miércoles, 20 de mayo de 2015


    Mientras Lucía preparaba el desayuno, Jaime se bañó en la piscina con los pequeños dándoles sus primeras lecciones de natación; ella los observaba desde la cocina sonriendo deleitada; era maravilloso e increíble la paciencia que tenía con los dos pequeños conociendo el carácter que se gastaba y sabiendo que perdía muy rápido los estribos. Pero sin embargo, con los niños era otro Jaime muy distinto...
-¡¡Venga, que ya está el desayuno listo y se va a enfriar!!- anunció sacando a la terraza la jarra de café recién hecho y las tostadas calientes dejándolo a lado del resto de cosas que ya había sobre la mesa de cristal; los tres obedecieron al instante y desayunaron tranquilamente alegres y entretenidos con la amena verborrea de los dos pequeños.
Tras el desayuno, Lucía los vistió cómodos e informales para pasar el día en casa y en compañía de los abuelos con unos pantaloncitos cortos y unas simples camisetas.
-¡¡Nosotros ya nos vamos a casa de los abuelitos!!- anunció Héctor así acabó de hacerle la coleta a Iris poniéndose presumido sus gafas de sol; Lucía rió entretenida
-Vale, pero ir con cuidado y no andar a molestar si están ocupados; y eso va por ti ¿oíste gitano? Que nos conocemos- avisó cariñosa y el pequeño le sonrió pícaramente divertido
 -Ya mami- repuso comprensivo y salieron a correr de la casa. Lucía arregló sus camitas y recogió los juguetes que dejaran tirados por todo el dormitorio guardándolos en el baúl de los juguetes colocado bajo el gran ventanal de la habitación. Se dirigió a su dormitorio encontrándose a Jaime en el baño recién salido de la ducha arreglándose la barba frente al espejo cubierto solo con una toalla enroscada a su cintura, se apoyó en el dintel de la puerta y se quedó mirándolo encandilada; era guapo a rabiar y tenía un cuerpo de escándalo que le producía una ardiente desazón en el bajo vientre siempre que lo veía desnudo... ¡¡o vestido, eso era igual; solo verlo la excitaba tremendamente!! aseveró suspirando profundamente y sonrió divertida. Se acercó a él y, abrazándolo por la espalda, le acarició tierna su musculoso pecho mientras lo besaba amorosa recorriéndole dulcemente el hombro. Él sonrió deleitado
 -¡Ey gatita, no juegues que sabes que me enciendo rápido!- expresó mirándola pícaro a través del espejo
-¿Ah sí? ¿A ver qué rápido puedes llegar a ser?- repuso maliciosa bajando sus manos en una suave caricia por su abdomen hasta su entrepierna y la acarició provocadora por encima la toalla sintiendo como su miembro ya se inflamaba raudo al contacto de su excitante caricia
-¿Dónde andan las fierecillas?- se interesó ya impaciente y ella sonrió maliciosa mordiéndose incitante el labio inferior
-Ya se han ido a casa de tus padres- le susurró sugerente al oído, él sonrió gozoso de aquella buena noticia y, volviéndose, la envolvió entre sus brazos y atrapó ardiente aquella deliciosa boca que nunca se cansaría de saborear respondiéndole ella al instante anhelosamente hambrienta mientras se quitaba presurosa la bata de seda dejándola caer a sus pies. Él le retiró las finas tiras del camisón de los hombros dejándolo resbalar por aquel sinuoso cuerpo que lo volvía loco hasta acabar junto a la bata y, elevándola entre sus brazos, atrapó gustoso uno de aquellos exuberantes pechos con su boca al tiempo que la sentaba sobre la larga repisa del baño donde estaban insertados los dos lavabos. Ella hundió sus dedos en su pelo aprisionándolo por la nuca más contra él y se recostó contra la pared exhalando un profundo gemido de placer; Jaime jugó con su lengua en el pezón sintiendo como aquel redondo y terso pecho se endurecía rápidamente del ardiente deseo que devoraba a Lucía por dentro. Paseó su boca por su cuerpo mientras la iba deslizando despacio sobre la repisa hasta acercarla al borde y hundió su boca en su sexo provocándole otro complacido gemido de pleno gusto. Se entretuvo enredando habilidoso con su lengua en su clítoris hasta que logró provocarle un maravilloso orgasmo que la sacudió de gustoso placer arrancándole un profundo gemido de total complacencia que le salió de lo más hondo de sus entrañas y él se apuró a atrapar con su boca deleitándose en saborear todo aquel deleite que la boca de Lucía despedía al tiempo que la sujetaba por las nalgas y la penetró poderosamente hundiendo inclemente de una sola estocada su pene dentro de ella totalmente. Lucía volvió a sujetarlo de la nuca y aprisionó aún más su boca contra la de ella devorándolo ansiosamente, él la cargó por las nalgas y, sin dejar de devorarse ávidos, la embistió una y otra vez con vigor e intensidad provocando en ella a cada profundo embiste un gemido de máximo placer cada vez más enloquecedor; previniendo que se avecinaba su final y quería sentirla gozar de nuevo al menos una vez más antes de que ello ocurriera, se la llevó sobre la cama y, posicionándola sobre él, la guió diestro e implacable por las caderas intentando rozar preciso y lo máximo posible su clítoris contra su pene hasta que, sumamente complacido, sintió batirse aquel precioso cuerpo al tiempo que exhalaba un magnífico gemido que le llenó los oídos de deleite pero también lo impulsó irremediablemente a ese final que, haciendo un tremendo esfuerzo, había intentando retrasar. Sabiéndolo imposible de detener ya, se giró hábil y raudo sobre la cama cambiando las tornas y, sujetándola por las muñecas inmovilizándola, la atacó sin piedad hundiéndose una y otra vez con poderío y fuerza en ella hasta lograr hacer reventar todo aquel inmenso y ardiente placer que abarrotaba sus entrañas esparciéndose por cada recodo de su cuerpo llenándolo de complaciente gusto y plena satisfacción al tiempo que arrasaba a su paso las pocas fuerzas que aún le quedaban dejándolo completa pero maravillosamente exhausto y se dejó caer totalmente rendido sobre ella que, sonriendo plenamente feliz y satisfecha, empezó a acariciarle dulcemente la espalda mientras lo besaba mimosa en la sien intentando reconfortarlo en aquel plácido desasosiego que lo invadía por completo y le obligaba a respirar presuroso.
Cuando su corazón desbocado por aquella turbulenta pero fantástica convulsión que le sacudió hasta las mismísimas entrañas empezó a serenarse, la miró con una pasión y un amor indescriptible y sonrió dichosamente feliz
-Un día vas a acabar conmigo gatita- le reprochó meloso, ella rió divertida
-La culpa es tuya por ser tan deseosamente atractivo que me excitas hasta volverme loca- respondió guasona, él elevó sorprendido las cejas
-¡Ah, así que solo es deseo ¿eh?! Yo creí que era amor apasionado- crítico esbozando una de aquellas preciosas sonrisas burlonas que aún lo hacían más endiabladamente atractivo
-¡No, que va; no te quiero ni un poquito así, es solo puro deseo lo que me ata a ti, nada más!- respondió guasona y él le mordisqueó en castigo el pezón suavemente provocándole un chillido alegre; riéndose plenamente complacidos mientras se miraban repletos de un amor inmenso, se besaron saboreándose lenta y delicadamente sabrosos.
Después de una armoniosa y alegre comida en familia, los pequeños pidieron educados permiso y se fueron alegres a jugar fuera
-¿Os apetece otro café?- invitó amena Marisa cogiendo la cafetera de sobre la mesa; Lucía y Héctor aceptaron y ella les sirvió atenta pero Jaime se había quedado absorto mirando fijamente la puerta del comedor por donde se habían ido los niños acodado a la mesa y mesándose la barba del mentón- Jaime hijo ¿quieres más café?- insistió su madre sacándolo de su ensimismamiento
-Perdón mamita ¿Qué decías?- preguntó descolocado
-Si querías café hijo- volvió a repetir pacientemente
-Sí gracias- respondió levantando su taza y su madre al fin le sirvió
 -¿Qué te ocurre?- indagó intrigada Lucía, él le sonrió tranquilizador
 -Nada mi ángel, solo pensaba- repuso desenfadado revolviendo su café; pero ella siguió mirándolo extrañada, él volvió a sonreír y la besó tierno en la sien- de verdad que no me pasa nada; solo pensaba en que... ¿te has dado cuenta que hoy Iris está mucho más alegre que ayer y no se ha acordado de llamar a Esther?- expuso complacidamente enternecido de que la pequeña ya no estuviera sufriendo por extrañar a su madre
-Los niños parecen hechos de otra pasta,cielo mío; se adaptan con una facilidad increíble a los cambios y más si son felices como ella lo parece estar- expresó cariñosa su madre
-Mira sino tu hijo, te aceptó muy bien y muy rápidamente ¿o no fue así?- expuso su padre y Jaime sonrió tierno
-Sí y eso también me asombró a mí papá Héctor, pues es muy reticente y desconfiado hacia los desconocidos- aclaró sorprendida Lucía
-Los niños son muy listos mi niña y seguro que intuyó de inmediato que era su padre- resolvió desenfadada Marisa
-O más bien fue que aquí, el bruto de su hijo, se lo soltó de pronto sin perder un segundo y sin darle más vueltas no dándole tiempo ni a reaccionar al pobrecillo- le reprochó chistosa golpeando suavemente el brazo de Jaime que rió divertido
 -Y fue lo mejor; con darle tiempo y que se acostumbrara a verme contigo como tú proponías, lo único que hubiéramos conseguido es liar más el asunto y que él llegara a cogerme manía- expresó resuelto bebiendo de su café
-Puede… además, también pudo ayudar que tenía unas ganas enormes de conocer a su papá y últimamente no hacía más que preguntar por él; por eso yo intentaba localizarte- expuso serenamente también bebiendo de su café
-Lucía, hija…- habló pausadamente Marisa, ella la miró dulcemente a los ojos- no me contestaste cuándo te pregunté por qué no dijiste nada, al menos a nosotros cariño mío; hubiera estado a tu lado... dime la verdad mi niña: ¿Qué te hizo este desconsiderado para ni haberte despedido de nosotros mi ángel?- indagó inquieta mirando reprochadora a su hijo, Lucía le sonrió tierna
-No me hizo nada mamá Marisa, al contrario...- contestó mirando amorosa a Jaime que le sonrió dulcemente- siempre fue muy cariñoso y detallista conmigo, él solo supo demostrarme el gran amor que me tenía; fui yo…- expuso bajando su mirada avergonzada
 -Eso no es cierto mi ángel, yo tuve la culpa porque no supe comportarme y comprenderte- intercedió conmovido echándole el brazo por los hombros y la besó compasivo en la sien
-No Jaime, no puedo permitir que sigas haciéndole creer a todos que la culpa fue tuya cuando fui yo la culpable de todo- aclaró decidida; Héctor y Marisa se cruzaron una mirada intrigada
 -Por favor, déjalo ¿sí? Ya está todo olvidado- expuso mirándola suplicante
-No, tus padres al menos se merecen saber la verdad Jaime- remarcó tozuda y él resopló disconforme -Pero ¿qué pasó? Ahora me come la curiosidad- exclamó impaciente Marisa
-No rompimos amistosamente como él les hizo creer mamá Marisa: yo desaparecí sin más ni más dejándole solo una insulsa nota- habló terriblemente dolida por su mala actitud bajando avergonzada la cabeza
-¡¡Oh Dios mío!! cielo mío, lo que habrás sufrido...- murmuró impresionada Marisa mirando atormentada a su hijo que evitó mirar a su madre- ¿Por qué no dijiste nada hijo? Te hubiéramos ayudado a superarlo...- añadió mortificada
-Déjalo estar mamá, por favor- expresó en apenas un murmullo sin poder levantar la cabeza
 -Pero... ¿por qué Lucía? Si parecía que lo amabas... ¿por qué ese proceder tuyo?- preguntó incomprensible Héctor
-Y le quería papá Héctor, le quería muchísimo... pero yo era joven e irresponsable y él hacía las cosas y decidía nuestro futuro sin contar para nada con mi opinión ni preguntar, y eso me hacía sentir manejada, como una muñeca de trapo sin voluntad propia y eso me agobiaba cada vez más… cuando aquella noche Jaime anunció que nos casaríamos en breve, me quedé tan sorprendida como ustedes, no tenía ni idea de todo aquello pues nunca habíamos hablado de ello siquiera… y me sentí atrapada en una espiral sin final que me llevaba sin remedio a un abismo que me ahogaba, me asfixiaba, y me asusté tanto que dos días después del anunció de nuestra boda hui, aunque mi corazón se rompía en mil pedazos por tanto que lo amaba y aún a sabiendas del gran daño que le iba a provocar, desaparecí sin más- guardó silencio unos segundos y miró a Marisa con gran pesar- sé que no tengo excusa posible para cómo me comporté con su hijo porque me porté rastrero con él, las cosas no se hacen así y sé que le hice mucho daño, muchísimo… pero espero me perdone algún día mamá Marisa- suplicó arrepentida con lágrimas en los ojos, la mujer le sonrió conmovida posando tierna su mano sobre la de Lucía en demostración de que ya la había perdonado y ella suspiró profundamente- cuando al cabo de un mes me enteré de que estaba esperando a Héctor, les juro que lo primero que hice fue llamarlo... pero fui incapaz de hablarle, sabía el dolor que le había provocado con mi abandono y me sentí tan despreciable y avergonzada que las palabras no salieron de mi garganta… después, el tiempo pasó demasiado rápido y creí que él probablemente ya me había olvidado y rehecho su vida ¿para qué remover el pasado y hacerle sufrir de nuevo? Así que seguí callando; pero cuando lo volví a ver en el hospital…
-¡¿Cómo que en el hospital?!- exclamó enredado Héctor mirándose incrédulo con su esposa unos segundos clavándole ambos después una mirada pasmada en su hijo, él tomó aire profundamente
-Sí papá, en el hospital... no me la encontré de casualidad cuando fui a pasear aquella tarde como os había dicho, Lucía es enfermera en el hospital y ella fue la que me atendió cuando ingresé- explicó pausadamente y sus padres abrieron atónitos los ojos
 -¡¿Y cómo no te vimos nosotros?!- exclamó sin poder creérselo Marisa; Jaime y Lucía se miraron retraídos a los ojos
-Porque volví a huir, mamá Marisa...- murmuró avergonzada Lucía
-¡¡Hija, por Dios bendito!! ¡¿Por qué hiciste eso de nuevo?!- clamó reprochadora y Lucía cerró abochornada los ojos hundiendo la cabeza en su pecho; Jaime la cobijó compasivo contra su pecho -Porque la estúpida de Clara le hizo creer que yo había superado su abandono y ahora era feliz a su lado y ella no quiso hacerme daño de nuevo mamá, por eso volvió a alejarse de mí- explicó sincero y muy dolido, sus padres los miraron conmovidos- pero eso todo ya pasó y está olvidado; por fin estamos juntos que es lo que importa y nada más- resolvió raudo besando amoroso la frente de Lucía -Cierto hijo, el resto ya no importa- lo secundó su padre y él le sonrió agradecido
-Además... para primeros del mes que viene: nos casamos- anunció de pronto Jaime y sus padres abrieron pasmados sus ojos
-¡¡Hijo pero... por los clavos de Cristo, no seas atolondrado!!- clamó sobresaltada su madre
-¡¡Ey, tranquilita ¿eh? que esta vez no va a huir porque lo hablamos y fue ella quien lo decidió; yo no dije, y mucho menos, impuse nada ¿verdad cielo?!!- se defendió presuroso al ver su mirada censuradora y Lucía sonrió divertida
 -¡No seas bobo, no es eso!- se defendió su madre sonrojándose tremendamente y los tres rieron entretenidos- es que... ¡¡apenas quedan tres semanas y no hay tiempo para prepararlo todo!!- exclamó sobresaltada
-Mamaita guapa...- expresó cariñoso oprimiéndole dulcemente la mano que ella tenía posada sobre la mesa- pues procura que te dé tiempo porque, con ceremonia y banquete como es tu sueño de verme casar algún día o en el juzgado los dos solos, pero Lucía y yo nos casamos a primeros del mes que viene: sí o sí mi viejita- aclaró rotundamente decidido y ella resopló sonoramente en un claro gesto de impotencia provocando las risas jocosas de su esposo Héctor- y ahora papá, vámonos a jugar ese partido que le tenemos prometido a tu nieto o se cabreará con nosotros y no tienes ni idea del mal genio que se gasta- resolvió desenvuelto levantándose de su silla
 -¡¿No me digas?! ¡¿Y a quién saldrá el pobrecillo?!- se burló vacilón su padre levantándose también, Jaime le echó chistoso la lengua en un gesto burlón y todos rieron divertidos.
 Pasaron la tarde alegremente entretenidos jugando los seis al fútbol en la carretera; Jaime hacía equipo con Iris y su madre en la portería mientras que el abuelo iba con el nieto y Lucía de portera descubriendo que tanto Iris como Lucía se defendían muy bien en el juego; no pasaba igual con Marisa que no paraba ni una pelota.
-¡¡Ey, pero ¿tú de qué vas gatita?!!- protestó fastidiado Jaime mirándola asombrado al segundo paradón que Lucía le hizo a uno de sus precisos tiros a puerta, ella le hizo un burlón baile moviendo chulesca sus hombros vanagloriándose de su buena jugada provocando las risas de todos; hasta él rió divertido mirándola encandilado- no puedo contigo, me tienes loco- murmuró apasionado y no pudo evitar besarla enamorado en los labios ante la complacida y alegre mirada de sus padres; su hijo era de nuevo feliz y aquello era lo más importante para ellos.
 Retomaron el juego y el pequeño Héctor le metió el tercer gol a su abuela colándosela fácilmente entre las piernas que le provocó unas carcajadas explayadas en el pequeño
-¡Abuelita, eres un paquete como portera! ¡¡Peor que la madrina que ya es decir!!- exclamó campechano y deleitado partiéndose de risa. Ella sonrió dichosa mirándolo llena de pasión como siempre hacía cuando lo oía llamarla abuela
 -¡Búrlate pero ya aprenderé, verás; cuando regreses para la próxima no me vas a meter ni uno!- repuso divertida y todos rieron animados.
-Lo siento pero yo ya no puedo más, estoy agotada- expuso Lucía rendida cuando hablaban de retomar el juego
-¡¡Jo mami!! ¡¡El último porfi!!- protestó de inmediato el pequeño
 -No Héctor, de verdad que se acabó por hoy para mí- remarcó cansada suspirando fatigada y el pequeño puso cara de disgusto pero obedeció
-Pero ¿Te encuentras bien, mi ángel?- se inquietó Jaime al verla tan extenuada sin motivo aparente para ello
-Sí, muy bien, solo estoy fatigada; debe ser aún del viaje más el día de ayer en la playa y que no estoy acostumbrada a tanto trajín; tranquilo- explicó sonriéndole tranquilizadora besándolo tierna en los labios; él sonrió más relajado
-Está bien, se acabó por hoy entonces- resolvió desenfadado provocando de nuevo las protestas del pequeño
-No, vosotros seguir jugando que yo también estoy cansada y acompañaré a Lucy- se ofreció Marisa y Lucía le sonrió agradecida
-Venga, entonces un dos contra dos- animó el abuelo poniendo en juego de nuevo la pelota y los cuatro retomaron el partido mientras Marisa y Lucía se sentaban en el porche a descansar
 -¿De verdad estás bien mi niña?- instó preocupada la anciana mirándola inquieta a los ojos cuando ya se encontraban a solas
-De verdad mamá Marisa, solo es cansancio- expuso sincera y la mujer sonrió más calmada
 -Voy a buscar té helado, eso te reconfortará, ya lo verás- ofreció animosa entrando en la casa y regresó al poco con una deliciosa jarra de té con hielo y rajas de limón junto a unos vasos; le sirvió un vaso que Lucía bebió sedienta y realmente empezó a sentirse mejor. Charlando animadas, observaban entretenidas como Jaime y su padre se enzarzaban como niños en pequeñas luchas cuerpo a cuerpo intentando quitarse el balón el uno al otro haciendo las delicias de los pequeños que ayudaban a su respectivo compañero en lo que podían riendo alegres y divertidos. Ciertamente se les veía plenamente felices a los cuatro disfrutando de aquella preciosa tarde y Lucía sintió una profunda lástima de tener que marcharse al día siguiente...
 -Definitivamente, así le den viernes vacaciones a Héctor; nos regresamos- anunció completamente decidida, Marisa la miró asombrosamente emocionada
-¡¿De verdad mi niña?!- exclamó entusiasmada, ella le sonrió resuelta asintiendo rotunda con la cabeza.
-No me importa perder mi trabajo o estar lejos de Esther, yo no importo; ahora lo único importante es Héctor y mire que feliz es aquí junto a ustedes, no puedo negarle más cosas a mi chiquitín; Jaime tiene razón, ya le he hecho sufrir demasiado sin darme cuenta con mi terca estupidez- declaró empañándosele de lágrimas la mirada
 -Mi niña...- murmuró conmovida la anciana tomándole tierna las manos de Lucía entre las suyas- no te aflijas así, tú no lo has hecho a propósito Jesús bendito, solo tomaste decisiones equivocadas empujada por otras personas: primero por el carácter impetuoso y autoritario de Jaime y luego por las mentiras de Clara; y, por el amor que aún sientes por mi hijo, sin querer lastimaste a Héctor creyendo que le hacías un bien a Jaime; pero la cuestión es que intentaste remediarlo a tiempo y por fin padre e hijo están juntos y eso es lo que único que importa- explicó consoladora
-Entonces... ¿me perdona por haber hecho sufrir tanto a Jaime, mamá?- expresó compungida
-Por Dios santo mi niña ¡¡claro que te perdono!! Solo con ver lo feliz que es de nuevo a tu lado, ya nada más importa- aclaró sincera y ambas se sonrieron dulcemente.

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