lunes, 27 de julio de 2015


     Apenas la pequeña se había marchado de la cocina, cuando el teléfono móvil de Lara empezó a sonar
-¿Señorita Méndez?- se oyó la voz agradable de una joven
-Sí, soy yo...
 -Le llamamos para avisarle de que el instrumental quirúrgico que esperaba y decía correrle tanta prisa ha llegado, si desea pasar a recogerlo...
-¡Oh estupendo! ¡Muchísimas gracias, ahora mismo voy!- se alegró con la noticia, por fin podría acabar de preparar la consulta y abrir de una vez la clínica veterinaria- ¡¡Luna cielo, acaba pronto que tenemos que irnos!!- elevó la voz envolviendo rápidamente el bocadillo de la pequeña en papel film -¿A dónde?- preguntó curiosa apareciendo detrás de ella en la cocina
-Ya han llegado unas cosas que tenía pedidas para la clínica y debo ir a recogerlas cuanto antes- explicó animada, pero la pequeña la miró retraída
-¿Y si viene mi papá?- expuso nada convencida con la idea de marcharse
-Le dejaremos una nota, tranquila- aclaró resuelta tomando el bloc de notas del cajón de la mesa y escribió rápida con una letra muy femenina y bonita:
                           “Tengo que ir a la clínica que me llegó por fin el instrumental que
                           estaba esperando; Luna viene conmigo, no te preocupes.
                             No creo que tardemos, pero si llegas antes que nosotras y te
                           apetece acercarte, la clínica está en la calle Mateo justo haciendo
                           esquina con la 26.                   
                                                         Un beso, Lara”
 Al acabar, dobló al medio el papel y escribió por fuera “Mario” mientras la pequeña no perdía detalle de lo que ella escribía.
-¡Ya está ¿ves?! Ahora la dejaremos en la puerta de tu casa y cuando venga papi la verá; tranquila- explicó animosa y la pequeña le sonrió satisfecha.
Tras dejar la nota pegada en la puerta de Mario con un pedazo de cinta adhesiva, se subieron al todo terreno y se dirigieron al comercio a recoger el instrumental.
-Larita...- pronunció la pequeña sentada en el asiento delantero de la ranchera junto a Lara 
-¿Qué mi ángel?- respondió autómata prestándole más atención al semáforo impaciente de que cambiara; a aquellas horas el tráfico era terrible y estaba ansiosa por llegar al comercio, deseaba tremendamente por fin abrir la clínica y empezar a trabajar
-Le has dado un beso a mi papá- expresó con rotundidad, el corazón de Lara se paralizó al instante -¡¿Qué?!- exclamó sobresaltada mirando a la pequeña con los ojos abiertos de espanto- ¿Cuándo nos...? ¿En dónde lo has...?- intentó investigar pero solo lograba balbucear nerviosamente mirando a la pequeña sobrecogida del terror
-Ahora; se lo has puesto en la nota ¿o es que ya no te acuerdas? “Un beso, Lara”- explicó resuelta, Lara cerró apenas unos segundos los ojos soltando un aliviado suspiro.
-Es solo una expresión corazón, una forma amable de despedirse… nada más- aclaró desenfadada sintiéndose mucho más tranquila
-Ya...- expresó pícara esbozando una de aquellas sonrisas maliciosas tan parecidas a las de su padre y siguió comiendo despreocupada su sándwich, Lara la miró de reojo y, sin atreverse a decir nada más, metió la marcha y continuó camino.
Mario al regresar a casa se inquietó al encontrarse la nota pegada a su puerta. La despegó impaciente de un tirón y la leyó nervioso. Pero, tras leerla, sonrió feliz y subió de dos en dos las escaleras hacia su dormitorio. Se cambió el uniforme por unos vaqueros y un jersey de lana suave y fina en azul oscuro, se calzó unas deportivas blancas, metió la nota en el bolsillo trasero de sus vaqueros y echó a andar acera abajo mientras silbaba alegremente la melodía de siempre. Dio fácilmente con el local, estaba justo haciendo esquina con ambas calles como Lara le había especificado.
-¿Se puede pasar?- preguntó asomando la cabeza tras abrir levemente la puerta encontrándose a su pequeña tras el amplio mostrador escribiendo concentrada en una libreta
-¡Papi!- exclamó encantada Luna al verlo bajándose de la silla giratoria y corrió a los brazos de Mario que la recogió feliz al tiempo que la pequeña se abrazaba a su cuello
 -¿Qué haces ahí tan solita mi ardillita?- indagó tierno mientras la besaba amoroso en la mejilla
 -Los deberes mientras Larita está ocupada ordenando cosas atrás- explicó resuelta señalando el pasillo a su espalda- me dijo que eran cosas peligrosas y que era mejor que yo me quedara aquí- aclaró campechana, su padre le sonrió complacido
-Mira que obediente y que bien se porta mi chiquita últimamente- expresó besándola sonoramente en la mejilla, ella le sonrió orgullosamente satisfecha- ¿y dónde está ella mi cielo?- se interesó examinando curioso el pasillo que la pequeña había señalado donde se encontraban cuatro puertas: dos a cada lado
-En aquella- señaló la segunda de la derecha
-Vale, espera aquí que vuelvo enseguida- repuso besándola de nuevo en la mejilla antes de dejarla de nuevo sentada en la silla tras el mostrador
 -Papi, dile que hoy está muy guapa ¿vale?- recomendó la pequeña dejando descolocado a su padre que la miró pasmado
-¿Y por qué tengo que decirle tal cosa?- interrogó desconcertado aunque su corazón empezó a latir fuertemente desconfiando que su pequeña se hubiera percatado de algo
 -Porque sí, porque sé que le gusta mucho que le digan esas cursilerías- explicó resuelta regresando su atención a sus tareas escolares, su padre movió la cabeza estupefacto por lo que oía- además ¿te dio un beso por la nota, no?- añadió pícara mirándolo risueña a los ojos
-¡Eso solo es una forma de hablar, ardillita; no signifca nada!- se defendió al instante
-¡Ya! Eso dice ella también...- repuso con retórica regresando a sus quehaceres
 -¿Y por qué demonios tengo que decirle yo que está guapa? ¡Díselo tú!- exclamó mirándola alterado ¿acaso sabía algo? ¿los habría visto besarse sin que se dieran cuenta?
 -¡Pues porque tú eres el chico so bobo! ¡Ay Jesús!- exclamó golpeándose suavemente la frente con su manita, Mario abrió atónito sus ojos mirándola pasmado- ¿A ver si espabilamos un poquito, eh papi? Porque así vamos mal- le regañó mirándolo crítica mientras movía reprobadora su cabecita, Mario no salía de su asombro
-Vamos mal... ¿a dónde?- interrogó totalmente asombrado por las palabras y el desparpajo de su hija -Bah, déjalo; yo me entiendo- resolvió desenfadada regresando de nuevo su atención a sus libros. Mario se quedó mirándola incrédulo, no entendía nada de lo allí había sucedido, pero que su pequeña tramaba algo, estaba claro. Aún sin poder salir de su asombro, se encaminó por el pasillo hacia la puerta que Luna le había señalado- ¡¡Pero díselo ¿me oyes?!!- insistió contundente, él se volvió a mirarla encontrándosela mirándolo muy decidida
-Vaaale- repuso desarmado y la pequeña sonrió satisfecha dándole la espalda y regresando a sus tareas; él continuó su camino curioseando las otras estancias que iba pasando encontrándose con dos consultas a las que no parecía ya faltarle nada, un despacho también ya terminado y bien amueblado y frente al despacho... a Lara de espaldas en lo que parecía ser un quirófano ordenando instrumental quirúrgico en los cajones de uno de los muebles metálicos que había en la estancia. La observó unos segundos ¿cómo no seguir la recomendación de su hija si estaba preciosa con aquellos vaqueros que le quedaban de miedo y aquella camisola floja en rosa fuerte que realzaba su morena cabellera? Sonrió dulcemente y se acercó a ella por detrás, rodeó tierno su cintura con sus brazos y la aprisionó suavemente contra su cuerpo
-Hola- le susurró meloso mientras la besaba amoroso en el cuello provocando en ella otro de aquellos deliciosos escalofríos que le recorrían el cuerpo entero erizándole tremendamente la piel y haciendo que su corazón empezara a galopar frenético- ¿sabes que estás preciosa y no he podido dejar de pensar en ti en todo el día? me moría de ganas por verte- siguió susurrándole dulcemente mientras recorría su cuello con sus labios deleitándose en apreciar aquel delicioso aroma a lirios, Lara sonrió encandilada al tiempo que nuevamente una excitación tremenda se acumulaba implacable en sus entrañas. No comprendía que le pasaba con aquel hombre; había tenido un par de parejas en aquellos años, pero ninguno la encendía de aquella manera increíble con apenas un roce de sus labios como él lo conseguía. Se recostó gustosa contra el pecho de Mario respirando profundamente para poder calmarse un poco pero fue imposible, su perfume tan suave y varonil aún la excitó más
-Y yo a ti- solo pudo responder también en apenas un murmullo volviendo su rostro hacia él y, sonriéndose dichosos mientras se miraban encandilados, se besaron saboreándose deleitados mientras el deseo iba aumentando de manera implacable en Lara.
