sábado, 16 de mayo de 2015


    Tras una pequeña discusión para que se metieran en sus respectivas camas, cosa que Lucía no logró y al final acabaron durmiendo los dos pequeños juntos en la cama de Héctor como ellos querían, el silencio volvió a dominar la casa y Jaime miró salir a Lucía del dormitorio de Héctor hacia el de ellos. Apuró de un trago el resto del whisky que le quedaba en el vaso y también se dirigió al dormitorio encontrándola de espaldas rebuscando en su maleta aún sin deshacer
-¿Ya están dormidos?- le murmuró al oído atrapándola entre sus brazos por la espalda y besándola amoroso en el cuello, ella se recostó gustosa contra su pecho
-Sí, al fin- respondió soltando un suspiro de agotamiento, él rió divertido y la besó nuevamente en el cuello
-Pues ahora me toca a mí, y te recuerdo que me debes una ducha juntos...- repuso pícaro llevándosela despacio hacia el baño que había anexo al dormitorio; ella sonrió deleitada dejándose llevar. Ya en el baño, se fueron desnudando uno al otro mientras se deleitaban en saborearse gustosos las bocas y, ya bajo el chorro de agua, siguieron besándose mientras se enjabonaban mutuamente con ardientes caricias que acabó de enloquecerlos. Jaime la elevó entre sus brazos, y atrapando anheloso uno de aquellos deliciosos pechos con su boca, salió del plato de ducha llevándosela a la cama
-¡Que estamos empapados Jaime!- exclamó Lucía pero él la dejó igualmente sobre la cama y empezó a recorrer el cuerpo de Lucía con sus labios haciéndola olvidarse de todo. Jaime seguía sabiendo llevarla con la misma intensidad al mismísimo paraíso como siempre supiera hacerlo, sus delicadas caricias con sus manos y su boca recorriéndole el cuerpo e intensificándolas en los puntos más sensibles de Lucía, la hacían enloquecer de placer y desesperación esperando su embestida final que siempre era enérgica y total llevándola a lo más supremo del deleite al sentir aquel vigoroso y poderoso miembro invadiéndola completamente. Fue un acto sereno, entregándose ardientes y amorosos en cada caricia y con cada embiste, deleitándose en escucharse gemir mutuamente deseando mucho más hasta alcanzar la más maravillosa e increíble culminación final que los dejó totalmente complacidos y felizmente exhaustos. Lucía, agotada de aquella deliciosa sesión de pasión y entrega junto al agotamiento del viaje, se durmió al instante. Pero Jaime, aunque también estaba rendido del cansancio, se resistió a dormirse recreándose en observar a Lucía dormida entre los brazos.
-Te quiero mi vida, creo que no puede quererse más de lo que yo lo hago- susurró apasionado besándola dulcemente en los labios
-Y yo a ti- respondió Lucía aunque estaba totalmente dormida, él rió divertido pero sintiéndose pleno de dicha y la besó tierno de nuevo en los labios antes de dejarse vencer al fin por el sueño
-¡¡Vamos, mami, arriba…!! ¡¡No seas dormilona!!- la despertó Héctor lleno de energía sentándose sobre su espalda besándola en la mejilla
 -Héctor para, deja descansar a papá- protestó remolonamente cubriéndose la cabeza con la almohada -¡¡Si papi ya se levantó hace mucho mami!!- repuso entretenido intentando retirarle divertido la almohada, ella extendió su brazo buscando a Jaime a su lado pero estaba sola en la cama. Sintió las manitas suaves de Héctor apoyándose en su espalda desnuda y como se acercaba a su oído- ¿Sabes mami? Iris y yo nos bañamos con papi en la piscina y dice que nos va a enseñar a nadar- le susurró feliz, ella esbozó una tierna sonrisa- ¡A ver, vamos caray; que tenemos hambre y estamos esperando por ti para desayunar! ¡Cata ha preparado tortitas con miel y macedonia de frutas!- insistió saltándole sobre la espalda
 -Vale, ya voy; pero dame un segundo cielo...- repuso perezosa cubriéndose de nuevo la cabeza con la almohada cerrando unos segundos más los ojos
 -Pues yo no te espero más que tengo hambre- resolvió sin esperar más y se bajó de encima de ella saliendo a correr del cuarto. Lucía se desperezó pero sentía un cansancio enorme en todo su cuerpo y un sueño tremendo. Remolonamente, se levantó por fin y, vistiéndose la bata sobre su cuerpo desnudo, salió a la puerta del cuarto encontrándolos aún mojados del baño charlando entretenidos mientras desayunaban en la terraza disfrutando del sol de la mañana. Jaime le sonrió tierno al verla aparecer
-¿Qué, dormilona? ¿Te costó levantarte, eh?- expresó burlonamente mientras la miraba de aquella manera tan especial con la que siempre la había mirado y que seguía haciéndole sentirse envuelta en un gran amor
 -La verdad es que sí me costó horrores, me encuentro totalmente agotada; debe ser del viaje- contestó sincera besándolo dulcemente en los labios y se sentó junto a él en el sofá. Jaime, sonriendo conmovido, le sirvió un vaso de zumo de naranja recién hecho que ella agradeció horrores bebiéndoselo de un trago; tenía la boca sequísima...
-¿Pero has dormido bien mi amor?- se interesó cariñoso besándola tierno en la sien, ella lo miró cautivada
-No sé si fue la compañía o la cama pero dormí como los ángeles- susurró melosa besándolo amorosa en los labios de nuevo y él sonrió complacido
-Tienes que probar esta macedonia que hizo Cata, tía Lucy; está riquísima- expuso animosa la pequeña Iris acercándole a los labios su tenedor con una ración de frutas variadas de su plato que ella se comió obediente
-Uhmm, pues sí que está bueno corazón, muchas gracias- reconoció gustosa sonriéndole cariñosa, la pequeña también sonrió complacida y siguió desayunando
 -¿Te sirvo un poco?- se ofreció servicial Jaime
-No, de verdad que está rico pero solo me apetece café; no tengo hambre- rechazó con amabilidad y él le sirvió un tazón de café que ella agradeció con una dulce sonrisa mientras se apoyaba mimosa contra su hombro; Jaime, sonriendo entretenido, le pasó tierno el brazo por la cintura y ella se acomodó al instante sobre el sofá recostándose gustosa contra su pecho. Sin darse cuenta, la bata de seda se abrió en un pronunciado escote que dejó entrever sus redondos y hermosos pechos. Jaime elevó levemente la fina tela con solo dos dedos para poder observar mejor aquel precioso pecho desnudo en su totalidad
-Esto es una tremenda provocación gatita y sabes que tenemos que irnos ¿verdad?- expuso pícaro y ella rió divertida
-Es para ir haciéndote ganas y que esta noche te comportes de nuevo como ayer- le murmuró maliciosa besándolo provocadora en los labios, él soltó una sonora carcajada
Después de desayunar se fueron a vestir. Lucía les escogió la ropa de los armarios donde Catalina ya la había ordenado al deshacer las maletas: para Héctor eligió un pantalón corto azul marino y una camisa blanca de cuello bebé y manga corta con los botones también en marino, calcetines finos y unas náuticas azules; y para Iris un precioso vestido rosa pálido de tirantes cuyos únicos adornos eran un fino y recatado encaje bordeando el bajo de la falda y una gran lazada en un rosa más fuerte atada a la espalda, calzándola con un zapatito blanco de pulsera atada a su tobillo. Peinó a Iris su larga y rubia melena dejándosela vaporosa y suelta solo sujetándole el pelo a un lado retirándoselo de su hermoso rostro con un divertido broche de lazo rosa
-¡Que guapos estáis mis soles, no hay niños más lindos en el mundo que vosotros dos!- repuso amorosa besándolos efusiva en las mejillas al acabar de peinar a Héctor, los niños le sonrieron complacidos- Ahora tener cuidado y no os manchéis que nos vamos de compras
-No mami, solo vamos a ver la tele ¡¡Vamos Iris!!- respondió Héctor saliendo del cuarto corriendo como siempre siendo seguido por una alegre Iris. Lucía volvió al dormitorio principal donde encontró a Jaime ya duchado y metiéndose la camisa blanca por dentro de los pantalones negros que llevaba puestos
 -¡Que enérgicos estáis todos hoy!- protestó divertida
-O tú muy lenta mi cielo- expresó guasón besándola suavemente en los labios
 -La verdad es que no me explico tanto cansancio- expuso desconcertada y él la rodeó con sus brazos atrayéndola contra su pecho
-Falta de costumbre de viajar, a mí me pasaba lo mismo al principio- aclaró tierno y se besaron amorosos
-Uhmm, creo que era esto lo que me estaba haciendo falta para despejarme- coqueteó ella acariciándole su musculosa espalda bajo su fina camisa
-Si solo es eso lo que necesitas, repetimos sin problemas- expuso meloso y, sonriéndose encandilados, volvieron a entregarse en un dulce beso saboreándose deleitados- anda mi gatita, prepárate que sino yo no podré detenerme ya- murmuró sin dejar de saborear los labios de Lucía que sonrió alegre y se fue al baño mientras Jaime acababa de vestirse. Se maquilló apenas pero destacando sus lindos ojos y sus definidos labios y se cepillo briosa su pelo castaño ondulado dándole volumen y brillo; al volver al dormitorio, Jaime ya no estaba y se vistió un vestido blanco de punto fino y cuello barco con manga hasta los codos que le marcaba su cuerpo sinuoso y bien formado que poseía. Se calzó los tacones negros y se examinó en el espejo de cuerpo entero que había en el dormitorio, estaba atractiva y sugerente sin ser escandalosa. Sonrió complacida y, recogiendo su bolso negro, salió del cuarto
-¿Estás lista ya cielo?- resonó la voz de Jaime a sus espaldas, ella se volvió y lo vio en la habitación del fondo tras su mesa de escritorio de madera maciza situada frente a la puerta del despacho para poder visualizar todo el pasillo, se sonrieron y ella se encaminó hacia él mientras Jaime la observaba deleitado- ¿A dónde vas así vestida?- preguntó malicioso recostándose en su sillón de piel echándole una pícara mirada de arriba abajo así llegó a la puerta, ella sonrió encantada
 -De compras ¿por qué?- respondió burlona
-Porque te van a detener por provocación y abuso del sexo masculino, y si no ya lo verás- expresó chistoso, ella se acercó a él y le rodeó amorosa el cuello con sus brazos
-Pero tú me vas a ir a buscar ¿verdad?- dijo mimosa besándolo dulcemente en los labios, él la tomó entre sus brazos recostándola sobre sus rodillas, Lucía rió alegre
 -Hasta el fin del mundo si es necesario, mi reinita- le susurró encandilado y la besó apasionadamente respondiéndole ella al instante llena de gusto y pasión. Se sonrieron dichosos y, tirando Jaime unas cartas a la papelera junto a la mesa, salieron tomados de la mano en busca de los pequeños que estaban en la salita mirando la televisión- Vámonos peques- les dijo divertido moviendo levemente la cabeza hacia la puerta de la calle y ellos, sonriendo alegres, saliendo a correr dirigiéndose a la cocina, ellos lo siguieron.
 -Chao Cata, ya nos vamos- se despidieron de la mujer besándola cariñosos cada uno en una mejilla -Chao mis angelitos, pasarlo bien- les respondió complacida por aquel detalle de los pequeños
-No hagas de comer que comeremos fuera- avisó Jaime sonriendo enternecido también por el inesperado detalle de los niños
 -De acuerdo; que os divirtáis- repuso sonriéndole amistosa a Lucía que le correspondió alegre mientras Jaime la llevó de la mano fuera de la casa seguidos de los dos pequeños. Se dirigió al garaje que había a lado de la casa y abrió con el mando a distancia el portalón
-¡Wow, vaya coche tienes, papi!- exclamó entusiasmado Héctor al ver el Audi negro nuevo e impecablemente reluciente que había dentro provocando las risas divertidas de sus padres y corrió a subirse al asiento trasero seguido de una sonriente Iris.
