martes, 25 de agosto de 2015


      La despertaron a las nueve, Mario la vistió mientras Lara preparaba el desayuno acompañada de Leo. Luna se dejó vestir y peinar por su padre aquellas bajas coletas que él únicamente sabía hacer sin una sola protesta y bajó a desayunar sentándose a la mesa sin decir ni una palabra, Mario la seguía desalentado.
-Buenos días princesita linda- le dijo animoso Leo pero ella solo le miró y esbozó una leve sonrisa apagada
 -¿No quieres que te haga la trenza esa que tanto te gusta mi cielito?- le propuso animosa Lara sonriéndole dulcemente, pero ella solo negó con la cabeza y siguió comiéndose sus cereales. Ellos se tomaron el café en silencio, mirándose entre ellos terriblemente abatidos. Sonó el timbre de la puerta sobresaltándolos a todos; Mario examinó sobrecogido su reloj de pulsera descubriendo que aún eran menos cuarto.
 -O mucho cambió esa o ella no es: la puntualidad no era su fuerte precisamente- expuso pausadamente y fue a abrir. Eran Ricardo y Lucía- Pero ¿Por qué habéis venido? ¡Ganas de pasar un mal trago mamá!- expresó compungido mirándolos desanimado pero intentando sonreír aunque sin éxito
-No digas eso mi niño: yo siempre estaré a tu lado cielo mío- expresó llena de ternura su madre besándolo con gran amor en la mejilla, él ahora sí sonrió agradecido
-Además venimos para quedar con vosotros después y no dejaros pasar este día solos- repuso Ricardo decidido
 -Os lo agradezco, sobretodo por Lara… Mi pobre ángel está haciendo un esfuerzo enorme por no decaer delante de Luna y mío, pero yo se lo noto… Espero que toda esta tensión y disgusto que está tragando y acumulando dentro no le haga mal al bebé- expresó preocupado frotándose afligido la frente
-No te preocupes hijo, las mujeres sacamos fuerzas de donde no las tenemos en casos así, pero estaremos vigilantes por si acaso, no te inquietes- expresó Lucía tranquilizadora aunque lo miró prevenida por aquel angustioso gesto de su hijo- Pero ¿Y tú, cómo estás cariño mío?- se interesó inquieta posando amorosa su mano en la mejilla de su hijo
-Tranquila mamá que estoy sorprendentemente bien; noto un leve zumbido en los oídos, pero no me duele ni la cabeza y es muy extraño- declaró desconcertado
-Te dolerá hijo, te dolerá… y no tardará mucho- aseveró conmovido Ricardo posando cariñoso su mano en el hombro de Mario que movió escéptico las cejas sin creérselo mucho.
 -¿Y nuestra ardillita mi niño? ¿Cómo está?- se inquietó aún más Lucía mirando compungida a su hijo
-A ver si vosotros conseguís algo porque lleva muda toda la mañana, mamá; no ha dicho ni una sola palabra desde que se despertó- explicó abatido, Lucía suspiró profundamente llenándosele los ojos de lagrimas y Ricardo apretó suavemente el hombro de Mario dándole un aliento de ánimo- vamos, está en la cocina- indicó apartándose levemente para dejarlos pasar primero educadamente. Se encaminaron hacia la cocina pero sorprendemente Luna no les hizo la fiesta de siempre al verlos, se limitó a esbozar una triste sonrisa muy apagada a su animado saludo y a besarlos dulcemente en las mejillas. Lucía miró sobrecogida a Mario por aquella impactante apatía de su siempre alegre nietecilla pero él solo movió derrotado los hombros. Se saludaron el resto y se quedaron parados en la cocina sin saber que hacer o decir, solo observando conmovidos a la apática chiquilla que se mantenía sentada inmóvil en su taburete con la cabeza gacha y en silencio.
Mario no podía parar de examinar nervioso su reloj de pulsera disimuladamente observando como el tiempo avanzaba demasiado deprisa acercándose temiblemente a aquel desastroso momento que no quería que llegara nunca.
-Ya son y diez- anunció esperanzado Leo que también había estado observando nervioso su reloj, los ojos de Mario se iluminaron de ilusión examinando precipitado su reloj pero Lara lo miró compungida negando suavemente la cabeza indicándole que no se hiciera ilusiones y aquel brillo de esperanza que apareciera en sus ojos se volvió a apagar al instante.
 -Será mejor ir saliendo, ahora no ha de tardar en llegar- expresó suspirando profundamente para tomar fuerzas y recogió a su hija en brazos que se dejó llevar indiferente. Apenas salieran al porche cuando vieron llegar un flamante coche enorme negro que se detuvo ante la casa.
 -Estúpida engreída; viene haciendo alarde de su nuevo estatus la muy pécora- murmuró con gran desdén Lucía observando con rabia como un chófer muy elegante y con visera se bajaba del elegante y llamativo vehículo y abría la portezuela de atrás. Luna miró aterrorizada al coche e, instintivamente, se agarró fuertemente al jersey que su padre llevaba puesto; Mario posó dulcemente su mano en la mejilla de su asustada hija atrayendo su hermosa carita a la suya y la besó con ansiosa pasión antes de cobijarla contra su hombro de forma compasiva antes de empezar a descender los escalones del porche.
-¡Espera Mario!- lo detuvo de pronto Lara entrando a correr en la casa y subió precipitada las escaleras ante la mirada extrañada del resto; apenas tardó unos segundos en regresar trayendo consigo al caballito de peluche preferido de Luna- toma mi ángel, lleva a Polly contigo; él te cuidará mientras estés lejos de nosotros mi niña preciosa- expresó llena de ternura entregándoselo a la pequeña que lo apretó contra su pecho y, abriendo asombrada sus lindos ojitos color miel, al fin mostró una de sus preciosas sonrisas que iluminaban todo a su alrededor
-¡¡Huele a ti, mamita!!- exclamó llena de deleite aspirando profundamente para embotarse de aquel dulce perfume a lirios, todos sonrieron enternecidos
-Claro mi chiquitina, para que no olvides ni un segundo que aquí estamos todos esperando ansiosos tu regreso mi niña preciosa- expuso besándola con pasión en su cabecita; al mismo tiempo, Mario la besó a ella tremendamente agradecido en la mejilla
 -Gracias mi ángel, tú siempre pensando en todo- declaró mirándola con un amor impresionante y se sonrieron íntimos. Mario siguió bajando los escalones con Lara bien pegada a su lado y Leo detrás de ellos alerta y dispuesto para cualquier eventualidad que se pudiera presentar. Sin embargo, Lucía y Ricardo solo se acercaron más a la barandilla del porche sin atreverse a bajar y Ricardo le pasó reconfortador el brazo por los hombros a Lucía que se sujetó fuertemente a su cintura. Sol se bajó de la parte trasera del coche radiante y muy elegante con aquel chaquetón de piel de visón que se podía percibir a distancia que era de excelente calidad sobre un vestido negro tan escotado que casi podía verse su ombligo y con una abertura exagerada en la parte delantera de su falda que mostraba al caminar además de sus hermosas y largas piernas, sus redondos y prietos muslos; sonriendo alegre y moviéndose grácilmente como un felino antes de saltar sobre su presa, se acercó a la verja
-Hola Luna… ¿te acuerdas de mí?- le habló melosa a la niña con su voz cantarina y sin dejar de sonreír; la niña la miró de arriba abajo con repulsa y, sin contestar nada, apartó su cara hundiéndola de nuevo en el hombro de su padre para no verla- tan expresiva y amable como tu abuelita- replicó sarcástica al ver el gesto desdeñoso de la pequeña
 -Ella solo te da lo que ha recibido de ti ¿qué esperabas acaso? ¿Un gran recibimiento de su parte?- replicó mordaz Mario, Sol hizo un gesto de burla torciendo su perfecta boca de finos labios hacia la derecha
-Venga, acabemos con esto de una vez: entrégame a nuestra hija- resolvió decidida extendiendo sus brazos hacia Mario; él se quedó muy quieto durante unos segundos mirando a Sol con una tremenda furia en los ojos, suspiró profundamente y besó amoroso la mejilla de su hija mientras intentó retirarla de su pecho.
-¡¡No papi, no!! ¡¡No quiero ir papaito, no dejes que me vaya papi!! ¡¡No papi, no!!- empezó a gritar desaforada la pequeña sujetándose fuertemente al cuello de su padre con ambos brazos mientras rompía a llorar desesperada
 -¡Oh Dios mío!- exclamó afligida Lucía volviéndose para no ver aquella terrible escena hundiendo su cara en el pecho de Ricardo que la oprimió con angustia contra él también atormentado por los gritos de Luna como Leo, que apretaba tan fuertemente sus puños que sentía como se le clavaban las uñas en sus palmas intentando reprimir la ira que lo devoraba por dentro. Lara, corriéndole las lágrimas sin poder controlarlo por las mejillas, sentía que no iba a poder resistir aquello mucho más; los gritos de su chiquitina le desgarraban el alma produciéndole un dolor tan tremendamente inmenso que parecía como si le estuvieran arrancando las entrañas de cuajo. Inconscientemente, le sujetó fuertemente la mano a su pequeña que se aferró a ella con angustiosa desesperación
-Vamos ardillita, lo hemos hablado ya; tienes que ir con ella, no hay más remedio mi chiquita- expresó con una calma asombrosa Mario besándola compasivo en la mejilla e intentó soltarla de su cuello; aunque sus ojos seguían clavados en Sol con un rencor y un odio tan radical que hacía hasta daño
-No quiero papi... no quiero... no quiero...- sollozó angustiada la pequeña intentando seguir sujeta al cuello de su padre pero él logró soltarla y se la pasó rápidamente a Sol para acabar cuanto antes con aquel insoportable momento que lo estaba destrozando; Sol la recogió en sus brazos
-Ven cielo, tengo muchos planes para nosotras hoy- le habló cariñosa a la niña intentando llevársela pero Lara seguía sujetándole la mano a su pequeña y no se soltaban
-Lara cielo mío...- expresó lleno de amor Mario sujetando la muñeca de Lara e hizo presión obligándola a que soltara la mano de la pequeña
-¡¡Mami no, mami... mami... mami...!!- chilló presa del pánico Luna al verse suelta de la mano de Lara extendiendo angustiada sus brazos hacia ella en una clara súplica de que la recogiera
-Mi niña...- clamó con profunda agonía Lara al tiempo que su visión se volvía borrosa debido a la incontrolada cantidad de lágrimas que brotaban de sus ojos e intentó dar un paso hacía su pequeña pero sus piernas flaquearon de pronto y notó como no podían ya sostenerla; rápidamente, Mario la sujetó fuertemente por la cintura con su brazo afianzándola contra su cuerpo al ver como se iba escurriendo al suelo sin poderse sostenerse sobre sus piernas.
 -Ella no es tu mami, Luna: tú mami soy yo- expresó rotunda Sol dándoles la espalda y encaminándose hacia el llamativo coche donde el chófer esperaba con la puerta trasera abierta con el rostro impertérrito sin dar muestras de sentimiento alguno
 -¡¡Ella sí es mi mami, tú no estúpida!! ¡¡A ti no te conozco de nada, imbécil!!- le increpó llena de rabia y odio la pequeña mirando con desprecio a Sol a la cara y empezó a revolverse en sus brazos intentando escaparse de sus brazos
-¡¡Estate quieta Luna!!- le gritó autoritaria sujetándole fuertemente el brazo y la sacudió inclemente para que se detuviera
-¡¡No la zarandees por Dios te lo pido!!- chilló llena de angustia Lara, Sol la miró con desprecio- por favor te lo pido, te lo suplico Sol, te lo imploro: no zarandees a mi niña por favor- imploró afligida mientras se dejaba caer de rodillas sobre la hierba ante ella mirándola suplicante
 -Por Dios bendito mi ángel, levántate vida mía- expresó afligido Mario ya sin poder contener más las lágrimas intentando levantarla del suelo; Leo corrió rápidamente a ayudarlo cogiendo del otro brazo a Lara
-Fuerza mi gordita bella, no le des el gusto de verte caer a ese engendro del demonio- le dijo tierno Leo sujetándola fuertemente por el otro brazo y la levantaron del suelo; pero tuvieron que seguir sujetándola pues Lara no podía sostenerse sobre sus piernas
-Por Dios bendito, mi pobre princesa- sollozó dolidamente conmovido Ricardo al ver a su hija en aquel terrible trance. Sol al ver aquella escena, esbozó una sonrisa cínicamente victoriosa y siguió su camino con altanería metiéndose en el coche con Luna en brazos
 -¡¡¡Mami, mami, mami!!!- gritó presa del pánico Luna al verse encerrada dentro del coche golpeando con su puñito el cristal del coche
-¡¡No te la lleves Sol!! ¡¡Pídeme lo que quieras pero por Dios te lo suplico: no te lleves a mi niña!!- chilló con desesperación Lara intentando echar a correr tras su hija pero Mario la detuvo sujetándola por detrás rodeándole la cintura con sus brazos oprimiéndola afligido a su cuerpo, Lara vio con terrible angustia como el coche se ponía en marcha- ¡¡No, Sol; no!!- clamó llena de desolación al verlo alejarse extendiendo su mano como si así pudiera detenerlo; Mario la abrazó aún más fuertemente contra él y ella se derrumbó entre sus brazos- ¡¡Mario!! ¡¡Nuestra niña se va a morir de angustia cuando vea que cae la noche y no regresa a casa, Mario!!- clamó atormentada dejando caer derrotada sus brazos, él solo pudo posar su frente en el hombro de Lara rompiendo a llorar desolado- ¡¡Mario...!!- apenas exhaló y percibió como todas sus fuerzas se desvanecían de un plumazo
-¡¡Lara amor mío!!- gritó sobresaltado Mario al ver como Lara se desvanecía entre sus brazos y la recogió rápidamente llevándosela dentro de la casa, todos lo siguieron mirando afligidamente conmovidos y muy preocupados a Lara mientras Mario se la llevaba escaleras arriba hacia su dormitorio seguido sin demora por su madre y Ricardo ya llamaba una ambulancia por su nuevo móvil de última generación.
Ricardo y Leo esperaban en el pasillo del piso de arriba dando vueltas inquietos y muy nerviosos esperando impacientes que alguien, fuera quien fuera: Lucía, Mario o alguno de los paramédicos que ya habían llegado a los pocos minutos de Ricardo llamarles, salieran del dormitorio a decirles algo sobre la salud de Lara. Por fin la puerta se abrió apareciendo Lucía llorosa y extremadamente afligida -¡¿Qué le pasa a mi hija Lucy?!- clamó alertado Ricardo mientras Leo se quedó lívido e inmóvil al ver la cara de angustia de Lucía
 -Se la van a llevar al hospital...- sollozó acongojada cuando ya aparecieron tras ella los paramédicos llevándose a Lara en la camilla aún sin sentido mientras Mario, sin poder contener las lágrimas, le tomaba la mano dulcemente caminando a su lado; Ricardo se fijó en el pequeño monitor que Lara llevaba conectado en donde podían verse dos inquietante señales: una linea verde que daba cada vez unos picos mas altos y otra roja que parecía haberse vuelto loca de lo frenética que saltaba arriba y abajo
-¡¿Por qué se la llevan?! ¡¿Y qué lee ese aparato que parece estar desquiciado?!- gritó angustiado siguiéndolos escaleras abajo, Leo también los seguía sin poder articular palabra- ¡¿Qué tiene mi hija, Mario?!- clamó ya lleno de desesperación al no contestarle nadie cuando ya recorrían presurosos el pequeño jardín en dirección a la ambulancia aparcada donde hacía escasos minutos estaba el coche de Sol; Mario lo miró compungido pero, aunque tragó varias veces saliva, no logró responderle y se subió raudo a la ambulancia así los enfermeros acabaron de subir la camilla en la que iba Lara
 -Lara parece estar bien por ahora, amor mío; solo muy nerviosa y por eso le han dado un sedante: pero es el bebé Ri...- le habló entre sollozos Lucía abrazándose angustiada a él que abrió sus ojos aterrado al tiempo que Leo se pasaba sus manos temblorosas por la cabeza en un gesto de intranquila impotencia
-¿Qué le ocurre a nuestro nieto?- exclamó presa del pánico separándola levemente de él para poder verla a los ojos
-Según la lectura del monitor que le han conectado, los latidos de Alejandro están demasiado acelerados y eso significa que, no saben por qué, pero está sufriendo muchísimo... y desde hace unos minutos nuestra Larita empezó a tener contracciones- explicó afligida
 -¡Oh Dios santo, por favor... haz que mi niña no sufra y salva a su hijo por favor te lo imploro Dios mío!- suplicó acongojado persignándose con gran devoción mientras observaba como ya la ambulancia arrancaba llevándose a Lara y a Mario dentro de ella, Leo lo miró atónito y sin poder creer lo que estaba viendo al escucharle rogar a Dios con tanta súplica cuando desde la muerte de su esposa lo había repudiado con tanto ahínco. Lucía miró extrañada al muchacho sin comprender a que venía su cara de pasmo mirando a Ricardo; de pronto el rostro de Ricardo volvió a cambiar llenándose de odio y rabia incontrolable- ¡¡Hija de la gran puta; cómo le pase algo a mi hija o a mi nieto, entonces sí que no va a haber lugar en el mundo donde puedas esconderte de mí maldita rastrera mal nacida!!- masculló entre dientes haciéndolos rechinar de rabia mientras corría ya hacia su coche
 -¡¡Buff que acojone antes al verlo suplicar de esa manera a Dios: es la primera vez en mi vida que veo hacérselo y creí que le había dado un pasmo!! ¡¡Pero este sí vuelve a ser el Richi que yo conozco, demonios!!- resolvió complacido Leo y echó a correr siendo seguido de Lucía que no pudo evitar esbozar una leve sonrisa divertida al escuchar al muchacho y se montaron rápidamente en el Audi cuando Ricardo ya lo arrancaba. Haciendo chirriar las ruedas en el asfalto, salió a toda velocidad tras la ambulancia.
Al llegar al hospital, la enfermera del puesto de información no pudo explicarles nada y les indicó amable que debían esperar en la sala de espera. Armándose de paciencia, se encaminaron hacia la salita y se dispusieron a esperar. Ricardo sentado a lado de Lucía, le sujetaba amoroso la mano mientras ésta hacía tremendos esfuerzos por no seguir llorando y Leo paseaba nervioso de un lado a otro sin poder estarse quieto. A los pocos minutos, llegó Arturo acompañado de su esposa Leila muy nerviosos y angustiados; Lucía al verlos, se levantó rápidamente y ya no pudo aguantar más las lágrimas rompiendo a llorar de nuevo en brazos de su buena amiga
-Pero ¿qué ha pasado? ¿Por qué han tenido que ingresar de urgencia a Larita?- expresó sobresaltado Arturo mirando incomprensible a Ricardo mientras ambas mujeres seguían abrazadas cariñosas sin poder dejar de llorar, él le puso al corriente de lo que había sucedido- ¡¡Hija de puta; aunque estaba ardiendo en deseos, no quise aparecer por allí porque sabía que no podría contenerme si veo sufrir a mi adorada ardillita!- expresó conmovido llenándosele los ojos de lágrimas
-Pobre Mario, cuanto debió sufrir al ver cómo le llevaban a su pequeña... y pobrecilla nuestra Larita, ella también la ama con pasión- expresó ahogada por el llanto Laila demostrando el gran cariño que le tenían a ambos conmoviendo a Ricardo
-¡¿Dónde está mi niña?! ¡¿Dónde tienen a mi chiquitina?!- oyeron sollozar angustiada a nana ante el mostrador de información acompañada de un pálido y asustado Pedro; Leo fue en busca de sus padres y se encargó él mismo de ponerlos al tanto de lo ocurrido- ¡¡Oh Dios mío Richi ¿nuestra chiquitina no correrá la suerte de su madre, verdad?!! ¡¡Están del mismo tiempo, Ricardo!!- clamó angustiada llorando afligida, Ricardo la abrazó tierno contra su cuerpo
-No pienses en eso nana, nada tiene que ver un caso con el otro y a nuestra pequeña nada le va a pasar- la intentó consolar cariñoso besándola dulcemente en la cabeza mientras ella se aferraba angustiada al cuerpo de Ricardo.
Aquella espera ya era realmente exasperante e interminable, llevaban allí casi más de dos horas y nadie era capaz de decirles algo concreto. Por aquella pequeña sala, ya no solo paseaba de un lado a otro impaciente Leo como un animal enjaulado, sino que Ricardo y Arturo también se le unieron mientras Lucía seguía abrazada a Laila aunque algo mas calmadas y Pedro intentaba consolar a una desvalida y aterrada nana que no cesaba de llorar y rezar por su niña y su hijito.
De pronto se abrieron al fin aquellas dichosas puertas apareciendo una joven enfermera, al verla todos se pusieron en tensión mirándola expectantes
-¿Familia de Lara Méndez?- preguntó sin dejar de mostrar una dulce sonrisa
 -¡Somos nosotros señorita!- clamó al instante Ricardo acudiendo a ella, todos la rodearon impacientes
-Tranquilos que todo está bien de nuevo; los doctores lograron detener las contracciones y el bebé se ha soltado él solito y ya ha pasado el peligro- expuso alegremente dispuesta sonriéndoles tranquilizadora
-¿Cómo que el bebé se ha soltado solo? ¿De dónde señorita? ¿Qué quiere decir?- indagó muy nervioso Arturo adelantándosele a Ricardo
-Probablemente debido al tremendo estrés y nerviosismo que su mamá ha estado padeciendo estos días, el chiquitín se estuvo moviendo demasiado inquieto y acabó enroscándose el cordón umbilical alrededor de su cuellecito, de ahí el sufrimiento que el monitor registró que estaba padeciendo; pero gracias a Dios ha logrado soltarse solo y el chiquitín está bien y tranquilo de nuevo- explicó muy amable
 -¿Y las contracciones señorita? ¿Eran debido a eso?- expresó nerviosa Lucía
-No, eso era otro inconveniente que nada tenía que ver con lo que le ocurría al bebé: la tremenda tensión nerviosa que sufrió la paciente, derivó en la provocación de un parto prematuro; pero los doctores han logrado detener las contracciones y madre e hijo se encuentran perfectamente- aclaró con satisfacción del buen trabajo realizado sus compañeros, todos respiraron algo más relajados -¿Puedo ir con mi niña, señorita? Por favor...- suplicó nana mirando ansiosa a la joven enfermera que le sonrió dulcemente
-Claro que puede ir con ella, ya la están subiendo a planta: habitación 315- le indicó cariñosa mirándola con gran ternura y la mujer sonrió feliz y, sin poder aguantarse más, se dio la vuelta rápidamente apurando su paso hacia los ascensores; todos la siguieron en tropel
-Muchas gracias señorita- le sonrió agradecido Ricardo antes de también encaminarse tras ellos y la joven le correspondió desenfadada antes de regresar dentro.
Al llegar a la habitación se encontraron a Lara ya despierta y a Mario sentado a su lado tomándole amoroso la mano mientras se miraban con un amor infinito a los ojos aunque aún no habían podido borrar del todo el miedo que habían padecido de sus ojos
-¡¡Mira muchachita...!!- exclamó enfadado Leo señalando implacable con su dedo índice a Lara así entró en la habitación, ella y Mario lo miraron sorprendidos por aquel inesperado reclamo de su parte- es el segundo susto que tú y ese traste muchachito tuyo me dais; como se os ocurra darme un tercero... ¡¡os juro que yo no lo cuento ¿vale? Así que a portarse bien a partir de ahora ¿entendido?!!- aclaró chistoso resoplando sonoramente al tiempo que se echaba la mano al pecho simulando padecer un infarto, todos rompieron a reír divertidos expulsando los últimos resquicios de preocupación y nerviosismo que aún estaban padeciendo.

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