martes, 19 de mayo de 2015


    -¡Lucía cielo ¿Y los niños?!- preguntó al percatarse de su falta, ella descolocada observó a su alrededor
 -¡Oh Dios! No lo sé... ni me acordé de ellos, solo corrí a detenerte al oírte gritar- exclamó alterada mirándolo asustada, él salió raudo al pasillo seguido de Pedro y Lucía encontrándose con todo el personal asomados aún a las puertas observándolos inquietamente curiosos
-¡¿Alguien a visto a dónde ha ido mi hijo?!- exclamó nervioso mirando aterrorizado uno a uno cada rostro que negaban con la cabeza
-Se los ha llevado Marta a la salita del café para que no presenciaran el jaleo, señor Ventura- respondió atenta la joven telefonista que también estaba en el pasillo, él suspiró más relajado
 -Gracias Blanca- le sonrió agradecido y, tomando la mano de Lucía, se dirigió a la salita encontrándose a Marta sentada a la mesa junto a los niños que dibujaban entretenidos en unos folios -¡¡Mira lo que te dibujé mami!!- exclamó alegre Héctor corriendo a su lado al verlos aparecer
-¡¡Y mira yo tía Lucy!!- lo siguió la pequeña Iris, ella sonrió dulcemente y recogió los folios descubriendo que Héctor había pintado una casita en medio de los árboles con un papá y una mamá llevando a un niño entre ellos de la mano igual que Iris
 -¡¡Somos papi, tú y yo en nuestra casa nueva!!- aclaró feliz Héctor
 -¡¡Y el mío también!!- esclareció Iris provocando las sonrisas enternecidas de los adultos
 -¡¡Que bonitos mi ángeles, muchas gracias!!- expuso cariñosa Lucía besándolos en la mejillas y los niños sonrieron felizmente satisfechos- pero mi cielito... ¿no me has dibujado muy gorda?- repuso mirando divertida a Iris que rió alegre
 -¡¡Mira que eres boba tía Lucy; no eres tú: es mi mami con Dieguito en la barriga!!- aclaró riéndose jocosa la pequeña
-¡Mira que eres boba tía Lucy, estaba muy claro caray!- la imitó burlón Jaime mirando socarrón a Lucía que le echó fastidiada la lengua y todos volvieron a reírse entretenidos- ¡Venga, vámonos a pasear que ya está bien de estar aquí encerrados!- resolvió animado Jaime recogiendo en brazos a la pequeña Iris y la besó tierno en la mejilla, los pequeños le sonrieron alegremente complacidos con aquella noticia
 -¡Chao Martita!- exclamó Héctor poniéndose de puntillas para besar la mejilla de la mujer- y a ver si la próxima vez tienes lápices de colores para poder pintar mejor ¿eh?- le reprochó inocente provocando las risas de los tres adultos
 -Claro mi ángel, te prometo que los tendré; que os lo paséis muy bien- respondió agachándose para que él le llegara sonriendo agradecida por aquel dulce detalle del pequeño; Jaime aproximó a Iris para que también la besara
 -Gracias- le murmuró plácidamente agradecido Jaime besándola cariñoso en la sien
-No hay de qué jefe; pero súbame el sueldo para poder comprar los lápices de colores ¿vale?- respondió desenfadada aunque en su rostro se pudo percibir el agrado por aquel reconocimiento y volvieron a reírse divertidos
Pasaron el resto de la mañana de compras por el centro comercial olvidando pronto aquel mal instante. Escogieron primero el dormitorio de Héctor y tras ello, Jaime cogió de las manitas a los pequeños y echó a correr por los pasillos del comercio en dirección contraria a la salida dejando descolocada a Lucía mientras los niños reían alegres
-¿A dónde vas ahora?- exclamó extrañada Lucía
 -¡¡A comprar juguetes mami; muchos juguetes!! ¡¿Cuándo has visto tú una habitación sin juguetes?!- contestó resuelto Jaime y ella abrió atónita los ojos al tiempo que la alegría de los pequeños se incrementó al oírlo; sonriendo entretenida, los siguió acompañada del atento dependiente.
 Llegados a la zona de jugueteria, Jaime se entusiasmó aún más que los pequeños entre tanto juguete y quería comprarlo todo; Lucía, más juiciosa, tuvo que reprenderle como a un niño pequeño provocando las risas divertidas de los dependientes. Tras escoger más de una docena de juguetes y unas bicicletas para ambos niños, avisaron a Catalina que preparara la habitación azul para recibir el dormitorio de Héctor y el resto de compras y al fin Lucía logró sacarlo de allí y se encaminaron alegres en dirección a la salida; pero al pasar por un escaparate de trajes de novia, Jaime se detuvo de repente
-¡¿Entramos?!- le propuso animoso a Lucía mirándola ilusionado, ella sonrió divertida
-No… El novio no puede ver el traje de la novia hasta el día de la boda, de eso ya me encargaré yo sola- le contestó coqueta y recreada tirando de su brazo en dirección a la salida
-Pero... ¿sigue en pie tu decisión, no? ¿No lo dijiste solo por fastidiar a Clara, verdad?- expresó inquieto dejándose llevar desganado, ella se detuvo y lo miró dulcemente sonriendo animada
 -Sí mi cielo, tranquilo que nos casamos a primeros del mes que viene… Y referente a lo que dijo Clara: no pienso irme nunca más Jaime, ya no podría vivir sin ti a mi lado- aclaró cariñosa besándolo dulcemente en los labios, él la miró feliz y la atrapó entre sus brazos profundizando aquel suave beso de Lucía convirtiéndolo en un apasionado y entregado beso de amor pleno.
-¡¡Ya estamos otra vez!!- oyeron protestar fastidiado a Héctor junto a las risitas pícaras de Iris; ellos rieron divertidos pero no se detuvieron- ¡¡A ver, que tengo hambre, caray!!- protestó el pequeño entremetiéndose entre ellos para separarlos; obligados por el pequeño, se separaron remolonamente y muy despacio mirándose íntimos y enamorados; Jaime aún depositó un dulce beso en los labios antes de separarse definitivamente de ella
 -¡Así que tienes hambre ¿eh campeón?!- exclamó de pronto y, tomándolos por sorpresa, rodeó con sus brazos las cinturitas de ambos niños cargándolos bajo sus brazos como si fueran fardos provocándoles unas carcajadas alegres en ellos- ¡Pues vámonos a comer entonces!- resolvió decidido y echó a andar hacia la salida
-Jaime espera...- lo detuvo Lucía y él la miró intrigado- cielo ¿y si cogemos unos bocadillos y nos vamos a comer a la playa? Los niños nunca vieron el mar...- propuso mirándolo alentada, él elevó descolocado las cejas
-¿No conocen el mar?- expresó incrédulo, ella negó con la cabeza y él observó a los pequeños que lo miraban curiosos aún colgados de sus brazos- ¿de verdad nunca habéis ido a la playa?- instó desconcertado, ellos también negaron con la cabeza- ¡Ah pues eso no puede ser, nos vamos ahora mismo a ver el mar; pero entonces antes hay que cambiarse de ropa e ir preparados para un buen baño!- resolvió volviéndose y caminó a paso decidido hacia las tiendas de nuevo, los niños rieron felizmente entusiasmados y Lucía, sonriendo entretenida, lo siguió- Aquí se quedan eligiendo estas dos hermosas señoritas...- expresó al llegar delante de las puertas de una de las tiendas de moda femenina dejando a Iris en el suelo- y los caballeros nos vamos a poner guapos en esa de ahí; a ver quien acaba antes- propuso desenfadado mientras besaba amoroso los labios de Lucía que rió divertida observándolo encandilada dirigirse con Héctor aún bajo su brazo hacia el comercio de a lado ¡¡Dios cuanto amaba a aquel hombre maravilloso!! ¡¿Cómo había podido vivir sin él todos aquellos años? Le parecía algo imposible ahora que lo tenía de nuevo a su lado! suspiró profundamente cuando Jaime desapareció de su visión dentro de la tienda de ropa masculina y miró a la pequeña que la esperaba pacientemente a su lado, le sonrió animosa tomándola de la mano -¿Vamos mi niña? ¡Hay que apurarse que tenemos que ganarles!- expresó juguetona entrando resuelta en la tienda y la pequeña rió entretenidamente divertida- empezaremos por unos cestos de playa para ir metiendo todas las cosas que vamos a necesitar- resolvió animada dirigiéndose hacia los bolsos de mimbre colgados de una estanteria; escogió uno grande y muy bonito para ella y uno muy coqueto y mucho más pequeño para Iris. Siguió el recorrido por entre las estanterías eligiendo rápida y precisa a su paso el resto de cosas necesarias para un día de playa repartiéndolas en ambos cestos: las cremas solares, cuatro toallas, dos cepillos y gomas del pelo, unas coquetas chanclas para Iris junto a unas sandalias de plataforma para ella y al fin los bañadores junto a dos divertidos pareos a juego y corrieron a cambiarse a los vestuarios; la pequeña no dejaba de sonreír feliz siguiendo el divertido juego de su tía Lucía- ¡Ah, que no se nos olvide esto!- exclamó cogiendo sin detener su carrera unas toallitas desmaquilladoras al pasar junto a ellas. A los pocos minutos ya estaban en la puerta de regreso perfectamente listas con sus bañadores puestos, envueltas en los pareos atados a sus cinturas y con sus coquetos cestos colgados del hombro. También aparecieron ellos al mismo momento y también a la carrera vestidos iguales con unas bermudas azul marino de grandes bolsillos a los lados, unos camiseros marineros a rayas azules y blancas y unas zapatillas azul marino de cordones blancos. Pero lo que más gracia le hizo a Lucía y no pudo evitar reír divertida fue ver como Héctor, que no estaba acostumbrado a llevarlas, levantaba la cabeza para que no se le cayeran las gafas de sol que llevaba puestas. Jaime se quedó encandilado mirando a Lucía vestida solo con aquel bañador negro de pronunciado escote y cubriendo sus bonitas piernas con un pareo de flores atado a su cintura
-¡Buff, imposible campeón; por mucho que queramos ponernos guapos, con estas dos bellezas es imposible competir!- expresó derrotado y Lucía le regaló una de aquellas preciosas sonrisas que lo volvían loco- pero a toda esta maravilla le falta algo...- añadió acercándose a ellas y les colocó a ambas unas buenas gafas de sol; a Iris unas infantiles iguales a las de Héctor y a Lucía unas elegantes Ray- Ban de cristal degradado- ¡Ahora sí: perfectas!- exclamó complacido besando amoroso los labios de Lucía- ¡Ya podemos irnos!- exclamó satisfecho bajándose las suyas que llevaba puestas en la cabeza y, riéndose divertidamente complacidos los cuatro, se fueron del centro comercial.
 Jaime los llevó a una bonita playa de fina arena y aguas cristalinas que entusiasmó a los niños al ver aquel inmenso y maravilloso mar azul por primera vez y, tras un buen refrescante baño y comer en la terraza del restaurante que había a pie de playa, disfrutaron de una maravillosa tarde tomando el sol mientras jugaban alegres y felices los cuatro con la arena y las olas del mar. Tras un bello atardecer que le puso un precioso remate a aquel perfecto día que había comenzado tan aciago en la empresa de Jaime, regresaron a casa
-¡Uy que colorcito más bonito habéis cogido mis angelitos ¿estuvisteis en la playa, eh?!- exclamó feliz Cata cuando los niños corrieron a buscarla a la cocina para saludarla seguidos de Lucía y Jaime -¡¡Sí Cata; papi nos llevó!!- explicó emocionado Héctor dándole un beso en la mejilla como Iris también hacía- ¡¡Y el mar es enorme de grande!!- aclaró abriendo impresionado sus lindos ojitos color café tras sus gafas de sol que aún llevaba puestas
 -¡¡Y el agua está muy fresquita!!- añadió igual de entusiasmada Iris provocando las sonrisas tiernas de los tres adultos
 -Pues yo os tengo otra sorpresa en el cuarto de Héctor: correr a verla- les anunció animosa palmeándole suavemente las nalgas y los niños obedecieron saliendo por las puertas correderas de la cocina para atravesar por la terraza hacia los dormitorios; hasta ellos llegaron los gritos de la explosión de alegría de ambos pequeños al descubrir que todos los juguetes que habían comprado ya los esperaban en la nueva habitación de Héctor- he dispuesto la cama nido a lado de la cama de Héctor porque supongo que querrán seguir durmiendo juntos esos dos diablillos- aclaró complaciente Cata a Lucía que le sonrió sumamente agradecida
-Bien hecho Cata, muchas gracias- expresó complacido Jaime también besándola cariñoso en la mejilla, la mujer lo miró sorprendida por aquel inesperado gesto y los tres rieron amenos.
 -¡¡Nos vamos a casa de los abuelitos a enseñarles las bicis nuevas!!- anunció Héctor apareciendo subido a su bicicleta seguido de Iris en la suya
 -Vale campeón; ahora os seguimos- respondió despreocupado Jaime
-Iris, ir con cuidado que ya conoces a Héctor- previno al tiempo Lucía
-Ya, ya, tía Lucy; tranquila- contestó responsable la pequeña saliendo tras Héctor de la casa y ambos, uno junto al otro, pedalearon alegres hacia la casa de Héctor y Marina ante la mirada complacida de los tres mayores que los siguieron hasta la entrada. Jaime tomó la mano la Lucía
 -Bueno Cata, nosotros también nos vamos que mamá nos espera para cenar; puedes irte ya cuando quieras y nos vemos lunes- se despidió de la buena mujer que le sonrió amena
-De acuerdo; que paséis un buen domingo- respondió animosa y ellos se alejaron tomados de la mano también en dirección a la casa de los padres de Jaime. Cuando llegaron, el abuelo jugaba al balón con Iris y Héctor mientras la abuela los observaba deleitada sentada en las escaleras del porche
-¡¡Ey, ese balón era de cuando yo jugaba al fútbol ¿de dónde salió?!!- exclamó pasmado Jaime al verlo
 -Tu padre, que lo guarda todo- respondió divertida Marisa y se rieron entrañables
-¿Tú jugaste al fútbol?- preguntó sorprendida Lucía y Jaime la miró extrañado
-Sí, muchos años; hasta poco antes de entrar en la universidad... ¿Acaso no te lo había contado?- expresó confundido, ella negó con la cabeza- ¡Ah, pues creí que sí; perdona!
 -A punto estuvo de entrar en un equipo profesional, pero, en uno de los partidos, se rompió una rodilla y ahí se acabó el sueño ¿verdad hijo?- aclaró entristecido el padre de Jaime aunque mirando orgulloso a su hijo que le sonrió dulcemente; su padre le pasó el balón y él, muy habilidoso y con una destreza asombrosa, lo pinzó con el pie elevándolo en el aire y empezó a darle hábiles toques intercambiando de rodilla
 -¡¡Que guay papi, enséñame porfi!!- clamó entusiasmado Héctor y Jaime sonrió entretenido
-Mañana campeón, te lo prometo; hoy ya es tarde- expresó animoso dándole un toque más fuerte al balón con la rodilla elevándolo más alto que su cabeza y, de un cabezazo perfecto, se la pasó preciso a la cabeza de su padre que lo paró también con habilidad y, tras darle un par de toques con la cabeza, lo dejó resbalar mañoso por su pecho hasta el suelo deteniéndolo con el pie
 -¡¡Jolín ¿tú también sabes jugar al fútbol abuelito?!- exclamó emocionado el pequeño provocando las risas de todos
 -Me encanta campeón, tenías que ver que partidos nos echábamos tu papá y yo cuando era como tú en el parque- expuso cariñoso acariciándole tiernamente la mejilla, el pequeño sonrió feliz mirándolo con aquellos hermosos ojillos brillantes
-¡¿Y también jugarás conmigo abuelito?!- propuso ilusionado y el anciano sonrió encantado
-¡¡Claro que sí mi ángel, siempre que quieras corazón!!- respondió recogiéndolo en brazos y el pequeño le rodeó entusiasmado el cuello con sus bracitos besándolo agradecido en la mejilla provocando las sonrisas tiernas de los cuatro adultos
-Venga, entremos a cenar que ya está bien por hoy- resolvió Jaime cogiendo a Iris en brazos que le sonrió alegre- ¿no estáis cansados de tanto juego?- expresó chistoso haciéndole cosquillas en la cintura y ella soltó unos grititos jocosos
-No- contestó rotunda y sincera la pequeña entre risas divertidas mientras intentaba esquivar inútilmente la mano de Jaime que seguía haciéndole cosquillas provocando las carcajadas de todos y entraron en la casa.
Cenaron entretenidos con el parloteo alegre de los dos pequeños explicándoles a Marisa y a Héctor todo lo que habían hecho durante el día, sobre todo la playa; estaban impresionados con el mar. Después regresaron a casa tomados de nuevo amorosos de la mano mientras los pequeños iban delante en sus bicicletas; tras el baño, Jaime se encargó de Héctor mientras Lucía le secaba la larga melena rubia a Iris con el secador e, ilusionados con las camas nuevas, se metieron raudos en ellas quedándose dormidos en el acto.
 -Estaban fritos los pobrecillos- murmuró conmovida Lucía besándolos cariñosa en la frente, Jaime rodeó con sus brazos la cintura de Lucía por detrás y la oprimió cariñoso contra su cuerpo, ella se reposó gustosa contra su pecho mientras acariciaba tierna los brazos desnudos de Jaime rodeándole la cintura
 -Con lo que han trotado y disfrutado hoy no me extraña- expresó enternecido apoyando el mentón en el hombro de Lucía, ella posó dulcemente su mejilla a la de él y se quedaron unos minutos mirándolos dormir- que guapos son y más así: quietitos y dormiditos- bromeó chistoso y Lucía rió divertida- la noche está hermosa y me apetece un baño ¿te animas?- le propuso besándola amoroso en el cuello; ella lo miró a los ojos y, sonriendo complacida, asintió con la cabeza. Jaime la besó dulcemente en los labios y, sin separarse, se fueron a la piscina.
Mientras Lucía se desanudaba el pareo que aún llevaba atado a la cintura, Jaime se deshizo rápido de la camiseta y las bermudas y se lanzó preciso y perfecto de cabeza al agua. Ella prefirió sentarse en el bordillo
 -Vente cielo; no está fría, nunca lo está- la animó al salir de nuevo a la superficie mirándola divertido -Ya lo veo- sonrió amena moviendo sus pies dentro del agua, Jaime se acercó de dos perfectas brazadas y apoyó sus brazos cruzados sobre las rodillas de Lucía y, posando su mentón en ellos. la miró deleitado; ella hundió sus dedos en su negro cabello y le acarició cariñosa las sienes
 -¿Sabes qué estás aún más preciosa con ese tono de color que has pillado en la playa?- expuso encandilado, ella sonrió dulcemente y se agachó levemente para besarlo en la boca. Jaime, sin soltar aquella deliciosa boca, la sujetó por la cintura y la metió en el agua, Lucía rió divertida y profundizaron aún más aquel beso volviéndolo ardientemente apasionado mientras sus manos insaciables acariciaban sus cuerpos desnudos. Las caricias bajo el agua parecían más excitantes y provocadoras haciéndolos sentir pronto deseosos de mucho más y cada vez se aprisionaban ansiosos uno al otro con más ímpetu- ¿Alguna vez lo hiciste en una piscina?- le preguntó mirándola ya ardientemente excitado, ella rió entretenida
-Sabes muy bien que no ¿y tú?- respondió rodeándole mimosa el cuello con sus brazos
-Tampoco... pero eso tiene fácil solución ¿no crees?- expresó mirándola malicioso, ella sonrió pícara y, de un rápido tirón, le quitó el bañador- ¡Ey!- exclamó sorprendido de su pronta e inesperada reacción y ella soltó una alegre carcajada, él también rió divertido y, atrapando de nuevo aquella deliciosa boca, le retiró las asas del bañador quitándoselo totalmente. Lucía le rodeó su cuerpo con sus piernas y él la penetró hábilmente a la primera como si ya supiera el camino que tomar sin necesidad de mostrárselo. Fue un acto precioso: sensible, apasionado, armonioso; lleno de ardor y pasión pero emotivo y tierno al máximo llegando a un clímax fastuoso que los llenó de satisfacción y maravilloso deleite. Tras aquella maravillosa explosión de placer, se quedaron abrazados, descansando el uno sobre el hombro del otro, extasiados y repletos de tanta pasión y entrega que se habían ofrecido mutuamente.
-Te amo y te amé siempre mi amor, nunca lo dudes- habló profundamente sincero y con gran amor, ella lo besó en el hombro desnudo
 -Y yo a ti vida mía, no sabes cuánto- respondió llena de pasión, él la miró amoroso a los ojos pero Lucía pudo detectar una leve inquietud en su mirada
-Lucía... ¿qué es eso que tanto ansiabas encontrar y, aquel día en el hospital, me dijiste que al fin hallaras?- expuso acariciando tierno sus mejillas- ¿Qué fue amor? ¿Tu profesión de enfermera, vivir en la capital…?- indagó curioso y la preocupación regresó a sus ojos- ¿no lo volverás a extrañar con tu decisión de regresar aquí?- preguntó inquieto; ella sonrió dulcemente
-No- respondió rotunda- al principio creí que era mi profesión, ser enfermera y ayudar a la gente me gusta mucho; pero lo que realmente me llenó total y absolutamente, lo hubiera encontrado sin haberme ido de tu lado y nunca lo extrañare vaya a donde vaya Jaime, porque tú me lo has dado, solo tú mi amor... y es a Héctor- declaró apasionada y él sonrió complacido de felicidad- ese vacío que sentía lo llenó completamente con su llegada… pero apareció otro vacío aún más intenso: tú- añadió apesadumbrada, él la besó dulcemente en los labios y ella esbozó una sonrisa plena de dicha- pero ahora ya estoy completa teniéndoos a los dos a mi lado- resolvió feliz
-Yo estaba aquí esperándote ¿por qué no me llamaste así lo sentiste? Hubiera ido en tu busca en ese mismo instante sin perder ni un segundo amor mío- esclareció atormentado
-¿Cómo saberlo Jaime? había hecho las cosas tan mal que creía que me odiarías por haberte hecho tanto daño
-Perdóname amor- pidió consternado, ella lo besó en los labios
-No Jaime ¿por qué? Perdóname tú cielo mío, fui yo la que me he portado muy mal contigo y te hice un daño tremendo con mi estúpido comportamiento- expuso conmovida
-No, perdóname tú a mí por ser tan irracional e impulsivo que llegué a hacerte sentir atrapada y agobiada y con mi falta de tacto ni cuenta me di de cómo te hacía sentir; te prometo que desde ahora te preguntaré todo, no haré nada sin consultarte antes… pero no vuelvas a irte de mi lado por Dios te lo pido- suplicó amoroso oprimiéndola fuertemente contra su cuerpo
-Nunca mi vida, te juro que ya no podría alejarme de ti- declaró con una sinceridad aplastante, se sonrieron dichosos y se besaron apasionados, intentando entregar en aquel beso todo lo que sentían el uno por el otro y demostrarse ese gran amor que se tenían.
Lo despertó el jaleo de dos atronadoras ametralladoras de juguete por el pasillo  y, si aquello no era suficiente, se entremezclaban los gritos de los pequeños chillando los "ratatá" a pleno pulmón
-¡¡Te ha dado Héctor, estás muerto!!- se oyó gozosa la vocecilla de Iris
-¡De eso nada, solo estoy herido! ¡Ratatatata!!- resolvió raudo y de nuevo sonó la ametralladora -¡Dios, pero ¿cómo pueden levantarse tan enérgicos ya de buena mañana?!- exclamó incrédulo cubriéndose la cabeza con la almohada intentando apagar aquellos molestos ruidos y oyó las risitas de Lucía a su lado; sonriendo pícaro se volvió hacia ella y la rodeó por la cintura con sus brazos atrapándola por la espalda contra él- ¿y tú de qué te ríes, vamos a ver?- la reprendió guasón mordisqueándole suavemente el cuello y ella chilló divertida
-¿No te habías puesto tan feliz al saber que tenías un hijo? Pues esto va incluido en el lote: solo se duerme hasta que ellos quieran- respondió entre risas solazadas
-Pero se soluciona haciendo desaparecer todos los juguetes que hagan ruido- resolvió divertido besándola resuelto en la mejilla, ella volvió a reírse burlona
-¡Que ingenuo eres corazón!- exclamó mirándolo enternecida a los ojos, él elevó intrigado una ceja- entonces estaría aquí, saltando sobre la cama y nuestras espaldas, hasta que lograra que nos levantemos- explicó desenfadada
-¡Vale, entendido! Entonces quieres decir que los días que no haya colegio, a partir de las...- consultó su reloj de pulsera-... de las diez, se acabó el dormir ¿no?- resolvió deleitado, ella abrió sorprendida los ojos
-¿Son las diez?- exclamó incrédula, él asintió con la cabeza- ¡Pues hoy hemos tenido suerte, porque su hora de despertar suele ser las nueve!- explicó desenvuelta y él, riéndose divertido, la besó amoroso en los labios- ¡Uhmm que rico; dame más!- murmuró mimosa volteándose hacia él y Jaime, sonriendo gustoso, obedeció y se besaron amorosos saboreándose complacidamente deleitados. -¡¡Mami levántate ya que Iris y yo tenemos hambre y Cata no ha venido!!- irrumpió de pronto en el dormitorio Héctor
 -Y... se acabó la intimidad- expresó fastidiada por la abrupta interrupción del pequeño en el cuarto y Jaime soltó una alegre carcajada oprimiéndola dulcemente contra él acunándola compasivo entre sus brazos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario