martes, 11 de agosto de 2015


     La comida transcurrió muy familiar y entretenida dando buena cuenta de toda aquella deliciosa comida mientras charlaban animados y alegres; aunque sin perder ni un momento, ninguno de ellos, una especial atención muy cariñosa sobre Luna haciéndola sentir la persona más importante y principal de la mesa.
También Mario y Lucía se sintieron muy a gusto, además de ser todos muy agradables y allegados, tenían una facilidad de diálogo amena y fluida que no daba pie al aburrimiento. Sobre todo Ricardo que descubrieron que, además de atento y muy educado, era un buen conversador muy inteligente y entendido con el que se podía hablar de cualquier tema.
-Ah, princesa: acabo de llamar a Alberto y mañana a la mañana vendrá a hablar contigo- expresó despreocupado de pronto Ricardo cuando ya estaban con el café, Lara se puso tensa al momento y miró alertada a su padre cosa que desconcertó a Mario y Lucía
-¿De qué?- preguntó desconfiada pero su apurada respiración de pronto indicaba que ya sabía de sobra a qué se refería
 -Ya lo sabes Lara- repuso muy sereno bebiendo un sorbo de su café
-¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero nada de esa gente papá?!- explotó furiosa de repente dejando atónitos a Mario y a su madre
-Se educada y baja la voz, compórtate y respeta a tus invitados- le recriminó aunque con amabilidad -Es que no es el momento de hablar de eso Ricardo- expresó reprochadora nana
-Les pido mil disculpas a Lucía y Mario por aprovecharme de su presencia y ponerlos en esta situación embarazosa pero creo que no encontraré otro momento mejor, sabes que esta terca no me deja hablar nunca y al menos por respeto a sus amigos esta vez sí escuchará- se defendió decidido mirando arrepentido a Mario y su madre, Lara lo miraba ofendida- Lo siento hija, pero debes firmar esos papeles de una vez; Alberto ya no puede retrasarlo más- explicó suavemente sin alterarse
-¡¡No me da la gana, no quiero nada que provenga de esa gentuza, papá!! ¡¿Cuántas veces tengo que decíroslo?!- clamó furibunda poniéndose tan impetuosa de pie que arrastró su silla por el elegante suelo de pavimento cerámico
-Por favor Lara no seas niña y contrólate, tienes que firmar esos papeles y punto- remarcó rotundo su padre posando su mano cariñoso sobre la que su hija apoyaba sobre la mesa
-¡¡No quiero!! ¡¡No me da la gana!!- recalcó tozuda retirando desdeñosa su mano del contacto de su padre
-¡¡Lara, no tienes otra alternativa; tienes que hacerlo y lo harás!! ¡¡Alberto no puede retrasar ya por más tiempo la resolución de ese maldito testamento!!- elevó con rotundidad la voz su padre también poniéndose resuelto de pie, Lara se quedó mirándolo fijamente a los ojos- Princesa, quema ese dinero si te place o manda a Alberto que lo done a donde él quiera... pero tienes que firmar esos dichosos papeles hija, no te queda mas remedio, él no puede hacer nada sin tu consentimiento porque ese dinero es tuyo te guste o no: eres la única heredera directa de esa familia y, a pesar de que como bien sabes intentó buscar flecos para librarte de esta carga que no quieres contraer, la ley lo exige como heredera universal que eres de esa puñetera familia hija- explicó Ricardo algo más calmado, Lara siguió mirando fijamente a los ojos sin decir nada
-Puedes donarlo a la escuela de equitación peque, podríamos darle una buena reforma- propuso animado Leo
 -¡¡Ese dinero jamás será invertido en estas tierras, Leo!!- exclamaron al tiempo padre e hija con una rotundidad aplastante, ambos se miraron orgullosos a los ojos y se rieron satisfechamente complacidos.
-Y después aún tiene la cara de preguntarse a quién saldrá su hija con ese genio que tiene ¡¡si son iguales caray!!- expresó guasona nana rompiendo aquel tenso momento que se había formado provocando que todos sonrieran divertidos. Lara resopló derrotada dejándose caer vencida en su silla; Ricardo suspiró profundamente y también volvió a ocupar su silla mirando conmovido a su hija que mantenía la cabeza baja sin mirar a nadie; le posó dulcemente los dedos de su mano en la barbilla y le elevó el rostro hasta poder mirarla a los ojos
-Eres tan hermosa como tu madre cielo mío, pero ¡¡por mil demonios, también eres tan terca y tozuda como ella caray!!- expresó amoroso mirándola encandilado, ella sonrió orgullosamente complacida -Sí, que su padre es un santo vamos- expresó burlona nana sirviéndoles otro café a todos provocando de nuevo las risas divertidas del resto
-Si no es indiscreción... ¿qué te ocurre Larita? ¿Por qué te has puesto tan furiosa mi niña?- preguntó llena de curiosidad Lucía
-¡Mamá!- le recriminó al instante su hijo mirándola reprochador a los ojos
 -No pasa nada Mario, tranquilo- intercedió amable Ricardo- además os debo esa explicación ya que he sido muy injusto aprovechándome de esta manera de vuestra presencia y poniéndoos en esta incómoda situación: es la herencia de sus abuelos maternos, se niega a recibirla pero no tiene más remedio: es la única heredera de esa familia- explicó muy calmado mientras bebía de su café
-De nuevo tu familia materna cielito... ¿por qué te irrita de esa manera hablar de ella? Parece que le tengas un odio atroz esa gente, preciosa; y tú siempre eres tan tierna y comprensiva que no logro comprenderlo- siguió exponiendo con inmensa curiosidad Lucía pero totalmente desconcertada -¡¡Mamá!!- volvió a reclamarle seriamente Mario abriendo sus hermosos ojos castaños claro mirándola en total desacuerdo por su falsa de tacto y aquella descarada curiosidad, ella movió desarmada los hombros al tiempo que apretó abochornada sus labios demostrando que no se había dado cuenta de su tremendo descaro al preguntar aquellas cosas íntimas sobre Lara
-No solo la odio, Lucía: la desprecio con todo mi ser; ojalá ardan todos en el infierno para el resto de su eternidad- masculló con rabia y dolor apretando fuertemente sus dientes aunque no se atrevió a levantar la vista de su regazo
-Lara, cielo...- expresó tremendamente impresionado Mario tomándole tierno la mano de Lara pero ella tampoco levantó la cabeza; la pequeña Luna, que la miraba curiosa sentada a su lado, al quedar por debajo de su agachado rostro descubrió sus lágrimas en sus ojos
-Larita, no llores- expresó dulcemente poniéndose en pie en su silla y se abrazó amorosa a su cuello, Lara no pudo contenerse más con aquel tierno gesto de la pequeña y rompió a llorar mientras la oprimía con pasión contra su cuerpo
-Lara hija...- intentó consolarla su padre conmovido por las lágrimas de su hija
-Lo siento, lo siento muchísimo- murmuró abatida y huyó de la cocina llevándose a Luna sujeta a su cuello
-Voy con ella- resolvió rápidamente Mario y salió tras Lara. Todos quedaron sobrecogidos sin atreverse a hablar
 Lara, a pesar de llevar a la pequeña en brazos, caminaba a paso apurado por el prado alejándose de la casa siendo seguida muy de cerca por el perezoso y enorme perro que nunca se separaba de su ama, Mario aceleró su carrera hasta alcanzarla
-¡Ey mi ángel! ¿A dónde vas tan deprisa? Al pobre Viernes le va a dar un síncope si sigues a este paso- bromeó chistoso mientras la detenía suavemente por el hombro, ella seguía llorando sin poder remediarlo- cielo, pero ¿qué pasa amor mío?- repuso afligido abrazándola amoroso contra su cuerpo -Siento tanta rabia dentro Mario, pero tanta rabia...- masculló con los dientes apretados llena de furia contenida recostándose contra el pecho de Mario, él la besó tierno en la cabeza
-Anda ardillita, ve a jugar con Viernes mientras Larita y yo hablamos- le indicó dulcemente a la pequeña retirándola de los brazos de Lara
 -¡Y después puedo volver a montar a Rayo?- se interesó ilusionada
-Sí mi chiquita, después volverás a montar a Rayo- expresó besándola cariñoso en la mejilla, y la dejó en el suelo; la niña corrió alegre seguida del enorme animal empezando a enredar juguetones- a ver ¿qué te tiene así vida mía?- expresó meloso volviéndola a rodear con sus brazos cobijándola mimoso contra su cuerpo de nuevo
-Todo esto, Mario: no tener más remedio que aceptar ese maldito dinero de esa asquerosa familia que se fue de rositas a pesar de todo el mal que hicieron ¡¡cómo me gustaría haberles hecho pagar todo el sufrimiento que le causaron a mi padre, maldita sea!!- expresó llena de coraje e impotencia, Mario la oprimió aún más contra su pecho besándola consolador en la frente.
En la casa todos se mantenían en un apagado silencio.
-¡¡Maldita sea toda esa puñetera ralea, ni de muertos nos dejan en paz joder!!- masculló furiosamente dolido Ricardo de pronto apretando fuertemente sus puños y golpeando inclemente la mesa -Tranquilo Ricardo... no te tortures más, cielo; eso ya se acabó: muertos los perros, se acabó la rabia- expresó con gran ternura nana posando cariñosa su mano sobre el puño cerrado de Ricardo que la miró tremendamente herido
-¡¡Pero no puedo nana!! mi princesa es inocente de todo lo que pasó, ella no tenía culpa de nada para tener que sufrir así, nunca se mereció tanto dolor por el desprecio implacable de esa gente; y todo por vengarse de mí... por mi culpa ella y Susana sufrieron sin merecerlo nunca- aclaró con la voz entrecortada del dolor
 -Eso no es cierto y lo sabes- exclamó tajante nana- tú no tuviste la culpa de nada, en el corazón no se manda Ricardo y Susana te amaba con locura como tú a ella, ella solita tomó la decisión de abandonar a su familia sin importarle las consecuencias e irse contigo ¿O acaso me vas a decir tú a mí que fui la que le ayudó a recoger sus cosas que no fue decisión de ella aparecerte de madrugada ante la puerta de tu casa sin tú esperártelo?- Ricardo quedó callado pero esbozó una complacida sonrisa de felicidad al recordar aquel maravilloso momento- ¡¡y a nuestra niña le importa tres cominos esa familia y sus desprecios, caray!! ¡¡la conoces de sobra y sabes muy bien que a ella siempre le resbaló lo que esa gentuza hiciera!!