-Que bien, veo a Iris mucho más alegre esta mañana que ayer- murmuró complacida Lucía dejándose llevar por la mano de Jaime dentro del garaje
-Probablemente sea porque ya le dio los buenos días a su mamá- explicó desenfadado Jaime abriéndole amable la puerta del copiloto, ella lo miró sorprendida
-¡¿Cuándo?!- exclamó abriendo atónita sus lindos ojos color café, él rió entretenido
-Mientras dormías, dormilona; que eres una dormilona- le susurró meloso besándola dulcemente en los labios
-¡Hoy, porque estoy cansada!- protestó levantando vanidosa la cabeza
 -¡¿Cómo que hoy mentirosilla?! Si mal no recuerdo siempre fuiste una dormilona- replicó tirándole suavemente de la naricilla, ella rió divertida y entró en el coche sin decir nada más.
Jaime condujo con precaución por la autovía camino de la ciudad mientras Lucía observaba deleitada como apenas había cambiado en aquellos años su ciudad y seguía siendo tan pequeña y acogedora rodeada de jardines y paseos llenos de árboles como recordaba y los pequeños charlaban amenos sentados en el asiento trasero sin moverse. Inmersos ya en el tráfico del centro, Lucía observó que Jaime tomaba rumbo a su oficina y un miedo atroz por tener que encarar a Clara la asaltó
-Déjanos por aquí Jaime, yo iré escogiendo el dormitorio mientras tú arreglas lo que tengas que arreglar en la oficina- propuso intentando parecer calmada, él la miró muy serio
-No, solo voy a tardar un momento y además quiero ir contigo- expresó resuelto siguiendo su camino -Pero...- iba a protestar y él volvió a mirarla fijamente a los ojos
-Quiero que dejes de tenerle miedo Lucía- clamó rotundo y ella tomó aire profundamente; al parecer no había disimulado tan bien como suponía... Jaime se metió directamente en el garaje de un alto edificio y aparcó en una de las plazas reservadas. Entraron en el ascensor y él le tomó de la mano no soltándosela ya más. Al abrirse las puertas se encontraron de frente con un amplio mostrador tras el cual una muchacha rubia muy bonita atendía a los teléfonos
 -Buenos días señor Ventura y compañía- los saludó animada mostrándoles una alegre y bonita sonrisa
 -Buenos días Blanca- respondió cordial Jaime sin detenerse y continuaron por el amplio pasillo que llevaba a su despacho mientras los dos niños iba delante de ellos pero sin alejarse. Todos saludaban sonrientes y cordiales a Jaime mientras observaban intrigados a Lucía y los niños pero sin atreverse a preguntar. Al llegar delante de la oficina de Pedro, Lucía reconoció al momento a la mujer que salía del despacho: era Marta, la secretaría de Jaime
 -¡Dios santo, Lucía; que alegría! ¡Cuánto tiempo cielito!- exclamó alegre reconociéndola también y la abrazó cariñosa
 -Hola Marta, yo también me alegro de verte- le respondió ella sonriéndole amistosa
-¿Pero qué haces...?- iba a preguntar cuando se fijó en sus manos entrelazadas- ¡Oh por Dios bendito ¿no me digas que habéis vuelto?!- exclamó mirándolos emocionada mientras balanceaba su dedo índice señalándolos a ambos, Jaime sonrió dichoso levantando sus manos mostrándole el anillo de compromiso en el dedo de Lucía- ¡¡Genial; maravilloso!! ¡Hiciste que desechabas el papel pero al final la llamaste ¿eh bandido?!-expresó reprochadora golpeando suavemente el hombro de Jaime que soltó una alegre carcajada
 -No, no la llamé: me fui directamente a buscarla- aclaró rotundo y ella volvió a reír complacida -¡¡Bien hecho!!- clamó orgullosa y los tres rieron felices- ¿Y quienes son estos dos guapísimos niños?- curioseó mirando a los pequeños; de pronto abrió atónita sus ojos- ¡Madre de Dios, la niñita no sé, pero el niño fijo que es tuyo Jaime; no puede negarlo el pobrecillo, que cosa más igual a ti por todos los demonios!- soltó asombrada y Jaime sonrió orgullosamente dichoso
-¿A qué sí?- exclamó vanidoso apretándole suavemente las mejillas a Héctor que rió alegre- el próximo lo haré clavado a Lucía, pero este tenía que ser solo mío- añadió contundente y ambas mujeres rieron divertidas- ¿Está Pedro?
 -Sí, está dentro… por cierto que iba a llamarte ahora mismo, quiere hablar contigo de algo importante- respondió más seria
-¿Pasa algo?
-No; solo quiere consultarte sobre algo que apareció y parece una buena compra- contestó desenfadada
-Está bien, ahora mismo hablo con él- expresó despreocupado- Marta quiero que me busques los expedientes de los trabajadores de la última adquisición que realizamos y estoy esperando desde hace semanas una llamada de la conservera del norte que no da llegado ¿sabes tú algo?- Marta se quedó callada mirando fijamente a los ojos de Jaime- ¿qué pasa Marta?- preguntó desconfiado por aquel repentino silencio y su extraña mirada
-Pregúntale a tu amiguita la pelirroja, me retiró todas tus llamadas y ahora las atiende ella- aclaró resuelta
-¡¿Qué?!- exclamó incrédulo mirándola completamente descolocado
-Lo que oyes, como me negué a decirle quien era cada vez que Lucía llamó preguntando por ti, dio orden a Blanca para que le pasara a ella todas tus llamadas- explicó sin ninguna consideración hacia Clara
 -¡¡Hija de...!!- exclamó furioso pero se contuvo al ver que los dos pequeños lo miraban- ¡¡Pero ¿quién se cree que es para tomarse esas libertades?!! ¡¡Será desgraciada; me va a oír, esa me va a oír!!- exclamó enfadado
 -Contente Jaime, ya el golpe que se va a llevar y no se espera cuando os vea, le va a llegar al alma- se regocijó satisfecha y él sonrió algo más tranquilo- bueno, me voy a prepararte eso; encantada de volver a verte Lucía, de verdad, y me alegro muchísimo de que hayas vuelto cielito- volvió a abrazarla cariñosa y Lucía se lo devolvió- y a vosotros también; sobre todo a usted hombrecito- le tendió amistosa la mano y él se la estrechó divertido- ¿Puedo saber el nombre de mi próximo jefe?- le preguntó divertida sin soltarle la mano
-Héctor- le contestó él seguro de sí
-Pues encantada, Héctor- le agitó la manita suavemente, se rieron divertidos los tres adultos y ella se dirigió a su mesa; Jaime entró en la oficina de Pedro
-¡Hombre, Jaime; que bien que hayas venido, estaba a punto de llamarte!- repuso al verlo pero sus ojos se abrieron como platos al ver a Lucía, se levantó del sillón sonriendo encantado- ¡Lucía, Dios santo, cuantos años sin verte chiquilla!- exclamó encantado levantándose de su sillón y la abrazó contundente contra su pecho
-Hola Pedro ¿cómo vas?
-Yo bien pequeña, yo bien; pero tú...- se calló y la miró de arriba abajo con cariño- ¡¡estás aún más hermosa, preciosa mía!!- aclaró alegre y ella sonrió agradecida; Pedro saltó la mirada entre ella y Jaime- ¿Esta maravillosa visita significa que vosotros dos…?- indagó pícaro y ellos sonrieron felices- ¡Estupendo, fantástico! ¡Me alegro mucho por vosotros!- expuso entusiasmado abrazando de nuevo a Lucía, entonces se percató de los dos pequeños que lo observaban tímidamente curiosos- ¡Vaya! ¿Y estos dos guapetones quien son?- preguntó revolviéndoles cariñoso el pelo
-Ella es Iris, la hija de unos buenos amigos, y él... es nuestro hijo Héctor- respondió orgulloso Jaime y Pedro lo miró boquiabierto
-Pero yo no sabía nada de esto...- murmuró pasmado- ¿Cómo no me habías dicho que Lucía estaba esperando un hijo cuando desapareció? Hubiera comprendido mucho mejor tu desesperación- le reprochó asombrado a Jaime
-Porque no lo sabía, hace apenas dos días que me enteré de ello- respondió sincero y Pedro miró fijamente a Lucía que esquivó abochornada su mirada y empezó a morderse nerviosa el labio inferior conmoviendo tremendamente a Pedro
-Bueno, pero la cuestión es que lo habéis arreglado y al fin volvéis a estar juntos- resolvió animoso posando cariñoso sus manos en los respectivos hombros de Lucía y Jaime y los tres se sonrieron felices. Se oyó acercarse un presuroso taconeo y Lucía al instante se puso en tensión, sabía quien era ya antes de que cruzara la puerta del despacho de Pedro...
-¡Pedro, me dijo Marta que Jaime estaba aquí…!- exclamó alegre Clara entrando en el despacho, pero se calló de repente al encontrarse frente a frente con Lucía; su rostro se puso serio y la miró de arriba abajo con desprecio- ¡Vaya Lucía, no sabía que habías vuelto...!- expresó despreciativa- ¡aunque debí habérmelo imaginado!- añadió mordaz, Jaime le clavó una mirada fría y dura
 -Hola Clara, yo... también me alegro de verte- contestó con sorna Lucía ofreciéndole una descarada sonrisa cínica mirándola sin dar muestras de sentirse inquieta e insegura; pero sin darse cuenta, le apretó nerviosa la mano a Jaime que, al sentirlo, la rodeó por la cintura oprimiéndola suavemente contra su cuerpo simulando un gesto natural y no a propósito haciendo sentir a Lucía arropada y protegida. Los ojos de Clara chispearon furiosos al ver aquel tierno gesto de Jaime hacia Lucía y esquivó la mirada de ellos. Lucía, sintiéndose victoriosa por primera vez ante aquella mujer, tomó aire profundamente y percibió su fuerte perfume; era avasallador y desagradable como ella, pensó desdeñosa y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa divertida.
-¿Y estos niños?- cambió de conversación Clara al descubrir a los pequeños- ¿No iremos a montar ahora una guardería aquí, no?- expresó intentando parecer chistosa aunque se percibió a leguas su malestar
-¡Oye, pues no sería mala idea; así nuestros empleados tendrían cerca a sus pequeños!- exclamó animado Pedro
 -¡¿Estás de broma, no?!- exclamó incrédula como si fuera una descabellada idea
-Pues no ¿qué te parece a ti Jaime? Así podrías tener a tu precioso hijo siempre a tu lado; piénsalo- añadió desenfadado revolviéndole suavemente el pelo a Héctor de nuevo.
 -¡¿Qué has dicho?! ¡¿Tu hijo, Jaime?!- exclamó pasmada Clara mirando incrédula a Jaime con aquellos ojos esmeralda abiertos desmesuradamente, él sonrió tan lleno de orgullo que no necesitó palabras para contestarle; ella acto seguido pasó su mirada a Lucía que, nuevamente muy nerviosa, se echó la mano involuntariamente al colgante que Jaime le regalara el día anterior y los ojos de Clara quedaron atrapados en el anillo que brillaba descarado ante sus ojos en el dedo de Lucía- ¡¡Vaya, que sorpresita ¿cuánto te va a durar esta vez?!!- exclamó mordaz mirando a Lucía con ojos cínicos; ella, amedrentada por aquella mirada de gata rabiosa, ocultó nerviosa su mano rápidamente tras su espalda sacándolo de su visión provocando una sonrisa cínica en Clara como siempre mostraba al percatarse de su poderosa influencia sobre ella y que la hacía sentirse aún más inquieta e insignificante. Pero no podía dejarse avasallar, tenía que perderle el miedo como Jaime le repetía una y otra vez
-Toda la vida: nos casamos a primeros del mes que viene; supongo que pronto recibirás tu invitación- anunció rotunda Lucía levantando decidida la cabeza dejándolos a todos boquiabiertos, Jaime la miró completamente desconcertado- ¿no habíamos quedado en eso amor mío?- expresó dulcemente mirándolo mimosa y lo besó melosa en los labios, él sonrió felizmente divertido
 -Claro que sí mi reinita, dije que nos casábamos cuando tú decidieras- respondió desprendido y ella sonrió complacida
-Pues eso he decidido: que sea a primeros del mes que viene- remarcó resuelta y ambos se quedaron mirando encandilados mientras se sonreían dichosamente felices.

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