sábado, 9 de mayo de 2015


    -¿Y... quién soy, Héctor?- se atrevió a preguntar Jaime mirándolo prevenido
-Eres el que fuimos a ver al trabajo de mi padrino y con el que el otro día me choqué en el portal y me hice un chichón ¿es que ya no te acuerdas o qué?- resolvió con desparpajo, Lucía instintivamente se echó la mano al pecho como si así pudiera serenar su acelerado corazón mientras resoplaba profundamente intentando retomar el aliento. Jaime sonrió deleitado tomando aquella preciosa carita entre sus manos
-Claro que me acuerdo campeón, cómo olvidar esta carita tan linda- expresó conmovido mirándolo con gran ternura a aquellos inocentes y encantadores ojos castaños tan hermosos como los de su madre
-¿Qué querías de mi mami, eh? ¿También venías a gritarle estúpido?- lo encaró con valentía mirándolo desafiante, Jaime no pudo reprimir otra sonrisa complacida al verlo tan osado y decidido -¡Héctor, respeta!- le recriminó al instante su madre al oír insultarlo
-No capitán, no venía a gritarle te lo prometo- expresó acariciándole tierno las mejillas que aún sostenía entre sus manos sin atender al reclamo de Lucía- y tienes toda la razón: soy muy estúpido por gritarle así tu mamita
-¡Y hacerla llorar; siempre hay que portarse bien y no hacer enojar a las mamás!- remarcó con decisión moviendo su dedito índice ante el rostro de Jaime
-¡Ja,va a hablar el más indicado, vamos!- recriminó con recochineo Lucía provocando que Jaime riera divertido; volvió a acariciar las suaves mejillas del pequeño mirándolo encandilado.
-Cierto campeón, tienes toda la razón; pero te doy mi palabra de honor que nunca volveré a hacer llorar a mami, nunca más campeón, te lo juro- el niño parecía irse serenando- Pero ahora necesito hablar con ella de algo muy, muy importante… ¿Me permitirás hacerlo? ¿Por favor?
-No- repuso tajante y Jaime esbozó una sonrisa amena y lo besó con pasión en la mejilla ¡¡Diablos, era terco como él y eso lo embargó de orgullo!!
 -Sé que me porté muy mal pero te juro que no volveré a levantarle la voz nunca más a mami; y no me refiero a ahora cielo, nunca más en la vida ¿de acuerdo?- el pequeño lo miraba más calmado- ¿Me dejarás hablar con ella?
-Bueno...- murmuró más tranquilo aunque lo miraba con desconfianza- pero ni se te ocurra volver a gritarle; voy a estar ahí a lado y como te oiga gritar, vengo y…- aclaró rotundo señalándole tajante con su dedito índice delante del rostro de Jaime que no pudo resistirse y, sujetándoselo con ternura, se lo besó cariñoso
 -Claro que no capitán, nunca más; palabra de honor- repuso sonriendo complacido- ¿Me das un beso de perdón?
