domingo, 3 de mayo de 2015


   Quería irse de allí cuanto antes, necesitaba alejarse de aquel lugar sin demora… Le faltaba el aire, no podía respirar… Lucía tenía un hijo; no, un hijo no: ¡¡Una familia!! Ella había rehecho su vida completamente mientras él seguía como imbécil añorándola y esperándola… Había ido allí como un estúpido esperando verla, declararle su amor de nuevo, esperanzado de volver a retomar aquella relación que habían tenido; cuando ella ya había pasado página y formado una familia y era feliz… Se sentía terriblemente dolido, herido en su ego y su amor propio… ¡¡Se sentía un rematado idiota!! ¡¡Clara tenía razón de nuevo: era un imbécil, un rematado imbécil que se merecía aquella patada en el trasero y muchas más por gilipollas!! Llegó al hotel y entró rabioso en la habitación cerrando la puerta con un potente portazo sobresaltando a sus padres que estaban entretenidos viendo la televisión en la pequeña salita que poseía la suite
-¿Qué rayos…?- exclamó sobrecogido su padre
-Recoger todo, nos vamos- resolvió tajante colgándose al hombro su bolsa de viaje y el maletín del ordenador, sus padres se miraron atónitos sin moverse
-Pero hijo, si aún falta casi dos horas para que salga nuestro avión- explicó muy sereno su padre en un intento de calmar aquella ira que los ojos de su hijo irradiaba
-¡¡Es igual papá!! ¡¡Nos vamos ya!! ¡¡No soporto estar ni un minuto más en esta maldita ciudad!!- exclamó furibundo recogiendo también su maletín y salió raudo del cuarto. Sus padres volvieron a mirarse confusos y anonadados
 -¡¡Dios santo Héctor!! ¿Qué le habrá ocurrido? ¡¡Si estaba la mar de bien durante el almuerzo!!- expuso atónita Marisa
-¡¡A saber!! Yo ya ni pregunto- respondió Héctor moviendo indiferente sus hombros y recogió las dos maletas
 -Aunque intente disimularlo, desde que se dejó con Lucía no ha vuelto a ser el mismo, Héctor ¡¡y de eso hace cinco años ya!! Anda a tumbos como sin rumbo, apenas duerme, no descansa; cuando no está apagado y triste, está irascible y de un humor de mil demonios… ya no sé qué hacer ni qué pensar; y empieza a preocuparme seriamente, Héctor; muy seriamente- declaró alarmada y llorosa mientras recogía su bolso y las bolsas de las compras que habían realizado
 -Tranquila amor- la besó dulcemente en la frente consolándola- es cierto que este hijo tuyo no anda muy bien de la cabeza últimamente, pero lograremos ayudarlo cielo; ya lo verás- aclaró esperanzado y ambos salieron del cuarto.
Lucía se dirigió resuelta y decidida a la habitación 302. Iba a decírselo, pasara lo que pasara después, Jaime debía saber que tenía un hijo y... ¡¡Héctor necesitaba saberlo ya!! Pero el corazón se le paralizó al instante y se quedó inmóvil ante la puerta al descubrir el cuarto de Jaime vacío y listo para un nuevo paciente.
 -No… no puede ser… Dios mío, que no sea lo que estoy pensando- murmuró muy nerviosa y corrió en busca de Esther por toda la tercera planta; se la encontró saliendo de una de las habitaciones -¡¡Lucy!!- exclamó sorprendida al verla allí
-Dime que no es cierto, Esther; dime que se lo han llevado a hacer unas radiografías o cualquier otra prueba y pronto lo traerán de vuelta… pero no me digas que lo que sospecho es cierto, por favor Esther…- imploró angustiada mirando aterrada a su amiga que la observaba apesadumbrada
-Lo siento Lucy…- murmuró abatida mirándola acongojada, Esther se mordió el labio inferior intentando sujetar las lágrimas que acudían raudas a sus ojos- ¡¡¿Dónde rayos te has metido? Estuve llamándote toda la mañana para avisarte!!la doctora Arteche le dio el alta esta mañana bien temprano… Ya debe de estar camino del aeropuerto, su vuelo salía a las siete…
-No…- sollozó afligida sin poder retener las lágrimas y Esther la rodeó cariñosa entre sus brazos- No Esther… ¿Por qué? ¿Por qué?
-¿Por qué eres una torpe indecisa y has tardado demasiado en decidirte? ¿O por qué eres una insensata que decide huir en vez de hablar?- aclaró resuelta Esther, ella la miró ofendida a los ojos -¡¿Ya vale, no?! ¡¡Era una pregunta retórica Esther!!- protestó fastidiada
-¡¡Ah, pues perdona!! Creí que aún tenías dudas y solo quería dejártelo clarito- resolvió desprendida, Lucía no pudo más que sonreír enternecida; Esther tomó cariñosa el lindo rostro de Lucía entre sus manos mirándola fijamente a los ojos- ¿realmente estabas decidida a contárselo todo cielo?- indagó esperanzada, ella asintió con la cabeza- ¡¡Pues corre al aeropuerto corazón!! ¡¡Aún puedes cogerlo si te das prisa!!
-¡¡No, Esther!! ¡¿Cómo voy a decírselo en el aeropuerto?!- expuso incrédula
 -¡¡Pues igual que se lo ibas a decir aquí, vamos hombre!! ¡¡Jaime, hace cinco años nació nuestro hijo Héctor!! ¡¡Hala, ya está!! ¡¿Ves? no es tan difícil!- resolvió decidida
 -Pero…
-Pero nada- la interrumpió volteándola hacia los ascensores- ¡¡Venga; lárgate ya!! ¡¿A qué esperas?! ¡¡Para luego es tarde!! Además, mira qué bonita te has puesto para la ocasión; sería una pena desperdiciarlo- expresó animosa palmeándole tiernamente la nalga, ella echó a andar muy lentamente hacia los ascensores sin dejar de mirarla indecisa- ¡¡Venga, espabila!! ¡¡Quieres apurar ese paso de una vez!! ¡¡Los aviones se retrasan, pero no eternamente!!- la aceleró rotunda, Lucía sonrió más decidida y corrió hacia los ascensores- esa es mi niña, ojalá tengas suerte y llegues a tiempo corazón- murmuró esperanzada mientras sonreía deleitada a su amiga que le correspondía ya dentro del ascensor.
Sofocada de recorrer toda la terminal y muy nerviosa porque no daba encontrado el vuelo en los carteles anunciadores, por fin dio con el mostrador de embarque
-Por favor señorita, necesito hablar urgentemente con una persona que está en el vuelo con destino a Santa Mónica que sale a las siete de la tarde… se llama Jaime, Jaime Valladares Casas… dígale que Lucía está aquí y necesita hablarle de inmediato antes de que se vaya…- le indicó atropelladamente a la azafata
 -Lo siento señorita, pero eso es imposible- respondió rotunda la muchacha
-¡¿Cómo que imposible?! ¡Usted no lo comprende señorita!! Es necesario que le hable urgentemente… ¡¡Urgentemente!! No puede irse sin saber lo que tengo que decirle… es muy importante...- insistió precipitada
 -Si yo la estoy comprendiendo perfectamente señorita; pero le repito que eso es imposible- remarcó rotunda y Lucía negó tajante con la cabeza
 -No, no puede hacerme esto; por favor...- suplicó afligida
-Yo no le hago nada a propósito, es que ya no está en mi mano; comprenda usted: es imposible porque, como muy bien ha dicho, ese vuelo sale a las siete… y acaba de despegar en estos precisos momentos
 -¡¡No!!- exclamó angustiada abriendo aterrada sus ojos
 -Lo siento pero sí; y, por cierto, con un retraso de diez minutos- explicó amable señalando su pequeño reloj de pulsera mostrando que eran ya las siete y diez
-No, no puede ser…- exclamó apagadamente y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas
-Lo lamento señorita, de verdad que lo lamento muchísimo… pero ya nada puedo hacer- se disculpó sincera la azafata viendo su aflicción, Lucía le sonrió agradecida y regresó a la salida de la terminal arrastrando los pies; se sentía hundida, desolada. Y aquel terrible vacío de su corazón que creía haber dejado atrás hacia cinco años, regresó con tanta presión que apenas le dejaba respirar.
Jaime hizo todo el viaje sin decir palabra y con la mirada perdida por la ventanilla. Con su rostro abatido, sus ojos apagados y sus hombros hundidos; sus padres lo miraban preocupados y se cruzaban miradas inquietas pero sin atreverse a preguntar nada. Así también hizo el recorrido en el taxi llegados a Santa Mónica y así también entró en la casa de sus padres sentándose en la sala y clavando sus ojos vacíos en la chimenea apagada. Héctor y Marisa se dirigieron a su dormitorio sin tampoco hacer el más mínimo comentario y se dispusieron a deshacer las maletas; aunque no perdían detalle de lo que ocurría en la sala; aunque en realidad no pasaba nada: Jaime seguía allí sentado, inmóvil, con la mirada fija en la chimenea
-¿Qué diablos le ha pasado en ese dichoso paseo que fue a dar?- susurró inquieta Marisa asomándose nuevamente por la puerta para observar disimuladamente la sala
 -¡¡Y yo qué rayos voy a saber!! ¡¿Qué me preguntas a mí?! ¡¡Sé tanto cómo tú!!- contestó Héctor también en un murmullo colgando en una percha una de sus camisas de la maleta
 -¡¿Pues a qué esperas?! ¡¡Ve y pregúntale!!- le ordenó dispuesta
-¡¡Coño!! ¡¡Ve y pregúntale tú, no te fastidia!! ¡¿Por qué narices tengo que hacerlo yo?!- increpó fastidiado dejando su neceser de aseo en el baño
 -Porque eres su padre, idiota- remarcó rotunda, él se acercó a ella mirándola a los ojos
-Y tú su madre, listilla; ve tú si tanto te interesa saber, cotilla- respondió guasón tirándole suavemente de su respingada nariz, ella movió molesta su cabeza escapando de la dulce presión de su esposo y él rió divertido saliendo del dormitorio. Se sentó en uno de los sofás junto a su hijo, aunque él pareció no percibirlo pues siguió en la misma posición sin ni siquiera mirarle- ¿Puede saberse que te pasa hijo?- preguntó finalmente; Marisa observaba atenta semi oculta tras la puerta de su dormitorio
-A mí nada- respondió muy serenamente sin moverse ni un ápice
-Pues tú cara no dice eso; desde que regresaste al hotel no eres el mismo Jaime, apareciste malhumorado y hecho una furia, y ahora estás demasiado callado y abatido… a tu madre la tienes ya preocupada- explicó seriamente, Jaime lo miró fijamente a los ojos quedándose mirándolo unos segundos; de pronto se levantó del sofá y, dándole la espalda, se sirvió un whisky en el mueble bar; Héctor miró sin saber qué hacer a su esposa que le movió enérgica su mano indicándole que siguiera preguntando; él resopló derrotado- hijo…
-He visto a Lucía- declaró de pronto interrumpiéndole. Sus padres se cruzaron atónitos las miradas -¡¿En la capital?! ¡¡Vaya casualidad ¿no?!! ¡¿Y cómo está hijo?! ¡¿Hablasteis?!- lo bombardeó a preguntas al instante su madre apareciendo rauda en la sala y mirando a Jaime con un brillo entusiasmado en los ojos; él la miró fijamente a los ojos
-Está muy bien mamá, está muy contenta y feliz con su pareja y sus dos hijos… ¡¡Ah, que por cierto papá, al niño le ha puesto Héctor!! Todo un detalle por su parte ¿no?- declaró sarcástico bebiéndose de golpe el whisky del vaso; en su voz se había podido percibir claramente el gran dolor que sentía y sus padres se quedaron abatidos mirándolo apesadumbrados. Jaime sintió que la sangre le hervía de pronto al ver sus miradas de lástima; aquello ya era demasiado, allí estaban de nuevo, como hacía cinco años, aquellas miradas de compasión hacia él y no iba a poder soportarlo nuevamente; aunque éstas fueran de sus padres... sintió como sus ojos se inundaban rápidamente de lágrimas. Recogió sus cosas y se dirigió hacia la entrada de la casa- me voy a casa, mañana nos vemos
-Pero ¿No ibas a quedarte con nosotros hijo? Por lo menos un par de días hasta que cure bien el brazo- exclamó abrumada su madre
-No, me voy a mi casa; hasta mañana- resolvió contundente aunque su voz sonó quebradiza por el enorme nudo que se le había hecho en la garganta aguantando aquellas inoportunas lágrimas que no quería permitir que sus ojos brotaran; no iba a llorar más por Lucía, se negaba rotundamente a volver a llorar por ella
-Por Dios bendito Jaime, quédate hijo; no hablamos más de ello si no quieres pero… no te vayas así- lo intentó detener su padre pero él salió igualmente de la casa sin mirar atrás. Sus padres se miraron apenados por el sufrimiento que su adorado hijo estaba padeciendo.
-Oh por Dios Héctor; la sigue amando…- sollozó desolada Marisa sentándose abatida en el sofá que antes ocupaba su hijo
-¡¡Ah!! ¡¿Es que acaso antes tenías dudas?!- exclamó incrédulo mirándola atónito, su mujer chasqueó fastidiada la lengua mirándolo importunada y él sonrió divertido
Ya era tarde y Lucía no aparecía. Esther y Carlos acostaron a los pequeños; aunque Héctor se negaba a dormirse hasta que llegara su mamá. Al fin se quedaron rendidos cada uno en su camita gemela y ambos regresaron a la cocina, Esther se sirvió una taza de café
-¿No está tardando demasiado? Nunca llega tan tarde sin avisar…- expuso preocupado Carlos
-La verdad es que sí…- repuso en voz muy baja aunque parecía más pensativa que preocupada- pero supongo que es normal ¿no?- expuso mirándolo confundida
-No lo sé cielo ¿A dónde fue si puede saberse?- interrogó lleno de curiosidad
-Al aeropuerto- respondió muy pausadamente
 -¡¿Al aeropuerto?! ¡¿Y a qué coño fue al aeropuerto?!- exclamó atónito mirando pasmado a su esposa
-Fue a hablar con Jaime antes de que se fuera; iba a decírselo todo- murmuró pensativa; de pronto, lo miró intranquila a los ojos- ¿Todo habrá ido bien, verdad Carlos?- expresó amedrentada
-¡¡Y a mí qué coño me preguntas!!- exclamó desconcertado- Es más Esther: ¡¿Quién es Jaime?! ¡¿Y qué narices tiene que decirle a ese hombre?!- interrogó sin entender nada
-Jaime es el papá de Héctor, Carlos- indicó y él abrió atónito sus ojos- tuvo un accidente con su coche y, casualidades de la vida, lo trajeron a nuestro hospital; Lucy estuvo toda la semana en un sin vivir y sin saber qué hacer, hasta que por fin se decidió a decirle que tenían un hijo en común… pero cuando hoy llegó al hospital ya le habían dado el alta y se fue al aeropuerto a detenerlo…
-¡¡Virgen del amor hermoso!! ¡De tantos hospitales que hay en la ciudad, fue a parar justamente en el vuestro! No, si ya digo yo: cuando Dios no quiere; el diablo va y mete la mano- exclamó boquiabierto sentándose en una silla frente a su esposa- Ya observaba yo muy extraña estos días a Lucy… Bueno, pero eso es bueno ¿no? Al fin se le va a cumplir a nuestro campeón sus deseos…
 -Eso espero- murmuró esperanzada Esther pero lo miró amedrentada- aunque ya está tardando Carlos…
-Bueno mujer ¿No dicen que el que no haya noticias, es buena señal? Pongámonos en lo positivo: logró hablarle, él lo entendió y están cenando y charlando amistosos preparando el encuentro con el campeón…- intentó animarla
-¡¿Y Lucy no llama para avisar y tranquilizarnos?! ¡¡Nunca lo haría Carlos, tú bien lo dijiste!!- le reprochó inquieta
-¿Y quién te dice que ese hombre no lo entendió mucho mejor que bien y estén haciendo las paces, eh?- replicó pícaro guiñándole malicioso un ojo a Esther
-¡¡Oh por Dios santo Carlos!! ¡¡Tú todo lo acabas resolviendo de la misma manera!!- exclamó fastidiada sirviéndose otro café, él la miró desconcertado
-¿Acaso hay otra?- indicó chistoso, Esther lo miró irritada e iba a contestarle cuando una llamada muy despacio con los nudillos en la puerta la interrumpió
 -¡¡Por fin, ahí está!!- exclamó Esther dejando el tazón en el fregadero y corrió a abrir. Carlos la siguió interesado por las noticias, pero los ojos enrojecidos y el rostro apagado que se encontraron en Lucía al abrirse la puerta, no daban muy buena señal. Pero así a todo, Esther le sonrió animosa- ¡Oh cielo, ya nos tenías preocupados! ¿Cómo ha ido corazón?
-No lo encontré Esther, no llegué a tiempo… ya su vuelo había despegado…- explicó con voz entrecortada y rompió a llorar abatida, su amiga la rodeó cariñosamente con su brazo por los hombros y la adentró en el piso sentándola en el sofá de la sala. Carlos se quedó inmóvil en el medio de la sala mirándolas apesadumbrado
-¿Y entonces dónde has estado todo este tiempo corazón? Ya nos tenías preocupados- indicó tierna Esther
-Estuve dando vueltas… no podía enfrentar a mi chiquito…- murmuró afligida entre lágrimas, miró desolada a los ojos de su amiga- le fallé a mi niño, Esther, le prometí que así volviera su padre yo hablaría con él y le fallé… No puedo soportar el dolor tan grande y la congoja que tengo en el corazón… pobrecillo mi ángel…- sollozó abatida hundiendo su cara en el pecho de su amiga que la abrazó cariñosa
-Tranquila cielo, no te pongas así corazón- intentó serenarla acunándola dulcemente entre sus brazos; Esther y Carlos se miraron entristecidos y abatidos por la noticia; él le hizo un gesto que le indicaba que se retiraba al dormitorio para dejarlas solas y Esther le sonrió agradecida- no te preocupes cielito… Héctor lleva esperando cinco años, un día más o menos no tiene importancia...- siguió hablándole tiernamente mientras le tomaba dulcemente el rostro entre sus manos para poder mirarla a los ojos- Porque… ¿Sigues decidida a decírselo verdad?- instó acariciándole las mejillas secándole las lágrimas, ella asintió con la cabeza- pues ya encontraremos la manera de hablarle, corazón; ya lo verás… ¿no tienes su teléfono aún cielo?
 -Me lo sabía de memoria y ahora… no sé Esther… creo que lo tengo apuntado en algún sitio…- expuso dudosa
-¡Pues ya está! ¿Ves cómo no hay que ponerse así? Mañana sin falta buscamos ese número, lo llamamos y se lo decimos ¿vale?- resolvió decidida acariciándole tierna las mejillas intentando secarle aquel mar de lágrimas, Lucía le sonrió agradecida- ahora vas a descansar tranquilita y ya verás cómo mañana lo solucionamos ¿quieres quedarte a dormir aquí?
-No, me voy a casa- expresó cansadamente
 -Está bien, como quieras
 -Pero quiero ver antes a Héctor ¿puedo?- preguntó esperanzada
-¡Por favor Lucía ¿qué pregunta es esa?! ¡¡claro que puedes cielo!!- exclamó atónita por aquella absurda pregunta.
Lucía entró muy silenciosa en el cuarto de Iris para no despertar a los pequeños que dormían plácidamente. Se acercó a la cama de Héctor y solo verle aquella carita tan linda y sobre todo tan igual a la de su padre, rompió nuevamente a llorar.
 -Lo siento mi ángel, lo siento mucho; no sabes cómo me duele que, por mi estupidez, tú sufras mi chiquito- sollozó afligida besándolo amorosa en la frente y salió del dormitorio.
-¡¡Oh por Dios santo Lucy!!- exclamó Esther al verla aparecer en la sala llorando desamparada de nuevo- no debes angustiarte así mi niña; se arreglará cielo, ya lo verás…- intentó consolarla tomándola maternal entre sus brazos
 -No sabes cómo me duele pensar que por mi culpa mi chiquito seguirá sufriendo así, Esther... pudo conocer al fin a su padre y por mi maldito egoísmo y mis absurdos miedos volví a negárselo, Esther...- expuso entre imparables lágrimas cobijándose contra en pecho de su buena amiga
-Bueno, pero lo arreglaremos mi niña, ya lo verás; todo en este mundo tiene arreglo menos la muerte- expresó besándola tierna en la cabeza- ahora cálmate y definitivamente te quedas a dormir en el sofá; no me quedo tranquila si te vas en este estado a tu piso y prefiero tenerte cerca- le indicó decidida y ella asintió con la cabeza; tampoco quería quedarse sola.
 -¡¡Por todos los demonios Esther!! ¡¿Qué es lo que has dicho?!- exclamó alterado Carlos irrumpiendo de pronto en la sala mirando a su esposa con los ojos abiertos como platos de la impresión; ellas lo miraron sobrecogidas por aquella precipitada entrada
-Que se queda a dormir esta noche...- respondió muy pausadamente amedrentada por su alteración -¡¡No!!- la interrumpió tajante, ella se sobrecogió ante aquel inesperado grito- ¡¡Antes, en la cocina ¿qué es lo que dijiste?!!- indicó muy excitado
-No sé... no me acuerdo, Carlos... ¿qué rayos te pasa?- expresó asustada ya por la reacción de su marido
 -Dijiste que el padre de nuestro campeón ha sufrido un accidente de tráfico y se llama Jaime ¿no?- expresó ansioso mirando con ojos desorbitados a Lucía que asintió con la cabeza- ¿Jaime Ventura, por un casual?- indagó esperanzado, Lucía nuevamente asintió con la cabeza- ¡¡Virgen del amor hermoso; por eso su cara me pareció tan familiar cuando lo vi por primera vez!! ¡¡creí que lo conocía de antes pero no lograba recordar de qué y ahora lo comprendí: nuestro campeón es igualito a él, carajo!!- exclamó incrédulo pasándose las manos por el pelo, ellas lo miraban sin entender nada -¿Acaso lo conoces?- indagó sorprendida Esther
-¡¿Si lo conozco mi cielo?!- exclamó mirándola con pasmo- ¡¿Sabes quién es Jaime Ventura, Esther?! ¡¡Es el nuevo dueño de la empresa; él y sus socios son los que acaban de comprar la empresa en la que trabajo!!- anunció y ellas abrieron atónitas sus ojos- ¡¡Y él estuvo aquí esta tarde, Lucy; vino a despedirse pero tú ya te habías ido!!
-¡¿Qué?!- clamó ella levantándose al instante y mirándolo pasmada- ¡Oh Dios santo ¿No habrá visto a Héctor, verdad?! ¡¿Lo vio, Carlos?!- interrogó impaciente
-¿Si lo vio, chiquita? ¡Mas que eso: se dieron de bruces! Héctor salió como hace siempre como un toro encabritado del ascensor y se fue directamente contra él en el portal- aclaró al instante y los ojos, tanto de Lucía como de Esther, se abrieron como platos al escucharlo
-¡¡Oh Dios santo!!- murmuró sobrecogida Lucía cubriéndose aterrada la boca
-¡Ahora sí que se va armar gorda como Jaime saque conclusiones!- exclamó amedrentada Esther al mismo tiempo y los tres se quedaron mirándose muy inquietos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario