miércoles, 13 de mayo de 2015


       Tras conseguir los pasajes en el vuelo de las siete como había planeado, avisó a sus padres de su llegada sobre las nueve provocando la euforia de los dos pequeños que ya no hubo manera de tranquilizarlos en toda la mañana.
A media mañana y, tras cuatro horas de corretear de un piso a otro entre alegres risas y gritos nerviosos de ambos, Jaime observaba que estaban ya acabando con la paciencia de Lucía que atendía los dos apartamentos, preparaba la comida al tiempo que intentaba mantener acostada a Esther que también empezaba a perder los estribos con la impaciencia y nerviosismo de los pequeños. Así que se los llevó al parque donde quemaron energías correteando y jugando sin descanso ante la atenta y entretenida mirada de Jaime. Pero tras la comida que hicieron todos juntos en casa de Esther, volvieron los nerviosismos y la impaciencia de los dos pequeños cuando Lucía y Esther hablaron de ponerse ya a preparar las maletas
-Será mejor que me los lleve de paseo para que os dejen tranquilas y podáis preparar las maletas- se ofreció atento Jaime
-No estás acostumbrado y no vas a saber arreglarte con los dos, Jaime- previno inquieta Esther
 -Ya me los he llevado a la mañana al parque ¿no?-expresó desenfadado
-Pero no es lo mismo cielo, a la mañana apenas fue una hora y ahora...- aclaró inquieta Lucía
-No soy tan inútil, si sé lidiar y salir airoso con adultos tercos, más fácil será con dos niños ¿no? No te preocupes que sí me las arreglaré- aclaró decidido y la besó en la frente- ¡¡Venga enanos, nos vamos!!- resolvió animado y los pequeños se entusiasmaron
-No sé Jaime... con Iris es fácil: es un angelito dulce y obediente que no se separa de ti, pero Héctor es un verdadero terremoto, tienes que tener muchísimo cuidado con él: no para quieto y es un alocadito que no puedes perder de vista ni un segundo pues escapa a la mínima y, como no las piensa, cruza sin mirar…
-Tranquila, lo mantendré bien vigilado- repuso calmado besándola de nuevo en la sien y tomó a los pequeños de la mano- no regresaremos hasta la hora de irnos, así que estaros tranquilas- avisó resuelto andando ya hacia el ascensor
-Espera- lo detuvo Lucía, él la miró intrigado- ¿no vendréis a merendar?- interrogó curiosa, él negó con la cabeza- pues no le des nada de comer después de las seis, o pueden marearse durante el viaje; y seguro que Héctor te pondrá ojitos para comer más de un helado, pero aunque te lo suplique, no le dejes porque después le duele la tripa… y no lo sueltes de la mano por Dios te lo pido- seguía dando recomendaciones nerviosa una tras otra mientras él sonreía divertido
-¿Y puede mojarse o tampoco?- expresó burlón, Lucía lo miró confundida mientras Esther soltaba una amena carcajada- ¡¡Caray hijo, yo creyendo que eras un niño y más bien pareces un gremlin con tantas instrucciones de uso!!- habló bromista mirando atónito al pequeño que rió divertido, Lucía no pudo evitar sonreír dulcemente- Quédate tranquila, te prometo que no te lo perderé y te lo devolveré sano y salvo, mi ángel- expuso meloso besándola tierno en los labios y ella sonrió derrotada.
 Jaime, al llegar al portal, se quedó indeciso y miró a los dos pequeños de su mano que también lo miraban curioso
-Bueno... ¿Y a dónde vamos?- indicó dudoso, Iris movió los hombros despreocupada
-Al parque- resolvió desenfadado Héctor
 -En el parque estuvimos toda la mañana campeón- expresó nada convencido con la idea- ¿Fuisteis al zoo alguna vez?
-Sí, papá nos llevó; pero fue hace mucho tiempo, Héctor aún era muy pequeñito- explicó resuelta Iris
-Pues nos vamos al zoo entonces- resolvió animado y los pequeños sonrieron dichosos. Echaron a andar acera abajo en busca de la parada de taxis. Al pasar por una joyería, Jaime se fijó en una cadena de oro con un hermoso colgante de corazón que había en el escaparate. Sin pensárselo dos veces, entraron y compró dos
-¿Para quienes son?- preguntó curioso Héctor
-Para mami y tía Esther; se lo vais a regalar vosotros que se lo merecen por la paciencia que han tenido hoy- respondió cariñoso guiñándoles cómplice un ojo y se sonrieron- ¿Os gustan?
-Sí mucho- respondió emocionada la pequeña y los tres rieron alegres. Mientras el dependiente los envolvía, Jaime descubrió los anillos de compromiso en el otro mostrador y se acercó a observarlos. Descubrió uno precioso, no muy llamativo, con un fino diamante sujeto por oro blanco tallado en finos relieves formando unas hojas, haciendo la forma de una flor
-Me envuelve este anillo también- le indicó resuelto al dependiente
 -¿Y eso es para quién es?- preguntó curioso Héctor
 -Esto se lo voy a regalar yo a mami cielo, la quiero poner la más bonita del mundo
-Ya es la más bonita del mundo mundial- aclaró rotundo y el dependiente sonrió divertido
 -Claro que sí mi campeón, pero aún más bonita la vamos a poner, ya verás; pero no digas nada ¿vale? le daremos la sorpresa esta noche- explicó feliz y se rieron pícaros los tres ante la enternecida mirada del joyero
Llegaron al zoo, lo pasaron de locura con los animales mientras charlaban animados yJaime respondía con una paciencia infinita los cientos de preguntas de ambos pequeños; sobre todo las de Héctor que era el más curioso y lo preguntaba todo, hasta qué comía cada animal
Merendaron en la bocatería que había dentro del recinto mientras seguían hablando entretenidos y alegres. Iris era más delicada y cuidadosa, sin embargo Héctor era un comilón empedernido y Jaime lo limpiaba atento para que no se manchara observándolos cautivado como se lo comían todo sin protestar. Era maravilloso lo bien educados que Lucía y Esther los tenían, sabían comportarse perfectamente. Se interesó sobre el colegio, sobre sus amiguitos y, sobre todo, referente a Lucía. Los dos pequeños les contestaban entretenidos, contándoles todo felizmente.
-Y entonces campeón... ¿mami, en todo este tiempo, no tuvo nunca un amigo que la sacara a cenar o a bailar?- indagó curioso
-Mi papá intentó buscarle un novio varias veces, pero ella nunca quiso- aclaró desenvuelta la pequeña Iris
-¡¡No, claro que no; mi mami no necesita noviecitos!!- respondió raudo Héctor poniéndose muy serio, Jaime sonrió divertido ante tal rotundidad del pequeño- además, yo sabía que volverías- añadió resuelto bajándose levemente el párpado con su pequeño dedito y Jaime volvió a reír divertido
-Así me gusta campeón, eso se merece un buen helado de postre- resolvió jovial y los tres se rieron alegres
-¡El mío de vainilla con virutas de chocolate!- anunció entusiasmado y Jaime volvió a reír
Acabaron el recorrido por el recinto del zoo y Jaime les compró dos grandes peluches de tigre en la tienda de souvenirs regresando seguidamente a casa.
-¿Vamos un poco al parque?- propuso entusiasmado Héctor
 -De acuerdo; pero antes avisemos a mami que ya estamos de regreso- indicó acercándose al portal, llamó al telefonillo respondiendo al segundo la dulce voz de Lucía- cielo, ya estamos aquí y, como aún hay tiempo, me los llevo un poco más al parque ¿cómo está Esther?
 -Está bien, tranquilo; y como ya tenemos todo listo y está aquí ya Carlos, voy a animar a Esther a bajar también a tomar un poquito el sol; esperarnos allí
 -De acuerdo- respondió y tras ello se dirigieron al parque. Los pequeños le dejaron los peluches junto a él en el banco y ambos corrieron incansables a los columpios. Al cabo de unos minutos llegó Carlos que, tras saludarse amigablemente, se sentó a su lado
 -¡¡Papi, mira lo que me compró tío Jaime!!- vino corriendo a saludarlo Iris, él sonrió tierno
-¡Que bonito! Pero me dijo mami que te nos vas princesita- expuso cariñoso besándola amoroso en la mejilla, la pequeña le sonrió feliz
-Sí, voy a ir en avión a conocer a los abuelitos de Héctor; pero no te pongas triste papi, que regreso pronto ¿eh?- habló resuelta posando sus manitas en las mejillas de su padre provocándoles sonrisas enternecidas en ambos adultos y se marchó de nuevo a los columpios. Ambos entablaron una amena conversación y charlaron tranquilos mientras los niños se entretenían con sus juegos.
 -¿Puedo hacerte una pregunta algo... personal?- preguntó de pronto Carlos, Jaime asintió con la cabeza- ¿qué rayos pasó entre vosotros dos? Porque, por lo que veo, tú aún amas a Lucy y ella, te puedo asegurar, que te amó y te sigue amando con locura- aclaró contundente, Jaime lo miró sonriendo complacido
-Y yo creo que no puede amarse más de lo que yo la amo a ella; cuando desapareció me desesperé tanto que creí que me volvía loco completamente... y lo que ocurrió es que metí la pata; la veía tan jovencita, cuando empezamos a salir ella tenía apenas 21 años y yo ya estaba a punto de entrar en los 30, que siempre la traté como a una niña cuando era toda una mujer con sus propias ideas; la atosigué tanto con mi desconsideración que acabé agobiándola hasta tal punto que no pudo aguantarlo mas y me abandonó…- calló unos segundos- pero nunca dejé de amarla y creo que ahora sí perdería la razón por completo si desapareciera de nuevo... - miró tierno para su hijo- ¡Sí, estoy seguro que me volvería loco si ahora los perdiera!- aclaró rotundo y se rieron enternecidos
-¿Y cómo vas a hacer con tu trabajo? Porque tú allá y ella aquí…
-¡De eso nada! ¡No volveré a separarme de ellos nunca más!- repuso tajante- Si ella no quiere regresar a Santa Mónica, yo me vengo a vivir aquí; ya me da igual todo, ahora solo me importan ellos y no pienso alejarme de ellos
-Pero, entonces tendrás que estar yendo y viniendo a menudo ¿no?
-No tengo por qué, a lo que yo me dedico básicamente es a estudiar a fondo las empresas y averiguar cuál es su punto más débil para poder atacarla sin mucho coste para nosotros y eso lo puedo hacer desde aquí sin ningún problema... y lo de ver en situ las empresas, no tengo que hacerlo yo precisamente; lo hacía hasta ahora para estar ocupado en algo y no pensar tanto en Lucía- declaró y su rostro se ensombreció levemente, tomó aire profundamente intentando deshacerse de aquellos malos recuerdos
-Está bien, solo espero que no tengas problemas con tus otros dos socios- expuso ameno Carlos
-No lo creo; con Pedro estoy seguro de que no, pero si por un casual Clara pone algún reparo, me voy de inmediato... allá ellos si quieren perderme- repuso serio y tajante nuevamente
Estaban tan entretenidos en su conversación, que no se dieron cuenta de la llegada de ambas mujeres. Los observaban sonriendo mientras se acercaban a ellos por detrás. Esther besó cariñosa a su esposo en la mejilla mientras Lucía se abrazaba tierna al cuello de Jaime que le sonrió dichoso
 -Como me gusta ver que os lleváis bien- declaró completamente deleitada, él la miró sorprendido -¿Y por qué no íbamos a hacerlo gatita?- expresó totalmente confundido, ella sonrió satisfecha y, sin contestarle, le besó apasionada respondiéndole él al instante. Héctor vino corriendo a junto de su madre y se abalanzó sobre ella abrazándose a su cuello con sus bracitos interrumpiéndolos
-¡Mira mami, lo que me compró papi!- gritó entusiasmado mostrándole el gran peluche
 -¡Y a mí también!- repuso Iris mostrando el de ella
-¡Oh que blanditos y bonitos! ¡Jo, yo también quería uno!- protestó mimosa Lucía poniendo pucheros como una niña pequeña provocando las risas de los adultos
-¡Pero a ti te compramos otra cosa aún más bonita, mami!- se apuró a consolarla el niño posando cariñoso su manita en la mejilla de su mamá
-¿Ah sí? ¿Y qué es?- preguntó sorprendida
-¡¡Sí; para ti y para tía Esther!!- aclaró entusiasmado
 -¿A mí también?- exclamó atónita Esther mirando incrédula a Jaime que sonrió deleitado
-¡Papi dáselos ya, anda!- gritó eufórico el pequeño echándole la mano al bolsillo interno de su cazadora
-Tomar, dárselos vosotros que son regalos vuestros- repuso entretenido sacando las dos cajitas rectangulares y entregando una a cada niño que se apresuraron a abrirlos para mostrarle el interior a sus respectivas madres
-¡¡Mira qué bonito mami!!- exclamó Iris emocionada
 -¡Ah, cielo; realmente es precioso!- expresó asombrada Esther recogiéndolo en la palma de su mano -¡Sí que son hermosos! ¡E iguales hermanita ¿no te dije que era fantástico?!- exclamó complacida Lucía mirando con pasión a Jaime, Esther sonrió alegre- gracias mi amor- murmuró melosa besándolo tierna en los labios
-Gracias Jaime, pero no tenías por qué- expresó embelesada Esther y también lo besó cariñosa en la mejilla
-Ey, ey, muchas gracias a vosotras por vuestros besos, pero los regalos son de Iris y Héctor, no míos- bromeó él sonriendo satisfecho, ellas lo miraron enternecidas- y claro que tengo por qué Esther, te lo dije ayer en la cafetería: os debo mucho más que un simple colgante- declaró sinceramente agradecido, ella le sonrió dulcemente
-Pues si te sientes en la necesidad de agradecernos algo... no despidas a Carlos- expresó desenvuelta colgándose el colgante al cuello
-¡Esther, por los clavos de Cristo!- clamó sobresaltado Carlos mirando reprochador a su esposa que se quedó cohibida pues había hablado sin pensar, Jaime los miró atónito
-¡¿De qué estás hablando?! ¡¿Quién quiere despedir a Carlos?!- exclamó asombrado con los ojos abiertos de par en par sin dar crédito a lo que oía pero ninguno de los dos se atrevió a hablar; miró descolocado a Lucía- ¡¿Qué rayos sabes tú de eso cielo?! ¡¿Qué está pasando allí dentro que yo no sé?!- insistió interesado y muy preocupado
 -Cielo, en la empresa de Carlos está habiendo movimientos extraños y se comenta que puede haber despidos; por eso están tan preocupados- explicó amedrentada Lucía mirándolo inquieta, él aún abrió más los ojos
-¡¡Pero, eso no es cierto ¿qué tontería es esa?!!- exclamó rotundo y miró a los ojos a Carlos- por Dios bendito, no va a haber ningún despido Carlos: solo estamos estudiando al personal para un recolocamiento de puestos y poder sacaros un mayor rendimiento; hemos visto que la empresa está en quiebra y no es porque no tengáis encargos de trabajo o no haya gente competente al frente, es porque estáis mal posicionados y la organización es un verdadero caos- explicó sincero, Carlos lo miró interesado- por ejemplo tú: eres un informático fantástico y no comprendo que haces en seguridad y marketing, tú deberías estar al frente de la dirección de creación y no ese burro de Alonso que, yo no entenderé demasiado, pero él no distingue un virus de un gusano- aclaró desenfadado y él rió entretenido
-Pero es el yerno del jefe- expuso con retintín
-Del ex jefe querrás decir- remarcó rotundo y Carlos volvió a reírse- además jamás permitiría que te despidieran a ti, eso está más que claro; no solo por todo lo que has hecho por mi familia, sino porque no me interesa perderte; como acabo de decir, veo que eres un gran informático con grandes ideas muy útiles- expresó con tremenda rotundidad
-¿No os lo dije yo ya? ¿qué Jaime tenía un olfato especial para los empleados y nunca se desharía de ti?- exclamó satisfecha Lucía y ellos sonrieron más relajados; Jaime la miró encandilado
 -¿Cómo puedes conocerme tanto, bichito?- expresó sorprendido acariciándole dulcemente la mejilla -Porque, a pesar de algunos fallitos que cometes, me encanta como eres y no cambiaría nada en ti- declaró llena de pasión mirándolo con gran amor en los ojos; “no cómo Clara que siempre intentó cambiarme” pensó complacido
 -¡Ven aquí, mi fierecilla adorada!- exclamó deleitado y, sujetándola dulcemente por la nuca, la besó apasionado
 -¡¡Dale tu regalo ya, papi!!- los interrumpió entusiasmado Héctor, Lucía se retiró al instante de Jaime y lo miró sorprendida
-¿Me tienes un regalo?- exclamó atónita
-¡Mira que eres tonto ¿no dijo que el anillo era para dárselo en la cena?!- le recriminó haciéndose la entendida Iris provocando las carcajadas de sus padres
-¡¿Un anillo Jaime?!- preguntó asombrada Lucía abriendo atónita sus ojos
 -¡¡Hala, si uno la mata, va el otro y la remata!!- protestó desarmado Jaime cerrando los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás desalentado mientras Esther y Carlos seguía riéndose a mandíbula abierta -¡¡Iluso, comprar algo delante de estos dos chivatos y querer mantener el secreto!!- se burló Carlos divertido
 -Tiene mucho que aprender- se jactó Esther sin dejar de reírse
-¡Ja ja, que graciosos los dos!- protestó fastidiado aunque rió entretenido
 -¿Un anillo Jaime? ¡¡Déjame verlo!!- insistió intrigadamente ansiosa Lucía. Jaime la miró a los ojos sonriendo pícaro
 -¡De eso nada señorita, hasta la cena no te lo daré; no insistas!- contestó rotundo esbozando una de aquellas preciosas sonrisas pícaras de medio lado
 -¡Jaime!- protestó pero sonrió traviesa- ¿Estás seguro?- expresó juguetona acariciándole mimosa la pechera de su jersey al tiempo que lo besaba melosa en los labios
-Sí, segurísimo: hasta esta noche nada- remarcó tajante, ella siguió besándolo amorosa por la mejilla dirigiéndose hacia su cuello- estate quieta que no te lo voy a dar...- murmuró ya casi rendido pero ella no se detuvo
-Anda… Dámelo ¿sí? No seas malote- le susurró al oído jugando zalamera con su lóbulo y él no pudo más que suspirar profundo resoplando sonoramente y le dio la cajita de su bolsillo del pantalón- ¡¡Sí!!- exclamó victoriosa y, sonriendo satisfecha, empezó a abrirlo entusiasmada
-¡¡Que blandito eres!!- se burló chistoso Carlos
-¡Tenía que verte a ti en mi lugar, so listo!- reclamó guasón y él y Esther junto a Carlos rieron divertidos
-¡¡Oh Dios mío...!!- susurró asombrada Lucía quedándose boquiabierta y muda observando el anillo. Se esperaba un anillo, pero no imaginaba que fuera a ser de compromiso.
 -¡¡Oh es precioso Lucy!!- exclamó pasmada Esther pero ella no dijo nada, seguía mirándolo fijamente; Jaime la observaba inquieto, su seriedad junto aquel silencio lo estaba atemorizando -¿Acaso no te gusta mi ángel?- preguntó impaciente, ella lo miró con un amor impresionante en los ojos y sonrió feliz; él también sonrió complacido y quitó el anillo de la cajita- Entonces ¿sí aceptas?- preguntó mirándola enamorado mientras se lo colocó en el dedo
-¿Tu qué crees?- murmuró tiernamente conmovida
 -No lo sé corazón, la otra vez también te quedaste callada y desapareciste a los dos días- expresó contrariado
-Jaime...- murmuró dolida mirándolo con gran arrepentimiento
-¡Oh Dios; perdona cielo... perdóname por favor!- clamó rápidamente rodeándola enternecido con sus brazos- no era mi intención reprocharte nada, te lo juro mi amor; pero te quedaste tan quieta y callada que… todo aquello se volvió a repetir en mi cabeza y me asusté- expuso angustiado oprimiéndola tierno contra él, ella lo miró enamorada
-Me encanta el anillo amor mío y más me encantará casarme contigo- declaró complacida y se besaron enardecidos oprimiéndose el uno al otro con pasión; los niños reían maliciosos observándolos atentos
-¡Ey, vosotros dos, cotillas: a jugar o nos vamos para casa de inmediato!!- los espantó divertido Carlos y los niños echaron a correr hacia los columpios sin dejar de reír alegres sin dejar de mirar pícaros a la pareja- ¡Como no os detengáis, acabarán echándoos del parque!- bromeó Carlos al ver que seguían besándose ardientes mientras se oprimían deseosos, ellos se separaron a regañadientes y Jaime lo miró divertido.
-¿Y nos tendríamos que ir para casa? ¡¡Uy, eso sería una auténtica... lástima ¿verdad gatita?!!- expuso malicioso guiñándole un ojo a Carlos al tiempo que mordisqueaba juguetón el cuello de Lucía -¡¡Jaime para, que todo el mundo nos está mirando!!- le regañó abochornada Lucía al darse cuenta que todo el parque los observaba
-¿Y a mí qué? Si supieran las ganas que tengo de...- dejó inacabada la frase sonriendo malicioso- me comprenderían mi gatita- expresó pícaro volviendo a besarla en el cuello
-¡Hala: otro más como Carlos! ¡No, si al final va a ser verdad eso de que todos los hombres sois iguales y solo pensáis en lo mismo!- exclamó burlona Esther y Carlos soltó una sonora carcajada Jaime rodeó con su brazo los hombros de Lucía y ella se recostó gustosa sobre su hombro.
 -¿A dónde fuisteis?- se interesó curiosa acariciando tiernamente su camisa sobre su pecho
 -Al zoo- la miró satisfecho sonriéndole orgulloso- y como puedes ver: te lo devuelvo enterito y ambos merendados antes de las seis- declaró vanidoso mostrándole su reloj de pulsera, ella rió divertida- Creo que se divirtieron… Además me sirvió de mucho este tiempo con ellos, aprendí muchas cosas con ellos
-¿A sí? ¿Cómo cuáles?- curioseó intrigada
 -¡Muchas! ¡Pero la más importante: no comprar nunca más nada delante de esos dos traidores chivatos!- exclamó rotundo y todos volvieron a reír jocosos

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