-No- respondió de nuevo tajante retirando de un tirón su dedo de entre la mano de Jaime que volvió a sonreír complacido
-Vale, eso me lo tengo bien merecido por arrebatado y estúpido- expuso poniéndose en pie; se sonrió tierno con Esther y ella se los llevó a su piso- Es pertinaz y decidido el cabrito- expuso con orgullo mientras lo observaba deleitado hasta que Esther cerró la puerta del piso contiguo
 -Pues sí, y no sabes cómo se parece a alguien que yo me sé- murmuró Lucía y él se volvió al instante mirándola ultrajado a los ojos
-Pues mira que suerte tienes porque yo no lo sé, a mí no me has dado ni la más mínima oportunidad de saber a quien se parece- reclamó mordaz aunque su voz sonó muy dolida, ella se mordió disgustada el labio inferior y sus ojos se llenaron de lágrimas- Ni se te ocurra empezar a llorar que sabes que no lo soporto- avisó tajante cerrando la puerta tras de sí y empezó a acercarse a ella
-No lo hago a propósito, idiota- protestó fastidiada mientras dio un paso atrás alejándose de su proximidad, él se detuvo al instante mirándola incrédulo
-¡¡Por Dios Lucía ¿Qué te pasa?!!- exclamó confundido
-Nada- respondió rauda mirándolo nerviosa a los ojos
-¿Cómo que nada? ¿Entonces por qué huyes de mí? ¡¿No creerás acaso qué te voy a hacer daño?!- interrogó abrumado y dio otro paso hacia ella
 -No- contestó sincera pero sin darse cuenta volvió a retroceder al verlo acercarse, él abrió los ojos atónito
-¡¡De verdad lo piensas!!- exclamó pasmado mirándola asombrado
-¡No!- volvió a repetir más contundente
-¡¿Cómo que no?! ¡Estás escapando de mí! ¡¿Crees realmente que sería capaz de hacerte daño?!- reclamó sin dar crédito a lo que veía
 -¡No, claro que no Jaime!- remarcó categórica- sé de sobra que nunca me harías daño y mucho menos a propósito; perdóname, fue una reacción estúpida y sin ningún sentido- expuso de inmediato y ahora fue ella la que se acercó decidida a él demostrando que no le temía quedándose frente a frente mirándose a los ojos- lo siento, de verdad, no sé por qué lo hice- susurró más serena y él tomó aire profundamente. Al tenerla tan cerca, Jaime sintió de inmediato unas ganas imperiosas de besarla, de tomarla entre sus brazos y no soltarla nunca más durante el resto de sus vidas- ¿Quieres tomar algo? ¿un café o un whisky?- lo invitó amable
-No vengo a tomar café ni whisky Lucía, vengo a por respuestas y no pienso irme hasta obtenerlas todas- expuso rotundo, ella tragó nerviosa saliva- y primeramente quiero que me expliques cómo rayos has podido ni siquiera suponer que yo arrancaría a un niño de lado de su madre, mucho menos siendo mi hijo; pero... ¿por qué clase de monstruo me tienes Lucía? ¿es qué acaso dos años viviendo juntos no te sirvió para conocerme? ¿Realmente me crees tan insensible que no me dolería verlo sufrir?- reprochó ofendido mirándola tremendamente dolido, ella apretó acongojada los labios
 -Lo siento...- murmuró apenada
-¡No me vale Lucía! ¡No me valen los “lo siento” ni los “perdóname” de contestación! ¡He dicho que quiero respuestas, no excusas ni disculpas!- bramó irritado y ella inconscientemente se encogió amedrentada; al verle hacer aquel gesto, él tomó aire profundamente intentando serenarse- ¿cómo fuiste capaz de largarte así llevando un hijo mío en el vientre y no decirme nada?- recriminó herido y algo más comedido
 -No lo sabía Jaime, te lo juro; no tenía ni idea,cinco semanas después de irme me enteré que estaba exactamente de ese tiempo: cinco semanas- contestó rápidamente y él abrió atónito los ojos
 -¿Quieres decir que... engendramos a Héctor aquella noche?- balbuceó incrédulo, ella asintió con la cabeza sin poder evitar esbozar una sonrisa tierna recordando aquella maravillosa última noche en la que ambos se habían entregado con tanto amor y pasión que quedara marcada en su piel de por vida y a aquel pequeño pero precioso traste como resultado- ¡¡Vaya!!- exclamó desconcertado y ambos se quedaron callados unos segundos mirándose fijamente a los ojos- ¿Por qué no me llamaste así lo supiste? Es también mi hijo Lucía, tenía derecho a saberlo al menos ¿no crees?- reprochó resentido -Y lo hice Jaime, lo hice en cuanto salí de la consulta del doctor con el resultado en la mano, pero...- aclaró al instante callándose al segundo siguiente, él la miró desconfiado
 -¿Pero...?- instó para que siguiera hablando
-Pero así oí tu voz... las piernas me empezaron a flaquear y las palabras se quedaron agarrotadas en mi garganta y ya no pude hablar- aclaró apagadamente y él al instante recordó aquella llamada al poco de haberse ido
-Lo sabía; supe que eras tú en cuanto oí tu respiración...- murmuró con satisfacción
-Siempre que hablábamos por teléfono lograbas envolverme con tanta ternura demostrándome un amor inmenso; y aquella noche volviste a hacerlo, volví a sentir todo aquel amor que siempre me hacías sentir y ya no pude articular palabra… yo también te quería tanto y te extrañaba tanto, Jaime...- expresó con pasión
 -¡¿Qué tú me querías?! ¡¡si me quisieras no te hubieras ido así Lucía!!- exclamó mordaz mirándola sarcástico, ella apretó de nuevo los labios dolida por aquel justo reclamo
-Sí que te amaba Jaime, te amaba más que a nada en este mundo y si me fui así fue precisamente por eso: porque te amaba tanto que no quería hacerte infeliz- aclaró amorosa posando tierna su mano en la mejilla de Jaime; al instante el corazón de Jaime se desbocó al sentir su suave caricia alterando cada milímetro de todo su cuerpo y aquellos deseos de tomarla entre sus brazos y besarla hasta saciarse se acrecentaron de tal manera que casi le era imposible contenerse y sentía como rápidamente sus fuerzas se iban desvaneciendo de manera impresionante
-No me toques Lucía- expresó de pronto sobresaltándola y le sujetó por la muñeca apartándosela rápidamente de la cara
-Lo siento, discúlpame, no era mi intención molestarte...- balbuceó amedrentada mirándolo sobrecogida por aquella inesperada reacción; él esbozó una pequeña sonrisa derrotada
-¿Molestarme? No Lucía; nunca, jamás, me molestaría una caricia tuya- declaró sinceramente apasionado- pero no puedo permitirme seguir sintiendo tu maravilloso y dulce contacto o yo... - se calló y la miró profunda e intensamente a los ojos, ella le mantuvo la mirada esperando que continuara hablando pero no parecía que fuera a hacerlo
 -¿O tú...?- le instó a seguir hablando mirándolo con aquellos tiernos ojos color café que lo derretían, él tragó incómodo saliva intentando reponerse de aquella gran alteración que su proximidad le producía y de aquellos ojos que le hacían perder la cabeza
 -O yo ya no podré contenerme y...- habló muy pausadamente pero volvió a callarse, no podía seguir hablando cuando aquellos preciosos ojos lo estaban volviendo loco mirándolo con tanta dulzura- ¡a la mierda todo, no puedo más!- exclamó de pronto y, atrapándola entre sus brazos, la afianzó contra su cuerpo al tiempo que apresaba aquella deliciosa boca que ardían en deseos de saborear. Tras un breve instante de confusión y sorpresa por aquella impetuosa e inesperada reacción de Jaime, Lucía reaccionó y se entregó complacidamente gustosa y también exasperadamente deseosa a aquel beso. Se devoraban frenéticos sin poder contenerse, como si quisieran apagar en un solo segundo toda aquel deseo acumulado durante aquellos cinco años, pero era imposible; cada vez se encendía más y más. Poco a poco se fueron aplacando y aquel desenfrenado beso se fue convirtiendo en una entrega dulcemente maravillosa y sabrosa hasta que ya, ambos sin gota de aliento, no tuvieron más remedio que detenerse- mi dulce y bella Lucía, al fin te tengo entre mis brazos...- expresó deleitado mirándola con tanto amor que la estremeció y se sonrieron dichosos, él tomó aquel precioso rostro entre sus manos mirándola encandilado- dímelo mi ángel, necesito escuchártelo decir- murmuró casi en una súplica
-¿El qué? ¿Qué te quise con locura? ¿Qué te sigo queriendo? ¿Qué nunca dejé de hacerlo y te amo más que a mi propia vida?- expresó amorosa y tremendamente sincera, él sonrió plenamente feliz
-Mi Lucía...- volvió a murmurar apasionado oprimiéndola contra su pecho, ella se abrazó fuertemente a él- creí volverme loco al perderte mi ángel, pero al fin vuelvo a tenerte a mi lado y no permitiré que vuelvas a alejarte de mí- expresó complacido besándola con pasión en la cabeza, ella aún se afianzó más él; tampoco quería volver a separarse de él nunca más; Jaime la miró de nuevo a los ojos- ahora dime lo que más deseo oír en este mundo, mi reinita- pidió sonriendo tremendamente ilusionado, ella también sonrió plenamente dichosa
-Sí Jaime, Héctor es tu hijo- afirmó categórica y él cerró deleitado sus ojos
-¡Oh santo Dios, que palabras más hermosas!- exclamó emocionado al tiempo que sonreía pleno de dicha y las lágrimas empezaron a manar de sus ojos cerrados conmoviendo tremendamente a Lucía -Lo siento amor mío... cuanto daño te he hecho Dios santo, no tengo perdón- musitó afligida sin poder contener tampoco las lágrimas y le acarició tierna las mejillas intentando secarle aquellas lágrimas y sobre todo intentando borrarle todo aquel dolor con sus manos; él abrió los ojos y la miró con tanto amor de nuevo que la impresionó
-No digas eso mi reinita, yo ya no me acuerdo de nada mi cielo; has regresado a mi lado, estamos juntos otra vez y tenemos un hijo precioso; ya no importa nada más- expuso lleno de amor; pero la miró inquieto a los ojos- ¿O acaso no quieres volver conmigo Lucía?- musitó acobardado, ella sonrió dulcemente
-¡Oh, claro que sí! ¡No sabes cuánto te quiero, cuánto te he extrañado y cuánta falta me hiciste amor mio!- declaró apasionada abrazándose de nuevo fuertemente a él, Jaime la oprimió contra su cuerpo mientras la besaba lleno de pasión en la cabeza
-¿Si tanto me extrañabas por qué no me has buscado antes?- reclamó dolido, ella lo miró pesarosa a los ojos
-Creí que ya habrías rehecho tu vida, creí que ya me habrías olvidado...- murmuró apagadamente
-¡Oh Dios santo Lucía ¿olvidarte?! ¡¡Eso es imposible mi ángel!! ¡¡No sabes lo que llevo buscándote todos estos años!!- explicó oprimiéndola nuevamente contra su cuerpo- prométeme que no volverás a hacerlo, que siempre hablarás conmigo Lucía; prométeme que me detendrás si ves que me desboco de nuevo y te hago sentir agobiada cielo mío; pero no vuelvas a huir así por Dios bendito te lo pido; prométemelo- demandó angustiado, ella sonrió conmovida posando dulcemente su mano en su mejilla
 -Te lo prometo amor mío- respondió sincera y él sonrió complacido- y tú prométeme que me consultarás todas las cosas antes de hacerlas, aunque te parezcan una niñería- exigió tierna
 -Te lo prometo no: te lo juro- aseveró rotundo y se rieron felices atrapándose de nuevo las bocas. Se besaron despacio, sin prisas, armoniosos, saboreándose gustosamente deleitados mientras sentías sus cuerpos afianzados el uno al otro. Lucía buscó su piel escabullendo sus manos por debajo del jersey de Jaime que se estremeció a su contacto
 -¡¡Oh Dios!! ¡Ni te imaginas cómo eché de menos el roce de tus manos amor mío!- exclamó exhalando un profundo suspiro de deleite mientras la aprisionaba de nuevo fuertemente contra él.
 -Sí que me lo puedo imaginar, puedo imaginármelo muy bien- murmuró melosa siguiendo con su ardiente caricia por su espalda mientras lo besaba ambiciosa por el cuello, él la miró intrigado a los ojos y ella sonrió pícara- porque... yo también ¡¡no sabes cuánto!!- expresó retirándose el vestido por la cabeza quedando al instante solamente con unas braguitas ante él. Jaime sonrió sumamente complacido y, retirándose raudo el chaquetón que aún llevaba puesto y detrás el jersey, volvió a atrapar aquella deliciosa boca con desesperación al tiempo que la fue llevando hacia el suelo sobre la alfombra mientras ella se encargaba de desabrocharle presurosa el cinturón y la cremallera de su pantalón buscando seguidamente su sexo ya duro e impaciente y empezó a acariciarlo ambiciosa provocándole un profundo gemido de sumo placer. Jaime atrapó con su boca aquellos deliciosos pechos mientras se retiraba los pantalones y, acto seguido y sin más preámbulos, hundió total y poderosamente su miembro dentro de Lucía exhalando al unísono un hondo gemido de complacencia al sentirse al fin unidos mientras se atrapaban avariciosos de nuevo las bocas
 -Te quiero mi reinita, Dios cuanto te quiero- murmuró ardiente al oído de Lucía mientras la embestía con poderío
-Yo también mi amor, pero...- protestó levemente, él detuvo sus embestidas y la miró intrigado a los ojos- el suelo está muy duro Jaime- expresó dolorida, él rió divertido y, rodeándola con sus brazos, efectuó un rápido y hábil giro colocándola sobre él- ¡No, para; te vas a hacer daño en el...!- exclamó pero él ya cambiara de posición
 -¡Joooder, la leche!- se quejó dolorido
-¿Ves? ¡Ya te has hecho daño en el brazo! Si es que...- se inquietó ella al oírlo e intentó levantarse pero él se lo impidió mirándola encantado por su preocupación y sonrió dulcemente
-No me he hecho daño en el brazo, tranquila; y ni se te ocurra moverte, solo dame cinco minutos para retomar aliento- expuso besándola amoroso en los labios mientras respiraba costosamente, ella seguía mirándolo preocupada- no fue nada, de verdad; solo que me olvidé de las putas costillas rotas- explicó tomando aire profundamente, ahora fue ella la que rió divertida
-Si es que eres un bruto caray; igualito a Héctor, la verdad es que no pudiste hacer un hijo más igual a ti ni a propósito, carajo- regañó dulcemente y él sonrió lleno de complacencia
-¿De verdad se parece tanto a mí?- expresó deleitado
-Clavado chico- respondió mirándolo encandilada y él sonrió pleno de felicidad; le sujetó suavemente de la nuca atrayendo aquella deliciosa boca hacia la suya y se besaron ardientemente complacidos mientras recorría despacio su mano por la espalda desnuda de Lucía hasta alcanzar sus caderas y comenzó a guiarla sobre él. Ella obedeció y empezó a moverse despacio, en un baile sensual y excitante, deleitándose en sentir aquel maravilloso enlace del que al fin disfrutaban. Pero el hambre atrasado y el tremendo deseo que les ardía en las entrañas les pudieron y pronto se devoraban ansiosos de nuevo aquellas deliciosas bocas con las que se lo entregaban todo mientras Lucía ya cabalgaba frenética sobre él en busca de aquel máximo placer que ambicionaba alcanzar y a punto estaba de traspasar. Él encogió algo las piernas posándose en sus pies y, sujetando a Lucía por los glúteos, empezó a embestirla frenético una y otra vez mientras gemidos de impaciencia y ansiedad se les escapaban de sus gargantas acariciándoles gustosamente los oídos y excitándolos aún más produciendo que aquel implacable baile aún se volviera más agresivo y desesperante hasta que al fin alcanzaron el clímax explosionando dentro de sus cuerpos una descarga de placer absoluto que les recorrió cada minúsculo rincón de sus cuerpos llenándolos de deleite. Mirándose con plena pasión y mientras se sonreían dichosos, se besaron amorosos y tiernos entregándose todo ese amor y pasión que sentían dentro. Lucia se recostó sobre su pecho y se quedaron callados y sin moverse ni un ápice -Jaime- susurró ella después de un buen rato
-¿Qué mi cielo?- seguía sujetándola sobre su cuerpo como un náufrago a una tabla de salvación
-¿Y ahora?
-¿Ahora qué mi reinita?- le murmuró amoroso besándola en el pelo
-¿Qué vamos a hacer?
 -Lo que tú decidas mi reina, yo hago lo que tú quieras; pero no te vuelvas a ir de mi lado por Dios te lo pido amor mío- suplicó apasionado abrazándola fuertemente contra su cuerpo, ella lo miró a los ojos y sonrió dulcemente
-No pienso hacerlo nunca más- declaró rotundamente sincera y él sonrió feliz- pero no me refiero a eso
 -¿A qué luego ángel mío?- instó confundido
-Con Héctor...