- exclamó rotunda moviendo desdeñosa su mano provocando las sonrisas de todos- lo que le carcome por dentro y tiene así a nuestra pequeña es la impotencia de que esos dos se hayan ido de este mundo sin ella haberse podido vengar a gusto, sabes muy bien que a nuestra niña quien se las hace tarde o temprano se las paga y nunca les perdonará aunque viva cien años que le hayan hecho daño al hombre que ella más quiere en este mundo: a ti Ricardo- habló sincera y rotunda oprimiéndole dulcemente la mano que reposaba bajo la de ella, Ricardo la miró conmovido y sonrió dichosamente orgulloso de su pequeña- y ahora ¿por qué no te portas como un hombre galante y educado, dejamos el pasado y a los muertos tranquilos, y llevas a Lucía a conocer todo esto?- le propuso animosa, él miró intrigado a Lucía esperando alguna respuesta
 -La verdad es que me encantaría, lo poco que he podido ver me parece precioso y realmente me gustaría ver más- expresó decidida y él le sonrió complacido
 -De acuerdo, iré a avisar a los muchachos por si quieren venir- expuso resuelto levantándose de su silla
-Deja a los muchachos tranquilos que seguro que Mario y ese pequeño ruiseñor consiguen mucho mejor que tú o yo serenar a nuestra pequeña fierecilla y lleva de una vez a esta preciosa mujer a conocer los alrededores- lo detuvo cariñosa nana, él la miró comprensible- no olvides llevarla al lago ¡¡eso sí que es precioso!!- le recordó sonriendo encandilada
 -Está bien, vámonos entonces- acordó sonriendo agradecido por aquel recordatorio y le mostró galante su brazo a Lucía- permítame hermosa señorita... ¿o debo decir señora?- indagó intrigado recordando que no sabía aquel detalle sobre ella, Lucía sonrió divertidamente alegre
 -Señorita: nunca me he casado- contestó resuelta y se enganchó animada a su brazo, ambos rieron animados y salieron de la casa
-Nosotros también nos vamos, Leo y yo debemos bajar a la escuela a preparar los establos para la llegada de la nueva remesa de caballos que esperamos lunes- expuso Pedro besando amoroso la frente de su esposa mientras su hijo se acababa de un trago el resto de su café y ambos siguieron a Ricardo y Lucía aunque los adelantaron en seguida dejándolos solos en su paseo.
Mientras se encaminaban hacia el establo, Lucía se interesaba por todo como una chiquilla descubriendo un mundo nuevo; la verdad era que se había criado toda su vida en la ciudad y todo aquello le parecía un paraíso como bien le indicó a Ricardo que le respondía amable y paciente dando claras explicaciones para que ella pudiera comprender fácilmente y sin perder nunca aquella preciosa sonrisa que poseía.
-Le quedan Rayo y Lucero ensillados jefe, por si quieren pasear mejor a caballo- le indicó Pedro cuando ya salían montados en sendos caballos él y su hijo Leo del establo
-Está bien Pedro, gracias; pero iremos en la ranchera- respondió desenfadado y ellos cabalgaron a la par sendero abajo. Lucía se quedó mirándolos encandilada, era un deleite verlos; Leo iba sobre un bello caballo blanco con manchas negras y su padre sobre un hermoso corcel castaño de claras crines rubias- son tan atentos que a veces se pasan, ahora tendré que perder el tiempo en desensillar a los pobres animales- suspiró fastidiado, Lucía sonrió divertida
-No hay prisa, hasta mañana no pienso irme de aquí aunque me eche- expresó chistosa, él soltó una amena carcajada y se dirigieron al establo encontrándose a Rayo y Lucero listos y preparados atados a una anilla de la pared a la puerta de la caballeriza esperando pacientemente.
 -Es un hermoso ejemplar, además de tranquilo; hay que ver que bien se portó con mi chiquita- expresó deleitadamente gustosa Lucía acariciándole suavemente los musculosos cuadriles a Rayo- pero supongo que estará acostumbrado a llevar los niños de la escuela ¿no?- añadió curiosa, Ricardo le sonrió complacido
 -Pues no; Rayo es mío, no pertenece a la escuela- explicó resuelto mientras le soltaba los correajes y le retiraba la silla a Lucero- como Pinto es de Leo y Suspiro de Pedro, esos tampoco pertenecen a la escuela- añadió haciendo un gesto con la cabeza señalando por donde se habían ido ellos al tiempo que dejaba la montura sobre una pila de fardos de paja seca que había a la entrada del establo
-Aaah ya- expresó Lucía asintiendo con la cabeza mientras esbozaba una preciosa sonrisa y Ricardo se quedó mirándola: tenía unos ojos castaño claro como la miel grandes y alegres y una sonrisa cautivadoramente encantadora. Era hermosa, muy hermosa. De pronto sonrió pícaramente entretenido y, tomando de sorpresa a Lucía, la cogió por la cintura y con una facilidad increíble la subió a lomos de Rayo- ¡¡Ay Dios, no Ricardo!! ¡¡Bájame de aquí, te lo suplico!!- gritó asustada al verse encima del animal agarrándose nerviosa a la silla; él rió entretenido y con una habilidad y una agilidad asombrosa se subió también sobre el caballo posicionándose detrás de ella
-Tranquila, vas conmigo y te llevo bien sujeta ¿ves?- aclaró resuelto pasando sus fornidos brazos a ambos lados de la cintura de Lucía al tiempo que recogía las riendas del caballo, ella se acomodó contra su pecho algo más calmada sintiéndose muy protegida entre sus brazos- tú relájate y disfruta; no permitiré que nada te suceda- repuso desenfadado besándola dulcemente en la sien para grata sorpresa de Lucía y tiró de las riendas de Rayo guiándolo hacia el sendero, el caballo empezó el paseo con un suave trotar y Lucía rió feliz sintiendo una sensación extraordinaria de libertad allí subida- ¿Qué tal? ¿Más tranquila?- se interesó intentando mirarla a los ojos.
-Sí, esto es... extraordinario Ricardo- expresó emocionada y sumamente complacida mirándolo deleitada, él sonrió satisfecho
-Pues vamos allá entonces- repuso decidido besándola de nuevo en la sien tranquilizador y espoleó al hermoso caballo que obedeció al instante acelerando algo más aquel leve trote que llevaba; Lucía soltó un leve chillido emocionado y, ambos riéndose alegremente divertidos, disfrutaron del bello paseo.
Mario y Lara se habían sentado sobre la verde hierba bajo un viejo roble en lo alto de un montículo no muy lejos de la casa mientras Luna seguía jugando alegre con Viernes alrededor de ellos. Mario sostenía entre sus brazos a Lara sentada entre sus piernas y ella se recostaba gustosa contra su pecho -¡¡Oh, Rayo se va!!- expresó desilusionada Luna al ver pasar de lejos al caballo galopando
-No te preocupes chiquita, hay muchos más caballos en los que puedas montar- la tranquilizó dulcemente Lara mientras ambos los dos se incorporaban levemente para poder ver lo que la pequeña indicaba
-¿Es tu padre, no?- expresó despreocupado Mario, Lara asintió con la cabeza- ¡¡Por Dios Santo, pero si lleva a mi madre con él!!- exclamó lleno de incrédula sorpresa- ¿No me la irá a desgraciar, verdad?- expuso inquieto sin poder dejar de mirar nervioso como se alejaban cabalgando sobre el hermoso caballo
-¡Hombre, creo que a la pobre ya la han desgraciado hace algunos añitos! Además, mi padre lo hace todo muy bien: seguro que sabe dejarla bien satisfecha...- repuso picarona Lara recostándose despreocupada de nuevo contra el cuerpo de Mario
-¡¡Oye señorita, que yo hablaba de caerse del caballo!!- exclamó atónito por aquella descarada respuesta de Lara mirándola sorprendida
-¡¡Y yo!! ¡¿O de qué sino iba a estar hablando?!- expresó haciéndose la inocente mirándolo ingenua a los ojos, él rió divertido
 -Eres una gatita muy revoltosa pero a mí ya no me engañas picaruela enrevesada- clamó socarrón besándola apasionado en el cuello al tiempo que la recostaba sobre la hierba, ella rió explayadamente juguetona dejándose llevar y se fundieron en un ardiente beso lleno de pasión y deleite
-¡¡Oh Dios santo: esto es precioso Ricardo!!- exclamó impresionada Lucía cuando llegaron a un paraje precioso escondido entre frondosos árboles donde había un hermoso lago con una hermosa cascada cuyas aguas cristalinas caían salvajes por entre grandes rocas
 -Era el lugar preferido de Susana, siempre venía aquí a bañarse al caer la tarde- comentó desenfadado bajándose del caballo y luego la descendió a ella con una facilidad asombrosa cogiéndola suave pero firmemente de la cintura. Dejó al caballo libre que solo se alejó un poco de ellos poniéndose a comer tranquilamente de la hierba y ellos caminaron hasta el borde del lago sentándose sobre la mullida hierba uno junto al otro. Ricardo recogió las piernas contra su pecho rodeándolas con sus brazos mientras que Lucía se recostó levemente apoyando sus manos en la hierba un poco más retrasadas de su cuerpo.
 -Veas hacia donde veas, vayas a donde vayas, todo este lugar es realmente maravilloso Ricardo, tienes un verdadero paraíso aquí creado- lo felicitó encandilada, él le sonrió agradecido
 -Gracias, pero primeramente aclarar que esto no es mío, es de Lara: la abuela de Susana se lo regaló cuando se enteró que sus padres la habían repudiado y que vivíamos en un pequeño cuchitril sin apenas comodidades dejándolo escrito en su testamento por si intentaban echarnos  de aquí tras su muerte; así que, por consiguiente, al morir Susana, todo esto pertenece a Lara- explicó serenamente, Lucía movió la cabeza afirmativamente en señal de que lo había comprendido- y la verdad es que me siento muy orgulloso de conseguir, tras mucho trabajo y esfuerzo, que aquel terreno abandonado, árido y lleno de escombros que nos encontramos Susana y yo cuando llegamos aquí llegara a ser lo que es hoy- aclaró satisfecho, Lucía le sonrió complacida
-¿Qué fue lo que le pasó a Susana?- preguntó dulcemente, él tomó aire profundamente y le sonrió dócilmente
-Una tarde, estando trabajando los dos codo con codo como siempre en limpiar los matorrales que plagaban la finca, se desató una tormenta terrible: de pronto empezó a caer agua a mares y parecía que el cielo iba a desplomarse en cualquier momento sobre nosotros con aquella cantidad tremenda de rayos cayendo a nuestro alrededor; Susana estaba de ocho meses ya y le dije que se regresara a casa de inmediato, que yo me ocupaba de recoger las herramientas... pero como era una terca insensata que tenía que hacer siempre lo que le daba la gana, decidió ir a asegurarse de que Sultán, el caballo que al fin pudiéramos comprar tras mucho sacrificio, estaba bien en el establo; el pobre animal estaba muy inquieto pues aún extrañaba el lugar ya que apenas hacía unos días que acabara de llegar y encima con aquella tremenda tormenta demasiado asustado y alterado, ella intentó acercársele para calmarlo y el animal se espantó aún más llevándosela por delante y pisoteándola en su alocada huida... Miguel, el médico del pueblo, hizo todo lo posible por cortar la hemorragia interna que sufría pero era inútil; así que hizo lo único que solo quedaba hacer en aquella situación: intentar salvar la vida de nuestra hija antes de que también fuera demasiado tarde...- explicó con voz apagada y triste demostrando gran dolor al rememorar aquel momento
-¡Oh Dios santo, cuanto lo siento, no quise herirle!- exclamó conmocionada posando compasiva su mano sobre el brazo desnudo de Ricardo que le sonrió agradecido por su dulce gesto y colocó su mano sobre la de ella
-Tranquila que eso está superado, aunque es inevitable que duela al recordarlo- expresó tranquilizador -Es que no sé por qué me hice a la idea de que muriera en el parto...- se disculpó azorada y él rió divertidamente conmovido
-No te hiciste a la idea tú, sino que así te lo hizo entender Lara: esa chiquilla desde muy pequeña, cuando le preguntan por su madre, siempre contesta que murió al nacer ella; nana un día le preguntó por qué decía tal cosa si no era del todo cierto a lo que ella contestó que así evitaba dar más explicaciones- aclaró desenvuelto y ambos rompieron a reír entrañables.

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