Tampoco a Mario le iba mucho mejor; aquel dulce perfume a lirios que aturdía su sentido y aquella entrega apasionada de su boca, lo estaban haciendo perder la razón. Pero cuando Lara se volteó despacio y posó su suave y cálida mano en su nuca aprisionando aún más su boca contra la de ella mientras seguía entregándose ardientemente a aquel beso y amoldó excitantemente su cuerpo al suyo pudiendo Mario sentir aquellos preciosos senos endurecidos de deseo contra su pecho... al instante todo su cuerpo reaccionó a aquella ardorosa demanda de Lara excitándose tremendamente y aprisionó con más ímpetu aquel enloquecedor cuerpo contra el suyo en un vano intento de obtener más de él, de obtenerlo todo, absolutamente todo...
-¡¡Larita, ya acabé!!- gritó alegre Luna oyéndose sus pasitos correr por las baldosas del pasillo acercándose rápidamente; sobresaltados, se separaron al instante pero la pequeña apareció demasiado pronto en la puerta de la estancia no pudiendo evitar ver sus bruscos movimientos apartándose el uno del otro. Se quedó parada bajo el dintel mirándolos intrigada mientras ellos, muy nerviosos y alterados, le dieron demasiado presurosos la espalda para evitar que detectara su turbación provocando aún más la curiosidad de la pequeña- ¿qué hacíais?- interrogó intrigada entrecerrando desconfiada sus lindos ojitos. Lara, sin poder ni saber qué responderle a la pequeña, intentó disimular continuando con la organización del cajón; pero las manos le temblaban tanto que hacia tintinear el instrumental metálico
-Nada ardillita, no hacíamos nada- respondió Mario lo más sereno que pudo aparentar volviéndose hacia su hija y sonriéndole desenfadado al tiempo que se metía las manos en los bolsillos de sus vaqueros intentando disimular a los ojos de su pequeña el escandaloso bulto de su entrepierna motivado por la tremenda erección que Lara le había provocado con su impetuosa entrega- venga, si has acabado, vamos a recoger que se hace tarde y tenemos que regresar a casa- resolvió decidido y se encaminó hacia la puerta. Pero la pequeña no se movió, seguía saltado su mirada curiosa y muy intrigada de los ojos de su padre a la espalda de Lara que seguía sin atreverse a volverse mientras se mordía el interior de su mejilla; no la engañaban, sí había sucedido algo allí entre su papá y Lara... pero no lograba intuir que podía haber sido...- ¿Quieres moverte de una vez? Las cosas no se van a recoger solas señorita- reclamó Mario contundente, ella tomó aire profundamente dándose por vencida de que nada iba a averiguar, y de nuevo alegre como si nada hubiera ocurrido, salió del cuarto echando a correr por el pasillo. Lara, así la oyó alejarse, se volvió al fin encontrándose con Mario que la miraba con un brillo travieso en los ojos asomado por el quicio de la puerta- mira lo que provocas, gatita impetuosa- le reprochó guasón en apenas un susurro, ella abrió atónita aquellos preciosos ojos negros
 -¡¿Yo?!- exclamó incrédula por aquella injusta acusación mientras con su índice se señalaba en medio de aquel hermoso canalillo que el escote cuadrado de su camisola dejaba ver y que atrapó al instante la mirada de Mario provocándole una pícara sonrisa de aquellas que tanto encandilaban a Lara
 -¡Dios santo ¿y aún tiene el descaro de preguntar?!- expresó malicioso mordiéndose mortificado el labio inferior sin poder apartar los ojos de aquel atrayente escote que permitía intuir que detrás había unos maravillosos y voluminosos pechos, ella apartó su dedo al darse cuenta de a lo que se refería y rompió a reír divertida; él también rió explayado- Anda, no tardes mi ángel- le susurró meloso guiñándole amoroso un ojo y desapareció de su visión.
Cuando logró serenarse y tomar las fuerzas suficientes para poder enfrentar a Luna si sus preguntas continuaban, salió del quirófano dirigiéndose a la entrada del local encontrándose a Mario curioseando desenfadado un folleto de publicidad mientras la pequeña se había recostado sobre uno de los cuatro sofás negros aún plastificados que formarían la salita de espera de la clínica
 -Ya acabé, podemos irnos cuando queráis- anunció resuelta, él se volvió a dejar el folleto de nuevo sobre el mostrador y sus miradas se encontraron irremediablemente, ambos aún tenían un brillo muy especial y específico en sus ojos que les hizo recordar al instante lo que había sucedido entre ellos solo hacía unos minutos en el quirófano y no pudieron evitar sonreírse íntimamente traviesos mientras se comían ardientes con los ojos
-Esto te está quedando de maravilla y por lo que parece ya lo tienes todo listo ¿no?- expresó resuelto Mario evitando descaradamente seguir mirándola
-Sí, le falta solo algunos últimos retoques, pero los haré durante el fin de semana y así el lunes podré abrir- respondió esperanzadamente feliz mientras se acercó a la pequeña- ayúdame corazón, creo que este sofá quedará mejor allí...- le indicó a la pequeña que se levantó resuelta a ayudarla; Mario también se acercó servicial a ellas con intención de echar una mano y de pronto se encontró con el trasero de Lara en pompa ante él cuando se agachó a empujarlo. No pudo resistirse a aquella tentación; sin pensárselo, levantó su mano y le dio una cachetada en toda la nalga que resonó fuertemente por todo el local. Luna rompió a reír carcajadas pero él se quedó paralizado, no esperaba darle tan fuerte...
-¡¡Imbécil!!- le gritó furiosa mientras se enderezaba al instante mirándolo con los ojos abiertos como platos echándose la mano al cachete dolorido. Irremediablemente, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Las carcajadas de la pequeña quedaron congeladas al momento
-Perdóname mi ángel, no quise darte tan fuerte; te lo juro... ¡Pero es que me lo pusiste a huevo y no pude resistirme!- se defendió abochornado mirándola dulcemente piadoso
 -¡¡Eres un rematado estúpido, está no te la perdono!!- siguió increpándole enfadada sin poder contener las lágrimas que empezaron a correr por sus mejillas haciendo que él se sintiera terriblemente mal
-Por Dios bendito amor mío, perdóname; de verdad que no quise darte tan fuerte...- suplicó atormentado intentando tomarle tierno la mano pero ella lo evitó de un brusco gesto
-¡Vete a la mierda, imbécil!- exclamó entre lágrimas e intentó marcharse al despacho; pero él la atrapó rápidamente entre sus brazos evitando que huyera y la cobijó amoroso contra su pecho
-De verdad que lo siento ángel mío, te juro que no fue mi intención hacerte daño...- imploró afligido acunándola tierno mientras la besaba apasionado en la cabeza que ella reposaba contra su pecho- ¿cómo voy a querer hacerte daño si te quiero con locura, amor mío?- expresó totalmente sincero y lleno de pasión, Lara se retiró levemente mirándolo pasmada a los ojos
 -¿Qué has dicho?- murmuró atónita sin dar crédito a lo que acababa de oír
-Que no sé qué coño de embrujo me has hecho, pero ya te quiero con pasión cielo mío- aclaró contundente y muy serio mirándola fijamente a aquellos preciosos ojos negros que lo tenían totalmente enamorado y, sin pensárselo más, atrapó aquella deliciosa boca que no se saciaría nunca de saborear respondiéndole ella al instante llena de pasión
-¡¡Bien!!- exclamó entusiasmada Luna haciendo un gesto de tremenda satisfacción apretando su puñito y doblando hacia ella su brazo como si tirara con fuerza de un hilo invisible acercándolo a su tierno cuerpecito; al escucharla, Lara y Mario abrieron al tiempo los ojos mirándose un instante totalmente confundidos y, a la vez y sin separase un ápice el uno del otro, observaron a la pequeña que seguía mirándolos feliz mientras sonreía plenamente dichosa
-¿Bien?- repitió cohibido Mario sin aún poder creerse la reacción de su hija
-Bien no... ¡¡estupendo papi!!- exclamó pletórica saltando inesperadamente a los brazos de su padre que, ya acostumbrado a los alocados arrebatos de su impulsiva hija, soltó raudo a Lara pudiendo sostener a tiempo a la pequeña que se abrazó entusiasmada a su cuello- ¡¡Me encanta la idea papi!! como siempre te dice la abuelita: debes buscarte una novia, no es bueno que estés tan solito... y papi...- se retiró levemente para poder ver a los ojos de su adorado papá- ¡no has podido escoger mejor novia! ¡¡Larita me cae genial y es muy buena conmigo!!- exclamó totalmente sincera y sumamente dichosa con aquella idea; Mario y Lara se miraron atónitos a los ojos y, tras un breve momento de confusión, se sonrieron felices y complacidos por la buena reacción de la pequeña
-Pues si a ella le parece bien...- empezó a hablar Mario mirando pícaro a Lara
 -No hay más que decir- remató Lara la frase y, riéndose alegres y divertidos, volvieron a besarse sumamente satisfechos ante la mirada encantada de la pequeña.
Aquel sábado, como últimamente todos los días, Mario la asaltó por detrás rodeándole la cintura con sus fornidos brazos aprisionándola tiernamente contra su cuerpo
-Buenos días mi ángel- le susurró meloso besándola amoroso en el cuello. A Lara se le disparó el corazón al tiempo que un estremecimiento de sumo placer le recorrió todo su cuerpo reaccionando de nuevo con una excitación extrema e increíble como el día anterior en la clínica
-¡Ay Dios!- solo pudo murmurar derrotada y extasiada por aquella maravillosa sensación que le recorría por dentro recostándose gustosa contra el pecho de Mario
-¡Ey! ¿Qué te ha sucedido?- preguntó inquieto al oír aquel inesperado y profundo gemido de su parte asomándose por el hombro de Lara para investigar curioso su rostro, ella se sonrojó azorada
-Nada, solo que iba despistada y me has asustado- mintió abochornada por su incontrolada reacción intentando disimular lo que realmente estaba sintiendo, él rió divertido y atrapó deseoso la boca de Lara fundiéndose ambos en un apasionado beso que prolongaron gustosamente saboreándose complacidos; aquel entregado y sabroso beso aún excitó más a Lara hasta que, aquella grandeza que se acumulaba implacable en sus entrañas, casi se hizo dolorosamente insoportable- para Mario, por favor- imploró angustiada retirándose de aquella boca que la trastornaba y le hacía perder el control de su cuerpo de una manera increíble; él la miró confundido
-¿Qué te pasa cielo mío?- interrogó desconcertado por aquella inesperada reacción de Lara, ella esbozó una dulce sonrisa
-A mí nada, pero es mejor que paremos; hoy es sábado y hay más gente de lo habitual en el parque, alguien podría vernos- buscó una excusa lógica para convencerlo
 -¿Y?- exclamó moviendo desenfadado los hombros- no estamos haciendo nada malo Lara, solo besarnos- expuso sin comprender a qué venía aquel comentario; ella lo miró fijamente a los ojos “porque tú no quieres, que sino...” pensó maliciosa y un tremendo acaloramiento la asaltó aumentando aún más aquella desazón de su bajo vientre- ¿o acaso a ti sí te importa, Lara?- preguntó de pronto muy serio y mirándola con gran desconfianza a los ojos
-¡¡No!! ¡¡Claro que no; me importa bien poco si nos miran, amor mío!! ¡¡si yo también te quiero con locura!!- exclamó rápidamente con plena sinceridad posando sus manos tiernamente sobre las mejillas de Mario que sonrió sumamente complacido
-Bueno, está bien: si te inquieta que nos miren, intentaré controlarme- resolvió desenfadado besándola dulcemente en los labios, ella sonrió agradecida- ¿ya has desayunado?- se interesó tierno, ella negó con la cabeza
-Nunca lo hago antes de salir a correr- aclaró resuelta
 -Perfecto ¿te apetece hacerlo con nosotros?- la invitó mirándola esperanzado, ella sonrió dichosa mientras asentía con la cabeza- estupendo- exclamó besándola de nuevo en los labios- pues vamos que seguramente Luna ya está despierta y debe estar hambrienta; y aunque hoy está mi madre en casa: siempre quiere desayunar conmigo- resolvió pasando cariñoso su brazo por los hombros de Lara atrayéndola contra su cuerpo y salieron caminando del parque.
 -Espera Mario- lo detuvo al pasar por la pastelería, él la miró intrigado- cogeré unos pastelitos de nueces para desayunar: a Luna le encantan- explicó alegre; él sonrió tierno y, besándola de nuevo suavemente en los labios, retiró su brazo para que Lara pudiera entrar en el local.
 -¡¡Ya estoy de regreso y traigo una sorpresa para desayunar!!- anunció al entrar en la casa llevando de la mano a Lara
-¡¡Papi, por fin has vuelto!! Tengo mucha hambre y ya tardabas...- recriminaba la pequeña viniendo de la cocina pero se quedó boquiabierta al ver a Lara- ¡¡Larita!!- exclamó feliz abalanzándose entre sus brazos, Lara la recogió amorosa contra su pecho
-Ainss, como echaba ya de menos verte mi pequeñina- expresó deleitada besándola tierna en su cabeza; Mario sonrió dulcemente al ver aquella cariñosa escena entre ambas
-¡Lara, que sorpresa más agradable!- expresó dichosa Lucía apareciendo también en el recibidor, ambas se saludaron con un dulce beso en las mejillas
-Me la he traído a desayunar con nosotros- explicó resuelto Mario besando amoroso los labios de Lara que se quedó paralizada sonrojándose tremendamente ante aquel descarado gesto de Mario ante su madre
-¡¡Vaya!!- exclamó Lucía abriendo atónita sus ojos al ver aquello
 -¡Aaahh, venga ya mamá! ¡No te hagas la sorprendida ahora que ya sé de sobra que a la lengua larga de tu nieta le faltó tiempo para contártelo ¿o acaso no?!- reprochó resuelto tirándole suavemente de la recta y perfecta nariz de su madre que Mario había heredado, ella sonrió alegre
-Nos ha pillado ardillita- expuso derrotada hacia la pequeña que rió divertida- Me alegro mucho cielo- expuso contenta mirando complacida y con gran amor a su hijo que sonrió feliz
 -Lo sé mamita, lo sé- contestó agradecido besándola tierno en la frente de nuevo- ¡Venga, a desayunar todos que tengo hambre! ¿y tú no decías que también la tenías, chivata?- resolvió alegre recogiendo en brazos a su hija y besándola sonoramente en el cuello provocando las carcajadas jocosas de la pequeña mientras se dirigía hacia la cocina; Lucía y Lara se miraron dulcemente a los ojos y Lucía le dedicó una preciosa sonrisa llena de complaciente amistad
 -Bienvenida a la familia y muchísimas gracias- expresó tremendamente emocionada abrazando cariñosa a Lara
 -¿Por qué?- indagó totalmente confundida por aquel sorpresivo agradecimiento mientras le correspondía amable el abrazo
 -Por devolverle la alegría y la ilusión a los ojos de mi hijo- aclaró feliz pasándole el brazo por los hombros a Lara y, sonriéndose alegremente dichosas, se encaminaron abrazadas hacia la cocina.

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