jueves, 14 de mayo de 2015


    Llegada la hora, Esther y Carlos los acompañaron al aeropuerto. Los niños iban tan entusiasmados y nerviosos con su viaje en avión, que provocaban las risas tiernas de sus padres mientras observaban enternecidamente divertidos como Esther y Lucía se despedían llorosas haciéndose cientos de recomendaciones mutuamente como si no se fueran a ver nunca más. Al undécimo abrazo consecutivo, Jaime tomó a Lucía de la cintura y la arrastró hacia el túnel de embarque ante las risas guasonas de Carlos.
 -¡¡Cuida mucho de Iris!!- exclamó Esther dando unos pasos con intención de ir tras ellos, Carlos también la sujetó por la cintura deteniéndola
-¡¡Lo haré, tranquila; sabes que lo haré!!- respondió Lucía intentando acercarse a ella pero Jaime lo evitó y siguió caminando por el túnel
-Menos mal que te has acordado de tu hija- se burló cariñoso
-¡Serás idiota!- exclamó fastidiada y rompió a llorar sin poder contenerse, Carlos conmovido, la oprimió tierno contra su pecho mientras se cruzaba una mirada enternecida con Jaime y se sonrieron cómplices antes de ellos desaparecer por el túnel de embarque.
Durante el viaje, Jaime atendía en todo momento y radiantemente feliz a las charlas amenas de los dos pequeños sentados juntos al otro lado del estrecho pasillo; pero no perdía detalle de Lucía sentada a su lado que, abstraída y muy seria, giraba inquieta el anillo en su dedo mirándolo fijamente. Al cabo de un buen rato, él cubrió cariñoso con su mano la de ella deteniéndola en su nervioso juego
-¿Qué tienes mi reina?- indagó nervioso, ella lo observó sorprendida
 -Nada ¿por qué?- respondió sonriendo dulcemente
 -Tu dulce boca dice nada pero tus hermosos ojos me indican que sí ¿qué pasa mi amor? ¿Es por Esther? ¡¡Si vais a volver a estar juntas el martes ya, cielo mío!!- instó y ella tomó aire profundamente
-No es por Esther; sé que estará bien, Carlos la cuida muchísimo; además, disfrutar de unos días los dos solos les vendrá muy bien...- aclaró sonriéndole amena
 -¿Entonces?- insistió desconcertado
-Es que todo va tan rápido Jaime… - murmuró abrumada mirando por la pequeña ventanilla, él se alarmó
-¿Te estás agobiando mi cielo? ¿Estoy yendo muy deprisa de nuevo con lo del compromiso?- expuso preocupado- pues si es eso lo tiramos mi vida, trae; ya más adelante te compraré otro- aclaró decidido e intentó quitarle el anillo del dedo
-¡¡No Jaime ¿qué haces?!!- clamó sobresaltada deteniéndolo
 -No quiero que te sientas presionada por este puñetero anillo, que te sientas acorralada mi amor- aclaró espantado y tomó su dulce rostro entre sus manos mirándola fijamente a la cara, Lucía quedó impresionada al descubrir el terrible terror que llenaban sus hermosos ojos grises- te quiero tanto que no puedo perderte de nuevo mi vida ¿no lo quieres? Pues nos deshacemos de él mi reina, pero no me desaparezcas nunca más mi amor- murmuró casi en una súplica conmoviéndola tremendamente -Jaime...- murmuró sobrecogida y sus ojos color de la miel se inundaron de lágrimas
 -Que te lo haya dado no significa que tengamos que casarnos mañana sin falta mi chiquita; esperaré lo que necesites, hasta estar preparada, pero no vuelvas a irte mi ángel o me moriré de pena- replicó angustiado
-Por Dios Jaime; tranquilízate, mi amor… no estoy agobiada por nuestro compromiso ni me siento presionada por el anillo cielo, me gusta mucho y te doy mi palabra que estoy deseando que nos casemos: yo tampoco quiero volver a perderte Jaime- declaró cariñosa pero con una rotundidad que despejaba cualquier duda
-Entonces mi ángel ¿qué es lo que va rápido?- instó confundido
-Todo en general; y me siento impactada, abrumada; pero para nada angustiada- expuso serena mirándolo amorosa pero él seguía mirándola enredado- todo va tan rápido y fue tan fácil que asusta ¿no lo crees tú también? Ayer me peleaba con Héctor para que recogiera la sala ante de irse a la cama y, de repente, en menos de 24 horas: apareciste en la puerta, él te aceptó sin reparos ocupando el lugar que te corresponde como su padre, estamos juntos de nuevo y prometidos…- aclaró sorprendida como si le costara creerlo
-Como debe ser ¿no?- indicó desubicado
-Sí mi vida… pero es que soy demasiado feliz y me aterra tanta felicidad ¿de verdad a ti no te da miedo?- expuso amedrentada, él sonrió enternecido y, pasándole el brazo por los hombros, la atrajo cariñoso contra su pecho
-Mi gatito asustadizo, como bien dice Esther...- susurró enternecido besándola amoroso en la cabeza- no mi cielo, a mí no me da miedo sentir tanta dicha y felicidad porque lucharé hasta con dientes y uñas si es preciso para que nada la empañe y sé que lo conseguiré; yo solo temo perderte de nuevo y me prometiste no hacerlo ¿cierto?- expresó deleitado y ella, sonriendo dulcemente, asintió con la cabeza- pues del resto no te preocupes ni te inquietes mi vida, porque no permitiré que nada ocurra- aclaró contundente y la besó tierno en los labios- y no te angusties mi amor, aprendí la lección y las cosas irán al paso que tu decidas mi cielo; sin presiones ni agobios- se sonrieron encandilados y se besaron apasionados.
Al bajarse del avión, los pequeños estaban maravillados por el viaje y no paraban de parlotear excitados provocando las sonrisas tiernas y divertidas de Lucía y Jaime
-Es mejor que tú esperes aquí con ellos mientras yo me encargo de recoger las maletas, cielo; aquello se vuelve un caos de gente y carritos transportando maletas y pueden lastimaros- indicó cariñoso besándola dulcemente en los labios, ella asintió con la cabeza mientras le sonreía conforme
-¡Yo quiero ir a ver como salen las maletas!- exclamó Héctor echando ya a correr por la terminal sin rumbo colándose por en medio de la gente
-¡¡Héctor, para ahí; espera!!- gritó asustada Lucía sin resultado; Jaime echó a correr tras él seguido de Lucía llevando bien sujeta de la mano a Iris. Pero, aunque no lo perdía de vista gracias a su altura y lograba tenerlo controlarlo en todo momento por encima de las cabezas de la gente, no conseguía alcanzarlo pues él se escabullía mucho mejor de la gente colándose entre sus piernas. Para sorpresa de Lucía, de pronto Jaime se paró en seco y esbozó una de aquellas preciosas sonrisas de medio lado alegre y picaruela tan habituales en él y Héctor- ¿Qué pasa? ¿Por qué te detienes?- interrogó nerviosa -Mira...- expresó divertido señalando con la cabeza delante de ellos y Lucía observó curiosa; los padres de Jaime recorrían la terminal a paso apurado y Héctor, en su alocada carrera, iba directo hacia ellos- ¡Detenlo papá!- gritó cuando Héctor pasaba junto a ellos y su padre, instintivamente, rodeó al instante la cintura del niño
-¿A dónde crees que vas pillastre?- expuso entretenido elevándolo en el aire e inmovilizándolo contra su cuerpo, Jaime sonrió complacido al ver que su padre había logrado atraparlo
-¡Ey suéltame!- exclamó el pequeño mirando sobresaltado a Héctor que abrió atónito sus grandes y hermosos ojos grises tan iguales a los de su hijo Jaime
 -¡¡Ay va la leche!!- clamó sobrecogido el padre de Jaime observando incrédulo la carita del pequeño -¡¡Santa Bárbara bendita, Héctor!! ¡¡ Pero si este niño es igualito a nuestro Jaime cuando era chiquito!!- exclamó asombrada Marisa sin dar crédito a lo que sus ojos veían; Jaime le pasó el brazo por los hombros a Lucía y empezó a aproximarse a ellos sonriendo divertido, también Lucía sonreía amena
-¿Tú eres Héctor, a qué sí?- le preguntó su abuelo mirándolo deleitado, el pequeño abrió asombrado sus lindos ojitos color café
-¡¡Sí!! ¡¿Cómo lo sabes?!- exclamó pasmado mirándolo perplejo provocando las risas de sus dos abuelos
-¡Ja, porque yo soy muy listo!- expresó chistoso besándolo sonoramente en su preciosa y blandita mejilla
-Que vas a ser listo tú, es que el pobrecillo es inconfundible caray- replicó la anciana quitándoselo de los brazos provocando las risas divertidas de Jaime y Lucía ya a su lado y también besó al pequeño en las mejillas- ¡Ay cielito, cuanta razón tenías: es igualito a ti a su edad; por Dios bendito!- exclamó conmovida hacia Jaime besándolo también, él sonrió lleno de satisfacción- ¡Ay, mi niña! ¡¡Qué alegría verte y tenerte de nuevo con nosotros mi ángel!!- exclamó conmovida Marisa abrazando con gran cariño a Lucía
-Hola mamá Marisa- murmuró emocionada devolviéndole el abrazo con igual ternura; la mujer se separó levemente mirándola encandilada
-Gracias por este nieto precioso nos has dado cielo mío; y Jaime no exageró nada mi niña: realmente estás preciosa cariño mío- declaró deslumbrada y ella sonrió cariñosa
-También usted está muy guapa, la veo espectacular- expresó tierna y se sonrieron encantadas; el pequeño miraba intrigado y acobardado a su madre por aquel efusivo recibimiento de aquellos desconocidos- ¿No tenías tantas ganas de conocer a los abuelitos? Pues aquí los tienes ya: ella es la abuela Marisa y él el abuelo Héctor, cielo- le explicó tranquilizadora mientras le acariciaba tierna las mejillas, el pequeño sonrió feliz mirando a ambos ancianos emocionado
-¿Sí? ¿Eso es verdad?- exclamó interesado
-Ajá- contestó rotunda su abuela y ambos se sonrieron dichosos- ¡Ay, mira Héctor: tiene tus lindos hoyuelos!- clamó entusiasmada provocando las risas alegres del resto
-¿Y quién es esta niña preciosa de ojos tan azules y hermosos?- preguntó el abuelo recogiendo en sus brazos a la pequeña Iris que le sonrió cohibida.
-Es Iris- contestó resuelto el pequeño Héctor
-¡Oh, que nombre tan bonito; casi tan lindo como ella!- expresó encantado, la pequeña sonrió tímidamente
-Es la hija de unos buenos amigos de Lucía que tenía muchas ganas de viajar en avión y le hemos querido cumplir el deseo ¿verdad preciosa?- explicó Jaime acariciándola dulcemente en la cabeza, ella asintió con la cabeza
-Pues muy bien hecho hijo- remarcó feliz el anciano besando a la pequeña en la mejilla- ¡venga, ve a recoger las maletas que nosotros te esperamos en la entrada del parking!- animó resuelto echando a andar hacia la salida del aeropuerto; Jaime besó dulcemente los labios de Lucía y obedeció mientras ella junto a Marisa aun con Héctor en brazos, siguieron a su padre que, cargando alegre a Iris, le hacia animadas preguntas intentando quitarle el reparo que la pobrecilla sentía. Durante el trayecto a casa, Héctor e Iris sentados entre Lucía y Jaime en el asiento trasero del coche del padre de Jaime, seguían haciendo cientos de preguntas curiosos e ilusionados por todo lo que iban descubriendo en aquella nueva ciudad provocando las sonrisas tiernas de los adultos. Cuando el padre de Héctor adentró el coche por el camino de grava entre aquella preciosa arboleda, Lucía observaba atónita todo a su alrededor, aquel lugar era maravilloso: rodeado de vegetación oyéndose únicamente los cantos de los pájaros, parecía tan lleno de paz y serenidad... el padre de Jaime detuvo el coche delante de la casa de Jaime y Lucía miró anonadada aquella gran edificación moderna de enormes cristaleras en vez de paredes cubiertas de finos estores que evitaban curiosear lo que había dentro.
-¡Wow, mira Iris: una casa de cristal!- exclamó impresionado el pequeño provocando las risas de los adultos- ¿Es tuya abuelito?- interrogó curioso y los dos ancianos se miraron emocionados al instante -¡Oh Dios ¿Lo has oído mi viejito?!- expresó conmovida Marisa mirando a su esposo que sonreía dichoso mientras asentía con la cabeza; Lucía y Jaime se sonrieron conmovidos al ver su emoción -No mi ángel, esta es la nuestra; los abuelos viven en aquella que se ve allá a lo lejos ¿la ves?- le explicó cariñoso Jaime y Lucía al instante lo miró pasmada
-¡¿Es tuya?!- indicó asombrada
-No... es nuestra- corrigió rotundo Jaime besándola dulcemente en los labios dejándola boquiabierta y descendió del coche siendo seguido de su padre que le ayudó con las maletas, también los dos pequeños se apearon del coche y observaron encandilados todo su alrededor
 -¿Te ocurre algo cielito?- se interesó Marisa al verla inmóvil mirando embobada de nuevo la casa, ella reaccionó y le sonrió tranquilizadora
 -No mamá Marisa, solo que me he quedado impresionada... ¡¡es preciosa!!- expuso maravillada, la anciana sonrió complacida
-¡Mami, ven: mira que parque más bonito y grande tenemos para nosotros solos!- expuso ilusionado Héctor abriendo la puerta del coche de su lado, ella y Marisa se sonrieron alegres y al fin se bajó del coche observando la maravillosa arboleda que rodeaban la casa
-¡Uhmm, que maravilla!- exclamó encantada tomando una profunda bocanada de aire limpio y puro deleitándose en el agradable y relajante olor a pinos que lo invadía todo- Esto es realmente precioso... que tranquilidad...- murmuró encandilada
-Me alegro que te guste mi niña porque sé que Jaime, aunque inconscientemente, la compró pensando en tus gustos, no en los de él- expuso emocionada Marisa y ambas se sonrieron satisfechas
-¿No venís?- preguntó Jaime intrigado cuando regresaron de dejar las maletas dentro de la casa al ver a su padre entrar de nuevo al coche
-No, nosotros debemos avisar a Alicia que empiece a preparar la cena; vosotros poneros cómodos y refrescaros del viaje; pero no os retraséis mucho que os esperamos- contestó resuelta Marisa y, despidiéndose con la mano, se alejaron siguiendo el camino de grava. Jaime rodeó con su brazo la cintura de Lucía y la besó amoroso en la mejilla
-¿De verdad te gusta mi ángel?- preguntó muy interesado, ella sonrió feliz
-Me encanta- expresó rotunda y él sonrió satisfecho besándola tierno en los labios
-¡Voy a investigar; ven Iris!- gritó emocionado Héctor corriendo ya hacia la casa aunque la pequeña no obedeció quedándose parada a lado de Lucía
-¡Espera Héctor, a ver si vas a romper algo!- intentó detenerlo Lucía pero sin éxito
-Déjalo "investigar" mi amor; si rompe algo se repone y listo- repuso desenfadado Jaime tomando tierno la mano de Iris que seguía muy quieta y callada junto a Lucía y se encaminaron hacia la enorme puerta de doble hoja de aluminio por donde ya había desaparecido Héctor. Entraron en la casa y Lucía no salía de su asombro al ver la espaciosa casa decorada con gran gusto y elegancia. La entrada era impresionante: era una estancia grande y elegante, pintada de un gris muy claro iluminada con una preciosa lámpara de cristal que colgaba del alto techo sobre una mesa redonda donde había un jarrón con unas preciosa rosas rojas que dominaba el centro sobre una alfombra negra cuadrada que destacaba sobre el impoluto mármol blanco del suelo. Pero lo que más destacaba de aquella sencilla pero agradable entrada era la cristalera justo frente a la puerta de entrada que mostraba una cómoda y acogedora terraza amueblada en mimbre negro situada ante una enorme piscina. Por el arco de la derecha donde podía visualizarse un amplio y elegante comedor, apareció charlando amena con Héctor una señora cincuentona con aspecto amable que sonreía alegre
-Mira mami, esta es Cata y trabaja aquí- la presentó resuelto Héctor provocando las sonrisas amenas de los tres adultos
-Hola, yo soy Lucía- se presentó educada mostrándole amable su mano que la buena mujer estrechó sonriendo gustosa
-Lo imaginaba, Marisa me lo dijo; lleva desde ayer histérica de alegría con vuestra llegada, nunca la vi tan eufórica y feliz desde que supo de tu regreso con Jaime- expresó entrañable y volvieron a reírse divertidos- ¿Qué? ¿Al parecer ya han desaparecido aquellos fantasmas, no?- le habló cariñosa a Jaime mirándolo con una gran ternura que impresionó a Lucía; él sonrió dichoso
-Del todo Cata, del todo- expresó feliz besando tierno la sien de Lucía
 -¡Que guay ¿Hay fantasmas aquí Cata?!- exclamó emocionado Héctor provocando las carcajadas divertidas del resto
-No mi ángel, solo existían en la cabecita de tu papá- respondió desenfadada acariciando dulcemente su cabeza, él hizo una mueca de fastidio ocasionando de nuevo las risas de los adultos- he preparado el dormitorio azul para el pequeño, pero no sabía nada de otra invitada...- explicó servicial acariciando tierna la mejilla de Iris que seguía quieta y en silencio agarrada a la mano de Jaime- pero de inmediato alisto la verde para ella; disculparme- resolvió dispuesta recogiendo una de las maletas -Deja eso Cata yo las llevo- dispuso al instante Jaime retirándosela de la mano, ella le sonrió agradecida
-¿Le ayudo?- se ofreció amable Lucía
-No que va, pero muchas gracias- respondió agradada y se adentró por el arco de la izquierda donde podía verse un amplio y nuevamente muy elegante salón
-¡¡Ven Iris, vamos a ver nuestras habitaciones!!- la invitó desenfadado Héctor echando a correr tras Catalina, pero la pequeña no se movió. Jaime y Lucía se miraron inquietos ante la quietud y el silencio de la niña
-¿Qué te pasa mi ángel?- se interesó tierna Lucía acuclillándose ante ella, la pequeña no respondió; solo negó con la cabeza moviendo desinteresada los hombros levemente- Sí te pasa algo, a mí no me engañas; dime que tienes mi niña preciosa- insistió acariciándola dulcemente las mejillas
-Nada tía Lucy- respondió apenas en un murmullo pero la insistente mirada de Lucía decía que no la creía- de verdad, no me pasa nada... solo estoy pensando en lo mucho que le gustaría todo esto a mami, siempre dijo que le encantaría tener una casita en medio del bosque...- aclaró sonriendo amena aunque sus ojillos se humedecieron; Lucía se mordió el labio inferior comprendiendo al instante lo que le ocurría a la pequeña
-Yo también ya la estoy extrañando mucho mi ángel, pero en dos días estaremos con ella de regreso cielo mío- aclaró compasiva llenándosele también los ojos de lágrimas. Jaime se sintió muy conmovido al escucharlas, que la pequeña extrañara a su madre era lógico, pero que Lucía se sintiera así demostraba que quería muchísimo a Esther y no iba a ser fácil que se separan... así que, lo de regresar a vivir a Santa Mónica, probablemente quedaba descartado; resolvió mentalmente
-¡Ay que dos se me fueron a juntar!- expresó chistoso aunque su voz sonó con gran ternura y ambas rieron divertidas- anda: tomar, llamarla y quedaros tranquilas mientras yo llevo las maletas- resolvió pasándole su teléfono móvil a Lucía que le sonrió felizmente agradecida. Las besó a ambas en la frente y, recogiendo las maletas, siguió a Cata y a Héctor.
Tras hablar con Esther y ya más tranquilas, Lucía tomó cariñosa la mano de la pequeña ya más animada tras haber hablado con su mamá, y entró en la sala; ambas se quedaron boquiabiertas y maravilladas con lo que descubrieron.
 -¡Que casa más bonita tía Lucy!- exclamó sorprendida la pequeña observando aquel gran salón iluminado por dos preciosas lámparas que colgaban del techo sobre las dos zonas en las que se dividía la estancia formando dos saloncitos individuales aunque ambos estaban amueblados de igual forma: sofás blancos que parecían muy cómodos y unas mesitas de café de cristal sobre grandes y mullidas alfombras negras en donde había otros dos hermosos jarrones con más ramos de rosas frescas. Uno estaba colocado frente a una moderna chimenea que tenía dos altas estanterías también blancas llenos de libros a ambos lados y el otro estratégicamente situado frente a un mueble modular donde había un enorme televisor de plasma. La estancia se completaba con una barra de bar que separaba ambas salas cuyas estanterías de espejos estaban repletas de variadas botellas de todo tipo de licores. Tras unos minutos de deleite observando aquella preciosa sala, Lucía continuó camino por el arco que estaba frente a ellas y daba a un ancho pasillo cuya pared derecha era toda una gran cristalera de puertas corredizas que daban a la piscina y a la izquierda se veían las puertas abiertas de cuatro dormitorios junto a lo que parecía un despacho al fondo. Héctor apareció saliendo de la tercera puerta
 -¡¡Mami, esta casa es enorme!!- expresó emocionado abriendo encandilado sus lindos ojitos castaños provocando una entretenida sonrisa en su madre- ¡¡Ven Iris, vas a ver que otro jardín mas grande tenemos aquí para jugar!!- indicó tomando resuelto la mano de su amiguita y llevándosela fuera de la casa atravesando una de las puertas corredizas que llevaban a la bonita terraza junto a la piscina -¡Cuidado no os acerquéis a la piscina!- les previno Lucía
-¡Ya mami, no somos tontos!- respondió resuelto sin detenerse, Jaime salió del primer dormitorio sonriendo divertido
-Parece que le gusta la casa ¿no?- expuso complacido acercándosele, ella le devolvió agradada la sonrisa
-Él con tener mucho espacio para correr a sus anchas está encantado- respondió desenfadada y él rió entretenido
-Pues aquí lo tiene para correr hasta hartarse- expresó satisfecho rodeándole la cintura con sus brazos y la atrajo contra su cuerpo- ¿y a ti mi ángel? ¿Te gusta?- se interesó besándola dulcemente en los labios
-Ya te dije que me encanta, es preciosa y muy elegante; pero sobre todo, has conseguido que sea muy íntima y acogedora a pesar de tener esos enormes ventanales- murmuró deleitada devolviéndole el suave toque con los suyos, Jaime sonrió complacido
-Y eso que aún no has visto nuestro dormitorio; ven...- susurró pícaro llevándola suavemente hacia el interior del dormitorio mientras atrapaba gustoso la boca de Lucía que se dejó llevar devolviéndole aquel dulce pero ardiente beso.

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