a pesar de su disgusto, no pudo evitar sonreír enternecido al recordar aquella carita tan linda y pícara que solo con verla ya se percataba que debía ser un pillastre de armas tomar. Tenía que reconocer que era lindo el picaruelo, un niño realmente muy hermoso; también la pequeña Iris era una niña preciosa, tan rubita y con aquellos preciosos ojos azules, aunque ella se parecía más a su papá que a Lucía...
 -Espera un momento...- expresó de pronto poniéndose tremendamente serio- García dijo aquel día en la oficina que la pequeña tenía casi siete años; no puede ser hija de Lucía, de aquella estaba aún conmigo...- concluyó en voz alta y entonces recordó que también dijera que el pequeño Héctor tenía solo cinco... ¡¡cinco!! Y sus ojos se abrieron de par en par- ¡¡Hija de la gran puta!!- exclamó furioso y lanzó con ira el vaso contra la pared- ¡¡Por eso llevabas días tan rara y te fuiste así: de pronto y sin dar explicaciones!! ¡¡Mis sospechas eran ciertas!! ¡¡Ya andabas liada con ese Carlitos estando aún conmigo y me abandonaste así supiste que estabas embarazada de él ¿verdad maldita desgraciada?!! ¡¡Y yo casi me creo las palabras de tu amiguita Esther cuando me dijo que te importaba y me querías; seré estúpido!!- bramó colérico y tremendamente herido por aquella nueva noticia que había descubierto.
Lucía tampoco cerró ojo en toda la noche. Sin poder dejar de llorar, pensaba que había vuelto a tener a su lado a su adorado Jaime, había podido volver a ver sus hermosos ojos grises que aún seguían acariciándola de aquella manera especial al mirarla y oír su dulce voz que aún seguía erizándole la piel al escucharla; había vuelto a ver su atractivo rostro con aquella sonrisa tan preciosa que poseía… y había vuelto a alejarse de él como una estúpida… Pero lo peor y lo que más le hacía sufrir era que había tenido tiempo y docenas de oportunidades maravillosas de decirle que tenía un hijo que le extrañaba y le echaba muchísimo de menos y permitió que se fuera sin habérselo contado; y aún mucho peor que todo eso y más insoportable para ella era que su pequeño al fin pudo haber conocido a ese padre que tanto añoraba y ella con su estupidez no lo había permitido…
-¡Buenos días mami ¿Qué haces durmiendo en el sofá de la madrina?!- indagó curioso Héctor al encontrársela acostada en el sofá, ella sonrió encandilada
-Hola ángel mío; te echaba tanto, pero tanto, tanto de menos, que me tuve que venir a dormir aquí para estar más cerca de ti- exclamó deleitada atrapándolo entre sus brazos y le resopló juguetona en el cuello, el pequeño rió feliz y alegre
-Pero ¿será posible contigo, campeón? ¿No te dije que no despertaras a mami que aún es muy temprano y debía descansar?- le regañó tierno Carlos apareciendo en la sala acompañado de Esther, Lucía les sonrió dulcemente
 -Ya estaba despierta, tranquilos- intercedió tierna acariciando dulcemente el hermoso rostro de su pequeñín
-¿Has logrado descansar algo?- se interesó cariñosa Esther, ella solo movió indiferente los hombros mientras descubría el pequeño golpe en la frente de Héctor
-¿Qué tienes aquí cielo? ¡¡Héctor!! ¿No te habrás vuelto a pelear en la escuela, verdad?- le reprendió sobresaltada deslizando suavemente su dedo sobre el pequeño moratón
 -No mami, no me pelee, te lo prometo- respondió rotundo
-No tía Lucy; salió como siempre como un loco a correr del ascensor sin obedecer a papi y tropezó contra un señor en el portal- explicó resuelta Iris, a Lucía el corazón se le encogió y las lágrimas regresaron a sus ojos al escuchar a la pequeña; padre e hijo habían estado juntos al fin y ninguno supo quien era el otro... tragó trabajosamente saliva intentando deshacer el terrible nudo que se le había formado en la garganta
 -¡¡Chivata; esta me la pagas!!- le increpó fastidiado Héctor mirándola furioso mientras le lanzaba una patada que la pequeña esquivó hábil
-¡¡Héctor!!- le increpó tajante su madre, él la miró arrepentido- te tengo dicho cientos de veces que no salgas así a la calle y que obedezcas siempre a tío Carlos- le regañó muy seria mirándolo enfadada -¿Sabes mami? Ese señor me dijo que podías estar muy orgullosa de mí porque era todo un caballero- indicó vanidoso intentando aplacar el enfado de su madre para que no le siguiera regañando, Lucía sonrió deleitada besándolo tierna en la mejilla; su pequeño era un traste incorregible, pero la tenía completamente embobada y derretida
 -Ese señor te buscaba, tía Lucy; pero papi le dijo que no estabas- aclaró servicial y dispuesta Iris, Lucía le sonrió tierna
-Lo sé mi ángel, papi ya me lo comentó anoche; pero muchas gracias de todas formas- contestó cariñosa besándola agradecida en la mejilla
-¿Quién es ese hombre y de qué te conoce mami?- interrogó desconfiado Héctor mirando intensa y profundamente a lo ojos de su madre y a Lucía se le cortó la respiración sin saber qué responder- ¿Eh mami? ¿Quién es?- insistió ante su silencio
 -Sí tía Lucy ¿de qué lo conoces?- también curioseó la pequeña Iris- ¿Sabes que es muy guapo?- declaró pícara como si fuera toda una experta en el tema, Lucía y sus padres no pudieron evitar reír divertidos
 -No seas estúpida, no era para nada guapo; tenía cara de tonto- increpó fastidiado el pequeño mirando enfurecido a su amiguita
-¡¡Para ti todos los que buscan a tu mamá tienen cara de tontos; pero, este sí era guapo, y mucho, aunque te fastidie!!- remarcó tajante la pequeña y Héctor, enfurecido, lanzó su mano hacia su larga cabellera rubia con toda la intención de darle un buen tirón de pelo para callarla
 -¡¡Ey, ya vale campeón!!- lo detuvo Carlos sujetándole raudo la mano antes de que alcanzara su objetivo- Claro que no era tan guapo como tú ¡ni punto de comparación, vamos hombre!…- expresó contundente y el niño sonrió vanidoso- pero hay que reconocer que era bastante atractivo ¿o no? tampoco vamos a quitarle méritos ahora al pobre hombre ¿no crees?- bromeó chistoso y todos volvieron a reírse entretenidos- Y ahora pídele perdón a Iris y vámonos a desayunar que se hace tarde- resolvió animoso, el pequeño obedeció sin rechistar y se los llevó a la cocina
 -¡Oh Dios mío, Esther! Estuvo aquí… Jaime estuvo aquí buscándome- sollozó conmovida Lucía, Esther se sentó a su lado y, tomándole cariñosa las manos entre las suyas, le sonrió dulcemente- ¡¡Padre e hijo estuvieron juntos sin saber!! ¡¡Oh Dios mío Esther…!! ¡¿Y si Jaime se da cuenta del tremendo parecido que hay entre ellos y saca conclusiones?! ¡¡Eso lo va a enfurecer muchísimo, Esther!! ¡¡Va a pensar que no quise decírselo y en uno de sus arrebatos puede hacer cualquier barbaridad!!- exclamó aterrada mirando muy asustada a su amiga
-¡¡Ah ¿y eso no es cierto acaso?!!- exclamó reprochadora mirándola desaprobadamente
-¡Esther, jolines!- clamó dolida por aquel merecido pero tan tremendamente doloroso reproche
-Está bien, lo dejo ya- suspiró cariñosa- Pues ya sabes lo que tienes que hacer mi niña: llamarlo de inmediato y contárselo todo; ahora sí que no hay marcha atrás Lucía y en algo tienes muchísima razón: si él saca sus propias conclusiones antes de que tú se lo expliques, va a ser mucho peor- resolvió rotunda y ambas se miraron inquietas- así que amiga mía: para después puede ser tarde; vamos a buscar ese número de teléfono y vas a aclararlo todo ahora mismo.
 El sonido de cerrarse la puerta de la calle lo despertó de súbito; sobresaltado, desorientado y aún medio dormido, observó a su alrededor percatándose de que estaba acostado en el sofá de la sala de su casa
 -¡¡Oh Dios mío, Jaime!! ¡¡Qué alegría tan grande tenerlo al fin de vuelta!!- exclamó emocionada su asistenta al encontrarlo en la sala y a Jaime un terrible y punzante dolor le recorrió la cabeza
-¡Por todos los demonios Cata, no grites por favor!- exclamó dolorido echándose las manos a la sienes mientras se erguía sentándose en el sofá, la buena mujer sonrió guasona
 -Has estado celebrando con gusto tu regreso ¿eh?- replicó socarrona recogiendo la botella vacía de whisky de sobre la mesita, él sonrió apático
-Mas bien he estado intentando ahogar viejos fantasmas del pasado- murmuró apesadumbrado levantándose del sofá, su voz sonó tan hundida y dolorosa que ella lo miró conmovida
-¿Y lo logró al menos?- se interesó cariñosa, él la miró con gran tristeza en los ojos y volvió a sonreír desganado; sin contestarle, se encaminó hacia el pasillo que llevaba a los dormitorios y ella suspiró profundamente al comprender que no lo había logrado. De pronto, él se volvió
-Por favor Cata, de que he dormido en el sofá y de eso, ni una palabra a mi madre ¿entendido?- expresó rotundo señalando la botella que ella seguía sujetando en su mano
-¿De qué me estás hablando?- respondió mirándolo inocente mientras escondía tras ella la botella vacía, se rieron divertidos- Pero no deberías volver a hacerlo Jaime, recuerda que aún acabas de salir del hospital y estás tomando medicación y…- aconsejaba dulcemente la buena mujer
-Y no sé por qué lo hice Cata, sabes de sobra que nunca hice una estupidez así- la interrumpió cariñoso- además, ten por seguro que no se repetirá nunca más... ¡Joder, fijo ¿eh?!- aclaró chistoso echándose de nuevo dolorido las manos a las sienes y ella soltó una carcajada divertida mientras él siguió su camino hacia su dormitorio.
Revisaban concienzudamente las agendas que Lucía tenía en su casa; pero el dichoso número de teléfono no aparecía.
-¿Dónde lo has podido apuntar corazón? ¡¡Porque no aparece por ningún lado!!- exclamó fastidiada Esther cerrando la última de las agendas que revisaban, ella movió apática sus hombros- Prueba otra vez de memoria cielo- la alentó recogiendo el inalámbrico de sobre la mesita de café y mostrándoselo animosa
-No Esther, ya lo he intentado dos veces y me sale siempre la dichosa telefonista diciendo que ese número no existe; debo confundir algún número- expuso fastidiada; de pronto abrió esperanzada sus grandes ojos color café- ¡¡Ya sé Esther!! ¡¡En la carpetita donde guardo los papeles de Héctor!!- indicó animada levantándose del sofá y dirigiéndose a su dormitorio
-¿Qué papeles cielito?-indagó curiosa su amiga siguiéndola
-Tengo una carpeta preparada con toda la documentación de Héctor y la dirección y el teléfono de su padre, por si algo me ocurriera que se ponga en contacto con él y no quede desamparado- explicó rebuscando en el fondo de uno de los cajones de su cómoda
-¡Ey Lucía, eso me ofende! ¡Nosotros nunca lo dejaríamos desamparado!- reprochó dolida su amiga, Lucía la miró conmovida
-Lo sé hermanita, nunca lo puse en duda; pero, si por casualidades de la vida a mí me pasara algo, con quien debe estar Héctor es con su padre ¿no lo crees así tú también?- explicó enternecida, su amiga le sonrió conmovida- ¡Aquí está! Sabía que lo había apuntado en alguna parte- exclamó satisfecha encontrando un papel con el nombre, la dirección y el teléfono de Jaime que observó extrañada- que raro… sí lo estaba marcando bien…- declaró confundida
-¿Estás segura?- instó Esther examinándolo también- bueno, a lo mejor eso crees pero confundías algún número; prueba otra vez corazón, venga- indicó resuelta Esther pasándole el teléfono que aún sostenía en su mano. Lucía marcó los números allí escritos y la voz mecánica de la operadora le respondió al instante de nuevo: “El número que ha marcado no existe...”
-No me confundí Esther…- musitó apagadamente mirando apesadumbrada su amiga que la observaba confundida- este número ya no existe, debió cambiar de teléfono… Claro, pasaron tantos años… soy una estúpida al suponer que seguiría con el mismo…- explicó finalmente apagando el teléfono
-Y ahora ¿qué?- expuso apagadamente Esther y ambas se quedaron mirándose abatidas.
-Buenos días- saludó animado a sus padres entrando en la cocina donde ellos estaban aún desayunando
-Hola cielo, has madrugado ¿qué tal has descansado?- respondió cariñosa su madre al tiempo que él la besaba tierno en la sien- ¿Has venido a desayunar con nosotros?
-Dormí muy bien mamá y conoces a Cata, me preparó un contundente desayuno que no permitió despreciar, tranquila- respondió resuelto y los tres se rieron alegres- papá, venía a ver si podías prestarme tu coche si tú no vas a necesitarlo; tengo que ir a la oficina y…
-¡¿Cómo que vas a ir a la oficina Jaime?! ¡¡Apenas ayer saliste del hospital hijo!!- le interrumpió su madre increpándole sobrecogida
-¡¿Cómo vas a conducir con el brazo y la pierna así?! ¡¿Te has vuelto loco o qué?!- exclamó irritado al mismo tiempo su padre
-Tranquilos ¿eh?- exclamó fastidiado por el inesperado asalto de réplicas- primero: mamá serénate que solo voy a la oficina a entregar unos documentos que no pueden demorarse y ya me regreso; y segundo papá: tu coche es automático como lo era el mío y no necesito usar ni el brazo derecho ni la pierna izquierda ¿vale? No me va a pasar nada- aclaró decidido- Y ahora ¿me lo prestas o no?
-No- respondió rotundo, él lo miró ofendido por su tajante negativa- si esperas cinco minutos yo te llevo; tengo que ir a la ciudad a recoger unos paquetes que desde hacía días teníamos aviso de llegada y no puedo demorar más su recogida; así que yo te llevaré y te recogeré cuando estés listo- explicó más resuelto y ambos se sonrieron agradados.
-¡¡Oh Dios santo Jaime, que alegría verlo de nuevo!! ¿Está bien ya?- lo saludó entusiasmada su secretaría abrazándolo amistosa
-Hola Marta; sí, estoy perfectamente- le correspondió sonriendo agradado. Todos salieron a saludarlo así oyeron el efusivo recibimiento de su compañera a su jefe. Su mirada se cruzó con la de Clara que le sonreía dulcemente desde la puerta de su despacho aunque no se acercaba- ¿Qué? ¿No piensas saludarme?- la alentó chistoso
-La verdad es que no sé si hacerlo ni si te lo mereces…- expuso irónica mirándolo reprochadora
-Ven aquí fierecilla- expresó cariñoso acercándose a ella y la abrazó amoroso contra su cuerpo; ella le correspondió encantada- perdóname ¿sí? no tenía ningún derecho a tratarte así y mucho menos decirte las cosas que te dije- expuso conmovido besándola tierno en la sien, ella lo miró enternecida y le sonrió enamorada- no sabes cuanto lo siento y lo arrepentido que estoy cielo ¿me perdonas?- expresó pesaroso y ella le volvió a sonreír dulcemente; Jaime la besó agradecido en la frente.
-¡¿Qué diablos ha pasado?! ¡¿No te habrá amenazado, verdad?!- se alteró Carlos al verlas regresar con rostros abatidos y miradas apagadas
-No pasó nada, el teléfono que Lucy tiene ya no existe y no sabemos como contactar con él- explicó apesadumbrada Esther
-¡Joder me habíais asustado con vuestras caras!- suspiró más calmado- pero no hay que ponerse así; eso tiene solución, gatita, yo puedo conseguir el número de la empresa y allí podrán darte su nuevo número privado- resolvió animado, ellas lo miraron esperanzadas
-¿De verdad puedes hacerlo Carlos?- instó ilusionada de nuevo Lucía
-Claro mi chiquita, no hay problema- aclaró resuelto dirigiéndose hacia la esquina de la sala donde estaba instalado su pequeño rincón de trabajo y se sentó ante su ordenador portátil, Esther y Lucía se sonrieron animadas de nuevo- A ver... buscamos número de contacto de la empresa Balboa y asociados...- expresó mientras tecleaba raudo en el ordenador
-No Carlos, se llama Compañía Pedro Balboa- corrigió al instante Lucía
-No mi ángel, la empresa se llama Balboa y asociados... ¡Y aquí la está ¿ves?!- aclaró satisfecho al aparecer en la pantalla ante sus ojos la imagen del logo de la empresa y la fotografía de los tres dueños sonriendo: Pedro, Jaime y Clara. A Lucía el corazón empezó a latirle frenético al ver la foto de Jaime; cuanto más lo miraba, más guapo lo encontraba...
-¡Vaya! ¡Se asociaron los tres!- expuso atónita y Esther y Carlos la miraron intrigados- antes Jaime y Clara solo eran empleados de Pedro; al parecer, ahora se han asociado los tres...- explicó serena, Carlos le sonrió ameno
-Pues al parecer sí... y aquí tienes el teléfono de contacto corazón- aclaró resuelto apuntando en un papel el número que allí aparecía y se lo entregó; Lucía se quedó mirándolo en su mano sin moverse -¡¡Espabila Lucía!!- la alentó rotunda Esther sobresaltándola- llama de una vez o lo haré yo- añadió decidida y ella reaccionó marcando al instante aquel número que allí estaba escrito
 -Pero ¿qué haces aquí ya insensato? Se supone que tienes que estar de baja un par de meses más aún…- regañó amistoso Pedro cuando ya se encontraban en la sala de reuniones
-No empieces tú también como mi madre, por favor te lo pido- replicó fastidiado y se rieron divertidos- solo vengo a poneros al día sobre los últimos acuerdos que llegué con el dueño de esa empresa de la capital, quiero que desde ahora Clara se ponga al frente; yo no pienso volver por allí y no debe retrasarse más la puesta en marcha de la empresa o empezaremos a perder dinero- declaró rotundo; Clara abrió asombrada aquellos bonitos ojos verdes mirándolo desconcertada pero nada preguntó- tuve que prometerle que los empleados seguirán en su puesto, que no habrá despidos, ya que más que una empresa son como una gran familia; así que tenemos que estudiar a cada uno de ellos y reorganizar los puestos...- siguió explicando poniendo sobre la mesa los expedientes de los empleados y Clara y Pedro le ofrecieron su máxima atención
 -Balboa y asociados ¿dígame?- le contestó una cantarina y amena voz femenina a Lucía así el teléfono estuvo repicando unos breves minutos; ella se mantuvo en silencio sin atreverse a hablar- ¿Oiga? ¿Sigue ahí? Balboa y asociados ¿con quién desea hablar por favor?- insistió amable la muchacha, el suave golpe que Esther le propinó con su codo en el brazo de Lucía, la sacó de aquella momentánea indecisión que la había asaltado
 -Buenos días, quisiera comunicarme con Jaime Ventura Casas por favor... ¿podría ser?
-Un momento, ahora mismo le paso con su despacho; no cuelgue por favor- indicó servicial la telefonista y una suave melodía sonó a través del auricular
-¿Qué te dicen?- alentó impaciente Esther, ella y Carlos la observaban expectantes
-Es la recepcionista; creo que ya me va a pasar con él…- murmuró moviendo insegura los hombros -¡¿Ya está en la oficina?! ¡¡Si aún ayer le dieron el alta!! ¡¡Otro sin sentido como alguien que yo me sé!!- reprochó molesta Esther mirando desdeñosa a su esposo que hizo caso omiso a su mirada
-Despacho del señor Jaime Ventura ¿en qué puedo ayudarle?- respondió otra voz femenina
-Hola buenos días, quisiera hablar con Jaime ¿podría ser?
 -En estos momentos está reunido; si desea dejar su nombre y su número, él se pondrá en contacto con usted en cuanto le sea posible- expuso amable la mujer
-De acuerdo, soy…- dudó temerosa unos instantes pero la mirada esperanzada de Esther le dio las fuerzas que parecía perder- soy Lucía Sal…
-¡¿Lucía?!- exclamó incrédula la mujer interrumpiéndola, su inesperado entusiasmo la desconcertó- ¡¿De verdad eres Lucía?! ¡¿Lucía Salvatierra?!- insistió atónita
-Sí…- musitó acobardada
-¡¡Soy Marta, la secretaria de Jaime ¿te acuerdas de mí?!- exclamó ilusionada, Lucía sonrió más relajada
-Sí claro, hola Marta ¿cómo estás?- la saludó amistosa
-Bien, bien... Pero ¡¡Que alegría oírte muchacha!! ¡¡Por favor no cuelgues que ahora mismito te paso con él!!- expuso entusiasmada la mujer- ¡¡Por Dios santo no vayas a colgar ¿eh?!!- insistió temerosa -No, tranquila que espero- le contestó sin poder dejar de sonreír divertida
-¿Qué pasa?- indagó curiosa Esther
-La recepcionista me pasó con Marta, su secretaria desde que empezó a trabajar en esa empresa y una mujer muy dulce y agradable; dice que lo va a avisar aunque está reunido- explicó esperanzada y ambas se sonrieron animadas.

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