-¿Cómo qué vamos a hacer con Héctor?- la miró sorprendido a los ojos- ¡Decírselo por supuesto! ¡Decirle que yo soy su padre y he regresado a vuestro lado para quedarme ahora ya sí para siempre! -¡¿Así, de repente?!- se asustó ella y lo miró melosa- Yo creo que es mejor ir poco a poco, Jaime; que se acostumbre a verte por aquí y…
-Ah no, de eso nada; porque entonces no podría besarte cada vez que me dé la gana y eso yo no lo soportaría- denegó rotundo besándola amoroso en los labios, ella sonrió encandilada
 -Podrás besarme igual tontito- musitó melosa jugando mimosa con sus labios en los de Jaime
-¡Ah sí, mira que lista eres tú; como al que le reventará la pantorrilla cada vez que nos mire hacerlo es a mí, que importa ¿no?!- le reprochó chistoso tirándole suavemente de su naricilla respingona y ella ella rió divertida- Es un niño mi amor y asimilan mucho mejor las cosas que los adultos; además, por lo que me contó Esther, Carlos ya nos lo puso muy fácil ahí atrás cuando habló con él; tú déjame a mí que verás cómo lo comprende y me acepta en seguida- aseguró convencido
-¿Y si no es así?- preguntó angustiada
-¡Lo será, ya lo verás!- respondió emocionado y satisfecho. Ella le sonrió también convencida en sus palabras e hizo amago de levantarse pero él la detuvo al instante- ¡Ey! ¿A dónde crees que vas gatita?- preguntó presuroso sujetándole suave pero firme las caderas inmovilizándola
-A ningún lado hombre, solo me voy a acostar a tu lado que no quiero hacerte daño en las costillas- respondió besándolo cariñosa en los labios e intentando de nuevo descender de su cabalgadura pero él la retuvo nuevamente -Estate quieta que no me estás haciendo ningún daño y ni por asomo hemos acabado ya, señorita...- aclaró rotundo y Lucía sintió como su miembro empezó a moverse dentro de ella inflamándose nuevamente; lo miró sorprendida y él sonrió vanidoso- no tienes ni idea de cuánto deseo aún queda por apagar aquí dentro gatita- añadió murmurándole meloso al oído y la besó despacio en el cuello, con precisión, recordando los puntos que más la excitaban. Lucía se encendía al tiempo que sentía como su pene se endurecía más y más dentro de ella y pronto ya estaba en todo su apogeo; él se incorporó quedando sentado sobre la alfombra mientras seguía recorriendo su dulce cuello y sus preciosos pechos con su boca al tiempo que ella lo guiaba por su nuca exhalando pequeños gemidos de auténtico gusto a cada roce de sus labios. Y volvieron a entregarse plenamente ardientes y apasionados. Pero esta vez fue armonioso, pausado, sin prisas ni apuros; sintiendo como se fundían en un remolino de pasión desmesurada con embestidas calmadas y acompasadas mientras se deleitaban en dedicarse caricias parsimoniosas. Volviendo a reencontrarse el uno al otro y excitándose al máximo. Sus manos aún recordaban sus cuerpos perfectamente sabiendo donde y cuando acariciar en el momento preciso provocando aquellos jadeos y gemidos maravillosos que eran música en sus oídos y provocando que aquel inmenso fuego que los devoraba por dentro de nuevo se acrecentara más y más. Jaime la tomó por las caderas y empezó a llevarla suave pero más apremiante sobre él en busca de ese maravilloso goce final que se avecinaba espectacular logrando alcanzarlo en un frenético delirio que los llevó hasta una impetuosa convulsión de placer, arrebatador y ardoroso, que les recorrió nuevamente cada recodo de sus cuerpos dejándolos plenos, dichosos y radiantes de felicidad.
Ahora sí, Lucía se dejó caer a su lado, agotada y complacida; sonriendo plena de dicha mientras él no podía dejar de mirarla lleno de amor, saciado y conforme.
 -Ni te imaginas cuantas veces he soñado con esto mi amor, me parece increíble que se haya hecho realidad al fin- expuso apasionado abrazándola fuertemente contra él. Se sonrieron felices y se besaron con pasión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario