viernes, 8 de mayo de 2015


    Se sentaron en una de las mesas de la esquina, alejados del resto de clientes. Sin decirse nada, en una tensa calma, esperaron a que el camarero viniera a tomar nota; Jaime, educado y caballeroso le preguntó a Esther si deseaba algo más que café a lo que ella negó con la cabeza, y esperaron de nuevo en silencio a que el camarero les sirviera. Pero, aunque hacía un rato que ya tenían el pedido delante, seguían callados. Jaime con su mirada perdida en el fondo de su negro café que removía inconsciente y Esther observándolo
-Esther... ¿Alguien estuvo a su lado en el momento del parto o tuvo que pasarlo sola?- murmuró muy pausado sin levantar sus ojos del café y su voz sonó muy inquieta.
-Yo estuve a su lado siempre, en ningún momento la dejé sola- respondió serena y sincera y vio como él respiraba hondamente quedándose más tranquilo con su respuesta; Esther sonrió compasiva, por todo lo que estaba pasando en aquel momento y su máxima preocupación era cómo había superado el parto Lucía... no podía disimular que aún la amaba profundamente- y para tu tranquilidad te digo que, aunque era muy jovencita y primeriza, se portó perfecto y todo fue muy bien y sin complicaciones- aclaró dulcemente y él sonrió sumamente complacido. Le dio un pequeño sorbo a su café sin azúcar levantando al fin la mirada
-¿Cuánto tiempo lleva de relación con Carlos García?- preguntó directo mirándola fijamente a los ojos
-¡¿Qué dices?!- exclamó abriendo sus ojos atónita- ¡¿Quién te dijo semejante estupidez, Jaime?!- preguntó pasmada pero él no respondió, solo mantuvo persistente su mirada- ¡Carlos García es mi esposo, Jaime; y quiere y respeta a Lucy como si fuera su hermana pequeña ¿quién te dijo esa absurda barbaridad?!- ahora fue él el que abrió asombrado sus ojos mirándola incrédulo
-¿Tu... esposo?- balbuceó impresionado por aquella noticia
-Sí, mi esposo; Carlos y yo llevamos casados nueve años- aclaró contundente
-¡Oh!- exclamó simplemente sin saber qué decir
 -¿Quién te dijo esa mentira tan gorda y absurda?- insistió mirándolo ofendida
-Entonces Iris ¿es tu hija?- preguntó sin contestarle a su pregunta
-¡Pues claro que sí!- aseveró rotunda, él solo asintió lentamente con la cabeza comprendiéndolo todo- ¿No te habrán dicho también que es hija de Lucía, no?- expresó mirándolo desconfiada, él sonrió divertido y volvió a beber de su café evitando contestarle también- ¡¡Santo Dios, mira que hay gente con ganas de enredar caray; si se preocuparan de su vida y dejaran la de los demás tranquilos...!!- murmuró irritada dándole un sorbo a su café con leche, Jaime volvió a sonreír entretenido pero sin ninguna intención de aclararle que todo aquello solo eran suposiciones suyas y nadie le había dicho nada.
-¿Por qué no me lo dijo Esther? ¿Por qué se quedó callada?- preguntó de pronto y de nuevo el dolor resonó en su voz
 -Por miedo- respondió sincera
-¡¡Ya estamos de nuevo con el maldito miedo de los cojones, joder!!- explotó irritado recostándose fastidiado contra el respaldo de la silla- ¡¿Pero miedo a qué Esther; miedo a qué?!- replicó mirándola ofendido enderezándose de nuevo y acercándose a ella
-A todo Jaime, a todo; Lucía es como un pequeño gatito asustadizo que teme a todo y cuando se asusta solo sabe huir despavorido sin medir las consecuencias y acabando muchas veces metiéndose en problemas mayores; así es Lucía y no puede evitarlo, debemos comprenderla- explicó comedida -¡¿Así de sencillo, no?! ¡Como ella es así y no puede evitarlo, nosotros tenemos que ser considerados, comprenderla y listo; ya está!- replicó irónico mirándola furioso, ella lo miró retraída- ¡¿Y yo qué, Esther?! ¡¿Qué pasa conmigo?! ¡¿Acaso no importo?! ¡¿Quieres saber la de tumbos y estupideces que llevo cometido en estos años todo por su culpa?!¡¿Quieres saber la gran gilipollez que hace apenas unas horas pensaba cometer a pesar de saber que arruinaría mi vida para siempre y todo por ella?! ¡¡Ni te haces idea de lo que llevo sufrido, Esther; ni idea!! ¡¿Y cómo piensas que me siento en estos momentos al enterarme de pronto que tengo un hijo al que esa ingrata me negó conocer durante cinco años?! ¡¡Y gracias que a mi madre le dio por ver mis fotografías de pequeño, sino aún ahora seguiría sin saberlo!!- añadió mordaz
 -No, eso no es cierto; ella estaba decidida a decírtelo- aseveró rotunda, él la miró fijamente a los ojos sin creérselo demasiado- Sí Jaime, sí; estaba decidida a decírtelo ¿Qué crees que quería decirte cuando te llamó por teléfono y tú no quisiste ponerte? ¿Y por qué sigue insistiendo día sí y día no? Pregúntale a Marta si no me crees- afirmó contundente, él siguió mirándola sin decir nada- ¿O dónde crees que estaba cuando viniste a casa para despedirte? Pues estaba en el hospital buscándote y al no encontrarte, se fue derechita al aeropuerto; pero con tan mala suerte que cuando llegó, tu avión acababa de despegar- expuso conmovida, él la miró intolerante
-Todo eso no vale de excusa Esther, tuvo cinco años para decírmelo- resolvió tajante bebiendo de su café
-Cierto…- murmuró apesadumbrada- pero temía tanto que se lo quitaras; Héctor es toda su vida Jaime
 -¡¿Pero cómo puede pensar algo así de mí?! ¡¡No lo comprendo; es estúpido y disparatado!!- exclamó desconcertado
-¡¡Pues hijo, para ser estúpido y disparatado, has nombrado muy rápido a tus abogados!!- reprochó mordaz
-¡¡Pero no lo dije pensando en quitarle a Héctor, por todos los santos!!- exclamó sobrecogido- ¡¡Me refería a poner cuanto antes las cosas en orden y legalmente Esther!! ¡¡Reconocer a Héctor como mi hijo sin más pérdida de tiempo y, sobre todo, concretar las visitas a las que tengo derecho para al fin poder tener relación y conocer a mi hijo, Esther; nada más!! ¡Jamás se me pasaría por la cabeza quitarle a Héctor!!- aclaró contundente, ella lo miraba arrepentida de su terrible equivocación- Pero escúchame bien Esther, no por Lucía; ella me ha hecho tanto daño y siento en estos momentos tanto dolor y rabia, que te juro que sería capaz de hacer cualquier locura solo para poder provocarle tanto sufrimiento como ella me está haciendo padecer a mí... pero nunca, jamás me oyes, sería capaz de hacer sufrir a mi hijo apartándolo de su madre… ¡¡jamás!!- expresó tajantemente aclaratorio pero con tanto dolor en su voz que Esther lo miró conmovida
-Su intención nunca fue hacerte daño Jaime...- expuso compungida
-Pues menos mal que no fue su intención, porque le salió de lujo- expresó mordaz sonriendo sarcástico
 -Ella también sufrió muchísimo Jaime, ya te dije aquella noche en el hospital que le costó horrores dar ese paso pues te quería con pasión- intentó defenderla
-¡Sí, eso: me "quería" con pasión!- repitió sarcástico, ella lo miró confundida- ¡¡Pero yo sigo amándola más que a mi propia vida, Esther!! la llevo clavada en mi corazón, en mi mente y en cada milímetro de mi piel; la necesito a mi lado como el aire para respirar y llevo así, sufriendo y buscándola como un desesperado, cinco largos años Esther… y cuando al fin empiezo a aprender a convivir con este dolor, va y aparece de nuevo en mi vida más bella y hermosa que nunca ¿Y qué hace ella, Esther? ¡¡Primero besarme, ilusionarme y volverme loco al saborear de nuevo su dulce boca, para después huir otra vez sin darme explicaciones y dejándome hecho una mierda de nuevo!! ¡¿crees acaso que eso es justo?!- reclamó con lágrimas en los ojos conmoviendo a Esther de nuevo -No- murmuró apagadamente mirándolo plenamente desolada
-Y ahora para darme la puntilla final y destruirme completamente va y me entero que me ha ocultado que tenemos un hijo... ¿qué te parece?- murmuró intentado ser sarcástico pero su voz sonó tremendamente dolida y se limpió raudo una lagrima traicionera que escapó de sus ojos, ella no se atrevió a hablar; sabía que no había palabras suficientes en el mundo que aplacaran el gran dolor que él estaba sufriendo en aquellos instantes. Se quedaron callados, él con la mirada perdida a través del ventanal mientras ella lo observaba apesadumbrada. De pronto, Jaime la miró con aquellos preciosos ojos grises llenos de tristeza- Vale, puedo llegar a comprender su huida de Santa Mónica después de tus explicaciones; hice que se sintiera abrumada y acorralada por mi forma de ser impetuosa y no tener la delicadeza de molestarme en preguntarle nunca su opinión...- murmuró conmovido y tragó incómodo saliva- pero ¿y ahora Esther? ¿Qué hice ahora para que volviera a huir así de mí?- protestó dolido, Esther le tomó dulcemente la mano que posaba sobre la mesa
-Tú nada corazón, de eso se encargó tu amiguita la pelirroja- expuso con sorna, él la miró prevenido a los ojos
 -¿Qué hizo esa estúpida?- masculló encrespado
-Decirle que se alejara de ti cuanto antes, que te hacía daño solo con su mera presencia; que se había ido por voluntad propia dejando escapar su oportunidad y te había perdido para siempre ya que ahora habías rehecho tu vida junto a ella y volvías a ser feliz de nuevo
 -Pero... ¡¡Será mentirosa la muy hija de puta!! ¡¿Yo feliz a su lado?! ¡¡Si me desquicia y me saca de mis casillas a los cinco minutos de estar juntos, por Dios bendito!!- exclamó atónito, ella movió condescendiente los hombros y él tomó aire profundamente intentando retomar la compostura -Bueno... tu amiguita no es santo de mi devoción pero hay que comprenderla; es una mujer enamorada que intentó defender su amor- expresó compasiva, pero se quedó anonadada ante la mirada que Jaime le clavó
-Pero ¿qué coño pasa contigo?- expresó incrédulo mirándola con pasmo, ella elevó las cejas sin comprender- ¿Crees que todo el mundo es bueno y merecedor de tu lástima y comprensión? Pues ten cuidado porque no es así y con Clara te equivocas y de pleno; ella es egoísta, altiva, arrogante y, sobre todo, calculadora y muy manipuladora; le importa bien poco pisar a quien sea con tal de lograr sus objetivos... No voy a negar que se portó extraordinario conmigo cuando estaba inmerso en aquel pozo oscuro y sin fondo en el que me vi metido con la desaparición de Lucía, pero también sé que nunca hace nada si no sabe de antemano que va a obtener algún beneficio a cambio y tengo muy claro y presente que llegará el momento en que todo aquel apoyo tendré que pagárselo- aclaró con contundencia
-¡Vaya!- exclamó sorprendida al oírlo- yo a tu amiguita pelirroja la tengo bien atravesada y no la trago por todo lo que le hizo a mi niña, pero lo tuyo también es todo amor por esa muchacha ¿eh?- replicó socarrona y él sonrió ameno
-Realista más bien- definió desenfadado y se sonrieron amistosos aunque él la miró frunciendo confundido el ceño- pero ¿qué le hizo a tu niña?- indagó curioso
-¿Acaso no lo sabes o qué?- interrogó desconfiada, él negó rotundo con la cabeza- Pues siempre la miró con desprecio y por encima del hombro haciéndola sentir menos que ella, y mi niña es tan miedosa y apocadita la pobre que le tiene un miedo atroz y tiembla como un junco simplemente con que la mire con esos ojos de gata rabiosa; y lo que más me fastidia es que esa estúpida lo sabe y por eso siempre se le acerca a amedrentarla cuando está sola- explicó muy molesta, Jaime sonrió tierno -¿Estás hablando de Lucía, no?- repuso conmovido
-¡¡Pues claro ¿de quién iba a estar hablando, Jaime?!!- expresó desconcertada por aquella pregunta, él volvió a sonreír
-Como has dicho tu niña, yo creí...- ambos se echaron a reír antes de que acabara de hablar
-Es que Lucía es mi hermanita pequeña, mi otra niña; aunque ella quiere hacer ver que es fuerte y echada para adelante, solo es una niña asustadiza que le teme a todo y necesita apoyo y protección a cada momento ¡¡Jesús, si hasta nuestro pequeño Héctor ya lo sabe ¿o no viste cómo la defendió rápidamente de ti?!!- esclareció orgullosa del pequeño, él rió divertido
-Más que verlo, la verdad es que lo sentí- aclaró guasón y ambos rieron explayados
-Jaime...- pronunció casi en un susurro mirándolo avergonzada- espero me perdones algún día pero yo también soy responsable de todo este dolor que estás sintiendo- expuso apesadumbrada, él la miró entrecerrando los ojos confundido- al principio le insistí en que era su obligación decirte que esperabais un hijo; pero ella empezó a temblar como un junco sollozando que te había hecho mucho daño, muchísimo, y eras tan impulsivo y atolondrado que por despecho podías quitarle al bebé...- lo miró arrepentida a los ojos- perdóname Jaime, pero yo de aquella no te conocía y también me asusté al oírla ¡se oyen tantas cosas...! así que aparté la idea de seguirle insistiendo en llamarte y dejé que los años pasaran
-Si no soy capaz de quitárselo ahora, menos de recién nacido; por todos los santos- murmuró afligido -Lo sé, ahora lo sé Jaime- exclamó atormentada posando dulcemente su mano sobre la de él- y no sabes cuánto me arrepiento de no haberle insistido en llamarte, porque todo hubiera sido mucho más fácil para los tres: tú no habrías sufrido de esta manera por la mujer que amas; Héctor el pobrecito no estaría preguntando por qué todos sus amiguitos tienen papá y él no... pero sobre todo para Lucy, que no hubiera pasado por ese trance sola ni por las estrecheces que pasó porque, aunque nunca dijo ni pidió nada, la fuerte anemia que sufrió durante todo el embarazo y que la obstetricia no lograba remediar con nada, así me lo indicaban...
-¿Cómo sola? ¿No has dicho que tú estuviste en todo momento con ella?- se inquietó mirándola desconfiado, ella sonrió pesarosa
-Claro que estuve a su lado, no la dejé sola ni un instante... pero ¿crees qué, aunque estuviéramos un batallón de personas junto a ella, es lo mismo que tenerte a ti a su lado? No Jaime, no es ni por asomo parecido y ella te echó muchísimo de menos en ese momento... bueno, mejor dicho, siempre te echo y te sigue echando de menos; pero en aquel momento mucho más y, a pesar de sonreír feliz cuando por fin tuvo a Héctor entre sus brazos, sus ojitos tristes, apagados y llorosos así lo indicaba- explicó mirándolo conmovida, él apartó sus ojos para evitar que ella viera como se le habían vuelto a llenarse de lágrimas y los volvió a clavar en algún punto lejano a través del ventanal; ambos se quedaron callados de nuevo.
-¿Pregunta entonces mucho por su padre?- indagó interesado sin atreverse a mirarla y manteniendo aún su mirada perdida por la ventana
-Desde hace unos meses sí, está en la edad en que todo lo quieren saber y no entiende por qué a él nunca lo viene a ver su papá; hace unas semanas hasta llegó a decir si era porque no lo quería...- comentó sin pensar
-¡Santo Dios Lucía ¿qué coño has hecho con tu insensatez?!- exclamó acongojado posando su codo en la mesa y empezó a acariciarse consternado la frente; Esther se sintió horrible al percatarse del terrible daño que le había causado con su inoportuno comentario
-¡Oh Dios, perdóname Jaime; discúlpame, no quise angustiarte!- expresó conmovida oprimiendo tierna la mano de Jaime que aún seguía bajo la suya pero él siguió frotándose cabizbajo la frente sin mirarla
-¿Cómo pudo verle sufrir así y seguir callando? No lo comprendo Esther, no puedo entenderlo- exclamó angustiado
-Creo que ni ella misma sabía de todo el daño que estaba provocando hasta aquel preciso momento- la defendió compasiva, él levantó la vista mirándola incrédulo a los ojos- no Jaime, porque tenías que verle el terrible dolor de su rostro cuando le escuchó decir aquello al pequeño y cuando oyó a Carlos contarle la verdad, su rostro demostró que acababa de comprénderlo todo y la decisión de no callar más apareció en sus ojos
 -¿Tu esposo le contó la verdad a Héctor?- clamó atónito abriendo pasmado los ojos
-Sí; pero de una manera tan increíblemente sencilla que nos dejó a las dos boquiabiertas- Jaime la miró a los ojos muy interesado en que siguiera explicando- le dijo que no venías a verlo porque estabas muy lejos y Lucía aún no había tenido oportunidad de decirte que él ya ha nacido; pero así lograra contactar contigo, te lo diría sin perder ni un minuto más y tú vendrías corriendo a buscarlo y lo ibas a querer muchísimo- aclaró y él sonrió enternecidamente agradecido- y desde entonces está mucho más tranquilo esperando que ese día llegue... y ese día llegó, cielo: estás aquí- resolvió sonriendo dulcemente oprimiéndole suavemente de nuevo su mano, él sonrió complacido y tomó aire profundamente
-Gracias Esther, mil gracias; tú y tu esposo sois maravillosos y un bálsamo para mí, os estaré eternamente agradecido- expuso tremendamente conmovido sujetándole ahora él su mano
-¿Por qué?- expresó confundida
-Por no dejar sola a esa insensata, por estar siempre a su lado protegiéndola y por cuidar y darle tanto cariño a mi hijo; nunca podré pagároslo lo suficiente- expresó agradecido
-¡Ah no seas bobo; no hay nada que pagar! Lucy nos ganó el corazón de inmediato con su ternura y dulzura así la conocimos y la queremos como a una hermana y nunca soportaría que algo le sucediera, y Héctor... ¿qué te voy a contar de ese picaruelo? es imposible no quererlo así lo conoces, ya lo comprobarás tú mismo: es un trasto maravilloso que está lleno de amor y solo sabe dar cariño a manos llenas; Lucy dice que en eso es en lo que más se parece a ti- declaró y él sonrió feliz.
Lucía aún tardó un rato en reaccionar y estuvo unos minutos parada inmóvil bajo el umbral de su puerta con la mirada perdida en las escaleras por donde Jaime y Esther habían desaparecido sin poder controlar las lágrimas; le temblaban las piernas y se sentía abrumada por todo lo ocurrido, no podía pensar lógicamente. Verlo de pronto e inesperadamente ante su puerta le había afectado muchísimo pero, verlo tan enfurecido, la había asustado mucho más. Ideas terribles le asaltaban la cabeza provocándole un desasosiego tremendo.
-Tía Lucy...- la sacó de sus aterradores pensamientos la pequeña Iris tirándole suavemente de la falda de su vestido ya a su lado; ella observó que ambos pequeños estaban junto a ella mirándola muy inquietos y asustados
-¿Qué mi ángel?- repuso dulcemente sonriéndoles cariñosamente tranquilizadora mientras les acarició tierna las mejillas a ambos
 -¿Estás bien?- se interesó preocupada la pequeña, ella les volvió a sonreír
-Sí cielo, estoy muy bien, tranquilos los dos; anda, ir a jugar- contestó intentando parecer calmada y los niños, ya de nuevo alegres, corrieron hacia el sofá encendiendo el televisor. Ella cerró la puerta y se encaminó hacia la cocina sentándose en uno de los taburetes de la barra acariciándose nerviosa la frente mientras docenas de preguntas la tenían en máxima tensión: ¿Lograría Esther detenerlo? ¿Podría hablarle? ¿Lograría hacerle entender? Y sobre todo ¡¿Lograría convencerlo de que no le quitara a Héctor?! Esa idea la atormentaba, si Jaime lo luchaba e intentaba quitárselo, ella se moriría de pena y de dolor ¡¡Dios, ese desasosiego de no saber la atormentaba!! ¡¿Por qué tardaba tanto en regresar Esther por Dios bendito?!
 -Tía Lucy- la llamó Iris junto a ella sobresaltándola, la pequeña la miró sorprendida al verla estremecerse de aquella manera
-¡Qué pasa ángel mío?- le habló melosa acariciándole tierna su cabeza
-¿Cuándo vas a hacer la cena? Tengo hambre- indicó resuelta
-¡Oh cielo, lo siento! ¡Claro que sí mi niña, ahora mismo os la hago!- expresó conmovida y entró en la cocina disponiéndose a prepararles la cena, la pequeña siguió mirándola desconcertada
-Tía Lucy… ¿de verdad te encuentras bien?- indagó curiosa
-Sí mi cielo ¿Por qué?
-Es que… ¿No nos bañamos antes de cenar? Siempre lo hacemos así- expuso incomprensible mirándola atónita, Lucy resolló derrotada
 -Claro mi niña; menos mal que te tengo a ti mi ángel porque hoy tu tía Lucy anda boba; vámonos a la ducha- bromeó animosa recogiéndola en brazos y ambas se rieron divertidas.
Los bañó juntos como siempre, con sus risas, sus juegos y la pelea diaria con Héctor porque no quería lavarse el pelo, la tuvo entretenida y logró olvidar por un instante todo lo ocurrido.
 -Ve vistiéndote cielo mientras yo le seco el pelo a Iris- le indicó a Héctor que obedeció al instante mientras ella encendía el secador. Llamaron a la puerta.
-¡¡Voy yo que es tío Carlos!!- exclamó resuelto el pequeño corriendo raudo a abrir sin acabar de ponerse el pijama
-¡¡Héctor, ponte la camiseta antes o cogerás frío!!- intentó detenerlo pero ya el niño abría la puerta- ¡¡Ponte al menos las zapatillas Héctor…!!- le regañó saliendo del baño pero enmudeció al encontrarse a Jaime ante la puerta abierta- has vuelto...- murmuró apenas en un susurro
-¿Acaso creías que me iría así sin más? ¿Sin aclarar las cosas?- expresó serio pero muy comedido. Ambos se quedaron mirando fijamente a los ojos sin moverse; Lucía muy nerviosa, examinaba inquieta su rostro intentando descubrir si seguía enojado, pero cuando quería el muy cabrito podía ser tan hermético que no lograba descifrar nunca nada.
-¡¡Mami!!- corrió entusiasmada Iris a los brazos de su madre que estaba junto a Jaime
-Hola cielito ¿te has portado bien?- indagó tierna y ella asintió
-La tía Lucy hoy está turulata mami, aún no hizo la cena y no nos bañaba si yo no la aviso ¿verdad Héctor?- explicó chistosa la pequeña, Esther sonrió enternecida
-Esta tía Lucy… anda, veniros que yo os la preparo- expuso cariñosa tomando a ambos niños de las manos- Lucy, no te preocupes por Héctor que hoy dormirá en nuestra casa; vosotros tenéis mucho de qué hablar- expuso comedida, aunque ambos seguían inmóviles mirándose fijamente.
 -¡¡Yo no me voy madrina!! ¡¡No dejo sola a mi mamita con este hombre que le grita y la hace llorar!!- exclamó rotundo Héctor intentando soltarse de su mano pero ella no se lo permitió y entablaron una pequeña lucha entre ambos: ella queriéndoselo llevar y él terqueando en quedarse, aquella trifulca de ambos los hizo reaccionar
-Héctor cielo…- empezó a hablar tierna Lucía acercándose a ellos
-Espera Esther, no te lo lleves así o será mucho peor- habló serenamente Jaime también en aquel momento y se acuclilló ante el niño que lo miraba con aquellos preciosos ojos color café llenos de furia- Ey capitán ¿tú sabes quién soy yo?- le habló tierno posando cariñoso sus manos sobre los hombros del pequeño
-No Jaime por favor, no lo hagas…- murmuró aterrada Lucía, él la miró receloso a los ojos
-¿No querrás seguir ocultándoselo? Porque ya te aviso que no...
 -Sé muy bien quien eres ¿o acaso crees que soy tonto?- respondió rotundo el pequeño de pronto sorprendiéndolos a todos que, mirándolo estupefactos, se quedaron enmudecidos y sin aliento al escucharlo

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